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lunes, 3 de mayo de 2021

Desayuno en Tiffany´s. Truman Capote. Anagrama. 1990. Reseña

 




    En 1958, con tan solo 34 años de edad, Truman Capote publicó en EE. UU. su novela Desayuno en Tiffany´s. Quienes pudieron tener el privilegio de leer aquella edición de Random House durante los tres años siguientes se imaginaron una Holly Golightly diferente de todos aquellos que la hemos ido leyendo después. Y es que en 1961 el director Blake Edwards rodó la película, cuyo título se tradujo en España como Desayuno con diamantes, interpretada por Audrey Hepburn. Y desde entonces resulta imposible ya leerla sin ver el rostro de la actriz cada vez que aparece en escena el personaje de Holly. Lógico, porque hablamos de una de las mejores y más bellas actrices que ha dado Hollywood a lo largo de toda su historia. Razón por la cual la desdichada Holly Golightly adquiere una nueva dimensión. La censura de la época, además, privó al film de las aficiones de la protagonista (fumar marihuana), su forma de ganarse la vida (mediante la prostitución), su bisexualidad y su anterior aborto. 


    Ciñámonos a la novela, que es lo que aquí nos ocupa, puesto que tampoco la mayoría de acciones de la película tienen mucho que ver con ella. La Holly Golightly de Truman Capote oculta un pasado sombrío que antes o después será descubierto por el narrador y el lector. Por eso mismo, jamás habla de su pasado ni de nada que tenga que ver con ella directamente. Es una escort o chica de compañía que vive una vida extravagante. Por ejemplo, tiene por costumbre desayunar frente a la mítica joyería Tiffany´s. Porque me calma de golpe, ese silencio, esa atmósfera tan arrogante; en un sitio así no podría ocurrirte nada malo, sería imposible, en medio de todos esos hombres con los trajes tan elegantes, y ese encantador aroma a plata y a billetero de cocodrilo. Si encontrase un lugar de la vida real en donde me sintiera como se siento allí, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato. En el fondo, en efecto, Holly es una desarraigada y una farsante. Una desgraciada. 


    Y, además, en el pasado más reciente ha rechazado un papel para la película de Hollywood The Story of Dr. Wassell. ¡De David O. Selznick, ni más ni menos! ¿Por qué abandona Los Ángeles y la posibilidad de ser una actriz rica y famosa y se establece finalmente en Nueva York para ejercer una profesión tan humillante? Así se lo explica ella misma al narrador de la historia, un escritor de poca monta del que desconocemos hasta el nombre: ser una estrella de cine es demasiado esfuerzo, hay que ser tremendamente narcisista. No quiero decir que el ser rica y famosa fuera a fastidiarme. Ésas son cosas que ocupan un lugar importante en mis planes, y algún día trataré de conseguirlas; pero, si las consigo, querría seguir gustándome a mí misma. Quiero seguir siendo yo cuando una mañana, al despertar, recuerde que tengo que desayunar en Tiffany´s. Pero, bajo ese halo de seguridad en sí misma se oculta la verdadera Holly. Una mujer que solo busca, sin encontrarlo, un camino que seguir en la vida.


    La verdad es que la protagonista vive en un edificio medio destartalado del Upper East Side de Manhattan y tiene como vecinos al escritor narrador de la historia, a Mr. Yunioshi y a la temible Madame Spanella, vieja que critica sus comportamientos y sus fiestas nocturnas y que siempre la amenaza con denunciarla a la policía. Bebe a menudo en el bar de Joe Bell, es la protegida de O. J. Berman, hombre de cine que sigue queriendo introducirla en Hollywood pese a sus demostradas reticencias, sale con el millonario Rusty Trawler, que quiere prometerse con ella a toda costa, y acaba compartiendo su piso con Mag Wilwood, una chica altísima que ansía marido. Además, a través de Mr. Shaughnessy, se gana un dinero extra visitando en la cárcel a un mafioso de nombre Sally Potato, de quien afirma ser su sobrina. En realidad, sin saberlo --o quizás sí lo sabe--, pasa el parte meteorológico antes de cobrar. Un parte y unas visitas que acabarán complicándole mucho la vida en cualquier momento. Más pronto que tarde, además.


    Holly enamora de forma irremediable a todos los hombres que pasan por su vida. Entre ellos, al narrador, a Joe Bell, a Mr. Yunioshi, a O. J. Berman y a Rusty Trawler. Y no solo lo hace por su belleza. También porque, pese a su modo de vida, es una buena chica. Una buena chica que huye de unos problemas mientras se mete en otros incluso más graves. Una buena chica que no quiere cambiar de vida o que simplemente ya no puede hacerlo porque es algo imposible para ella. Una buena chica capaz de regalar una preciosa jaula de tres cientos cincuenta dólares para hacer prometer al nuevo dueño de la misma que jamás meterá en ella a ningún ser vivo. Una buena chica que, no obstante, también va partiendo los corazones de todos esos hombres que forman parte de su vida de una u otra manera. Algo que, según se irá viendo con el discurrir de su historia, viene ya de lejos. De su vida anterior. De esa que quiere mantener oculta. De esa que acabará por explotar ante sus ojos en cualquier momento.


