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lunes, 8 de mayo de 2023

La desconocida. Rosa Montero y Olivier Truc. Alfaguara. 2023. Reseña

 




    La última obra de Rosa Montero es una novela corta (155 páginas) escrita a cuatro manos con el escritor francés Olivier Truc -que, además, es periodista, productor de documentales y ganador del Premio Quais du Polar 2013 por El último lapón-. El proyecto surgió a instancias del festival internacional francés Quais du Polar (Lyon) en colaboración con las editoriales Points y Alfaguara. Y cuenta, además, con el apoyo del Institut Français / Ville et Métropole de Lyon. Las condiciones eran escribir ocho capítulos de forma alternativa, siguiendo cada uno la acción tal y como la dejaba el otro. Rosa Montero escribió los capítulos impares (es decir, el comienzo de la novela) y Olivier Truc los pares (incluyendo el final). Para ambos supuso un reto tremendo porque, además, solo dispusieron de tres meses para elaborar la obra completa. Rosa Montero ha añadido recientemente que fue una aventura fascinante y trepidante

    La mayor parte del texto elaborado por Rosa Montero nos sitúa en Barcelona. Los capítulos escritos por Olivier Truc discurren en Lyon, salvo el último, que también se desarrolla en la capital catalana. El puerto, la zona franca y el Raval de Barcelona son los escenarios principales de la trama de la novela. Una novela en la que no sobra ni falta nada. Que se lee en uno o dos ratitos al ser corta y que entretiene y divierte, demostrando que no hacen falta quinientas o mil páginas para elaborar una buena obra. El libro, que supone la vuelta de Montero al género negro, no parece estar escrito por dos escritores, lo que habla del talento del hasta ahora (para mí) desconocido escritor francés. La presentación, y el referido Premio Quais du Polar, el más prestigioso galardón francés del género policíaco, hablan por sí solas. Así, La desconocida es un libro ágil, de acciones continuadas, con las descripciones justas y necesarias y carente por completo de paja y heno.

    Aunque de entrada he de confesar que a mí la Rosa Montero que más me gusta es la ensayista -¡qué grandes trabajos La ridícula idea de no volver a verte y El peligro de estar cuerda!-, también es justo reconocer la gran valía de la madrileña a la hora de abordar temas de ficción con ciertos aspectos realistas. La desconocida trata, por ejemplo, de la gran cantidad de policías corruptos que hay en los distintos cuerpos de todos los países, incluidos los de asuntos internos, así como de la gran lacra social que supone la existencia de las abominables redes de trata de blancas -en este caso concreto, el que tiene que ver con las mujeres que son obligadas a prostituirse para poder seguir con vida-. Pero también se ocupa, por contrapartida, de los profesionales honrados, por ejemplo, los abnegados policías que se dejan la vida en la lucha contra el proxenetismo. Como los personajes de Anna Ripoll, inspectora experta en trata de mujeres, y Erik Zapori, inspector de Lyon que colabora en la investigación. 

    La acción de la novela comienza en el puerto de Barcelona. Allí, un guarda que hace la ronda nocturna con una pastora alemana a la que todos conocen como Julia, debe detener su marcha cuando la perra se frena en seco, olfatea un contenedor y ladra repetidamente. Cuando los mossos llegan, abren el contenedor y descubren a una mujer inconsciente y deshidratada. Presenta una brecha en la sien, quemaduras en la cara y el resto del cuerpo y no recuerda quién es, cuál es su lengua materna ni cómo ni cuándo llegó a ese contenedor. Es llevada al Hospital Clínic, donde un extraño hombre trata de asesinarla. La desconocida, sin embargo, sabe defenderse y vuelve a salvar la vida. Le cuesta recuperar la memoria. Tanto que la investigación parece abocada al fracaso. Sobre todo cuando Anna Ripoll parece haber dado con su identidad y dirección y la subsiguiente investigación demuestra que dicha información no es correcta.

     Dado que en Lyon parece existir alguna respuesta a todo lo ocurrido, la policía española reclama ayuda a la francesa. Y llega a Barcelona Erik Zapori, un policía investigado por asuntos internos por delitos de corrupción y proxenetismo, violación del secreto profesional, ayuda a residente ilegal y asociación de malhechores que ve en este caso una excusa perfecta para poner tierra de por medio con los de asuntos internos. Lo que desconoce este policía, que a menudo utiliza técnicas un tanto burdas, alejadas de todo manual policial, es que el caso en el que se está metiendo puede llegar a convertirse en el más complicado de toda su carrera. Y, además, no tardará en chocar frontalmente con Anna Ripoll, con quien debe colaborar en la investigación. ¿Por qué chocan tanto Ripoll y Zapori? Pues por varias causas: porque ella es demasiado seria y él demasiado bromista; porque ella es más de manual y él más de ir por libre; porque ella es más delicada y él más bruto; y porque ella es mujer y él es hombre.

