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viernes, 21 de enero de 2022

Renegados: Born in the USA. Barack Obama/Bruce Springsteen. Debate. 2021. Reseña






    Durante los últimos meses de 2020, en plena pandemia, Barack Obama y Bruce Springsteen grabaron en el estudio que el músico tiene en su rancho de Nueva Jersey ocho podcasts que, bajo el título de Renegados, recogieron una serie de conversaciones y reflexiones de ambos sobre temas fundamentales de la vida cotidiana y la Historia de los EE. UU., sobre ellos mismos y sus respectivas carreras y también sobre sus familias. Presentados originalmente en marzo de 2021, finalmente llegaron en noviembre a las librerías como libro de gran formato. Un volumen muy atractivo --aunque no excesivamente cómodo de leer debido a su tamaño-- que incluye extras de los podcasts originales, así como fotografías inéditas de ambos, manuscritos de canciones y discursos, notas aclaratorias y explicativas de los diferentes temas tratados y fotografías de sucesos históricos y de aquellos quienes según los autores fueron y son héroes de la patria.   
    
    Resulta imposible resumir todos los temas tratados --y tampoco es el objetivo de esta reseña--, pero sí me gustaría destacar algunas cuestiones que me han resultado especialmente interesantes. Por ejemplo, la difícil relación que ambos tuvieron con sus padres. El político prácticamente no recuerda nada del suyo, puesto que cuando tenía tan solo dos años sus padres se separaron y su padre regresó a Kenia. A partir de ahí, la relación fue muy fría y solo se vieron un par de veces. El músico, en cambio, tuvo que sufrir a causa de un padre que padecía graves problemas mentales y de alcoholismo. Obama tuvo suerte, puesto que pudo tener como modelo de padre a la nueva pareja de su madre, a la que él mismo define como una buena persona. Springsteen, por su parte, reconoce que el miedo a amargar las vidas de sus posibles esposa e hijos lo llevó a destruir todo tipo de relación seria con las mujeres que se encontró durante muchos años.

    Ambos reconocen el gran valor de sus madres, quienes hubieron de tirar hacia adelante pese a que las circunstancias no fueron las más apropiadas en aquellos primeros tiempos. En los dos casos, fueron ellas quienes mantuvieron a flote la economía y la vida familiar. Y sin una sola mala palabra respecto a sus maridos --o ex marido, en el caso de la madre del ex presidente estadounidense--. Además, tanto uno como otro ponen en valor también la gran fortaleza y espíritu de sacrificio de sus respectivas esposas, Michelle y Patti, sin las cuales sus carreras no podrían haberse desarrollado tal y como las conocemos. Mujeres fuertes, independientes, con ideas claras y sabedoras de que no son meras comparsas sino compañeras por igual de sus maridos. Obama buscaba precisamente eso. Springsteen reconoce que le costó algo más llegar a la conclusión de que debía dejar de huir para echar raíces y crear su propia familia y su propio hogar.

    Uno de los aspectos sobre los que dialogan Obama y Springsteen es el que se refiere a la familia y a cómo conciliar sus obligaciones profesionales con la crianza de sus hijos e hijas. El músico reconoce que ser un padre cuarentón que ya atesoraba una dilatada carrera como estrella del rock lo ayudó a la hora de poder tomar decisiones sobre pasar menos tiempo fuera de casa y ayudar a Patti en las tareas domésticas y familiares. En cambio, para el ex presidente fue todo muy diferente. En su carrera como senador --cuando su hija tenía solo tres años-- hubo de pasar un año y medio fuera de casa casi todo el tiempo. Y lo mismo cuando afrontó su carrera presidencial en 2008. Y comenta que eché mucho de menos a mis hijas y cargué con un enorme peso a Michelle. Lo superamos gracias a su heroica capacidad para gestionar las cosas y a la increíble generosidad de mis hijas, que a pesar de todo querían a su padre. 
 
    El problema de la raza ocupa bastantes páginas del libro. Y los autores reconocen que queda mucho camino por recorrer todavía. Así, dice Springsteen, acostumbrado desde su adolescencia a trabajar con músicos de color --y a trabar con ellos una gran amistad--, que en Estados Unidos hemos querido a los negros y a los latinos cuando nos entretienen, pero cuando quieren vivir en la puerta de al lado seguimos siendo una sociedad tribal. Es parte de una tragedia que evidentemente persiste hasta el día de hoy. Estamos ligados a la historia del racismo. A este respecto, reconoce Obama que en los sesenta y setenta ser negro era algo de lo que estar orgulloso y debía valorarse. Las propias luchas que protagonizaban los negros en Estados Unidos eran parte de lo que los hacía especiales. Porque, de alguna manera, se habían fortalecido con el sufrimiento. Y el baloncesto se convirtió en el lugar donde un blanco y un negro podían encontrarse en igualdad de condiciones y ser parte de una comunidad.

