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jueves, 1 de septiembre de 2022

Donde mueren los dragones de jade. Luisa Ferro. Click Ediciones. 2022. Reseña

 



    Han pasado casi seis años desde que Luisa Ferro publicó su magnífica novela El círculo del alba (Planeta, 2016), reseñada en su día en este mismo blog. Puede parecer demasiado tiempo para quienes desconozcan el farragoso trabajo de documentación y escritura de una historia basada en hechos verídicos acaecidos en una época tan antigua y poco conocida como la China imperial de los Song, en pleno siglo XIII. La acción coincide con los últimos veinte años de las incursiones mongolas que acabaron conquistando el único territorio que se mantenía a salvo del dominio del temible Kublai Kan, nieto del no menos conocido Gengis Kan. Desde la capital imperial, Lin´an, la corte deberá huir ante el permanente hostigamiento mongol. Hasta llegar a la isla de Yaishan, donde aconteció una de las batallas navales más grandes de la Historia: la de Yamen. La cual puso fin al imperio e hizo que China ya nunca volviera a ser la misma. Para más inri, Luisa se centra en el bando perdedor, del que, por tanto, se desconocen muchas más cosas con el paso de los años y de los siglos. 

    La historia, dividida en dos libros bajo los títulos El pozo de las luciérnagas y La sanadora del emperador, está protagonizada y narrada en primera persona por un personaje que, aunque ficticio, bien podría haber sido real. Akame es hija del honorable maestro Zheng, procedente de una familia de médicos desde varias generaciones. Viven en una de las calles comerciales más bulliciosas de la capital imperial, donde regentan una farmacia. Allí es donde Akame aprende desde pequeña a leer y a escribir. Y también la medicina tradicional y su vínculo con la filosofía, las matemáticas y la caligrafía. El ambiente de libertad en el que crece Akame choca frontalmente con la sociedad en la que debe vivir. Una chica testaruda, impetuosa y difícil de doblegar debe hacer frente a un futuro sombrío en el que nos inculcaban que nuestro destino estaba escrito y que debíamos obedecer las tradiciones: una mujer debe obediencia a su padre. Luego, al casarse, al marido y, cuando este fallece, al hijo. 

    La vida de Akame comenzó a ser muy complicada desde antes de nacer. Y lo será siempre. Es un constante enfrentamiento a las vicisitudes de la vida, de la familia y de una sociedad cambiante que vive sus últimos coletazos ante la barbarie de una guerra primero inminente y después definitiva. Y los ojos de la protagonista observan con lucidez pero también confusión y horror el fin de su mundo. Un matrimonio temprano, un amor imposible y la enorme dificultad para cumplir su sueño de dedicarse a la medicina provocan en Akame una gran desazón. Por suerte, tiene junto a ella a su inseparable Longyan, un eunuco que heredó a la muerte de su madre y que se convierte en su fiel consejero y cuidador. Su auténtica sombra. Sin embargo, no puede evitar dejar de pensar qué será de ella si resulta yerma o si da a luz a una o varias niñas. En su sociedad los maridos suelen repudiar a sus esposas y concubinas si no les dan varones. Las echan a la calle, sin más, abandonándolas a su suerte y empujándolas a la prostitución o a la muerte.  

    El pozo de las luciérnagas, que da título al primero de los libros de esta bilogía, es el nuevo hogar de Akame tras su matrimonio con Cao, médico amigo y compañero del padre de la protagonista. No obstante, su vida no solo cambia a través de su matrimonio y mudanza a la casa familiar de los Cao, sino que dará un giro definitivo tras conocer, por casualidad, a Mariposa Blanca, concubina del inepto emperador Duzong, siempre ebrio y ausente de las audiencias diarias. Tanto ella como Longyan se convierten en sus máximos sostenes en los momentos de mayor zozobra personal (que son muchos, por otra parte). Sobre todo respecto a su posible futura maternidad: no me veía condicionada a tener un hijo para sentirme una mujer completa. Tenía la responsabilidad de perpetuar la siguiente generación. No tener descendencia estaba considerado como el peor de los pecados. Y no me olvidaba de que llegado el momento yo también tendría que rendir cuentas a Yama, el rey de los infiernos.

    La bilogía comporta, como se ha señalado más arriba e indica la propia autora, un proceso de documentación exhaustivo. Gracias a ello, Donde mueren los dragones de jade constituye un auténtico vademécum de la medicina tradicional china; nos habla de todo tipo de hierbas y recetas medicinales; nos ilustra sobre los enredos y las conspiraciones de la corte, así como de traiciones y redenciones; nos enseña las mil y una supersticiones de la época; nos explica las relaciones entre las esposas y concubinas --solían ser bastante tirantes porque cada una competía por ser el centro de atención del marido-- no solo de los emperadores sino de cada una de las familias del imperio, fuera cual fuera su situación económica y social; y nos ataca directamente al paladar con platos y recetas típicos del lugar y la época reseñados --pudin de arroz, tofu frito en un lecho de espinacas salteadas, pollo en salsa de miel y jengibre, pasteles de batata rellenos de dátiles, carpas en escabeche, cerdo con bambú, bolas de masa hervidas rellenas de setas, etc.

