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lunes, 19 de noviembre de 2012

La eternidad de Miliki y los payasos de la tele



     Emilio Alberto Aragón Bermúdez. Nacido en Carmona, Sevilla, hace 83 años. Miliki para los amigos. Todos esos niños menores de 45 años que crecimos con él y sus hermanos Gabriel (Gabi) y Alfonso (Fofó). Todos esos que fuimos creciendo y dejando de lado aquellas canciones que tantas y tantas veces nos hicieron reír y emocionarnos en nuestra infancia. Hasta que crecimos tanto que, como en mi caso, nos convertimos nosotros mismos en padres de otros niños que crecen con las canciones de "los payasos de la tele".
 
     Sí, ya sé que ahora quienes se han convertido en ídolos de nuestros hijos son los "Cantajuegos". Pero, siendo sincero, éstos no dejan de ser de alguna manera "hijos" de aquellos, los originales, los primeros, los auténticos payasos que hicieron que cada tarde de sábado - creo recordar que eran esos los días en que se colaban por todas las teles del país - fuera mágica durante bastantes años.
 
     Recuerdo perfectamente aquella época, a principios de los 80. Fue cuando murió el gran Charlie Rivel (probablemente el mejor payaso de todos los tiempos). Y aún me parece ver, ya entre las tinieblas que nos dejan el paso de los años, a otros personajes realmente entrañables, como el mismísimo Torrebruno. Y, por supuesto, a Gabi, Fofó y Miliki. Bueno, realmente a Fofó no lo recuerdo  - murió en 1976 y no me dio tiempo a conocerlo -, pero sí a Fofito, su hijo, sobrino de Miliki y primo de Milikito, Emilio Aragón.
 
     Aquellas tardes de sábado, como digo, eran mágicas gracias al circo en el que reinaban "los payasos de la tele". Los payasos de ahora ya no son como los de aquella época. Los niños tampoco, eso es cierto. Sin embargo, la ingenuidad, tanto de unos como de otros, permitía una conexión mucho mayor, mucho más directa y auténtica. Por supuesto, no todo estaba tan preparado de antemano como en la actualidad, lo que contribuía a que la relación fuera mucho más desenfadada gracias a la improvisación.
 
     Mi hijo está creciendo muy feliz, a Dios gracias. Y los "Cantajuegos" forman parte de su vida como Miliki y sus hermanos, hijos y sobrinos lo hicieron de las nuestras. De la misma manera que nosotros nos sabíamos de memoria todas las canciones de aquellos payasos nuestros hijos cantan también las nuevas canciones infantiles de moda. No obstante, todavía guardo una copia de una grabación de "los payasos de la tele". Y sí, algunas de las canciones se repiten. Un día mi hijo me dijo al escuchar una de ellas, titulada "Un barquito de cáscara de nuez" - porque se la pongo de vez en cuando, por supuesto -: "¡Papá, esa canción es del Cantajuegos! ¿Por qué la cantan estos otros?". Y yo le respondí: "Esta canción la cantan en el "Cantajuegos", pero no es suya, sino de estos payasos que estás escuchando ahora". Me miró sin entender, como es lógico, pero se puso a cantarla.
 
     Aquel circo desapareció de la tele y de nuestras vidas, pero no para siempre. La semana pasada, sin ir más lejos, visitó mi ciudad el "Circo Alegría", propiedad de la familia Aragón. En él, ahora, reinan los payasos conocidos como "los Gabytos". Aunque la maldita crisis económica que nos azota no me permitió poder llevar a mi hijo a una de sus funciones me emocioné enormemente al comprobar que aquello que alegró mi más tierna infancia sigue adelante, aunque sea de una manera menos impactante y mediática a nivel sociológico.
 
     Y ahí es adonde quería llegar en este artículo. Como Charlie Rivel, Torrebruno, Fofó y Gabi, tampoco Miliki morirá del todo nunca. Porque forma parte de nuestras vidas, más o menos directamente, y ello los hará, a todos, inmortales y eternos. Incluso a través de nuestros hijos, nietos, etc. Porque quienes trabajan por sacar unas sonrisas de las almas inocentes que son todos los niños del mundo estarán vivos por y para siempre. Y los necesitamos. Quizás, ahora más que nunca...
 
