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lunes, 2 de mayo de 2022

Los vencejos. Fernando Aramburu. Tusquets. 2021. Reseña

 




    No voy a durar mucho. Un año. ¿Por qué un año? Ni idea. Pero ese es mi último límiteNo me gusta la vida. Y no pienso delegar en la Naturaleza la decisión sobre la hora en que habré de devolverle los átomos prestados. He previsto suicidarme dentro de un año: el 31 de julio, miércoles, por la noche. De esta manera tan descorazonadora vuelve a la novela Fernando Aramburu. Lo hace tras el paréntesis marcado por sus ensayos y libros de poesía y prosa poética Autorretrato sin mí, Vetas profundas y Utilidad de las desgracias y otros textos. Todos ellos publicados tras el tremendo éxito de su anterior novela, Patria (2016). Los vencejos, su nueva obra, es una historia poliédrica protagonizada por Toni, un profesor de filosofía enfadado con el mundo y consigo mismo que un día decide que va a poner fin a su existencia. Mientras espera la llegada de la fecha definitiva se dedica a escribir una especie de diario o crónica donde expone las razones de un desencanto que ha de llevarlo al suicidio.

    Acompañado por su inseparable amigo Patachula, quien perdió una pierna en los atentados del 11M de 2004 y hasta piensa acompañarlo en su decisión final más que nada por no quedarse solo, Toni decide vivir con total libertad el año que le queda de vida. Una libertad que, paradójicamente, le viene del hecho de saber que su fin está cada vez más próximo, lo cual lo hace disfrutar de las últimas veces que hace tal o cual cosa. Algo, disfrutar, que había olvidado los últimos años. Durante esos 365 días va programando las cosas para poder irse dejándolo todo resuelto. Y cada noche escribe sobre los sucesos del día a día junto a Patachula y también sobre los momentos más importantes de su vida. Así, desgrana, por ejemplo, sus tormentosas vidas familiares, primero con sus padres y su odiado hermano Raulito y después con su ex esposa Amalia y su hijo Nikita. Los grandes fracasos del pasado de Toni marcan, sin duda, la decisión de despedirse de un mundo que cada vez entiende menos.

    Las idas y venidas de los vencejos, a los que Toni observa desde las calles de Madrid mientras desea poder volar alto y lejos junto a ellos, marcan el hilo conductor de la novela según pasan los meses y las estaciones. Toni comprende mucho mejor a los animales que a las personas. Vive solo con su perra Pepa y su muñeca erótica Tina, regalada por Patachula. A ambas las trata con igual cariño y dedicación. Y dejar resuelto su futuro cuando él ya no esté es una de sus grandes preocupaciones. Sus historias con ellas constituyen algunos de los momentos más tiernos y a la vez humorísticos de la novela. También sus conversaciones con su fiel amigo y con Águeda, una ex novia --a la que abandonó por la que sería el amor de su vida, su esposa y madre de su hijo-- que de repente vuelve a aparecer en su vida acompañada por un perro que se llama curiosamente Toni, lo cual indica que jamás lo olvidó. Como él tampoco olvida, a pesar de los pesares, a Amalia.

    Acostumbrado a la compañía de Águeda, que era una chica sencilla, buena y, todo sea dicho, carente de atractivo físico, yo observaba encogido de admiración y quizá un poco asustado las dotes organizativas de la bella y sensual Amalia, la energía con que abordaba cualquiera de sus empresas, la obsesión de hacer las cosas bien. Ni por un segundo se me ocurrió prever las consecuencias que me acarrearía el que todas aquellas cualidades se volvieran un día contra mí. Las comparaciones son odiosas, cierto. Pero existen. Toni sucumbió a los encantos de Amalia. Pese al desgaste de los años y al traumático fin de su relación matrimonial no la olvida. Tras el divorcio tomó la decisión de renunciar al amor para siempre. Y lo justifica así: el amor, maravilloso al principio, da mucho trabajo. Al cabo de un tiempo no puedo con él y termina resultándome fatigoso. He sido siempre temeroso de que al final todo el esfuerzo y la ilusión fueran para nada. Y el caso es que siempre fueron para nada.  

