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jueves, 10 de diciembre de 2020

Siempre preparado. Víctor Rubio Estarlich. NPQ Editores. 2020. Reseña






    Escribir una reseña resulta a veces muy complicado. Uno, cuando lee, toma notas y citas del libro en cuestión para, una vez finalizada su lectura, ordenar, clasificar y organizar todos aquellos aspectos que cree que debe abordar su reflexión sobre el libro. Sin embargo, sucede en algunas pocas ocasiones que se encuentra uno ante tantas notas y citas que resulta prácticamente imposible construir un relato fehaciente sobre todo aquello que ha leído. Y cuando, además, atribuir un género al libro también es algo complejo, la tarea adquiere un cariz todavía más difícil. Es el caso del libro que nos ocupa en estas líneas. ¿Cómo se puede calificar un libro del que el propio autor afirma que nunca pretendí hacer un libro de liderazgo de grupos, ni una guía vital, ni un compendio de lecciones y soluciones, ni un libro de autoayuda, ni siquiera una recopilación de vivencias autobiográficas... este libro no es nada de eso, pero lo es todo a la vez? Al final, uno puede llegar a renunciar a todas esas notas y decidirse a escribir desde el corazón. Que es otra buena manera de afrontar la situación.


    En efecto, Siempre preparado. Gestiona, afronta y lidera tu vida, de Víctor Rubio Estarlich, abarca tal cantidad de temas, provoca tal cantidad de sentimientos y reacciones y hace reflexionar tanto al lector sobre tantísimos aspectos de la vida cotidiana, personal y profesional que es imposible atribuirle un género --aunque, quizás, el que más se le acerque sea el de psicología y autoayuda--. No obstante, de calificarlo así, sería una autoayuda diferente de la habitual. No tan teórica --porque llega un momento en el que todos nos sabemos muy bien la bonita teoría de lo maravillosa que puede ser la vida y cómo debemos (supuestamente) vivirla a tope, pero echamos en falta casos prácticos, cercanos e ilustrativos de esa teoría--. Y ese es el gran valor diferencial del libro del entrenador de baloncesto, docente y coaching: se desnuda ante el lector para transmitir su filosofía de vida, con sus virtudes y sus defectos, con sus aciertos y sus errores. ¡Qué raro resulta que alguien, en los tiempos que corren, reconozca sus errores en público! ¡Más todavía que los deje escritos para la posteridad!


    Acostumbrado a liderar grupos, a nivel educativo, deportivo y empresarial --Víctor también ofrece charlas sobre motivación, dirección de grupos, emociones y comunicación de diversos colectivos no propiamente deportivos--, reconoce seguir cometiendo errores en alguna de sus tomas de decisiones. Lo cual le otorga mayor credibilidad si cabe. Personalmente, me ha llamado la atención leer que, según él, se equivocó en su manera de enfocar la temporada baloncestística 2011-12, en la que el equipo acabó descendiendo como colista de la competición, y que fue el comportamiento de la afición en el último partido de la temporada --que despidió en pie a un equipo que acabó dando la vuelta a la cancha en perfecta comunión con unos aficionados que, pese a todo, supieron reconocer el esfuerzo de cada uno de los jugadores durante todos los partidos-- el que le hizo ver sus errores en cuanto a liderazgo y gestión del equipo aquel año. Y es cierto, como él afirma, que no solo somos los resultados, sino la forma en que los conseguimos (aunque estos sean negativos).


    Cómo gestionar y afrontar las sucesivas adversidades que van surgiendo durante nuestras vidas es uno de los pilares del libro. Es ahí donde el entrenador del Units pel Bàsquet Gandia se moja especialmente y se muestra más cercano y humano. Donde toma el gran riesgo --¡qué gran valentía la suya!-- de abrir su mente y su corazón al lector. Como cuando habla de que el tren no solo pasa una vez y narra su divorcio y su posterior nuevo matrimonio. Y más especialmente en el capítulo dedicado a la trágica muerte de su hermano Héctor, a tan solo cinco días de comenzar una temporada --la 2008-2009-- que se presentaba plena de retos por afrontar y disfrutar en la LEB Oro más competida de la historia; su dimisión como entrenador del club, tan solo dos meses y medio después; y su dedicación a una familia que había quedado seriamente tocada --como es lógico y normal--. Evidentemente, hay aspectos de nuestras vidas que escapan por completo a nuestro control. Pero, como bien afirma el autor, la manera en que los afrontamos sí depende únicamente de nosotros. Qué somos y quiénes queremos ser sí son cuestiones sobre las que hemos de decidir. 


