LIBROS

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lunes, 22 de febrero de 2016

Lo que el hielo atrapa. Bruno Nievas. Ediciones B. 2015. Reseña





     Lo que el hielo atrapa es una novela histórica y de aventuras basada en hechos reales que lanzó hace un año Ediciones B. Narra el tercer intento del expedicionario irlandés Ernest Shackleton por conquistar la Antártida. Y, ante todo, es un homenaje a una figura que, aunque menos conocida que Amundsen o Scott -este último aparece como secundario en la novela-, tuvo una gran importancia en su momento. Y es que este explorador basó todas sus expediciones en una premisa muy clara: tratar de llegar hasta donde nadie hubiera llegado antes, sí, pero también volver con todos sus acompañantes a salvo. Este aspecto, que le impidió la conquista total del continente helado en sus anteriores intentos (las expediciones Discovery y Nimrod) le confirió, por otra parte, una gran dosis de humanidad, dignidad y honorabilidad.

     La novela de Bruno Nievas se centra en la expedición Endurance, que partió de Londres rumbo a la Antártida en agosto de 1914. El carácter obstinado y obcecado del expedicionario se pone de manifiesto desde el comienzo. Y es que, pese a los recursos limitados con los que cuenta -la Gran Guerra puso en jaque el viaje en el último momento a causa de los recortes de financiación que debió superar como pudo-, no dudó en ningún momento en dirigirse a las tierras heladas para tratar de conquistar lo hasta entonces inconquistable.

     Shackleton fue un jefe recto -pero también fiel a sus principios- que no en pocas ocasiones trató a sus subordinados como si de sus hijos se tratara. Pese a diversos errores a la hora de tomar decisiones -lo cual refleja de nuevo su carácter humano y humilde, pues los asume sin excusas- siempre tuvo una sonrisa y unas palabras de ánimo hacia ellos, lo cual le ayudó a sofocar algún que otro pequeño conato de rebelión. Nievas refleja a la perfección el carácter del protagonista de esta epopeya. Tanto que la novela puede considerarse también una especie de biografía. A base de flashbacks, nos presenta capítulos anteriores de su vida y de quienes le acompañaron en su aventura. Porque, como queda claro, también estamos ante una gran novela de aventuras.

     El Endurance quedó atrapado por una banquisa de hielo que lo fue aplastando lentamente hasta hacer que se hundiera. Desde entonces, los 28 marineros -incluidos el fotógrafo Hurley; el capitán Worsley; su mano derecha, Wild; el experto en perros guía, Crean; el meteorólogo Hussey; el científico McIlroy; el veterinario Macklin y el resto de expedicionarios- se vieron obligados a vivir en la placa helada. Y así pasaron dos largos años. La sabiduría de Shackleton, sus dotes de liderazgo y su obstinación provocaron que todos sus acompañantes le siguieran a pies juntillas, sabedores de que sus vidas estaban en sus manos. Y su jefe no les defraudó.

     Y no lo hizo pese a las condiciones extremas que hubieron de enfrentar -el frío, el hambre y las temibles aplanadoras (brutales oleadas de un fortísimo viento gélido capaz de sepultar todo aquello que encuentra en su camino)-, las cuales incluyeron a la poca fauna presente en aquellas latitudes -con la única excepción de los pingüinos-: las orcas y los leopardos marinos. El miedo -pánico, en ocasiones- estuvo presente en numerosos momentos de aquella aventura tan épica y emocionante como pavorosa y horripilante.    

     El resto de este viaje épico lo dejo en manos del lector. No debo ser yo quien cuente cómo acaba la historia. Lo que sí debo hacer aquí es alabar el gran trabajo de documentación que requiere escribir una historia de estas características y, por supuesto, animaros a que leáis la novela. Es la tercera de este pediatra almeriense -tras Realidad Aumentada y Holocausto Manhattan, ambas reseñadas en este mismo blog- y en ella demuestra que sigue progresando en cada uno de sus trabajos literarios. Creedme: es un escritor a seguir muy de cerca en los próximos años.

