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viernes, 31 de diciembre de 2021

Canción de Navidad. Charles Dickens. Servilibro Ediciones. Reseña

 




    La novela corta Canción de Navidad o Cuento de Navidad --según las traducciones--, de Charles Dickens, fue publicada días antes de las navidades de 1843 por la editorial londinense Chapman & Hall, cuando el autor ya era de sobra conocido por obras como Los papeles póstumos del Club Pickwick, Oliver Twist o Almacén de antigüedades. Como en muchas de estas novelas y de las que la siguieron en el tiempo, Dickens reflejó con gran maestría el agudo contraste social entre la riqueza más absoluta y la pobreza más mísera que se daba en el Londres de su época. Y salió en defensa de las personas desvalidas, humildes e indefensas, que soportaban miserables condiciones de vida y trabajo en las grandes ciudades como consecuencia de la Revolución Industrial del siglo XIX. Unas condiciones que muy a menudo acababan con esas personas mendigando y siendo explotadas por una emergente y cruel burguesía.

    El protagonista de la novela es el prestamista Ebenezer Scrooge, un hombre avaro, egoísta y sin escrúpulos que odia la Navidad --a la que califica como paparruchas o pamplinas--, a los niños y a cualquier cosa que pueda hacer felices a los demás. Dickens lo describe así: un viejo pecador que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba y apresaba. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Es de la opinión de que el hecho de que muera gente pobre solo hace que disminuir el incipiente y peligroso exceso de población --idea que sigue a las del demógrafo y economista Thomas Malthus--. Cuestión esta que se repite varias veces a lo largo de la novela como crítica del autor al referido economista.

    El día de Nochebuena, justo siete años después de la muerte de su socio, Jacob Marley, el fantasma de este se le aparece para dar a Scrooge una última oportunidad de encauzar su vida e impedir que acabe como su antiguo socio, quien deambula arrastrando las pesadas cadenas de sus pecados mortales. Para ello, Scrooge deberá recibir a tres espíritus --el de las navidades pasadas, el de la Navidad presente y el de las navidades futuras--, los cuales harán que afronte sus propios fantasmas. Los tres espíritus lo transportan a hechos del pasado: el abandono que sufrió de joven tras morir su madre en su parto, lo cual provocó que su padre lo internase en un colegio; el gran amor que sintieron él y su hermana, Fan, también fallecida en el parto de su hijo, sobrino de Scrooge, a quien pidió que cuidara de ahí en adelante; algo que hizo hasta que este se casó con una mujer de familia humilde en contra de sus deseos.

    Scrooge también asiste de nuevo al momento en el que Alice, el amor de su vida, lo abandona tras observar el drástico cambio de su prometido, quien ha encontrado un nuevo ídolo dorado, el dinero; o al de la muerte de Marley, de quien heredó todos sus bienes, puesto que tampoco aquél tenía mujer ni hijos; o a uno especialmente aborrecible, justo cuando afirmó que la posible futura muerte de Tim, el hijo de su empleado Bob Cratchit, aliviaría el exceso de población; y se estremece al comprobar que su amada Alice se ha convertido en una solterona que trabaja para la beneficencia, justo lo que él siempre critica con asquerosa pasión --¿Ya no hay cárceles? ¿Y los asilos?, ¿siguen en activo? ¿Está en pleno vigor la Ley de Pobres?, argumenta para no tener que dar limosna a los pobres--. Dichas preguntas y argumentaciones provienen del filósofo escocés Thomas Carlyle, a quien también critica Dickens de forma directa. 

    A través de todas estas visiones a Scrooge le van entrando unas cada vez mayores ganas de ver a Cratchit, a su gravemente enfermo hijo Tim, a su sobrino, a su esposa, a todas las personas vivas --las ya fallecidas, por desgracia, no cuentan-- a las que ha desagraviado con su comportamiento durante todos esos años. Las ve celebrar la Navidad junto a sus familias --algo de lo que él carece por completo-- pese a su extremada pobreza y observa lo poco que necesitan para ser felices, aunque sea solo por unas horas al año. Las ve brindar por él a pesar de todo. Y las ve burlarse y compadecerse de él. Me da lástima. No podría enfadarme con él ni aunque quisiera. El perjudicado por sus manías retorcidas siempre es él mismo. El hecho de que no le caigamos bien y no quiera celebrar nada con nosotros hace que pierda la oportunidad de pasar buenos ratos. Pienso invitarlo todos los años, tanto si le gusta como si no, comenta su sobrino a su familia.  

