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viernes, 30 de mayo de 2025

El gato que amaba los libros. Sosuke Natsukawa. Grijalbo. 2022. Reseña

 




    Cada cierto tiempo llega desde Japón alguna novela que tiene que ver con librerías, bibliotecas o cualquier otro lugar o personaje -incluido algún que otro animal- que nos acerca la pasión por los libros. Yo mismo, sin ir más lejos, he podido leer en los últimos meses Mis días en la librería Morisaki, de Satoshi Yagisawa, Hozuki, la librería de Mitsuko, de Aki Shimazaki, ambas reseñadas en este mismo blog, y la presente El gato que amaba los libros, de Sosuke Natsukawa. No cabe duda de que en pocos lugares se ama y se valora el poder de los libros tanto como en Japón. Buena prueba de ello son las obras citadas. En el caso que nos ocupa se añade, además, la presencia de un gato atigrado, Tora, que además de engreído, insolente, directo, implacable y seco, resulta adorable. ¿Por qué resulta adorable pese a todos los demás calificativos? Pues porque ama los libros. Tanto que busca a Rintaro Natsuki, un joven que vive encerrado en la librería de su recientemente difunto abuelo, para que lo ayude a rescatar libros.

    Rintaro es lo que en japonés se define como un un hikikomori, un joven sin vida social, poco hablador, que vive aislado y encerrado en su mundo -el que sea- y resulta especialmente parco en palabras. Vivía con su abuelo, quien regentaba la Librería Natsuki, una librería de segunda mano en el que se pueden encontrar todos los clásicos ya olvidados y casi ya no leídos por casi nadie. Un lugar que, sin embargo, todavía es un refugio para gente lectora de todas las edades y géneros. Por ejemplo, para Ryota Akiba, un estudiante un año mayor que Rintaro que devora libros, y Sayo Yuzuki, la delegada de la clase del protagonista, que acude cada día a la librería del joven para pedirle, casi por favor, que vuelva al instituto. Porque Rintaro, de tan aislado como vive, ha dejado las clases y no sale de la librería para nada. Sobre todo desde la muerte de su abuelo, a quien echa en falta en multitud de ocasiones cada día, que lo ha sumido en un sentimiento descorazonador. 

    Rintaro, que solo cuenta con una tía lejana como única familia, está a la espera de mudarse con ella a otra ciudad. Mientras espera a que llegue el día, sigue con las mismas rutinas que durante los últimos años vio seguir a su abuelo: abrir la puerta de la librería para que se airee, limpiar el polvo de cada estantería, regar las plantas y tomar su té matutino. Atiende a la escasa clientela de la tienda y pasa casi todo su tiempo leyendo libro tras libro. Hasta que lo sorprende la llegada de un gato muy especial. Un gato que habla y que solo es visto por personas con unas características muy definidas. Buenas personas, de corazón noble, gran empatía y ganas de compartir, acompañar y preocuparse por los demás. Como, a pesar de los pesares, es también Rintaro. El gato, después de presentarse, convence al joven de que lo acompañe a rescatar libros. Libros que corren peligro de desaparecer ante las distintas actitudes de sus propietarios. Propietarios que dicen amar los libros, pero que cometen diferentes pecados capitales con ellos.

    Así, mientras Rintaro va empaquetando sus cosas, recomendando y vendiendo libros de la librería de su abuelo y empezando a despedirse de un lugar para él tan importante, acompaña a Tora en la resolución de cuatro laberintos. Cuatro laberintos a los que se accede desde la parte trasera de la librería. A través de una luz blanca pálida, llega a cuatro lugares bien diferentes -una enorme mansión, una oficina inmensa, un despacho en lo alto de un rascacielos y hasta una recreación casi exacta de la propia Librería Natsuki- en los que se encuentra a personajes que, pese a que afirman amar los libros, están equivocados respecto a las distintas maneras de demostrar ese amor. El primero lee y lee sin jamás pararse a pensar en lo que en realidad lee y, lo que para Rintaro es peor, sin releer nunca un libro. Otro vive por y para resumirlos, centrándose únicamente en los hechos descritos, desdeñando los detalles, las descripciones, la poesía. Otro, editor, únicamente piensa en extraer de ellos ganancias económicas, convirtiendo a los libros en meros objetos de consumo.

