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viernes, 31 de diciembre de 2021

Canción de Navidad. Charles Dickens. Servilibro Ediciones. Reseña

 




    La novela corta Canción de Navidad o Cuento de Navidad --según las traducciones--, de Charles Dickens, fue publicada días antes de las navidades de 1843 por la editorial londinense Chapman & Hall, cuando el autor ya era de sobra conocido por obras como Los papeles póstumos del Club Pickwick, Oliver Twist o Almacén de antigüedades. Como en muchas de estas novelas y de las que la siguieron en el tiempo, Dickens reflejó con gran maestría el agudo contraste social entre la riqueza más absoluta y la pobreza más mísera que se daba en el Londres de su época. Y salió en defensa de las personas desvalidas, humildes e indefensas, que soportaban miserables condiciones de vida y trabajo en las grandes ciudades como consecuencia de la Revolución Industrial del siglo XIX. Unas condiciones que muy a menudo acababan con esas personas mendigando y siendo explotadas por una emergente y cruel burguesía.

    El protagonista de la novela es el prestamista Ebenezer Scrooge, un hombre avaro, egoísta y sin escrúpulos que odia la Navidad --a la que califica como paparruchas o pamplinas--, a los niños y a cualquier cosa que pueda hacer felices a los demás. Dickens lo describe así: un viejo pecador que extorsionaba, tergiversaba, usurpaba, rebañaba y apresaba. La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos, azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Es de la opinión de que el hecho de que muera gente pobre solo hace que disminuir el incipiente y peligroso exceso de población --idea que sigue a las del demógrafo y economista Thomas Malthus--. Cuestión esta que se repite varias veces a lo largo de la novela como crítica del autor al referido economista.

    El día de Nochebuena, justo siete años después de la muerte de su socio, Jacob Marley, el fantasma de este se le aparece para dar a Scrooge una última oportunidad de encauzar su vida e impedir que acabe como su antiguo socio, quien deambula arrastrando las pesadas cadenas de sus pecados mortales. Para ello, Scrooge deberá recibir a tres espíritus --el de las navidades pasadas, el de la Navidad presente y el de las navidades futuras--, los cuales harán que afronte sus propios fantasmas. Los tres espíritus lo transportan a hechos del pasado: el abandono que sufrió de joven tras morir su madre en su parto, lo cual provocó que su padre lo internase en un colegio; el gran amor que sintieron él y su hermana, Fan, también fallecida en el parto de su hijo, sobrino de Scrooge, a quien pidió que cuidara de ahí en adelante; algo que hizo hasta que este se casó con una mujer de familia humilde en contra de sus deseos.

    Scrooge también asiste de nuevo al momento en el que Alice, el amor de su vida, lo abandona tras observar el drástico cambio de su prometido, quien ha encontrado un nuevo ídolo dorado, el dinero; o al de la muerte de Marley, de quien heredó todos sus bienes, puesto que tampoco aquél tenía mujer ni hijos; o a uno especialmente aborrecible, justo cuando afirmó que la posible futura muerte de Tim, el hijo de su empleado Bob Cratchit, aliviaría el exceso de población; y se estremece al comprobar que su amada Alice se ha convertido en una solterona que trabaja para la beneficencia, justo lo que él siempre critica con asquerosa pasión --¿Ya no hay cárceles? ¿Y los asilos?, ¿siguen en activo? ¿Está en pleno vigor la Ley de Pobres?, argumenta para no tener que dar limosna a los pobres--. Dichas preguntas y argumentaciones provienen del filósofo escocés Thomas Carlyle, a quien también critica Dickens de forma directa. 

    A través de todas estas visiones a Scrooge le van entrando unas cada vez mayores ganas de ver a Cratchit, a su gravemente enfermo hijo Tim, a su sobrino, a su esposa, a todas las personas vivas --las ya fallecidas, por desgracia, no cuentan-- a las que ha desagraviado con su comportamiento durante todos esos años. Las ve celebrar la Navidad junto a sus familias --algo de lo que él carece por completo-- pese a su extremada pobreza y observa lo poco que necesitan para ser felices, aunque sea solo por unas horas al año. Las ve brindar por él a pesar de todo. Y las ve burlarse y compadecerse de él. Me da lástima. No podría enfadarme con él ni aunque quisiera. El perjudicado por sus manías retorcidas siempre es él mismo. El hecho de que no le caigamos bien y no quiera celebrar nada con nosotros hace que pierda la oportunidad de pasar buenos ratos. Pienso invitarlo todos los años, tanto si le gusta como si no, comenta su sobrino a su familia.  

