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viernes, 28 de marzo de 2014

Guardianas nazis. El lado femenino del mal. Mónica G. Álvarez. Edaf. 2012. Reseña





     La periodista vallisoletana afincada en Barcelona Mónica González Álvarez debutó como escritora con Guardianas nazis. El lado femenino del mal en 2012. La obra nos sumerge en uno de los aspectos menos tratados del Holocausto, las guardianas femeninas de los campos y prisiones nazis. Sin duda, un tema atractivo para todos los públicos, especialmente para estudiosos del tema y curiosos que quieran saber cómo una mujer puede convertirse en diablesa y superar incluso las atrocidades perpetradas por sus compañeros masculinos.

     De entrada debemos alabar el enorme trabajo de investigación necesario para poder elaborar esta recopilación de datos, hechos, tratos vejatorios y asesinatos en masa. A buen seguro, la autora habrá pasado mucho más tiempo investigando los hechos que escribiendo el libro. Eso sí, el resultado final bien ha valido la pena.

     Durante más de 350 páginas Mónica nos narra los repugnables actos de hasta diecinueve guardianas nazis, a las cuales divide en dos categorías: los siete arcángeles del terror (seres "venerados" por su régimen que se encontraban entre Hitler (la divina providencia) y los SS (los principados)); y las doce apóstoles del Reich (propagadoras y evangelizadoras de la doctrina aria). Todas ellas compartían algo: eran unas bestias que carecían totalmente de valores, lo cual imposibilita diagnosticarles cualquier tipo de trastorno de personalidad. Todas tenían esa semilla de maldad en su interior y trabajar en los campos y prisiones y ver que tenían el poder sobre las vidas ajenas despertó sus peores instintos.

     Resulta abominable y estremecedor leer las acciones de los siete arcángeles del terror. Especialmente los relatos referentes a Ilse Koch, La zorra de Buchenwald, quien ordenó extirpar la piel tatuada de los judíos para fabricar pantallas para lámparas decorativas; o incluso disecar y encoger las cabezas de los presos para exponerlos en su salón a modo de trofeo. Podría seguir narrando más y más hechos horrendos pero considero que, quien lo desee, debe leer el libro. En estas líneas no debo desentrañar nada más sobre estas "mujeres".

     Una de las preguntas clave de la cuestión es: ¿por qué estas mujeres, la mayoría jóvenes, en plena flor de la vida, decidieron engrosar la lista de guardianas nazis? Por raro que parezca, la respuesta más clara es que lo hicieron por dinero. La situación económica en la Alemania posterior al Tratado de Versalles no era la mejor. La gente pasaba hambre e inscribirse como guardiana suponía ingresar hasta cuatro veces más que trabajando en una fábrica, fregando suelos o sirviendo en casa de gente bien. Además, permitía introducirse en un régimen que, según parecía, iba a dominar el mundo entero, lo cual prometía un gran futuro para ellas.

     Llama poderosamente la atención una serie de hechos que también son compartidos por todas ellas. La mayoría venían de familias humildes, eran prácticamente analfabetas y habían trabajado para otros con anterioridad. Hacerse guardianas era una salida muy fácil y atractiva dadas las circunstancias. Una vez dentro del sistema, todas compitieron por hacerse un sitio y un nombre entre el Reich y sus gerifaltes. Y esa competición y ansias de agradar las llevó a perpetrar crímenes cada vez mayores. El premio era un ascenso o un traslado a campos de mayor renombre. Lo que para ellas era granjearse un futuro para cualquier ser humano no pervertido era ser un criminal de guerra.

     Estas bestias de matar disfrutaban con sus "trabajos". Humillar, pegar, lanzar perros y matar eran acciones tan cotidianas para ellas como el comer. Eso sí, sus presos no comían prácticamente. Y lo peor de todo es que las acciones de una de ellas espoleaban a las demás, que buscaban inventar nuevos métodos de tortura para superar a sus compañeras. Ravensbruck, el campo donde eran adoctrinadas antes de pasar a desempeñar sus funciones, fue el nido de arpías más infame conocido por la Humanidad a lo largo de su historia.                    