     Antes de finalizar, me gustaría resaltar cuatro aspectos que considero interesantes sobre Lo que el hielo atrapa. En primer lugar, los flashbacks que aparecen a lo largo de la novela, los cuales nos ayudan a conocer mejor el pasado de los personajes de la misma, así como los motivos que los han llevado a formar parte de la expedición: compañerismo, fidelidad, espíritu aventurero, búsqueda de sí mismos, etc. En segundo lugar, otro aspecto del carácter del héroe que fue Shackleton que se refleja a la perfección en esta frase: "descartado lo imposible, queda intentar lo difícil". La afirmación, utilizada a menudo por el jefe de la expedición, le define también como persona. 

     El tercer aspecto a destacar es que el autor se permite la licencia literaria de crear un personaje ficticio en la historia: Zara Foley. La única mujer de la empresa, según Nievas, huía de la policía de Londres y del cadalso. Un asesinato en defensa propia la obliga a buscar una salida a su delicada situación. Conocer a Shackleton y embarcarse rumbo a la Antártida era su único escape. Y, de paso, se convierte en la otra gran protagonista de la historia. Por tanto, es el personaje 28+1 de la novela. Y, para acabar, quiero recordar otra afirmación clave en la novela: "el corazón es del lugar en que uno se encuentra". Quizá sea esa la razón por la que alguien casado y con tres hijos se embarca una y otra vez hacia lugares inhóspitos y nada recomendables para visitar. Pero así fue nuestro protagonista: "incapaz de vivir en una mole como Londres" pero feliz en la Antártida...



lunes, 15 de febrero de 2016

La víspera de casi todo. Víctor del Árbol. Ediciones Destino. 2016. Reseña





     Dice Víctor del Árbol que es un poeta frustrado y que el Premio Nadal que acaba de recibir por La víspera de casi todo le alegra, entre otras cosas, porque a partir de ahora podrá utilizarlo para argumentar que es un escritor que fue policía y no un policía que escribe. Y servidor, que ha leído cuatro de sus seis obras publicadas hasta la fecha no puede mostrarse más en desacuerdo con él. Porque Del Árbol no solo es un gran escritor sino que lo fue desde su primera obra, El peso de los muertos --de pronta re-edición al cumplirse el décimo aniversario de su primera publicación--, y su forma de jugar con las palabras y de expresar los sentimientos y las acciones de sus personajes y de sus narradores omniscientes le convierten también en un consumado poeta. 

     Eso sí, el hecho de haber sido durante unos años mosso d´esquadra le ayuda a narrar determinadas partes de sus historias. Las más técnicas, si se me permite la expresión. De la misma manera que su experiencia --más breve, es cierto-- como seminarista le capacita para conocer a la perfección aspectos más humanos, como el dolor, su alma enferma, las mochilas repletas de traumas que todos debemos arrastrar y nuestro afán por dejar atrás el pasado --aunque él mismo reconoce que no se puede huir de lo que se es-- y vivir a pesar de tan pesada carga. Porque, pese a que borrar el pasado es imposible, los humanos nos empeñamos en empezar de cero, en dejar de lado la memoria y buscar una redención que nos permita seguir nuestro camino.

     Aunque ese camino nos lleve al mismísimo fin del mundo. Tal y como les ocurre a varios personajes de La víspera de casi todo: Paola, Mauricio, Dolores y Germinal. Las historias, personales y familiares, de todos ellos convergen en A Coruña, más concretamente en Costa da Morte, justo en el fin del mundo. Lugar en donde se proponen huir de un pasado del que no se puede huir. Pero, para invitar al lector a entender la historia --o, mejor dicho, el conjunto de historias que componen la novela--, se sirve el autor de otro componente que domina al detalle: la disección psicológica de cada uno de sus personajes. Sus pasados, sus dolores, sus traumas, sus memorias, sus anhelos, sus contradicciones y sus mundos interiores, en suma, se van completando a base de diferentes oleadas que se suman a las anteriores para componer un todo.