    El anti belicismo y la forma en que se hacen determinadas cosas en los EE. UU., especialmente el capitalismo salvaje y devorador de la felicidad que implantó la administración Reagan, también fue objeto de diálogo entre los autores. Springsteen perdió varios amigos en Vietnam. Él mismo se libró de ir a la contienda por una artimaña. Se negó a ir a una guerra a la que los ricos podían decidir no ir simplemente pagando una determinada cantidad de dinero --o incluso matriculándose en alguna universidad--. La injusta y cruel guerra de Irak tampoco se libra de las críticas de este par de renegados. Y sobre el capitalismo, recuerda Bruce que salí de casa con veinte de los grandes en el banco y al final de aquella gira pensé: Oh, Dios mío, soy rico. Me odio a mí mismo. He caído en la trampa. Y recuerda sentir una extraña mezcla de satisfacción y vergüenza al conducir el Chevrolet Camaro que se compró con parte de aquel dinero. 

    Y, sin embargo, afirma Obama que, a pesar de todos los problemas referidos, lo que hace que EE. UU. sea un lugar excepcional no es su riqueza, su tamaño, sus rascacielos o su poder militar. Es el hecho de que es la única nación en la historia compuesta por personas de todas las razas, religiones y culturas, llegadas de todos los rincones del planeta. Y que creemos en nuestra democracia, en nuestro credo común, para unir esa mezcolanza humana y convertirla en un único pueblo. Lo bueno de ser candidato a presidente es visitar los cincuenta estados, conocer a gente que lleva distintos tipos de vida y en diferentes circunstancias, y ver el hilo conductor que nos une. Hay un vínculo, un lazo. Cuando hacemos las cosas bien y realmente somos quienes decimos ser el mundo respira un poco más tranquilo. Me da esperanza la próxima generación. Nuestros hijos creen en la igualdad de las personas casi como una reacción instintiva.

    Renegados: Born in the USA desgrana los sueños y los mitos americanos del músico y del político, la música preferida de ambos y el inicio, desarrollo y definitiva consolidación de una firme amistad forjada a través de los últimos años. Concretamente, desde que en 2008 a alguien del equipo de campaña de Obama se le ocurrió la idea de pedir a Springsteen que amenizara con su música algunos de los actos electorales. Algo que volvió a ocurrir en la campaña de reelección en 2012. A través de sus trescientas páginas conocemos mejor a ambos no como profesionales de sus respectivos campos sino como personas, hijos, maridos y padres. Unas personas quizá demasiado positivas --que llegan a idealizar algunos temas, cuestión genuinamente norteamericana-- pero también anhelantes a la hora de tratar de conseguir para el futuro una nación de iguales pese a las diferencias de cada uno de sus conciudadanos.             


jueves, 5 de junio de 2014

Born in the USA. Reflexiones en su trigésimo aniversario





     Cuando escribo sobre algún trabajo musical suelo hacerlo desde la información, el conocimiento y la documentación previa sobre el disco en sí. En este caso he rehusado este método, pues me apatece reflexionar y divagar sobre él sin nombrar apenas sus canciones, su producción y su método de grabación y trabajo. Este es un artículo diferente. Voy a exponer mis recuerdos y mis sentimientos acerca de un LP legendario y, en mi opinión, sobrevalorado y sacado de contexto. No voy a escribir con la cabeza sino con el corazón. Porque creo que la ocasión lo merece. Allá voy.

     Han pasado treinta años. Treinta. Mis recuerdos de aquello son algo ambiguos. No sé si en realidad son recuerdos o únicamente cosas que he leído y escuchado a través de los años. Trataré de ser lo más sincero posible, con vosotros - que me estáis leyendo - e incluso conmigo mismo - que os escribo -. Treinta años. Son muchos años. Sobre todo para alguien que tenía apenas nueve cuando algo tan grande como Born in the USA entró en su vida.

     Conocí a Bruce con este disco, gracias a una prima tres o cuatro años mayor que yo que se volvió loca por él y por su música con estas canciones. Reconozco que yo estaba en aquella época a otras cosas. En España triunfaba La Unión, con su disco Mil siluetas, que incluyó temas también míticos como Lobo-hombre en París o Sildavia. El grupo español, representante de la Movida madrileña junto a otras legendarias formaciones - Gabinete Caligari, Nacha Pop, Los Secretos, Burning, Radio Futura o la mismísima Alaska - había acabado con la supremacía del Thriller de Michael Jackson, que había arrasado la escena musical a nivel mundial.