    Sobre la bisexualidad y la libertad sexual, temas que rehúye la película, hay una frase en la novela que lo dice todo. Su amiga y compañera de piso, Mag, afirma que me conformaría también con la Garbo. ¿Por qué no? Tendríamos que poder casarnos con hombres o mujeres o... Mira, si me dijeras que pensabas liarte con un buque de guerra, yo respetaría tus sentimientos. No, hablo en serio. Habría que permitir toda clase de amor. Arriesgada frase para una novela de los años cincuenta del siglo pasado, la verdad. Y Holly opina igual. Porque, aunque es una farsante, es una farsante que siente. Una farsante auténtica. Solo alguien como ella diría que tu país es aquel en donde te sientes a gusto. Y aún estoy buscándolo. Solo alguien como ella añadiría que no estoy dispuesta a dar testimonio contra un amigo. Trato a las personas como ellas me tratan a mí, y el viejo Sally, de acuerdo, no fue del todo sincero conmigo, digamos que se aprovechó un poco de mí, pero de todos modos sigue siendo un buen tipo, y prefiero que esa policía gorda me secuestre antes que ayudar a que esos leguleyos fastidien a Sally.


    No obstante, la gran frase de la novela, la que resume el pasado de Holly, y también quizá lo que está todavía por venir, es esta que le dice a Joe Bell: No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje. No hay que entregarles nunca el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo. Pero créeme, es mejor quedarse mirando al cielo que vivir allí arriba. Es un sitio tremendamente vacío. No es más que el país por donde corre el trueno y todo desaparece. Es cierto. A veces, caminar con el peso a cuestas de tu pasado es algo muy complicado. Se hace difícil seguir caminando de esa manera. Y a Holly se la ve cansada, además de desarraigada. Y piensa en una huida hacia adelante.


    Desayuno en Tiffany´s es una magnífica novela corta que se acompaña --en esta edición de Anagrama-- de tres relatos breves, titulados Una casa de flores, Una guitarra de diamantes y Un recuerdo navideño, en los que queda de manifiesto la gran capacidad de Truman Capote a la hora de combinar un tono mundano, un bello lirismo y un mundo repleto de sentimientos a flor de piel. Tanto la novela como los relatos demuestran que no hace falta alargar las historias sin motivo y que la belleza literaria no está formada por páginas sino por palabras. Las justas y necesarias. Así, apenas cien páginas pueden consagrar a un autor para siempre. Y este Desayuno en Tiffany´s es un buen exponente de lo afirmado.           


          

lunes, 26 de abril de 2021

Solo la noche. John Williams. Fiordo Editorial. 2019. Reseña

 




    Conocí al escritor John Williams (Texas, 1922 - Arkansas, 1994) en junio de 2013 gracias a la editorial canaria Baile del Sol, que en 2012 rescató, por vez primera en castellano, la tercera novela del autor estadounidense, Stoner (1965). Una auténtica obra maestra cuya reseña puede leerse en este mismo blog. Quedé maravillado de tal manera que antes de finalizar aquel mismo año leí su segunda novela, Butcher´s Crossing (1960), publicada por Lumen también en 2013. Y en el verano de 2014 me hice con un ejemplar de su cuarta obra narrativa, la histórica (y también espléndida) Augusto. El hijo de César (1973), publicada en castellano por Ediciones Pàmies en 2008. Sabía de la existencia de una primera novela inédita en castellano (titulada en inglés Nothing but the night), le seguí la pista a una posible traducción y, tras siete largos años de espera, por fin pude conseguir un ejemplar de la misma. En este caso, de la mano de la argentina Fiordo Editorial


    En total, cuatro obras --más dos recopilaciones poéticas y una quinta novela (The sleep of reason) que quedó inacabada a la muerte de Williams-- que todo el mundo debería leer. Un autor que todo el mundo debería conocer. ¿Cómo puede haber estado medio siglo escondido un escritor de semejante calidad literaria, versatilidad narrativa y variedad temática? Porque estas cuatro novelas no se parecen absolutamente en nada entre sí. En efecto, Williams igual escribía un western como narraba la historia de un alienado. A lo mejor te sorprendía con una novela histórica a base de cartas como a través de un costumbrismo que te deja noqueado. Un autor, sin duda, muy especial: nada comercial, desde luego, tampoco muy prolífico --transcurrió un cuarto de siglo entre sus cuatro grandes obras narrativas (más las dos poéticas ya reseñadas)--, pero sí notable creador y sobresaliente contador de historias. Unas historias que siempre tocan la fibra del lector.  


    En su primera novela, la que aquí nos ocupa, Solo la noche (1948), Williams anticipa con claridad aquello en lo que iba a llegar a convertirse con el paso del tiempo: un escritor de culto. Al más puro estilo Salinger (El guardián entre el centeno, 1951, aunque ya había sido presentada entre 1945 y 1946 en forma de serie) o Camus (El extranjero, 1942), !ambas también primeras novelas¡, el debut literario de nuestro protagonista nos narra un día de la vida de un alienado, un indolente, un joven que no encaja en el mundo en el que le ha tocado vivir. Un personaje taciturno y desencantado, sin duda a consecuencia de un trauma del pasado que nos será revelado en su momento. Arthur Maxley, como Holden Caulfield o Meursault, no puede controlar el devenir de su vida, sino que vive según sopla el viento. Incapaz de conseguir amor y amistades, su carácter solitario y poco social acaba por meterlo en problemas. Y, como era de esperar, se lleva más de una paliza. 


