LIBROS

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viernes, 29 de junio de 2018

Mis diez mejores lecturas del primer semestre de 2018





     Como cada año por estas fechas, Jungleland cierra por vacaciones estivales. Pero, antes, siguiendo con su tradición, os deja las diez mejores lecturas de lo que llevamos de 2018. Esta es la lista de recomendaciones veraniegas. ¡Felices vacaciones y lecturas!

10. El jugador. Fiodor Dostoievski. Servilibro ediciones. 2012. Constituye una obra de gran magnitud, pues nos permite conocer de primera mano hechos reales de la vida de uno de los más importantes escritores del siglo XIX, así como elementos de la sociedad en que vivió: la emigración rusa, los balnearios-casinos germanos, las relaciones interpersonales y las bajas pasiones (y, con ello, no me refiero únicamente a las que tienen que ver con el juego). Es una novela que puede servir perfectamente como una magnífica primera toma de contacto con el genio ruso. Y hablo con conocimiento de causa. 

9. Carta de una desconocida. Stefan Zweig. Acantilado. 2002. Publicada en 1922, se trata de una novela corta (apenas 80 páginas) que se lee en una hora larga. La misiva, enviada por una mujer desconocida a un famoso escritor vienés en el día de su cumpleaños, resulta ser toda una declaración de amor, por un lado, y, por otro, una descripción desgarradora de la vida de esta peculiar mujer. Una persona capaz de renunciar a todo en la vida solo por amor hacia alguien para quien tan solo es eso: una completa desconocida.

8. Frankenstein. Mary W. Shelley. Ediciones Rueda. 2002. Publicada hace 200 años bajo el título Frankenstein o el moderno Prometeo, aborda temas tan controvertidos como la moral científica, la creación y la destrucción de la vida, la naturaleza humana o la relación de los humanos con Dios. El hecho de que el doctor Frankenstein actúe como una especie de Dios, con el cual rivaliza, justifica su subtítulo, en referencia a ese Prometeo de la mitología griega que robó el fuego de los dioses para dárselo a los mortales. El hecho de que Zeus acabara castigándolo por ello también se relaciona directamente con esta obra, pues el propio doctor Frankenstein acabará recibiendo el peor castigo. 

7. La librería. Penelope Fitzgerald. Impedimenta. 2010. Una de esas novelas que nos hablan del amor por los libros y de la vergüenza ajena que los escritores y los lectores padecemos cuando comprobamos que vivimos en una sociedad que no lee lo que debiera. Estamos, pues, ante una novela que gustará a lectores y libreros, sobre todo a aquellos cuyos negocios no han podido sobrevivir a una sociedad poco dada a la cultura y a la lectura pero que, en cambio, pueden caminar con la cabeza bien alta por haberlo intentado.

6. El coronel no tiene quien le escriba. Gabriel García Márquez. Mondadori. 1987. El mundo mítico, casi ascético, que lo haría mundialmente conocido --Macondo o Aureliano Buendía ya aparecen en las páginas de la historia del coronel-- comienza a asomar en esta novela breve. Su estilo se hace más puro, más transparente, y su economía expresiva se pone de manifiesto al narrar esta historia de injusticia y violencia como consecuencia de una situación histórica provocada por las guerras, la tiranía de los gobernantes y la rebelión de las clases sociales más bajas. No obstante, todavía no encontramos los rasgos del realismo mágico propiamente dicho. Y tampoco los característicos saltos en el tiempo que más tarde serían tan habituales en las obras de Gabo.

5. Se llamaba Manuel. Víctor Fernández Correas. Ediciones Versátil. 2018. El Madrid y su ambiente, sus gentes y sus vestuarios, sus luces y sus sombras cobran vida ante nuestros ojos de la mano de un autor versátil que progresa con cada una de sus obras. Ésta se podría calificar como thriller por cuanto mantiene el suspense en todo momento. Sin embargo, también presenta rasgos de la novela histórica e incluso de la costumbrista. Además, entretiene, enseña e ilustra sobre nuestro pasado. Un pasado que vuelve, una y otra vez. Contra el que debemos luchar. Aunque sea derrochando coraje y corazón.

4. El círculo del alba. Luisa Ferro. Planeta. 2016. Una gran novela. De las que puede atraer a todo tipo de público, pues abarca prácticamente todos los grandes temas de la historia de la literatura. Y, todo ello, a través de una narrativa impecablemente sugestiva, descriptiva y reflexiva que, además, recuerda a las formas narrativas de antaño, haciendo un claro guiño a los estilos narrativos de la época --principios del siglo XX-- que tan bien recrea en la novela. Al margen de los personajes carnales, la gran protagonista de la obra es Madrid, esta ciudad que es mujer, que reparte hostias como panes, también sabe encandilar con dulces besos de violetera.  

