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sábado, 30 de noviembre de 2024

Araña. Jon Bilbao. Impedimenta. 2023. Reseña

 




    El pasado año Jon Bilbao continuó contándonos parte de su vida y de la de su personaje más conocido, John Dunbar, ese pistolero del Salvaje Oeste americano conocido como el Basilisco, que ya protagonizó su anterior novela, titulada precisamente Basilisco. Lo hizo con Araña, novela que sigue el camino de la predecesora por cuanto nos narra pasajes más o menos autobiográficos del propio autor, que en la novela se llama también Jon, mezclados con los del otro John, el Basilisco. Una mezcla de historias, géneros literarios, realidad y ficción que nos sitúa en una suerte de meta literatura de la que el lector no desea salir. Ni aunque lo cosan a balazos. Ni aunque se les aparezca un personaje aterrador que amenace su salud mental. Porque eso son la Araña o el Basilisco, las bestias que todos llevamos dentro y que de vez en cuando pueden llegar a salir y a apropiarse no solo de nuestra personalidad sino hasta de nuestra propia persona, convirtiéndonos en un ser aborrecible, temible, inhumano.

    El Jon literario de Ribadesella -que a buen seguro comparte con el Jon escritor algunos aspectos personales que solo él conoce y que no interesan (o no deberían interesar) en absoluto al lector- aparece en los primeros relatos de la novela como un niño con una imaginación desbordante que anticipa a ese Jon adulto que escribe historias -como la de John Dunbar, por ejemplo- quizás para huir de un presente que no lo satisface. Para ello, idea un pasado que sitúa en el Lejano Oeste americano y unos personajes que parecen estar sacados de las mejores películas del maravilloso John Ford -otro John, por cierto-. Algo que solo resulta posible viajando a los escenarios que poblarán sus páginas. Así, en uno de los relatos, el personaje Jon viaja, junto a sus hijos y su nueva pareja, al desierto de Nevada para ambientar sus próximos escritos. Y allí vive una aventura que, aunque quizás no hubiera deseado vivir, le servirá para ambientar con mayor verosimilitud si cabe sus próximas novelas.

    El ambiente hostil del desierto de Nevada habitado por Dunbar recuerda sin duda a ese otro ambiente que el propio Jon escritor ha vivido in situ: el de las minas asturianas y sus alrededores. Así, en otro de los relatos, protagonizado por el Jon niño, su padre está a punto de ser arrollado por una riada. Hecho que sirve para ejemplificar las desbordantes fuerzas de la naturaleza, ante las que el humano es incapaz de responder. Algo que, por desgracia, también sabemos de primera mano los valencianos del sur de la capital. Y ese es uno de los fuertes de la literatura de Bilbao: el ambiente, el escenario, el medio no solo forma parte de la acción de sus escritos, sino que determina muy a menudo las formas de actuar de los distintos personajes. Unos personajes cuyos enemigos no son solo los otros personajes, sino también ese medio incontrolado e incontrolable que puede acabar con todos ellos de un solo plumazo. Y, desde luego, nada puede ambientar mejor una historia que unos lugares hostiles y amenazantes.

    Pasado y presente. Realidad y ficción. Las historias narradas por el Jon escritor están protagonizadas por el Jon niño, el Jon adulto y John Dunbar, ya convertido en el Basilisco, en épocas y lugares muy  diferentes. Y, sin embargo, merced a la extraordinaria maestría del Jon escritor, se mezclan de tal manera que a menudo el lector duda a la hora de dilucidar lo que fue primero: la Asturias del siglo XX o XXI o el desierto de Nevada del siglo XIX. El Jon asturiano o el Basilisco. Es decir, el huevo o la gallina. No, no es una exageración. Porque ocurre que en no pocas ocasiones los personajes beben los unos de los otros, pese a pertenecer a épocas y lugares tan diferentes. Y viven vidas tan paralelas en algunos aspectos que parecen ser solo uno. ¿Estamos quizás ante un viejo Jon de casi doscientos años de existencia? Sea como sea, esa mezcla, junto a la de los géneros literarios -biografía, western, drama, crónica, aventuras- crea una nueva ficción original, fresca y muy llamativa. 

    Esa especie de meta literatura se completa con el hecho de que los textos aparecen salpicados de referencias literarias. Así, John Dunbar no viaja nunca sin su viejo, manoseado y casi destruido ejemplar de la Ilíada de Homero. Y Lucrecia -ahora hablaremos de ella- hace lo propio con el Salambó de Gustave Flaubert. Y ambos hablan de literatura. Y citan de memoria a Dickens o a Thackeray. Por no hablar de que el propio Basilisco protagoniza una serie de novelas escritas por otro de los personajes de la novela, James Bramble. Un escritor que narra en sus libros -más de cincuenta- las andanzas de John Dunbar. Algunas, las menos, más verídicas. La mayoría, fruto más de su imaginación -y de quienes le han contado algunos de los pasajes de las mismas- que de la realidad. El propio Dunbar parece querer vomitar al escuchar de boca de su autor algunos fragmentos de sus libros. Ese no soy yo, eso no es verdad, eso no sucedió así, le dice mientras escupe.