    Una carta inesperada de su padre, Hollis Maxley, hombre de negocios que pasa semanalmente un cheque a su hijo para que viva sin tener que trabajar ni esforzarse por nada, pondrá patas arriba la ya de por sí infeliz vida del protagonista. Una carta y una posterior comida con su padre que traerán a su presente los fantasmas de su pasado. A partir de esa desastrosa reunión, en la que padre e hijo confirmarán, quizá para siempre, que son incapaces de entenderse y de hacerse entender, Arthur emprenderá un camino desamparado y desesperado hacia el corazón de su dolor. ¿Para buscar algún tipo de consuelo? Claramente. Pero, ¿y si su consuelo es una causa imposible? Con gran sensibilidad y percepción, Williams nos cautiva por primera vez --teniendo en cuenta que esta fue su opera prima-- a través de un relato breve --apenas ciento treinta y siete páginas-- directo pero detallista, compungido, desgarrador --unas veces--, emotivo --otras-- y siempre certero.


    Arthur quiere llevar una vida sana, comer bien, descorrer las persianas de su habitación y dar tranquilos paseos por el parque, pero siempre acaba sucumbiendo ante la bebida y los clubs nocturnos. Como un médico que observa la enfermedad que avanza y no hace nada para prevenirla, a veces se veía a sí mismo de esa manera cuando se sentaba solo y recordaba lo que debía olvidar. Para él, los mejores momentos de la vida son el tiempo perdido. Cuando se es muy joven, cuando la existencia es una perfecta sucesión de días dorados. Tampoco lo ayuda mucho que digamos su extraña relación con Stafford Long. Su amistad (si podía llamarse así) renacía y padecía una indolora muerte abrupta en cada encuentro. No era amistad, nadie podía sentir camaradería con él, pero le envidiaba una superficialidad que lo volvía invulnerable. El caso es que, tal y como sucede con su padre, su último encuentro con Stafford también ha terminado de forma violenta. Y parece que de resolución imposible.


    Tanto Arthur como su padre se pasan el tiempo huyendo del pasado. Deasarraigados de sus propias vidas. Arthur, bebiendo, visitando clubs, empeorando su úlcera, quedándose quieto y solo en su habitación y metiéndose en problema tras problema cuando al fin se decide a salir por las noches. En cambio, durante su reunión, un Hollis impotente y derrotado se sincera con él: corro por medio mundo, siempre en marcha, sin parar. ¿Por qué no puedo instalarme en algún lado? No tengo a dónde ir. Me engaño cuando me digo que nadie puede hacer mi trabajo. Los negocios son una excusa. Eso es todo lo que son. En realidad creo que los odio. Pero me quitan todo el tiempo. A veces pienso que tendría que parar, renunciar, dejarlo todo. Pero es inútil. Una vez lo intenté. Si nunca hubiera empezado habría sido diferente. Pero una vez que empiezas a escapar, ya no puedes parar. Y al final, claro está, no hay escapatoria para dejar de escapar.


    Arthur parece descompensarse por momentos a base de sudores fríos y desdoblamientos de personalidad. Y se pierde en la multitud. Se siente aislado pese a estar rodeado de gente por todas partes. Se angustia y llega a sufrir pequeños ataques de ansiedad y de pánico. Y Williams lo narra de esta manera, tan original como lúcida: una figura solitaria sobre una extensión desértica inmutable no está tan sola como alguien que se pierde en la infinitud de una ciudad abarrotada. Aquel que está solo en el desierto siempre es consciente de su propia importancia, aunque sea mínima, y de su relación con el espacio visible. Pero el solitario en medio de una multitud pierde conciencia de sí mismo como individuo. Los cientos de cuerpos extraños que lo aprietan sin notarlo, los centenares de miradas ajenas que lo observan inexpresivas y sin comprensión, las voces que hablan por encima, a su alrededor, pero nunca con él: ahí está la verdadera soledad. 


    La manera en la que el John Williams de 1948, de solo veintiséis años, destripa la personalidad y la psicología de un joven de veinticuatro es llamativa. Muy llamativa. ¿Quizá el propio autor se sintiera de forma similar al protagonista en alguna época de su joven existencia? Probablemente nunca lo sepamos. Lo que queda claro tras leer sus cuatro obras publicadas es que la recuperación de este autor hace justicia en un mundo --el literario-- que pocas veces lo es en realidad. Pero, como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena. Y, como escribió un periodista literario de Los Angeles Review of Books, Williams fue un autor casi incapaz de escribir una mala oración. Servidor da buena fe de ello. Estamos ante uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX. Un narrador como los hubo muy pocos durante el siglo pasado. Lástima que quedara inacabada la novela The sleep of reason...                  



jueves, 8 de abril de 2021

La fiesta del Chivo. Mario Vargas Llosa. Alfaguara. 2000. Reseña





    El 30 de mayo de 1961, tras casi treinta y un años de tiranía, murió asesinado en Ciudad Trujillo --antes de 1930 y después de 1961, Santo Domingo de Guzmán-- el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. La conocida como Era de Trujillo fue una de las más duras y sangrientas dictaduras militares del siglo XX en toda América Latina. Represión de la oposición, anticomunismo, culto a la personalidad, monopolio empresarial en manos suyas y de su familia, inexistencia de libertades civiles, intento de exterminio de la población dominicana de origen haitiano y violación sistemática de los derechos humanos (desapariciones, delaciones, detenciones ilegales, torturas, etc) fueron señas de identidad del gobierno de Trujillo. Conocido como el Benefactor, el Padre de la Patria Nueva, el Generalísimo, el Jefe o el Chivo, cayó en una emboscada a las afueras de la capital a la edad de setenta años.

