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lunes, 26 de abril de 2021

Solo la noche. John Williams. Fiordo Editorial. 2019. Reseña

 




    Conocí al escritor John Williams (Texas, 1922 - Arkansas, 1994) en junio de 2013 gracias a la editorial canaria Baile del Sol, que en 2012 rescató, por vez primera en castellano, la tercera novela del autor estadounidense, Stoner (1965). Una auténtica obra maestra cuya reseña puede leerse en este mismo blog. Quedé maravillado de tal manera que antes de finalizar aquel mismo año leí su segunda novela, Butcher´s Crossing (1960), publicada por Lumen también en 2013. Y en el verano de 2014 me hice con un ejemplar de su cuarta obra narrativa, la histórica (y también espléndida) Augusto. El hijo de César (1973), publicada en castellano por Ediciones Pàmies en 2008. Sabía de la existencia de una primera novela inédita en castellano (titulada en inglés Nothing but the night), le seguí la pista a una posible traducción y, tras siete largos años de espera, por fin pude conseguir un ejemplar de la misma. En este caso, de la mano de la argentina Fiordo Editorial


    En total, cuatro obras --más dos recopilaciones poéticas y una quinta novela (The sleep of reason) que quedó inacabada a la muerte de Williams-- que todo el mundo debería leer. Un autor que todo el mundo debería conocer. ¿Cómo puede haber estado medio siglo escondido un escritor de semejante calidad literaria, versatilidad narrativa y variedad temática? Porque estas cuatro novelas no se parecen absolutamente en nada entre sí. En efecto, Williams igual escribía un western como narraba la historia de un alienado. A lo mejor te sorprendía con una novela histórica a base de cartas como a través de un costumbrismo que te deja noqueado. Un autor, sin duda, muy especial: nada comercial, desde luego, tampoco muy prolífico --transcurrió un cuarto de siglo entre sus cuatro grandes obras narrativas (más las dos poéticas ya reseñadas)--, pero sí notable creador y sobresaliente contador de historias. Unas historias que siempre tocan la fibra del lector.  


    En su primera novela, la que aquí nos ocupa, Solo la noche (1948), Williams anticipa con claridad aquello en lo que iba a llegar a convertirse con el paso del tiempo: un escritor de culto. Al más puro estilo Salinger (El guardián entre el centeno, 1951, aunque ya había sido presentada entre 1945 y 1946 en forma de serie) o Camus (El extranjero, 1942), !ambas también primeras novelas¡, el debut literario de nuestro protagonista nos narra un día de la vida de un alienado, un indolente, un joven que no encaja en el mundo en el que le ha tocado vivir. Un personaje taciturno y desencantado, sin duda a consecuencia de un trauma del pasado que nos será revelado en su momento. Arthur Maxley, como Holden Caulfield o Meursault, no puede controlar el devenir de su vida, sino que vive según sopla el viento. Incapaz de conseguir amor y amistades, su carácter solitario y poco social acaba por meterlo en problemas. Y, como era de esperar, se lleva más de una paliza. 


    Una carta inesperada de su padre, Hollis Maxley, hombre de negocios que pasa semanalmente un cheque a su hijo para que viva sin tener que trabajar ni esforzarse por nada, pondrá patas arriba la ya de por sí infeliz vida del protagonista. Una carta y una posterior comida con su padre que traerán a su presente los fantasmas de su pasado. A partir de esa desastrosa reunión, en la que padre e hijo confirmarán, quizá para siempre, que son incapaces de entenderse y de hacerse entender, Arthur emprenderá un camino desamparado y desesperado hacia el corazón de su dolor. ¿Para buscar algún tipo de consuelo? Claramente. Pero, ¿y si su consuelo es una causa imposible? Con gran sensibilidad y percepción, Williams nos cautiva por primera vez --teniendo en cuenta que esta fue su opera prima-- a través de un relato breve --apenas ciento treinta y siete páginas-- directo pero detallista, compungido, desgarrador --unas veces--, emotivo --otras-- y siempre certero.


    Arthur quiere llevar una vida sana, comer bien, descorrer las persianas de su habitación y dar tranquilos paseos por el parque, pero siempre acaba sucumbiendo ante la bebida y los clubs nocturnos. Como un médico que observa la enfermedad que avanza y no hace nada para prevenirla, a veces se veía a sí mismo de esa manera cuando se sentaba solo y recordaba lo que debía olvidar. Para él, los mejores momentos de la vida son el tiempo perdido. Cuando se es muy joven, cuando la existencia es una perfecta sucesión de días dorados. Tampoco lo ayuda mucho que digamos su extraña relación con Stafford Long. Su amistad (si podía llamarse así) renacía y padecía una indolora muerte abrupta en cada encuentro. No era amistad, nadie podía sentir camaradería con él, pero le envidiaba una superficialidad que lo volvía invulnerable. El caso es que, tal y como sucede con su padre, su último encuentro con Stafford también ha terminado de forma violenta. Y parece que de resolución imposible.