    Y sigue: prefiero la amistad al amor. De la amistad nunca me harto. Me transmite calma. Yo mando a Patachula a tomar por saco, él me manda a mí a la mierda y nuestra amistad no sufre el menor rasguño. No tenemos que pedirnos cuentas de nada, ni estar en comunicación continua, ni decirnos lo mucho que nos apreciamos. Cierto es que Patachula, siendo un tanto especial, es digno de aprecio. Y Toni también aprecia a los vencejos. Vuelan sin descanso, libres y laboriosos. A veces miro desde la ventana a unos cuantos que tienen sus nidos bajo las cajas del aire acondicionado del edificio de enfrente. Pronto emprenderán su vuelo migratorio anual hacia África. Si nada se tuerce y mi vida sigue por el camino trazado, aún estaré aquí la próxima primavera cuando ellos regresen. He pensado que me gustaría reencarnarme en uno de ellos y revolotear a partir de agosto sobre las calles del barrio. La libertad de volar alto y lejos, de nuevo.    

    A través de las casi setecientas páginas del diario de Toni asistimos a muchos de los grandes acontecimientos de la Historia de España. Especialmente los que tienen que ver con el presente de la ficción, es decir, el intervalo entre el 1 de agosto de 2018 y el 31 de julio de 2019. Lapso de tiempo protagonizado por el juicio a los líderes independentistas catalanes, el auge de la ultraderecha que representa VOX, los intentos de Ciudadanos y Podemos de intentar entrar en un gobierno de coalición y los procesos electorales y las respectivas negociaciones en pos del imposible establecimiento de un gobierno que dé por fin algo de estabilidad a la nación. Las discusiones políticas entre Toni, Patachula y Águeda en el bar de Alfonso ilustran perfectamente la enorme polarización del país. Y es que tanto la política nacional como los personajes centrales de la novela están magistralmente retratados en el texto de Aramburu.

    Mientras Toni se va deshaciendo de la mayoría de sus pertenencias --su amplia biblioteca, diversos enseres y hasta muebles-- y va recibiendo extrañas notas anónimas que llegan a obsesionarlo por completo, tanto por su contenido altamente ofensivo como por el hecho de no tener prueba alguna del origen ni de la motivación de las mismas, su narración se centra en aspectos centrales de su vida. Como los malos tratos recibidos por parte de su padre; su complicada relación con su madre; el odio mutuo existente entre él y su hermano pequeño; su tormentoso final con Amalia, que prefirió a una mujer de nombre Olga; o la debilidad mental de su hijo Nikita, incapaz de ir superando etapas en la vida a la velocidad del resto de sus iguales. Fracasos que, sumados y almacenados en una enorme mochila, pesan demasiado sobre su espalda. De ahí su necesidad de soltar lastre y buscar la libertad. Incluida la libertad para poner fin a su vida.

    Cómo consigue Aramburu que el diario de un suicida quemado y cabreado con el mundo y con sus congéneres --al más puro estilo del señor Meursault de El extranjero de Camus, del joven Holden Caulfield de El guardián entre el centeno de Salinger o del también desencantado joven Arthur Maxley de Solo la noche de Williams-- acabe convertido en una lección de vida, de amor, de amistad, de dignidad y de esperanza es todo un misterio para la mayoría de los mortales. Incluso después de leída la novela. Alcanzar algo así está tan solo al alcance de un genio literario. Si con Patria Aramburu deslumbró a los lectores, con Los vencejos los hará reír, reflexionar y finalmente llorar en sus últimas páginas. Unas páginas de gran belleza y emoción no carentes de tragedia pero tampoco de esperanza.                      


     

martes, 1 de septiembre de 2020

La vieja calle donde el eco dijo. Víctor Fernández Corras. Amazon Createspace. 2020. Reseña.



La vieja calle donde el eco dijo: Relatos de [Víctor  Fernández Correas]


    El autor extremeño Víctor Fernández Correas se aventuró en el mundo de la autopublicación a principios de verano de la mano de esta antología de relatos escritos durante los últimos años. Al escritor de La conspiración de Yuste (2008), La tribu maldita (2012) y Se llamaba Manuel (2018) le apetecía ver publicados sus relatos y vivir en primera persona los entresijos de la autopublicación, así que, consciente de la cada vez mayor dificultad a la hora de encontrar una editorial que apueste por la edición de libros de relatos, vio la ocasión propicia para darse el gusto y probar nuevas experiencias. El resultado es esta recopilación de historias cortas cuyo título, La vieja calle donde el eco dijo, proviene de una de las estrofas de la famosa canción Volver, del cantante argentino Carlos Gardel, considerado por muchos como el padre del tango.  