     Mónica G. Álvarez nos narra todas estas atrocidades con un lenguaje claro y sencillo, el mejor para que cualquier lector se haga cargo de todo lo que ocurrió en los campos de la muerte. Es un libro riguroso y exhaustivo que refleja a la perfección las acciones de estas diecinueve maltratadoras, vejadoras y sádicas. Aunque la lectura de la obra no es muy placentera debido a la inhumanidad contada considero que es muy importante leerla. Conocer la historia es la mejor manera de evitar que se repita en el futuro. O quizás no.

     

domingo, 23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez González (1932-2014): hasta siempre, Presidente





     Sonriente, tranquilo y acompañado de sus hijos, nietos y resto de familiares y amigos más íntimos. Así nos ha dejado el primer Presidente del Gobierno de España (1976-1981) posterior a la dictadura franquista. Desde hace años no recordaba que había sido el hombre encargado de liderar la transición democrática de nuestro país. Da igual. Nosotros, el pueblo, lo haremos por él. Y digo nosotros porque prefiero excluir de todo ello a tantos y tantos periodistas y políticos que ahora, tras su muerte, se suben al barco de la defensa de la figura del que fuera Presidente. Sin duda, existe un alzheimer periodístico y político que causa, si cabe, males mayores que el alzheimer como enfermedad degenerativa.

     Retirado de la escena pública desde 2003 a causa de la enfermedad neurológica que finalmente se lo ha llevado, por sus servicios al país, le fue concedido el ducado de Suárez, con grandeza de España (1981), y fue nombrado caballero de la insigne Orden del Toisón de Oro (2007), además de ser reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1996) por su importante contribución a la transición democrática española, de la que se le considera el gran artífice.

     No fue un buen estudiante. Le costó Dios y ayuda licenciarse en Derecho por la Universidad de Salamanca, doctorándose finalmente por la Complutense de Madrid. Vinculado al Opus Dei y a FET y de las JONS, ascendió en el Movimiento de la mano del falangista Herrero Tejedor, quien le nombró Vicesecretario General del Movimiento (1975). Meses después, la muerte en accidente de tráfico del propio Herrero Tejedor, le llevó a la Secretaría.

     En 1976 el Rey Juan Carlos I le encargó formar un gobierno que desmontara las estructuras franquistas. Suárez aglutinó en él a liberales, socialdemócratas, democristianos y falangistas conversos (como él mismo se autodenominaba). Además, se ganó la complicidad de los dos grandes perseguidos por el franquismo: el PSOE y el PCE. El mismísimo Santiago Carrillo le calificó de anticomunista inteligente tras la legalización de su partido en abril de 1977. La concordia, el respeto a los ideales diferentes y el diálogo fueron siempre sus señas de identidad como político. La colaboración del Teniente General Manuel Gutiérrez Mellado, a quien Suárez se empeñó en nombrar vice Presidente, fue clave para aplacar a las altas esferas militares proclives al régimen franquista.

     En las primeras elecciones generales democráticas españolas desde 1936, celebradas en junio de 1977, venció la UCD (Unión de Centro Democrático), lo que le encumbró por fin como Presidente electo por el pueblo, tal y como él siempre pensó que debía ser elegido el Presidente de un gobierno democrático. Las Cortes emanadas de dicho proceso electoral prepararon el texto de la todavía vigente Constitución Española de 1978, refrendada el 6 de diciembre por sus conciudadanos. Sin embargo, en las nuevas elecciones generales, celebradas en marzo de 1979, pese al nuevo triunfo de la UCD, las cosas se torcieron para él debido a la victoria de la izquierda en las municipales - PSOE y PCE se aliaron para hacerse con la mayoría de las grandes alcaldías del país - y a la traición de muchos de sus compañeros de partido - quienes ya viraban hacia la derecha representada por la Alianza Popular de Fraga Iribarne.

