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martes, 13 de octubre de 2020

Al oeste del Edén. Jean Stein. Anagrama. 2020. Reseña





    Jean Stein trabajó durante más de dos décadas para convertir en realidad este libro sobre los orígenes de Hollywood. Lo consiguió, por fin, en 2016. Un año después, a sus ochenta y tres años de edad, se lanzó al vacío desde su apartamento en un rascacielos de Manhattan. Muy lejos, en el tiempo y en el espacio, de ese lugar de los Estados Unidos que inspiró su gran obra. Una obra por la que desfilan muchos de los grandes personajes del Hollywood de los años centrales del siglo XX, es decir, desde 1920 hasta 1970. Lujo, glamour, poder, mansiones, palacetes y castillos, excesos, drogas, sexo, luchas y enfrentamientos intestinos, asesinatos, suicidios y toda clase de intrigas se detallan en las trescientas ochenta páginas que componen un texto que, escrito a base de testimonios directos recogidos durante esos veinte años de labor de investigación, resulta finalmente tan atractivo como desgarrador.


    El dinero y el poder no dan la felicidad. Esa es una de las conclusiones que puede extraer cualquier lector de este conjunto de textos. La mayoría de sus protagonistas fueron famosos, ricos, ostentaron gran poder e influencia, incluso a nivel político, pero basta con leer entre líneas para observar que una de las características que compartieron casi todos ellos fue la infelicidad. Lo cual hace bueno aquello de que cuanto más se tiene, más se desea poseer. Y es que, aunque nos pueda parecer mentira, la fábrica de sueños más potente del mundo destruyó los de muchos de sus propios integrantes y protagonistas. Secretos de alcoba, extravagancias, tensiones que explotan, todo tiene cabida en las páginas de Al oeste del Edén. En un lugar de Estados Unidos. Por muy emblemática que resulte una familia, nadie escapa a los pecados de la humanidad. Buena prueba de ello es este libro.


    La primera de las cinco sagas familiares tratadas en estas páginas es la de los Doheny, cuyo patriarca, Edward L. Doheny, inspiró la novela Petróleo!, de Upton Sinclair (1927), y la película Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson (2007). Doheny creó la industria petrolífera de Los Ángeles, que producía, en los años veinte, el veinte por cien del petróleo mundial. Antes había hecho negocios en México. Su amistad con Porfirio Díaz y los sobornos a funcionarios le habían hecho rico ya. Utilizó todo tipo de artimañas para salirse siempre con la suya e incrementar sus riquezas. Unos extraños asesinatos de los que salió indemne, un par de suicidios en el seno de la familia y las tensiones manifiestas entre varios de los miembros del clan demuestran que no es oro todo lo que reluce. Aunque dentro de una mansión encontremos una casa de muñecas más grande que la mayoría de hogares medios. Los Doheny siguen presentes en Los Ángeles. Lo más asombroso es que, para conservar su poder y su posición, Doheny acabó sacrificando a su propia familia, afirma un testigo de la época. El escritor Raymond Chandler afirmó, en relación a él, que la ley vale lo que pagas por ella y está en el lugar donde la compras. Para el famoso escritor, los Doheny son el paradigma del corazón podrido del paraíso.


    Los famosos hermanos Warner --Sam, Harry y Jack--, que crearon la mayor manifestación cultural del mundo en palabras de Arthur Miller, acabaron enfrentándose entre sí por ver quién controlaba los famosos estudios tras la prematura muerte de Sam. Vanidosos y vulgares, intrigaron contra su propia sangre mientras se reían de las producciones de la competencia, a los que llegaron a acusar de comunistas, y tiranizaban al gremio del cine, luchando contra unas huelgas justas y necesarias para el sector. Se codearon con los presidentes Roosevelt y Nixon, se enfrentaron a Walt Disney, no tenían amigos sino subordinados y aduladores, las tensiones le provocaron un derrame cerebral y la muerte a Harry y Jack se quedó al fin como año y señor de los estudios. Pero Jack, que tenía relaciones sexuales extra matrimoniales donde y cuando se le antojaba --temía perder la mitad de las acciones de sus estudios si se divorciaba, por lo que su esposa y él eran matrimonio solo sobre el papel, declara una de sus amantes--, tampoco tenía buena relación con su hijo, Jack Warner Jr.. Así, la historia de los conocidos Warner Bros ejemplifica perfectamente en qué consisten un fracaso (familiar y emocional) y un éxito (económico y empresarial) colectivo. 


