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lunes, 8 de septiembre de 2014

Leonora. Elena Poniatowska. Seix Barral. 2011. Reseña





     La periodista y escritora parisino-mexicana Elena Poniatowska, recientemente galardonada con el Premio Cervantes al conjunto de su obra, escribió en 2011 esta excelente biografía de la pintora y también escritora Leonora Carrington, una mujer tan adelantada a su tiempo y tan progresista en sus comportamientos y pensamientos que pasó por rara, extraña y excéntrica entre sus contemporáneos. Un genio que, como casi todos, acaba sintiéndose incomprendido por una población incapaz de llegar a entender un universo intelectual y personal tan diferente al suyo.

     Hija de Harold Carrington, propietario de Imperial Chemical Industries, fue educada - o eso intentó su familia - para crecer como una rica heredera. Sin embargo, desde bien pequeña, el carácter rebelde de la menor de cuatro hermanos - tuvo tres hermanos mayores, todos ellos varones - hizo ver que su destino sería diferente al preestablecido. Desafió esa vida fácil pero a la vez encorsetada de la Inglaterra de principios de siglo XX para luchar por la libertad personal y artística. Ante todo, y quizás debido a la educación recibida, diferente a la observada por ella respecto a sus tres hermanos mayores, Leonora fue una gran defensora de la causa feminista. Entendida esta en el buen sentido de la palabra.

     No obstante, su vida no fue nada fácil. Desde jovencita su familia trató de domar su carácter, por lo que fue internada en diversos correccionales religiosos. De nada sirvió. De todos ellos acabó siendo expulsada por su rebeldía. Sin duda, tenía bien claro el camino que debía seguir su vida y no iba a dejar que nada ni nadie, incluidos sus padres, la desviaran de él. A los 19 años, ingresó en una academia de arte de Londres. Al año siguiente conoció a Max Ernst, quien la volvió loca de amor y la introdujo en el círculo surrealista de París. 

     En la capital francesa se relacionó con maestros de la talla de Miró, Dalí, Picasso, Éluard o Bretón. Fue el comienzo de la carrera de la que, con el tiempo, se convertiría en la mejor pintora surrealista. Por desgracia, el destino quiso que el nazismo y el comienzo de la II Guerra Mundial la sorprendiera en Francia, en Saint Martin d´Ardèche, de donde tuvo que huir a toda prisa. El internamiento de su amante y mentor, Max Ernst, en varios campos de concentración marcó sus siguientes años - y, con toda probabilidad, el resto de su vida - ya que su locura provocó que fuera internada en un sanatorio de Santander durante más de un año. Las abominables sesiones de Cardiazol a las que fue sometida para atemperar sus desquiciados ánimos también tendrían claras consecuencias en su carrera artística.   

     Logró escapar de Santander y se refugió en la embajada mexicana de Lisboa, donde conoció a Renato Leduc, quien la ayudó a llegar a Estados Unidos y a México. Leduc fue el segundo amor de su vida. Y su primer marido. En México se relacionó con personajes de la talla de Octavio Paz, Alejandro Jodorowski, Diego Rivera, Frida Kahlo o Remedios Varo. 

     No obstante, en la vida y en la cama de Leonora hubo más hombres. Los cuales nunca le hicieron olvidar a Ernst, el amor de su vida. El siguiente fue el fotógrafo húngaro exiliado Imre Emerico Weisz, apodado Chiki, con quien tendría dos hijos, Gabriel y Pablo. La historia del fotógrafo resulta también estremecedora. Sobre todo al narrar su amistad con Robert Capa, su colega más famoso, sin duda, y las vicisitudes vividas por ambos en las distintas contiendas europeas y mundiales de la época.

     También a Chiki dejó Leonora. Y, como suele pasar en la vida de tantas personas que tienen tantos amores a lo largo de su vida, también la Carrington acabaría sus días en soledad. Una soledad que, sin embargo, la había acompañado durante toda su vida. Como ella misma decía siempre, es esa soledad la clave de sus obras, tanto literarias como artísticas. Sin ella, nada habría sido igual.