     El incremento de la presión de las fuerzas militares - había incesantes rumores que hablaban de un posible golpe de Estado - y la cada vez más deteriorada sintonía con el Rey Juan Carlos I - quién lo habría dicho en 1976 - provocó, junto a lo anteriormente referido, la dimisión del Presidente (enero de 1981). El intento de golpe de Estado de febrero de 1981, durante la investidura de Leopoldo Calvo Sotelo como sucesor de Suárez, nos dio la oportunidad de asistir quizás a la imagen más recordada por todos nosotros: aquella en la que él y Gutiérrez Mellado se negaron a echarse al suelo ante Tejero y sus compañeros golpistas. Suárez hizo gala, hasta el último momento, de cuál debe ser el comportamiento de un Presidente de gobierno ante un intento de destruir una democracia recientemente implantada.

     Ocupó su escaño de diputado en las Cortes hasta 1991, año en que dimitió como Presidente del CDS (Centro Democrático y Social), partido que él mismo había fundado tras su salida del gobierno en 1981. Los cada vez peores resultados electorales de esta nueva formación provocaron su definitiva retirada de la política. Luego llegarían los malos momentos familiares - las muertes a causa del cáncer de su esposa (2001) y su hija Marian (2004) y las dolencias, también de cáncer, de otra de sus hijas, Sonsoles - y su propio deterioro a causa del alzheimer (desde 2003).

     Adolfo Suárez se ha ido en un fin de semana de grandes noticias: las Marchas por la Dignidad de ayer sábado y el Clásico Madrid-Barça de esta noche dominical. Como no queriendo hacer ruido. Como queriendo pasar desapercibido. No obstante, la noticia, por muy esperada que fuera desde hace años - más todavía desde el pasado viernes -, no ha quedado ensombrecida por todo ello. El Rey Juan Carlos I le ha definido como un leal amigo y un excepcional colaborador. Sería en un principio, porque en los ochenta la situación cambió, vaya usted a saber por qué... Rajoy ha afirmado que Suárez es un ejemplo a seguir para todos los políticos que quieren lo mejor para su país. A ver si es cierto y hace lo mejor para España y dimite de una vez... Y Rubalcaba, miembro del PSOE desde 1974, ha hablado de él como el padre de la democracia española, pareciendo olvidar que su partido presentó una moción de censura contra él en 1980, tan sólo dos años después de aprobarse la Constitución Española. En fin, volvemos al alzheimer político del que hablaba en un principio. Pero ahí lo dejo. Más que nada porque no vale la pena hacer un mayor hincapié. 

     Su conocida frase puedo prometer y prometo se ha convertido en una de las más famosas de la escena política nacional de todos los tiempos. Y su persona ya es historia de nuestro país. Y es que, más allá de ideologías y del evidente fracaso - visto lo visto en la actualidad - de la mal llamada transición democrática, Adolfo Suárez González será recordado siempre por su integridad, su gran sentido de la responsabilidad, su enorme carisma, su sencilla honestidad y su sensata elocuencia. Además, claro está, por ser uno de los pocos políticos capaces de dimitir por el bien de España. Algo que, en estos tiempos que corren, es digno de admirar. Por todo ello, desde aquí, gracias, DEP y hasta siempre, Presidente.    
         


lunes, 17 de marzo de 2014

Quedaos en la trinchera y luego corred. John Boyne. Nube de tinta. 2013. Reseña





     Como ya ocurriera con El niño con el pijama de rayas (2006) el irlandés John Boyne vuelve a cautivarnos con una historia que mezcla los dos mayores poderes conocidos: el amor y el odio. Y lo hace mediante una historia sencilla, con un lenguaje llano y unos personajes que se convierten en entrañables según vamos conociéndolos al ir leyendo su historia. ¿Para qué cambiar una fórmula que convirtió en best-seller a aquella maravillosa obra contextualizada en la Segunda Guerra Mundial?

     En  Quedaos en la trinchera y luego corred Boyne nos vuelve a llevar a una época de guerra, en este caso la Gran Guerra, conocida por todos nosotros como la Primera Guerra Mundial. Una conflagración que conoció los primeros grandes horrores de destrucción en el pleno sentido de la palabra. Una época que en esta novela queda muy bien reflejada. Del contexto me quedo con cuatro aspectos a destacar. 