    Los Garland ocupan el espacio central del libro de Jean Stein. William Garland era un rico industrial ferroviario metido de lleno en el mundo del cine y dueño de muchas propiedades en Los Ángeles. Se casó con un bombón llamado Grace Garland, que quería ser actriz y había sido Miss Cleveland, y tuvieron una hija: Jane. Viuda ya Grace, se centró en la salud de su hija, que padecía una extraña clase de esquizofrenia. Contrató a cuidadores para ella, evitando así una indeseada hospitalización. Llevaba una vida aparentemente normal, aunque siempre acompañada de un cuidador. La pérdida de la figura paterna, los acosos de una niñera, las drogas y su coqueteo con una secta pusieron a la joven al borde del precipicio. Poco a poco, la familia fue gastando el dinero de la herencia del industrial. Hasta que solo quedó el de su hija. Y Grace, acostumbrada a un tren de vida demasiado relajado, sucumbió al hecho de que tenía toda aquella pasta al alcance de la mano y no podía echarle las zarpas. Otro ejemplo más de infelicidad manifiesta.                      


    La oscarizada Jennifer Jones (La canción de Bernardette, 1944) se divorció de su marido, David Walker, para casarse con el productor David Selznick. Terminó por arrepentirse años después. Como declara uno de sus hijos, Selznick tenía las llaves del reino cuando papá ni siquiera sabía dónde estaban. Madre era joven, fresca, recién llegada, buscaba nuevas aventuras, y, desde su punto de vista, papá probablemente fuera un hombre limitado. Ni mamá ni papá eran personas de mundo. Selznick, en cambio, vivía y respiraba el glamour de Hollywood y los reyes y las reinas de Hollywood le besaban los pies. Después de Lo que el viento se llevó, no había nadie con más poder en la industria del cine. Su ex esposo se convirtió en alcohólico y murió a los treinta y dos años. Pocos años después, su hija Mary Jennifer, con la que tenía muy mala relación, se suicidó, mientras que su hijo Michael también se echó en brazos del alcohol. Otra familia rota. Tras la muerte de Selznick, Jennifer se casó con el multi millonario Norton Simon, un magnate desaprensivo al más puro estilo de los mismísimos Rockefeller o Carnegie que poseía una gran colección de arte. De nuevo, los lujos no fueron capaces de mitigar las consecuencias de una existencia vacía y depresiva.


    El último de los capítulos del libro lo dedica Stein a su propia familia. Su abuelo, Jules Stein, reconocido médico oftalmólogo que acabó dejando su vocación para representar a grupos y bandas musicales y finalmente fundar la MCA (Music Corporation of America), construyó todo un emporio desde la nada. Su asesor y futuro presidente de la MCA, Lew Wasserman, recuerda que Stein fue el creador de las giras, que en aquellos tiempos no existían. Fue un visionario en lo relativo a los bolos de bandas de música, las llevó por pueblos y ciudades. El propio Stein, en una autobiografía, recuerda que quise diversificar el negocio y empecé con la representación de cantantes, grupos y otros talentos del gusto del público. La radio se estaba convirtiendo en un elemento importante dentro del sector del espectáculo, así que empezamos a representar a los artistas también en ese medio. Se codeó con Al Capone en el Chicago de los años 40 y trabó una gran amistad con el presidente Truman y con el por entonces actor y también futuro presidente Ronald Reagan. Jean Stein, por su parte, fue capaz de lograr una estrecha amistad con el escritor Gore Vidal. Se hizo editora y escritora y vivió hasta los ochenta y tres años.             

