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lunes, 30 de junio de 2025

Mis diez mejores lecturas del primer semestre de 2025

 




10. Una historia particular. Manuel Vicent. Alfaguara. 2024. Vicent entrelaza la biografía y la ficción para construir una crónica de la España reciente, mostrándonos una visión propia y particular -de ahí el título- de lo que supone existir y del hecho inexorable del paso del tiempo. Una crónica evocadora y literaria en la que encontramos recuerdos alegres y tristes, memoria del pasado, felicidad y rebeldía. Además, también se nos hacen presentes sueños cumplidos y derrotas implacables. Todo ello, amenizado por las canciones, las lecturas, los perros, los coches y el mar. Por supuesto, el mar.


9. El gato que amaba los libros. Sosuke Natsukawa. Grijalbo.2022. Inolvidable homenaje a la literatura y a los libros. Rezuma sabiduría, magia y pasión por la lectura. Un libro fácil de leer en el que nos encontramos a un tímido y retraído hikikomori y a un gato atigrado parlanchín que comparten la sabiduría, el ingenio y el carácter entrañable que solo puede otorgar el placer por la lectura. En este caso, acompañado, además, de un buen té japonés. ¿Quién puede pretender algo más para alcanzar la felicidad?


8. A través de los ojos. Andrés Suárez. Aguilar. 2021.  En sus páginas encontramos la nostalgia de una infancia y una juventud ya dejadas atrás ante la adultez; la melancolía hacia esa Galicia tan querida a la que el autor no puede retornar a causa del covid; la constante pérdida de seres queridos -su abuelo y algunos amigos de juventud y un Aute del que ya no habrá una nueva canción-; la incertidumbre vivida en un monótono mes de abril ante una pandemia que no se sabía cómo iba a acabar; la extrema soledad del artista tras bajarse del escenario y la de la persona que debe pasar una pandemia en solitario; y el agradecimiento.


7. Verdades a la cara. Recuerdos de los años salvajes. Pablo Iglesias. Navona Editorial. 2022. Nos muestra a un Iglesias más humano y familiar. Alguien que durante unos años se preguntó: ¿Por qué me he metido en esto? Si yo antes era súper feliz. Yo ganaba más pasta antes de meterme en Podemos que después. Ganaba dinero, iba en moto, salía por la noche, me tomaba unas cervezas cuando quería y era un tío súper feliz. Alguien que aunque no lo parezca, soy una persona súper tímida y que la gente me tocara por la calle o las señoras me pararan para darme besos no me gustaba. Era una enorme putada.


6. Hozuki, la librería de Mitsuko. Aki Shimazaki. Nórdica Libros. 2017. La narración de Mitsuko comienza el día de la hatsuyuki, es decir, la primera nevada del invierno. Taro, su hijo sordomudo de siete años, juega en la calle delante de la librería cuando comienzan a caer los primeros copos de nieve. Viven una vida tranquila y humilde, pues una librería nunca suele dejar grandes márgenes económicos. Sobre todo si se trata de una librería de lance o de segunda mano. Por ello, los viernes por la noche, Mitsuko trabaja como camarera en un bar de alterne de alta gama, donde consigue completar ingresos y charlar desanimadamente con los intelectuales que frecuentan el establecimiento.


5. Blitz. David Trueba. Anagrama. 2015. Novela que se desarrolla casi por completo en Múnich, Beto nos narra, en primera persona, una historia de naufragio personal, profesional y sentimental. El joven, de treinta y pocos años de edad, un arquitecto paisajista que acude a la capital bávara para concursar en un congreso internacional con un innovador proyecto de jardín decorado con bonitos relojes de arena, se verá envuelto, de repente, en una crisis personal global de la que no es capaz de encontrar una salida. A no ser que la solución pase por un cambio radical de vida.


4. Desde la sombra. Juan José Millás. Seix Barral. 2016. Damián es un cuarentón solitario que solo vivía para trabajar. Sin trabajo, confundido, hundido y perdido, comete un pequeño hurto en un mercadillo de antigüedades y, perseguido por un vigilante de seguridad, se esconde dentro de un viejo armario. Y acaba en un dormitorio cualquiera. Millás nos disecciona la vida cotidiana familiar, la de cada uno de sus miembros y la mente enferma de un joven reconvertido en un fantasma bienhechor que acaba protegiendo a la mujer de la casa.


3. El mejor libro del mundo. Manuel Vilas. Destino. 2024. Vilas comenzó a escribir este libro en el momento de cumplir los sesenta. Edad en la que hay más certeza de pasado que de futuro. El paso del tiempo, la incertidumbre respecto al futuro, la muerte y la necesidad de perpetuarse -por ejemplo, escribiendo el mejor libro del mundo- son temas recurrentes a lo largo de una obra que podríamos calificar como claramente existencialista. Con continuas alusiones a autores que podríamos enmarcar dentro de esta corriente filosófica -e incluso en la denominada literatura del absurdo- como Kafka, Kierkegaard, Nietzsche, Camus o Sartre, explora, hasta sus últimas consecuencias, los recovecos del alma humana. 