     El autor describe a la perfección el odio hacia el extranjero en el Londres de 1914-19. Tema magníficamente reflejado en las figuras del señor Janacek y su hija Kalena. El padre, nacido en Praga (en pleno Imperio Austro-húngaro), lleva muchos años afincado en la capital del Imperio británico; la hija, plenamente inglesa, nacida en la misma Londres. Ambos son conducidos a la isla de Man al poco de iniciarse el conflicto bélico.  

     También aparece en la novela el inicio de la lucha de las mujeres por alcanzar el derecho al voto. El movimiento sufragista europeo comenzó en la época retratada. En el libro se llega a observar el deseo de Kalena, la mejor amiga de Alfie (el gran protagonista, del cual hablaré a continuación), de llegar a ser algún día Primera Ministra. Nada más y nada menos.

     En torno al conflicto se desarrolló también el movimiento objetor de conciencia, es decir, el tomado por un sector de la población que no quería matar a un enemigo invisible al que ni siquiera conocía; el que pensaba que la violencia no era el mejor modo de resolver los problemas del momento. Joe Patience, el mejor amigo de Georgie Summerfield, el padre de Alfie, representa esta tendencia. El pobre Joe sufrirá la constante humillación de una población que entendía que el deber de todo hombre en edad y estado óptimos era defender a su bandera por encima de su propia ideología.

     Las enfermedades mentales como consecuencia de las atrocidades vividas por los jóvenes en el frente es otro aspecto que me gustaría destacar. Algo que se entendería mejor mucho más tarde, en guerras como la II Guerra Mundial, Vietnam, Corea o Irak, todavía no entraba en la cabeza de las gentes de hace un siglo. Para ellas, se trataba, más bien, de una excusa para no volver a la lucha y defender a su país. En definitiva, como un acto de cobardía y traición. Y todo ello, para desesperación de los doctores de la época, impotentes e incapaces de hacer ver a sus gobernantes y conciudadanos la magnitud de tales males, conocidos como neurosis de guerra.

     Como he dicho con anterioridad los personajes se nos hacen entrañables. Sobre todo Alfie y sus padres, Georgie y Margie. El pequeño recuerda su quinto cumpleaños, no celebrado al coincidir con el día de la declaración de guerra. Sin embargo, irá creciendo y tomando responsabilidades, incluso económicas, para ayudar a su madre a mantener la casa en que viven mientras Georgie está en el frente. Su historia de maduración acelerada y forzada conmueve al lector, repitiendo el patrón de El niño con el pijama de rayas. Su amor hacia sus progenitores es una de las bases de esta historia, sin duda. Y su trabajo como limpiabotas, que es duro y divertido a la par, le permitirá, por accidente, averiguar la verdad sobre la situación que vive su padre.

     Margie debe redoblar sus esfuerzos en todos los sentidos. Por un lado, trabaja como una mula para poder llevar adelante su casa (gracias también a la abuela Summerfield, su suegra) y a su hijo Alfie. Además, debe llevar oculta la realidad de la situación por el bien de su hijo: su papá está en una misión secreta y no puede volver ni escribirles por el momento. ¿Y Georgie? El padre de Alfie es un claro ejemplo de responsabilidad, tanto individual como colectiva. Antepone el bien común al personal y se alista como voluntario el primer día de la guerra. Su relación con su hijo constituye otro de los puntos álgidos de la novela.    

     Si bien el libro no emociona tanto como la obra anteriormente reseñada del mismo autor sí consigue conmover y conmocionar al lector. Sobre todo con un final repleto de sinceridad y amor. Uno de esos finales que te dejan con un nudo en el estómago y que te invitan a dejar caer alguna lágrima. Una novela, en definitiva, para disfrutarla hasta su última página...y más allá.

          

lunes, 10 de marzo de 2014

La victoria del ghetto. Marc Dvorjetski. Editorial Euros. 1974. Reseña





     Marc Dvorjetski fue uno de los ochenta mil judíos que poblaban la ciudad de Vilna, Lituania, en 1941. La denominada "Jerusalén lituana", auténtica metròpolis del judaísmo europeo, fue tomada por los nazis en junio de 1941. Como en multitud de ciudades polacas y del este de Europa la población judía fue confinada en un gueto. 