    Además, el lector aprende aspectos casi desconocidos hasta ahora sobre la sociedad china del siglo XIII. Por ejemplo, sobre la castración de los eunucos, el vendado de los pies de las mujeres, el tratamiento de la fertilidad femenina, los zapatos de la longevidad o los protocolos y rituales del parto, del casamiento y de los entierros y lutos. Para un mayor entendimiento de todo ello, al final del libro se incluye un detallado glosario para explicar el significado de algunas palabras y expresiones chinas. También de términos relativos a los meses del año y las horas del día. Y, sobre todo, del papel jugado por la mujer en aquella sociedad. Aspecto que Luisa Ferro define así en boca de Akame: el yin era la debilidad, la oscuridad y el vacío. Correspondía a lo femenino. Su significado era el mismo que definía a la mujer: pasividad, delicadeza, serenidad. Al menos eso era lo que se esperaba de nosotras. Yo, sin embargo, añadiría obediencia, sacrificio, dolor, servidumbre y, aun así, valor frente a la adversidad. El yang era lo masculino: la fuerza, la claridad y la plenitud. Ambos eran contrarios, pero se complementaban. 

    La medicina también está tratada con mucha profundidad a lo largo de ambas novelas. En La sanadora del emperador, Akame destaca lo que me había enseñado mi padre de los conceptos de Confucio al respecto de la forma de proceder de un médico: salvar vidas con amor y actuar con la nobleza del caballero. La bilogía, pues, es de difícil catalogación. Por supuesto, es una novela histórica y de aventuras. Pero también es una crítica socio-política del imperio de los Song. Ser un claro ejemplo de reivindicación de la mujer y su capital importancia en cada uno de los procesos históricos atravesados por la humanidad la podrían convertir también, sin duda, en una novela feminista. Y sus historias de amor irían en la línea de la novela romántica, aunque no de ese tipo de novela de amor empalagosa que tanto gusta a algunas y disgusta a otras --y a otros, claro--. Por no hablar de la obstinada forma con la que Akame lucha por cumplir su sueño de poder dedicarse a la medicina pese a ser mujer. Todo un ejemplo de superación personal. Tema también en auge en la actualidad. 

    Así pues, tras la lectura de ambas novelas --unas setecientas páginas en total--, puedo decir que ha valido la pena esperar estos seis años. Seis años en los que la autora no solo ha ocupado parte de su tiempo en Donde mueren los dragones de jade, puesto que también ha colaborado en las novelas corales España. La novela (Dolmen Editorial, 2018) y España. La novela II. La caída de un imperio (Dolmen Editorial, 2021). Visto lo visto, hará muy bien Planeta en publicar cuanto antes esta bilogía en papel. Tanto la autora como sus historias y sus magníficas portadas merecen que se de ese paso.    




miércoles, 18 de abril de 2018

El arte de la guerra. Sun Tzu. Plutón Ediciones. 2010. Reseña





     Sun Tzu fue un general, estratega militar y filósofo de la antigua China. Su nombre de nacimiento fue Sun Wu, aunque se le conoce mundialmente por su título honorífico, que significa Maestro Sun. Vivió en el siglo VI a. C.. Figura histórica legendaria, ha tenido un gran impacto en la historia y en las culturas china y asiática por ser el autor de El arte de la guerra, un tratado sobre estrategia militar que influyó, más de dos mil años después, a Maquiavelo. De hecho, El príncipe está considerada como la obra filosófica, política y militar más importante desde el tratado de Sun Tzu. Más cercano en el tiempo, encontramos su influencia en los shogunatos y la Revolución Meiji de 1868 en Japón y en la creación de la China Popular por Mao Zedong, quien finalmente consiguió vencer a Chang Kai Chek tras la Gran Marcha, en parte gracias a estos consejos. 

     El tratado de Sun Tzu contiene trece capítulos breves que parten de ideas más generales y se van concretando a base de desarrollar aspectos más puntuales que completan la información de partida. En el primer capítulo, que versa sobre los planes preliminares, habla de los cinco factores fundamentales que determinan las condiciones existentes en el campo de batalla: la ley moral, el clima, el terreno, el mando y la doctrina. Todo el arte de la guerra se basa en el engaño. El capítulo segundo trata sobre la conducción de las operaciones, desaconseja las operaciones largas y el maltrato de los prisioneros y aconseja el saqueo y el aprovisionamiento de riquezas del enemigo. El capítulo tercero, dedicado a la estrategia ofensiva, nos habla de la conveniencia de tomar el país enemigo lo más intacto posible y de que hacer prisionero al ejército enemigo es mejor que destruirlo.

