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jueves, 19 de noviembre de 2015

Cicatriz. Juan Gómez-Jurado. Ediciones B. 2015. Reseña





     Las novelas de Juan Gómez-Jurado -de las mejores que se escriben en la actualidad- son catalogadas como literatura de ficción. Sin embargo, todas se basan en hechos reales o al menos posibles. Hecho este que les confiere mayor credibilidad por parte de los lectores. Quizá sea esta una de las claves de sus éxitos literarios. No obstante, a ello hay que unir otras variables más: su innata capacidad para escribir y describir situaciones, ambientes y personajes; su ácido sentido del humor -que se presenta incluso en las escenas más agobiantes de la trama-; o la manera que tiene de desentrañar los misterios de cada protagonista, los cuales va desmenuzando a su debido tiempo para mantener la intriga.

     Tratándose de thrillers -de todas sus novelas solo La leyenda del ladrón se puede catalogar en un género diferente (novela histórica)-, lo que acabo de decir parece de perogrullo. No, no he descubierto América. Las referencias citadas son las claves de un buen libro de intriga, misterio, etc. Escribir de esta manera parece sencillo y muchos son los autores que van pariendo historias de este estilo unas tras otras, y casi todas parecen copias de sí mismas. Vuelvo a no descubrir con ello nada nuevo bajo el sol. Pero en este caso concreto, no es así. Porque Gómez-Jurado es genuino. Fiel a sí mismo, nos sorprende con cada uno de sus trabajos. Y eso es digno de valorar.

     Cicatriz nos habla de muchos aspectos por todos -o casi todos- conocidos: las mafias rusas que se dedican a sucios negocios por todo el mundo (en este caso, Chicago); las páginas de internet dedicadas a la búsqueda de mujeres eslavas jóvenes y dispuestas a casarse con ricos (y necesitados) occidentales (aquí, Irina y Simon); la presencia en sus países de excombatientes medio locos tras haber vivido experiencias traumáticas a miles de kilómetros de sus hogares (es más conocido el caso norteamericano en relación a Vietnam, pero en Cicatriz se nos presenta el de El Afgano); el amor hacia un hermano que padece trisomía del 21 (o síndrome de down, enfermedad de Arthur, hermano de Simon); o las miserias familiares por causa del alcoholismo y los malos tratos (la familia de Simon).

     Por supuesto, no me olvidaré de citar a los avances tecnológicos, cuyo valor sobrepasa el científico y hace que los hombres sean capaces de cometer los actos más inmorales que uno pueda imaginar. LISA es el gran invento del futuro del que ya se habla en la actualidad -y, para muestra, este botón-: el típico artilugio que bien usado puede hacernos la vida mucho más fácil y cómoda pero que si cae en manos erróneas puede acabar con el mundo tal y como es conocido. Podrá el lector de esta reseña pensar: ¡bah, más de lo mismo! Pues no. Porque para que no sea más de lo mismo cuenta el autor con su gran baza: su maestría a la hora de enlazar los temas, las situaciones, los pensamientos, las causas y las consecuencias.

     Simon Sax es un ingeniero informático que ha dedicado su vida a cuidar de su hermano Arthur y a desarrollar a su gran pasión, LISA. Se trata de un hombre solitario, inmaduro y poco preparado para cualquier aspecto de la vida cotidiana que no tenga que ver con la informática o la enfermedad de su hermano. Por eso es tan importante para él su gran y único amigo: Tom. Mucho más decidido y desenvuelto que él, se ocupa de intentar vender el invento de Simon a alguna empresa puntera del sector informático. El objetivo: hacerse millonarios.

     Absorbido por el trabajo, y consciente de la posibilidad de convertirse pronto en un rico solitario -Infinity, la empresa del todopoderoso Myers, está dispuesta a apoyar su trabajo (o a quedarse con él)-, decide que no desea ser únicamente querido por famoso y millonario, por lo que se propone encontrar pareja antes de que ello ocurra. ¿Dónde encontrar a la mujer de sus sueños? En internet. Así, conoce a Irina, una joven y bella ucraniana que le cambiará la vida. Y ahí, precisamente, comienzan los problemas. Porque Irina esconde una historia personal dominada por la tragedia, el horror y un solo objetivo en la vida: vengar la muerte de su familia.

     Cómo Irina sobrevive a la tragedia familiar, conoce a El Afgano y prepara su venganza es algo que deberá descubrir el lector. Cómo logra encontrar a los asesinos a los que desea dar caza, también. Y cómo se relaciona en la vida cotidiana con su futuro prometido (Simon) se puede casi adivinar. Lo apasionante de la novela es, sin duda, cómo el autor va enlazando los temas y envolviéndonos en su tela de araña, hasta dejarnos pegados a sus páginas. Porque, como en sus obras anteriores, Gómez-Jurado nos deja sin aliento y sin capacidad para soltar el libro.

