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viernes, 3 de noviembre de 2023

Todo lo que importa sucede en las canciones. Fernando Navarro. Pepitas de calabaza. 2022. Reseña

 




    Algunos libros, por su composición, contenido y formas narrativas, son de difícil calificación. Pasa, por ejemplo, con Todo lo que importa sucede en las canciones, la última novela del periodista musical Fernando Navarro --no confundir con el guionista, crítico de cine y novelista de mismo nombre y apellido cuya primera novela, Malaventura, fue también reseñada por este mismo blog hace unos meses--. El Navarro al que me refiero en esta reseña es redactor de El País, colaborador musical en la Cadena SER y autor del blog La Ruta Norteamericana. Ha publicado con anterioridad un par de ensayos --Acordes rotos (66 RPM, 2011) y Maneras de vivir (Muddy Waters Books, 2021)-- y una novela titulada Martha. Música para el recuerdo (66 RPM, 2015). Además, colaboró en el libro conjunto Bruce Springsteen. De Greetings from Asbury Park a la Tierra Prometida (Grijalbo, 2012). Todo lo que importa sucede en las canciones es su segunda novela. Así fue presentada. Aunque a mí me parece mucho más que una novela.

    Y es que su título y hasta su misma portada --un disco de vinilo surcado por una aguja--, muy acertadamente presentada en blanco y negro, nos da a entender que estamos también ante un libro musical. Un libro en el que la música tiene tanta importancia como la historia narrada. Porque, además, van de la mano y cuesta entender la historia sin ese acompañamiento musical. Algo parecido a lo que en su día yo mismo hice con mi novela Almas suspendidas (Círculo Rojo, 2012). Una novela con banda sonora, vaya. Algo que, por lo visto en la sinopsis de su primera novela, Martha. Música para el recuerdo --que ya obra en mi poder para una pronta lectura--, es común a la obra de su autor. Un autor que no entiende la vida sin canciones. Que habla a través del personaje central de su libro (que bien podría ser él mismo, aunque esa cuestión es lo de menos), quien afirma que solo parece que amaina el temporal cuando las canciones me rodean.

    Un personaje central del que no sabemos su nombre pero sí que afirma cosas sinceras de sí mismo. Como esta: ya no sé si arrastro la crisis de los treinta o me he adelantado a la de los cuarenta. Tal vez me mueva entre ambas, enlazando una con otra como esas canciones que saben hilar los buenos pinchadiscos, sin espacios en blanco. Todo seguido para dar sentido al título de mi propio disco: Hombre en crisis permanente. Un personaje que de repente ve desmoronarse su mundo. Que se debate entre seguir con su vida actual o dar un brusco cambio de rumbo. Que no se perdona el hecho de fallarles a su esposa, Rosa, y a su hijo, Alejandro. Que decide darse un tiempo e irse temporalmente --o no-- a un piso cercano de alquiler. Un piso en el que recuerda su vida pasada para intentar averiguar cómo ha llegado a esa situación. Una vida pasada de la que salva principalmente a su madre, su tío, la casa de su infancia y, por supuesto, sus discos.  

    La vida del protagonista discurre entre canciones y reproches continuos hacia sí mismo. Por ejemplo, por el hecho de no haber sabido conformarse con todo lo bueno que tenía. Una familia sólidamente construida. Una mujer enamorada de él que se desvive por su bienestar y cuida y educa a su hijo en sus ausencias por motivos de trabajo. Que cuando la deja, comprendiendo su crisis personal, lejos de enfadarse con él, le hace prometerle que visitará a una psicóloga que lo ayude en un momento tan importante de su vida. Un hijo que a menudo lo espera para leer juntos cuentos de dinosaurios. Que lo acompaña en su nuevo piso aunque no le gusten ni el propio piso ni la idea de no compartir ya el mismo techo. En efecto, el protagonista no acaba de perdonarse haber deshecho una familia. Quizá por el hecho de que él mismo jamás conoció a su padre, que los abandonó a él y a su madre para irse con otra mujer más joven. La familia. Sí, la familia es uno de los puntos centrales de la novela.