    Huelga decir que de una situación así solo se sale apoyándose en los restantes seres queridos --en este punto agradece el autor la magnífica educación recibida de parte de sus padres (fundamentada en valores como la autoestima, la autonomía, la independencia y la autocrítica)--. Y ese es, sin duda, otro de los puntales del texto: la pedagogía. Palabra que, como tal, no aparece en el libro (salvo que se me haya escapado), pero cuyo valor, como buen educador, Víctor conoce y defiende. La cultura del esfuerzo, no limitarse uno mismo --pero conocer nuestros límites--, saber ponerse metas altas pero a la vez realizables, la motivación, la perseverancia, saber relativizar los problemas, tomar decisiones --arrepentirse de lo hecho, jamás de lo no hecho--, y, en el caso de grupos, aceptar y convivir con la crítica, saber comprometerse y respetar la diversidad son los bastiones sobre los que se asienta la filosofía de vida de Rubio. No os perdáis, además, el código ético del liderazgo de grupos con el que se cierra el libro.


    Pese a que el libro está repleto de reflexiones y citas muy destacables --¡recomiendo leerlo con subrayador o con un boli y una libreta al lado!--, como aficionado al baloncesto y antiguo socio del club de baloncesto de mi ciudad --ya no lo soy por razones que no vienen al caso, pero sí sigo su actualidad y evolución, casi a diario-- las partes del libro que más me han emocionado son las que hacen referencia al desempeño profesional de Víctor Rubio como entrenador. Es lógico para alguien que ha vivido el baloncesto desde pequeñito. Que el entrenador de tu equipo cuente las interioridades de lo que tú has vivido desde afuera --y lo haga, además, con semejante lucidez y pasión-- es algo que forzosamente ha de tocarle a uno la fibra. Rubio narra algunos de los mejores momentos de la historia del club. También otros no tan buenos, pero igualmente inolvidables (pese a que los resultados no siempre acompañaran). Pequeños y grandes milagros deportivos cuyo recuerdo lo hacen a uno esbozar una sonrisa. Y digo bien, y sin exagerar un ápice, lo de milagros


    Porque eso es lo que ocurrió, por ejemplo, en el famoso play-out en Gijón (2007) --en el que se consiguió la permanencia en la LEB Oro en un épico partido que terminó, contra todo pronóstico (con medio equipo lesionado y tras un eterno viaje de ida y vuelta en autocar desde Gandía hasta Asturias), con una aplastante victoria visitante en una cancha tan mítica como repleta de unos aficionados que se quedaron atónitos ante lo que se le vino encima a su equipo--. También en las temporadas 2009-10 y 2010-11 --las que serán recordadas por buena parte de la afición como los años de los espartanos, y que finalizaron de forma diferente pero igualmente emotiva (¡en un claro ejemplo de que en determinadas circunstancias las derrotas pueden llegar a ser más épicas que las victorias!)--. Ambos milagros merecen capítulos aparte en este libro. Como el del ascenso a la LEB Plata en 2016, tras una exitosa final a cuatro, esta vez como locales. Y es que, como escribí en cierta ocasión, las grandes gestas deportivas no tienen por qué estar protagonizadas por las grandes estrellas. 


    Sucede en numerosas ocasiones que cuando uno deposita grandes ilusiones en un libro éste acaba defraudándolo. Dejándolo frío. Poner el listón demasiado alto puede conllevar un buen batacazo. Pues bien, las altas expectativas suscitadas en mí por este libro no solo no me han defraudado sino que, muy al contrario, me han hecho comprobar que el listón ha sido superado con creces, dejándome muy gratamente sorprendido. Sabía de buena tinta que Víctor tenía cosas muy interesantes que contarnos. Pero cómo las ha contado en Siempre preparado, combinando con gran fluidez teoría, práctica y experiencias personales y vitales, incluso dejando en evidencia al lector en ocasiones --¡es muy difícil no verse retratado en sus páginas, a veces para bien; otras no tanto!--, que debo recomendar su lectura a absolutamente todo el mundo. Porque estas ciento sesenta páginas ponen las pilas a todo el mundo. Lo motiva a trazarse planes y a llevarlos a cabo. Y eso es mucho. Muchísimo.    

                          

       

jueves, 23 de abril de 2015

Como una novela. Daniel Pennac. Anagrama. 1992. Reseña





     Hoy no es un día cualquiera. No es uno más. Porque hoy es el Día del Libro. El día de Sant Jordi. El de la rosa y el libro. Un día para reivindicar el placer de la lectura por encima de todo dogma intelectual o educativo. Por eso, precisamente hoy, quiero hablaros de una obra que, en su día, me reconcilió con la lectura. Me refiero a un ensayo de un autor al que muchos conoceréis. Se trata de Daniel Pennac, un escritor y profesor de instituto francés nacido en Marruecos. Comenzó escribiendo cuentos y libros infantiles antes de alcanzar un gran éxito con novelas negras y ensayos educativo-pedagógicos. Su Mal de escuela (2007), Premio Renaudot ese mismo año, y Como una novela (1992), obra que me dispongo a presentaros, son sus dos aportaciones más reconocidas. 