    La posible muerte en soledad de Scrooge, sin nadie que lo vele ni acuda a su entierro, lo hace recapacitar finalmente, no sin antes debatir en su interior sobre si todavía es posible a su edad enmendar sus errores del pasado o al menos corregirlos de cara al futuro. El rumbo que lleva un hombre presagia un final determinado al que se verá conducido si persevera en su conducta. Pero si se aparta de ese rumbo, el final cambiará. ¡Dime que eso es lo que ocurre con lo que me muestras! Respóndeme: ¿lo que me muestras es lo que va a pasar y ya no puedo evitarlo o lo que podría pasar si continúo comportándome así?, le implora al espíritu de las navidades futuras. Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré mantener vivo su espíritu durante todo el año. Viviré en el pasado, en el presente y en el futuro; los espíritus de los tres estarán vivos en mi interior y no caerán en saco roto las lecciones que me han enseñado, acaba prometiendo.

    Desde muy pronto Canción o Cuento de Navidad se convirtió en un clásico de las fechas navideñas que trascendió el mundo de la literatura adulta y pasó a la infantil y acabó representada también en emisiones de radio, obras de teatro, incluidos algunos musicales, y, finalmente, en televisiones y cines. Algunas de estas obras se ciñen concretamente a la obra de Dickens; otras se basan en ella pero tratan otras temáticas. Sobre todo en el caso de los cuentos infantiles propiamente dichos. Así, hay cuentos de Navidad protagonizados por personajes de Disney, como los Looney Tunes o Mickey Mouse, además de por los Pitufos, los Picapiedra y hasta por los Teleñecos. E incluso inspiró otras películas aparentemente diferentes pero cuyas raíces si se alimentan de la obra de Dickens. Por ejemplo, la maravillosa ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra (1946), protagonizada por un James Stewart inconmensurable, que precisamente acaba de cumplir 75 años de existencia. 


miércoles, 30 de junio de 2021

El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde. Club Internacional del Libro. 1993. Reseña

 





    Ten cuidado con lo que deseas, se puede convertir en realidad, dijo en una ocasión Oscar Wilde. La frase, hoy conocida por todo el mundo, es una de tantas que se le atribuyen al escritor, poeta y dramaturgo nacido en Dublín (Irlanda) en 1854. En 1890, con tan solo 36 años de edad, escribió su única novela, El retrato de Dorian Gray, que en un principio fue publicada como cuento corto por una revista literaria mensual estadounidense, la Lippincott´s Monthly Magazine. Tras una revisión, modificación y ampliación, se publicó finalmente como novela de terror gótica en 1891, pasando a la historia como una de las grandes obras del referido género. Y también como una de las más importantes novelas de todos los tiempos. Además, creó una enorme controversia en la Inglaterra de la época el hecho de la gran atracción física que el protagonista inspira al creador de su retrato, el pintor Basil Hallward. ¿Homosexualidad en una novela de finales del siglo XIX? Pues es algo probable.


    La frase con la que comienza esta reseña inspiró, sin duda, la historia que comenzó como cuento y pasó a la historia como novela. Dorian Gray, al ver el retrato que le ha hecho su amigo Basil Hallward, exclama: ¡Qué triste es! Me haré viejo, feo, horrible. Pero este retrato permanecerá siempre joven. No será nunca más viejo que en este día. ¡Si sucediera al contrario! ¡Si fuera yo el que se mantuviese joven y el retrato el que envejeciera! ¡Por eso, por eso, yo daría cualquier cosa! ¡Sí, no hay nada en el mundo que no diera yo! ¡Sería capaz de dar mi alma por ello! Y, desde ese preciso instante, aunque el protagonista no se dará cuenta hasta un tiempo después, su apariencia física queda estanca y es el retrato el que comienza a envejecer. Y Dorian cambia radicalmente: del chico rico pero humilde y tímido que había sido pasa a convertirse en un ser extravagante, desvergonzado, egoísta y hedonista. Las personas ya no le importan por ellas mismas, sino por el placer que le puedan brindar.