    No es ni mucho menos una casualidad que el título haya sido tomado de una canción. Cualquier seguidor de Víctor sabe que es un gran amante de la música. De muchos de sus estilos, además. Y buena prueba de ello es la banda sonora de esta recopilación. Tanto es así que el propio autor hizo pública una playlist en la plataforma Spotify con los temas y artistas que aparecen citados en los textos aquí presentados (https://open.spotify.com/playlist/3fmQ557bUOSZkN0RtCBETO). Por experiencia propia puedo asegurar que es una delicia leer los relatos a la vez que se escuchan los temas referidos en cada uno de ellos. Si solo a través de los textos de Fernández Correas ya se disfruta, con el acompañamiento de Leonard Cohen, Gloria Lasso, Mecano, El Último de la Fila, Charles Aznavour, Artie Shaw, Baccara o Frédéric Chopin la experiencia se ve ampliamente mejorada y completada.

    La vieja calle donde el eco dijo está compuesto por veintisiete relatos de no más de cinco páginas cada uno. Desde su espectacular portada nos invaden la nostalgia y la melancolía. Y es que una noche oscura y una calle desierta nos sugieren el ambiente ideal para escuchar los ecos de nuestro pasado, tanto el individual como el colectivo. Y de ello tratan básicamente la mayoría de los textos de la antología. Casi todos sus protagonistas --podríamos perfectamente ser yo, que te escribo, o tú, que me lees-- soportan sobre sus hombros los inmensos pesos de unas mochilas --unos hechos de su pasado personal o familiar-- que a veces resultan insoportables de sobrellevar a través de los años que componen sus existencias. Porque, como sucede en la vida misma, cada uno de nosotros hemos de cargar con nuestros errores y el resultado de estos. Sean los que sean.   

    Bares --qué lugares, tan gratos para conversar, que cantaban los Gabinete Caligari-- de todo tipo, hoteles --y hostales y pensiones--, costas del Mediterráneo --este y sur peninsulares--, calles oscuras, fenómenos extraños o paranormales, música -- también a piano y flamenco salvaje--, hombres, mujeres, historias cotidianas --pérdidas, reencuentros, amores interrumpidos y recuperados, desamor, dramas, separaciones, esperas infinitas, casualidades de la vida, promesas malditas, búsquedas, redenciones, viajes interiores-- y gente de todo tipo --anodina, feliz (a su manera), con suerte, sin suerte--, infidelidades, falsas apariencias y mil y una lecciones de vida forman parte de estos veintisiete relatos que componen un mural de lo que es realmente nuestra forma de ser y desarrollarnos a través de los años de nuestra estancia en estas tierras que, sin duda, nos sobrevivirán.

    Comenta el autor que su relato preferido es el quinto, El coño de la Reme, porque, lo aúna todo: la alegría de vivir, la necesidad de compartir esa alegría con los demás; y, de puertas para dentro, esa pena que creemos guardar en lo más profundo de nuestros sentimientos, pero que, por cualquier razón, aflora cuando menos lo esperamos. Añade que todos los relatos que componen esta recopilación --tiene muchos más que no encajaban en la temática de La vieja calle donde el eco dijo-- dejan un poso melancólico, de lo que fue y no pudo ser. Es esa vida que todos hubiéramos querido vivir y que quedó en el camino, esos momentos casi anecdóticos que, una vez pasado el tiempo, se manifiestan en toda su grandeza y nos revelan lo efímero de la vida, de sus momentos. La vida es como una botella de nuestra bebida preferida, y la mejor manera de disfrutarla es bebiéndonosla de un trago. Y cuantas más botellas, mejor.

    Mi favorito, en cambio, es el séptimo, El vaso de whisky de Don Leonardo. Porque, aunque Víctor y servidor compartimos varias cosas en nuestras vidas --ambos somos del Atleti (el más que yo) y ambos escribimos (él mejor que yo)--, una de las más destacables es el amor hacia la obra de Leonard Cohen, el genial cantautor, poeta, novelista y humanista canadiense. Y el referido relato es todo un homenaje a una de esas figuras que de no haber existido per se alguien debería haber creado de alguna otra manera. El protagonista se llama Lorenzo, pero todo el mundo lo conoce como Don Leonardo porque viste como el famoso cantante, se conoce sus canciones, las canta y susurra de maravilla con una voz ronca muy similar a la suya --imposible igualar la original, por descontado--, es un bebedor empedernido de whisky, un notable fumador y un gran cortejador de mujeres. El caso es que al narrador del relato en cuestión le da --y gratis, además-- una lección que este jamás olvidará y que cambiará su vida. 