    Tanto Arthur como su padre se pasan el tiempo huyendo del pasado. Deasarraigados de sus propias vidas. Arthur, bebiendo, visitando clubs, empeorando su úlcera, quedándose quieto y solo en su habitación y metiéndose en problema tras problema cuando al fin se decide a salir por las noches. En cambio, durante su reunión, un Hollis impotente y derrotado se sincera con él: corro por medio mundo, siempre en marcha, sin parar. ¿Por qué no puedo instalarme en algún lado? No tengo a dónde ir. Me engaño cuando me digo que nadie puede hacer mi trabajo. Los negocios son una excusa. Eso es todo lo que son. En realidad creo que los odio. Pero me quitan todo el tiempo. A veces pienso que tendría que parar, renunciar, dejarlo todo. Pero es inútil. Una vez lo intenté. Si nunca hubiera empezado habría sido diferente. Pero una vez que empiezas a escapar, ya no puedes parar. Y al final, claro está, no hay escapatoria para dejar de escapar.


    Arthur parece descompensarse por momentos a base de sudores fríos y desdoblamientos de personalidad. Y se pierde en la multitud. Se siente aislado pese a estar rodeado de gente por todas partes. Se angustia y llega a sufrir pequeños ataques de ansiedad y de pánico. Y Williams lo narra de esta manera, tan original como lúcida: una figura solitaria sobre una extensión desértica inmutable no está tan sola como alguien que se pierde en la infinitud de una ciudad abarrotada. Aquel que está solo en el desierto siempre es consciente de su propia importancia, aunque sea mínima, y de su relación con el espacio visible. Pero el solitario en medio de una multitud pierde conciencia de sí mismo como individuo. Los cientos de cuerpos extraños que lo aprietan sin notarlo, los centenares de miradas ajenas que lo observan inexpresivas y sin comprensión, las voces que hablan por encima, a su alrededor, pero nunca con él: ahí está la verdadera soledad. 


    La manera en la que el John Williams de 1948, de solo veintiséis años, destripa la personalidad y la psicología de un joven de veinticuatro es llamativa. Muy llamativa. ¿Quizá el propio autor se sintiera de forma similar al protagonista en alguna época de su joven existencia? Probablemente nunca lo sepamos. Lo que queda claro tras leer sus cuatro obras publicadas es que la recuperación de este autor hace justicia en un mundo --el literario-- que pocas veces lo es en realidad. Pero, como se suele decir, nunca es tarde si la dicha es buena. Y, como escribió un periodista literario de Los Angeles Review of Books, Williams fue un autor casi incapaz de escribir una mala oración. Servidor da buena fe de ello. Estamos ante uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX. Un narrador como los hubo muy pocos durante el siglo pasado. Lástima que quedara inacabada la novela The sleep of reason...                  



lunes, 25 de enero de 2021

Jungleland cumple 10 años: los 10 mejores libros internacionales de la década



    Este blog está de aniversario. Una década de vida. Ni más ni menos. Más de cuatrocientas entradas en total. Casi nada. La mayoría de ellas, como es lógico, reseñas de muchos de los libros que voy leyendo. No todos, puesto que jamás reseño un libro que no me haya gustado (algunos pocos son abandonados a mitad de lectura; otros, pese a ser finalizados, no acaban de llamar especialmente mi interés). La cuestión es que nunca publico una reseña crítica con ningún libro, pues no me considero quién para escribir mal sobre el trabajo de ningún escritor. Pienso que hasta el peor de los libros conlleva muchas horas de trabajo y la ilusión y la pasión de quien lo escribe. También opino que hasta del peor de ellos se puede aprender --¡aunque sea cómo no hay que escribir uno!--. De manera que solo reseño en este blog los libros que me dicen algo. Que me aportan algo. Aunque sea un poquito solamente. 


    El otro día se me ocurrió una idea: ¿qué mejor manera de celebrar la década de existencia del blog que recuperando los mejores libros de estos últimos diez años? Y decidí, además, acotar la lista únicamente a aquellos publicados durante esta última década. Porque la celebración de Jungleland coincide con el fin de la década 2011-2020. Buena coincidencia, por cierto. Así que, allá van, mis diez libros preferidos de todos los que he leído durante estos diez años y que han sido publicados también durante este lapso de tiempo.     