     Del Árbol obliga al lector a ser curioso, a investigar el carácter y la psicología de cada personaje, a buscar la raíz de sus males e indagar acerca de cuáles serán sus comportamientos futuros. Así, le cuesta abandonar la lectura. Porque quiere saber más. Porque desea conocer aquello que el narrador sabe y se niega a compartir con él hasta que lo considera oportuno. De esta manera, de su mano, sufre y disfruta por igual. Sufre porque empatiza con el dolor de cada personaje; disfruta porque, como he dicho al principio, Del Árbol se convierte por momentos en un mago de las palabras

    En La víspera de casi todo encontramos a cinco asesinos, tres de los cuales lo son múltiples. Desde pederastas hasta violadores; desde torturadores hasta justicieros; desde enfermos mentales hasta asesinos circunstanciales. Los cinco se crean sus propios fantasmas interiores. E, incluso, aparece un fantasma. Un fantasma de verdad. Y, también los cinco --y sus familiares y conocidos--, deben aprender a convivir con su pasado, con su memoria. Memoria entendida de forma individual, aunque también existe la otra, la colectiva, la que nos pertenece a todos como individuos que vivimos en sociedad.

     Me refiero a la memoria histórica, aspecto tan de moda y que tanto preocupa a Víctor del Árbol. Mauricio es argentino y ha estado encarcelado; Germinal es hijo de un guerrillero que acabó en la cárcel primero y en un manicomio después; Dolores es portuguesa; y Oliverio, como Mauricio, es argentino y ha vivido en su pasado en la Alemania de la segunda posguerra. Y nada es casual sino premeditado: el autor aprovecha estos aspectos para denunciar los excesos y torturas de las dictaduras argentina, portuguesa y española. Dictaduras que sembraron futuras almas enfermas, algunas de ellas mentales --síndrome de Williams, autismo, desdoblamiento de la personalidad--, que aparecen en ciertos personajes.

     Uno de los temas que trata la novela es, pues, el existencialismo. Un existencialismo que a menudo busca la redención para poder empezar de cero y, en otras ocasiones, alejar la fatalidad de manera que permita seguir hacia adelante a pesar de todo. Lo cual nos lleva a otro de los temas que aquí cobra importancia: la facilidad con la que los humanos juzgamos a los demás sin conocerlos ni a ellos ni a sus circunstancias. No es de extrañar que, ante este hecho, a veces las únicas salidas sean la huida, el suicidio o el asesinato. ¿Por qué no te pegas un tiro si tan insufrible te resulta la realidad?, le pregunta un personaje a otro. La vida carece de sentido pero queda la obra de vivirla. Y ese es tu acto de rebeldía contra la irracionalidad: vivirla a pesar de todo, le responde el otro.

     La víspera de casi todo es otra gran novela de Víctor del Árbol. Superar su anterior obra, Un millón de gotas, parecía un reto imposible de alcanzar. Y, sin embargo, lo ha conseguido. O, como mínimo, lo ha igualado. Pocas veces un Premio Nadal ha sido tan merecido. Porque este autor, que fue seminarista primero y mosso d´esquadra después, ha sido y será escritor desde siempre y para siempre. Con o sin reconocimientos en forma de premios...                      


lunes, 1 de febrero de 2016

Spotlight. Thomas McCarthy. 2015. Crítica





     En 2002 un pequeño equipo de periodistas de investigación del Boston Globe, denominado Spotlight, publicó una serie de artículos en los que destaparon los escandalosos casos de pederastia cometidos durante décadas en el estado de Massachussets por parte de decenas de párrocos católicos, así como los intentos de silenciar los hechos por parte de la archidiócesis de Boston, a cuya cabeza estaba el cardenal Bernard Law. La investigación, que duró casi tres años, vio finalmente la luz, sacudiendo la opinión pública estadounidense. Y el Boston Globe fue premiado con el Premio Pulitzer en 2003 por su gran labor divulgativa y denunciante de una realidad que mucha gente no quiso reconocer.

     Los periodistas hubieron de hacer frente a numerosos obstáculos para poder desempeñar su trabajo: rastrear archivos, entrevistar a testigos y víctimas de los abusos, contrastar sus testimonios y, sobre todo, vencer el secretismo de una Iglesia Católica que seguía encubriendo a sus párrocos pedófilos y que no dudó en utilizar cualquier tipo de argucia, legal o ilegal, que pusiera en jaque las investigaciones de los cuatro integrantes de Spotlight. Sobre esta realidad, probada y demostrada, trata una película que debería ser premiada con varias estatuillas en los próximos Oscars.