     El capítulo cuarto desarrolla las disposiciones tácticas, asegurando que nuestra invencibilidad depende de nosotros; la vulnerabilidad del enemigo, de él y que no cometer errores asegura el triunfo. El capítulo quinto, La energía, trata de la cuestión de la organización, de las combinaciones infinitas en el campo de batalla y de la necesidad de mantener las apariencias para engañar al enemigo (la confusión aparente indica una disciplina perfecta; el miedo simulado indica valor; la debilidad simulada indica fortaleza). El capítulo sexto versa sobre los puntos débiles y fuertes, y transmite la necesidad de llegar antes que el enemigo al campo de batalla y de que cuando el enemigo esté descansado, has de saber fatigarlo; cuando esté bien alimentado, hacerle pasar hambre; cuando esté descansando, forzarlo a moverse.

     En el capítulo séptimo se habla de las maniobras, que deben transformar un camino tortuoso en la vía más directa y convertir la desventaja en ventaja. Vuelve a hacer hincapié en la importancia del engaño y apuesta por analizar la situación y tomar la decisión conveniente. Además, haciendo referencia a El Libro de la Administración Militar, dice que: como las palabras emitidas no se pueden oír en el fragor del combate, se emplean los tambores y los gongs. Como las tropas no se pueden ver con nitidez durante el combate, se utilizan las banderas y los estandartes. Gongs, tambores, banderas y estandartes pueden unir a las tropas en un punto, de forma que el valiente no avanzará solo y el cobarde no retrocederá.

     El capítulo octavo trata de las variaciones en la táctica. Aconseja no utilizar la misma en dos combates seguidos y subraya los cinco peligrosos errores que pueden afectar al general: si es imprudente, puede perder la vida; si es cobarde, será capturado; si es colérico, puede ser ridiculizado; si su sentido del honor es demasiado susceptible, se le puede avergonzar; si tiene demasiadas contemplaciones con sus hombres, se le puede hacer sufrir.  En el noveno capítulo, titulado En marcha, se nos avisa de que la simple superioridad numérica no debe confiarnos y de que debe tratarse con humanidad a los soldados. Además, afirma que si las órdenes son eficaces, el ejército será disciplinado; si no lo son, el ejército no será disciplinado. 

     Los capítulos décimo y undécimo tratan sobre el terreno y las nueve clases de terreno. El primero clasifica los terrenos en accesibles, difíciles, neutros, cerrados, accidentados y distantes. Asegura que la formación natural del terreno puede ser un factor esencial en el combate, por lo que ha de ser estudiado a conciencia antes de la batalla. Y añade: conoce al enemigo y conócete a ti mismo y tu triunfo nunca se verá amenazado. Conoce el terreno y las condiciones climáticas y tu victoria será completa. En el segundo capítulo de este bloque establece a la rapidez como la esencia misma de la guerra. Cuando el adversario cometa una equivocación has de ser veloz como una liebre. De esta manera, no podrá resistirse.

     El capítulo duodécimo, El ataque con fuego, establece las cinco maneras existentes de atacar con fuego:  quemar a las personas, quemar los almacenes, quemar el equipo, quemar los arsenales y emplear proyectiles incendiarios. Afirma que aquellos que utilizan el incendio para reforzar sus ataques poseen la inteligencia de su lado; los que usan el agua, la fuerza. Y añade que el gobernante sabio delibera acerca de los planes; los buenos generales los ponen en práctica. El capítulo décimo tercero, y último, lleva por título El uso de agentes secretos. La información previa a emprender una guerra es básica para conseguir la victoria final. Y esta no puede conseguirse de los espíritus, ni de las divinidades, ni por semejanza con acontecimientos pasados ni de los cálculos. Es preciso conseguirla a través de hombres. Los agentes secretos se clasifican en : locales, interiores, dobles, falsos y destacados.

     La obra, más allá de los aspectos filosóficos, políticos y estratégicos, es utilizada a día de hoy en múltiples ámbitos que poco o nada tienen que ver con el militar. Es el caso de su uso como guía en programas de administración de empresas y liderazgo destinadas a la gestión de los conflictos y la cultura corporativa. Lo cual otorga una vigencia a la obra de Sun Tzu que no está al alcance de ninguna otra en el mundo. Al menos, de una que data de hace nada más y nada menos que 2.700 años o, dicho de otro modo, 27 siglos.                       