    La parte central de la novela narra el viaje guiado por John Dunbar en busca de lo que el líder de la caravana de peregrinos que le paga, Martin Grouard, denomina el Paraíso. Un lugar en el que solo pueden vivir los iluminados. Unos iluminados que son hombres en su totalidad. Y, sin embargo, los acompaña la hermana de Grouard, Lucrecia. Una mujer que deberá abandonar al grupo en cuanto este pise el Paraíso. El líder guía a Dunbar a partir de visiones o imágenes luminosas que ve en sueños. Este, gran conocedor del terreno, debe interpretarlas y llevar al grupo hasta ese lugar. Una especie de Tierra Prometida solo para hombres. El viaje, que es largo y tortuoso, sirve para ver el lado más humano del Basilisco, que encuentra en Lucrecia una especie de alma gemela femenina: arisca, poco habladora, lectora, salvaje y en busca de lo que la vida hasta entonces le ha ocultado: una especie de ocasión para redimirse. Para encontrar una felicidad que parece estarles negada. 

    En los últimos relatos de la novela toman cuerpo de forma definitiva los paralelismos entre las vidas de Jon y John. Nos presentan, de forma cinematográfica, los nacimientos del Basilisco y la Araña. Y nos muestran los desconocidos orígenes del pistolero. Unos orígenes que, al ser conocidos por el Basilisco, hacen que se tambalee el mundo tal y como lo conocía. Hasta el punto de que solo la presencia de Lucrecia, con quien la relación ha ido dando pequeños pasos hacia un posible futuro común -que probablemente se plasme en Matamonstruos, la novela que cierra la saga, publicada hace escasos meses-, lo ayuda a mantenerse firme. Todo ello, narrado en un final trepidante que deja al lector con las ganas de abrir la novela definitiva sobre un John Dunbar que puede que en ella halle al fin algo de felicidad en la vida. O no. Quién sabe. Con Jon Bilbao nunca se puede saber nada. Especialmente cuando sus páginas están habitadas por personajes como la Araña.

    Como siempre, como me ocurrió con Los extraños -2021- y con Basilisco -2020-, ha sido todo un placer leer algo tan original, fresco y bien escrito como Araña. Próxima y última parada de la saga sobre John Dunbar: Matamonstruos. Promete emociones y acción. Esperemos que la corriente no se nos lleve a todos por delante. O sí. Como el día anterior al que se describe en este pasaje: miraron juntos el agua, de color marrón verdoso pero que ya había recuperado el nivel habitual. El padre le dijo que el día anterior el río era muy distinto, una pasta espesa que no hacía olas. ¿Y sabes qué no se me va de la cabeza? El sonido. Un ronquido profundo. Como un ruido de molienda. Las piedras. Piedras enormes, que esa pasta arrastraba por el fondo. Pues eso: esperemos que, por el bien de todos, a quien se lleve la corriente por delante sea a la Araña.

  

lunes, 22 de mayo de 2023

Basilisco. Jon Bilbao. Impedimenta. 2020. Reseña

 





    Un año antes de lograr un gran éxito con Los extraños -libro reseñado en este mismo blog hace apenas seis meses- el autor asturiano afincado en Bilbao ya había presentado en Basilisco a sus personajes centrales, Jon y Katharina. Basilisco, que ganó el Premio de las Librerías Navarras y el Euskadi de Plata en categoría castellano en 2021, nos narra una serie de relatos en los que además de iniciar la historia de Jon y Katharina, se nos presentan personajes que nada tienen que ver con ellos: John Dunbar, apodado Basilisco, un trampero, veterano de la Guerra de Secesión y pistolero ocasional que murió un siglo atrás; la Araña, un personaje siniestro, casi inhumano, que lidera una banda de auténticos asesinos sin escrúpulos -y que será protagonista de la nueva obra de Jon Bilbao (Araña, 2023)-; o los miembros de una expedición paleontológica que no acaba del todo bien una tarea que en principio pretendía ser divulgativa.  

    Basilisco consta de ocho relatos autoconclusivos pero también interconectados que abarcan el presente de las vidas de Jon y Katharina y los sucesos acaecidos un siglo atrás en el Lejano Oeste en torno a las figuras de Basilisco y Araña. Una mezcla original y sugerente que alterna la actualidad, que bebe de la novela costumbrista contemporánea, y el western, al más puro estilo clásico (y no tan clásico: leer la reseña de Malaventura, de Fernando Navarro, también publicada por Impedimenta y reseñada en este blog a principios del presente año). Casualmente, en ambos contextos, la vida parece desmoronarse por momentos. Con una prosa perturbadora y de gran potencia visual y descriptiva, Jon Bilbao pone en jaque nuestra realidad combinando a la perfección lo clásico, la cultura popular y las responsabilidades y frustraciones propias de la edad mediana de un personaje que vive insatisfecho como ingeniero porque en realidad quiere ganarse la vida como escritor. Vayamos por partes.       