10. La gente feliz lee y toma café. Agnès Martin-Lugand. Alfaguara. 2014. Es uno de esos libros de cuyos personajes cuesta despedirse cuando se finaliza la lectura. Su mensaje, directo al corazón del lector, le hace ver la vida de manera diferente. La vida misma se muestra como un regalo que debemos aprovechar durante cada minuto. El viaje interior y exterior que emprende Diane para superar el peor momento de su vida nos arrastra con ella. Además, la casi ausencia de descripciones, el lenguaje directo y los diálogos ágiles convierten al libro en una montaña rusa de emociones de la cual nos cuesta bajarnos. El final tampoco es el típico fueron felices y comieron perdices, sino una introspección, una reflexión profunda sobre la facilidad con la que a veces buscamos un clavo que quite otro clavo. Resulta complicado abordar esta lectura sin un cigarrillo y una taza de café como compañeros de viaje literario. 

9. El ferrocarril subterráneo. Colson Whitehead. Random House. 2017. Se conoció como el ferrocarril subterráneo a una red clandestina organizada durante el siglo XIX en EE. UU. y Canadá para ayudar a escapar hacia los estados libres del norte y Canadá a la máxima cantidad posible de esclavos afroamericanos. Su nombre se debió a que sus miembros se referían a sus actividades utilizando un lenguaje metafórico, en clave, relacionado con el mundo ferroviario. Los esclavos eran los pasajeros, los que los escondían eran los jefes de estación y a los que les ayudaban a escapar de las plantaciones se les conocía como maquinistas o conductores. Pese a que cuesta entrar en la acción, la novela va arrancando destellos que propician que el lector vaya conectando paulatinamente con la historia. Hasta que queda atrapado en ella y en cada uno de sus protagonistas, a los que llega a adorar u odiar, y solo piensa en conocer el desenlace final, que nos deja con el corazón en vilo hasta la última frase.

8. Escucha la canción del viento / Pinball 1973. Haruki Murakami. Tusquets Editores. 2015. Escribe el propio autor en el prólogo de esta edición que las novelas de la mesa de la cocina, escritas a altas horas de la madrugada sobre la mesa del bar que regentaba a finales de los setenta, constituyen algo decisivo e irremplazable. Fiel reflejo de que los inicios de uno como novelista pueden quedar atrás, pero nunca olvidarse. En estas dos primeras obras de Murakami aparecen ya muchas de sus señas de identidad. Por ejemplo, el surrealismo, el amor por el jazz, la soledad, la huida, los bares, las relaciones sentimentales frustradas, lo excéntrico, lo absurdo, un lenguaje extraño, casi alienígena, y unos personajes jóvenes, melancólicos, perdidos, inadaptados y hasta depresivos. Y también el riesgo. A buen seguro, para los fans del escritor nipón, poder conocer estas obras constituirá todo un alimento para su espíritu. Y también para su conocimiento. Porque a todos nos gusta saber más sobre nuestros ídolos. Especialmente sobre sus inicios, cuando todavía eran desconocidos y anónimos.

7. El cielo es azul, la tierra blanca. Hiromi Kawakami. Alfaguara. 2017. Belleza literaria que nos presenta de forma descarnada y talentosa las marcas del alma, la indefinición y la duda en la que a menudo nos movemos las personas. Y también nuestros miedos, frustraciones, melancolía y demás cuestiones que nos atormentan. Todo ello, no obstante, ofreciéndonos una vía para la esperanza, la ilusión, la auto afirmación personal y la posibilidad, siempre presente, de volver a empezar. De disfrutar de los pequeños placeres, de los pequeños gestos cotidianos que podemos regalarnos, a nosotros mismos y a los demás. Si todo lo referido se adereza con sake, cerveza, aperitivos y platos típicos japoneses --en el texto encontramos una completa guía culinaria del país nipón--, además de mercados, béisbol, bares, tabernas, etc, encontramos una ambientación realista y muy cercana. Su prosa es, además, elegante, sutil, delicada y detallada, y siempre encuentra las palabras justas para noquear al lector y conmoverlo hasta el límite. 