    La fiesta del Chivo, la novela de Mario Vargas Llosa publicada en España en el año 2000 por Alfaguara, narra las últimas horas de vida del tirano de la República Dominicana. Un país de tres millones de habitantes en el que no todos tenían el mismo respeto y el mismo miedo ante el Chivo y en el que un grupo de valientes trazó un plan para acabar con él y llevar a la república hacia una transición a la democracia. La pluma del futuro Premio Nobel de Literatura 2010 nos hace vivir in situ las frenéticas horas anteriores y las semanas y meses inmediatamente posteriores al asesinato del Benefactor. Intrigas, luchas intestinas entre los hombres más cercanos al Generalísimo, un asqueroso derecho de pernada medieval en pleno siglo XX, nauseabundas torturas, altas política y diplomacia, equilibrismos y prestidigitaciones maquiavélicas en torno al poder y cómo abrirse paso entre cadáveres son algunos de los temas que nos presenta Mario vargas Llosa en estas más de quinientas páginas.

    La fiesta del Chivo es claramente una novela histórica basada en hechos reales. La mano del escritor peruano nos lleva, con un ritmo pausado y elevado --según requieren los sucesos abordados--, unas escenas significativas y explicativas de la situación narrada en cada página y una precisión milimétrica, a esa República Dominicana truculenta de 1961 en la cual el régimen del tirano agoniza a causa de las sanciones económicas, las presiones de la iglesia católica, las amenazas exteriores y de la OEA (Organización de Estados Americanos) y la posible intervención de los EE. UU. del presidente Kennedy. Así, el asesinato del Jefe, cuyos problemas prostáticos y de erección se acentúan día a día, no hizo más que adelantar el fin de una Era que, de todas formas, estaba ya prácticamente finiquitada. Por tanto, las situaciones narradas forman parte del maquiavélico plan desarrollado --con ayuda de la CIA-- para tratar por todos los medios que ningún familiar de Trujillo buscara prolongar bajo su figura la tiranía del Padre de la Patria Nueva.

    El personaje de Urania Cabral es el único ficticio de la novela. Con ella, Vargas Llosa nos quiere contar la historia de una joven anónima que regresa a la isla treinta y cinco años después de jurar que no volvería a pisarla por nada del mundo. En 1961, tan solo quince días antes del asesinato de Trujillo, huyó de su país asqueada, abandonando a su familia para siempre. Jamás contestó a ninguna carta ni descolgó el teléfono a ningún familiar, especialmente a su padre, ejemplo personificado de hasta dónde puede llegar un hombre (caído en desgracia en las postrimerías de un régimen al que ha servido durante más de treinta años) a causa de sus ansias de poder y de figurar. Urania tiene ahora cuarenta y nueve años, sigue sintiéndose vacía y sucia, y afirma haber sido incapaz de tener un solo amor durante esos treinta y cinco años. Tampoco es capaz de decir el motivo de su regreso, un retorno a ese Santo Domingo --por aquel entonces, todavía Ciudad Trujillo-- que ya no es el mismo. Como tampoco lo es ella misma. 

    La narrativa de la novela se mueve en todo momento a modo de flashbacks en torno a tres ejes fundamentales: la historia personal de Urania --en 1996 (momento presente de la novela) y en 1961--, la historia de Trujillo --a lo largo de los treinta y un años de su dictadura y en el día de su muerte, el treinta de mayo de 1961-- y los asuntos de los conspiradores y asesinos del Chivo --desde los últimos años, durante la jornada del asesinato y, en el caso de los únicos dos supervivientes, a través de los días, semanas y meses de posterior oscuridad, huida y escondite--. Ni qué decir tiene que los retratos psicológicos de cada uno de los personajes --reales o ficticio (Urania)-- son fruto de un complejo y elaborado proceso de documentación, una imaginación sin duda basada también en hechos reales --la angustia vital de Urania es real, aunque el personaje no lo sea, porque seguro que hubo muchas mujeres como ella en aquella República Dominicana tiranizada-- y un saber hacer solo al alcance de un genio de la altura del Premio Nobel peruano.  

    Como historia viva que es --pese a tratarse de una novela--, La fiesta del Chivo es una forma muy amena pero instructiva de adentrarnos en uno de los capítulos más abominables de la historia de la América Latina del siglo XX. El ejemplo de Trujillo, no en vano, fue seguido en las décadas siguientes por otros siniestros personajes en otros lugares: Tiburcio Carías Andino en Honduras (1933-1949), la dinastía de los Somoza en Nicaragua (1934-1979), Fulgencio Batista en Cuba (1952-1959), Gustavo Rojas Pinilla en Colombia (1953-1957), Alfredo Stroessner en Paraguay (1954-1989), Hugo Banzer en Bolivia (1971-1978), Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), Aparicio Méndez en Uruguay (1976-1981), Jorge Rafael Videla en Argentina (1976-1981) o Manuel Noriega en Panamá (1983-1989) no dudaron en seguir los pasos del dictador dominicano. Más de medio siglo de violencia intestina en un continente plagado de pequeños y grandes tiranos arrancó con la figura del Benefactor.