    John Dunbar tiene una vida singular. Aparece, de repente, tras muchos años desaparecido de la vida familiar, en casa de su hermano Matt, en Virginia City, en plena fiebre del oro. Su madre acaba de fallecer y ha sido enterrada con un anillo que puede sacar de la miseria a la familia. John, instigado por la esposa de su hermano, Mary Ellen, obliga a Matt, a quien considera un irresponsable por haber contraído semejantes deudas, a desenterrar el cadáver de su madre para extraerle el anillo. El objetivo es pagar las deudas acumuladas con el turbio prestamista LePage y que la familia de su hermano pueda seguir viviendo en la ciudad. Asegurado esto, John se va por donde vino y desaparece de nuevo, esta vez para siempre. Desde entonces, y hasta en la actualidad, en esa casa de Virginia City, quienes dirigen los negocios y la economía familiar son las mujeres. Pero, ¿adónde fue a parar John Dunbar tras este suceso?

    Estuvo viviendo solo en la cueva de Waterpocket Fold, en Utah, antes de deambular por las regiones circundantes. Hasta que el capitán Drummond lo contrata para guiar a una expedición hasta la misma cueva para tratar de encontrar a una criatura con cuerpo de pez, aletas poderosas y una cabeza con largas fauces dentadas, similar a la de un caimán. La criatura tenía las dimensiones de una ballena. El dibujante Patrick Clement cuenta en su diario las vicisitudes atravesadas por los miembros de la expedición, que habrá de enfrentarse a un grupo de fanáticos mormones que han ocupado la cueva y sus alrededores. La aventura no acabará nada bien. Sin embargo, lo peor está por llegar. El grupo de asesinos comandados por la Araña los persigue durante kilómetros y días. Y sus intenciones no son en absoluto amigables. Mientras la expedición se dirige hacia Colorado la Araña hará frente al teniente Agassiz y al sargento Kittredge, quienes a su vez la persiguen por sus crímenes. 

    Cuando, al fin, la Araña y Dunbar están cara a cara, esta le dice que yo limpio la frontera. Soy el alcohol y la sal, el hilo que sutura y la venda que protege. Veo tu confusión. Qué curo, qué elimino, te estás preguntando. A los que son como tú, que venís con el deseo de convertiros en otros, como si en algún rincón oscuro y estéril de las tripas llevarais la semilla de alguien mejor, y pensarais que solo en estas tierras puede germinar. Todos vosotros sois árboles crecidos y enfermos que hay que talar, reducir a astillas, quemar, y luego esparcir la ceniza... Cómo me he equivocado. Qué mal me he conducido. Creía que estaba limpiando el oeste y he acabado siendo parte de lo que lo emponzoña: líder de una banda criminal violenta, sin origen, pauta, honor ni moral. Un antagonista ideal. Tú, John Dunbar, que ardes en tu rabia sin nunca consumirte, eres el Basilisco. Y el trampero entiende entonces el porqué de su vida en soledad. La pasada y la futura. Porque en soledad debe vivir lo que le quede de vida.

    Y, ¿qué hay de Jon, el protagonista del presente de la narración de los textos? Pues recuerda que durante su estancia en San Francisco miré a Katharina y supe que estaba enamorado. Hasta entonces había creído estarlo, pero de pronto me di cuenta de que mis sentimientos, pese a ser sinceros, no habían sido más que prolegómenos del amor verdadero. Supe que quería estar con aquella chica para siempre. Unos años después, viviendo juntos en Bilbao, reciben la visita del ex de Katharina, que va a exponer sus fotografías cósmicas en la ciudad. Jon decide no acompañarlos en la comida acordada sino salir con su hijo a volar su avión de juguete y hacer una visita a Octavio, su viejo profesor de literatura en el instituto. Duda sobre si Katharina estará cuando ellos regresen a casa. Aunque no la ve capaz de dejarlo de esa manera, el matrimonio no atraviesa su mejor momento. En otro relato, asiste a la descomposición final del matrimonio de sus padres. Su madre su muda a otra casa del pueblo, y recrimina a Jon no haber estado ahí cuando ella y su padre lo necesitaban. Tú solo te acuerdas de nosotros cuando necesitas una pequeña ayuda económica, ¿verdad? No, no vuelvas a decirme lo de los críos. Mucha gente tiene dos hijos y trabaja y, de vez en cuando, tiene un detalle con sus padres.