    Otros relatos que me gustaría destacar aquí son: Un bar al pie de la muralla, La calle donde mueren los que matan y El piano de Alicia, por su sorprendente, interesante y pertinaz componente paranormal; Las lágrimas de la gitana, El día que ese caño deje de manar y Una taza de té, porque demuestran de lo que somos capaces de hacer las personas por amor; Los enamorados, La pena de la sombra y Una copa de treinta euros, que nos hablan de la pena, el dolor y la rabia que nos pueden llegar a causar el desamor y la pérdida; Lluvia con sabor a reencuentro, Una ventana al mar y Beguin the beguine, porque a veces la casualidad hace posible lo que parecía imposible; y La ilusión de un penalti, El desconocido del mar y Aquel tipo enclenque del banco, que nos demuestran cuándo merece la pena (y cuándo no) jugarnos la vida por perseguir la felicidad.

    Conociendo el hecho de que Víctor Fernández Correas guarda todavía unos cuantos relatos en el disco duro de su ordenador e imaginando que, a buen seguro, irá escribiendo más según pase el tiempo, cabe esperar, dentro de un tiempo --el que él considere oportuno--, una segunda recopilación o antología. Estaremos atentos a ello, pues, mientras esperamos la publicación de alguna otra novela suya. Desde aquí, para finalizar, solo me quedan por decir dos cosas: felicitar al autor (espero esa segunda recopilación) y hacerle una observación: los buenos relatos sí pueden tener la ocasión de ser publicados por alguna editorial algún día. ¡Y estos lo son...!                      


jueves, 19 de marzo de 2020

El San José más triste de nuestras vidas



     Hoy es día 19 de marzo. Día de San José y del Padre. Os escribo desde Gandia (Valencia). En estos momentos servidor debería estar comiendo con la familia, felicitando a mi padre y siendo felicitado por mi hijo. Llevo nueve días en cuarentena, siete sin ver a mi padre y seis separado de mi hijo. Hablo con mis padres entre tres y cuatro veces al día. Con mi hijo, lo mismo, pero por videoconferencia. No se escucha música por la calle y no hay ningún monumento plantado en ninguna plaza o esquina. Desde luego, no ha habido mascletà a mediodía ni se quemará ninguna falla esta noche. No soy un gran amante de las fiestas falleras, he de reconocerlo. Los años que puedo me evado de la ciudad para huir del mundanal ruido. Pero esta vez echo de menos el ambiente festivo. La vida da muchas vueltas. Todo esto que estamos viviendo es tan surrealista.

     Hoy es el día de San José más triste de la vida de muchos. También para mí. El consuelo, y eso debe ser lo más importante ahora, es saber que se está haciendo lo correcto. Sabemos que con esta cuarentena estamos protegiendo a los nuestros. Es una responsabilidad muy grande para todos. A algunos esta situación les viene demasiado grande. Lo estamos viendo a diario. No hace falta poner ejemplos. Sería una tarea interminable. Ya llegará el momento de pedir cuentas a los irresponsables que, por obra u omisión, han hecho que esta situación se alargue tanto en el tiempo y se agrave. Ahora, durante el mes que aproximadamente ha de durar este encierro, hemos de protegernos y proteger a muestras familias a toda costa.

     Cuando escribo estas líneas las cifras son estremecedoras: 18 mil contagiados y más de 800 muertos en España a causa del coronavirus, con un índice de mortalidad del 4,5% del total de los contagiados. Con todo, lo peor es conocer los datos de Italia --lo que está ocurriendo allí hoy es lo que ocurrirá seguramente en España dentro de una semana--, con 36 mil contagios, 3 mil muertos y un índice de mortalidad del 8,33% del total de los contagiados. Resulta, pues, aterrador pensar que las cifras actuales, siendo horribles, no se acercan ni de lejos a las que alcanzaremos en los próximos días. Todo esto ratifica que nuestro aislamiento es necesario para frenar la curva de contagios, lo que conllevará también la del número de víctimas mortales. Responsabilidad, individual y colectiva, es la palabra que debe guiarnos en estos momentos.

     Dentro de cuatro, seis u ocho semanas --es imposible ahora mismo determinar la evolución del número de contagiados--, cuando todo esto haya terminado, la vida no debería ser igual para nadie. Especialmente para los familiares de los fallecidos. Porque hemos de ser conscientes de que tras las cifras hay nombres y apellidos. Padres, hijas, nietos, abuelas, primos, sobrinas, etc. Ahora solo son números, pero en cualquier momento pondremos rostro a algunos de ellos. Dejarán de ser cifras y se convertirán en personas de carne y hueso. Víctimas de este maldito virus que vimos llegar pero al que no hicimos caso hasta que nos contagió --y, en algunos casos, mató--. Y no hay nada más triste que perder a un familiar y no poder darle el último adiós ni acompañarlo en su entierro.