    Para Basil Hallward, artista puro y apasionado y buena persona, el arte es lo más importante del mundo. Lord Henry Wotton, amigo en común con Dorian, es un hedonista altamente ingenioso y, por tanto, peligroso para quienes lo rodean. Es él quien corrompe el alma de un Dorian que comienza a dar demasiada importante a su belleza y busca emular a su nuevo amigo, olvidando la rectitud, los valores y la moralidad y buscando únicamente el placer cotidiano. Su frialdad --de ambos, de lord Henry Wotton y de Dorian-- irán poniendo progresivamente los pelos de punta a un lector incrédulo que no puede creer lo que ven sus ojos. Sin embargo, mientras lord Henry se toma la vida y sus propias afirmaciones a broma, Dorian cree todo lo que su amigo dice a pies juntillas. Se lo toma tan en serio que acaba por entrar en una espiral de la que no sabrá salir de ninguna manera. Es más, irá ampliando su lista de pecados, aunque siempre logrará justificarlos de las maneras más crueles e indolentes inimaginables.


    Los tres personajes masculinos de la novela están muy bien buscados y tratados. De hecho, el propio Wilde llegó a escribir una carta en la que afirmó que son, de diferentes formas, reflejos de mí mismo. Basil Hallward es lo que creo que soy; lord Henry, lo que el mundo piensa de mí; Dorian, lo que me gustaría ser en otras edades, tal vez. Si uno analiza los porqués de cada uno de ellos, puede que llegue  a la conclusión de que la afirmación es cierta. Wilde apoyó al movimiento estético que afirmaba que el arte debía ser lo más importante en la vida. Como Basil. En esta novela, escribe su autor que todo arte es más bien inútil. El arte por el arte aparece durante la novela en forma de música, literatura, teatro, ópera, joyas, bordados, tapices, vestimentas, materiales de servicio eclesiástico, decoraciones en interiores y jardines, etc. Dorian es un gran entendido en todos estos temas, a los que dedica gran parte de su tiempo y esfuerzo. Porque, cuando se involucra en algo, lo hace hasta sus últimas consecuencias.


    Y, como sucede siempre, en todas estas situaciones aparece un detonante a partir del cual ya nada vuelve a ser igual. En esta novela es la relación entre Dorian y Sibyl Vane. El joven afirma estar enamorado de la también joven actriz de teatro, a la que acude a ver actuar a diario. Bella y gran intérprete, la humilde chica cautivará sin saberlo a un Dorian que quiere abandonar todo para casarse con ella, sin importarle en absoluto que no sea de su misma clase social. Está dispuesto a desafiar a la rígida sociedad londinense con tal de salirse con la suya y contraer matrimonio con su venerada Julieta, a la cual Sibyl interpreta a menudo con grandes resultados. Sin embargo, Dorian será influido cada vez menos por Basil y cada vez más por lord Henry, quien afirma que ninguna mujer es genial. La mujer es un sexo decorativo. Las mujeres representan el triunfo de la materia sobre el cerebro, al igual que los hombres el triunfo del cerebro sobre la moral. Mal consejo para alguien que cree estar enamorado.


    Usted me ha llenado de un desenfrenado deseo de conocerlo todo en la vida, le responde Dorian. Las palabras de lord Henry acerca de Basil --los buenos artistas, como usted, existen simplemente en sus obras, de modo que, como personas, no tienen el menor interés-- terminan por convencer al joven respecto a qué amigo debe seguir más estrictamente. Así, Dorian contesta que desde que le conozco a usted, Henry, he descubierto que Basil es el mejor de los amigos, pero me parece que es un poquillo filisteo. En ese momento, el artista sabe que lord Henry es una muy mala influencia para Dorian, pero se siente impotente ante la situación. Sobre todo, porque sus consejos caen en saco roto y Dorian se ha dado a vivir la vida. Tanto que, a las primeras de cambio, Sibyl Vane cae en desgracia y es abandonada de la manera más rastrera, sin miramientos pero con crueldad, viendo roto el compromiso acordado con Dorian. Un Dorian que celebra su ruptura yéndose a disfrutar a la ópera con lord Henry. Gran gesto de total indolencia que demuestra las diferencias entre el verdadero amor y un simple encaprichamiento. 