     A medida que transcurre la narración de la historia -o del conjunto de historias que la componen- la desconocida va recuperando partes de su maltrecha memoria, reconstruyendo pasajes más o menos inconexos de su vida, extrayendo sus propias conclusiones acerca de lo ocurrido y ayudando a Ripoll y a Zapori en sus investigaciones. Los inspectores, por su parte, van confiando cada vez más el uno en el otro, compartiendo teorías y avances y tratando de recomponer un rompecabezas en el que parecen faltar piezas. Y, desde Lyon, Zapori encuentra la ayuda de su compañero Gignac -un buen hombre, una de esas personas de orden que aprietan los tubos de dentífrico desde abajo hacia arriba y que ponen un periódico meticulosamente doblado en el fondo del cubo de la basura para que no se manche- y las constantes zancadillas de Fachelle -uno de esos policías que ansían escalar demasiado rápido en el escalafón del cuerpo y que no dudan en ayudar a caer en desgracia a los compañeros que haga falta-. 

    La desconocida presenta una trama muy bien trabajada mediante un estilo directo, enérgico y vigoroso con un lenguaje también directo que rehúye grandes pretensiones y que está, por tanto, desprovisto del más mínimo artificio superfluo. Es una novela escrita por y para todo tipo de lectores. Al alcance de todo el mundo. Un proyecto de escritura colaborativa en el que una española y un francés -casualmente (o no) como los protagonistas de la novela- se enfrentan a las diferencias culturales entre sus dos países con la intención de contribuir a un mejor entendimiento mutuo. El resultado es una novela negra que pone el acento, como ha quedado expuesto más arriba, en la corrupción policial y en el problema de la trata de mujeres en el mundo. Problemas que, desafortunadamente, no forman parte de la ficción sino de nuestro día a día. Problemas que, por tanto, a todos nosotros nos atañe tratar de erradicar en la medida de nuestras posibilidades. Bienvenidos sean, pues, todo este tipo de proyectos.

    


miércoles, 22 de abril de 2020

El candor del padre Brown. G. K. Chesterton. Castalia. 2020. Reseña







     El padre Brown es a G. K. Chesterton lo que Sherlock Holmes a Arthur Conan Doyle, Hércules Poirot a Ágatha Christie, Auguste Dupin a Edgar Alan Poe o Sam Spade a Dashiell Hammett. Sin embargo, el personaje creado por este escritor inglés (1874-1936) rompe bastantes de los tópicos del género negro  o policíaco. El sacerdote católico, de aspecto humilde, descuidado e inofensivo, siempre acompañado de su paraguas y de diversos objetos envueltos en papel de estraza, conoce como nadie el alma humana. Y resuelve los casos más complicados no con enrevesadas piruetas deductivas sino sugiriendo que la explicación irracional es en realidad la más racional. A pesar de su lógica devoción, siempre desecha las explicaciones sobrenaturales o espirituales para centrarse en lo natural y ordinario para resolver los casos más inverosímiles.

     Chesterton escribió alrededor de cincuenta relatos protagonizados por el padre Brown. Todos ellos fueron recogidos en cinco libros que se fueron publicando entre 1911 y 1935: El candor del padre Brown --el que nos ocupa, publicado por vez primera en 1911--, La sagacidad del padre Brown (1914), La incredulidad del padre Brown (1927), El secreto del padre Brown (1929) y El escándalo del padre Brown (1935). La primera de esas recopilaciones incluye los doce primeros relatos escritos por el autor, que se inspiró en un amigo personal para dar imagen y forma de actuación a su ficticio padre Brown. Un personaje que, a diferencia de los referidos en las primeras líneas de esta reseña, hace gala de una gran bondad que le impide juzgar y condenar al delincuente, sino que trata de salvarlo a su manera. Es lo que le ocurre con su inseparable Hércules Flambeau.  