6. Canadá. Richard Ford. Anagrama. 2013. Novela de gran carga psicológica en la que los sucesos narrados tienen menor importancia que el modo en que sus protagonistas los viven. Canadá gira en torno a varias ideas, conectadas entre sí, que componen una historia atractiva, emocionante, que en unas ocasiones libera y en otras agobia. La frontera entre EE. UU. y Canadá simboliza mucho más que el simple paso de un país a otro. A saber: una huida hacia adelante sin posibilidad de retorno; la pérdida de la juventud y la inocencia del protagonista, que debe madurar rápidamente para sobrevivir en solitario y tratar de olvidar un pasado tormentoso; y la lucha entre el presente y el pasado. Otro de los elementos clave de la novela es la dificultad de la toma de decisiones y su influencia sobre las vidas de quienes nos rodean. Pero estamos también ante una novela sobre las segundas oportunidades y sobre las diferentes maneras de afrontarlas. La intimidad de los personajes y el realismo de los ambientes, pese a ralentizar en ocasiones la acción, le da a la historia un toque extra de veracidad.

5. La ley del menor. Ian McEwan. Anagrama. 2015. Una de las claves que hacen grande a McEwan es que, más allá de su indudable audacia a la hora de escribir, plantea en sus obras temas que, ya de entrada, predisponen al lector a ser golpeado. Además, sabe enlazar magistralmente cada una de las diferentes historias que componen sus novelas. En este caso, la jueza Fiona Maye debe decidir sobre la vida de Adam Henry, un menor de edad que se opone a una transfusión de sangre que podría curar su leucemia. ¿El motivo? Es Testigo de Jehová. El dilema moral que se le presenta a la jueza es de órdago: respetar las creencias religiosas de Adam o mantener su seguridad personal por encima de estas. Para completar el cuadro que debe afrontar la protagonista, su marido le acaba de presentar una propuesta: dado que ambos rondan los sesenta y llevan varias semanas sin mantener relaciones sexuales --algo que no parece importar a su esposa, pero sí a él--, ha decidido mantener una relación pasional con una joven de veintiocho. Con este panorama, la novela conmueve, sorprende, intriga, indigna e invita a reflexionar. Así, el goce de su lectura anticipa la angustia de ver que las páginas avanzan y finaliza un libro que desearías que no terminase nunca. 

4. Jaque al psicoanalista. John Katzenbach. Ediciones B. 2018. Quince años después de la archi conocida precuela, Katzenbach resucitó al temible Rumplestiltskin para volver a poner entre la espada y la pared al doctor Starks. Sin embargo, en la novela solo han transcurrido cinco años. Tiempo en el que el psicoanalista ha rehecho su vida y ha retomado su actividad profesional. No en Nueva York sino en Miami. Un lugar como otro en el que comenzar desde cero una nueva existencia repleta de sol, paz, trabajo y tranquilidad. Hasta que una noche el hombre que quiso matarlo --y al que creía muerto-- reaparece como si nada en su consulta. Pero en esta ocasión no quiere acabar con él, sino pedirle ayuda para salvar a su hermano Merlin y a su hermana Virgil, amenazados por un desconocido que pretende cobrarse sus vidas a toda costa. Starks debe investigarlo, encontrarlo y entregárselo a R., quien dará buena cuenta de él. A cambio, los tres hermanos lo dejarán en paz para siempre. La novela casi llega a los niveles de tensión, intriga y misterio de El psicoanalista. Cualquier amante del género la disfrutará como la anterior, comprobando que ha valida la pena la espera. Porque ya sabemos que lo bueno se hace esperar.             

3. Born to run. Memorias. Bruce Springsteen. Random House. 2016. Risa, anécdotas, música y reflexión. Una reflexión honda, profunda y sosegada. Una especie de catarsis en la que el Boss hace un examen psicoanalítico puro y duro, llegando a afirmar que en psicoanálisis trabajas para convertir los fantasmas que te atormentan en ancestros que te acompañan. Para hacerlo se requiere mucho esfuerzo y mucho amor, pero ese es el modo en que aligeras la carga que tus hijos tendrán que soportar. A luchador, al Boss, le ganan muy pocos. No en vano, como él mismo escribe, su voz no hacía presagiar que pudiera ser cantante solista. Pero su tenacidad y conocerse a sí mismo, con sus límites pero también con sus fundamentos, le valieron para ser quien es en la actualidad. En las memorias encontramos confesiones llamativas y sorprendentes. Muy celoso de su vida privada, Springsteen afirma haber tenido una relación tempestuosa con su padre. Hecho que hizo que el Boss no lograra mantener ninguna relación sentimental que durase más de dos años --incluyendo su primer matrimonio--. Hasta que apareció en escena Patti Scialfa. Born to run es una biografía extensa escrita de puño y letra por un músico que, dicho sea de paso, escribe de forma impecable.