    El aspecto militar siempre jugó un papel vital en todos estos casos. También, obviamente, en la República Dominicana de Trujillo. Johnny Abbes García fue la mano derecha del tirano como jefe del Servicio de Inteligencia Militar (SIM). ¿Cómo logró montar por casi toda América Latina y Estados Unidos una red tan eficiente de informadores gastando tan poco dinero? Trujillo admiraba la sutileza y originalidad con que libraba al régimen de sus enemigos. Contribuyó también el hecho de colocar como presidente de la república a un títere al que manejar desde detrás sin ningún tipo de escrúpulos. Joaquín Balaguer, sosegado, hábil y buen diplomático y negociador, manejó con gran templanza los grandes problemas del régimen. El Concordato entre la República Dominicana y el Vaticano, que Balaguer negoció y Trujillo firmó en Roma, en 1954, legitimaba las acciones del régimen ante el pueblo dominicano. Balaguer, por cierto, dio un gran paso al frente tras ser asesinado el Chivo y se convirtió en el gran protagonista de la transición a la democracia en su país. 

    En efecto, Balaguer pasó de su tradicional ni un instante, por ninguna razón, perder la calma a, con toda la sangre fría habida y por haber, jugarse el todo por el todo. Así, en las semanas y los meses posteriores a la muerte del Generalísimo hubo de lidiar con situaciones muy comprometidas con Ramfis, el temerario hijo mayor del Chivo, y con los hermanos del dictador. En las crisis se conoce al verdadero estadista, le felicita al final Calvin Hill, agregado estadounidense en la capital dominicana tras la huida de todos los familiares de Trujillo. Un gran ejemplo, sin duda, de cómo alguien puede sorprender a sus rivales políticos --por ejemplo, al militar Johnny Abbes García-- para hacerse con el poder de forma absolutamente inesperada. La fiesta del Chivo es también, por todo lo reseñado, un ejemplo de cómo utilizar la narrativa para traernos la Historia con todo lujo de señales. Si cualquier estudiante de la Historia contemporánea de América Latina quiere aprender mientras se entretiene y disfruta, esta es su novela. Sin ninguna duda.

    Aunque a Vargas Llosa tardaron una década en concederle el Premio Nobel, seguro que la Academia sueca tomó muy buena nota de esta novela. Hasta la fecha, la mejor de este autor que he podido leer. Cien por cien recomendable para los amantes de la Historia y para quienes gustan de leer historias muy bien estructuradas y narradas. Un placer para los sentidos que finaliza demasiado rápidamente pese a sus más de quinientas páginas. Se hace corta, muy corta. Y esa es una muy buena señal.               
     


martes, 1 de diciembre de 2020

Un lugar llamado Antaño. Olga Tokarczuk. Anagrama. 2020. Reseña





    Publicada por vez primera en Polonia en 1996 y editada en España por Lumen en 2001, Anagrama reedita para nuestro país una de las obras de la Premio Nobel de Literatura de 2018 Olga Tokarczuk. Graduada en psicología por la Universidad de Varsovia y miembro del partido político Los Verdes --tanto la psicología como lo medioambiental juegan un papel importante en esta obra (la primera suya que he leído)--, la novelista, ensayista, poetisa y psicóloga polaca nos propone en Un lugar llamado Antaño un viaje por el siglo XX polaco. Por su historia, la de sus pobladores, la de sus pueblos y la de sus bosques y montañas. Porque el mundo rural es uno de los grandes protagonistas de esta novela, la cual podríamos calificar tanto como costumbrista como histórica-social. Una novela que nos adentra en un mundo de ficción lejano y desconocido pero que a la vez nos resulta inquietantemente familiar y cercano. Imaginar es en suma crear, es el puente que reconcilia a la materia con el espíritu. La imagen se transforma en una gota de materia y se incorpora a la corriente de la vida. Por eso, todos los deseos humanos se cumplen si son lo suficientemente fuertes. Aunque no siempre del todo, ni tal y como uno esperaba.  

    Antaño es un pueblo ficticio, imaginado por Tokarczuk, situado en pleno centro de Polonia. Un lugar situado en el centro del universo. Al menos, para sus moradores. Un microcosmos que parece tener delimitadas unas claras fronteras con un mundo exterior tan alejado como irreal y prácticamente inexistente. En Antaño conviven el mismísimo Dios --Polonia es uno de los países más católicos del mundo--, ángeles guardianes y almas en pena --estamos también ante una novela con un fuerte componente de realismo mágico--, ríos, peces, caballos, vacas, perros y todo tipo de árboles, plantas y vegetación --el medio ambiente, en suma--, invasores y combatientes de todo tipo de moral y formas de vivir --Polonia fue probablemente el país de Europa más devastado por las dos grandes guerras mundiales del siglo XX, y no me refiero únicamente a la destrucción física sino también a la moral y psicológica-- y una serie de variopintos ciudadanos de los que nos ocupamos a continuación.

    La autora no pierde el tiempo en describirnos a los personajes con sus propias palabras. Lo hace a través de las obras de estos. Es decir, los personajes se describen a sí mismos por sus hechos, sus gestos y sus acciones. Obviamente, también por sus palabras. A lo largo de las doscientas cincuenta páginas de la novela desfilan ante nosotros multitud de hombres y mujeres y niños y niñas. Algunos solo aparecen en una escena. Otros nos llevan de la mano a ese Antaño que unos odian y algunos veneran. Porque el pueblo donde nacimos despierta en nosotros sentimientos contradictorios según los hechos que nos tocan vivir en él. Así, el mismo Antaño que es una prisión para muchos --por ejemplo, Ruta e Izydor, quienes anhelan conocer lugares más alejados-- se convierte en un paraíso terrenal para otros tantos. Como suele suceder en la vida misma. 