    Y, en estos tiempos que corren, sabemos que hay distintos tipos de familia. Así lo explica el narrador: la última noche antes de mudarme, Rosa me aseguró que nadie iba a quererme nunca como ella me quería. No pude rebatirla porque, en el fondo, yo también lo pensaba. Casi un año después lo sigo pensando. Acostumbrarme a vivir alejado del latido de su amor puro y cotidiano es algo que me llevará todavía un tiempo. Creo que poco a poco voy lográndolo. También creo que los dos estamos aprendiendo a manejarnos con el futuro que nos espera. El día de mi cumpleaños, fuimos los tres a comer a un restaurante. Era la primera vez que lo celebraba desde que mi madre no estaba. Aprovechamos ese día para hablar de ir los tres juntos a celebrar el de Alejandro. Todavía somos una familia. Una familia distinta, como tantas. Mantener la unión de nuestra familia a pesar de estar separados es la segunda promesa que le hecho a Rosa desde que llegué al piso. Realmente, es una promesa que los dos le hacemos a Alejandro, aunque él ahora esté más preocupado por conocer nuevas especies de dinosaurios.

    Por reprocharse, se reprocha hasta no haber sabido llevar mejor su relación con Mar, una chica que conoció tiempo atrás y con la que comparte una historia de pasión. Una historia de pasión por el rock and roll y por el sexo. Reconoce el protagonista que conocer y medio afianzar la relación con Mar aceleró su decisión de dejar a su esposa. No es que sustituyera a una por otra. Su relación con Rosa estaba en un callejón sin salida y habría acabado finalmente. Pero la presencia de Mar hizo que todo se precipitara a mayor velocidad. No a cámara lenta sino a cámara rápida. Una relación, la que tiene con Mar, que sufre continuos altibajos ya que ambos buscan cosas diferentes y, por tanto, necesitan ritmos de vida diferentes. Y también diferentes tipos de compromiso. Por todo ello, Todo lo que importa sucede en las canciones es también la historia de vidas y familias desestructuradas. Primero, la de la adolescencia, formada por la abuela, la madre y el tío del protagonista. Ahora, la que forman Rosa y Alejandro, con el protagonista como satélite cercano. No extraña que necesite ayuda psicológica.  

    Y, sin embargo, lo que de verdad ayuda al protagonista a sobrellevar la situación no es el hecho de acudir semanalmente a la consulta de la psicóloga sino escuchar canciones, analizar sus letras y las vidas de sus intérpretes y saber cuáles de ellas necesita en cada momento. En ese sentido, la novela es también un compendio, una recopilación de las canciones más importantes de la vida del protagonista (y también del autor). Por un lado, desde Patti Smith hasta Lucinda Williams, pasando por Aretha Franklin. Por otro, desde Elvis Presley hasta Bruce Springsteen, pasando por Bob Dylan. Porque en Bob Dylan comienza y termina todo según el protagonista de la novela. Así, su narración se presenta en quince capítulos que van acompañados de quince canciones. Quince canciones que describen los hechos narrados. Como una especie de justificación o razón de ser. De ellos, los hechos, y de la vida y las decisiones del propio protagonista.  

    A través de la lectura de los distintos capítulos el lector, además de disfrutar de la trama propiamente dicha de la novela, muy destacable ya de entrada, aprende aspectos relevantes y a menudo no muy conocidos sobre los cantantes y grupos que aparecen en ellos. Además de los referidos más arriba, aparecen también The Beach Boys, The Beatles, Roy Orbison, Tom Waits, Warren Zevon, Billy Joel, Neil Young y Tom Petty. Una banda sonora de lujo. Una banda sonora, además, que aconsejo ir escuchando según se lea la novela. Por ejemplo, antes y después de cada capítulo. Así lo he hecho yo, y puedo asegurar al lector de esta reseña que, después de la lectura del capítulo en cuestión, cada canción deja de ser en la segunda escucha lo que era en la primera. No en vano, las canciones y los libros no se perciben de la misma manera pasado el tiempo. Si con la buena literatura puede uno entretenerse y aprender, Todo lo que importa sucede en las canciones cumple con ambos objetivos. Y lo hace con creces. A leer la novela y a darle volumen a la lista de reproducción de Todo lo que importa sucede en las canciones en Spotify...        