     He de ser sincero. La obra de Poniatowska es en algunos momentos algo dura de digerir. Es uno de esos libros en los que se encuentran algunos parajes en los que es fácil confundirse y perder el hilo narrativo. Se avanza en la lectura con lentitud. Y a veces hasta se hace largo. No es esa clase de libros que da pena terminar de leer. No obstante, su interés es altísimo. Y su lectura, recomendable para los amantes del arte en general y del surrealismo en particular. Y, por supuesto, para aquellas personas interesadas en conocer la psicología de esta auténtica luchadora de la vida y de la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Por encima de todo, Leonora amó la vida y todo lo que ella conlleva. Y su arte ahí está y estará... 


lunes, 17 de febrero de 2014

The Monuments Men. Robert M. Edsel. Destino. 2012. Reseña





     Casi todo el mundo ha escuchado o leído informaciones sobre el expolio cultural europeo perpetrado por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, lo que casi nadie sabe (o sabía) es que hubo una serie de hombres (también denominados "soldados del arte") que, sin fusiles, ni tanques, ni bombas, pero sí con su conocimiento, su sigilo y su astucia lograron salvar el patrimonio artístico de la codicia de Hitler y sus gerifaltes pero también del poder ampliamente destructivo de los ejércitos contendientes. Uno de los temas menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial es tratado en este ensayo divulgativo con gran detenimiento.

     Robert M. Edsel creó en 2007 la fundación Monuments Men buscando sensibilizar a la opinión pública sobre la conveniencia de proteger durante los conflictos el legado artístico de cada país. Además, dicha fundación informa sobre gran número de obras robadas, escondidas, deterioradas, o que, simplemente, se perdieron para siempre.

     Empresario dedicado al gas y al petróleo, ha invertido buena parte de sus ganancias en estudiar y documentar la vida y la actividad de personas que durante la Segunda Guerra Mundial consagraron sus vidas y sus esfuerzos a proteger y preservar las obras de arte europeas del expolio nazi. "The monuments men" es el resultado de trece años de investigación exhaustiva sobre una aventura tan fascinante como poco conocida del peor conflicto bélico que ha vivido la humanidad hasta la fecha. 

     En la misión participaron en total unos trecientos hombres y mujeres, aunque sólo una decena de ellos estuvieron en primera línea de combate (algo necesario para poder ponerse manos a la obra nada más reconquistar territorios y, así, evitar mayores problemas en forma de saqueo, destrucción o pérdida). La práctica totalidad de ellos eran británicos y estadounidenses y pertenecían a la "flor y nata" de oficios relacionados con la conservación, restauración y labores museísticas. Un par de ellos, por desgracia, murieron durante el conflicto.     
     Hitler y sus secuaces robaron obras de arte de todo el continente. Su intención, aparte de lucrarse, era construir el mayor museo del mundo (el Fürhermuseum) para mayor gloria del III Reich. Linz, ciudad austriaca origen del Fürher, sería el nuevo centro artístico mundial, desplazando en importancia a la Florencia renacentista. La maqueta del proyecto acompañó a Hitler en su búnker de Berlín hasta sus últimos momentos.

     Sin embargo, tras el desembarco de Normandía y la batalla de Stalingrado el curso de la guerra cambió progresivamente y los nazis comenzaron a transportar a Alemania las grandes obras de arte (como, por ejemplo, la Madonna de Brujas, de Miguel Ángel, o el retablo de Gante, más conocido como "la Adoración del Cordero Místico", de los hermanos van Eyck). Los lugares de destino fueron minas de carbón o de sal excavadas en las montañas más escondidas (Altaussee o Merkers) y palacios y grandes almacenes convertidos en depósitos de arte (castillo de Neuschwanstein, Siegen o Heilbronn).

     No obstante, lo peor llegó en los últimos meses del nazismo con el Decreto Nerón de Hitler, por el cual debían destruirse todas las infraestructuras alemanas (puentes, vías férreas, fábricas, almacenes, etc) para impedir el avance aliado. Durante las últimas semanas del conflicto en Europa, con Hitler refugiado en su búnker o ya muerto, se creó un vacío de poder que hizo que algunos pensaran en destruir también las obras de arte para que no volvieran a caer manos del enemigo. Algunas obras se perdieron para siempre.

     El ideólogo de los "Monuments Men" fue el teniente George Stout. Como oficial de campo fue el referente del resto de miembros del cuerpo de Museos: J. Rorimer, R. Posey, L. Kirstein, W. Huchthausen, W. Hancock, H. Ettlinger, R. Balfour, etc. Buena parte de la información manejada por todos ellos en su búsqueda de obras de arte por toda Europa provino de Jacques Jaujard, director de los museos nacionales de Francia, y Rose Valland, conservadora temporal del Jeu de Pomme, adyacente al Louvre, durante la ocupación alemana.