     La victoria del ghetto es el resultado de un juramento realizado por muchos judíos en aquella época: los que sobrevivieran a la barbarie nazi contarían todo lo ocurrido para que las generaciones venideras no volvieran a repetir semejantes atrocidades. Evidentemente, el título es simbólico, pues poco pudieron hacer los allí confinados para hacer frente a los alemanes. Sin embargo, a lo largo de los hechos reseñados por Dvorjetski subyace un ferviente mensaje de fe, esperanza y lucha.

     Médico de profesión, se ocupó de hacer algo más llevadera la vida de cuantos conciudadanos pudo atender durante los más de dos años que duró el hacinamiento en un entorno mugriento, gris y sucio. No obstante, lo descrito supone, en palabras de René Cassin, premio Nobel de Literatura, en el prefacio del libro, "un himno triunfal para la celebración mística de una epopeya gloriosa". 

     Aunque el gueto más conocido de la época (el de Varsovia) es bastante conocido gracias a multitud de novelas, ensayos y hasta películas merece la pena leer lo acaecido en otros recintos amurallados similares. Encontramos en este relato múltiples similitudes respecto a la capital polaca. Pero también aspectos diferentes que amplían nuestros horizontes y nos permiten ver cómo los judíos no reaccionaron de igual manera en todos los lugares que sufrieron las atrocidades nazis.

     Pese a que no hubo una sublevación como la de Varsovia sí encontramos en el relato de Dvorjetski las mil y una maneras de hacer frente a los alemanes. Figuras como Abba Kovner, Tenenbaum-Tamarov, Yehiel Scheinbaum, Glasmann o Wittenberg, líderes del movimiento resistente de Vilna, reciben aquí su particular homenaje, al igual que las mujeres participantes en los correos clandestinos gracias a los cuales la mayoría de los guetos de Centroeuropa estuvieron en permanente comunicación a lo largo de la guerra: Frumka Plotnitzki, Liona Kazibrodska y Tamara Schneidermann, entre otras muchas. 

     El bosque de Ponar, situado a escasos siete kilómetros de la ciudad de Vilna, uno de los lugares más hermosos de la zona, fue utilizado por los alemanes para fusilar y enterrar a multitud de judíos procedentes de la "Jerusalén judía" y de otros lugares de Europa. Precisamente en los bosques de los alrededores, muchos otros se unieron para luchar contra el gran enemigo. Incluso se constituyeron auténticas colonias judías clandestinas en ellos. El más conocido, el de los hermanos Bielski, llegó a contar con más de mil doscientas personas. El magnífico film "Resistencia", dirigido por Edward Zwick e interpretado por Daniel Craig y Liev Schreiber, cuenta la historia de este grupo comandado por Tuvya Bielski.

     Una particularidad tiene este aspecto de la lucha en el bosque: en la parte final de la guerra, cuando ya se veía que el poder alemán iba a caer con estrépito, soviéticos, polacos, lituanos y ucranianos también se echaron encima de los judíos refugiados en plena naturaleza. Su objetivo era muy simple: acabar con ellos definitivamente y, de paso, hacerse con los territorios hasta entonces ocupados por los nazis. Comenzó, así, otra guerra, totalmente desconocida por el gran público, en busca de poseer los territorios que iban a quedar libres de las huestes de Hitler. Y, nuevamente, los judíos iban a ser las víctimas inocentes de ella.

     En 1961 Dvorjetski declaró como testigo en el proceso de Adolf Eichmann, acusado de crímenes contra la Humanidad. Gracias a su testimonio (y el de otros testigos presenciales) fue declarado culpable y condenado a muerte. El nazi, que se declaró inocente porque "simplemente me ocupé de cumplir las órdenes de mis superiores", fue ejecutado en la prisión de Ramla en 1962.  