    

miércoles, 11 de abril de 2018

Viento del este, viento del oeste. Pearl S. Buck. Ediciones G. P. 1980. Reseña





     Pearl S. Buck, escritora estadounidense premiada con el premio Nobel de Literatura en 1938, guionista, periodista y activista por los derechos humanos, pasó media vida en China, donde fue llevada por sus padres, misioneros presbiterianos, a los pocos meses de vida. Durante sus ochenta años de vida escribió ochenta y cinco libros de géneros variados (poesía, relato, teatro, guiones de cine, literatura infantil y juvenil, biografía y recetas de cocina). Sin embargo, destacó especialmente en el terreno de la novela. En todas ellas encontramos amables retratos de China y sus gentes. De su estudio de la novela china se nutrió una narrativa de estilo directo y sencillo y siempre preocupada por los valores fundamentales de la vida humana.

     Viento del este, viento del oeste es una de sus obras más reconocidas. Publicada en EE. UU. en 1930, está narrada en primera persona por la protagonista de la historia, Kwei-lan, una joven china de 17 años que asiste, aterrorizada, al choque de civilizaciones contrapuestas --la atrasada China oriental y los EE. UU. como paradigma de los nuevos vientos occidentales--, que amenaza con poner fin a su hasta entonces tranquila y parsimoniosa vida. Recién casada --prometida desde su nacimiento con un médico que, merced a su estancia en Occidente por razones de estudio, ha acogido numerosas formas de vida occidentales--, debe asimilar que la vida adulta quizás no se va a parecer en nada a aquello para lo que su madre la ha preparado.

     Su marido la trata de igual a igual, de tú a tú, algo totalmente contrapuesto a la educación tradicional china recibida por Kwei-lan. Y la joven cuenta las vicisitudes de su nueva vida a una persona a la que se dirige como mi hermana, aunque su identidad se desconoce por completo. La lucha interna de Kwei-lan entre sus valores primigenios y las novedades que en su vida (y, sobre todo, en su mente) va introduciendo su marido la llevarán a ir asimilando de forma progresiva las enseñanzas de su cónyuge, comenzando con la necesidad de quitarse las vendas de los pies y ponerse a caminar en la vida como una mujer que no es sirvienta de su marido sino su igual.

     Por si sus dudas en lo personal eran pocas, su preocupación crecerá cuando su hermano, como anteriormente su cuñado, afincado en EE. UU. para culminar sus estudios, anunciará su deseo primero y su decisión después de romper su compromiso con su prometida, una hija de la familia Li, para casarse con una joven estadounidense de nombre Mary a la que ha conocido en la universidad. Los venerados padres de Kwei-lan se opondrán a semejante aberración, lo que pondrá en jaque a toda la familia. Porque el hermano de la protagonista es el único hijo varón de sus padres, por lo que le corresponde ser el heredero de estos. Aspecto este que lo complica todo sobremanera.  

     A este respecto, reflexiona la narradora así: Hemos aprendido, puesto que las Escrituras Santas nos lo enseñaron, que un hombre no debe nunca anteponer el cariño de su mujer al de sus padres. El que comete ese pecado ofende las tablillas de sus antepasados, ofende a los dioses. Pero, ¿se pueden oponer barreras al ímpetu del amor? El amor se impone, tanto si el corazón quiere, como si no... Finalmente, se dice a sí misma que el amor es una cosa terrible si su vena no se derrama, pura y libre, de corazón a corazón. Así, impotente ante la tensión en la que vive sumida su familia, decide que el amor debe vencer siempre.

     De todo lo anterior se deduce que no solo cobra importancia en la novela ese choque de civilizaciones entre Oriente (o viento del este) y Occidente (o viento del oeste), sino que también lo hace un enfrentamiento entre el viejo orden (la China tradicional y atrasada) y el nuevo (que amenaza con acabar con el anterior merced a la modernidad). Así, Liú, una amiga del marido de Kwei-lan, afirma lo siguiente: Días difíciles para los viejos. Entre los ancianos y los jóvenes ya no existe posibilidad alguna de comprensión; están separados, como un afilado cuchillo separa la rama del tronco. Y es que a veces hay cosas que ya no tienen arreglo.

     Los mundos de Kwei-lan y su familia cambian con la aparición en escena del marido de la joven y de Mary, esposa de su hermano, a la que todos conocen como la extranjera. El aislamiento anterior a estos hechos, con el consiguiente desconocimiento de cuanto ocurre fuera de su casa y de su país, se da de bruces con la realidad: hay otros mundos ahí afuera, y antes o después habrán de juntarse la sangre de los chinos y la de los bárbaros, que así es como se califica a los habitantes de tierras occidentales. Y la narradora cumple a la perfección con su misión: transmitir al lector la zozobra, la agonía de quien ve venir los cambios y no sabe cómo reaccionar ante ellos y ante sus iguales más poco propensos a que tal cosa suceda.