    La barbarie y la miseria protagonizan la historia de Polonia en el siglo XX. La Gran Guerra, la dura etapa de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración, el exterminio judío, la terrible posguerra y la posterior dominación soviética son episodios demasiado dramáticos de asimilar, y se sucedieron en apenas medio siglo. No es difícil imaginar que entre la mayoría de los personajes la locura --en todas sus múltiples formas-- campe a sus anchas. Así, Florentynka se entiende mejor con los perros que con las personas; Espiga abandona la prostitución para vivir sola en una cabaña en medio del bosque; el Hombre Malo se aparta también del mundanal ruido y se convierte en un animal más del bosque; el viejo Boski vive solo para arreglar el tejado del palacio del señor Popielski, del que apenas se baja nunca; y el señor Popielski pierde la cabeza y se dedica a jugar a un misterioso juego educativo para un jugador, ajeno a la colectivización soviética, que le va retirando todas sus posesiones.

    El bloque central de los personajes de la novela lo componen Genowefa y Michal y sus hijos Misia e Izydor. Michal sirve en el ejército soviético durante la Gran Guerra. Genowefa, que ha quedado encinta de Misia, deja de tener noticias de su marido y lo cree muerto. Se enamora de un joven judío. Pero Michal vuelve finalmente del frente, sano, salvo y convertido en padre. Luego llega Izydor, su segundo hijo, un chico retrasado que padece hidrocefalia y que se enamora perdidamente de Ruta, hija de Espiga. A Ruta, en plena Segunda Guerra Mundial, la violan sucesivamente soldados alemanes y soviéticos. Decide huir de Antaño para siempre. Claro que he cambiado. ¿Te extraña? El mundo es malo. Tú mismo lo has visto. ¿Qué Dios puede haber creado un mundo así? O Él mismo es malo o simplemente permite el mal. O bien todo se Le ha hecho un lío. E Izydor se queda solo y perdido. Su pasión por los sellos y las cartas lo introducen en un mundo en el que será feliz por un tiempo, aunque también lo pondrá en peligro al ser acusado de espionaje por los soviéticos. Su sueño de ir a Brasil y encontrar a Ruta se desvanece y pierde las ganas de vivir.    

    Un lugar llamado Antaño nos narra la historia de varias generaciones de lugareños. Todos ellos se mueven por las pasiones, las dudas, los anhelos --todas necesitamos niñas. Si nos pusiéramos de acuerdo en tener solo niñas, habría paz en el mundo, le dice la señora Szenbert a Genowefa-- y los miedos. Encontramos nacimientos, amores, desamores, amistad, traiciones, violencia, enfermedades, envejecimientos y muertes. El paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la imposibilidad de evitar esa muerte marcan también muchas de las páginas de la novela. Mientras es joven el ser humano se halla ocupado en su propio desarrollo, se esfuerza por progresar y ampliar sus horizontes. Después, cuando ya es un hombre hecho y derecho, le llega el momento de soñar o de algo todavía más grande. Alrededor de los cuarenta se produce una crisis. La juventud, con toda su intensidad, se cansa de su propia fuerza. Una noche o una mañana, el hombre cruza la frontera, alcanza la cima y da el primer paso hacia abajo, hacia la muerte. Entonces, surge la pregunta: ¿bajar orgulloso de cara a la oscuridad o volver la vista a lo que hubo, mantener las apariencias, fingir que no hay oscuridad alguna y que la luz de la habitación se ha apagado? 

    Las historias de cada uno de los personajes se entrelazan poco a poco hasta convertir el texto en una novela coral que describe una rica y variada temática impregnada de historia, psicología, medio ambiente, lecciones de vida (y muerte) y violencia. Además, Tokarczuk maneja a las mil maravillas el mundo de los contrastes: lo viejo y lo nuevo, lo femenino y lo masculino, lo bonito y lo feo, lo verosímil y lo mágico, la cordura y la locura, la vida y la muerte. Algo muy difícil de plasmar tan solo a través de hechos y pocas palabras. Pero Tokarczuk lo consigue en boca de Genowefa, cuando le dice a su amante Eli: Todo nos separa. Tu eres joven, yo soy vieja. Tú eres judío, yo soy polaca. Tú eres de Jeszkotle y yo de Antaño. Tú eres libre y yo estoy casada. Tú eres puro movimiento y yo ya estoy parada en este lugar. También en el pensamiento del joven Boski, quien estaba seguro de algo: del poder de la educación. La cultura y la educación estaban al alcance de todos. Claro que a otros les resultaba más fácil. Y no era justo. Pero, por otra parte, él también podía estudiar, aunque con mayor esfuerzo. Él debía ganarse la vida y, además, ayudar a sus padres.    