    Hacia el final del libro, en el último de los relatos, es su matrimonio el que parece zozobrar tras una fuerte discusión con su esposa. Se va de Bilbao y se instala en la casa familiar de Ribadesella. Solo. Sin Katharina y sus hijos. Apenas los llama por teléfono. Y su hijo lo llama para recriminárselo y decirle que lo echa de menos. He vuelto porque, cuando vivía aquí, Katharina y los niños aún no existían. Así que es otra forma de borrarlos. Desde luego, su todavía esposa es mucha más madura que él. Algo que queda más patente si cabe a raíz de este pensamiento: no estoy preparado para afrontar las decisiones y labores que esta casa exige, pese a lo que me gusta y significa para mí. Empiezo a aceptar que acabaré vendiéndola. Y, como John Dunbar, se aísla de todo el mundo. Y comienza a cavar la cueva que hay en su propiedad. E imagina que la cueva no es un desaguadero del monte, sino el nido de una araña gigante que se enterró en vida para invernar durante años. 

    Pero, ¿qué tienen en común John Dunbar, el protagonista y narrador Jon y el escritor Jon Bilbao? Pues su amor por los libros. El protagonista del Lejano Oeste John Dunbar siempre lleva un libro consigo. Donde quiera que vaya. Aunque ya lo haya leído varias veces. El protagonista del presente, Jon -a quien no cuesta en absoluto reconocer como un Jon Bilbao ficticio pero muy semejante al real-, lee e, infeliz como ingeniero, ansía vivir por y para la literatura. Y Jon Bilbao, el escritor que fue ingeniero, sí que ha conseguido vivir de ello. Así, el escritor elabora una serie de relatos en los que, a buen seguro, narra pasajes de su propia vida y, a la vez, hace ficción en torno a sus propias fantasías, personales y literarias -como hace también en el relato La playa del naufragio, cuyo irresponsable protagonista también es un escritor de no demasiado éxito de ventas-. Explicado así puede resultar algo incomprensible, ya lo sé. Pero, una vez leídos los textos que componen sus libros, finalmente todas las piezas del puzzle encajan a la perfección. Pasado y presente, ficción y realidad, forman un conglomerado de relatos que tienen vida propia por sí mismos. Y que, además, establecen una conexión con los otros para pintarnos un cuadro que cuesta no examinar, reflexionar sobre él y disfrutarlo. Sobre todo, disfrutarlo.  

                            


lunes, 6 de febrero de 2023

Malaventura. Fernando Navarro. Impedimenta. 2022. Reseña





    Fernando Navarro (Granada, 1980) debutó en el mundo literario el pasado año, de la mano de Impedimenta, con una novela o, más bien, un conjunto de relatos o cuentos --quince en total-- que se editaron bajo el sugerente título --muy acertado, por cierto-- de Malaventura. Hasta entonces, el guionista era conocido por sus críticas musicales en diversos medios --Radio 3, Cadena SER o MondoSonoro (ojo: no confundirlo con el también crítico musical y periodista de El País Fernando Navarro)-- y por sus colaboraciones cinematográficas con Álex de la Iglesia, Rodrigo Cortés, Jonás Trueba o Jaume Balagueró, entre otros. Fue nominado a los Premios Goya en un par de ocasiones --Verónica (Paco Plaza, 2018) y Orígenes secretos (David Galán Galindo, 2021)-- y entre su filmografía destacan Toro (2016), Cosmética del enemigo (2020) y Bajocero (2021). Es miembro del Writers Guild os America y ha impartido diversos talleres de Escritura Creativa en la Universidad de Siracusa y en Le Moyne College, ambos en Nueva York. 

    Malaventura tuvo una gran acogida y consiguió un gran éxito de inmediato, siendo galardonada con el Premio Setenil 2022, que convoca cada año el ayuntamiento de Molina de Segura (Murcia) para seguir promocionando los cuentos en nuestro país. Merced al libro, calificado como un acid western --un subgénero del western clásico que emergió en los años 1960 y 1970 que combinaba las ambiciones metafóricas de los aclamados films en blanco y negro con los excesos del spaghetti western y la perspectiva de la contracultura de los años 1960--, a Fernando Navarro se le ha llegado a comparar incluso con los novelistas Cormac McCarthy y Stephen King --por su estilo y ambientación--, los directores de cine Sergio Leone y Quentin Tarantino --por su temática y crudeza y por la constante aparición de sangre en cada uno de los cuentos o relatos--  y el dramaturgo Federico García Lorca --por su obsesión por el sur y por todo lo que tenga que ver con el flamenco--. Comparaciones al alcance de muy pocos, la verdad.   

    En los relatos que componen Malaventura hay varios elementos coincidentes que marcan el ambiente. La acción de todos ellos se desarrolla en el sur de España. En Andalucía, para más señas. Los pueblos de Granada, Almería, Córdoba, Málaga o Sevilla se convierten en escenarios de los cuentos. Unos cuentos en los que el gran protagonista es el espacio, el medio físico. Así, encontramos, además de los pueblos y las aldeas propiamente dichos, montañas, colinas, ríos, pantanos, cuevas y paisajes desérticos. Sobre todo, mucho desierto. Sin duda, el lugar idóneo para albergar las quince historias que componen el libro. Como complemento de todo ello, por un lado, la flora y la fauna características de las zonas en cuestión. Con todo lujo de detalles y descripciones, además. Y, por otro, el habla andaluza. Esa forma de hablar un castellano gracioso, con arte, consistente en acortar palabras y acentuarlas. La mezcla de todo ello, magistral por otra parte, consigue el efecto deseado: el lector se hace presente en los distintos ambientes y hasta aprende a hablar de la misma manera en que lo hacen los personajes.