     Tampoco deberían ser los mismos los afortunados. Los que no hayan perdido a ningún familiar, amigo o conocido. Deberían alcanzar la capacidad de agradecer lo mucho que todos tenemos. Imaginemos la terrible situación en los miles de campos de refugiados repartidos por el mundo, cuyos habitantes mal viven en tiendas de campaña que jamás los protegerán de nada; la de los presos, hacinados en las cárceles de todo el planeta; los sin techo, que no pueden hacer cuarentena porque no tienen casa en la que aislarse de ningún virus. Esa gente no debería seguir siendo víctima de un capitalismo salvaje que, ojalá, salte por los aires debido a la crisis económica que ya se nos viene encima. Sería un mal menor, sin duda, si con ello alcanzamos un mundo más igualitario para todos. 

     Toda crisis tiene sus héroes y heroínas. Esta, por supuesto, no es una excepción. El personal sanitario, que debe trabajar y exponerse al contagio al no contar con los equipos necesarios para realizar sus tareas con un mínimo de seguridad; los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que tampoco cuentan con mascarillas y guantes suficientes para todos sus miembros; los reponedores y cajeros de los supermercados, farmacias, panaderías y fruterías, que improvisan sobre la marcha para no dejar de atender a la ciudadanía cueste lo que cueste. A todos ellos y ellas van dedicados los aplausos que desde los balcones les brindamos cada día a las ocho de la tarde. Estaría bien, además, que sus conciudadanos apoyaran sus legítimas huelgas y votaran a partidos que apuestan por lo público.

     Y, más allá de esta crisis, no debemos olvidar que tenemos otra mucho más urgente por afrontar entre todos. Han bastado cinco, ocho o diez días de confinamiento en unos pocos países para comprobar que la contaminación mundial ha caído durante tan corto espacio de tiempo. Sin duda, el ser humano es, a día de hoy, un peligro más que evidente para el medio ambiente. Pero, no nos equivoquemos: no nos estamos cargando el planeta. Lo que nos estamos llevando por delante son las condiciones necesarias para la vida de los humanos en él. El planeta cambiará, y continuará vivo más allá de nuestra desaparición de él. Porque, de seguir así, de no afrontar de una vez por todas el problema del cambio climático, no necesitaremos ningún meteorito para extinguirnos. Nos bastaremos nosotros solos. 

     Cuando finalice esta terrible pandemia no debemos conformarnos con haber superado esta difícil situación. Todo nuestro esfuerzo será un parche estéril si no somos capaces de unirnos todos de nuevo, tal y como estamos haciendo ahora mismo contra el coronavirus, y demandar a los gobiernos que dejen de supeditar sus acciones a los intereses económicos de unos pocos y pasen a defender a todos los seres humanos del planeta (incluidos, claro está, los poderosos). Porque, de la misma manera que el coronavirus no entiende de razas, países o ideologías, tampoco lo hará un medio ambiente hostil respecto a los humanos. Matemos al virus, por supuesto, pero matemos también al cambio climático. Hagamos de este planeta un lugar en el que cada ser humano tenga el mismo derecho a vivir y a ser feliz.

     Hoy es 19 de marzo, día de San José y del Padre. El más triste de nuestras vidas. Pero, al final del largo y oscuro túnel de esta cuarentena, se atisba una luz. Hagamos que sea la luz de la esperanza. Lavaos las manos y ¡¡¡limpiad el planeta!!!
                    

            

lunes, 19 de enero de 2015

La teoría del todo. James Marsh. 2014. Crítica





     Inspirada en las memorias Travelling to Infinity: My life with Stephen, de Jane Hawking, primera esposa del conocido físico y cosmólogo Stephen Hawking, La teoría del todo nos da a conocer el comienzo de la relación, el diagnóstico de la enfermedad degenerativa del científico, su progresivo declive físico y su modo de vida durante más de un cuarto de siglo de convivencia. La adaptación de las memorias al guión de la película ha sido realizada por el escritor y guionista Anthony McCarten, también productor en este caso.

     James Marsh (Doble agente y The King) dirige el film de forma admirable, sabiendo destacar los momentos más agrios y aquellos en que el sentido del humor del protagonista principal cobra tal importancia que llega a llenar la pantalla. Eddie Redmayne (Los miserables y Mi semana con Marilyn) ejecuta, impecable, el papel de su vida. Algo solo posible después de estudiar durante seis meses cada gesto del Hawking verdadero, quien llegó a bendecir su trabajo y le prestó su voz electrónica (que aparece en las escenas finales del metraje). El trabajo de Redmayne le ha valido el Globo de Oro y la nominación a los Óscars y los demás grandes Premios del mundo del cine.