     Viento del este, viento del oeste es una novela que golpea al lector; una historia en la que el amor trata de imponerse a las tradiciones y a los prejuicios; una obra que nos obliga a entender la angustia y el agobio de una joven de tan solo 17 años que debe asimilar que el mundo real es bien distinto del que sus padres le han enseñado; una lectura que nos enseña, además, viejas tradiciones ancestrales de una civilización, la china, en buena parte todavía por descubrir; una novela escrita con el corazón y desde el amplio conocimiento --la de Pearl S. Buck-- de una cultura diferente pero para nada inferior a la nuestra.   

         

miércoles, 23 de marzo de 2011

Las resoluciones de la ONU, la venta de armas y la importancia del petróleo

     En mi anterior entrada os hablé sobre la intervención aliada en la guerra civil de Libia. En ella defendí que la situación es idéntica a la acaecida en Irak hace apenas ocho años. Con esta nueva entrada pretendo afrontar una cuestión que a muchos les sirve para dar legitimidad a la intervención en el país norteafricano. Para ellos, Irak no es Libia porque en este último caso hay una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que autoriza dicha intervención. Se trata de un hecho que en condiciones normales, evidentemente, sí que diferenciaría la situación vivida en Irak (2003) y Libia (2011). Por desgracia, no se dan dichas condiciones. Veamos por qué.

     La resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, del 17 de marzo, autoriza a tomar todas las medidas necesarias para "proteger a los civiles y a las áreas pobladas bajo amenaza de ataques", incluyendo la creación de una zona de exclusión aérea sobre el país y excluyendo explícitamente la intervención terrestre en cualquier parte del país. Como podemos ver, se trata de una resolución de una alarmente ambigüedad teniendo en cuenta la gravedad de la cuestión. Y todo ello porque se realizó con demasiadas prisas. He aquí el primer gran error. Vamos con el segundo: los dos únicos precedentes de creación de dicha zona de exclusión aérea se remontan a los noventa. En ambos casos, Balcanes (1993) e Irak (1991), la medida no sirvió de nada y se convirtió en la antesala de posteriores invasiones militares terrestres. Es decir, que poco o nada se ha aprendido del pasado.

     A las 48 horas de aprobarse la resolución, y a toda prisa, comienza la invasión aliada alegando que Gadafi no solo no ha cumplido con dicha resolución sino que continúa con sus bombardeos sobre Bengasi. Se actúa con rapidez, dicen, para evitar el genocidio.

     Veamos a continuación unas cuantas resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que ni se han cumplido ni se cumplirán ni conllevarán medida ninguna por parte de la ONU:

     a) Resoluciones incumplidas por Israel, entre 1955 y 2003, en referencia a la cuestión de Palestina (evidentemente, no hace falta leerlas todas (incluso yo he hecho un corta-pega para no agobiarme, ni cabrearme, demasiado)):