     Tomando como base la obra de Edsel el actor George Clooney ha producido, co-escrito y dirigido un film de idéntico título en el que participan, entre otros, el propio Clooney (en el papel de George Stout), Matt Damon (J. Rorimer) y Cate Blanchet (Rose Valland). Habrá que ver si Hollywood hace justicia con estos hombres o si, como es habitual, entrega la gloria a invenciones subjetivas carentes de interés histórico.
     

martes, 3 de diciembre de 2013

La elegancia del erizo. Muriel Barbery. Seix Barral. 2007. Reseña





     Hace unos días, tras informar a una persona muy cercana a mí sobre qué novela me disponía a leer, me preguntó por qué iba a hacerlo si ya había visto su adaptación cinematográfica (Mona Achache, 2009). Perdida la sensación de sorpresa del final ya conocido, consideré interesante comprobar hasta qué punto la formidable película había sido fiel a la novela original. Y, ante todo, me pareció una historia tan bien contada, diferente y original que pensé que sería una buena idea acercarme de nuevo a ella pero desde una perspectiva diferente. Por suerte, acerté. Y menudo acierto.
 
     "La elegancia del erizo" es una de esas novelas que nos hacen reflexionar sobre cuestiones que nos afectan mucho más de lo que nosotros mismos creemos a priori. De las que nos sumergen en el descubrimiento de la belleza de las pequeñas cosas y en la magia de los placeres efímeros. De las que nos hacen sentir bien y creer que un mundo mejor es posible. Por desgracia, no todo el mundo lee este tipo de historias.
 
     La segunda novela escrita por la francesa Muriel Barbery, nacida en Casablanca y afincada en Japón, profesora de filosofía y mujer culta e inteligente donde las haya (a las pruebas me remito), escribió una obra extraordinariamente rica en descripciones de todo tipo (ambientes, acciones, sentimientos y hasta pensamientos), consiguiendo emocionar a sus lectores a través de unas historias que podrían estar ocurriendo ahora mismo en cualquier finca, incluida la tuya misma.
 
     La acción se desarrolla en el número 7 de la calle Grenelle, en París (escenario también de su primera novela, "Una golosina", la cual espero leer nada más tenga ocasión), y tiene como protagonistas principales a Renée Michel, la portera del edificio, de 54 años de edad, viuda desde hace quince, y empeñada en ocultar ante los demás su gran secreto y a la vez gran debilidad: disfrutar de la belleza del Arte en todas sus disciplinas (luego volveremos sobre esta cuestión ya que es la clave de la historia); Paloma Josse, una adolescente de doce años amante de la cultura japonesa y superdotada que, ante el convencimiento de que la vida es una farsa, tiene decidido suicidarse e incendiar el piso (de la cuarta planta) en el que vive con su familia (a la que no aguanta) el día en que cumpla los trece; y Kakuro Ozu, un amable sexagenario japonés, rico y jubilado, que compra el piso de la quinta planta tras fallecer el cabeza de familia de sus anteriores habitantes.  
 
     La novela trata, entre otras cosas, de la curiosidad por los demás. Del desconocimiento que tenemos de nuestros vecinos y de la facilidad con la que los etiquetamos sin saber nada de ellos en realidad. De hasta qué punto algunos de ellos pueden volverse casi invisibles ante nuestros ojos mientras que otros están siempre bien presentes. Y también de los motivos y criterios, inconscientes o no, que hacemos valer para hacernos esa imagen, casi siempre irreal, de ellos.
 
     El catalizador de la obra es, como ya he avanzado, el gusto por las diversas manifestaciones del Arte. A través de sus páginas el libro nos presenta el mejor cine japonés (con Yasujiro Ozu, director de "Las hermanas Manukata" entre otras, a la cabeza), la pintura italiana (Miguel Ángel) y holandesa (Vermeer), la música clásica (Mozart y Purcell), la literatura rusa (Tolstoi y su "Anna Karenina") y la filosofía (Guillermo de Ockham, por ejemplo). 
 
     Alrededor del referido hilo conductor se apoya Barbery en otros elementos aglutinadores de la acción: la constante presencia de gatos y perros, la viudedad de Renée y Ozu (en ambos casos a causa del maldito cáncer), la soledad de cada uno de los personajes, la existencia de las almas gemelas (como queda demostrado en los tres protagonistas centrales de la trama), la conveniencia de rodearse de personas adecuadas (de nuevo me remito al trío protagonista), el implacable destino que nadie conoce pero que se acerca de manera inexorable, y el tema de la muerte (muy presente de principio a fin).
 