     Como he comentado, Como una novela me reconcilió con el gozo de los libros. En efecto, yo fui uno de esa amplia mayoría de adolescentes que aborrecen cada día la lectura por culpa de las malditas obligaciones académicas. Unas obligaciones que acaban con el placer y nos llevan al tedio, al aburrimiento y a la dejadez. Y es que pretender que un niño de 15 años lea El Quijote es un atentado contra lo que se supone que este acto pretende, es decir, fomentar el hábito lector en los adolescentes. Este es el punto de partida de Daniel Pennac en esta obra.

     Estamos ante un libro insólito que estimula la lectura. Y lo hace ayudando al lector a perder el miedo a la lectura, consiguiendo embarcarle en una aventura personal de libre elección que le llevará al disfrute. Decía Kafka en su diario que jamás haremos entender a un muchacho que, por la noche, está metido de lleno en una historia cautivadora que debe interrumpir su lectura e ir a acostarse. Y es que todos, niños y adultos, necesitamos nuestra ración diaria de ficción. Así, la obligación de leer no nos viene impuesta por nadie más que por nosotros mismos. Porque, como bien dice Pennac, el verbo leer no soporta el imperativo. Porque la lectura es placer.  

     Y en el fomento de ese gozo en la mente adolescente (o adulta) tienen tanta importancia la escuela como los padres. La escuela porque ha de retornar a la palabra, dejando de lado análisis, resúmenes, trabajos y fichas de comprensión lectora que en poco o nada ayudan a nuestra tarea. Y los padres porque leer cuentos en voz alta cada noche a nuestros hijos es regalarles la palabra, introducirles en un universo de diversión del que no querrán huir jamás. ¿Cuántos padres castigan a sus hijos que no leen el libro impuesto en el colegio a no ver la televisión? ¡Error! Así lo único que se consigue es elevar a la TV a la dignidad de recompensa y rebajar a la lectura al papel de tarea. Y leer no es un deber, ¡sino un derecho!

     Como una novela es un monólogo alegre, entusiasta y desenfadado, fruto de que quien lo escribe, sin duda, siente y cree a pies juntillas en lo que escribe. Pese a tratarse de un ensayo, se lee como una novela. De ahí su título. Corto, de prosa directa y sencilla, muy bien estructurado y destilando un gran sentido común, convierte lo que en principio se presenta como un ensayo sobre el amor por la lectura en otro sobre pedagogía, aprendizaje y enseñanza de la lectura. Porque queda por entender que los libros no han sido escritos para que mi hijo, mi hija, la juventud, los comente, sino para que, si el corazón se lo dice, los lean. Nuestro saber, nuestra escolaridad, nuestra carrera, nuestra vida social son una cosa. Nuestra intimidad de lector y nuestra cultura otra.

     Y, como leer no es una obligación ni un deber sino un derecho y una libertad, Pennac presenta un decálogo de los derechos fundamentales del lector. A saber: 1-el derecho a no leer; 2-el derecho a saltarnos las páginas; 3-el derecho a no terminar un libro; 4-el derecho a releer; 5-el derecho a leer cualquier cosa; 6-el derecho al bovarismo (enfermedad de transmisión textual); 7-el derecho a leer en cualquier sitio; 8-el derecho a hojear; 9-el derecho a leer en voz alta; 10-el derecho a callarnos. Huelga decir que esta manera de afrontar el mundo de la lectura es capaz de desinhibir a cualquier temeroso de los libros.

     Pennac desgrana tópicos y típicas excusas argüidas por los no lectores para explicar el por qué de su actitud acerca de la lectura. La que más me llamó en su día la atención - citar más alargaría demasiado la reseña - es la referente a la falta de tiempo. El autor responde así: el tiempo de leer es tiempo robado, y el problema no es si tengo tiempo o no, sino si me regalo o no ese tiempo. Nunca un enamorado deja de encontrar tiempo para amar. Lo dicho anteriormente: de gran sentido común. 

     Esta reseña es mi pequeña y humilde contribución a este Día del Libro. Si eres de los que aman la lectura, espero que hayas disfrutado de ella. Aunque lo harás mucho más leyendo o releyendo Como una novela. Si, por el contrario, eres de los que siempre encuentran excusas para no leer, tienes dos opciones: seguir sin leer y perderte el gustazo que supone hacerlo o darte una nueva oportunidad desde la libertad de elección personal. Tú elijes.