     El amigo de Chesterton, el padre John O´Connor, párroco de Bradford (Yorkshire), influyó tanto en él que, además de inspirarle este peculiar personaje, hizo posible su conversión al catolicismo. Y ese es uno de los fuertes del personaje de ficción: pese a ser un párroco católico en tierras protestantes anglicanas, consigue que se imponga no su imagen --bajito, regordete, miope-- sino su sagacidad y su sentido del humor, natural y vital. Se muestra siempre muy humano y real, nada artificial. Sin duda, parece ingenuo y distraído, pero de repente atraviesa una especie de éxtasis intelectual que, junto a sus notables conocimientos de la ciencia de la psicología, lo lleva a aclarar las situaciones más intrincadas. Y, de paso, a ganarse el respeto de aquellos que al principio lo consideraban un simple intruso.

     Así explica este hecho Chesterton en el relato titulado El jardín secreto: hundió la cabeza entre las manos y se mantuvo en una rígida postura que denotaba la angustia de su pensamiento u oración, mientras que los otros tres sólo podían continuar observando este último prodigio durante aquellas doce extraordinarias horas. Cuando cayeron las manos del padre Brown, se vio un rostro bastante fresco y serio, como el de un niño. Y, en La forma anómala, Flambeau explica a otro personaje que el padre tiene a veces esta nube de misticismo encima, pero le advierto de que sólo se la he visto cuando rondaba cerca algo malvado. Flambeau confía tanto en el padre Brown que se va de vacaciones en un pequeño velero y en él solo lleva lo indispensable: latas de salmón, revólveres cargados, una botella de coñac y un sacerdote.   

     La narrativa de Chesterton supone un retrato costumbrista de los lugares y las personas de su época --el primer tercio del siglo XX--, con especial hincapié en sus formas de vida y sus comportamientos en los más diversos ámbitos de la vida. Describe con naturalidad toda clase de ambientes y contrasta los mundos criminal y religioso en profundidad. Dos mundos que, a menudo, no están tan distanciados. Así, en el primer relato de esta recopilación, La cruz azul, el padre Brown le dice a su inseparable Flambeau cuando éste todavía era un delincuente: ¿nunca se le ha ocurrido pensar que un hombre que casi no hace otra cosa que oír los pecados de los demás no puede dejar de estar al corriente del mal de la humanidad? Toda una declaración de intenciones desde el primer momento de la trama.

     Flambeau y el padre Brown, tan distintos --en físico (Flambeau mide más de una ochenta), en forma de vestir (Flambeau es muy elegante) y en personalidad-- y tan semejantes --en cuanto a ingenio y a perspicacia-- a la vez, se convierten en uña y carne tras convencer el segundo al primero de que su saber hacer debería ser empleado con fines más puros y bondadosos. Quiero que abandone esta forma de vida. Aún le queda a usted juventud, dignidad y humor; no crea que le durarán con ese oficio. Los hombres pueden mantener cierto nivel de bondad, pero ningún hombre ha sido capaz de mantener un nivel de maldad. En efecto, el Flambeau delincuente muta en un nuevo Flambeau, que ayuda en todas sus investigaciones al padre Brown. Cambio solo posibilitado por el gran conocimiento del segundo sobre la psicología del mundo criminal.     

     En los doce relatos hay multitud de frases dignas de ser señaladas en esta reseña. No en vano, el padre Brown es, de todos los personajes creados por Chesterton, el más parecido al autor. Al menos, en su forma de pensar y de ver la vida. El delincuente es el artista creativo; el detective es solamente el crítico / Un delito es como cualquier obra de arte. Sea divina o diabólica, posee un distintivo indispensable: su fundamento es sencillo, por complicada que pueda ser su realización / La cualidad de un milagro es el misterio, pero su forma es sencilla / Nos han enseñado que si un hombre tiene realmente unos malos principios, será en parte por su culpa. Pero, con todo, podemos distinguir entre el hombre que ofende a su limpia conciencia y el hombre cuya conciencia está más o menos enturbiada con falsedades.

     Dejo para el final el humor de Chesterton. Un humor inteligente y tan sutil que puede llegar a pasar desapercibido en algunos momentos. Dejo aquí un par de fragmentos sobre este tema: tanto por oficio como por convicción, el padre Brown sabía mejor que casi todos nosotros que la muerte dignifica al hombre. Pero sintió incluso una punzada en el estómago cuando lo despertaron al amanecer para avisarle de que habían asesinado a Sir Aaron Armstrong. Resultaba un tanto absurda e impropia aquella violencia secreta en relación con una figura tan divertida y popular que podía llegar hasta el punto de resultar cómico. Sin embargo, más adelante, una vez conocido con mayor profundidad al asesinado, dice: si yo alguna vez asesinara a alguien le digo que podría ser a un optimista. A la gente le gusta la carcajada frecuente, pero no creo que le guste una sonrisa continua. La alegría sin humor es exasperante.