    Los tres personajes descritos coinciden en tres aspectos: los tres son hombres de cierta edad, en los tres observamos la presencia del blanco -traje blanco, bata blanca, pelo blanco- y los tres se equivocan respecto a algo importante que todo el mundo debería valorar acerca de los libros. A los tres debe convencerlos Rintaro para que sus libros -sus posesiones- dejen de ser expuestos en enormes estanterías-museo sin más, de ser recortados y reducidos solo a migajas y de convertirse en objetos de los que sacar rédito económico. Sin embargo, es el cuarto laberinto el que de verdad colocará al joven protagonista en una auténtica encrucijada, puesto que una mujer vieja y siniestra atacará directamente al corazón de Rintaro, allá donde se encuentra lo que más le duele, a aquello que lo hace especialmente vulnerable. Algo que lo obligará a vencer sus temores y ponerse en peligro -incluso físico- para poder volver de ese laberinto y tomar su propio camino en la vida.         

    Como suele suceder en este tipo de obras que ensalzan el valor y el poder de los libros el texto está salpicado de obras y autores de diversas épocas, temáticas y géneros, por lo que nos permite conocer algunos títulos o autores que hasta ahora desconocíamos, haciendo bueno aquello de que una de las funciones de la literatura, además de entretener, es enseñar. Además, a lo largo de la novela encontramos frases -bien en boca de algún personaje, bien en la voz del propio narrador omnisciente- de las que se suelen extraer citas como las que hoy en día adornan los muros de nuestras redes sociales. Frases, citas, que nos demuestran cosas tan importantes como que, aunque a menudo no nos lo parezca, no estamos solos; que debemos esforzarnos y tener consideración por los demás; que hemos de ser más empáticos; que debemos confiar más en nosotros mismos; o que hemos de reunir la fortaleza necesaria para emprender nuestros propios caminos en la vida.

    El gato que amaba los libros, que tiene ya continuación con El gato que cuidaba las bibliotecas (Grijalbo, 2025), es un inolvidable homenaje a la literatura y a los libros de parte de un escritor y médico japonés al que habrá que seguir de cerca de ahora en adelante. Un autor que, ya convertido en best seller y galardonado con el Premio de los Libreros de Japón y el Premio Shogakukan de Ficción, ha sido descubierto por editores de más de treinta países gracias a un libro que rezuma sabiduría, magia y pasión por la lectura. Un libro fácil de leer en el que nos encontramos a un tímido y retraído hikikomori y a un gato atigrado parlanchín que comparten la sabiduría, el ingenio y el carácter entrañable que solo puede otorgar el placer por la lectura. En este caso, acompañado, además, de un buen té japonés. ¿Quién puede pretender algo más para alcanzar la felicidad?           

     

lunes, 25 de octubre de 2021

Parte de mí. Marta Sanz. Anagrama. 2021. Reseña

 




    Cada uno llevó la pandemia y el confinamiento a su manera. Lo que está claro es que todos tuvimos mucho tiempo para estar en casa --a la fuerza, claro-- y pensar en multitud de cosas sobre nuestras vidas y el mundo en general. El coronavirus nos pilló a todos en un mal momento --porque nunca lo es para ver morir a miles de personas, dejar de abrazar a nuestros seres queridos o renunciar a llevar la vida que a uno le da la gana--, pero a Marta Sanz más todavía. Acababa de publicar pequeñas mujeres rojas apenas una semana antes. Y, claro, todos los actos promocionales que tenía previstos hubieron de ser suspendidos. Le tocó, como ella misma afirma, criogenizar las amapolas de su novela y buscar nuevos medios de promoción. Y, ella, una convencida detractora de las redes sociales, se vio convertida --por voluntad propia, en este caso-- en una auténtica instagramer. Así, protagonizó no pocas entrevistas, presentaciones, clubs de lectura, etc a propósito de su nueva obra. 