    La obra, escrita a través de los testimonios orales de muchos protagonistas y testigos de la colocación de los pilares sobre los que se asentó la fundación del Hollywood actual, nos presenta la ciudad con todas sus luces y también con todas sus sombras. Nos muestra cómo se vivieron el Gran Sueño Americano, la Gran Depresión, la preponderancia de la Mafia, el Comité de Actividades Antiamericanas --o Caza de Brujas--, etc. En definitiva, Al oeste del Edén, es un fresco de la historia de buena parte del siglo XX norteamericano, más concretamente, de Los Ángeles y Hollywood. Una obra para los amantes del cine, pero también para quienes pretenden ser emprendedores en plena época de pandemia. Nada mejor que inspirarse en los creadores de Hollywood para buscar la supervivencia en una época de crisis económica y de valores como la que vivimos en la actualidad.  



lunes, 27 de enero de 2020

Querido Kobe: gracias por tanto





     Eran las 20:52 de la tarde de un domingo cualquiera. Estaba contento porque mi Estudiantes acababa de ganar el Unicaja de Málaga y dejaba de ser el colista de la ACB, situándose un poco más cerca de la salvación. Sentado en el sofá, observo que mi móvil emite un sonido característico. Un whatsapp. Lo abro tranquilo. Mi sobrino Kike. Supongo que querrá burlarse de mí porque mi Atleti no le gana ni al colista de la liga, que ha jugado los últimos minutos del partido sin portero. El mensaje me remueve: Accidente del helicóptero de Kobe Bryant. Ha muerto al 99%, porque no se sabe nada de él. Me levanto del sofá como un resorte. Mientras camino hacia al ordenador me aferro a ese 1% restante. No puede ser, me digo. Tecleo su nombre en el buscador y abro la primera noticia que aparece. Es cierto. Y está confirmado. Kobe ha muerto. Me paralizo.

     Paso varias horas leyendo detalles del accidente, intercambiando mensajes con familiares, amigos y conocidos y buscando reacciones en las redes sociales. Todo el mundo tiene algo que decir sobre lo ocurrido. No acabo de asimilarlo. Me niego a pensar que sea real. Quiero creer que al final alguien dará la noticia de que él no iba en su helicóptero. O de que no era el suyo. Pero lo es. La incredulidad va dejando paso a la rabia y la impotencia. Busco vídeos con sus mejores jugadas. Veo el cortometraje dedicado al baloncesto con el que ganó el Óscar hace tan solo un par de años, apenas retirado del baloncesto profesional. Me entero, además, de que su segunda hija, de solo trece años, ha fallecido junto a él. Iban a un partido de base de la pequeña cuando el helicóptero se estrelló. Otra hija, de solo siete meses, jamás conocerá a su padre. La vida no es justa, me repito una y otra vez.

     Me acuesto tarde, pasada la una de la mañana. Casi no duermo. Apenas cierro los ojos recuerdo su rostro, siempre sonriente. Veo en mi mente imágenes suyas, jugadas suyas, canastas suyas. Él, que tantas noches mágicas me ha regalado en los últimos años, me ha dado hoy una horrible. Me levanto peor que si me hubiera atropellado un camión de gran tonelaje. Por fin comienzo a asimilar que se ha ido. Tengo que escribir sobre él. Han pasado varias horas. Debería haberlo hecho anoche mismo. Pero no se puede escribir sobre algo que uno no asimila. Porque es como si no existiera. No sé los demás, pero yo soy incapaz de escribir sobre algo que no existe. O que creo que no existe. Comienzo a pensar qué puedo decir sobre él. Es el momento. Me siento ante el ordenador, abro Blogger y me pongo a ello.

     El baloncesto fue desde siempre pieza clave en la vida de Kobe y su familia. Era hijo de Joe Bryant, jugador de la NBA --76ers, Clippers y Rockets-- entre los años 1975 y 1982. En 1984, finalizado su periplo por la liga estadounidense, dio el salto a Europa. Se llevó a su familia a Italia, donde jugó en varios equipos entre 1984 y 1991, momento en que se retiró del baloncesto profesional. Kobe pasó en Italia, pues, siete años de su infancia. Tenía trece años cuando regresó a unos EE.UU. que apenas reconocía ya. El baloncesto no le venía solo por parte paterna. Su madre, Pam Cox, es hermana del también ex jugador de la NBA Chubby Cox --Bulls y Bullets--. Su hija Gianna María, fallecida ayer junto a Kobe, también jugaba al baloncesto. Tres generaciones de baloncestistas, ni más ni menos. Toda una saga familiar.