     Pues bien, de entre los zombies, las largas coletas y las caras pintadas (o demacradas) del momento surgió él, un guitarrero musculoso que vestía vaqueros y camisetas sin mangas y enardecía a las masas con sus movimientos de caderas. Porque Bruce no es Elvis, pero que le digan a más de una cómo mueve las caderas - y más todavía hace treinta años -. Las imágenes de aquella gira, con estadios repletos de gente día sí y día también, todavía agitan mi cerebro. De alguna manera, a mis inocentes nueve años, sentí que algún día formaría parte de aquella marabunta humana rockera. Gracias a mi prima, por cierto, esté donde esté.

     En plena Guerra Fría Born in the USA, el tema que dio título al disco, fue muy mal entendido por la sociedad. Así que lo que en realidad fue una crítica exacerbada a los gobiernos estadounidenses de los últimos años fue tomado como un himno patriótico. Los mismos jefes de campaña de Ronald Reagan optaron por esta canción como promoción de su candidatura. Nada más lejos de la realidad. Lo que Bruce hizo con el tema fue un homenaje a la lucha diaria de todos los trabajadores de su país que perseguían el sueño americano.

     Ni que decir tiene que yo, un españolito de solo nueve añitos, también sucumbí a la banderita de barras y estrellas. Cómo no. Era la época de E.T. El extraterrestre, de Superman y de los controvertidos JJ.OO. de Los Ángeles. También de la carrera espacial entre los USA (los buenos) y la URSS (los rusos, es decir, los malos). Y a mí Vietnam me sonaba solo por algunas películas que ni siquiera había visto todavía porque no eran toleradas para menores - Apocalypse now, Air America, El regreso, El cazador y, por supuesto, ¡la archi famosa Rambo! -. En fin, que no fue difícil americanizarme

     Sí, 1984 fue un año que cambiaría mi vida para siempre, aunque yo no tenía ni idea entonces. Conocí a Springsteen, vi por primera vez jugar al baloncesto a un tal Michael Jordan, asisití (televisivamente hablando, a mis primeros JJ.OO.) y salió al mercado un disco en vivo, grabado en Red Rocks (Denver, Colorado), tras una devastadora tormenta, de unos irlandeses que se hacían llamar U2. Casi nada. No está nada mal la mezcla, ¿verdad? ¡Como para no cambiar!

     Pero volvamos al Boss y a su Born in the USA. Decir que es su disco más relevante y que su canción homónima es la más conocida aporta poco nuevo. Sin embargo, esto es así solo para el gran público, es decir, para los simples fans o conocedores de Springsteen. Porque si preguntamos a los entendidos y a los super-fans, a aquellos que no dudan en tomar autobuses, trenes o aviones para verle decenas de veces (o incluso centenas en muchos casos - y no exagero: conozco algunos casos así ) la respuesta no es la misma prácticamente nunca.

     Ni la canción ni el disco son los preferidos de sus fans de verdad. Algo que resulta extraño para la mayoría de mortales. ¿Por qué esto es así? Podría haber múltiples respuestas. Pero, por no alargarme en exceso, me quedo con una explicación (que no tiene por qué ser la más válida de todas, pero seguramente sí será compartida por muchos de vosotros): quien de verdad ama y conoce al Boss sabe que se trata de un tipo auténtico, directo y nada artificioso. Y, dejando de lado las letras (magníficas) de las canciones, en varios casos mucho más cercanas a Nebraska, su disco folk inmediatamente anterior, Born in the USA resulta demasiado producido, demasiado comercial. El incesante uso de los sintetizadores le dieron al trabajo un marcado carácter comercial que lo alejó de la línea marcada por el músico desde sus inicios. Nada que ver con sus anteriores discos, desde luego.

     En definitiva: sin negar la inmensa calidad del disco, Born in the USA demuestra una vez más que no tienen por qué coincidir las ventas y la valía real de un trabajo. Es más, estas suelen ir juntas de la mano en muy contadas ocasiones. Probablemente esta cuestión explique que, pese a contar con algunas de sus canciones más conocidas, rara vez suenan en directo. Y, de hacerlo, son tocadas de forma más rockera  e improvisada que como aparecieron en su día en el disco, hace ya treinta años. 

     Como veis, no he hablado de las doce canciones que formaron parte del LP. Son muy conocidas. Pero, por si acaso, os dejo el disco entero para quien se anime a escucharlo. Quizás podáis darme la razón el algunas cosas; a lo mejor me las rebatís. Así es la música y así es la vida. En cualquier caso, larga vida al Boss y al rock and roll...