    La muerte, para más inri violenta, está presente en todos los cuentos del libro. No obstante, en la mayoría de los casos, por no decir en todos, los asesinos son personajes humanos --cuando son humanos, porque en unas pocas ocasiones, los que matan son animales, maleficios, maldiciones--. Personajes humanos y hasta tiernos, incluso, en algunas ocasiones --en diversas situaciones, hasta lloran--, que suelen matar por algún motivo justificado: amor, venganza, ajuste de cuentas, justicia. Se trata, eso sí, de personajes extremos: la creme de la creme de los paisajes rurales. El salvaje sur español --por equipararlo con su homónimo oeste americano-- llevado hasta las últimas consecuencias. Así, encontramos cazadores, quinquis, hechiceras, mercenarios, una mujer barbera, un bandolero legendario, forajidos, videntes, fantasmas, una inundación que lo arrasa todo, niños malditos, demonios, lobos, burros abandonados, etc. No es complicado adivinar, a tenor de todo ello, que la mayoría de los cuentos no van a tener un muy buen final.

    Al inicio de la reseña he escrito que el título del libro me parecía muy acertado. Más si cabe si nos atenemos a la definición que hace la RAE del término malaventura: desventura, desgracia, infortunio. Y es que los quince relatos que lo componen son otros tantos hechos trágicos que nos llevan a conocer las profundidades más recónditas del alma humana. También de construcciones, también humanas, más o menos elaboradas tales como supersticiones, miedos, maleficios, maldiciones y demás predisposiciones a las tragedias. Muy inspiradora resulta, en este sentido, la alternancia de fantasmas, asesinatos tarantinianos, pasajes de surrealismo mágico cañí, romanceros gitanos posmodernos, guiños a Marcial Lafuente Estefanía y hasta de desiertos distópicos. Alternancia, mezcla, simbiosis de elementos muy distantes en el espacio y en el tiempo que contribuyen a crear un artefacto --en este caso, un libro-- original. Porque original, y muy muy muy complicado, debe resultar componer un abanico semejante. Y de mérito, desde luego, lo tiene todo.

    Como quiera que es imposible contar aquí algo sobre los quince relatos --ni falta que hace tampoco--, me voy a centrar en los tres que más me han llamado la atención. El primero de ellos lleva por título La Jacoba, que leía el futuro y narra la historia de amor imposible entre una vidente, la Jacoba, y un forajido, el Grabiel. Lo he elegido porque contiene unos párrafos que describen muy bien el ambiente de casi todos los cuentos. Dicen así: al principio, las mismas preguntas: amoríos y chuminás. Una que llega enamoriscá y quiere saber si el otro pues eso. Esas cosas de la vida. Lo que llaman las cosquillicas del cuerpo... Luego, temas de lindes y de jorfes, claro: que si cortijos a medio repartir entre hermanos que no pueden ni verse, que si mi primico el mayor me debe cinco pellejos de aguardiente y quiero sabé si me los va a pagá. La Jacoba llegaba donde no llegaban los curas. Apañaba lo que no apañaban los guardias civiles. Lo que no puede apañar la buena de la Jacoba es el trágico final que se cierne al final de su historia con Grabiel.

    El segundo relato que ha llamado mi atención se titula Un burrico y cuenta la historia de un pueblo vacío, arrasado por la muerte, y de una fonda donde ha acaecido una misteriosa matanza de la que el único testigo es un animalico peludo y bueno amarrao a la puerta. El párrafo más ilustrativo dice lo que sigue aquí: Y es que la muerte misma puede parecer un mendigo desarrapao con la chamarra llena de polvo y sangre seca en un labio que parece partido y un par de dientes rotos que hacen al mellao sonreír poco. Podría ser un espectro si se pudiera volver de la muerte. Podría ser un demonio si existiera el infierno. Nada de eso existe. Solo existe la muerteY va a arrasar este pueblo de mentirosos y de cobardes y de cagaos y de hijos de puta y no va a dudar en llevarse por delante a las viejas enlutás por mu viejas sabias que sean ya que han permitido lo que han permitido y han consentío a sus maridos las barbaridades que han consentío; y no va a temblar a la hora de matar a niños y a mujeres jóvenes y a alguna preñá si se tercia porque para eso ha sido llamada.