• Resolución 106 (1955): Condena el ataque del Ejército israelí sobre tropas egipcias en la franja de Gaza.
• Resolución 111 (1955): Condena a Israel por el ataque a Siria que mató a 56 personas, pues viola el armnisticio firmado con Siria, y el alto el fuego provisional establecido por la resolución 54 (1948).
• Resolución 127 (1958): Recomienda a Israel poner fin a sus actividades en la zona que no está bajo su soberanía en Jerusalén.
• Resolución 162 (1961): Urge a Israel a que respete y aplique las resoluciones de Naciones Unidas.
• Resolución 171 (1962): Determina que los ataques de Israel sobre Siria son una flagrante violación de la resolución 111, así como del armisticio firmado entre ambos países.
• Resolución 228 (1966): Censura a Israel por sus incursiones militares en el West Bank, en control de Cisjordania. Condena las pérdidas de vidas y propiedades causadas por estas acciones.
• Resolución 237 (1967): Pide a Israel que permita el retorno de los refugiados que huyeron durante la Guerra de los Seis Días, y que garantice la seguridad de la población civil bajo su control.
• Resolución 242 (1967: Considera inadmisible la adquisición de territorios como botín de guerra y pide la restirada de Israel de los mismos, instando a una solución justa al problema de los refugiados.
• Resolución 248 (1968): Condena a Israel por su ataque masivo y planificado a Jordania. Le exige que respete la resolución 237.
• Resolución 250 (1968): Realiza un llamamiento a Israel para que no realice un desfile militar en Jerusalén el día 2 de mayo.
• Resolución 251 (1968): Lamenta profundamente que Israel llevase a cabo el desfile militar en Jerusalén desafiando así la resolución 250.
• Resolución 252 (1968): Declara inválida la acción de Israel para unificar Jerusalén como "capital judía", ya que, hasta el momento, la sección oriental de la ciudad se encontraba bajo dominio jordano.
• Resolución 256 (1968): Condena las incursiones de Israel en Jordania como violaciones flagrantes de la resolución 252. Y afirma que tomará medidas por la dimensión de los ataques y porque fueron premeditados.
• Resolución 259 (1968): Deplora la demora por parte de Israel en aceptar la visita de un Representante Especial de Naciones Unidas a los territorios recientemente ocupados, que colabore con la puesta en marcha en lo establecido por la resolución 237.
• Resolución 262 (1968): Condena a Israel por atacar el aeropuerto de Beirut.
• Resolución 265 (1969): Condena a Israel por los ataques aéreos a Jordania que violan nuevamente el alto el fuego.
• Resolución 267 (1969): Censura a Israel por cambiar el estatus de Jerusalén sin respetar los establecido por la resolución 252.
• Resolución 270 (1969: Los ataques del Ejército de Defensa de Israel a aldeas en el sur de Líbano son condenados por el Consejo de Seguridad.
• Resolución 271 (1969): Israel es condenada una vez más por desobedecer las resoluciones precedentes de Naciones Unidas sobre Jerusalén.
• Resolución 279 (1970): Demanda la salida de las tropas israelíes de Líbano.
• Resolución 280 (1970): Condena los ataques de Israel en Líbano. Recuerda lo expresado en la resolución 279. Deplora la indiferencia de Israel a las resoluciones 262 y 270.
• Resolución 285 (1970): Exige la retirada inmediata y completa de Israel de Líbano. Los Estados Unidos se abstienen en la votación.
• Resolución 298 (1971): Recuerda las resoluciones anteriores ignoradas por Israel con respecto a no transformar el estatus de Jerusalén. Y pide que se tomen las acciones legales y administrativas contra Israel.
• Resolución 316 (1972): Enumera la larga lista de resoluciones que Israel no ha cumplido en Líbano. Y vuelve a condenar sus acciones militares en este país.
• Resolución 317 (1972): Deplora la negativa de Israel de liberar a los árabes secuestrados en Líbano.
• Resolución 332 (1972): Condena los ataques de Israel en Líbano que violan los armisticios firmados así como varias resoluciones anteriores.
• Resolución 337 (1973): Condena el secuestro de un avión de pasajeros libanés por parte de Israel, así como la violación de la soberanía libanesa.
• Resolución 347 (1974): Condena a Israel por nuevos ataques en Líbano.
• Resolución 425 (1978): Solicita a Israel que retire sus fuerzas de Líbano.
• Resolución 427 (1978): Pide a Israel que complete su retirada de Líbano.
• Resolución 444 (1978): Deplora la falta de cooperación de Israel con las fuerzas de paz de Naciones Unidas.
• Resolución 446 (1979): Determina que los asentamientos israelíes en Cisjordania, los Altos del Golán, la franja de Gaza y Jerusalén Oriental son un obstáculo para la paz en Oriente Próximo. Y pide una vez más a Israel que respete la Cuarta Convención de Ginebra.
• Resolución 450 (1979): Pide a Israel que deje de atacar a Líbano.
• Resolución 452 (1979): Solicita a Israel que deje de construir asentamientos en los Territorios Ocupados.
• Resolución 465 (1979): Deplora los asentamientos israelíes en los Territorios Ocupados y solicita a los Estados miembros que no colaboren con la construcción de estos asentamientos.
• Resolución 467 (1980): Condena la intervención militar israelí en Líbano.
• Resolución 468 (1980): El Consejo de Seguridad se muestra profundamente consternado por la expulsión por parte de Israel, como fuerza ocupante, de tres palestinos, los alcaldes de Hebrón y Halhoul, y un juez de Hebrón.
• Resolución 469 (1980): Deplora la negativa de Israel a hacer caso a la resolución 468.
• Resolución 471 (1980): Muestra una honda preocupación por la falta de respeto de Israel a la Cuarta Convención de Ginebra en los Territorios Ocupados, especialmente a su artículo 27, por el que debe garantizar el tratamiento humano y la protección de los civiles.
• Resolución 476 (1980): Pide que termine la ocupación por parte de Israel de los territorios ocupados en 1967, incluido Jerusalén. Reitera que todas las medidas tomadas por Israel para cambiar el estatus, la fisonomía y la composición demográfica de Jerusalén son ilegales.
• Resolución 478 (1980): Censura a Israel por proclamar en su parlamento a la ciudad ocupada de Jerusalén como "eterna e indivisible". Y pide a los estados miembros que retiren sus embajadas de Jerusalén como castigo. También le pide que obedezca las anteriores resoluciones del Consejo con respecto a Jerusalén y que respete la Cuarta Convención de Ginebra. En 1995, EEUU reconoció a Jerusalén como capital del Estado de Israel.
• Resolución 484 (1980): Declara imperativo que Israel readmita a los dos alcaldes expulsados de los Territorios Ocupados.
• Resolución 487 (1981): Condena el ataque militar de Israel a Iraq el día 12 de junio de 1981. Y pide que abra sus instalaciones a los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA).
• Resolución 498 (1981): Exige a Israel que se retire de Líbano.
• Resolución 501 (1982): Pide a Israel que detenga sus ataques en Líbano y le exige que retire sus tropas.
• Resolución 509 (1982): Demanda, nuevamente, a Israel que se retire de forma incondicional de Líbano.
• Resolución 515 (1982): Exige a Israel que levante el sitio de Beirut y que permite el ingreso de ayuda humanitaria.
• Resolución 517 (1982): Censura a Israel por no obedecer la anteriores resoluciones del Consejo de Seguridad y le exige que retire las tropas de Líbano.
• Resolución 518 (1982): Exige a Israel que coopere con las fuerzas de Naciones Unidas en Líbano.
• Resolución 520 (1982): Condena a Israel por sus ataques en Cisjordania.
• Resolución 573 (1985): Condena vigorosamente a Israel por bombardear los cuarteles de la OLP en Túnez.
• Resolución 587 (1986): Toma nota de la desobediencia de Israel a las anteriores resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Líbano, y le exige nuevamente que salga de este país.
• Resolución 592 (1986): Deplora fuertemente la matanza de "estudiantes palestinos indefensos" en la universidad de Bir Zeit por parte de tropas israelíes.
• Resolución 605 (1987): Deplora las prácticas y políticas de Israel que violan los Derechos Humanos de los palestinos.
• Resolución 607 (1988): Pide a Israel que deje de deportar a palestinos y le pide que respete la Cuarta Convención de Ginebra.
• Resolución 608 (1988): Se lamenta de que Israel no haga caso a las resoluciones de Naciones Unidas y continúe deportando a civiles palestinos.
• Resolución 636 (1989): Se lamenta de que Israel siga con su política de expulsión de civiles palestinos y le exige que les permita regresar a su tierra.
• Resolución 641 (1981): Deplora la constante deportación de palestinos.
• Resolución 672 (1990): Condena a Israel por su violencia contra los palestinos en Haram al-Sharif, y otros lugares sagrados de Jerusalén que terminó con la vida de 20 civiles.
• Resolución 673 (1990): Urge a Israel a que colabore con Naciones Unidas.
• Resolución 681 (1990): Deplora la decisión de Israel de reanudar las deportaciones de palestinos.
• Resolución 694 (1991): Deplora las deportaciones de palestinos por parte de Israel y solitica que les permita volver de forma segura y sin dilación.
• Resolución 726 (1992): Condena a Israel por la deportación de palestinos y le pide que respete la Cuarta Convención de Ginebra.
• Resolución 799 (1992): Condena la deportación por parte de Israel de 413 palestinos.
• Resolución 904 (1994): Condena la masacre de Hebrón y exige a Israel la confiscación de armas a los colonos israelíes para evitar las acciones violentas.
• Resolución 1322 (2000): Condena de los actos de violencia contra palestinos desatada en los Santos Lugares.
• Resolución ES-10/13 (2003) y de la Comisión de DDHH (2004): Se insta a Israel a paralizar la barrera de Cisjordania.