           

martes, 28 de febrero de 2012

Bruce Springsteen. Wrecking Ball. 2012. Reseña


     El nuevo trabajo de Bruce Springsteen sale al mercado el martes 6 de marzo. Sin embargo, como es lógico es estos tiempos que corren, todo el mundo está escuchándolo desde hace unos días. Mucho se ha hablado en los últimos meses sobre este disco, algo también habitual en el caso que nos ocupa. Su mánager, Jon Landau, es un genio del márketing. Alguien que da informaciones confusas y a cuentagotas para levantar, si cabe, mayor expectación a los lanzamientos del genio de Asbury Park.

     Contrariamente a lo esperado, no se trata de un disco con la E Street Band (aunque participan casi todos ellos, incluso el recientemente fallecido Clarence "Big Man" Clemons). En él toman parte, también, músicos de la Seeger Sessions Band, con los que The Boss ya realizó un disco y una espectacular gira country en 2006-7. Además, participan otros músicos como Tom Morello (Race Against The Machine), Matt Chamberlain (Pearl Jam) y Greg Leisz (reconocido multi-instrumentista americano).

     Bajo la producción de Ron Aniello, quien trabaja por vez primera con Springsteen, el disco cuenta con once temas más dos bonus tracks (Swallowed Up y American Land). La primera parte del disco está compuesta por temas que hablan del dolor. A partir de "Wrecking Ball" (Bola de demolición), la central del trabajo, se pasa a la esperanza.

     Jon Landau avisó hace meses que el disco tenía "letras que cuentan una historia que no puedes escuchar en ningún lugar" y que "su música era la más innovadora de los últimos años" del Boss. Y, desde Sony y Columbia Records, se aseguró que "era el disco más cabreado que ha hecho Springsteen nunca". A mí, particularmente, el nuevo CD me suena a una mezcla de "Nebraska", "We Shall Overcome", "Tunnel Of Love" y los últimos trabajos de Bruce. A continuación, un comentario sobre cada una de las 11 canciones:

 1- We take care of our own (Cuidamos de los nuestros): una canción épica al más puro estilo springsteeniano que toma ventaja como tema de inicio de los conciertos de su próxima gira. Ritmo pegadizo, estribillo con mucha fuerza y guitarra eléctrica rompedora y teclados contundentes. Se trata de una crítica a cómo funciona actualmente el mundo, algo que nos lleva, necesariamente, a cuidar de los nuestros (nuestra familia, nuestros amigos o nuestra banda de rock).
 2- Easy money (Dinero fácil): nueva crítica a la banca y a Wall Street iniciada con una base programada y continuada con folk puro y duro a lo Seeger, con violines, acordeones, flautas y coros. El tema habla de dos estafadores capaces de todo para hacerse con dinero fácil. La rápida e inexorable pérdida de valores en la sociedad actual parece preocupar, y bastante, al compositor estadounidense.
 3- Shackled and drawn (Encadenado y cautivo): nuevo viaje a las raíces del folk americano y con numerosos mensajes reivindicativos sobre la actual crisis económica, la miseria del trabajador y las injustificadas e injustificables riquezas de los banqueros. La fuerza de la garganta de Bruce y los fabulosos coros pueden hacer de este tema uno de los grandes momentos de la gira de 2012, uno de esos momentos de total comunión entre los de abajo y los de encima del escenario.
 4- Jack of all trades (Aprendiz de todo): para mí, la gran joya del nuevo disco de Bruce. El magistral piano de Roy Bittan, que recuerda claramente al Ave María de Schubert en sus primeras notas, marca un vals a lo "If I should fall behind" de la gira de 2006 con la Seeger Sessions Band. Pero todo no queda ahí: la trompeta de Ed Manion (de los Miami Horns) y la guitarra de Tom Morello otorgan al tema una grandiosidad que no casa, sin embargo, con la letra de la canción, que habla sobre lo duro que es para un obrero estar en el paro y sentir que no vale para nada...o quizás para todo... La frase de la última estrofa donde afirma que "si tuviera un revólver buscaría a los bastardos y dispararía sin dudar" lo dice todo. Efectivamente, el Boss está muy cabreado.
 5- Death to my hometown (Muerte a mi ciudad): una batería muy bien programada y un coro majestuoso convierten a este tema en el más coral del álbum. Violines, acordeones y flautas celtas colaboran para hacer de esta canción otro himno que será cantado por miles y miles de personas en la gira inmediata al lanzamiento del disco. Es una marcha que habla de la muerte y la miseria de muchas ciudades de su país (y del mundo) a manos, "no de bombas ni de dictadores" sino de "buitres avariciosos (...) que vinieron a devorar la carne de todo lo que encontraban". Y lo peor de todo es que "sus delitos han quedado impunes".
 6- This depression (Esta depresión): “He estado deprimido, pero nunca tanto. He estado perdido, pero nunca tanto. Esta es mi confesión. Necesito tu corazón en esta depresión”, dice la letra de una canción que, probablemente, sea la más floja del disco. Su oscuridad recuerda a "Darkness on the edge of town", aunque queda a años luz de la gloria de aquel álbum, quizás el mejor de su carrera junto a "Born to run".
 7- Wrecking ball (Bola de demolición): tema de 2009 escrito para los últimos conciertos de aquella gira en el Giants Stadium de New York, estadio que iba a ser demolido pocos días después de aquellos maravillosos cinco shows. Sin duda, marcará uno de los puntos más álgidos de sus próximos conciertos al ser coreada por su gran multitud de seguidores en todo el mundo. Tema dramático (sobre todo por los gritos de los coros en la parte final), sensible (por el sentimiento de pérdida descrito en sus versos (cabe recordar que algunos de los mejores conciertos del Boss a lo largo de su carrera han tenido lugar en el ya demolido estadio neoyorquino)) y complicado (con multitud de subidas y bajadas en su ritmo y sus letras), muy Springsteen en definitiva. Su directo es mucho más demoledor que esta versión de estudio, quizás porque el metal no suena igual de compacto que en directo.
 8- You´ve got it (Tú lo tienes): es el tema que más recuerda a "Nebraska" y a "Tunnel of love". Magnífico trabajo de Nils Lofgren a la slide-guitar. Bruce no suena, para nada, a Bruce en muchos momentos de esta canción. Y ello, lejos de criticable, es digno de alabar: se trata de un cálido homenaje al soul de Marvin Gaye y de Smokie Robinson. Sin duda, una de las sorpresas del ábum.
 9- Rocky ground (Tierra rocosa): el experimento más complicado y arriesgado del disco, sin duda alguna. Gospel, hip-hop y mezclas de diferentes bases de ritmo se juntan en un tema que no suena a Springsteen en ningún momento. El coro femenino gospel es fenómenal, sublime. Y la voz del Boss, que recuerda a algún tema de "Devils and dust", suena realmente preocupada por el estado de su país, sobre todo por los alaridos que el propio Bruce hace de coro en segundo término. Estamos ante una gran canción. ¡Y ante el primer rap de la historia discográfica del gran genio de Nueva Jersey!
10- Land of hope and dreams (Tierra de sueños y esperanza): el gran homenaje del disco a la figura del incombustible "Big Man" Clarence Clemons, fallecido el pasado mes de junio. Un tema que viene sonando en cada concierto del músico estadounidense desde que en 1999 la incluyera en el repertorio de la "Reunion Tour" con la E Street Band. Una canción que habla de sueños y esperanza, como su título indica. La versión de este disco es, si cabe, más contundente y emocionante que la original, en directo. Promete ser, sin duda, otro de los momentos de mayor efervescencia de sus directos a partir de marzo. ¡Ganas de escucharla en los estadios, ya! ¡Todos a bordo del tren gospel del Boss!
11- We are alive (Estamos vivos): una auténtica joya folk, de lo mejor del disco, que nos evoca de forma magistral un paseo por el mismísimo Grand Canyon del Colorado. ¡Casi me parece ver al mismísimo John Wayne a lomos de su caballo! Banjos y trompetas completan una canción magistral, un gran final de disco que nos dice que estamos vivos para hacer muchímas cosas todavía. Imposible escuchar este tema sin que los pies y las manos sigan el ritmo. Los silbidos de Bruce al final del tema nos dejan con ganas de más, mucho más, al tiempo que dibujan una sonrisa en nuestros labios. El estribillo dice así: "Estamos vivos / Y aunque los cuerpos yacen abandonados aquí en la oscuridad / Nuestras almas y espíritus renacen / Para portar el fuego y encender la chispa / Para luchar hombro con hombro y corazón con corazón / Para resistir hombro con hombro y corazón con corazón / Estamos vivos".