3. La insoportable levedad del ser. Milan Kundera. Tusquets Editores. 1985. Novela temáticamente coral. Algunos la consideran filosófica-moral por sus ideas existencialistas y sus continuas referencias a ideas como el eterno retorno de Nietzsche y a teorías y obras tan conocidas como el psicoanálisis o el Edipo de Sófocles. Para otros, se trata de una novela político-social, por cuanto describe cómo fue la vida en la capital checa en el período de 1968, en plena Guerra Fría. Por ello, además, no faltan quienes le otorgan también un componente histórico, aunque parece complicada su categorización como novela histórica. Por último, muchos hablan de ella como obra sexual, afectiva y de pareja. Es probable que todos ellos tengan parte de razón. 

2. Asesinato en el Orient Express. Ágatha Christie. RBA Libros. 2013. Basta una sola tarde-noche para comprobar que la fama de reina del suspense y del misterio que acompaña a la novelista que más obras ha vendido a lo largo de la historia según el libro Guinness de los récords es absolutamente merecida. La obra más conocida de la escritora británica se escribió a la antigua usanza, es decir, siguiendo el esquema clásico de introducción, nudo y desenlace. Tras su lectura, queda claro que nada atrapa más a un lector que una novela negra bien estructurada, narrada y desarrollada.

1. Ordesa. Manuel Vilas. Alfaguara. 2018. Muchas de las más grandes novelas de todos los tiempos nacieron de los momentos más complicados de la vida de sus autores. Ejemplos de ello podemos encontrar un sinfín a poco que naveguemos por los libros o por internet. Claramente, estamos ante un nuevo caso. Ordesa es el resultado de un momento crucial en la vida de Vilas: su divorcio y la muerte de su madre (que cerró el círculo abierto unos años atrás con la pérdida de su padre). El autor hace un ejercicio de introspección, individual, familiar y hasta nacional, para transportarnos, sin ningún tipo de orden cronológico, a los años 60, 70 y 80 del siglo pasado de esta España nuestra. 


miércoles, 27 de junio de 2018

La librería. Penelope Fitzgerald. Impedimenta. 2010. Reseña





     Aunque no es algo muy corriente, a menudo escribir un libro para exorcizar los fracasos personales logra colocar al autor del texto en el camino hacia el éxito e incluso el estrellato literario. Esto es lo que le sucedió a la británica Penelope Fitzgerald con sus obras A la deriva y La librería. Pese a que fue una escritora tardía --no comenzó a escribir y publicar novelas (ocho en total) hasta después de cumplir los sesenta años de edad-- estuvo siempre en contacto directo con las letras ya que entre sus familiares se encuentran editores, teólogos y novelistas. Junto a su esposo, además, fundó una revista literaria, World review, que solo cerró tras la prematura muerte de Desmond a causa de un cáncer. Este hecho hizo pensar a nuestra protagonista que ahí terminaban todos sus sueños literarios. Se equivocó, por supuesto.

     Un buen libro es la preciosa savia del alma de un maestro, embalsamada y atesorada intencionadamente para una vida más allá de la vida, escribió una vez el poeta Milton. Estas palabras, recuperadas en La librería por Fitzgerald, comparada con Jane Austen por su estilo narrativo, son un buen punto de partida para comenzar a entender la novela. Novela, por cierto, que se ciñe bastante a una época de la vida de su autora. Durante tres años, Penelope, víctima de la pobreza, vivió junto a sus hijos en una pequeña y aislada localidad de Suffolk denominada Southwold en la que había poco que hacer y en la que aprendió --y no poco-- sobre la soledad, la mezquindad y las luchas por el poder y las influencias en los entornos rurales.

     En esta localidad trabajó como ayudante en la Sole Bay Books, una librería local instalada en una vieja casa conocida por todos desde siempre. Pues bien, tanto la casa como el pueblo y sus ambientes sirvieron a Fitzgerald para recrear con minuciosidad la Old House de La librería, así como el pueblo, Hardborough, los llanos que lo aíslan de  los territorios circundantes y sus playas grises. Y también muchos de sus personajes, quienes, aunque con sus nombres cambiados, existieron en el Southwold real y que se desarrollan a la perfección en el ficticio Hardborough de la novela. Curiosamente, incluso el poltergeist o rapper que aparecen en sus páginas existió en la Sole Bay Books real. Aspecto curioso y paranormal que le da un toque de intriga --que nunca terror-- a la obra.

     Realidad al margen, otra vía de inspiración de Penelope a la hora de imaginar y después desarrollar esta novela la encontramos en la novela El cura de Tours, de Honorato de Balzac, en la que la malvada mademoiselle Gamard consigue que el inocente cura del pueblo pierda su iglesia y su envidiada biblioteca. Si cambiamos a la mademoiselle Gamard por la influyente esposa del general retirado Gamart de La librería, quedan explicados muchos de los motivos de la obra. Porque la Gamart será la responsable de toda una serie de catastróficas desdichas que irán sucediéndose en la vida de Florence Green, la valiente, obstinada e ingeniosa viuda que busca cumplir su sueño: abrir una librería en un pequeño pueblo.