     Leed a Chesterton. Admirad el ingenio del padre Brown. Parecido pero a la vez diferente a Holmes, Poirot, Dupin y Spade. Y que viva la buena novela negra...       


       

viernes, 27 de abril de 2018

Asesinato en el Orient Express. Ágatha Christie. RBA Libros. 2013. Reseña





     Basta una sola tarde-noche para comprobar que la fama de reina del suspense y del misterio que acompaña a Ágatha Christie es absolutamente merecida. Es lo que se tarda en leer las doscientas páginas y pico que forman la obra más conocida de la escritora británica. Nacida en 1890, Christie escribió durante sus 86 años de vida (falleció en 1976) un total de 66 novelas policíacas, seis novelas rosas y catorce historias cortas --para las cuales utilizó un seudónimo, Mary Westmacott-- y algunas obras teatrales (como Testigo de cargo y La ratonera, sin duda, la obra más buscada y difícil de encontrar de esta autora). Personajes como Hércules Poirot, Miss Marple, Tommy y Tuppence Beresford se fueron haciendo famosos a través de la aparición de las novelas de Ágatha Mary Clarissa Miller, nombre real de Christie.

     La novelista que más obras ha vendido a lo largo de la historia según el Libro Guinness de los Récords publicó su primera obra, El misterioso caso de Styles, en 1920. En ella apareció por vez primera Hércules Poirot, el archi conocido detective ficticio belga que aparecería en otras 32 novelas más de la autora. En 1934 salió a la luz Asesinato en el Orient Express, su novela más famosa, que nos ocupa en estas líneas. Pero, antes de introducirnos de lleno en ella, he de confesar un pecado personal imperdonable. Es la primera novela de Christie que he leído en mi vida. Como todo el mundo, conocía la figura de la autora --por series, películas y hasta una obra de teatro--, pero no su obra literaria. Algo, repito, imperdonable.

     Asesinato en el Orient Express está escrita a la antigua usanza, es decir, siguiendo el esquema literario clásico de introducción, nudo y desenlace. La introducción, o primera parte, lleva por título Los hechos. Como en toda obra clásica, describe la situación de partida (la estación de Alepo, en Siria, y el tren en el que se va a desarrollar la trama), presenta física y psicológicamente a los personajes y narra el asesinato en cuestión. En este caso, el de Samuel Edward Ratchett, un hombre que aparenta ser poca cosa a no ser por su siniestro rostro. Se sabe en peligro de muerte inminente y, al conocer la presencia del prestigioso Poirit --quien regresa a Inglaterra tras resolver un caso en Palestina-- en el tren, no duda en pedirle ayuda. Ayuda que el detective le niega porque no me gusta su cara, monsieur Ratchett. 

     Poirot dialoga con su viejo amigo monsieur Bouc, director de la Compagnie Internationale des Wagons Lits, y con el dr. Constantine, médico griego que viaja en el mismo vagón que monsieur Bouc. Ambos ayudarán al detective en las pesquisas que llevarán al esclarecimiento del crimen cometido en el Orient Express. Unas investigaciones que no serán en absoluto fáciles y que conducirán al afamado investigador hasta el límite de sus recursos y fuerzas. Y, además, de paso, dará lecciones magistrales tanto a sus acompañantes como a los lectores más atentos. Porque cada diálogo, cada gesto suyo no será casual, sino que buscará sacar información como si de una prospección petrolífera se tratara.  

     Las declaraciones, o segunda parte, supone el nudo clásico literario. Los tres protagonistas toman declaración a los sospechosos, de todas las edades y nacionalidades posibles, tratando de extraer cualquier detalle interesante con la finalidad de aclarar el caso. Los viajeros del vagón en el que se ha perpetrado el crimen son doce en total, y todos ellos parecen tener una coartada perfecta para salir indemnes de las averiguaciones de Poirot y sus acompañantes. Además, pese a no tener conexiones entre ellos, las versiones de unos corroboran las de los demás, complicando el caso hasta límites insospechados. Tanto que monsieur Bouc y el dr. Constantine están perdidos y solo confían en un milagro y en la astucia de Poirot para resolver el tema.