    El último relato que quiero destacar, Bisonte, es una historia de fantasmas que visitan de forma inesperada a Silverio, un guardia civil violento al que quieren ajustar cuentas. Silverio, que vive en profunda soledad desde hace ya demasiados años, recibe la visita de el Mellizo, quien, muerto en prisión, quiere meterle el miedo en el cuerpo por maltratador y putero. A continuación, se le aparece al guardia civil un moro al que mató por cuatro melones. Más tarde, acude también a su casa el fantasma del Teodoro, a quien reventó el careto a palos antes de dispararle en la boca. Finalmente, lo agarra por la espalda una vieja novia de juventud, de ojos azules, a la cual maltrató hasta hacerla huir a toda prisa aprovechando su ausencia de casa. Ejemplos, los tres expuestos, del estilo de escritura de Fernando Navarro en su debut. Un estilo directo, crudo, sangriento, sin perdón y también sin escrúpulos. Una novela, Malaventura, de iniciación y muerte que ha deslumbrado por méritos propios. Habrá que seguir con mucha atención los próximos pasos de su carrera literaria. 

                    

jueves, 1 de diciembre de 2022

Los extraños. Jon Bilbao. Impedimenta. 2021. Reseña

 




    De vez en cuando a uno le apetece leer algo de un autor hasta entonces desconocido. Alguien que escriba sobre temas diferentes a los que suele leer normalmente. Buscar aire fresco, vaya. Entonces, se deja llevar por recomendaciones de familiares, amigos y conocidos. O de otros lectores o escritores. O simplemente por pálpitos. Por algo que ve en un libro que le llama la atención, sin saber muy bien el motivo. Y casi siempre suele descubrir cosas que valen la pena. Así llegué yo a Jon Bilbao y su libro Los extraños. Aunque Basilisco, su obra anterior, tenía más fama a priori --recibió el Premio de las Librerías de Navarra en 2021--, por alguna razón decidí leer este. Y no solo no me ha defraudado, sino que escribo estas líneas a modo de recomendación. Por supuesto, leeré también en un futuro Basilisco, ya que, finalizada la lectura de Los extraños, me entero de que algunos de sus personajes ya aparecieron en su anterior obra. En fin, que, como se suele decir, mataré dos pájaros de un tiro. 

    Jon Bilbao nació en Ribadesella (Asturias) en 1972, es ingeniero de minas y licenciado en filología inglesa. Actualmente vive en Bilbao y trabaja como traductor. Ha sido galardonado con varios premios por algunas de sus obras anteriores y justo antes de la pandemia escribió esta novela corta --o nouvelle--, que apareció finalmente en septiembre de 2021 de la mano de la editorial Impedimenta --Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural en 2008--, que, dicho sea de paso, presenta siempre unos libros cuidados, preciosos y coloridos. De esos que te llaman desde las estanterías de las librerías y bibliotecas y te piden que los lleves contigo. Ya me entendéis. Pues bien, que me hice con él y me lo he leído en apenas una tarde. Y no porque no sea un libro extenso --133 páginas--, sino porque me ha atrapado desde el principio por varias razones. Las cuales paso a explicar con detalle en los siguientes párrafos.

    El estilo de escritura de Bilbao, de entrada, me ha llamado mucho la atención. Y para bien. El lenguaje, sobrio y directo, es meticuloso y detallista. Las descripciones de los ambientes, lugares, objetos, personas y personalidades te hacen ver con gran nitidez aquello que la prosa del autor pretende. Las frases, cortas y sugerentes, dan un ritmo vivo a la acción --todo ello, sin dejar de atender al más mínimo detalle, como he dicho ya--. Los diálogos, a los que no les falta ni sobra una sola coma, aportan lo justo y necesario para entender --y dar a entender-- lo que está pasando en cada situación. Y la doble temática de la nouvelle --esas inquietantes luces de colores que irrumpen en la quietud de la noche invernal cántabra y la llegada a la casa en la que viven Jon y Katharina de esa extraña pareja que forman Markel y Virginia-- dejan al lector con ganas de seguir leyendo para tratar de discernir si ambos sucesos guardan o no relación entre sí.

    Jon y Katharina viven juntos en la casa de los padres de Jon. Una casa demasiado grande para solo dos personas en la que les cuesta encontrarse. Él escribe por encargo sobre temas de geología; ella traduce al alemán un aburridísimo manual de odontología. Se sienten solos. Y, aunque ella está embarazada, no deja de preguntarse si fue buena idea dejar su Múnich natal para vivir en Ribadesella. Ojo: aspecto importante. Sí, la acción de la historia transcurre en la Ribadesella del propio Jon Bilbao, lo cual ayuda a ambientar la novela. Me ayuda sobremanera conocer los escenarios de mis novelas, declaró de hecho en una ocasión. Sigamos. La cuestión es que la vida rutinaria de la pareja se ve alterada de la noche a la mañana por los dos sucesos ya reseñados: las luces de colores nocturnas y la llegada de la extraña pareja. Máxime cuando el recién llegado afirma ser primo de Jon. Un primo desconocido que poco a poco, junto a su acompañante, va tomando las riendas de la casa. 