     Un pequeño pueblo que no se caracteriza precisamente por la amplitud de miras de sus habitantes. Ni tampoco por sus aspiraciones culturales y literarias. Porque Florence solo recibe el apoyo --que casi nunca se plasma en una ayuda efectiva, salvo en el aislado caso de los scouts y de la pequeña Christine Gipping-- de una variopinta serie de extravagantes y excéntricos clientes que nunca se sabe qué obras le van a pedir. La conjunción de todos estos factores sumen a la protagonista en un estado de soledad que a menudo alcanza altas dosis de peligrosidad. Y, cuando Florence da claros signos de debilidad, los pocos clientes saldrán corriendo de su vida, y también de su librería. Todos menos el señor Brundish. Un personaje fictio que también existió en realidad con otro nombre y en otro lugar.

     A él acudirá Florence para pedirle opinión sobre la conveniencia o no de traer a su librería ejemplares de una de las novelas de moda en los años 1959-60, momento en que se ambienta la obra de Fitzgerald: la polémica Lolita, de Vladimir Nabokov, criticada y exaltada por igual. La respuesta del señor Brundish es inmejorable: es un buen libro y, por lo tanto, debería intentar vendérselo a los habitantes de Hardborough. No lo entenderán, pero será mejor así. Entender las cosas hace que la mente se vuelva perezosa. Si esta respuesta es magistral en cuanto a la calificación psicológica de los habitantes del pueblo, la decisión de la librera de pedir 250 ejemplares de la obra de Nabokov ilustra también la de la protagonista: coraginosa, valiente y tenaz, pero también inocente, inexperta e ingenua.

     Florence será puesta entre la espada y la pared por el celo y las críticas de los vecinos y, por ende, por la conjunción de varios hechos: el deseo de la poderosa Violet Gamart de construir en la Old House un Centro para las Artes; la apertura de la primera biblioteca pública de la historia del pueblo y de una segunda librería en el centro del mismo, la Saxford Tye; la traición de su abogado, Thomas Thornton, uno de los únicos dos letrados de la población; y la Ley de compra obligatoria de edificios antiguos de 1959. Cuando el edificio que albergaba su vivienda y su librería fue requisada, a Florence le pareció que era el momento de que el rapper se dejara oír, y cuando no lo hizo, casi lo echó de menos. En definitiva, todo estaba perdido.  

     Soy consciente de que la presente reseña contiene varios spoilers. Normalmente, intento que no sea así. Sin embargo, esta obra se publicó por vez primera en 1978 --hace justamente 40 años-- y, quien más quien menos, habrá visto también la reciente película de Isabel Coixet. No obstante, el gran spoiler viene ahora --no leer, por tanto, lo que sigue si se pretende leer la novela sin haber visto la película ni haber leído esta obra anteriormente--. Se trata de las últimas líneas de la novela: En Flintmarket tomó el tren de las diez cuarenta y seis hacia Liverpool Street. Cuando arrancó para salir de la estación, ella bajó la cabeza en señal de vergüenza, porque el pueblo en el que había vivido durante casi diez años no había querido tener una librería. 

     No hay un caso más evidente que el presente de que la vergüenza ajena puede ser utilizada para culminar una gran novela. Estamos ante una obra de amor por los libros. Una obra que gustará a lectores y libreros. Sobre todo a aquellos cuyos negocios no han podido echar hacia adelante pero que, en cambio, pueden caminar por la vida con la cabeza bien alta.                

          

viernes, 1 de junio de 2018

Se llamaba Manuel. Víctor Fernández Correas. Ediciones Versátil. 2018. Reseña





     El escritor extremeño afincado en Getafe Víctor Fernández Correas ha despejado dudas con su última novela. Si ya había dado muestras de su carácter polifacético con sus dos primeras obras --La conspiración de Yuste, en la que narró los últimos meses de vida del emperador Carlos V, y La tribu maldita, donde incluso hizo hablar a los hombres de Atapuerca--, con Se llamaba Manuel, novela que aborda temas diferentes que iré desarrollando de forma paulatina a lo largo de esta reseña, termina por demostrarlo de una manera clara y meridiana. Tercera novela publicada --que no escrita--, y ninguna de ellas tiene nada que ver con las demás. Algo que no está al alcance de cualquier escritor. Motivo, sin duda, para felicitar a este autor.