     En definitiva, estamos ante un disco en el que podemos encontrar desde el rock habitual del Boss hasta temas puramente country pasando por "loops" y bases rítmicas muy próximas al hip-hop y al rap. Un trabajo en el que pueden llegar a sonar, a la vez, un banjo y bases de ritmo pregrabadas. Sin duda, algo diferente, muy diferente a lo que el de New Jersey nos tiene acostumbrados. Sinceramente, no me atrevo a decir si es mejor o peor disco que los anteriores. Eso sí, es algo que suena a nuevo.

     La gira del Boss comenzará el día 18 de marzo en Atlanta. En mayo llegará a Europa. En España se le podrá disfrutar hasta en seis noches diferentes: Sevilla (13 de mayo), Las Palmas (15), Barcelona (17 y 18), San Sebastián (2 de junio) y Madrid (17). Más allá de que a uno pueda gustarle más o menos el disco, ver a Springsteen siempre vale la pena. Y más todavía si viene acompañado de la E Street Band, de la sección de vientos de la Seeger Sessions Band y de músicos de la talla de Tom Morello, Matt Chamberlain y Greg Leisz. ¿Te lo vas a perder? ¡Yo no! Allá voy, Barcelona!

     Para ver las traducciones de las letras, visitar el siguiente enlace de Stone Pony.





martes, 27 de septiembre de 2011

"Nevermind", de Nirvana, en plena adolescencia


     En la última semana de septiembre de 1991, hace exactamente 20 años, vió la luz "Nevermind", el segundo disco de estudio de Nirvana. Ahora todos conocemos el disco, el grupo y al malogrado Kurt Cobain. Sin embargo, en aquel septiembre de hace dos décadas no era así. En el presente artículo me propongo contaros cómo viví (yo, un simple adolescente de apenas 16 años) los meses siguientes al lanzamiento del disco que cambió el panorama musical de aquel momento, junto al "Achtung Baby" de los irlandeses U2.

     En TVE, Rockopop (¡gran programa! ¡qué tiempos aquellos los de programas musicales en la televisión!) nos presentaba la lista de ventas, en la cual dominaban "On every street" (de Dire Straits), "Aidalai" (de Mecano), "Out of time" (de REM) y los discos "Use your illusion I y II" (de Guns ´N´ Roses) y "Ojalá que llueva café" y "Bachata rosa" (del dominicano Juan Luis Guerra). Sergio Dalma triunfaba con "Sintiendonos la piel", Bryan Adams con "Everything I do (I do it for you)", la canción central de la banda sonora de la película "Robin Hood, el príncipe de los ladrones", con un tremendo Kevin Costner, y el número uno de los 40 Principales, la cadena musical más exitosa del momento, era para REM, con "Shiny happy people", desbancando a "Hombres", de Loquillo y los trogloditas.

    El país andaba conmocionado por la trágica muerte, en accidente de tráfico, de uno de los genios musicales más grandes que ha dado este país (y, sin duda, de los menos reconocidos: el cantante asturiano Tino Casal, autor de grandes éxitos como "Eloise", "Embrujada", "Champú de huevo", "Oro negro", "Histeria" o "Pánico en el Edén". Y, entonces, ocurrió. Un día, en la radio, escuché a unos chicos de Seattle que tocaban algo que los especialistas denominaban "grunge", algo de lo que no había oido hablar jamás. Y aluciné. Y flipé más todavía viendo, poco después, el videoclip de aquella canción, titulada "Smells like teen spirit". Aquí os dejo el enlace de la misma para quien quiera volver a recrearse con él. 

