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sábado, 30 de noviembre de 2019

The Wall, de Pink Floyd. El único muro que jamás deberíamos derribar cumple cuarenta años





     Hoy, 30 de noviembre de 2019, se cumplen cuarenta años de la publicación en Reino Unido y Europa --en EE. UU. se lanzó el 8 de diciembre-- de uno de los mejores discos de la banda británica Pink Floyd y también de la historia del rock. Fecha que bien merece unas líneas como conmemoración-homenaje a semejante hito musical. Porque seis años antes de abandonar el grupo e iniciar un largo litigio contra sus ex compañeros y una dilatada carrera en solitario, Roger Waters nos legó en forma de disco doble --26 temas-- una especie de autobiografía musical y personal que ha pasado a la historia por méritos propios. Y lo hizo narrándonos la historia de Pink --alter ego y anti héroe del propio Waters--, un músico ficticio de éxito que se aísla progresivamente del mundanal ruido a causa de una serie de traumas que lo amenazan. El título del disco, por supuesto, fue The Wall.

     La banda, formada por aquel entonces por Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Rick Wright, quien la abandonó justo tras el lanzamiento de este trabajo para regresar una década más tarde, comenzó a tramar el disco tras el incidente de Montreal, Canadá, en el que Waters acabó escupiendo a un fan de la primera fila que se estaba comportando como un energúmeno. El artista fantaseó entonces con la idea de construir un muro entre el escenario y el público. A esa primera piedra del muro se fueron añadiendo otras: el horror de la guerra --el padre de Waters murió en combate durante la II Guerra Mundial--, el fracaso sentimental --Waters se había separado tres años antes de su esposa y novia de toda la vida, Judy Trim--, la locura --Syd Barrett, miembro fundacional del grupo, hubo de abandonarlo por serios problemas mentales, siendo sustituido por Gilmour--, la sobre protección materna, la violencia policial o la rígida educación infantil. 

     La primera canción del primer disco --el lanzamiento original estaba constituido por dos vinilos--, In the flesh?, da comienzo al show, y ese fue precisamente el nombre de prueba del tema. Le sigue The thin ice, que hace referencia a las grandes consecuencias que trae la guerra sobre muchos huérfanos. Another brick in the wall se divide en tres partes, las cuales constituyen tres de los temas básicos del álbum. La primera de ellas describe la multitud de traumas que fuerzan al protagonista, Pink, a ir añadiendo piedras al muro. La segunda es la pieza más conocida del disco, y trata sobre las estrictas normas establecidas en las escuelas durante los años cincuenta. Según Waters, los centros se ocupaban más de mantener la férrea disciplina que de la transmisión de los conocimientos. Así, la letra llega a hablar de la existencia de una cadena de montaje a través de la cual se va alienando progresivamente a los alumnos. La tercera parte habla de un muro ya casi terminado de construir. Pink se queda atrapado tras él, víctima del engaño de su esposa y de su propia enfermedad mental a causa de su aislamiento del mundo.

     The happiest days of our lives aparece en el disco entre las dos primeras partes de Another brick in the wall y atribuye la violencia de los profesores a los traumas que ellos mismos padecen en su vida cotidiana. Mother habla de la culpabilidad de la madre de Pink --controladora, manipuladora y absorbente-- respecto a la construcción de un muro tan alto. Goodbye blue sky abría la cara B del primer LP. La presencia de aviones bombarderos terminan con la inocencia de los niños, las grandes víctimas de las guerras. Le siguen Empty spaces y Young lust. Un Pink ya adulto sale de gira y va de aeropuerto en aeropuerto, sin ver a su esposa durante meses. Descubre su infidelidad, y su degeneración crece más rápidamente todavía, lo que causa que la construcción del muro se acelere. One of my turns y Don´t leave me now nos hablan de una relación sexual en un hotel entre Pink y una fan, un acto de despecho que acaba en violencia y soledad. Goodbye cruel world pone fin al primer LP. Un tremendo estado de desesperación hunde a Pink hasta el punto de llegar a pensar en el suicidio.