     La tercera parte, Hércules Poirot se sienta y reflexiona, corresponde al clásico desenlace literario. Pistas falsas y reales que deben ser analizadas concienzudamente, diversas contradicciones que van apareciendo y determinados gestos que casi pasan desapercibidos para monsieur Bouc y el dr. Constantine pero no para Poirot llevan a este último a dar por zanjada la cuestión. El final, como corresponde a una obra de estas dimensiones, es realmente inesperado. Un encaje perfecto de intrincadas piezas de puzzle que, de repente, empiezan a acoplarse unas a otras hasta conformar un cuadro espectacular, maravilloso. Un final digno de la gran maestra que fue Christie.

     Un asesinato encarnizado --hasta doce puñaladas de diversa consideración acaban con la vida de Ratchett--; un tren legendario --el Orient Express-- atrapado en la nieve durante más de veinticuatro horas en algún lugar de Yugoslavia; unos personajes --los sospechosos-- que parecen no tener motivos aparentes para asesinar pero sí coartadas fiables y contundentes para escapar de toda acusación; y las astutas mentes de Poirot, por un lado, y de Christie, por otro, completan una novela que sigue dando que hablar casi 85 años después de su escritura y publicación. Una obra maestra inmortal del género del suspense policíaco que atrapa al lector, lo marea, lo deja sin aliento, exprime su cerebro y lo desborda hasta la última línea.

     Si eres un lector como servidor, pecador literario hasta ahora desconocedor de la obra de esta maestra, debes ponerle remedio de inmediato. Por mi parte, aseguro que no será esta la última obra de Christie que lea. Aunque dicha tarea me cueste horas de sueño. Aunque literalmente me arrastre al día siguiente. Porque nada atrapa más a un lector que una novela negra bien estructurada, narrada y desarrollada. Y Ágatha Christie, visto lo visto, era una auténtica maravilla en el dominio de la pluma. 


jueves, 5 de octubre de 2017

Por encima de la lluvia. Víctor del Árbol. Ediciones Destino. 2017





     Comentó Víctor del Árbol hace unos días en una entrevista con motivo de la presentación de Por encima de la lluvia que con esta novela, en la que nos cuenta una historia arrolladora sobre el valor de vivir siempre intensamente, no pretende otra cosa que arañar el alma del lector. Cuestión que enlaza este nuevo trabajo con cualquiera de sus anteriores. Por algo se le conoce como el escritor del dolor. Etiqueta de la que siempre huye, por otra parte. Como de toda clase de clichés y tópicos. Especialmente en un momento tan convulso como el actual, en el que la sinrazón de unos y otros nos está llevando, a todos, hacia el abismo. 

     Soy absolutamente sincero si afirmo que cada vez me cuesta más reseñar una novela de este escritor extremeño-barcelonés. Y esto es así por varios motivos. En primer lugar, porque un buen comentario sobre una obra debe ser lo más imparcial y objetivo posible. Algo complicado cuando se conoce en persona a un autor con el que se comparten muchas posiciones e inquietudes literarias, políticas y sociales. Aspecto, este, de gozosa existencia pero difícil salida y resolución a la hora de abordar, desde la distancia apropiada, sus escritos. Porque cualquier reseñador que se precie de serlo, ante todo, debe ser y parecer creíble.

     En segundo lugar, porque todas y cada una de sus historias tienen las mismas estructuras, unos personajes diseccionados hasta el más invisible de los detalles físicos y psicológicos, unas tramas secundarias y principales que se desarrollan en diferentes épocas y lugares y que acaban confluyendo en un punto común decisivo y unas temáticas también similares que nos introducen en las mentes de los protagonistas, los ambientes de los lugares y en la necesidad de vivir a toda costa, pese al peso de esas mochilas llenas de hechos pasados que en no pocas ocasiones pueden lastrar también nuestro futuro.

     Y el tercer motivo que explica lo costoso de escribir sobre una de las obras de este autor es la necesidad de no desvelar demasiado sobre la historia del libro en cuestión. La complejidad de las obras de del Árbol es tal que resulta casi imposible entrar en materia sin hablar de más. Algo que, obviamente, tampoco conviene hacer jamás. Aclarado, pues, todo lo anterior, paso a contaros mis impresiones sobre Por encima de la lluvia, la nueva novela del Premio Nadal 2016 por La víspera de casi todo y autor, además, de Un millón de gotas (2014), Respirar por la herida (2013), La tristeza del samurái (2011), El abismo de los sueños (finalista del Premio Fernando Lara en 2008, todavía inédita) y El peso de los muertos (Premio Tiflos 2006).     