     Aunque me parece mejor novela su anterior obra, El paciente -como todas las demás (a excepción de La masacre de Virginia Tech, una copia de la cual ya tengo sobre mi mesa), reseñadas en este mismo blog-, Cicatriz es digna de ser leída y disfrutada por la legión de fans que siguen a un autor que cada día cuenta con más y más fieles. Su buen hacer literario, su cercanía en redes sociales y el hecho de saber vender muy bien sus productos le han catapultado por méritos propios a la cima de la literatura española contemporánea. Eso sí, de todas sus obras, me sigo quedando con La leyenda del ladrón. ¿Para cuándo otra novela histórica?   

     


lunes, 29 de septiembre de 2014

El librero de Kabul. Asne Seierstad. Maeva. 2003. Reseña





     Licenciada en filología rusa y española, la escritora noruega Asne Seierstad colabora desde hace años en diversos medios escandinavos desde distintos lugares del mundo. Ha cubierto muchos de los conflictos bélicos contemporáneos. Asi, de sus estancias en Irak y Serbia nacieron las novelas Ciento y un días y De espaldas al mundo, donde cuenta sus experiencias en sendos países.

     Cuando en 2001 la Alianza del Norte invadió Afganistán en busca de Bin Laden y sus secuaces de Al Qaeda, responsables de los atentados del 11S en Nueva York y Washington, la corresponsal Seierstad acompañó a las tropas para cubrir la información. Tras la caída del régimen talibán se alojó en la casa de un conocido librero de Kabul, Sultán Khan. Alli escribió El librero de Kabul.

     La amistad nacida entre la escritora, Sultán y el resto de la familia fueron el caldo de cultivo de una novela que me ha sorprendido e informado por igual desde sus primeras páginas. Es una novela que entretiene, cultiva y nos hace reflexionar sobre la situación de un país tan poco conocido como apasionante. A través de sus 270 páginas uno  puede llegar a sentir la irresistible necesidad de viajar hasta aquellas tierras. En otros pasajes, sin embargo, se alegra de estar tan lejos de allí.

     El libro constituye un documento interesante para conocer de primera mano los modos de vida de los afganos a lo largo de los últimos cincuenta años: el gobierno de Zahir Shah, la intervención soviética, el régimen talibán y la ocupación internacional tras la guerra de 2001-2. La novela describe los acontecimientos acaecidos en el Kabul inmediatamente posterior a la caída del sistema talibán, así como la vida cotidiana de una familia afgana acomodada.

     Durante su estancia en Kabul Seierstad pudo vivir, documentarse y escribir la historia con  total libertad dada su condición de mujer occidental, lo cual le permitió alternar en ambientes femeninos y masculinos a la vez, algo impensable para las mujeres afganas. El personaje central, Sultán Khan, es un librero amante de las Humanidades, las artes y la poesía de su país. No obstante, su carácter progresista en cuanto a la cultura contrasta de forma radical con su conservadurismo en relación a los negocios y los asuntos familiares.
 
     Un hombre afable fuera de casa se puede convertir, por lo visto en este libro, en un auténtico dictador dentro de su propio hogar. La religión, las costumbres y la necesidad del mantenimiento de las formas encorsetan tanto a la sociedad afgana como a la familia Khan. Hasta el punto de que todos sus miembros respetan al líder de la familia, llevando una vida oprimida y vacía únicamente por no contrariarlo y buscarse problemas mayores.

     Los hijos de Sultán deben obedecer a su padre a rajatabla pese a gozar de una cierta libertad. Algo que no ocurre con las hijas, quienes viven para atender la casa y a sus familiares masculinos. Aún con todo, no conviene tampoco ver al cabeza de familia como un ser despreciable. La autora deja claro que su conducta proviene de una sociedad misógina y opresora y de una serie de vicisitudes ajenas al proprio Sultán. De hecho, hasta en dos ocasiones diferentes sus libros o gran parte de ellos habían sido destruidos o confiscados por los distintos regímenes asentados en el poder. Teniendo en cuenta el marcado carácter patriarcal de la sociedad afagna y el hecho de que las librerías eran el sustento principal y casi único de la familia es de entender que actuara de tal manera.
 
     Otro hecho significativo que llama la atención en el libro es la multitud de grupos y facciones diferentes existentes dentro de la sociedad afgana. Todos ellos luchan por el poder, total o simplemente regional, a través del mando de sus correspondientes señores de la guerra. Asímismo, la visión que tiene la población respecto a los aliados es muy variada. Algunos los consideran los salvadores temporales del pueblo, mientras otros apuestan por  un régimen más radical, al más puro estilo talibán. No en vano, de la multitud de frases que me han conmocionado durante la lectura de la novela me quedo con una que creo define a la perfección cuál es la forma de pensar mayoritaria en el país: cuando los afganos elegimos a nuestros gobernantes de forma más o menos democrática solemos equivocarnos siempre . ¿Verdad que es una frase muy ilustrativa?

miércoles, 14 de septiembre de 2011

El merecido descrédito de Obama


     El primer presidente afroamericano de la historia de los EE. UU. y Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, vive uno de sus peores momentos desde que es el máximo mandatario del país hegemónico mundial. La incertidumbre económica, el aumento del desempleo, las guerras libertarias en defensa de la paz y la seguridad mundiales y las demasiadas promesas electorales incumplidas en los casi tres años de su mandato están provocando que buena parte de quienes le llevaron a la Casa Blanca en enero de 2008 estén reconsiderando seriamente volver a hacerlo en las próximas elecciones presidenciales de noviembre de 2012.