     La guitarra de aquella canción sonaba distorsionada, demoledora, contundente, desgarradora. Personalmente, nunca había escuchado algo así. No sabía qué pensar. Me quedé descolocado. Las melenas y los gestos de los componentes del grupo me recordaban a las grandes estrellas del heavy metal (AC/DC, Wasp, Scorpions, Guns ´N´ Roses, etc). No obstante, estaba claro que el sonido no era el mismo. Era especial. Transmitía una energía diferente. Las repeticiones y los cambios de ritmo me desconcertaron bastante. Y los rugidos, ¡sí, rugidos!, me hacían saltar de la silla. Pero me preocuparon notablemente las caras de colgados de Cobain y sus compañeros. Veía en ellos ciertos semblantes de apatía, dejadez, pasotismo. ¿Cómo algo podía transmitirme, a la vez, energía y apatía, fuerza y dejadez? ¿Qué me estaba ocurriendo con aquellos chicos? No lo sabía. Probablemente sigo sin saberlo. Pero ¡me encantaba su música!

     Pero, más allá del sonido y de los gestos de los músicos, lo que me acabó de desconcertar por completo fue la portada del disco: un bebé desnudo en una piscina persiguiendo un billete de un dólar prendido de un anzuelo de pescar. ¿Qué demonios significaba eso? ¡Las portadas de los grupos a los que me resultaba familiar aquel sonido, repleta de monstruos y calaveras, habrían provocado pesadillas y ataques de ansiedad a ese pequeñín! Sin duda, no había ninguna relación entre la foto de la portada y la música que encontrábamos dentro de la funda. Pero era original. Y pasará a la historia como una de las mejores carátulas de todos los tiempos por mérito propio. El bebé en cuestión, Spencer Elden, declararía años más tarde que "siempre supe que yo era el de Nevermind. Me di cuenta a los nueve años. Y ahora soy un chico normal y sé que voy a tener que convivir toda mi vida con eso. Me convertí en un pornostar por accidente".

     Por aquel entonces estudiaba segundo de bachillerato. Recuerdo que todo el mundo, en el instituto, cantaba saltando y dando cabezadas (que no cabezazos) las canciones de "Nevermind". Muchos se dejaron melenas como Kurt Cobain. El fenómeno Nirvana se extendió con gran rapidez como si de un virus se tratase. ¡Bendito virus! Y muy pronto el sonido de Seattle tuvo muchos más seguidores (Pearl Jam, Soundgarden, Stone Temple Pilots, Alice In Chains, etc).

     El disco vendió diez millones de copias en todo el mundo en un año (treinta en la actualidad) y está considerado uno de los mejores de la historia del rock. En concreto, la revista Rolling Stone lo coloca en el número 17 en su lista de "Los 500 mejores álbumes de la historia", al tiempo que señala que "ningún álbum en la historia reciente ha tenido un impacto tan abrumador en una generación -una nación de jóvenes convertidos en punks- y con semejantes efectos catastróficos en su principal creador". Para la revista Time, se trata del mejor álbum de los noventa.

     Canciones como "In bloom", "Come as you are", "Breed", "Stay away" y la balada "Something in the way" han pasado, por mérito propio, a la historia del rock contemporáneo y universal como piezas maestras. Y el final del disco, con "Something in the way", es sublime. Tras más de media hora de agitación convulsiva y levitativa la banda nos invita a relajarnos y a descansar. Pero eso es en la segunda escucha. Porque al finalizar la primera uno solo tiene ganas de volver a darle al play y deleitarse de nuevo con uno de los grandes discos de rock de la historia: "Nevermind", de Nirvana (Kurt Cobain, Dave Grohl, Krist Novolesic, Kirk Canning y Chad Channing).        

           

lunes, 21 de febrero de 2011

U2, ¿en estado puro?