    Usted, Henry, por su posición y fortuna; yo, por mi talento, tal y como es; y Dorian, por su belleza, tendremos que sufrir por lo que los dioses nos han concedido, sufriremos horriblemente, vaticina el artista. Y la tragedia de Sibyl Vane --antítesis de Basil Hallward, pues vive no para el arte sino para el amor-- y su familia parece confirmar los peores presagios. James Vane, hermano y fiel protector de Sibyl, le dice a su madre que juro que si ese hombre hace algún daño a mi hermana, averiguaré quién es, le perseguiré y le mataré como a un perro. A partir de este momento, la vida de Dorian cambia aparentemente a mejor, pero muy a peor en realidad. Se vuelve inmoral, pierde por completo sus valores, desaparece extrañamente en ocasiones durante días, mantiene una elevada vida social, vive permanentemente rodeado del escándalo y pasa de ser el Príncipe Encantador --como le llamaba Sibyl Vane-- a un Monstruo Encantador, llegando a cometer un horrible crimen que olvidará rápidamente.


    La frialdad y la capacidad que Dorian demuestra para seguir con su vida como si nada a pesar de cargar con varias muertes en su conciencia le extraña incluso a él mismo. Llega a disfrutar del placer que le proporciona esa doble vida. Curar el alma por medio de los sentidos, y los sentidos por medio del alma es la clave de todo, según le dijo lord Henry tiempo atrás. Siente su alma enferma, y se lanza en brazos del alcohol y el opio. Y comienza a frecuentar oscuros tugurios de barrios apartados de la moralidad. La acción se encamina a un mal final, sin duda, pero el lector desconoce cuál será ese final. Y Oscar Wilde sabe mantener el suspense y el interés por la historia y la suerte de sus protagonistas hasta la última página. Por ello, El retrato de Dorian Gray es una novela que hará las delicias de los lectores, sean o no aficionados del género de terror gótico. No en vano, se trata de uno de los clásicos inmortales del siglo XIX y de la historia de la literatura universal.                        


  

miércoles, 13 de mayo de 2020

Almacén de antigüedades. Charles Dickens. Club Internacional del Libro. 1993. Reseña




   


     Tal y como había hecho un año antes con Barnaby Rudge. Relato de los disturbios del año ochenta, entre finales de 1840 y comienzos de 1841 el semanario Master Humphrey´s Clock publicó Almacén de antigüedades, de Charles Dickens (1812-1870). Como es habitual, al terminar las entregas, la obra entera fue publicada en un solo volumen. El novelista inglés más conocido de la época victoriana ya había escrito anteriormente Aventuras de Pickwick y Oliver Twist, dos novelas de juventud que sorprendieron a propios y extraños en los años finales de la década de 1830. ¿Cómo un joven sin apenas formación podía haber escrito antes de cumplir los treinta años de edad dos novelas tan formidables? La única respuesta válida para responder a esta pregunta es simplemente una palabra: Dickens fue un gran autodidacta.

     Almacén de antigüedades es una narración repleta de crítica social basada en la muerte de su cuñada, Mary Hogarth, a quien el autor adoraba, a la corta edad de diecisiete años. En la novela asistimos a la caída económica y física de la pequeña Nelly y de su abuelo, propietario de un almacén de antigüedades que conoció tiempos mucho mejores. Nelly es lo único que el anciano tiene en este mundo, y su única obsesión es dejarle a su nieta una herencia bien jugosa. Consciente de que a través de su negocio no va a conseguir su único propósito vital, solo se le ocurre ir a jugarse sus cada vez más exiguas monedas a las cartas. Pese a que siempre pierde, vuelve una y otra noche a las mesas de juego. Hasta que pierde hasta su almacén y su contigua vivienda. Así, humillados y avergonzados, nieta y abuelo huyen de Londres e inician un duro vagabundeo por la campiña inglesa.

     Con el peculiar estilo dickensiano, mezcla de sátira, aventura, ironía, crítica y comicidad, se nos desgranan los hechos constituyentes de la vida de cada uno de los personajes de la trama. Aunque Nelly y su abuelo son los protagonistas principales --y se nos cuentan con todo lujo de detalles y descripciones sus mil y una peripecias por la campiña inglesa a lo largo de sus semanas de huida de la capital--, el lector siente la creciente necesidad de saber qué va a ser de Kit, el amigo íntimamente enamorado de la pequeña y servidor de su abuelo, un joven trabajador y honrado que se gana la vida como buenamente puede pero siempre de forma honrada y legal; o el malvado Daniel Quilp, un enano y deforme prestamista que no conoce los escrúpulos ni con su propia esposa y que no duda en utilizar lo que tenga a mano en cada momento para salirse siempre con la suya al precio que sea.