     Por lo visto, cuando se trata de Israel no hay tanta urgencia en el cumplimiento de las resoluciones del Consejo. Es más, no son de obligado cumplimiento. ¿Cuántas veces se podría haber invadido ya este país utilizando la misma regla de tres que en el caso libio? Los palestinos no merecen recibir ayudas por causas humanitarias. No sufren genocidio. 

     b) Resoluciones incumplidas por Marruecos, entre 1966 y 2010, en referencia a las múltiples y repetidas violaciones hacia el derecho de determinación del pueblo saharahui. ¡Tranquilos, no voy a hacer aquí ningún corta-pega o no cabrá todo este post en el blog!

     El caso es que tampoco aquí se le piden cuentas a Marruecos, no sea que el rey se enfade y haya lío. Además, por si acaso, se van posponiendo los referéndums de autodeterminación. Por cierto, ¿os acordáis de los recientes sucesos acaecidos en El Aaiún? Pues eso, los saharauis tampoco merecen ayudas humanitarias. Tampoco sufren genocidio ninguno.

     Pero, siendo grave no cumplir las resoluciones del Consejo, también lo es hacer la guerra sin contar con su apoyo, tal y como pasó en 2003 en la guerra de Irak. EE. UU. y el resto de aliados invadieron el país para impedir la utilización de armas de destrucción masiva que no existían. ¿Qué medidas se tomó contra los países que hicieron la guerra por su cuenta sin contar con una resolución del Consejo? ¡Ninguna!