     Incesantes rumores corren a través de internet estos últimos días. Según parece, en mayo habrá nuevo disco de U2. Todo el mundo está expectante. Como siempre, se espera con muchas ganas el nuevo material de una de las más grandes bandas de rock and roll de todos los tiempos. U2 en estado puro.

     No voy a decir que yo no soy uno de esos millones de personas que estará en mayo escuchando con suma atención ese disco. Sin embargo, muchas cosas han cambiado. Para explicarlo, me remito al mes de julio del año 1987. Un mocoso de 12 años de edad monta un pollo a sus padres, quienes le niegan, por supuesto, ir a ver a U2 a Madrid, al estadio Santiago Bernabéu. El chiquillo maldice a sus padres y se queda en casa con los dientes arañando el suelo por no poder ir a ver a los cuatro irlandeses. Pocos días después, Informe Semanal se hace eco del espectáculo. Hubo 114 mil personas en el estadio esa noche. Todo fue apoteósico. Bono, alucinado por el ambiente vivido en la capital española, promete volver a nuestro país lo más pronto posible, preguntándose en voz alta por qué no habían venido a España hasta entonces. El mocoso se promete a sí mismo que, antes o después, verá a su grupo favorito. ¡Donde sea y como sea! 

     Han pasado 24 años. Aquel mocoso tiene casi 36 años, mide 1,95 cms, luce barba y no pelo, y tiene un hijo maravilloso. Por suerte, ha visto en dos ocasiones a su grupo favorito (Barcelona ´97 y Madrid ´05) e incluso ha viajado hasta su Dublín natal. Pero U2 han venido a nuestro país más de 20 veces. ¿Qué ha pasado en estos 24 años para que el chico solamente haya ido a dos conciertos? Por partes.

     U2 ya no están tan activos. Ya no publican tantos discos, ni tampoco tan buenos. En los ochenta publicaron hasta seis trabajos de estudio. En los noventa, tres. En la última década, otros tres. El grupo está apoltronado, montado en el dólar, y ya no se toma con tanta seriedad la música. Ha pasado de ser una máquina de hacer buen rock and roll a fabricar discos que vendan millones y millones de copias por doquier. Son mercaderes que han desechado parte de su carga de pasión inicial.

     Bono está mucho más pendiente de cuestiones políticas, de las cuales no puedo decir nada negativo en absoluto porque está demostrando ser un personaje muy activo e importante, ganándose a pulso un par de nominaciones a los premios Nobel de la Paz (y mereciéndolo mucho más que algunos de los premiados incluso, por cierto).

     Y, lo peor de todo, sus directos se han convertido en espectáculos circenses, con escenarios de varios kilómetros cuadrados, macro pantallas gigantes, arañas gaudinianas, luces casi cegadoras y algunos sonidos pre-grabados, restando importancia a lo que debería ser lo principal en un concierto: la música. Eso por no hablar de los "gallitos" de Bono, cuyos problemas de voz se han agravado hasta no poder ser disimulados. Quizás debido a ello, deben recurrir a los efectos de artificiosidad antes señalados.

     Por todo ello, el mocoso que luego fue chico y ahora es padre ha dejado pasar muchas ocasiones de ver en directo al que todavía sigue siendo su grupo favorito. Porque U2, pese a todas las críticas expuestas anteriormente, todavía son el mejor grupo de la actualidad. Sin ninguna duda. The Edge ha tomado las riendas del grupo, haciendo sonar su guitarra de forma inconfundiblemente maravillosa, la banda sigue marcando muchas de las tendencias musicales de la actualidad y los mensajes que nos muestran sus letras tienen calado en la sociedad de nuestro tiempo. De ahí que en mayo, como millones de personas en todo el mundo, volverá a estar pendiente de la salida del nuevo trabajo, alegrándose de que llegue a número uno en todas las listas de éxitos. 

     "Quien tuvo, retuvo" es un viejo dicho que en el caso de U2 encuentra un nuevo ejemplo. Aún sin la pasión y la contundencia de los ochenta U2 son U2. Eso sí, para la gente que de verdad aprecia el mejor rock and roll de la historia, que escuche los discos de la banda irlandesa de los ochenta. ¡Aquello sí que era U2 en estado puro!