     El segundo disco comienza con Hey you, tema en el que el muro está recién terminado y Pink se pregunta si ha hecho bien en aislarse tras él y si todavía es posible reconectarse al mundo del que se ha retirado. La desolación va in crescendo en Is there anybody out there? y Nobody home, canciones en las que la soledad se apodera tanto de Pink como de su casa vacía. Vera supone un instante de nostalgia y recuerdo --Vera Lynn fue una cantante británica de moda durante la II Guerra Mundial, quizá del agrado del padre de Waters--. Bring the boys back home vuelve a llevarnos al tema de la barbarie de las guerras. Comfortably numb es la pieza que cierra la cara A del segundo LP. Está considerada, junto a la segunda parte de Another brick in the wall, como los dos grandes temas del disco. Hace referencia a un hecho real vivido por Waters en junio de 1977, cuando unos fuertes dolores abdominales que luego fueron diagnosticados como hepatits estuvieron a punto de provocar la suspensión de un show en Philadelphia. Un médico le pinchó un relajante muscular que lo dejó cómodamente adormecido --título de la canción en castellano-- para que pudiera tocar.

     The show must go on da inicio a la cara B del segundo disco. Busca sonidos a lo Beach Boys --Bruce Johnston hizo los coros-- y Queen --que haría un tema de idéntico título doce años después--. In the flesh habla de un Pink que, alucinado por las drogas, viste un disfraz de dictador fascista para cantar ante las masas. Run like hell --otro de los temás icónicos del disco y de la banda-- ahonda en la idea del fascismo. En ella, Pink pide a su audiencia arrasar los barrios vecinos, repletos de minorías de negros, judíos y homosexuales. Su locura llega al máximo en Waiting for the worms, canción en la que los gusanos controlan la mente de un Pink ya sin remedio. Un Pink que piensa en encender las duchas y prender los hornos. En el tema Stop, por fin se cansa de su disfraz de fascista y detiene su alucinación. Se declara culpable de la construcción del odioso muro y se somete a su propio juicio en The trial, donde suben al estrado la madre, la esposa y el maestro. El juez decide el derribo del muro y obligar a Pink a socializar y a volver a vivir de acuerdo a la lógica humana. Outside the wall cierra la ópera para que Pink, una vez derrumbado el muro, pueda abandonar la soledad y la depresión. 

     The wall, pues, no es un LP convencional, sino que tiene un hilo conductor --la desgracia de Pink-- a través del cual se nos cuenta una historia. Por tanto, estamos ante un trabajo conceptual de gran complejidad lírica y musical que ha tenido un hondo calado en la escena musical durante estos cuarenta años. Una obra tremendamente arriesgada y, desde luego, muy ambiciosa solo al alcance de un gran genio como Roger Waters. Si a este le unimos además a Gilmour, Mason y Wright, amén de las aportaciones de Bruce Johnston (Beach Boys), Jeff Porcaro (Toto), James Guthrie (Judas Priest), Bob Ezrin (músico y productor de algunos de los trabajos de Lou Reed, Alice Cooper, Kiss o Peter Gabriel) y la Orquesta de Nueva York y los coros de la Ópera de Nueva York, tenemos un caldo de cultivo óptimo para crear uno de los mejores discos de la historia del rock. Un trabajo que incluso trasciende al propio rock para convertirse en una excelente ópera.