     Bryant jugó en la NBA durante veinte años (1996-2016), todos ellos en Los Ángeles Lakers, con los que ganó cinco anillos de campeón (2000, 2001 y 2002 con Shaquille O´Neal como acompañante, y 2009 y 2010 junto a nuestro gran Pau Gasol). La franquicia de oro y púrpura le vio jugar con las camisetas número 8 y 24, ambas retiradas en 2017, un año después de su adiós a las canchas. Algo que nadie más puede decir. Ni siquiera Jordan (jugó con el 23 y el 45), en cuyo espejo siempre se miró Kobe. Además, la Mamba Negra, como se le conocía en el mundo baloncestístico, fue MVP en las finales de 2009 y 2010, MVP de la temporada regular en 2008 y máximo anotador de la liga en 2007 y 2008. Es el cuarto mejor anotador de la historia de la NBA y fue designado en el quinteto ideal de la liga en 11 ocasiones. Jugó 18 veces el All Star Game, siendo 4 veces el MVP del partido.

     En el plano internacional, el baloncesto FIBA le vio proclamarse campeón olímpico con la selección estadounidense en los Juegos de 2008 y 2012, en ambas ocasiones venciendo a España en la final. La relación de Kobe con España le viene de esos siete años pasados en Italia junto a su familia. No solo se aclimató a la perfección a la vida cotidiana europea, sino que aprendió el italiano y el español. En aquella época jugaba al fútbol y, según declaró en varias ocasiones, de no haber regresado a EE. UU. se habría dedicado al balompié. Sus equipos preferidos desde siempre fueron el Milán y el Barcelona. También declaró que en caso de abandonar la NBA el equipo al que le habría gustado ir era precisamente el Barcelona. Su gran amistad con Pau Gasol no hizo más que acentuar sus sentimientos anteriores.

     Recién retirado de las canchas escribió, protagonizó y narró el cortometraje de animación Dear basketball. Un corto que, dirigido por Glen Keane y musicado por John Williams, le reportó un Óscar como mejor corto de animación en 2018. La pieza narra la carta de despedida que le dedicó a su amado baloncesto en noviembre de 2015, cuando anunció su decisión de poner fin a su exitosa carrera deportiva. Se proyectó en el Staples Center, cancha de juego de los Lakers, el día 6 de abril de 2017, cuando fueron retiradas y colgadas sus camisetas de juego en el techo del pabellón angelino. Ese mismo día se anunció que había sido preseleccionado para los Óscar. Sin duda, y más allá de los premios recibidos, Dear basketball supuso un broche de oro perfecto para despedir a una leyenda de tales dimensiones. Huelga decir que visionarlo y escucharlo hoy emociona mucho más si cabe.

     Querido baloncesto,

Desde el momento en que comencé a enrollar los calcetines de tubo de mi padre y a lanzar tiros ganadores imaginarios en el Gran Western Forum supe que una cosa era cierta:

Me enamoré de ti.

Un amor tan profundo que me di por entero: desde mi mente y mi cuerpo hasta mi espíritu y mi alma. Como un niño de seis años profundamente enamorado de ti, nunca vi el final del túnel. Solo me vi a mí mismo fuera de mí.

Y entonces corrí. Corrí arriba y abajo en cada cancha detrás de cada pelota perdida. Me pediste mi empeño y te di mi corazón porque vendría mucho más.

Jugué con sudor y dolor no porque el desafío me llamara sino porque tú me llamaste. Hice todo por ti porque eso es lo que haces cuando alguien te hace sentir tan vivo como tú me has hecho sentir.

Le diste a un niño de seis años su sueño Laker y siempre te amaré por ello. Pero no puedo amarte obsesivamente por mucho más tiempo. Esta temporada es todo lo que me queda por dar. Mi corazón puede soportar los golpes. Mi mente puede manejar la rutina. Pero mi cuerpo sabe que es hora de decir adiós.

Y eso está bien. Estoy listo para dejarte ir. Quiero que sepas ahora que podemos saborear cada momento que pasemos juntos. Lo bueno y lo malo. Ambos nos hemos dado todo lo que tenemos.

Y ambos sabemos que no importa lo que haga después, que siempre seré ese niño con los calcetines enrollados, la basura en la esquina, 5 segundos en el reloj. Balón en mis manos. 5 ... 4 ... 3 ... 2 ... 1.

Te amo siempre.

Kobe.     


         

     Descansa en paz, Kobe. Los vídeos de tus partidos y tus mejores jugadas nos acompañarán siempre. Que sepas que estoy enfadado contigo por irte tan pronto y de esa manera. Pero te lo perdono. Querido Kobe: gracias por tanto...