     La destrucción del gueto de Vilna, y del resto de los guetos europeos, hizo posible la edificación de la nación de Israel gracias a la voluntad de unos hombres que convirtieron la derrota y la muerte en el terreno de cultivo de una gran victoria histórica demandada durante años y años por todos los judíos del mundo. Eso sí, también fue el germen de una nueva guerra con el pueblo palestino, poniendo de manifiesto, una vez más, la terrible injusticia cometida por la comunidad internacional encarnada por la ONU. Pero esa es otra historia...                   


lunes, 3 de marzo de 2014

El síndrome del delfín. Ramón Cerdá. El fantasma de los sueños. 2013. Reseña





     Ramón Cerdá define su nueva novela como "la más negra que he escrito hasta la fecha". Detalle que se observa ya desde la propia portada. Tal y como explica el autor en la novela, no existe una definición de "síndrome del delfín". No obstante, el título define a la perfección la patología del personaje principal de la historia, un insomne total, puesto que los delfines son los únicos animales que no duermen absolutamente nada ya que siempre tienen un ojo abierto y medio cerebro activo ya que necesitan respirar. Su respiración no es automática, por lo que, de dormirse por completo, se ahogarían.

     Hilario, un viudo solitario que casi no sale de casa ni se relaciona con los demás vecinos, lleva seis semanas sin dormir, lo cual afecta a su vida cotidiana, provocándole pérdidas de memoria y momentos de desesperación extrema ante la falta de descanso. Presiente que a raíz de sus problemas con el sueño es capaz de ver y entender los pensamientos de los demás. Pero, ¿es eso cierto...o es que se está volviendo loco de remate?

     Las alucinaciones, de todo tipo, que sufre le provocan sensaciones de irrealidad realmente angustiosas. Tanto que, después de probar toda clase de remedios para inducir el sueño y ver cómo todos ellos fracasan, llega a la conclusión de que su problema de insomnio no tiene cura, por lo que incluso piensa en quitarse la vida para acabar de una vez con una situación tan horrible.

     Una serie de asesinatos ocurridos a su alrededor por esas fechas, sobre todo el de su vecina Edurne, le hace pensar que tal vez él mismo tenga relación con ellos. Pero no recuerda haberlos cometido y jamás se había visto a sí mismo como un asesino. Está hecho un lío y no sabe qué hacer. Además, un comisario de policía que parece haberla tomado con él ya desde años atrás (en un par de antiguos casos de fraude Pablo ya había tenido la sensación de que Hilario se le había escapado por los pelos) está decidido a demostrar que sí es el asesino en serie responsable de todos los crímenes. 

     Con el lenguaje accesible, reflexivo y directo de siempre, Cerdá define y caracteriza a los personajes de una manera sublime, presentándonoslos como reales en todos los sentidos, con sus contradicciones y sus dudas, humanizándolos de manera que nos sumergimos en sus vidas haciéndolas nuestras. Incluso vivimos sus problemas como si fueran nuestros. Deseamos que todo se solucione de la mejor manera posible. Y eso es todo un logro por parte del autor.

     Las historias de cada personaje se entremezclan entre sí, tejiendo un puzzle que parece imposible de ordenar. Sin embargo, Ramón consigue hacerlo de forma admirable. El lector - por lo menos a mí me ha ocurrido así - no puede dejar de leer porque está ansioso por saber qué ocurre. Es uno de esos libros que engancha, quizás no desde la primera página (el único pero que se le observa a la novela es un arranque un poco lento, recreándose demasiado en la enfermedad que sufre Hilario) pero sí desde que la acción comienza a desarrollarse unas pocas páginas más adelante.

     Otro aspecto de la obra a destacar es la crítica social que subyace de ella: recortes de todo tipo, incluso en los bancos (Hilario es un pre-jubilado con 55 años de una entidad bancaria donde predominan más los cajeros automáticos que los humanos, para variar) y un sistema policial falto de los recursos económicos y humanos necesarios para asegurar las vidas de los ciudadanos a los cuales debe proteger. Esta contextualización nos aproxima todavía más a la acción descrita en la novela. Incluso, nos adentra en temas como el couchsurfing y la hipnosis policial.

     De las cinco o seis obras del autor que he leído hasta la fecha El síndrome del delfín me parece la mejor escrita y cuidada. Sin duda, ha sido todo un placer (y también una angustia, aunque esto último únicamente por la temática y desarrollo propios de la historia) leerla. Por ello, debo felicitar a Ramón Cerdá y recomendar su lectura a cualquier lector de esta reseña. Nadie se arrepentirá.