    La posible muerte en soledad de Scrooge, sin nadie que lo vele ni acuda a su entierro, lo hace recapacitar finalmente, no sin antes debatir en su interior sobre si todavía es posible a su edad enmendar sus errores del pasado o al menos corregirlos de cara al futuro. El rumbo que lleva un hombre presagia un final determinado al que se verá conducido si persevera en su conducta. Pero si se aparta de ese rumbo, el final cambiará. ¡Dime que eso es lo que ocurre con lo que me muestras! Respóndeme: ¿lo que me muestras es lo que va a pasar y ya no puedo evitarlo o lo que podría pasar si continúo comportándome así?, le implora al espíritu de las navidades futuras. Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré mantener vivo su espíritu durante todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el futuro; los espíritus de los tres estarán vivos en mi interior y no caerán en saco roto las lecciones que me han enseñado, acaba prometiendo.

    Desde muy pronto Canción o Cuento de Navidad se convirtió en un clásico de las fechas navideñas que trascendió el mundo de la literatura adulta y pasó a la infantil y acabó representada también en emisiones de radio, obras de teatro, incluidos algunos musicales, y, finalmente, en televisiones y cines. Algunas de estas obras se ciñen concretamente a la obra de Dickens; otras se basan en ella pero tratan otras temáticas. Sobre todo en el caso de los cuentos infantiles propiamente dichos. Así, hay cuentos de Navidad protagonizados por personajes de Disney, como los Looney Tunes o Mickey Mouse, además de por los Pitufos, los Picapiedra y hasta por los Teleñecos. E incluso inspiró otras películas aparentemente diferentes pero cuyas raíces si se alimentan de la obra de Dickens. Por ejemplo, la maravillosa ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra (1946), protagonizada por un James Stewart inconmensurable, que precisamente acaba de cumplir 75 años de existencia. 


lunes, 29 de junio de 2020

Mis diez mejores lecturas del primer semestre de 2020. Recomendaciones veraniegas





    Como cada mes de junio, Jungleland cierra sus páginas ante la inminencia de la temporada estival. Siguiendo la norma no escrita habitual, os dejo, en esta última entrada, mis diez mejores lecturas del primer semestre del año. Un semestre que, marcado por la pandemia, nos ha dejado mucho más tiempo para recrearnos en la lectura. Pase lo que pase este verano --¿quién se atreve a vaticinar lo que pueda pasar a estas alturas?--, tenemos ante nosotros dos o tres meses en los que seguir bebiendo gran cantidad de libros y conocimientos. Así que, como de costumbre, esta lista se convierte, además, en recomendaciones para una época de tradicional descanso y ocio. Sed buenos, mantened las distancias, leed y ¡nos vemos en septiembre!    


10. El pan de los años mozos. Heinrich Böll. Seix Barral. 1971 Escrita y publicada por primera vez en 1955 en la Alemania natal del Premio Nobel de Literatura de 1972, el principal tema tratado en esta novela fue la situación de la República Federal de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. El protagonista y narrador, el joven Walter Fendrich, ha de recurrir a todo tipo de argucias para poder seguir con vida en los años de su adolescencia y juventud en un momento en el que conseguir algo tan simple como necesario --algo de pan que llevarse a la boca-- cuesta demasiados esfuerzos. Todo ello, mientras trata de aprender un oficio con el que ganarse la vida. Así, se inicia como electricista con Wickweber, un explotador que lo obliga a trabajar todos los días de la semana a cambio de un triste salario y una sopa. 


9. El candor del padre Brown. G. K. Chesterton. Castalia. 2020 El padre Brown es a G. K. Chesterton lo que Sherlock Holmes a Arthur Conan Doyle, Hércules Poirot a Ágatha Christie, Auguste Dupin a Edgar Alan Poe o Sam Spade a Dashiell Hammett. Sin embargo, este personaje rompe bastantes de los tópicos del género negro o policíaco. El sacerdote católico, de aspecto humilde, descuidado e inofensivo, siempre acompañado de su paraguas y de diversos objetos envueltos en papel de estraza, conoce como nadie el alma humana. Y resuelve los casos más complicados no con enrevesadas piruetas deductivas, sino sugiriendo que la explicación irracional es en realidad la más racional. A pesar de su lógica devoción, desecha siempre las explicaciones sobrenaturales o espirituales para centrarse en lo natural y ordinario a la hora de resolver los casos más inverosímiles.