     Thomas McCarthy (The Visitor y Con la magia en los zapatos), también co-guionista de la cinta, dirige en Spotlight a un amplio elenco de grandes actores que otorgan una mayor credibilidad a la historia: Mark Ruffalo (En carne viva, A ciegas, Shutter island), Rachel McAdams (Morning glory, Midnight in Paris, El hombre más buscado), Michael Keaton (Birdman, Batman returns, White noise), John Slattery (Banderas de nuestros padres, Destino oculto), Stanley Tucci (El quinto poder, The lovely bones) y Liev Schreiber (Salt, Resistencia, El velo pintado). Todos y cada uno de ellos están inconmensurables en sus papeles, como principales y como secundarios.

     Con seis nominaciones a los Oscars y otras tres a los BAFTA y a los Globos de Oro, Spotlight es una película que homenajea a los periodistas que destaparon los escándalos y también a los abogados que, llevando la ética como bandera, denunciaron a la Iglesia Católica y a sus párrocos pederastas para dar a conocer al mundo la magnitud de lo que estaba sucediendo durante las últimas décadas. Y la verdad es que uno no puede evitar sentirse inquietado y hasta enojado ante un problema que, visto lo visto en la cinta, alcanza unas dimensiones mucho más perversas de lo que ya cabía suponer de antemano.

     Si los artículos del Boston Globe de 2002 ya animaron a multitud de supervivientes (como se les califica en el film, pues no todos tuvieron la misma suerte y no fueron pocos los que acabaron suicidándose --otro dato estremecedor más a tener en cuenta--) a dar a conocer sus historias personales, parece apropiado pensar que en la actualidad sucederá lo mismo a raíz de esta película, por lo que esta puede ser vista como un puente de esperanza para las víctimas de estos aberrantes abusos sexuales que, más allá de los daños físicos y psíquicos, conlleva también los espirituales. Porque, como señala una de las víctimas, se trata de un proceso por el cual a uno se le arranca la fe

     La película constituye un serio golpe a la cuestión del celibato en la Iglesia Católica. Cuestión de triste actualidad, incluso en nuestro país --véase la polémica del caso del clan de los Romanones en Granada--, pero también en el resto del mundo. Porque, quizás lo que más llega a inquietar de este film, es que todo lo que en él se relata es solo la punta del iceberg de una situación que, de no mediar la propia Iglesia Católica con urgencia, amenaza con socavar sus pilares centrales. Y es que, como se aprecia en la cinta, no estamos ante unas pocas manzanas podridas sino que el problema es mucho más grave. Y, todo ello, con el conocimiento de las altas jerarquías eclesiásticas, mucho más preocupadas por que no trasciendan las informaciones que por acabar con una cuestión que amenaza con no tener ya solución.

     En Spotlight se nos describen las mil y una argucias empleadas por la Iglesia Católica para acallar las voces de los niños y jóvenes víctimas de los abusos. Desde prometer apartar de la práctica religiosa a los abusadores --en la práctica, simplemente se les daba un destino nuevo, alejado del lugar de los hechos, donde seguían con nuevos abusos-- hasta pagar a sus víctimas a través de abogados escasos de ética que mediaban entre abusador y abusado a cambio de una pequeña gratificación o comisión. Y, en mi opinión, lo mejor de la película es que todo está contado con todo lujo de detalles, pero simplemente a modo informativo y carente por completo de morbosidad y de detalles poco agradables para el estómago del espectador, que ya sufre bastante, por cierto, con lo que tiene ante sus ojos.

     Spotlight es una película que debería ver todo el mundo. Desde los periodistas --especialmente los de investigación-- hasta los abogados --sobre todo los que tocan temas eclesiásticos y de abusos sexuales a menores--; desde las personas ávidas de conocer las injusticias --quiero creer que todas-- hasta las que en el cine simplemente buscan entretenerse --que también las hay--; desde los no católicos --cada día más-- hasta los católicos --cada día menos--. Pero, especialmente, estos últimos. Porque no querer ver la realidad --no hay más ciego que el que no quiere ver-- no solo no impide que esta siga sucediendo sino que convierte en cómplice a quien mira hacia otro lado y niega la más clara evidencia...