     Se llamaba Manuel se podría calificar como thriller por cuanto mantiene el suspense en todo momento en cada una de sus tramas y sub tramas. Sin embargo, también presenta rasgos de la novela costumbrista e incluso de la histórica. Costumbrista por la constante aparición de los artistas y las canciones de moda en el Madrid de los años 1952-3 (Antonio Machín, Gloria Lasso, Jorge Sepúlveda, Osvaldo Farrés, Nati Mistral, Conchita Piquer o Amália Rodrigues); los característicos trajes, vestidos, abrigos, gabanes y borsalinos de los madrileños de la época; y los cafés, clubs, cines, plazas, avenidas, calles y poblados de chabolas de la capital madrileña. Por no hablar del Metropiltano, antiguo estadio del Atlético de Madrid.

     Los rasgos de novela histórica también constituyen partes importantes de las tramas de esta historia. La principal: las negociaciones entre los gobiernos estadounidense y español en relación a las bases militares de los primeros en territorio nacional en plena guerra fría, en pleno enfrentamiento entre el comunismo --apoyado incluso desde dentro de nuestras propias fronteras a base de acciones de espionaje y sabotaje a cargo de células infiltradas en el tejido social español que debieron hacer frente a la policía política franquista-- y las nuevas democracias occidentales. Unas negociaciones descritas a la perfección en esta novela, con sus avances y sus tira y afloja entre las partes. A EE. UU. le urgía la conclusión de las mismas, y para España era muy importante su economía y su seguridad nacional.

     La guerra de Corea, la presencia de armas atómicas, el relevo en la presidencia de los EE. UU., la llegada a ella de Eisenhower, el precario estado de salud de Stalin (que falleció en marzo de 1953) y los diferentes caracteres de los negociadores (el general McKormick y Andrew Morton por parte de los EE. UU. y el teniente del Ejército de Tierra Arturo Saavedra y el general Agustín Malo de Molina por parte de España) son factores que nos dan una idea de lo complicadas que fueron estas negociaciones. Negociaciones que, como todos sabemos, concluyeron de forma positiva para los intereses de ambas partes. Sobre todo para España, que fue definitivamente reconocida internacionalmente. Aspecto, este, redondeado muy pocos meses después con la firma del Concordato con la Santa Sede. 

     La novela, además, nos habla de la infinita soledad de sus protagonistas. Para ello, se apoya en la famosa frase del Génesis --no es bueno que el hombre esté solo-- y en diversos fragmentos de una de las obras cumbre del inmortal Miguel Delibes, La sombra del ciprés es alargada. Como grandes ejemplos de lo anterior tenemos a los principales protagonistas de la trama: Marga Uriarte, la femenina, y Gonzalo Suárez, el masculino. En ambos casos, resulta sorprendente su absoluta incapacidad para entablar relaciones serias con nadie. El pasado, que siempre está presente, se lo impide. Y es que, a veces, la mochila es demasiado pesada para soportarla. Más si cabe en un país en el que reinaban la hipocresía, el libertinaje, la inmoralidad y las bajas pasiones.

     Escribe Fernández Correas sobre la España real frente a la que se propagaba por prensa, radio y púlpitos de iglesia. Esa España católica, apostólica y romana. Así lo explica en este párrafo: solo faltaban dos meses para la boda. Uno y otra sabían que debían pasar por el trámite para estar juntos; perfectamente evitable a sus ojos, pero no a los de una sociedad que se regía por costumbres ancestrales. Una cosa era lo que ellos quisieran y otra lo que imponían el momento y todo lo que conllevaba: padres, amigos, el sacerdote del barrio... También habla sobre la ilusión. Intacta, imperecedera. Una ilusión a la que agarrarse. Una ilusión que el protagonista principal se niega a arrancar a los inocentes, a las víctimas, a los marginados.         

     Y esa es una de las grandes enseñanzas de la novela: ser positivo en lo negativo, conservar la ilusión, coger al toro por los cuernos en las peores situaciones, luchar por una existencia mejor en una España en la que, según decía la letra del Cara al sol y se repetía desde el gobierno, volvía a amanecer. Pero no para todos. Porque, en contraposición a ese himno, existe otro que nos habla de que sus jugadores luchan como hermanos defendiendo sus colores. Derrochando coraje y corazón. El himno del Atlético de Madrid. Equipo del inspector Gonzalo Suárez. Equipo de Víctor Fernández Correas. Equipo de miles y miles de socios y aficionados. Equipo de servidor.

     El Madrid y su ambiente, sus gentes y sus vestuarios, sus luces y sus sombras cobran vida ante nuestros ojos de la mano de un autor versátil que sigue progresando con cada novela que publica. Desde este modesto blog, servidor no puede hacer más que recomendar la lectura de una novela que entretiene, enseña e ilustra sobre nuestro pasado. Un pasado que vuelve, una y otra vez. Contra el que debemos luchar. Aunque sea derrochando coraje y corazón...