8. El club de lectura de David Bowie. John O´Connell. Blackie Books. 2019 Uno de los puntos fuertes de este libro es que se puede llegar a él por ser un seguidor más del rockero, por ser un amante de los libros o por ambos aspectos a la vez. Eso sí, requiere un toque de curiosidad y otro de apertura mental. Y es que las lecturas de este camaleónico artista fueron de muy amplia variedad temática. Novelas de todo tipo, poesía, teatro, filosofía, ensayos esotéricos, manuales sobre música, arte, historia, cultura y márketing y propaganda, cómics y novelas gráficas, fascículos de todo tipo, libros de magia, de entrevistas, de viajes, de religión o gnosticismo, de psicología, de sexualidad, de humor, biografías, etc. El Duque Blanco engullía libros sin parar. Y este particular club de lectura recoge, además, multitud de anécdotas que harán las delicias de sus fans o seguidores.


7. Almacén de antigüedades. Charles Dickens. Club Internacional del Libro. 1993 Publicada originariamente por fascículos, es una narración repleta de crítica social basada en la muerte de la cuñada de Dickens, Mary Hogarth, a quien adoraba el escritor, a la corta edad de diecisiete años. La novela narra la caída, económica y física, de la pequeña Nelly y de su abuelo, propietario de un almacén de antigüedades que conoció en el pasado tiempos mucho mejores. Nelly es lo único que le queda al anciano en este mundo, y su única obsesión es dejar a su nieta una rica herencia con la que esta pueda defenderse por sí sola en el futuro. Consciente de que a través de su negocio no va a conseguir el único propósito vital que todavía puede cumplir, solo se le ocurre ir a jugarse a las cartas cada noche sus cada vez más exiguas monedas. Pese a que siempre pierde, vuelve una y otra vez a las mesas de juego. Hasta que acaba perdiendo su almacén y su casa contigua. Humillados y avergonzados, nieta y abuelo han de abandonar Londres e iniciar un duro vagabundeo por la campiña inglesa.


6. El gaucho insufrible. Roberto Bolaño. Anagrama. 2003 Cinco cuentos y dos conferencias forman parte de la primera de las obras póstumas del escritor chileno, fallecido a los cincuenta años de edad, justo después de entregar en mano el manuscrito de esta recopilación a su editor, Jorge Herralde. Vivió en su Chile natal, en México --donde fundó el infrarrealismo poético en 1976 al grito de déjenlo todo, nuevamente láncense a los caminos-- y en Barcelona, Gerona y Blanes. Viajó, además, haciendo honor a lo expresado en el primer manifiesto infrarrealista, por muchos lugares del planeta, dejando reflejo de todas sus experiencias en cada uno de sus ricos y variados libros. Pese a su prematura muerte, pasó a la historia como uno de los autores más influyentes del panorama literario hispanoamericano del siglo XX, junto a Pablo Neruda, Julio Cortázar, con quien se le comparó en vida, y Jorge Luis Borges, de quien fue un ferviente seguidor. 


5. Casas y tumbas. Bernardo Atxaga. Alfaguara. 2020 Seis años después de publicar Días de Nevada, el autor guipuzcoano afirma que esta será su última novela, vertebrada por el valor de la amistad, el amor incondicional a la naturaleza y la inminencia de la muerte. En ella crea ambientes --el despoblado Ugarte, hoy un barrio de Amurrio, Álava-- y personajes inolvidables. Esos de los que cuesta despedirse al finalizar la lectura. A modo de despedida, el autor asegura en el epílogo haber escrito una novela en la que aparecen narrados diversos pasajes de su vida: sus vivencias en el cuartel de El Pardo, lugar en el que realizó su servicio militar obligatorio cuando todavía vivía Franco, el angustioso episodio en el que su hija estuvo a punto de fallecer de peritonitis, la fascinación que siempre ha sentido hacia el mundo rural y los animales, y la importancia que siempre ha tenido para él la poesía como forma de comunicación y evasión. Esperemos que no cumpla su palabra y esta no sea su obra de despedida. No obstante, de ser así, se habrá despedido a lo grande. Como él, sin duda, merece. 