    Instagram dio a Marta la oportunidad no solo de descriogenizar y hacer revivir progresivamente las amapolas y su última novela sino también de abrirse, más si cabe, a los lectores y contarles todo aquello que forma parte de ella. Porque Parte de mí es el peculiar diario de la pandemia que comenzó a andar días después de crear esa cuenta en la referida red social. Y un reflejo de ello es la propia portada del libro, donde aparecen la ya famosa gata Cala --Calabardina, la felina que se pasea ante la cámara en muchas de las presentaciones instagrameras de la autora, a la cual roba en algunas ocasiones el protagonismo--su esposo, Chema, y un cuadro pintado por su propio padre. Un ambiente de desescalada cálido, placentero y hasta feliz en plena tormenta pandémica. Así lo refleja ella: sé que echaré de menos estos instantes en el centro del huevo de una doméstica felicidad perfecta. Pues eso: ¿qué mejor manera de pasar el trago que con una gata, la mejor compañía y muchos libros por leer?


    ¿Y qué mejor manera que ponerse a escribir sobre uno mismo y todo aquello que de una u otra forma constituye parte de sí para dejar de pensar en el horror que ocurre de puertas para afuera? De ahí precisamente nace este nuevo libro de la autora madrileña. Y, como ocurre con todo, lo que al principio son posts con una foto y una corta frase se convierten con el paso del tiempo en reflexiones mucho más amplias sobre temas que en un principio pueden parecer nimios o de poca importancia --la caja de los hilos de la abuela, viejas fotos familiares, instantáneas tomadas desde un balcón durante el encierro, un plato de macarrones o postales antiguas-- pero que acaban constituyendo parte esencial de un libro. Como algunos rincones de la casa, sobre los cuales Marta acaba investigando y viviendo o reviviendo aventuras, especialmente en la librería. Y las reflexiones que se van desgranando, cómicas unas veces, serias otras, suelen hacer reflexionar también al lector.


    En este diario pandémico se alternan la curiosidad, el miedo, la ilusión y las ganas de saber qué ocurrirá cuando finalice el confinamiento. También la pena ante un 23 de abril tan triste y diferente a todos los demás y la alegría que supone un atípico 23 de julio reconvertido en el nuevo día de Sant Jordi y también en el del comienzo de la recuperación de las librerías. Porque, cómo no, las librerías y los libros forman parte de todos los lectores. Por eso, la literatura constituye la parte central --que no la única-- de este libro, donde aparecen varias portadas de obras literarias --no solo las de la autora--, reflexiones y referencias a otros escritores y anécdotas, tanto emotivas como divertidas, de diversos actos promocionales. Escribir es ensimismarse y enajenarse (sobre todo, lo segundo), reflexiona un día la autora. Y en referencia a ello cualquiera puede preguntarse: ¿qué mejor momento para ambas cosas que en plena pandemia confinada

     

    Otra de las partes fundamentales del diario la constituyen la desescalada y la nueva normalidad. Marta nos hace sonreír recordando su primera visita a la peluquería, su regreso a los cines, la aparición de su novela en La ruleta de la fortuna, compartiendo la foto de un plato de macarrones tan solo unos días después de escribir que nunca comparto fotos de comida porque me dan yuyu, la sensación de extrañeza sentida al firmar ejemplares de pequeñas mujeres rojas a extraños enmascarados protegida tras una mampara de cristal, con cita previa, ataviada con guantes y rodeada de geles hidroalcohólicos. También al contarnos cómo hacía algo de deporte a través de su itinerario hámster o carrera chiquita por el pasillo y el salón de su casa. O cuando nos explica que en el proceso de descriogenización de sus amapolas descubrí que resurrección y resucitación no son nombres sinónimos --el uno es religioso y el otro médico--, pero en estos días aún paranormales ambos interesan.


    Parte de mí es también un cálido homenaje a todo lo público. Sobre todo a la sanidad y a los sanitarios, quienes no son heroínas ni héroes, sino seres humanos que necesitan pagar sus facturas y descansar y llenar la cesta de la compra. También muestra un emocionado agradecimiento a las librerías, especialmente a las de los barrios, las que meten dentro lo que está pasando fuera, las que perviven con un empeño espeluznante. Cómo no, a su editorial, Anagrama (y a Jorge Herralde), que rescató en las mejores condiciones Amor fou --obra anteriormente rechazada por todas las editoriales y que casi termina con la carrera literaria de su autora--, una novela futurista que se convirtió en realista: la ciudad estaba llena de banderas de España y las personas cívicas eran las apestadas (un poco en la línea de pequeñas mujeres rojas). Sanz comparte la foto de la estructura de la novela bajo los hashtags #vulnerabilidadyfuerza y #persistencia.