     Recientemente, el presidente ha comunicado que invertirá 300 mil millones de dólares para desarrollar políticas de creación de empleo. La tasa de paro en su país se acerca peligrosamente al 10 por cien de la población activa, cifras no conocidas en los últimos años. La incapacidad de los congresistas a la hora de acordar un plan para reducir el déficit y luchar contra la deuda, que casi alcanza el 100% del PIB nacional, le han llevado a tomar medidas desesperadas para que su índice de popularidad no caiga en picado a 14 meses escasos de las elecciones. El pasado mes de agosto fue degradada la nota de la deuda federal, sin duda, un duro golpe que había de conllevar dichas medidas de urgencia.

     Curiosamente, una de sus promesas electorales incumplidas habría supuesto generar miles de puestos de trabajo para sus conciudadanos. Efectivamente, una de sus propuestas más firmes fue la reducción de emisiones de gases contaminantes. En la campaña llegó a afirmar que iba a invertir 15 mil millones de dólares anuales para promover el uso de energías más limpias, lo cual habría supuesto la creación de multitud de nuevos puestos de trabajo en el sector energético norteamericano. Y, de paso, podría haber significado un gran impulso en relación al tema del cambio climático. Sin embargo, de lo prometido, nada de nada.

     Por todos es sabido que EE. UU. es uno de los países con mayor inmigración en el mundo. Pues bien, otra de sus promesas incumplidas, que le valió numerosos votos en las pasadas elecciones, fue la aprobación de la reforma migratoria, la cual iba a permitir la residencia permanente en territorio norteamericano a millones de indocumentados. No obstante, la realidad ha sido bien distinta, produciéndose deportaciones masivas fuera de las fronteras del país.

     La Ley de la reforma de la salud se presentó como un gran paso adelante en la búsqueda de una mayor protección de los derechos sanitarios de los estadounidenses. Y lo fue realmente. Pero el hecho de que se debatiera a puerta cerrada hace pensar que el peso de las grandes empresas farmacéuticas mundiales se dejó notar en la toma de deciones final, dejando el efecto de dicha reforma muy por debajo de lo buscado en un principio.

     No obstante, las dos grandes causas de su descrédito (no solo en EE. UU. sino en el resto del mundo occidental) han sido, sin duda, las guerras y el campo de Guantánamo. El campo de detención ubicado en una base norteamericana de Cuba iba a ser cerrado en un año a más tardar. O eso prometió Obama en 2008. Pero en lugar de su cierre, el presidente promovió nuevos juicios militares contra prisioneros considerados sospechosos de atentar contra la seguridad y los intereses de los estadounidenses. Así, continúa la flagrante violación de los derechos humanos, como diversas ONG´s (sobre todo Amnistía Internacional) se han cansado de denunciar sistemáticamente.

     La rápida retirada de los soldados estadounidenses de Irak y Afganistán fue otro de los pilares de la campaña electoral demócrata. Curiosamente, también en un plazo de un año, Irak iba a estar preparado para afrontar su presente y futuro sin necesidad de presencia de tropas extranjeras. Un año después, continuaban las tropas norteamericanas, aunque descendiendo en número (de 140 mil a 111 mil soldados).

     No poca gente criticó el hecho de que el presidente recibiera el Premio Nobel de la Paz en 2009, apenas un año después de llegar a la presidencia. Paradójicamente, una de sus primeras medidas posteriores a la aceptación de este galardón fue doblar la presencia de sus tropas en Afganistán (de 35 mil a 70 mil soldados). Curioso hecho, ¿verdad? Pues bien, esto se completa con otros datos igualmente curiosos. El bloqueo económico, comercial y financiero de Cuba, el más prolongado de la historia de la humanidad, continúa bajo el mandato de Obama. Así, el 11 de marzo del presente año, mientras el mundo miraba horrorizado los desastres naturales acaecidos en Japón, el presidente pedía al Congreso aumentar el presupuesto para realizar acciones contra la vecina isla. Y, en mayo, se impedía que los cubanos compraran fármacos para tratar a niños con problemas cardíacos. ¿Es así como debe actuar un personaje premiado con un Nobel de la Paz?

     Si a todo lo anterior añadimos la supuesta, y más larga de lo previsto, guerra humanitaria-petrolífera de Libia para acabar con el asesino Gadafi y los escándalos destapados por Wikileaks acerca de las atrocidades cometidas por los soldados norteamericanos en Irak, que llevaron a la cárcel al soldado Bradley Manning (tratado como un auténtico animal en las prisiones militares a las que ha sido llevado sucesivamente), tenemos suficientes elementos de juicio como para tener bien claro que Obama, si quiere aspirar a renovar su mandato en noviembre de 2012, debe rezar mucho...como nunca...