    Afirma Tokarczuk que sus influencias más firmes provienen de Carl Gustav Jung, padre de la psicología analítica; Edgar Alan Poe, cuyas historias fantásticas son mundialmente conocidas; y los escritores Thomas Mann --recordado por su profundo espíritu crítico del alma europea y alemana de la primera parte del siglo XX--, Antón Chéjov --miembro de la corriente más psicológica del realismo y el naturalismo-- y Nikolai Gógol --considerado el primer novelista ruso moderno--. Conociendo este hecho, no resulta extraño que el estilo narrativo de esta obra se desarrolle a modo de capítulos o relatos cortos que, a través de la cruda realidad o del realismo mágico o del mundo de los sueños, nos plantee dilemas morales y psicológicos que nos muevan internamente. Y es que una de las características de Un lugar llamado Antaño es precisamente que las historias, pese a parecernos lejanas en espacio y tiempo, nos atrapan por completo debido a su proximidad temática y humana.                                


miércoles, 2 de marzo de 2016

La tierra que pisamos. Jesús Carrasco. Seix Barral. 2016. Reseña





     Si merced a Intemperie irrumpió con gran fuerza en el panorama literario español La tierra que pisamos confirma lo que ya su obra de debut hacía intuir: Jesús Carrasco (1972) va para grande de nuestras letras. Capítulos cortos, pequeñas píldoras informativas, léxico rico y variado y un torrente de sentimientos en cada uno de sus párrafos siguen siendo las señas de identidad de un escritor que ya es uno de los referentes para muchos otros autores que pretendemos, con mayor o menor fortuna, hacernos un sitio en tan difícil pero apasionante mundo.

     Un Imperio del Norte --inspirado en el comunista-soviético y en el nazi-alemán-- ha invadido España y, tras pacificarla y deshumanizar a sus pobladores, ha dejado que algunos de sus altos mandos se instalen en un pequeño pueblo extremeño para vivir con tranquilidad sus últimos años de vida. Allí, ocupando una casa con una gran parcela, conviven Iosif y su esposa Eva, narradora y protagonista femenina de la historia. De manera despreocupada y ajena a la realidad que los rodea el matrimonio malvive --dicho esto desde el punto de vista de la convivencia-- hasta que hace aparición en la propiedad conyugal un indigente --de nombre Leva-- que parece amenazar su ociosidad.

     La tierra que pisamos es una historia atemporal que defiende valores universales y ataca a los regímenes autoritarios que casi hicieron perecer a la Europa y a la España del siglo pasado. Sin duda, es una novela muy arriesgada que narra con crudeza y gran realismo las atrocidades cometidas por aquellos gobiernos autoritarios, bárbaros y destructores de la humanidad de los invadidos. Y también de los invasores. Porque tanto Eva como Leva saben lo que se siente al perder a seres queridos en nombre de lo patriótico. Estamos, pues, ante una historia emotiva fuerte y dura en la que los personajes resultan intensos y con unos rasgos psicológicos perfectamente estudiados y explicados al lector.

     Como sucediera en Intemperie encontramos un léxico arcaico que recupera nuevas palabras en desuso y otorga a la narración un ruralismo que a estas alturas ya nos va resultando familiar. La prosa --en ocasiones, casi poética-- describe la hostilidad del paisaje del pleno invierno norteño europeo, así como el apego a la tierra de las personas que han vivido en ella junto a otras ya desaparecidas de sus vidas, que no de sus pensamientos. Porque el tipo de novela que escribe Carrasco es mucho más de sentimientos que de hechos; de descripciones que de actos.     

     En ocasiones, las personas necesitamos de la aparición de un extraño en nuestras vidas para poder ver lo que hasta entonces éramos incapaces de ver. Máxime cuando una vida sosegada y sin grandes preocupaciones se ha asentado gracias a la violencia, la barbarie, el horror y la opresión. Es lo que le va ocurriendo a Eva según va sabiendo cosas de ese personaje pasivo, mudo y medio loco que ha ocupado su propiedad. Así, se irá cuestionando su bienestar y acabará convertida en una rebelde capaz de plantar cara hasta al mismísimo cónsul, un personaje incapaz de estar en primera línea de combate pero que disfruta, desde su cobardía, en la retaguardia. Eva parece buscar una especie de redención a través del personaje de Leva.

     La trama de la novela trata los tres temas principales de manera alternativa, dando la información pertinaz según avanzamos en la lectura. Estos tres temas son: el proceso por el cual Eva va sintiendo compasión por alguien de quien al principio desconfiaba (a la vez que su odio respecto a su marido, Iosif, va creciendo); la vida de Leva en el campo de trabajo del norte de Europa; y la detención del protagonista masculino y el exterminio de la población por parte de los pacificadores. Y los personajes ocupan cada cual su espacio. Un espacio que, a veces, llegan a compartir.

     Eva es contradictoria y dubitativa, pero acabará tomando una decisión que le cambiará la vida. Leva está enfermo debido a lo que ha tenido que pasar durante los últimos años. Sufre de ataraxia y parece que nada le preocupa ya. Iosif --¿una especie de Stalin?-- es un machista maltratador, un bárbaro, un criminal. Bloom es un militar del Imperio que, por algún motivo, siente predilección por Leva, al cual protege en determinados momentos de su vida. Y el pequeño pueblo extremeño, otro personaje más, encierra, bajo tierra, el secreto de unas vidas pasadas que no deberían ser olvidadas jamás.

     Quizás La tierra que pisamos no llegue al nivel de su predecesora. Sin embargo, confirma que leer a Jesús Carrasco es una actividad que se debe disfrutar. A pesar, incluso, de que la temática de su obra también nos pueda hacer sufrir por su crudeza y realismo. Intemperie es una obra maestra. Y, como tal, es difícil acercarse a su carácter cristalino. Además: de todos es sabido que las comparaciones son odiosas. El caso es que estamos ante otra obra de indudable valía que no puedo dejar de recomendar a ese tipo de lectores que prefiere leer sentimientos antes que acciones...     