     The wall fue el disco doble más vendido de la historia, aunque no voy a perderme en las mareantes cifras de los millones de discos vendidos, discos de oro y de platino, etc. Simplemente, acabaré este recordatorio anotando que el proyecto fue culminado tres años después (1982), cuando el director británico Alan Parker (El expreso de medianoche, Fama, The commitments, Evita o Las cenizas de Ángela) llevó a  la gran pantalla, bajo guión del propio Roger Waters, la historia de Pink y su metafórico muro. La película, considerada de culto, contó con Bob Geldof (líder y vocalista de The Boomtown Rats y organizador del Live Aid y del Live8) como Pink. Se dan la mano en el film el simbolismo, el surrealismo, el gore, la violencia, las situaciones sexuales y unas espectaculares secuencias de animación a cargo de Gerald Scarfe. Todo para ilustrar con imágenes un trabajo ya de por sí redondo. Quizás sea un muy buen día para escuchar el disco y ver la película. Cuarenta años son muchos --o pocos, según se mire--, pero el caso es que The wall sigue de plena actualidad y vigencia. A buen seguro, es el único muro que jamás deberíamos derribar.              

              

lunes, 29 de septiembre de 2014

El librero de Kabul. Asne Seierstad. Maeva. 2003. Reseña





     Licenciada en filología rusa y española, la escritora noruega Asne Seierstad colabora desde hace años en diversos medios escandinavos desde distintos lugares del mundo. Ha cubierto muchos de los conflictos bélicos contemporáneos. Asi, de sus estancias en Irak y Serbia nacieron las novelas Ciento y un días y De espaldas al mundo, donde cuenta sus experiencias en sendos países.

     Cuando en 2001 la Alianza del Norte invadió Afganistán en busca de Bin Laden y sus secuaces de Al Qaeda, responsables de los atentados del 11S en Nueva York y Washington, la corresponsal Seierstad acompañó a las tropas para cubrir la información. Tras la caída del régimen talibán se alojó en la casa de un conocido librero de Kabul, Sultán Khan. Alli escribió El librero de Kabul.

     La amistad nacida entre la escritora, Sultán y el resto de la familia fueron el caldo de cultivo de una novela que me ha sorprendido e informado por igual desde sus primeras páginas. Es una novela que entretiene, cultiva y nos hace reflexionar sobre la situación de un país tan poco conocido como apasionante. A través de sus 270 páginas uno  puede llegar a sentir la irresistible necesidad de viajar hasta aquellas tierras. En otros pasajes, sin embargo, se alegra de estar tan lejos de allí.

     El libro constituye un documento interesante para conocer de primera mano los modos de vida de los afganos a lo largo de los últimos cincuenta años: el gobierno de Zahir Shah, la intervención soviética, el régimen talibán y la ocupación internacional tras la guerra de 2001-2. La novela describe los acontecimientos acaecidos en el Kabul inmediatamente posterior a la caída del sistema talibán, así como la vida cotidiana de una familia afgana acomodada.

     Durante su estancia en Kabul Seierstad pudo vivir, documentarse y escribir la historia con  total libertad dada su condición de mujer occidental, lo cual le permitió alternar en ambientes femeninos y masculinos a la vez, algo impensable para las mujeres afganas. El personaje central, Sultán Khan, es un librero amante de las Humanidades, las artes y la poesía de su país. No obstante, su carácter progresista en cuanto a la cultura contrasta de forma radical con su conservadurismo en relación a los negocios y los asuntos familiares.
 
     Un hombre afable fuera de casa se puede convertir, por lo visto en este libro, en un auténtico dictador dentro de su propio hogar. La religión, las costumbres y la necesidad del mantenimiento de las formas encorsetan tanto a la sociedad afgana como a la familia Khan. Hasta el punto de que todos sus miembros respetan al líder de la familia, llevando una vida oprimida y vacía únicamente por no contrariarlo y buscarse problemas mayores.

     Los hijos de Sultán deben obedecer a su padre a rajatabla pese a gozar de una cierta libertad. Algo que no ocurre con las hijas, quienes viven para atender la casa y a sus familiares masculinos. Aún con todo, no conviene tampoco ver al cabeza de familia como un ser despreciable. La autora deja claro que su conducta proviene de una sociedad misógina y opresora y de una serie de vicisitudes ajenas al proprio Sultán. De hecho, hasta en dos ocasiones diferentes sus libros o gran parte de ellos habían sido destruidos o confiscados por los distintos regímenes asentados en el poder. Teniendo en cuenta el marcado carácter patriarcal de la sociedad afagna y el hecho de que las librerías eran el sustento principal y casi único de la familia es de entender que actuara de tal manera.
 