     Dick Swiveller es quizás el personaje más cambiante a lo largo de la novela. Al principio colabora con Quilp para tratar de averiguar el paradero de Nelly y de su abuelo. Quilp le convence de que el viejo es rico y le promete hacer lo imposible para casarlo con la pequeña en caso de encontrarla al fin. El joven se involucra de inmediato, pensando que de esa manera obtendrá un fácil botín. El devenir de los hechos, a partir de ahí, harán que Swiveller vaya evolucionando hasta posiciones mucho más moralizantes. Se enamorará de la Marquesa, otra casi niña que sirve en la casa en la que Quilp le ha colocado como escribiente. Los procuradores, los hermanos Brass, son otros personajes siniestros que intentan sacar ventaja de las situaciones que se les van presentando en su día a día. Pero hay protagonistas bondadosos también.

     El mayor de todos, sin duda, el maestro de escuela. No solo aloja a Nelly y a su abuelo en un primer momento en su propia casa, sino que finalmente les consigue un hogar para ellos solos en Shropshire, el pueblo al que llegan ambos ya con su salud muy deteriorada tras varias semanas de peregrinación y miseria. Además, el maestro logra emplear a la pequeña en la iglesia y en el cementerio del pueblo. Un trabajo no demasiado arduo ni tampoco muy bien pagado, aunque suficiente para que nieta y abuelo puedan dejar de deambular por los campos y tengan siempre un cobijo y algo que echarse a la boca cada día. Pese a su timidez, Nelly se ganará muy pronto a la gente del pueblo gracias a su buen hacer en sus tareas y a sus atenciones hacia cada uno de los ciudadanos. Abuelo y nieta, por fin, se sienten como en casa y se juran que jamás abandonarán Shropshire. 

     El final de la novela --el cual no desvelaré, obviamente-- resultó polémico en su época. A algunos, su alta carga dramática y sentimental los maravilló, cautivó y emocionó --se dice que el líder irlandés Daniel O´Connell, conocido como El libertador, tiró el libro por la ventana nada más terminar de leerlo--; a otros, los no tan románticos, les resultó empalagoso --ojo: no, el final no es lo que aquí parece--. Así, Oscar Wilde afirmó haberse muerto de la risa durante la lectura de las últimas páginas de la novela. Además, como curiosidad, parece real que antes de la última entrega en los EE. UU., los fans de la novela gritaban a los barcos ingleses que encontraban para preguntar por el puerto si la pequeña Nelly seguía con vida todavía. Algo que habla muy bien de la trama, que mantuvo en vilo a mucha gente durante meses a la otra orilla del Atlántico.

     Uno de los fuertes de Dickens fueron siempre las descripciones. Cada personaje es retratado como si de una pintura se tratara. Tanto física como psicológicamente. Lo cual hace que el lector sienta lástima o pena por algunos de ellos y aversión y asco por otros. La evolución de algunos de ellos a lo largo de la obra --hemos citado el caso de Swiveller en esta reseña-- es otro de los aspectos a destacar en la literatura dickensiana. Lo mismo que hemos citado respecto a los personajes ocurre con los ambientes, paisajes y lugares. Así, la misma ciudad de Londres se convierte en una de las grandes protagonistas de sus novelas. Sus calles, sus suelos, sus edificios, tiendas y casas se levantan de las páginas de tal manera que nos parece estar paseando por ese Londres decimonónico victoriano. Y qué decir del salvaje campo, repleto de payasos, saltimbanquis, viajeros, mentirosos y ladronzuelos.

     Aunque a lo largo de la novela hay diversos pasajes dignos de reseñar, me voy a detener, para acabar, en tres de ellos: 

- Sobre Quilp, su esposa y las costumbres de la época: es natural que, estando reunidas tantas señoras, la conversación recayera sobre la propensión del sexo fuerte a dominar y tiranizar al débil, y acerca del deber que tenía éste de resistir y volver por sus derechos y dignidad. Era natural por cuatro razones: primera, porque siendo joven la señora Quilp y sufriendo las brutalidades de su marido, era de esperar que se rebelara; segunda, porque era conocida la inclinación de su madre a resistir la autoridad masculina; tercera, porque cada una de las concurrentes creía manifestar así la superioridad de su sexo, y de ella misma entre las demás; y cuarta, porque, estando acostumbradas las allí reunidas a criticarse unas a otras, una vez reunidas en íntima amistad no podían hallar asunto mejor que atacar al enemigo común. 