          

martes, 25 de junio de 2013

Stoner. John Williams. 1965. Baile del Sol (2012). Reseña





     Comienzo a escribir esta reseña con cierto temor, algo muy poco común en mí. Cuando un libro me gusta y decido reseñarlo en mi blog suelo tener bien claro lo que quiero decir sobre él. En este caso no es así. ¿Por qué? Pues muy sencillo: veo tremendamente complicado escribir todo lo que la lectura de esta novela me ha hecho sentir. Es una obra que toca tantos temas que se hace difícil expresar con palabras los sentimientos que de ella emergen en cada una de sus páginas. Y de todo ello surge en mi mente una pregunta: ¿cómo es posible que haya pasado desapercibida durante tantos años una novela que debería ser considerada un clásico de la literatura estadounidense (y mundial) del siglo XX?
 
     Lo primero que llama la atención en "Stoner" es su estilo narrativo. Se trata de una prosa elegante que crea una gran empatía con su protagonista principal. Williams demuestra tener una fuerza brutal para narrar historias cotidianas, quizás con la emoción contenida de quien ha amado y sufrido a partes iguales en su vida. La novela está escrita con sencillez, sin aspavientos ni alardes literarios, pero con una honestidad devastadora, cercana, reconocible y que sumerge al lector en un maremagnum de sentimientos y emociones que lo sobrecogen por su gran realismo.
 
     "Stoner" está escrita con el mejor estilo literario que pueda existir: la razón. Y su sencillez contribuye a crear una narración vibrante y genial que nos atrapa. Estamos, sin duda, ante una novela bien contada, bien escrita, conmovedora y fascinante que quita el aliento en muchos momentos de su desarrollo. Una obra de arte que debería ser más conocida (y reconocida). Un perfume exquisito: ese que sólo utilizamos en las ocasiones más especiales y que tratamos que nunca llegue a su final. 
 
     Cuando terminé de leer la novela de Williams lo hice con una doble pena: primero por el simple hecho de acabarla, lo cual puso fin a unas horas de enorme disfrute literario; y en segundo lugar por haber leído la historia de una vida intensa pero no suficientemente aprovechada y disfrutada. Y es que William Stoner es un personaje tímido, inocente, delicado, estoico y casi indolente que a lo largo de su vida va renunciando a vivir la vida en plenitud. Su estoicismo e indolencia nos deja perplejos en muchas de las escenas, viendo cómo acepta, con la máxima dignidad, eso sí, las miserias, las decepciones y los problemas que van apareciendo en su vida cotidiana.
 
     Y, sin embargo, pese a su imperfección, nos transmite una firme sensación de paz, quietud, equilibrio y reconfortante lucidez. Es un personaje muy intenso, inolvidable, entregado a los libros, al saber y a su trabajo que constituye un retrato magistral de un hombre válido, virtuoso y, como ya he dicho anteriormente, lleno de imperfecciones. Stoner es un personaje público (por ser profesor de la Universidad de Misouri) pero anónimo a la vez que tiene un calado excepcional.
 
     Uno de los puntos fuertes de la obra de Williams es la indudable fuerza de los personajes que la componen. Todos están retratados a la perfección, también con sencillez y honestidad, lo que hace que el lector los ame o los odie, involucrándose en la historia sin poder evitar sentir lo mismo que cada uno de ellos.   
    
     Archer Sloane, el profesor de literatura inglesa de Stoner, cambiará la vida de nuestro protagonista para siempre al transmitirle su amor por la literatura, algo que llevará a que Will decida no regresar a la granja de sus padres para dedicarse a estudiar literatura e introducirse en el mundo de la docencia. Este será uno de los pocos actos de rebeldía de Stoner durante toda su vida.
 
     El puzzle de "Stoner" se compone a base de historias corrientes: una esposa odiosa, una hija que se distancia de sus padres, un amor tan intenso como imposible, una amistad poco cercana pero siempre presente, corruptelas universitarias y la intromisión de la Universidad en la vida privada de sus profesores. No obstante, además, es un viaje a los EE. UU. de la primera mitad del siglo XX, con sus dos guerras mundiales y la crisis del ´29 como telón de fondo. Una crisis que pone de manifiesto una gran diferencia entre el pasdo siglo y el actual: en los EE. UU. del ´29 eran los banqueros quienes ponían fin a sus vidas debido a su mala gestión empresarial. Qué diferente a la actual situación, ¿verdad?
 
     John Williams nos presenta una Universidad de la América profunda del siglo pasado. Y lo hace de forma magistral, con todo lo bueno y lo malo que allí hubo, a través de un personaje que quizás sea un alter ego de su propia persona, pues la novela tiene un trasfondo autobiográfico bastante indudable: tanto Williams como su personaje Stoner fueron profesores de literatura inglesa en la Universidad de Misouri.
 
     Resulta increíble que una novela que pasó desapercibida durante tanto tiempo haya conseguido hacerse un hueco en el mundo literario muchos años después del fallecimiento de su autor. Un reflejo de que el futuro de una obra no siempre está ligado al éxito que tenga en los primeros meses después de ser publicada, algo de lo cual me alegro enormemente. 48 años después de su publicación "Stoner" está de plena actualidad en nuestro país gracias a una pequeña editorial tinerfeña llamada "Baile del Sol" que ha apostado por una joya costumbrista que ha de guardarse en un lugar bien especial.