    Lo que en un principio iba a ser una estancia rápida --a los visitantes los esperan en Madrid en unos pocos días-- se va convirtiendo en una cada vez más controvertida vida en común. Jon recela desde el principio. Algo no le cuadra. A Katharina, en cambio, le encanta compartir la casa con los desconocidos porque su sola presencia le da vidilla. Sin embargo, de forma paulatina comenzará a sentirse incómoda al ver que los inquilinos comienzan a comportarse como si la casa fuera en realidad de ellos. Así, en un principio la acción pasa de la rutina al divertimento. Y luego al temor ante lo desconocido y a la preocupación. Y es que no solo son los extraños que viven en su casa. Afuera, frente a la casa, hay otros extraños: decenas primero y centenares luego de ufólogos que, atraídos por los extraños sucesos nocturnos, ansían ver con sus propios ojos lo que a todos ojos parece un intento de contacto de corte alienígena.     

    La acción de la novela se torna claustrofóbica por momentos. Solo pequeños paseos por los alrededores de la casa y por el pueblo permiten un mínimo de oxigenación. El suspense es tal que llega a cortar la respiración ante la inquietud de cuanto ocurre. Algo de mucho mérito en una obra de ese tamaño. Y es que, como el propio Bilbao afirmó, no hacen falta 400 páginas para contar historias. Algo totalmente cierto y muy de agradecer, ya que uno empieza a cansarse de leer libros que contienen más paja de la que cabe en los establos. En este caso, encontrar en 133 páginas una historia dominada por la austeridad narrativa y unas temáticas a priori tan alejadas como la crisis de pareja y los ovnis y todo lo que ello conlleva, y que el autor sea capaz de salir de semejante embrollo de forma tan magistral, sin dejar de progresar y sin altibajos resulta todo un placer para el lector. Eso sí: la ambigüedad y falta de concreción en la que a menudo se mueve el relato puede provocar cierto desencanto final en según qué lectores. No es mi caso.

    El pulso literario de Jon Bilbao me recuerda, por su sobriedad, su perfección léxica y sintáctica y su dominio de la media distancia, así a bote pronto y salvando las distancias, a autores como Heinrich Böll, Knut Hamsun o Stefan Zweig. O, a nivel nacional y más actual, al extremeño Jesús Carrasco o al chileno Roberto Bolaño. Escribe, por decirlo de alguna manera, a la antigua usanza. Directo al grano. Con las palabras justas. Sin milongas ni escaparates engañosos. Con honestidad. Con el gusto por contar por contar --pero teniendo muy claro qué y cómo contar--. Pero, a la vez, haciéndolo de forma original, arriesgada. Rezumando actualidad y contemporaneidad. No sé si me explico: lees una página, cierras los ojos y te parece haber leído, a la vez, algo escrito el siglo pasado y algo absolutamente actual. Escribe Bilbao de una manera que parece asequible para casi cualquiera pero que, realmente, está al alcance de muy pero que muy pocos. Y, probablemente, sea ese su gran mérito.

    En definitiva: estoy seguro de haber encontrado a uno de esos autores a los que un lector descubre casi por casualidad pero del que acaba leyendo (prácticamente) todo con el paso del tiempo. Basilisco será lo próximo. Sin duda. Mientras tanto, sirvan estas líneas como modesta y sincera reseña y como una encarecida recomendación para quienquiera que la lea. No se arrepentirá.             


miércoles, 27 de junio de 2018

La librería. Penelope Fitzgerald. Impedimenta. 2010. Reseña





     Aunque no es algo muy corriente, a menudo escribir un libro para exorcizar los fracasos personales logra colocar al autor del texto en el camino hacia el éxito e incluso el estrellato literario. Esto es lo que le sucedió a la británica Penelope Fitzgerald con sus obras A la deriva y La librería. Pese a que fue una escritora tardía --no comenzó a escribir y publicar novelas (ocho en total) hasta después de cumplir los sesenta años de edad-- estuvo siempre en contacto directo con las letras ya que entre sus familiares se encuentran editores, teólogos y novelistas. Junto a su esposo, además, fundó una revista literaria, World review, que solo cerró tras la prematura muerte de Desmond a causa de un cáncer. Este hecho hizo pensar a nuestra protagonista que ahí terminaban todos sus sueños literarios. Se equivocó, por supuesto.

     Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida, escribió una vez el poeta Milton. Estas palabras, recuperadas en La librería por Fitzgerald, comparada con Jane Austen por su estilo narrativo, son un buen punto de partida para comenzar a entender la novela. Novela, por cierto, que se ciñe bastante a una época de la vida de su autora. Durante tres años, Penelope, víctima de la pobreza, vivió junto a sus hijos en una pequeña y aislada localidad de Suffolk denominada Southwold en la que había poco que hacer y en la que aprendió --y no poco-- sobre la soledad, la mezquindad y las luchas por el poder y las influencias en los entornos rurales.