     Felicity Jones (Amazing Spiderman 2 y Como locos) encarna a Jane Hawking, una joven anglicana estudiante de Filología que se enamora del joven Hawking en la Universidad de Cambridge y decide estar a su lado desde el primer momento del diagnóstico de la enfermedad conocida como ELA (esclerosis lateral amiotrófica). Pese a que la esperanza de vida del científico se cifra en apenas dos años la joven pareja irá superando dificultades y consiguiendo que la vida de Hawking pueda seguir su curso de la mejor manera posible, incluso cuando los propios doctores aconsejan un final más digno y menos doloroso para él. 

     Aunque el papel estelar de la película es el de Redmayne - capaz de hacernos reír y llorar en el transcurso de apenas unos pocos segundos - haríamos mal en no destacar el enorme trabajo realizado por Jones, que interpreta a una mujer abnegada y sacrificada por amor a su marido, madre de tres hijos que debe criar en unas duras condiciones de vida y casi sin padre y que deja de lado su prometedora carrera para ayudar a vivir a un Hawking que en determinados momentos está demasiado centrado en sus teorías y en su propio estado y que no es capaz de comprender la vida que ha de llevar su inseparable esposa. 

     La teoría del todo es una película de amor por cuanto muestra la lucha conjunta de una pareja por superar las dificultades diarias a las que la vida los enfrenta. Y lo hace mostrando el drama personal de cada uno de ellos y respetando sus respectivos puntos de vista. Todo por sobrevivir de forma individual y como pareja. El trabajo, la familia y el sentido del humor de Hawking se juntan para vencer la desesperanza. Mientras tanto, ella es esposa, madre, enfermera y ama de casa, convirtiéndose en toda una heroína. Llega a tal punto el amor que ambos se profesan que finalmente acuerdan el distanciamiento para poder seguir con sus vidas por separado, manteniendo una relación íntima que va más allá del amor. 

     La escena de la ruptura de la pareja es una de las más conmovedoras que uno ha podido ver en los últimos tiempos en una sala de cine, así como otras dos de la parte final del film: aquella en que ambos observan orgullosos a los tres hijos surgidos durante su historia de amor y otra en que un adulto Hawking afirma que mientras hay vida hay esperanza. La película termina y la mayoría de los espectadores quedan en silencio, quietos, reflexionando en sus butacas sobre todo aquello que acaban de ver.

     Puede que los seguidores de las teorías del científico echen en falta una mayor mención de los logros y méritos del protagonista, pero el director, basándose en las memorias de Jane Hawking, ha preferido dar a conocer algunos de los detalles menos conocidos de la existencia del genio británico: su historia de amor, su lucha por la supervivencia, su modo de vida y su esperanza. Sin duda, estamos ante una de las películas del año. Y probablemente ante la ganadora de varias estatuillas. Así, cuenta con cinco de las nominaciones más importantes: mejor película, mejor actor, mejor actriz, mejor guión adaptado y mejor banda sonora. 

     Más allá de los galardones que pueda acumular La teoría del todo es una de esas películas que todo el mundo debería ver. Y por varios motivos. Como muestra de lo que ha de ser una relación amorosa sin condiciones; como ejemplo de superación de las adversidades; como medio de alcanzar objetivos a través del esfuerzo y la esperanza; como manera de conocer una vida, la de Hawkin, igualmente dramática y gloriosa; y como forma de divertimento y disfrute de dos interpretaciones realmente fabulosas.
                            

martes, 28 de febrero de 2012

Bruce Springsteen. Wrecking Ball. 2012. Reseña


     El nuevo trabajo de Bruce Springsteen sale al mercado el martes 6 de marzo. Sin embargo, como es lógico es estos tiempos que corren, todo el mundo está escuchándolo desde hace unos días. Mucho se ha hablado en los últimos meses sobre este disco, algo también habitual en el caso que nos ocupa. Su mánager, Jon Landau, es un genio del márketing. Alguien que da informaciones confusas y a cuentagotas para levantar, si cabe, mayor expectación a los lanzamientos del genio de Asbury Park.

     Contrariamente a lo esperado, no se trata de un disco con la E Street Band (aunque participan casi todos ellos, incluso el recientemente fallecido Clarence "Big Man" Clemons). En él toman parte, también, músicos de la Seeger Sessions Band, con los que The Boss ya realizó un disco y una espectacular gira country en 2006-7. Además, participan otros músicos como Tom Morello (Race Against The Machine), Matt Chamberlain (Pearl Jam) y Greg Leisz (reconocido multi-instrumentista americano).