2. Stoner. John Williams. Baile del Sol. 2012. ¿Cómo es posible que esta novela --y su autor-- hayan pasado desapercibidos durante medio siglo cuando ambos deberían estar considerados clásicos indiscutibles del siglo XX estadounidense y mundial? Lo primero que llama la atención de la novela es su estilo narrativo. Una prosa elegante que crea una gran empatía con su protagonista. Williams demuestra tener una fuerza brutal para narrar historias cotidianas, quizás con la emoción de quien ha amado y sufrido a partes iguales a lo largo de su vida. Nos presenta una Universidad de la América profunda del siglo pasado. Y lo hace de forma magistral, con todo lo bueno y lo malo que allí hubo. A través de un personaje que quizás sea un alter ego de sí mismo, pues la novela tiene un trasfondo autobiográfico indudable: tanto el autor como su personaje fueron profesores de literatura inglesa en la Universidad de Misouri. Hace ya siete años que leí y reseñé la novela, pero la emoción con la que leí sus últimas páginas, con los ojos anegados por las lágrimas, casi sin poder finalizar la lectura, con la visión borrosa, me acompañará mientras viva. Stoner es una obra maestra literaria de primera magnitud. ¡Y debemos decirlo muy alto!

1. 4321. Paul Auster. Seix Barral. 2017. Paul Auster estuvo siete años sin publicar una sola novela. Demasiado tiempo para sus seguidores. Sin embargo, la espera bien valió la pena, puesto que 4321 son en realidad cuatro novelas en una. Cuatro historias diferentes protagonizadas por el mismo personaje en un mismo intervalo de tiempo según los azares de la vida. Porque leer estas cuatro novelas nos demuestra que no somos dueños de nuestro destino más que en unos pocos aspectos que sí podemos controlar conscientemente. Son las casualidades las que finalmente hacen que un camino trazado siga recto o se desvíe. Auster recrea, al más puro estilo Forrest Gump, la Norteamérica de los años centrales del siglo XX, desgranando los grandes acontecimientos que marcaron a toda una generación. 4321 es un originalísimo drama social que cautiva, emociona y divierte. Una obra completa --en el pleno sentido de la palabra-- que nos presenta una vida de Fergusones de los que cuesta despedirse según avanzan los capítulos. Una de esas novelas que desde su misma publicación se convierten en clásicos de la historia de la literatura universal. Y, como el Meursault de Camus en El extranjero, el Edmundo Dantés de Dumas en El conde Montecristo, el Holden Caulfield de Salinger en El guardián entre el centeno o la misma Emma Bovary de Flaubert en Madame Bovary, el Archie Ferguson --o, más bien, los cuatro Archies Fergusones-- de Auster en 4321 entra por derecho propio en ese pequeño gran museo vivo de los personajes inmortales de la historia literaria.





lunes, 1 de septiembre de 2014

El hijo de César. John Williams. Ediciones Pàmies. 2008. Reseña





     Cinco años. Entre 1967 y 1972. Cinco largos años tardó John Williams en escribir las apenas trescientas páginas de esta historia novelada sobre la figura del Emperador Octavio Augusto. Puede parecer mucho tiempo. Sin embargo, tras leer con atención el libro, uno se da cuenta de lo complicado que debió resultarle dar vida al protagonista y al resto de personajes de la historia. Y, a pesar de las dificultades, lo bordó. Escribió una novela que ya forma parte de la historia de la literatura.

     Tras editar dos libros de poesía y tres novelas (Nothing but the night - por desgracia, todavía no traducida a la lengua castellana -, Butcher´s Crossing y Stoner), Augustus (o El hijo de César, en su traducción castellana) recibió en 1973 el National Book Award de ficción. Supuso, además, su despedida como escritor, ya que su obra The sleep of reason quedó tristemente inacabada al sorprenderle la muerte en Arkansas en 1994.

     No fue un autor muy prolífico, pero cada uno de sus trabajos son auténticas obras maestras que deben ser leídas y conocidas por todo lector que se precie de ser entendido en materia literaria. En este mismo blog reseñé en su día Stoner y Butcher´s Crossing. En El hijo de César me ha vuelto a maravillar. Y no era fácil. A todo el mundo le ha pasado que tras tener tantas ganas de leer un libro este ha terminado por defraudarlo. No es el caso que nos ocupa.

     La novela se divide en tres libros. El primero trata de la muerte de Julio César, tío de Octavio, y de las luchas intestinas que se produjeron en la Roma de la quinta década antes de Cristo por sucederle en el poder. Acompañado de sus tres inseparables amigos de la infancia, Mecenas, Agripa y Salvidieno, el joven, de apenas dieciocho años por aquel entonces, consigue con gran maestría y altas dosis de paciencia auparse al poder a través del triunvirato del que también formaron parte Marco Antonio y Lépido.