     La Carta de las Naciones Unidas, entre otros caracteres especiales, defiende que su fin primordial es "el mantenimiento de la seguridad y la paz internacional" y establece que "a ningún estado le está permitido usar la fuerza contra otro estado, sea cual sea la situación, salvo en legítima defensa, es decir, con previa agresión". ¿Cuál fue la agresión de Saddam Hussein que motivó la invasión de su país en 2003? ¿Por qué no se tomaron medidas contra los países que se saltaron esta ordenanza?

     Vamos con otros hechos realmente curiosos, si me lo permitís. El motivo de la intervención en Libia se dice que es humanitario, para evitar el genocidio. En el Consejo de Seguridad de la ONU hay cinco miembros permanentes con derecho de veto (EE. UU., China, Rusia, Francia y Gran Bretaña) y otros diez no permanentes que van rotando cada dos años. ¿Sabéis de dónde ha comprado Gadafi las armas con las que ahora "extermina" al indefenso pueblo de Bengasi? Los cinco países que más armas exportan en el mundo son: EE. UU., China, Rusia, Francia y Gran Bretaña. ¿Os suenan, verdad? Son los mismo cinco que dominan como quieren el Consejo de Seguridad de la ONU.

     Estos cinco países son cómplices del transporte de armamentos que llega a países en conflicto o donde se cometen , con sus armas, crímenes de guerra o graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Libia es uno de esos países. Y España también es cómplice, por supuesto que sí.

     El gobierno español vendió a Israel en el primer semestre de 2008, seis meses antes de la invasión de Gaza, material bélico por un valor de 1.551.933 euros. Aquí tenéis el enlace de la noticia de la que he extraído el dato. Pero no solo a Israel. También a otros países en conflicto, como Angola, Ghana, Sudán o Marruecos. Para los incrédulos, otro enlace donde comprobar la veracidad de mis afirmaciones anteriores.

     ¿Sabéis a qué otro país vendió armas el gobierno de España desde 2007 hasta hace apenas diez días? Acertásteis, sí: ¡a Libia!  

     Como afirma Araceli Mangas, catedrática de relaciones internacionales de la Universidad de Salamanca, "Gadafi interesaba a Occidente porque compraba armas rápido y en efectivo". "Hay conflictos armados civiles brutales desde hace años en Birmania, Sudán o la República del Congo, por ejemplo, y tampoco hemos actuado ni se hacen editoriales ni los tertulianos se acuerdan de sus poblaciones civiles". 

     Actualmente no solo en Libia está siendo asesinada gente inocente. En Bahrein, Yemen y Siria los dictatoriales mandatarios están ordenando a sus ejércitos abrir fuego contra los manifestantes, estos sí, civiles indefensos no armados. Allí, como en Palestina o en el Sáhara, tampoco merecen ayudas por causas humanitarias. Tampoco hay genocidio.

     Con tantas resoluciones incumplidas y tantos países que actúan al márgen de la legalidad internacional en beneficio propio, ¿de verdad creéis que la ONU está en situación de dictaminar si una guerra es justa o injusta? ¿La existencia de la resolución 1973 legitima por sí misma realmente la intervención en Libia? ¿Solo se cometen genocidios en los países donde se produce gran cantidad de barriles de petróleo al día? Libia produce 1800 barriles de petróleo al día, de los que exporta 1325. ¿Estaríamos hablando de todo esto si en dicho país no se produjeran y exportaran los citados barriles de oro negro?

     Mirad, tengo una teoría bien sencilla de entender. Gadafi ha sido utilizado por varios países. Siempre ha sido un criminal, pero daba igual. Acordaban con él compra-ventas de armas y de petróleo y todos eran felices. Como ahora aparece en el país un grupo muy importante y numeroso capaz de arrebatarle el poder (los indefensos civiles de Bengasi que, por cierto, tienen carros de combate y material antiaéreo) se les apoya para acabar con el miserable dictador. ¿Para qué? Para seguir con los intercambios comerciales pero con más amplios márgenes de beneficios, para ambas partes, por los servicios mútuamente prestados. ¿Importa algo que pueda morir mucha gente? ¿Acaso importan las causas humanitarias? Pues por supuesto que no: lo que les importa, tanto a los aliados como a los rebeldes de Bengasi, es el petróleo y los negocios que con él pueden hacer. Exactamente igual que al dictador que hay que derrocar...

     Recomiendo que veáis la película "El señor de la guerra" (2005), dirigida por Andrew Niccol y protagonizada por Nicholas Cage, Ethan Hawke y Jared Leto. Por favor, llamemos las cosas por su nombre. No seamos hipócritas ni cínicos. Para eso ya están ellos, los políticos. Esta guerra es igual de injusta que la de Irak. Sin duda.