     Otro hecho significativo que llama la atención en el libro es la multitud de grupos y facciones diferentes existentes dentro de la sociedad afgana. Todos ellos luchan por el poder, total o simplemente regional, a través del mando de sus correspondientes señores de la guerra. Asímismo, la visión que tiene la población respecto a los aliados es muy variada. Algunos los consideran los salvadores temporales del pueblo, mientras otros apuestan por  un régimen más radical, al más puro estilo talibán. No en vano, de la multitud de frases que me han conmocionado durante la lectura de la novela me quedo con una que creo define a la perfección cuál es la forma de pensar mayoritaria en el país: cuando los afganos elegimos a nuestros gobernantes de forma más o menos democrática solemos equivocarnos siempre . ¿Verdad que es una frase muy ilustrativa?

lunes, 21 de marzo de 2011

Mi humilde visión de lo que está ocurriendo en Libia


     Ocho años después, y seguimos en las mismas. España entra en una guerra injusta impuesta por los EE.UU.. Evidentemente, muchas cosas han cambiado...pero para llegar de nuevo al punto de partida. En 2003 Bush, republicano, convenció a Aznar, del PP, para invadir Irak con el pretexto de impedir a Saddam Hussein que utilizase unas armas de destrucción masiva que no existían. En 2011 Obama, demócrata, ha hecho lo mismo con Zapatero, del PSOE, para impedir un genocidio en Libia. Qué coincidencia: los mismos signos políticos en ambos casos: derechas en 2003 e izquierdas en 2011. En ambos casos, partiendo de pretextos diferentes, se llega a un mismo interés común: el petróleo. Porque la pela es la pela. Y de eso los políticos entienden, y mucho.

     España está interviniendo militarmente en Libia junto a EE. UU., Gran Bretaña, Francia y el resto de salvadores de la libertad y la democracia mundiales. En teoría, dicen, buscan acabar con un dictador que está masacrando a la población civil de su país. Porque Gadafi ahora es el malo de la película. Eso interesa. Después de 43 años en el poder y de relaciones "comerciales" con Occidente, intercambiando petróleo por armamento (el mismo, por cierto, con el que dicen ahora que está aniquilando a sus propios paisanos, ¡fíjate tú!), la situación ha cambiado. ¿Qué más dará que en estos 43 años haya asesinado, hecho desaparecer y detenido injustamente a sus compatriotas? Qué más dará que haya promovido atentados terroristas en el extranjero o que haya sufragado a las guerrilas de media África, con Sierra Leona o Liberia a la cabeza, solo por poner un par de ejemplos? Todo eso tiene disculpa, ¿verdad? Aunque lo haya hecho con ayuda de Occidente en forma de armas y de mirar para otro lado... Todo eso daba igual, hasta ahora. El quince por cien del petróleo que importa España proviene de Libia, uno de los países que más armamento compra, a su vez, al gobierno español. ¡Qué curioso, verdad!   

     ¿A quién está masacrando Gadafi? A los civiles, dicen desde Occidente. En realidad, se refieren al grupo rebelde de Bengasi, milicianos que disponen de carros de combate y antiaéreos capaces de derribar aviones. Sin duda, nada que se pueda comparar a los rebeldes pacíficos que consiguieron los triunfos revolucionarios de Egipto o de Túnez hace un mes escaso solo manifestándose. ¿Quiénes son estos rebeldes "civiles" en realidad? En este artículo de Ramón Lobo en el blog del diario "EL PAÍS" queda claro. Se trata de una lectura muy recomendable. Pero para quien no tenga ganas o tiempo de leer mucho más aparte de este artículo se lo puedo resumir fácilmente: son uno de los contingentes más numerosos que se ofrecieron voluntarios para invadir Irak hace ocho años. Y además, antigadafistas. Es decir, que se les debía una, para entendernos.
    