    Pero ningún escritor/a podría serlo sin sus lectores. Por eso, Parte de mí es también un agradecimiento a todos ellos. Así lo describe Marta: lloro de felicidad. Habéis sido mi invernadero y mi estufa de flores. Habéis colaborado en la resucitación y en la resurrección de las amapolas. Habéis practicado la medicina, la magia y el rezo religioso. Esa calidez que me habéis transmitido desde tan lejos y tan cerca, las celebraciones que tenemos pendientes son ya... parte de mí. Pero, al margen de todo esto, quienes escribimos sabemos que la más importante necesidad vital es la estabilidad (en todos los sentidos de la palabra). ¿Y quién puede darnos mayor estabilidad? Pues nuestra pareja. Nuestra más fiel compañía. Por eso, el libro también es un homenaje-agradecimiento a Chema, esposo de la autora, que se ha transformado, como si el cuerpo no doliera mientras muta y crece, y es el contra-hombre blandengue del Fary.


    Parte de mí es también una original campaña publicitaria. Doble, además. Por un lado, respecto a pequeñas mujeres rojas; por otra, respecto a la propia Parte de mí. A través de ella, he pasado de ser un animal pretecnológico a una maldita ciberadicta, reconoce Marta. Una Marta para la que escribir es exponerme. Exposición que ahora se multiplicará no al cuadrado sino al cubo: no solo en sus libros, sino también en las redes sociales, que todo lo amplifican. Bienvenida pues, Marta, al mundo de Instagram. Gracias por dejarnos ser parte de ti. Y que sepas que tú también eres parte de nosotros. Más todavía en mi caso, sabiendo que de pequeña viviste en la vallecana calle de Gandía...      

   

miércoles, 25 de enero de 2017

84 Charing Cross Road. Helene Hanff. Anagrama. 2006. Reseña





     En una ocasión alguien --no recuerdo quien-- dijo o tal vez escribió --tampoco este dato lo tengo nada claro-- algo así como que un buen lector no puede ser una mala persona. En sí, la frase parece fuera de lugar. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Sin embargo, si lo pensamos más fríamente, se convierte en una certeza. Sinceramente, opino que quien fuera la persona que dijo o escribió semejante frase dio en el clavo. Y un ejemplo de ello lo tenemos en este libro de Helene Hanff. Una novela epistolar que emociona a todo lector que realmente ame los libros y la literatura. A mí al menos me ha conmovido profundamente. Tanto que al terminarlo me he quedado sin saber exactamente cómo reaccionar. Maravillado y triste a la vez.

     Una historia de lo más sencilla, si está escrita con el corazón en la mano, puede tocar lo más profundo de nuestro ser. Y si está escrita con dos corazones --o incluso alguno más--, tal y como sucede en el caso de 84 Charing Cross Road, más todavía. Y es que, como también se suele decir, la realidad siempre supera a la ficción. Porque esta novela sucedió. Y es el fruto de veinte años de correspondencia entre dos personas que jamás se conocieron en persona pero que se amaron de una manera muy especial. No, no estoy hablando del amor conyugal o sexual, sino de otro amor que también puede conmover: el amor a los libros, a la literatura, a los buenos modales y a la buena educación.

     Helene Hanff fue una escritora estadounidense que trató de que sus obras teatrales fueran llevadas a la escena por algún productor. Algo que no consiguió hasta muy tardíamente. Mientras tanto, hubo de buscarse la vida escribiendo guiones para series televisivas de las distintas televisiones norteamericanas. También ensayos, cuentos y reseñas literarias para revistas. Finalmente, publicó la obra que nos ocupa, la que acabaría dándole gloria, no solo en el mundo literario sino también en el del cine, como veremos más tarde. Siempre autodidacta, trató de conseguir en el Nueva York de los años cincuenta y sesenta las obras más importantes de la literatura inglesa de todas las épocas. Harta de no encontrarlas en ninguna galería ni librería, acabó encontrando solución a su problema en el 84 de Charing Croos Road, en Londres.