2. El olvido que seremos. Héctor Abad Faciolince. Alfaguara. 2017. Veinte años después de que su padre, Héctor Abad Gómez, médico y activista en pro de los derechos humanos colombiano, fuera asesinado por unos sicarios en Medellín, Héctor Abad Faciolince pudo escribir, tras varios intentos fallidos, una especie de biografía novelada con el propósito de reflejar el poder de la familia, por un lado, y el infierno de la violencia que durante cinco décadas golpeó a Colombia. Como él mismo nos explica: como niño yo quería que mi padre no se muriera nunca. Como escritor quise hacer algo igual de imposible: que mi padre resucitara. 


1. La edad de hierro. J. M. Coetzee. Mondadori. 2002. La señora Curren es una mujer mayor que ya solo espera la muerte. Divorciada hace muchísimos años y enferma terminal de un cáncer de huesos que pronto acabará con ella, en sus numerosos ratos libres escribe una larga carta -toda la novela, que abarca los años 1986-9- a su única hija, que vive a veinte mil kilómetros. Una hija que llegó hace ya años a EE. UU., donde reside junto a su esposo e hijos, huyendo de una Sudáfrica en la que el apartheid -sistema de segregación racial que imperó entre 1948 y 1991- causaba estragos en una sociedad opresiva, inquietante e impredecible que vivía al borde de una guerra civil.  







lunes, 24 de marzo de 2025

El mejor libro del mundo. Manuel Vilas. Destino. 2024. Reseña

 




    Pocos autores se exponen tanto en sus novelas como lo hace Manuel Vilas. Quienes hemos leído sus novelas, especialmente desde su celebérrima e inolvidable Ordesa, podemos afirmar que lo conocemos bastante bien. Aunque jamás hayamos estado ni siquiera cerca de él. Sus escritos son sinceros, humanos, a veces depresivos pero siempre mordaces, locuaces y alejados de la hipocresía. En una palabra, es un escritor valiente. Muy valiente. Si leer es un placer, leer a escritores como Vilas supone un placer doble. Porque sabe, como pocos, abrirse en canal para mostrarnos, sin adornos ni medias tintas, todo lo que lleva dentro. Lo bueno, por supuesto, pero también lo no tan bueno. Cuestión esta que hace que el lector empatice con él -y con sus obras- de principio a fin. Quizá sea esta la clave de su éxito literario. Bueno, esta y, claro está, su manera de plasmar sobre el papel sus formas de sentir, pensar y vivir la vida. Buena prueba de ello es su última novela, El mejor libro del mundo

    Vilas comenzó a escribir este libro en el momento de cumplir los sesenta. Edad en la que hay más certeza de pasado que de futuro. El paso del tiempo, la incertidumbre respecto al futuro, la muerte y la necesidad de perpetuarse -por ejemplo, escribiendo el mejor libro del mundo- son temas recurrentes a lo largo de una obra que podríamos calificar como claramente existencialista. Con continuas alusiones a autores que podríamos enmarcar dentro de esta corriente filosófica -e incluso en la denominada literatura del absurdo- como Kafka, Kierkegaard, Nietzsche, Camus o Sartre, explora, hasta sus últimas consecuencias, los recovecos del alma humana. Social y colectivamente y a nivel individual. Así, nos presenta a Mendigo Enamorado y a Carmelita Descalzo, dos supuestos antepasados suyos a través de los cuales explora el hambre. No solo un hambre físico sino también uno más emocional: soy el hambre de todos cuantos estuvieron en mi árbol genealógico, solo soy hambre dando vueltas por el mundo.

    En sus libros el autor se nos presenta como un eterno buscador de la belleza. En todos sus sentidos y en todos sus campos posibles: en la música, en el cine, en el arte, en la naturaleza, en la gastronomía o en los hoteles. El mejor libro del mundo está salpicado de gotas referentes a la permanente búsqueda de la belleza por parte de personajes conocidos -Lou Reed, The Who, The Rolling Stones, Édith Piaf, Sixto Rodríguez (el músico de origen mexicano que no consiguió el éxito que merecía: ser más grande incluso que Dylan o Springsteen), Sergio Leone, Jonathan Demme, Billy Wilder, Henry Fonda, Francis Ford Coppola o Luis Buñuel- de todo el mundo. Porque la belleza puede encontrarse en cualquier lugar. Puede mostrarse de diferentes maneras. Tanto que igual puede conmovernos como desgarrarnos. No en vano, incluso una dura derrota puede ser bella. Por supuesto, la belleza se manifiesta también a través de la literatura, especialmente en el caso de la poesía (Manrique, Góngora, Neruda, Lorca).    