     De todo ello podemos afirmar de forma categórica que lo que está pasando en Libia no es una revuelta islámica más, como parecía en un principio, sino una guerra civil en toda regla entre los partidarios de Gadafi y los opositores de su régimen. Los aliados occidentales intervienen allí cumpliendo una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, algo que los que apoyan la intervención en Libia tratan de enarbolar como una bandera de justificación que suponga una diferenciación bien clara respecto a lo ocurrido en Irak hace ocho años, cuando se invadió aquel país sin el apoyo de esta lúgubre institución internacional. Como si la ONU no estuviera desligitimada y falta de sentido por estar, precisamente, en manos de EE. UU. y sus países amiguetes.

     ¿A esos civiles armados hasta las cejas es a quienes pretende salvar la coalición democrática occidental? Desde Libia, Leonor Massanet, una psicóloga y farmacéutica española residente allí, nos está contando estos días una realidad bien distinta a la que nos están mostrando-bombardeando desde el gobierno y los medios de comunicación de este país. Su blog personal es altamente recomendable en un momento como este.

     Gobierno y medios de comunicación están "vendiéndonos la moto" una vez más, como ya pasara en 2003 durante la guerra de Irak. Gadafi, evidentemente, es un dictador aniquilador de su país. Pero también hay dos verdades igual de ciertas: ha contado con el beneplácito internacional durante estos 43 años y los rebeldes tampoco son santos precisamente. Y lo peor de todo, entre el mandamás, los rebeldes "civiles" y la coalición internacional, ¿qué quedará de Libia finalmente? Lo de siempre, destrucción y penuria para "poca ropa".

     Y, por cierto, para acabar con el plano internacional: esos "civiles" rebeldes antigadafistas también son antiamericanistas, lo cual les convierte en una compañía de guerra muy dudosamente recomendable. Como comenta en su artículo Ramón Lobo, la apuesta occidental es muy arriesgada y puede conllevar todavía mayor sufrimiento al pueblo libio en forma de una guerra mucho más larga y sangrienta de lo que habría sido como una guerra civil interna. Otro tanto más que apuntar a esta injusta guerra en la que España vuelve a participar.

     Para acabar, una última reflexión a nivel de nuestro país. Gadafi ha amenzado con emprender acciones en intereses mediterráneos. ¿Qué pasará si España vuelve a ser azotada por el terrorismo islámico y ocurre una desgracia como la que hubo en la estación de Atocha hace ahora siete años? Ciertamente, la posibilidad de que ello ocurra es muy limitada. Pero, ¿y si ocurriera? ¿Qué haríamos? ¿Votar al PP pata castigar al PSOE, repitiendo errores del pasado? Pues no, porque el PP ha apoyado al gobierno de Zapatero en su decisión de tomar parte en la acción contra Gadafi.

      El partido liderado por Rajoy vuelve a equivocarse de nuevo, sin duda. Pero al menos muestra una cierta coherencia en sus decisiones. Apoyaron la guerra de Irak y lo vuelven a hacer en Libia. Igual sucede con Izquierda Unida. Fueron los más críticos con la decisión de Aznar en 2003 y vuelven a serlo hoy contra las medidas de Zapatero.   

     Sin embargo, el PSOE ha cambiado radicalmente de opinión en estos ocho años. Las guerras antes más injustas le parecen ahora las más dignas y humanitarias. Lo mismo cabe decir de "los de la ceja". Han olvidado aquel famoso y magnífico discurso del "NO A LA GUERRA" del 2003. ¿Esperáis grandes manifestaciones esta vez? ¡Pues apañados váis! En fin, una pena que en pleno siglo XXI valga más un barril de petróleo manchado de sangre que todo un país, muerto y destruído...