     Cierro esta reseña con unas frases que pueden (y deben) indicar al lector por dónde vas los tiros en una novela inteligente, culta y reflexiva:
 
- "quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás".
- "la señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos: que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes".  
 
           

sábado, 1 de septiembre de 2012

El Círculo Alquímico. Paco Gómez Escribano. Editorial Ledoria. 2010. Reseña


     Proceso usado para transformar plomo u otros elementos en oro; búsqueda de la piedra filosofal, con la que se era capaz de lograr la habilidad para transmutar oro o la vida eterna. De esta manera explica cualquier diccionario el significado de la palabra alquimia. El tema, tratado en innumerables obras literarias y cinematográficas, resulta muy interesante por diversos factores en los que no voy a entrar aquí.

     "El Círculo Alquímico" nos ilustra sobre el significado y la simbología de esta precursora de la química y la filosofía actuales. Y lo hace de forma magistral, sin aburrirnos con datos difíciles de explicar, adentrándonos en una trama perfectamente trazada por un Paco Gómez Escribano que me ha encantado en su primera novela publicada (que no escrita).

     Una buena historia es aquella que nos enseña, nos entretiene, nos emociona y nos hace pensar. Y en este libro nos pasan todas esas cosas. Con ella, uno aprenderá sobre arte, historia, geografía, costumbres y tradiciones de distintos lugares del mundo y, por supuesto, alquimia. Incluso puede ser una excelente guía de viajes para quienes vayan a visitar lugares tan distantes en la geografía mundial como Toledo, Berlín, Jerusalén o El Cairo. Porque en estas cuatro ciudades se desarrolla la acción de esta novela.

     Estudiosos de arte e historia, religiosos de distintas confesiones y lugares, un detective, mafiosos, agentes del Mossad y hasta policias españoles forman parte de una historia que nos atraerá desde el principio. Y, lo mejor de todo, cada uno de los personajes cumple perfectamente un papel en la trama de la misma. Ese es uno de los fuertes de este libro: los personajes no están "metidos con calzador" sino que obedecen a una serie de circunstancias que les involucrarán, queriendo (en algunos casos) o sin querer (en otros), en la acción tan bien narrada por Paco.

     Un fresco del siglo XVI aparecido en la capilla de San Ildefonso de la catedral de Toledo cambiará para siempre la vida de todos aquellos que se relacionen con el descubrimiento. Boris Vasílievich, un extraño personaje que puede llegar a aparecer de diversas formas y edades diferentes, será el eje sobre el que se deberán mover todos los protagonistas de esta historia, a los cuales ayudará a viajar por Jerusalén y El Cairo en busca de algo que nadie conoce ni sabe exactamente dónde buscar. Las pistas dadas por éste y la pericia de cada uno de ellos les llevará a cerrar un círculo lleno de alquimia, magia y también peligros.

     El escritor madrileño mezcla en esta obra aspectos tan interesantes como la alquimia (a través de las enseñanzas de un tratado del siglo XVI escrito por Rodrigo Garcinúñez, Azhar El Halli y Samuel Levi, tres hombres representantes de las tres confesiones religiosas que convivieron en esa época en nuestro país), la arquitectura y el arte (con unas descripciones magníficas de cada fresco o cuadro aparecido y de cada edificio, catedral, palacio o monasterio, donde se desarrolla la acción de la novela), la historia (de los lugares y de los personajes relacionados con el contexto determinado) y las formas de trabajo de distintos personajes dedicados a la investigación (sea de la rama que sea). Y, por supuesto, hay espacio también para el amor surgido entre dos de los principales protagonistas.

     Por todo ello, estamos ante una obra que recomiendo totalmente a todos aquellos lectores que estén ávidos de aprender, entretenerse, emocionarse y pensar sobre qué somos, de dónde venimos y adónde vamos. Estoy seguro de que nadie se arrepentirá de leer "El Círculo Alquímico" de Paco Gómez Escribano, una novela fantásticamente bien documentada en cada uno de los temas tratados en ella. Desde luego, puedo asegurar que cuento el tiempo que queda para poder leer la segunda de sus obras publicadas, que verá la luz este próximo otoño y llevará por título "Al otro lado".

     Cuando conocí en persona a Paco intecambiamos nuestros "círculos" (su "círculo alquímico" y mi "círculo de bondades") y me deseó que disfrutara de este viaje alquímico. Gracias: sin duda, lo he hecho, compañero. Sólo dejo de recomendar la lectura de esta magnífica novela a aquellos lectores que estén intentando dejar el tabaco y/o el café. "No somos na".