     La relación entre los triunviros nunca fue excesivamente buena, especialmente entre Octavio y Marco Antonio. Además, los actos de piratería de Sexto Pompeyo ponían en peligro a diario la llegada de los necesarios suministros a la ciudad romana. Merced a complicadas estratagemas y a alianzas a priori contra natura, Octavio fue deshaciéndose de sus enemigos uno a uno. Hasta acabar con los asesinos de su tío y padre adoptivo y llevar a Roma a un estado de paz y tranquilidad ya casi olvidadas por sus ciudadanos. De especial interés me ha parecido cómo nos presenta Williams los continuos vaivenes en las relaciones entre los triunviros, que oscilan entre la armonía y la hostilidad manifiesta según las distintas situaciones planteadas.

     El libro segundo, que, como el primero, consta de seis capítulos, se adentra en aspectos más personales de la figura del Emperador. También de su familia - su esposa Livia y su hija Julia - y de sus amigos y conocidos - entre ellos, los poetas más prestigiosos del momento: Virgilio, Horacio, Ovidio o Catulo -. El ambiente palatino se contrapone a la casa personal del Emperador, bastante más modesta que algunas de la capital imperial de la época. La parte final de este segundo libro se centra en la incesante búsqueda por parte de Octavio de un sucesor. Algo que le resultó mucho más complicado de lo que él hubiera deseado. Por accidentes del destino y por las sucesivas conjuras contra su persona a las que hubo de hacer frente a lo largo de los años. Aún así, mi parte favorita de este segundo libro ha sido la historia personal de su única hija, Julia, con la que se cebaría la desgracia.

     El libro tercero es el más breve de la historia, apenas veinte páginas. Narra los pensamientos y los sinsabores de un Octavio al borde la muerte, camino de Nápoles, donde fue a morir a la pequeña y modesta casa en la que 72 años atrás muriera también su padre. Pese a su brevedad cabe destacar el indudable valor de unas páginas que deben hacer reflexionar a todo el mundo sobre aspectos tan ansiados pero controvertidos como el poder y los sacrificios que este conlleva. Un testimonio desgarrador de un hombre que, siendo el dueño del mundo, se sintió solo durante la mayor parte del tiempo. Una soledad necesaria para el bien de su amada Roma.

     La novela, o historia novelada, de John Williams nos muestra a un Emperador muy humano, capaz de sacrificar lo bueno que podría extraer de la vida por una buena causa, la paz y la libertad de su pueblo. Una historia que tiene como gran originalidad el hecho de no estar contada por un narrador omnisciente normal, sino por todos y cada uno de los personajes que forman parte de ella. Y es que la estructura de la novela se basa en los escritos personales de muchos de los protagonistas, diarios, memorias, etc, y en las cartas que se van enviando unos a los otros a través de los años. Como digo, una forma realmente original de contar una historia que todo el mundo debería conocer.

     Si en Butcher´s Crossing Williams nos sorprendió con un magnífico western de raíz clásico y en Stoner con una historia costumbrista que retrata a la perfección a un hombre a la vez normal y distinto a los demás, en El hijo de César  vuelve a deleitarnos con la figura de uno de los Emperadores más famosos de la antigua Roma. Y, además, contando su historia de una manera que nos atrapa desde la primera página. Por ello, no puedo despedir esta reseña sin decir esto: ¡Qué gran escritor fue este tipo! ¡Que traduzcan al castellano ya Nothing but the night, por favor! 


lunes, 9 de diciembre de 2013

Butcher´s Crossing. John Williams. Lumen. 2013. Reseña





     En 1960 John Williams debutó en el mundo literario con un western. Sí, un western, pero de los de verdad. Una historia de sueños incumplidos, tenacidad, ceguera vital, supervivencia (ante todo, espiritual), cazadores de bisontes y alma, mucha alma. Una de esas historias que nos invitan a reflexionar sobre lo que somos y lo que queremos ser. Y es que, como demostraría más tarde Williams con su obra más conocida, "Stoner", la condición humana es harto compleja.
 
     En 1870 Will Andrews, estudiante de último curso en Harvard, decide abandonar su carrera, su familia y su Boston natal para emprender una huida hacia el oeste americano, una tierra repleta de bisontes, pueblos aburridos (de alcohol y prostitución) y grandes líneas de ferrocarril que buscan descubrir lugares donde establecer pueblos y ciudades de nueva creación. Una tierra donde oportunistas de todo tipo tratan de cumplir unos sueños que suelen acabar en pesadillas.
 