4. El infinito en un junco. Irene Vallejo. Siruela. 2019 Este ensayo nos hace viajar desde la Alejandría fundada por Alejandro Magno hasta la Roma imperial pasando por las ciudades griegas con Atenas a la cabeza. Un viaje a través de todos los soportes utilizados en cada época para plasmar las palabras sobre piedra, arcilla, juncos, seda o papel. Treinta siglos de continuo esfuerzo para utilizar, transportar, almacenar y conservar de la mejor manera posible los pensamientos de cada personaje, lugar y época. Todo tipo de gente del libro tiene cabida en estas páginas: narradores orales, escribas, sabios, copistas, miniaturistas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, espías, maestras, monjes, esclavos, bibliotecarios, etc. Personas, casi todas ellas anónimas, que durante siglos han hecho posible la realización, divulgación y protección de los conocimientos y las diversas formas de arte y entretenimiento. Todos los que salvaron a los libros de la desaparición se convierten en protagonistas de un relato indispensable para aquellos quienes, de una forma u otra, seguimos formando parte este bendito mundo.


3. Absolución. Luis Landero. Tusquets Editores. 2012 Existe en este mundo una gran cantidad de seres atormentados. Personas que viven atemorizadas por la sociedad, por sus familias o por ellos mismos. Uno de ellos es Lino, el protagonista de esta novela, que parece haber alcanzado la felicidad tras una vida errática, tediosa e insatisfecha. En cuatro días, Lino se va a casar con su amada Clara. Landero describe con gran detalle la psicología humana. Pero, además, introduce una alta dosis de aventura, de viaje iniciático, de búsqueda de la felicidad. También nos hace apreciar el entorno natural que nos envuelve. De todos los personajes se aprenden diferentes maneras de ver la vida. Filosofías de vida. Hacia ellos se acerca el lector, que empatiza con ellos y los comprende a la perfección, quedándose al final con ganas de saber qué ocurre con sus vidas una vez finalizada la magistral narración de este escritor del que habría que leerlo todo. Absolutamente todo. 


2. Madame Bovary. Gustave Flaubert. Alianza Editorial. 2012 Publicada a mediados del siglo XIX, aunque inspirada en la Francia de principios de siglo, se convirtió muy pronto en claro exponente de la literatura realista francesa y universal. También de un romanticismo ya algo tardío en el momento de su escritura. Crítica tanto de la burguesía como de la iglesia católica francesa, ésta introdujo a la obra en su Índice de Libros Prohibidos a causa de la promiscuidad de su protagonista. Censurada, pues, por ser considerada perniciosa para la fe, su popularidad, sin embargo, creció rápidamente. Este clásico inmortal bebe directamente de la Revolución Francesa, de la monarquía autoritaria napoleónica, del emergente poder burgués y de la feroz pugna entre la firme doctrina católica y la cada vez más consolidada filosofía de Voltaire. Además, la novela está considerada como pionera del futuro ideario feminista. 


1. Alegría. Manuel Vilas. Planeta. 2019 Todo aquello que amamos y perdimos, que amamos muchísimo, que amamos sin saber que un día nos sería hurtado, todo aquello que, tras su pérdida, no pudo destruirnos, y bien que insistió con fuerzas sobrenaturales y buscó nuestra ruina con crueldad y empeño, acaba, tarde o temprano, convertido en alegría. Con estas palabras arranca la nueva novela de Manuel Vilas, finalista del Premio Planeta 2019, que bebe y sigue los pasos de Ordesa, el gran éxito literario de 2018 --designado en este mismo blog como mejor novela de ese año--. Alegría recoge las vivencias, anhelos, carencias, pensamientos y sentimientos del escritor de Barbastro. Escrita entre mediados de 2018 y mediados del 2019, narra momentos de la gira de presentaciones, firmas de libros y demás actos en torno al lanzamiento y promoción de Ordesa. Original, valiente y organizada en torno al mismo caos narrativo que su antecesora, vuelve a ser una obra honesta y humilde alejada de todo tipo de complejos y ataduras. Y, como la novela que la precedió, vuelve a calar muy hondo en los corazones de los lectores. 