- Sobre Nelly y su relación con el abuelo y con el maestro: la bondadosa franqueza del buen maestro, su afectuosa seriedad y la sinceridad que había en sus palabras, inspiraron confianza a la niña, que le contó toda su historia, toda su vida. No tenían parientes ni amigos, ella había huido con su abuelo para librarle de una casa de locos y de todas las desgracias que tanto temía, aún entonces huía otra vez para librarle de sí mismo, buscando un asilo en algún lugar remoto y primitivo, donde no pudiera caer otra vez en aquella tentación (el juego) tan temida. 

- Sobre Nelly, su trabajo en el cementerio y el recuerdo de los muertos --de nuevo, en conversación con el maestro--: pero, ¿tú crees que una tumba abandonada, que una planta seca o una flor mustia indican descuido y olvido? ¿Crees que no hay acciones, hechos, que recuerdan mejor a los muertos queridos que todo esto que nos rodea? Hay mucha gente en el mundo que ahora mismo está trabajando pero cuyo pensamiento está al lado de esas tumbas, por muy olvidadas que parezcan estar... No hay nada bueno que desaparezca; todo el bien permanece; no se olvida del todo. Un muerto querido permanece siempre en la mente y en el corazón de los que le amaron en vida. No se suma un ángel más a las huestes celestiales sin que su memoria viva en los que le amaron eternamente. 
                

         

miércoles, 25 de enero de 2017

84 Charing Cross Road. Helene Hanff. Anagrama. 2006. Reseña





     En una ocasión alguien --no recuerdo quien-- dijo o tal vez escribió --tampoco este dato lo tengo nada claro-- algo así como que un buen lector no puede ser una mala persona. En sí, la frase parece fuera de lugar. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Sin embargo, si lo pensamos más fríamente, se convierte en una certeza. Sinceramente, opino que quien fuera la persona que dijo o escribió semejante frase dio en el clavo. Y un ejemplo de ello lo tenemos en este libro de Helene Hanff. Una novela epistolar que emociona a todo lector que realmente ame los libros y la literatura. A mí al menos me ha conmovido profundamente. Tanto que al terminarlo me he quedado sin saber exactamente cómo reaccionar. Maravillado y triste a la vez.

     Una historia de lo más sencilla, si está escrita con el corazón en la mano, puede tocar lo más profundo de nuestro ser. Y si está escrita con dos corazones --o incluso alguno más--, tal y como sucede en el caso de 84 Charing Cross Road, más todavía. Y es que, como también se suele decir, la realidad siempre supera a la ficción. Porque esta novela sucedió. Y es el fruto de veinte años de correspondencia entre dos personas que jamás se conocieron en persona pero que se amaron de una manera muy especial. No, no estoy hablando del amor conyugal o sexual, sino de otro amor que también puede conmover: el amor a los libros, a la literatura, a los buenos modales y a la buena educación.

     Helene Hanff fue una escritora estadounidense que trató de que sus obras teatrales fueran llevadas a la escena por algún productor. Algo que no consiguió hasta muy tardíamente. Mientras tanto, hubo de buscarse la vida escribiendo guiones para series televisivas de las distintas televisiones norteamericanas. También ensayos, cuentos y reseñas literarias para revistas. Finalmente, publicó la obra que nos ocupa, la que acabaría dándole gloria, no solo en el mundo literario sino también en el del cine, como veremos más tarde. Siempre autodidacta, trató de conseguir en el Nueva York de los años cincuenta y sesenta las obras más importantes de la literatura inglesa de todas las épocas. Harta de no encontrarlas en ninguna galería ni librería, acabó encontrando solución a su problema en el 84 de Charing Croos Road, en Londres.

     Allí estaba ubicada la librería Marks & Co., donde pudo satisfacer sus deseos en forma de magníficas encuadernaciones en piel y tela de sus obras preferidas. Frank Doel, el encargado de la librería londinense, irá atendiendo de la mejor manera posible sus demandas. Y entre libros, autores y temáticas, surgirá una relación muy especial entre ambos. Pero no solo entre ellos, sino también entre la escritora y el resto de trabajadores de la librería e incluso entre sus familiares. Los pedidos de Hanff son libros casi inencontrables. No obstante, Frank Doel consigue ir consiguiendo la mayoría de los ejemplares. Aunque la tarea le lleve hasta dos años.