     Allí estaba ubicada la librería Marks & Co., donde pudo satisfacer sus deseos en forma de magníficas encuadernaciones en piel y tela de sus obras preferidas. Frank Doel, el encargado de la librería londinense, irá atendiendo de la mejor manera posible sus demandas. Y entre libros, autores y temáticas, surgirá una relación muy especial entre ambos. Pero no solo entre ellos, sino también entre la escritora y el resto de trabajadores de la librería e incluso entre sus familiares. Los pedidos de Hanff son libros casi inencontrables. No obstante, Frank Doel consigue ir consiguiendo la mayoría de los ejemplares. Aunque la tarea le lleve hasta dos años.

     Catulo, Angler, Chaucer, Walton, Milton, Lamb, Hunt, Austen. Por las páginas de las cartas que componen la novela aparecen los grandes nombres de la literatura inglesa. Pero no solo eso. A lo largo de los veinte años de correspondencia, ambos interlocutores van contándose los aspectos más importantes de sus respectivas sociedades, por lo que la obra sirve también para radiografiar a ambas. La situación económica británica tras la II Guerra Mundial, con las consabidas restricciones alimentarias, provocará que Hanff, desde el otro lado del Atlántico, se compadezca de los empleados de la librería y comience a enviarles productos muy poco vistos allí en aquella época. Su solidaridad y su bondad provocará el estrechamiento en los lazos entre ella y todas las familias que algo tienen que ver con la librería.

     Con un sentido del humor sano y algo excéntrico en ocasiones y esos envíos de alimentos en plena época de carestía y racionamientos, Hanff irá ampliando la lista de sus amigos londinenses. Sin embargo, no encuentra la manera de visitarlos. Su mala situación económica se lo impide, Intenta ahorrar a lo largo de los años, pero cuando parece que va a poder cumplir el sueño compartido de reunirse con ellos siempre ocurre algo que la hace tirar mano de los ahorros e ir aplazando el caro viaje. Nos quedan, eso sí, las cartas que se fueron enviando a lo largo de esas dos décadas. Unas cartas llenas de amor, ternura, admiración mutua y pasión literaria y humana que conforman un tesoro para cualquier amante de la literatura.

     Sin duda, 84 Charing Cross Road es una de esas joyas que nos hablan de lo que para muchos de nosotros suponen los libros, las librerías y las bibliotecas. Aunque su publicación pasó casi inadvertida en un primer momento, a lo largo de las décadas siguientes se ha ido confirmando como uno de esos pocos libros denominados de culto a ambos lados del Atlántico. Lo mejor de todo es saber que se trata de una historia real. Sus protagonistas, sin duda, merecen pasar a la historia de la literatura. Lo peor, sin duda, que se hace muy corto y que algunas de las cartas no se conservaron, provocando algunos vacíos informativos que, a pesar de todo, no restan un ápice de encanto a la historia.

     En 1970 Hanff publicó, previo permiso de todos y cada uno de sus interlocutores londinenses, las cartas en forma de novela epistolar. Poco más tarde, se llevó también al teatro. Por fin, ¡el teatro! Y en 1987 la historia llegó también a la gran pantalla. Dirigida por David Hugh Jones, producida por Mel Brooks y protagonizada por Anne Bancroft (como Helene Hanff) y Anthony Hopkins (como Frank Doer), es fiel a la realidad y constituye otra obra maestra que todos los amantes de los libros deberían ver. Su título: La carta final (84 Charing Cross Road). Seguramente, si la obra fuera de ficción, el final habría sido muy diferente. La vida, sin embargo, nos lleva a veces por caminos que no podemos conocer. Por suerte, siempre nos quedarán los libros para mitigar nuestros males...                 


viernes, 1 de junio de 2012

La difícil tarea de presentar una novela de un autor novel


     Han pasado cuatro meses desde que vió la luz "El Círculo de las Bondades", mi primera novela. Es tiempo de hacer balance sobre las numerosas presentaciones realizadas hasta la fecha. Evidentemente, ha habido luces y sombras en todo este tiempo. Sensaciones bien diferentes según los días, los lugares y las personas con las que he tratado (tanto organizadores de como asistentes a los actos). Vayamos por partes. Primero analicemos lo negativo.

     La verdad es que no es lo mismo realizar una presentación en una librería que en una Biblioteca o Casa de Cultura de algún Ayuntamiento. De entrada, en muchos Departamentos de Cultura te comentan que si no eres del pueblo en cuestión o tu novela no trata sobre él o sus alrededores no hace falta ni que te molestes. Directamente te dan con la puerta en las narices, lo que dice muy poco de trabajadores que se supone trabajan por o para para la cultura.