     Bajo la producción de Ron Aniello, quien trabaja por vez primera con Springsteen, el disco cuenta con once temas más dos bonus tracks (Swallowed Up y American Land). La primera parte del disco está compuesta por temas que hablan del dolor. A partir de "Wrecking Ball" (Bola de demolición), la central del trabajo, se pasa a la esperanza.

     Jon Landau avisó hace meses que el disco tenía "letras que cuentan una historia que no puedes escuchar en ningún lugar" y que "su música era la más innovadora de los últimos años" del Boss. Y, desde Sony y Columbia Records, se aseguró que "era el disco más cabreado que ha hecho Springsteen nunca". A mí, particularmente, el nuevo CD me suena a una mezcla de "Nebraska", "We Shall Overcome", "Tunnel Of Love" y los últimos trabajos de Bruce. A continuación, un comentario sobre cada una de las 11 canciones:

 1- We take care of our own (Cuidamos de los nuestros): una canción épica al más puro estilo springsteeniano que toma ventaja como tema de inicio de los conciertos de su próxima gira. Ritmo pegadizo, estribillo con mucha fuerza y guitarra eléctrica rompedora y teclados contundentes. Se trata de una crítica a cómo funciona actualmente el mundo, algo que nos lleva, necesariamente, a cuidar de los nuestros (nuestra familia, nuestros amigos o nuestra banda de rock).
 2- Easy money (Dinero fácil): nueva crítica a la banca y a Wall Street iniciada con una base programada y continuada con folk puro y duro a lo Seeger, con violines, acordeones, flautas y coros. El tema habla de dos estafadores capaces de todo para hacerse con dinero fácil. La rápida e inexorable pérdida de valores en la sociedad actual parece preocupar, y bastante, al compositor estadounidense.
 3- Shackled and drawn (Encadenado y cautivo): nuevo viaje a las raíces del folk americano y con numerosos mensajes reivindicativos sobre la actual crisis económica, la miseria del trabajador y las injustificadas e injustificables riquezas de los banqueros. La fuerza de la garganta de Bruce y los fabulosos coros pueden hacer de este tema uno de los grandes momentos de la gira de 2012, uno de esos momentos de total comunión entre los de abajo y los de encima del escenario.
 4- Jack of all trades (Aprendiz de todo): para mí, la gran joya del nuevo disco de Bruce. El magistral piano de Roy Bittan, que recuerda claramente al Ave María de Schubert en sus primeras notas, marca un vals a lo "If I should fall behind" de la gira de 2006 con la Seeger Sessions Band. Pero todo no queda ahí: la trompeta de Ed Manion (de los Miami Horns) y la guitarra de Tom Morello otorgan al tema una grandiosidad que no casa, sin embargo, con la letra de la canción, que habla sobre lo duro que es para un obrero estar en el paro y sentir que no vale para nada...o quizás para todo... La frase de la última estrofa donde afirma que "si tuviera un revólver buscaría a los bastardos y dispararía sin dudar" lo dice todo. Efectivamente, el Boss está muy cabreado.
 5- Death to my hometown (Muerte a mi ciudad): una batería muy bien programada y un coro majestuoso convierten a este tema en el más coral del álbum. Violines, acordeones y flautas celtas colaboran para hacer de esta canción otro himno que será cantado por miles y miles de personas en la gira inmediata al lanzamiento del disco. Es una marcha que habla de la muerte y la miseria de muchas ciudades de su país (y del mundo) a manos, "no de bombas ni de dictadores" sino de "buitres avariciosos (...) que vinieron a devorar la carne de todo lo que encontraban". Y lo peor de todo es que "sus delitos han quedado impunes".
 6- This depression (Esta depresión): “He estado deprimido, pero nunca tanto. He estado perdido, pero nunca tanto. Esta es mi confesión. Necesito tu corazón en esta depresión”, dice la letra de una canción que, probablemente, sea la más floja del disco. Su oscuridad recuerda a "Darkness on the edge of town", aunque queda a años luz de la gloria de aquel álbum, quizás el mejor de su carrera junto a "Born to run".
 7- Wrecking ball (Bola de demolición): tema de 2009 escrito para los últimos conciertos de aquella gira en el Giants Stadium de New York, estadio que iba a ser demolido pocos días después de aquellos maravillosos cinco shows. Sin duda, marcará uno de los puntos más álgidos de sus próximos conciertos al ser coreada por su gran multitud de seguidores en todo el mundo. Tema dramático (sobre todo por los gritos de los coros en la parte final), sensible (por el sentimiento de pérdida descrito en sus versos (cabe recordar que algunos de los mejores conciertos del Boss a lo largo de su carrera han tenido lugar en el ya demolido estadio neoyorquino)) y complicado (con multitud de subidas y bajadas en su ritmo y sus letras), muy Springsteen en definitiva. Su directo es mucho más demoledor que esta versión de estudio, quizás porque el metal no suena igual de compacto que en directo.
 8- You´ve got it (Tú lo tienes): es el tema que más recuerda a "Nebraska" y a "Tunnel of love". Magnífico trabajo de Nils Lofgren a la slide-guitar. Bruce no suena, para nada, a Bruce en muchos momentos de esta canción. Y ello, lejos de criticable, es digno de alabar: se trata de un cálido homenaje al soul de Marvin Gaye y de Smokie Robinson. Sin duda, una de las sorpresas del ábum.
 9- Rocky ground (Tierra rocosa): el experimento más complicado y arriesgado del disco, sin duda alguna. Gospel, hip-hop y mezclas de diferentes bases de ritmo se juntan en un tema que no suena a Springsteen en ningún momento. El coro femenino gospel es fenómenal, sublime. Y la voz del Boss, que recuerda a algún tema de "Devils and dust", suena realmente preocupada por el estado de su país, sobre todo por los alaridos que el propio Bruce hace de coro en segundo término. Estamos ante una gran canción. ¡Y ante el primer rap de la historia discográfica del gran genio de Nueva Jersey!
10- Land of hope and dreams (Tierra de sueños y esperanza): el gran homenaje del disco a la figura del incombustible "Big Man" Clarence Clemons, fallecido el pasado mes de junio. Un tema que viene sonando en cada concierto del músico estadounidense desde que en 1999 la incluyera en el repertorio de la "Reunion Tour" con la E Street Band. Una canción que habla de sueños y esperanza, como su título indica. La versión de este disco es, si cabe, más contundente y emocionante que la original, en directo. Promete ser, sin duda, otro de los momentos de mayor efervescencia de sus directos a partir de marzo. ¡Ganas de escucharla en los estadios, ya! ¡Todos a bordo del tren gospel del Boss!
11- We are alive (Estamos vivos): una auténtica joya folk, de lo mejor del disco, que nos evoca de forma magistral un paseo por el mismísimo Grand Canyon del Colorado. ¡Casi me parece ver al mismísimo John Wayne a lomos de su caballo! Banjos y trompetas completan una canción magistral, un gran final de disco que nos dice que estamos vivos para hacer muchímas cosas todavía. Imposible escuchar este tema sin que los pies y las manos sigan el ritmo. Los silbidos de Bruce al final del tema nos dejan con ganas de más, mucho más, al tiempo que dibujan una sonrisa en nuestros labios. El estribillo dice así: "Estamos vivos / Y aunque los cuerpos yacen abandonados aquí en la oscuridad / Nuestras almas y espíritus renacen / Para portar el fuego y encender la chispa / Para luchar hombro con hombro y corazón con corazón / Para resistir hombro con hombro y corazón con corazón / Estamos vivos".