     Catulo, Angler, Chaucer, Walton, Milton, Lamb, Hunt, Austen. Por las páginas de las cartas que componen la novela aparecen los grandes nombres de la literatura inglesa. Pero no solo eso. A lo largo de los veinte años de correspondencia, ambos interlocutores van contándose los aspectos más importantes de sus respectivas sociedades, por lo que la obra sirve también para radiografiar a ambas. La situación económica británica tras la II Guerra Mundial, con las consabidas restricciones alimentarias, provocará que Hanff, desde el otro lado del Atlántico, se compadezca de los empleados de la librería y comience a enviarles productos muy poco vistos allí en aquella época. Su solidaridad y su bondad provocará el estrechamiento en los lazos entre ella y todas las familias que algo tienen que ver con la librería.

     Con un sentido del humor sano y algo excéntrico en ocasiones y esos envíos de alimentos en plena época de carestía y racionamientos, Hanff irá ampliando la lista de sus amigos londinenses. Sin embargo, no encuentra la manera de visitarlos. Su mala situación económica se lo impide, Intenta ahorrar a lo largo de los años, pero cuando parece que va a poder cumplir el sueño compartido de reunirse con ellos siempre ocurre algo que la hace tirar mano de los ahorros e ir aplazando el caro viaje. Nos quedan, eso sí, las cartas que se fueron enviando a lo largo de esas dos décadas. Unas cartas llenas de amor, ternura, admiración mutua y pasión literaria y humana que conforman un tesoro para cualquier amante de la literatura.

     Sin duda, 84 Charing Cross Road es una de esas joyas que nos hablan de lo que para muchos de nosotros suponen los libros, las librerías y las bibliotecas. Aunque su publicación pasó casi inadvertida en un primer momento, a lo largo de las décadas siguientes se ha ido confirmando como uno de esos pocos libros denominados de culto a ambos lados del Atlántico. Lo mejor de todo es saber que se trata de una historia real. Sus protagonistas, sin duda, merecen pasar a la historia de la literatura. Lo peor, sin duda, que se hace muy corto y que algunas de las cartas no se conservaron, provocando algunos vacíos informativos que, a pesar de todo, no restan un ápice de encanto a la historia.

     En 1970 Hanff publicó, previo permiso de todos y cada uno de sus interlocutores londinenses, las cartas en forma de novela epistolar. Poco más tarde, se llevó también al teatro. Por fin, ¡el teatro! Y en 1987 la historia llegó también a la gran pantalla. Dirigida por David Hugh Jones, producida por Mel Brooks y protagonizada por Anne Bancroft (como Helene Hanff) y Anthony Hopkins (como Frank Doer), es fiel a la realidad y constituye otra obra maestra que todos los amantes de los libros deberían ver. Su título: La carta final (84 Charing Cross Road). Seguramente, si la obra fuera de ficción, el final habría sido muy diferente. La vida, sin embargo, nos lleva a veces por caminos que no podemos conocer. Por suerte, siempre nos quedarán los libros para mitigar nuestros males...                 


lunes, 22 de febrero de 2016

Lo que el hielo atrapa. Bruno Nievas. Ediciones B. 2015. Reseña





     Lo que el hielo atrapa es una novela histórica y de aventuras basada en hechos reales que lanzó hace un año Ediciones B. Narra el tercer intento del expedicionario irlandés Ernest Shackleton por conquistar la Antártida. Y, ante todo, es un homenaje a una figura que, aunque menos conocida que Amundsen o Scott -este último aparece como secundario en la novela-, tuvo una gran importancia en su momento. Y es que este explorador basó todas sus expediciones en una premisa muy clara: tratar de llegar hasta donde nadie hubiera llegado antes, sí, pero también volver con todos sus acompañantes a salvo. Este aspecto, que le impidió la conquista total del continente helado en sus anteriores intentos (las expediciones Discovery y Nimrod) le confirió, por otra parte, una gran dosis de humanidad, dignidad y honorabilidad.