     En esta localidad trabajó como ayudante en la Sole Bay Books, una librería local instalada en una vieja casa conocida por todos desde siempre. Pues bien, tanto la casa como el pueblo y sus ambientes sirvieron a Fitzgerald para recrear con minuciosidad la Old House de La librería, así como el pueblo, Hardborough, los llanos que lo aíslan de  los territorios circundantes y sus playas grises. Y también muchos de sus personajes, quienes, aunque con sus nombres cambiados, existieron en el Southwold real y que se desarrollan a la perfección en el ficticio Hardborough de la novela. Curiosamente, incluso el poltergeist o rapper que aparecen en sus páginas existió en la Sole Bay Books real. Aspecto curioso y paranormal que le da un toque de intriga --que nunca terror-- a la obra.

     Realidad al margen, otra vía de inspiración de Penelope a la hora de imaginar y después desarrollar esta novela la encontramos en la novela El cura de Tours, de Honorato de Balzac, en la que la malvada mademoiselle Gamard consigue que el inocente cura del pueblo pierda su iglesia y su envidiada biblioteca. Si cambiamos a la mademoiselle Gamard por la influyente esposa del general retirado Gamart de La librería, quedan explicados muchos de los motivos de la obra. Porque la Gamart será la responsable de toda una serie de catastróficas desdichas que irán sucediéndose en la vida de Florence Green, la valiente, obstinada e ingeniosa viuda que busca cumplir su sueño: abrir una librería en un pequeño pueblo.

     Un pequeño pueblo que no se caracteriza precisamente por la amplitud de miras de sus habitantes. Ni tampoco por sus aspiraciones culturales y literarias. Porque Florence solo recibe el apoyo --que casi nunca se plasma en una ayuda efectiva, salvo en el aislado caso de los scouts y de la pequeña Christine Gipping-- de una variopinta serie de extravagantes y excéntricos clientes que nunca se sabe qué obras le van a pedir. La conjunción de todos estos factores sumen a la protagonista en un estado de soledad que a menudo alcanza altas dosis de peligrosidad. Y, cuando Florence da claros signos de debilidad, los pocos clientes saldrán corriendo de su vida, y también de su librería. Todos menos el señor Brundish. Un personaje fictio que también existió en realidad con otro nombre y en otro lugar.

     A él acudirá Florence para pedirle opinión sobre la conveniencia o no de traer a su librería ejemplares de una de las novelas de moda en los años 1959-60, momento en que se ambienta la obra de Fitzgerald: la polémica Lolita, de Vladimir Nabokov, criticada y exaltada por igual. La respuesta del señor Brundish es inmejorable: es un buen libro y, por lo tanto, debería intentar vendérselo a los habitantes de Hardborough. No lo entenderán, pero será mejor así. Entender las cosas hace que la mente se vuelva perezosa. Si esta respuesta es magistral en cuanto a la calificación psicológica de los habitantes del pueblo, la decisión de la librera de pedir 250 ejemplares de la obra de Nabokov ilustra también la de la protagonista: coraginosa, valiente y tenaz, pero también inocente, inexperta e ingenua.

     Florence será puesta entre la espada y la pared por el celo y las críticas de los vecinos y, por ende, por la conjunción de varios hechos: el deseo de la poderosa Violet Gamart de construir en la Old House un Centro para las Artes; la apertura de la primera biblioteca pública de la historia del pueblo y de una segunda librería en el centro del mismo, la Saxford Tye; la traición de su abogado, Thomas Thornton, uno de los únicos dos letrados de la población; y la Ley de compra obligatoria de edificios antiguos de 1959. Cuando el edificio que albergaba su vivienda y su librería fue requisada, a Florence le pareció que era el momento de que el rapper se dejara oír, y cuando no lo hizo, casi lo echó de menos. En definitiva, todo estaba perdido.  

     Soy consciente de que la presente reseña contiene varios spoilers. Normalmente, intento que no sea así. Sin embargo, esta obra se publicó por vez primera en 1978 --hace justamente 40 años-- y, quien más quien menos, habrá visto también la reciente película de Isabel Coixet. No obstante, el gran spoiler viene ahora --no leer, por tanto, lo que sigue si se pretende leer la novela sin haber visto la película ni haber leído esta obra anteriormente--. Se trata de las últimas líneas de la novela: En Flintmarket tomó el tren de las diez cuarenta y seis hacia Liverpool Street. Cuando arrancó para salir de la estación, ella bajó la cabeza en señal de vergüenza, porque el pueblo en el que había vivido durante casi diez años no había querido tener una librería. 

     No hay un caso más evidente que el presente de que la vergüenza ajena puede ser utilizada para culminar una gran novela. Estamos ante una obra de amor por los libros. Una obra que gustará a lectores y libreros. Sobre todo a aquellos cuyos negocios no han podido echar hacia adelante pero que, en cambio, pueden caminar por la vida con la cabeza bien alta.