     En definitiva, estamos ante un disco en el que podemos encontrar desde el rock habitual del Boss hasta temas puramente country pasando por "loops" y bases rítmicas muy próximas al hip-hop y al rap. Un trabajo en el que pueden llegar a sonar, a la vez, un banjo y bases de ritmo pregrabadas. Sin duda, algo diferente, muy diferente a lo que el de New Jersey nos tiene acostumbrados. Sinceramente, no me atrevo a decir si es mejor o peor disco que los anteriores. Eso sí, es algo que suena a nuevo.

     La gira del Boss comenzará el día 18 de marzo en Atlanta. En mayo llegará a Europa. En España se le podrá disfrutar hasta en seis noches diferentes: Sevilla (13 de mayo), Las Palmas (15), Barcelona (17 y 18), San Sebastián (2 de junio) y Madrid (17). Más allá de que a uno pueda gustarle más o menos el disco, ver a Springsteen siempre vale la pena. Y más todavía si viene acompañado de la E Street Band, de la sección de vientos de la Seeger Sessions Band y de músicos de la talla de Tom Morello, Matt Chamberlain y Greg Leisz. ¿Te lo vas a perder? ¡Yo no! Allá voy, Barcelona!

     Para ver las traducciones de las letras, visitar el siguiente enlace de Stone Pony.