 

lunes, 4 de abril de 2011

Pájaros de papel. Emilio Aragón (2009)


     "Pájaros de papel" supone el debut cinematográfico de Emilio Aragón como director, productor y músico. ¡Y vaya debut! Sin duda, lo que cualquier director soñaría. Con la colaboración de Mercedes Gamero en la producción y de Kepa Junkera en el tema central de la banda sonora, Emilio Aragón nos cuenta la historia de un grupo de artistas de vodevil después de que la Guerra Civil les quitara todo menos el hambre.

     El músico Jorge del Pino, el ventrílocuo Enrique Corgo, la cupletista Rocío Moliner y el huérfano Miguel forman una curiosa familia, junto a otras almas perdidas de la posguerra, que intenta vivir y pelear cada día con sus alegrías y sus miserias. Su único aliciente es su música y sus canciones. Y a falta de pan, se dan por pagados con los aplausos.

     Más que una oportunidad en la vida, lo que buscan es algo que comer o un lugar en que dormir cada noche. Sin embargo, todo se complicará, todavía más, al ser puesta en tela de juicio su conducta por el régimen franquista, lo que hará que deban tomar una serie de decisiones que se irán convirtiendo en una dura prueba de supervivencia diaria. En una época llena de intrigas y peligros tratarán de continuar adelante hasta llegar a alguna parte en que poder dormir tranquilos y sin sus cotidianos temores.

      Imanol Arias interpreta el que, en mi opinión, es uno de los papeles de su carrera. Da vida a Jorge del Pino, un músico que ha perdido a su mujer y a su hijo en la Guerra Civil. Tras más de un año desaparecido y alejado de la escena y de su amigo Enrique Corgo (interpretado por Lluís Homar), se decide a volver a su trabajo, lo único que le queda de su vida anterior. Inteligente, carismático y con un gran sentido de responsabilidad, reaparece en el mundo de los vivos. Su amigo Enrique, ventrílocuo, es un personaje sereno y hábil, sensato y humano. Ambos se conocen desde hace muchos años y son fieles amigos el uno del otro.

     Carmen Machi interpreta el papel de Rocío Moliner, una cupletista realista que ve que los años pasan y debe buscar un marido que la mantenga, plenamente consciente de que su tiempo de cupletista está llegando a su fin. Mujer buscavidas, acabará seduciendo al alcalde de uno de los pueblos por los que pasa su compañía de vodevil, viéndose obligada a abandonar a sus amigos y compañeros, no sin antes conseguirles algunos favores a través de su "marido".

     Roger Princep da vida a Miguel, un falso huérfano que busca a su madre, cuya foto siempre le acompaña a todas partes, donde quiera que él vaya. Tiene diez años y por su experiencia de vida se las sabe todas. Pese a ello, su corta edad hace de su ingenuidad y su curiosidad su carta de presentación. Es un artista de los pies a la cabeza y su pillería es digna del más famoso de los lazarillos españoles de otros tiempos. Se trata del personaje más conmovedor de esta historia: impertinente y metomentodo, pero también sincero, tierno y encantador.

     Uno de los temas secundarios de la trama, pero no por ello menos importante, es la búsqueda de la madre de Miguel por parte de Jorge, quien dará con ella finalmente. Sin embargo, ésta se encuentra recluida en una institución psiquiátrica, por lo que Jorge decide no contar la verdad al jovenzuelo, que es como su segundo hijo.

     "Pájaros de papel" es una llamada a la esperanza en tiempos de desesperanza y destrucción de quienes no opinan igual que el régimen dictatorial establecido en España. Un intento, conseguido por cierto, de vislumbrar un mundo mejor en el horizonte, por muy lejano que éste se nos presente. Aunque la tragedia se ve venir desde muy pronto, sin duda, es éste el mensaje que debe quedar tras el visionado, muy recomendable, de esta película. La escena en que Jorge y Enrique cantan la canción "No se puede vivir con un Franco" no tiene desperdicio. Para mí, la escena de la película. "Pájaros de papel": un chorro de aire fresco en el panorama cinematográfico español actual.