miércoles, 13 de mayo de 2020

Almacén de antigüedades. Charles Dickens. Club Internacional del Libro. 1993. Reseña




   


     Tal y como había hecho un año antes con Barnaby Rudge. Relato de los disturbios del año ochenta, entre finales de 1840 y comienzos de 1841 el semanario Master Humphrey´s Clock publicó Almacén de antigüedades, de Charles Dickens (1812-1870). Como es habitual, al terminar las entregas, la obra entera fue publicada en un solo volumen. El novelista inglés más conocido de la época victoriana ya había escrito anteriormente Aventuras de Pickwick y Oliver Twist, dos novelas de juventud que sorprendieron a propios y extraños en los años finales de la década de 1830. ¿Cómo un joven sin apenas formación podía haber escrito antes de cumplir los treinta años de edad dos novelas tan formidables? La única respuesta válida para responder a esta pregunta es simplemente una palabra: Dickens fue un gran autodidacta.

     Almacén de antigüedades es una narración repleta de crítica social basada en la muerte de su cuñada, Mary Hogarth, a quien el autor adoraba, a la corta edad de diecisiete años. En la novela asistimos a la caída económica y física de la pequeña Nelly y de su abuelo, propietario de un almacén de antigüedades que conoció tiempos mucho mejores. Nelly es lo único que el anciano tiene en este mundo, y su única obsesión es dejarle a su nieta una herencia bien jugosa. Consciente de que a través de su negocio no va a conseguir su único propósito vital, solo se le ocurre ir a jugarse sus cada vez más exiguas monedas a las cartas. Pese a que siempre pierde, vuelve una y otra noche a las mesas de juego. Hasta que pierde hasta su almacén y su contigua vivienda. Así, humillados y avergonzados, nieta y abuelo huyen de Londres e inician un duro vagabundeo por la campiña inglesa.

     Con el peculiar estilo dickensiano, mezcla de sátira, aventura, ironía, crítica y comicidad, se nos desgranan los hechos constituyentes de la vida de cada uno de los personajes de la trama. Aunque Nelly y su abuelo son los protagonistas principales --y se nos cuentan con todo lujo de detalles y descripciones sus mil y una peripecias por la campiña inglesa a lo largo de sus semanas de huida de la capital--, el lector siente la creciente necesidad de saber qué va a ser de Kit, el amigo íntimamente enamorado de la pequeña y servidor de su abuelo, un joven trabajador y honrado que se gana la vida como buenamente puede pero siempre de forma honrada y legal; o el malvado Daniel Quilp, un enano y deforme prestamista que no conoce los escrúpulos ni con su propia esposa y que no duda en utilizar lo que tenga a mano en cada momento para salirse siempre con la suya al precio que sea.

     Dick Swiveller es quizás el personaje más cambiante a lo largo de la novela. Al principio colabora con Quilp para tratar de averiguar el paradero de Nelly y de su abuelo. Quilp le convence de que el viejo es rico y le promete hacer lo imposible para casarlo con la pequeña en caso de encontrarla al fin. El joven se involucra de inmediato, pensando que de esa manera obtendrá un fácil botín. El devenir de los hechos, a partir de ahí, harán que Swiveller vaya evolucionando hasta posiciones mucho más moralizantes. Se enamorará de la Marquesa, otra casi niña que sirve en la casa en la que Quilp le ha colocado como escribiente. Los procuradores, los hermanos Brass, son otros personajes siniestros que intentan sacar ventaja de las situaciones que se les van presentando en su día a día. Pero hay protagonistas bondadosos también.

     El mayor de todos, sin duda, el maestro de escuela. No solo aloja a Nelly y a su abuelo en un primer momento en su propia casa, sino que finalmente les consigue un hogar para ellos solos en Shropshire, el pueblo al que llegan ambos ya con su salud muy deteriorada tras varias semanas de peregrinación y miseria. Además, el maestro logra emplear a la pequeña en la iglesia y en el cementerio del pueblo. Un trabajo no demasiado arduo ni tampoco muy bien pagado, aunque suficiente para que nieta y abuelo puedan dejar de deambular por los campos y tengan siempre un cobijo y algo que echarse a la boca cada día. Pese a su timidez, Nelly se ganará muy pronto a la gente del pueblo gracias a su buen hacer en sus tareas y a sus atenciones hacia cada uno de los ciudadanos. Abuelo y nieta, por fin, se sienten como en casa y se juran que jamás abandonarán Shropshire. 