     El joven llega a Butcher´s Crossing, un pequeño pueblo de una única calle en el que comenzará a vivir una experiencia que roza la épica pero también la demencia. Su huida hacia la naturaleza más salvaje le hará conocer a Miller, un experimentado cazador de bisontes que afirma conocer un lugar donde conseguir pieles suficientes como para enriquecerse; Charley Hoge, su fiel acompañante, lector voraz de la Biblia y bebedor empedernido de whisky; y Fred Schneider, un desollador rápido y audaz a la par que amante de la buena comida y de las mujeres.
 
     Juntos, los cuatro hombres emprenden un viaje en el que John Williams nos descubre los más interesantes métodos de supervivencia en las más duras condiciones, el mundo de la caza de bisontes y cómo cocinar con poco más que alubias y harina. No me cabe la menor duda de que el genial escritor debió documentarse a conciencia a la hora de abordar un tema tan complicado de explicar únicamente con palabras.
 
     Los cuatro expedicionarios vivirán varias situaciones límite a lo largo de una historia magistralmente abordada por una de las prosas más realistas, bonitas y a la vez austeras pero ricas en vocabulario que quien escribe ha podido leer en su vida. En distintos momentos parece que todos ellos van a perecer, pero siempre aparece la experiencia de Miller para salir airosos de unas situaciones en las que su propia codicia les había metido.
 
     Descripciones de ambientes, personajes y animales al margen - todas ellas soberbias -, me ha encandilado la relación entre Miller y Schneider, quienes chocan prácticamente en cada una de las tomas de decisiones según se adentran en el corazón del todavía inexplorado oeste americano del siglo XIX. La codicia, la seguridad y la temeridad del primero contrastan con la coherencia y el sentido común del segundo. Esa pugna entre el "querer siempre más" y el "más vale pájaro en mano que ciento volando" me ha parecido de lo mejor de la novela. Sin desdeñar al viejo Hoge, cristiano convencido y gran cocinero y ordenanza de expediciones, y al joven Andrews, verdadera alma de la trama, con sus inseguridades y sus certezas (más o menos erróneas).
 
     ¡Y qué decir de la naturaleza! Aquellos lectores amantes de las descripciones de montes, ríos, praderas y llanuras disfrutarán de la lectura. Porque la naturaleza se llega a convertir en el quinto miembro de la expedición. Desde los cauces de los ríos hasta las altas cumbres de las montañas; desde el crudo sofoco de verano hasta las nevadas de pleno invierno; desde los bisontes hasta los lobos. Y cómo vive y siente todo ello Will Andrews constituye la otra parte importante de la historia creada por Williams.
 
     No obstante, más allá de todo lo anterior, de la obra subyace un cierto trasfondo filosófico sobre la condición humana, la iniciación a la vida y el egoísmo o la bondad de las almas de sus protagonistas. No sería de extrañar que Jon Krakauer, autor de "Hacia rutas salvajes", se hubiera inspirado en "Butcher´s Crossing" como punto de partida de su historia. Personalmente, en diversos momentos Will Andrews me ha recordado a Chistopher McCandless (salvando las distancias). La soledad de los corazones de ambos en plena inmensidad salvaje me ha permitido establecer esta especie de paralelismo entre ambos.
 
     En conclusión, nos encontramos ante otra obra maestra de este desconocido autor norteamericano que, sin duda, merece que su obra (por desgracia, muy corta) sea digna de análisis por parte de todos los jóvenes universitarios de lengua y literatura anglosajona. Como "Stoner", "Butcher´s Crossing" es altamente recomendable. Y os sugiero su lectura encarecidamente.
 
              

martes, 25 de junio de 2013

Stoner. John Williams. 1965. Baile del Sol (2012). Reseña





     Comienzo a escribir esta reseña con cierto temor, algo muy poco común en mí. Cuando un libro me gusta y decido reseñarlo en mi blog suelo tener bien claro lo que quiero decir sobre él. En este caso no es así. ¿Por qué? Pues muy sencillo: veo tremendamente complicado escribir todo lo que la lectura de esta novela me ha hecho sentir. Es una obra que toca tantos temas que se hace difícil expresar con palabras los sentimientos que de ella emergen en cada una de sus páginas. Y de todo ello surge en mi mente una pregunta: ¿cómo es posible que haya pasado desapercibida durante tantos años una novela que debería ser considerada un clásico de la literatura estadounidense (y mundial) del siglo XX?
 