    El libro desentraña la figura del escritor. Y lo hace desde lugares hasta ahora no tratados. Las delgadas líneas que separan el éxito del fracaso, el dinero del hambre o el horror del placer de tratar de escribir el mejor libro del mundo se dibujan a lo largo de las casi seiscientas páginas que lo componen. Todo un ejercicio literario contra la hipocresía y la falsedad que nos muestra la fragilidad, la vulnerabilidad, la volatilidad y el goce o el terror que sienten los escritores a la hora de escribir sus libros, presentarlos, acudir a ferias y demás actos promocionales y, en suma, de vender sus productos. Así, Vilas confiesa el deseo de suicidarse que siente cuando sus libros no venden, cuando acude poca gente a sus actos y firmas o cuando visita una librería y no encuentra sus obras bien expuestas. Y es que los escritores nos convertimos en inspectores de nuestros libros. Somos mendigos de nuestros libros, en ellos van nuestro honor y el significado de nuestras vidas.

    El único sentido de la vida de un escritor es escribir el mejor libro no del mundo sino del universo. Esta verdad inconfesable la llevan todos los escritores en el corazón, como una espina lacerante; todos mentirán, todos dirán que están contentos con sus lectores y sus libros, pero es mentira si no han escrito el mejor libro del mundo. Y para colmo de mi desgracia el mejor libro del mundo no existe. La locura de todos los días está allí: no se puede escribir el mejor libro del mundo porque la vida es el mejor libro del mundo, pero me da igual, yo sé que puedo lograrlo, puedo escribir el mejor libro del mundo esta misma noche. Esta afirmación encierra una gran y terrorífica verdad: la que lleva a muchos a sufrir el denominado síndrome del impostor, es decir, sentirse un escritor -o lo que sea- sin capacidades en comparación con los demás. Por ejemplo, cuando la cola de firma de libros de otro escritor es más larga que la de uno o cuando este o aquel venden más libros. ¡Qué angustia vivir así, verdad! En el fondo, ¡los escritores dan hasta pena!        

    Las comparaciones, los celos, la envidia o la lucha de egos forman parte de la comedia. La comedia de la vida. Porque, pese a todo lo anterior, Vilas prefiere ver la vida como una comedia y no como un drama. Quizá porque, tal y como confiesa, es adicto a las drogas baratas que consigue a través de la Seguridad Social en cualquier farmacia. No en vano, durante algunas páginas del libro -no pocas- al lector le parece estar leyendo fragmentos del vademécum, lo que parece corroborar que el autor sabe de lo que habla. Ciertos vicios y manías de Vilas -algunas de ellas, inconfesables para casi todo el mundo- lo acompañan desde hace varias décadas. O tal vez no. Porque -y ahí radica la magia de la literatura- estamos ante una novela y no ante unas memorias. Así que, pese a su carácter autobiográfico, cometería un grave error cualquier lector que diera por cierto absolutamente todo lo escrito por el autor del libro. De este y de cualquier otro. Realidad y ficción, bien mezcladas, pueden producir unos efectos extraordinarios.

    Afirma Vilas que jamás escribirá una novela histórica. ¿Por qué razón? Pues porque le parece ser incapaz de acometer el lento, tedioso e ingente trabajo de documentarse sobre el tema en cuestión. Y es que cada escritor tiene un método. El del de Barbastro se basa en escribir lo que se le va ocurriendo en cada momento. Por eso escribe tan a menudo sobre su vida y la de sus familiares, inventando diversos aspectos -es de suponer- sobre la marcha. Vamos, algo parecido a la conocida como lluvia de ideas. Reconocer esto no supone ninguna humillación. En absoluto. Para el autor, la mayor humillación de la vida es morirse. Y la mayor de las libertades, quitarse la vida. ¡Vaya paradoja! Y sin embargo, para hacer algo así -suicidarse- se necesita ser muy valiente. La vida y la muerte, el sentido de la vida. Temas que han dado y darán para largos y a veces acalorados debates filosóficos. La filosofía de Vilas se basa, pues, en la belleza, la comedia y la verdad: la única verdad del mundo es el adiós. La ceremonia del adiós, qué gran título para el mejor libro del mundo.

    Sin embargo, si damos por cierto que el mejor libro del mundo no existe, la única manera de escribirlo es en el título. Así que, la gran verdad de todo esto es que, sin ninguna duda, El mejor libro del mundo es obra de Manuel Vilas, autor al que le deseo una larga vida, ya que, como él mismo afirma, el mayor éxito de la vida es la longevidad y la mayor humillación la muerte.