     La novela de Bruno Nievas se centra en la expedición Endurance, que partió de Londres rumbo a la Antártida en agosto de 1914. El carácter obstinado y obcecado del expedicionario se pone de manifiesto desde el comienzo. Y es que, pese a los recursos limitados con los que cuenta -la Gran Guerra puso en jaque el viaje en el último momento a causa de los recortes de financiación que debió superar como pudo-, no dudó en ningún momento en dirigirse a las tierras heladas para tratar de conquistar lo hasta entonces inconquistable.

     Shackleton fue un jefe recto -pero también fiel a sus principios- que no en pocas ocasiones trató a sus subordinados como si de sus hijos se tratara. Pese a diversos errores a la hora de tomar decisiones -lo cual refleja de nuevo su carácter humano y humilde, pues los asume sin excusas- siempre tuvo una sonrisa y unas palabras de ánimo hacia ellos, lo cual le ayudó a sofocar algún que otro pequeño conato de rebelión. Nievas refleja a la perfección el carácter del protagonista de esta epopeya. Tanto que la novela puede considerarse también una especie de biografía. A base de flashbacks, nos presenta capítulos anteriores de su vida y de quienes le acompañaron en su aventura. Porque, como queda claro, también estamos ante una gran novela de aventuras.

     El Endurance quedó atrapado por una banquisa de hielo que lo fue aplastando lentamente hasta hacer que se hundiera. Desde entonces, los 28 marineros -incluidos el fotógrafo Hurley; el capitán Worsley; su mano derecha, Wild; el experto en perros guía, Crean; el meteorólogo Hussey; el científico McIlroy; el veterinario Macklin y el resto de expedicionarios- se vieron obligados a vivir en la placa helada. Y así pasaron dos largos años. La sabiduría de Shackleton, sus dotes de liderazgo y su obstinación provocaron que todos sus acompañantes le siguieran a pies juntillas, sabedores de que sus vidas estaban en sus manos. Y su jefe no les defraudó.

     Y no lo hizo pese a las condiciones extremas que hubieron de enfrentar -el frío, el hambre y las temibles aplanadoras (brutales oleadas de un fortísimo viento gélido capaz de sepultar todo aquello que encuentra en su camino)-, las cuales incluyeron a la poca fauna presente en aquellas latitudes -con la única excepción de los pingüinos-: las orcas y los leopardos marinos. El miedo -pánico, en ocasiones- estuvo presente en numerosos momentos de aquella aventura tan épica y emocionante como pavorosa y horripilante.    

     El resto de este viaje épico lo dejo en manos del lector. No debo ser yo quien cuente cómo acaba la historia. Lo que sí debo hacer aquí es alabar el gran trabajo de documentación que requiere escribir una historia de estas características y, por supuesto, animaros a que leáis la novela. Es la tercera de este pediatra almeriense -tras Realidad Aumentada y Holocausto Manhattan, ambas reseñadas en este mismo blog- y en ella demuestra que sigue progresando en cada uno de sus trabajos literarios. Creedme: es un escritor a seguir muy de cerca en los próximos años.

     Antes de finalizar, me gustaría resaltar cuatro aspectos que considero interesantes sobre Lo que el hielo atrapa. En primer lugar, los flashbacks que aparecen a lo largo de la novela, los cuales nos ayudan a conocer mejor el pasado de los personajes de la misma, así como los motivos que los han llevado a formar parte de la expedición: compañerismo, fidelidad, espíritu aventurero, búsqueda de sí mismos, etc. En segundo lugar, otro aspecto del carácter del héroe que fue Shackleton que se refleja a la perfección en esta frase: "descartado lo imposible, queda intentar lo difícil". La afirmación, utilizada a menudo por el jefe de la expedición, le define también como persona. 

     El tercer aspecto a destacar es que el autor se permite la licencia literaria de crear un personaje ficticio en la historia: Zara Foley. La única mujer de la empresa, según Nievas, huía de la policía de Londres y del cadalso. Un asesinato en defensa propia la obliga a buscar una salida a su delicada situación. Conocer a Shackleton y embarcarse rumbo a la Antártida era su único escape. Y, de paso, se convierte en la otra gran protagonista de la historia. Por tanto, es el personaje 28+1 de la novela. Y, para acabar, quiero recordar otra afirmación clave en la novela: "el corazón es del lugar en que uno se encuentra". Quizá sea esa la razón por la que alguien casado y con tres hijos se embarca una y otra vez hacia lugares inhóspitos y nada recomendables para visitar. Pero así fue nuestro protagonista: "incapaz de vivir en una mole como Londres" pero feliz en la Antártida...