     El final de la novela --el cual no desvelaré, obviamente-- resultó polémico en su época. A algunos, su alta carga dramática y sentimental los maravilló, cautivó y emocionó --se dice que el líder irlandés Daniel O´Connell, conocido como El libertador, tiró el libro por la ventana nada más terminar de leerlo--; a otros, los no tan románticos, les resultó empalagoso --ojo: no, el final no es lo que aquí parece--. Así, Oscar Wilde afirmó haberse muerto de la risa durante la lectura de las últimas páginas de la novela. Además, como curiosidad, parece real que antes de la última entrega en los EE. UU., los fans de la novela gritaban a los barcos ingleses que encontraban para preguntar por el puerto si la pequeña Nelly seguía con vida todavía. Algo que habla muy bien de la trama, que mantuvo en vilo a mucha gente durante meses a la otra orilla del Atlántico.

     Uno de los fuertes de Dickens fueron siempre las descripciones. Cada personaje es retratado como si de una pintura se tratara. Tanto física como psicológicamente. Lo cual hace que el lector sienta lástima o pena por algunos de ellos y aversión y asco por otros. La evolución de algunos de ellos a lo largo de la obra --hemos citado el caso de Swiveller en esta reseña-- es otro de los aspectos a destacar en la literatura dickensiana. Lo mismo que hemos citado respecto a los personajes ocurre con los ambientes, paisajes y lugares. Así, la misma ciudad de Londres se convierte en una de las grandes protagonistas de sus novelas. Sus calles, sus suelos, sus edificios, tiendas y casas se levantan de las páginas de tal manera que nos parece estar paseando por ese Londres decimonónico victoriano. Y qué decir del salvaje campo, repleto de payasos, saltimbanquis, viajeros, mentirosos y ladronzuelos.

     Aunque a lo largo de la novela hay diversos pasajes dignos de reseñar, me voy a detener, para acabar, en tres de ellos: 

- Sobre Quilp, su esposa y las costumbres de la época: es natural que, estando reunidas tantas señoras, la conversación recayera sobre la propensión del sexo fuerte a dominar y tiranizar al débil, y acerca del deber que tenía éste de resistir y volver por sus derechos y dignidad. Era natural por cuatro razones: primera, porque siendo joven la señora Quilp y sufriendo las brutalidades de su marido, era de esperar que se rebelara; segunda, porque era conocida la inclinación de su madre a resistir la autoridad masculina; tercera, porque cada una de las concurrentes creía manifestar así la superioridad de su sexo, y de ella misma entre las demás; y cuarta, porque, estando acostumbradas las allí reunidas a criticarse unas a otras, una vez reunidas en íntima amistad no podían hallar asunto mejor que atacar al enemigo común. 

- Sobre Nelly y su relación con el abuelo y con el maestro: la bondadosa franqueza del buen maestro, su afectuosa seriedad y la sinceridad que había en sus palabras, inspiraron confianza a la niña, que le contó toda su historia, toda su vida. No tenían parientes ni amigos, ella había huido con su abuelo para librarle de una casa de locos y de todas las desgracias que tanto temía, aún entonces huía otra vez para librarle de sí mismo, buscando un asilo en algún lugar remoto y primitivo, donde no pudiera caer otra vez en aquella tentación (el juego) tan temida. 

- Sobre Nelly, su trabajo en el cementerio y el recuerdo de los muertos --de nuevo, en conversación con el maestro--: pero, ¿tú crees que una tumba abandonada, que una planta seca o una flor mustia indican descuido y olvido? ¿Crees que no hay acciones, hechos, que recuerdan mejor a los muertos queridos que todo esto que nos rodea? Hay mucha gente en el mundo que ahora mismo está trabajando pero cuyo pensamiento está al lado de esas tumbas, por muy olvidadas que parezcan estar... No hay nada bueno que desaparezca; todo el bien permanece; no se olvida del todo. Un muerto querido permanece siempre en la mente y en el corazón de los que le amaron en vida. No se suma un ángel más a las huestes celestiales sin que su memoria viva en los que le amaron eternamente.