     Lo primero que llama la atención en "Stoner" es su estilo narrativo. Se trata de una prosa elegante que crea una gran empatía con su protagonista principal. Williams demuestra tener una fuerza brutal para narrar historias cotidianas, quizás con la emoción contenida de quien ha amado y sufrido a partes iguales en su vida. La novela está escrita con sencillez, sin aspavientos ni alardes literarios, pero con una honestidad devastadora, cercana, reconocible y que sumerge al lector en un maremagnum de sentimientos y emociones que lo sobrecogen por su gran realismo.
 
     "Stoner" está escrita con el mejor estilo literario que pueda existir: la razón. Y su sencillez contribuye a crear una narración vibrante y genial que nos atrapa. Estamos, sin duda, ante una novela bien contada, bien escrita, conmovedora y fascinante que quita el aliento en muchos momentos de su desarrollo. Una obra de arte que debería ser más conocida (y reconocida). Un perfume exquisito: ese que sólo utilizamos en las ocasiones más especiales y que tratamos que nunca llegue a su final. 
 
     Cuando terminé de leer la novela de Williams lo hice con una doble pena: primero por el simple hecho de acabarla, lo cual puso fin a unas horas de enorme disfrute literario; y en segundo lugar por haber leído la historia de una vida intensa pero no suficientemente aprovechada y disfrutada. Y es que William Stoner es un personaje tímido, inocente, delicado, estoico y casi indolente que a lo largo de su vida va renunciando a vivir la vida en plenitud. Su estoicismo e indolencia nos deja perplejos en muchas de las escenas, viendo cómo acepta, con la máxima dignidad, eso sí, las miserias, las decepciones y los problemas que van apareciendo en su vida cotidiana.
 
     Y, sin embargo, pese a su imperfección, nos transmite una firme sensación de paz, quietud, equilibrio y reconfortante lucidez. Es un personaje muy intenso, inolvidable, entregado a los libros, al saber y a su trabajo que constituye un retrato magistral de un hombre válido, virtuoso y, como ya he dicho anteriormente, lleno de imperfecciones. Stoner es un personaje público (por ser profesor de la Universidad de Misouri) pero anónimo a la vez que tiene un calado excepcional.
 
     Uno de los puntos fuertes de la obra de Williams es la indudable fuerza de los personajes que la componen. Todos están retratados a la perfección, también con sencillez y honestidad, lo que hace que el lector los ame o los odie, involucrándose en la historia sin poder evitar sentir lo mismo que cada uno de ellos.   
    
     Archer Sloane, el profesor de literatura inglesa de Stoner, cambiará la vida de nuestro protagonista para siempre al transmitirle su amor por la literatura, algo que llevará a que Will decida no regresar a la granja de sus padres para dedicarse a estudiar literatura e introducirse en el mundo de la docencia. Este será uno de los pocos actos de rebeldía de Stoner durante toda su vida.
 
     El puzzle de "Stoner" se compone a base de historias corrientes: una esposa odiosa, una hija que se distancia de sus padres, un amor tan intenso como imposible, una amistad poco cercana pero siempre presente, corruptelas universitarias y la intromisión de la Universidad en la vida privada de sus profesores. No obstante, además, es un viaje a los EE. UU. de la primera mitad del siglo XX, con sus dos guerras mundiales y la crisis del ´29 como telón de fondo. Una crisis que pone de manifiesto una gran diferencia entre el pasdo siglo y el actual: en los EE. UU. del ´29 eran los banqueros quienes ponían fin a sus vidas debido a su mala gestión empresarial. Qué diferente a la actual situación, ¿verdad?
 
     John Williams nos presenta una Universidad de la América profunda del siglo pasado. Y lo hace de forma magistral, con todo lo bueno y lo malo que allí hubo, a través de un personaje que quizás sea un alter ego de su propia persona, pues la novela tiene un trasfondo autobiográfico bastante indudable: tanto Williams como su personaje Stoner fueron profesores de literatura inglesa en la Universidad de Misouri.
 
     Resulta increíble que una novela que pasó desapercibida durante tanto tiempo haya conseguido hacerse un hueco en el mundo literario muchos años después del fallecimiento de su autor. Un reflejo de que el futuro de una obra no siempre está ligado al éxito que tenga en los primeros meses después de ser publicada, algo de lo cual me alegro enormemente. 48 años después de su publicación "Stoner" está de plena actualidad en nuestro país gracias a una pequeña editorial tinerfeña llamada "Baile del Sol" que ha apostado por una joya costumbrista que ha de guardarse en un lugar bien especial.