     Sin embargo, a otros les da cosa enviarte a la "m" y deciden "organizarla". Aunque por organizarla entienden cederte una sala un día a una hora y despreocuparse totalmente de dar a conocer el acto, con lo cual lo lógico es llegar ese día a presentar tu novela y encontrarte una sala vacía ya que nadie en el pueblo sabe que se presenta un libro porque la información sobre el tema no ha salido ni de las puertas del Ayuntamiento.

     Para poner la guinda al pastel en un Ayuntamiento me pusieron como condición obligatoria realizar la presentación en valenciano-catalán. No es que yo tenga problema con el valenciano (de hecho, las presentaciones en Tavernes y Ontinyent las realicé en esta lengua por acuerdo con los asistentes al acto) pero creo poco apropiado obligar a presentar en valenciano una obra que ha sido escrita en castellano. Vamos, que me parece una total falta de respeto hacia mí. En fin, cosas de políticos...

     En general, el trato recibido en Bibliotecas y Casas de Cultura es bastante pasivo. Pero, como en todas partes, hay honrosas excepciones. En este sentido, he de agradecer públicamente el trato recibido de parte de la Biblioteca Sant Josep de Ontinyent (Natxo Úbeda, 27 de abril), de la Biblioteca Municipal de Tavernes (Fabiola Serra, 18 de abril) y de la Casa de Cultura de Xàtiva (Pepe Sanchis, 12 de abril). Conocer a personas como ellos hace que valga la pena seguir presentando al público el trabajo realizado tan humildemente, pues han demostrado ser grandes profesionales y entusiastas de la cultura. De otros lugares, como Algemesí, Sueca o Enguera, prefiero no acordarme... 

     Vamos con lo positivo. Al márgen de los casos anteriormente expuestos (Ontinyent, Tavernes y Xàtiva) cabe destacar la acogida que he tenido en las librerías de Valencia capital Bibliocafé (28 de enero) y Leo Librería (24 de mayo). Ciertamente, las librerías se mueven más a la hora de promocionar los actos de presentación ya que cuanta más gente logren congregar en su local más ventas conseguirán. Aún así, debo agradecer a José Luis y a Maite la atención que me prestaron en sus respectivos locales. Sobre todo Maite me hizo sentir como en mi casa.

     Escribir y presentar "El Círculo de las Bondades" me ha permitido, además, conocer a personas que no habría conocido de otra manera. Hablo de Patricia Martí, una gran presentadora y mejor persona que, por cierto, concertó los actos en Bibliocafé y Leo Librería. Y, cómo no, de Juan Francisco García, presidente del Club Estudiantes de Baloncesto (mi equipo de toda la vida), quien, después de leer la novela, se ofreció a venir desde Madrid hasta Valencia a ayudarme a presentarla en Leo Librería. Por si esto era poco, preparó un discurso colosal y me regaló una camiseta del equipo con el nombre de mi hijo grabado en la espalda. Todo un detallazo que me hizo sentir como muy pocas veces en mi vida.

     Llega el verano y es tiempo de leer, escribir y descansar. Sin duda, no es el período estival una buena época para presentar novelas. Así que volveré con energías renovadas en otoño. Eso sí, me quedo con lo positivo que tiene andar de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo dando a conocer mi obra: el contacto con los lectores, sus preguntas, sus impresiones y sus ganas de saber más y más acerca de la novela. Para terminar esta entrada os contaré lo ocurrido en la Casa de Cultura de Pego el pasado día 18 de mayo.

     A la presentación acudió una señora de casi ochenta años. Durante el acto parecía como resfriada. De vez en cuando parecía que le iba a caer el moquillo y respiraba con dificultad. Cuando finalizó mi intervención y comenzó al turno de preguntas ella me dijo: "soy polaca, me he emocionado con lo que nos has contado y he de darte las gracias por haber escrito sobre estos personajes y sobre mi país". No estaba resfriada sino emocionada. ¡Y hasta lloró de alegría!

     Sé que no me voy a hacer rico ni con esta ni con ninguna otra novela que pueda escribir en el futuro. Pero no todo en la vida es vender libros. Emocionar a la gente es algo que no tiene precio pero sí muchas compensaciones. Así que: ¡volveré a la carga!