     Seguramente se habrá preguntado el lector qué puede tener de especial una novela que presenta la misma estructura, unos personajes similares que arrastran pesadas cargas y siempre sufren y unas descripciones ambientales que tanto recuerdan a las anteriores del mismo autor. ¿Puede resultar finalmente todo esto un tanto cansino, tal vez? Para nada. La respuesta a esta situación es muy sencilla: la estructura de la historia es la misma porque lo que funciona a las mil maravillas no necesita ni debe ser cambiado; los personajes sufren, sí, pero cada vez de manera distinta y por motivos nuevos y diferentes; y los ambientes tampoco son los mismos y nos transportan a lugares que no conocemos al iniciar la lectura pero sí al final gracias a unas descripciones minuciosas y efectivas.

     Sin embargo, hay otros motivos de mayor peso que siempre nos invitan a leer a este autor. Es genuino, original y auténtico. Y también optimista. Porque, pese a que a primera vista sus obras pueden parecer oscuras y deprimentes, lanzan mensajes positivos que conviene no pasar nunca por alto. Vivir siempre intensamente no es fácil. Del Árbol lo sabe. Y, no obstante, mediante un lenguaje de extremos (que oscila entre una prosa casi poética y otra cruda, dura y desgarradora) nos conduce por senderos que nos llevarán hacia la redención personal e incluso colectiva. Algo tan necesario y urgente en la época oscura que vivimos. 

     Miguel y Helena provienen de familias que pertenecieron a mundos diferentes y a colectividades enfrentadas durante la Guerra Civil y la posguerra. Sin embargo, logran alcanzar una relación plena, con sus necesarios altibajos, que los hará descubrir que, pese a su ancianidad (principio de alzheimer en el caso de Miguel), la vida no termina hasta el último aliento. Y que, hasta ese instante final, siempre es posible alcanzar nuestros sueños o superar nuestros peores temores. Así, Miguel perderá su miedo a volar, mientras que Helena aprenderá a nadar. Metáforas, ambas, que vienen a indicarnos que nunca es tarde para vivir, por terrible que haya sido nuestra existencia hasta ahora.

     Por encima de la lluvia muestra también la singularidad de apartarse ligeramente de sus obras anteriores en el sentido de la temática o temáticas de la trama principal. En la secundaria, por contra, sí es cierto que encontramos una historia al más puro estilo de la novela negra. Es la que tiene lugar en Malmö, Suecia. La trama española nos habla de la barbarie de la guerra --los moros de Franco, la construcción del Valle de los Caídos, la vida de los soldados españoles en el norte de África y el eterno odio hacia el contrario-- y de temas como la falsa creencia de que a los viejos hay que apartarlos de la sociedad, la soledad en la ancianidad, el alzheimer, los malos tratos o la corrupción. Absolutamente todos los protagonistas son personas comunes que pueden llegar a ser extraordinarias.

     Estamos ante una novela que ayuda al lector en diferentes aspectos de la vida cotidiana. Pero también debería ayudar al autor. No hace mucho, del Árbol afirmó que le aterra la sola idea de pasar a la historia como el autor de Un millón de gotas. Pues bien, a tenor de esta última novela, puede estar tranquilo y considerarse a sí mismo por encima de la lluvia. Porque el conjunto de historias entrelazadas que la componen supone un paso más en una carrera literaria que todo el mundo debería conocer y compartir. Como trata de hacer servidor con esta humilde reseña.                
           

lunes, 3 de marzo de 2014

El síndrome del delfín. Ramón Cerdá. El fantasma de los sueños. 2013. Reseña





     Ramón Cerdá define su nueva novela como "la más negra que he escrito hasta la fecha". Detalle que se observa ya desde la propia portada. Tal y como explica el autor en la novela, no existe una definición de "síndrome del delfín". No obstante, el título define a la perfección la patología del personaje principal de la historia, un insomne total, puesto que los delfines son los únicos animales que no duermen absolutamente nada ya que siempre tienen un ojo abierto y medio cerebro activo ya que necesitan respirar. Su respiración no es automática, por lo que, de dormirse por completo, se ahogarían.

     Hilario, un viudo solitario que casi no sale de casa ni se relaciona con los demás vecinos, lleva seis semanas sin dormir, lo cual afecta a su vida cotidiana, provocándole pérdidas de memoria y momentos de desesperación extrema ante la falta de descanso. Presiente que a raíz de sus problemas con el sueño es capaz de ver y entender los pensamientos de los demás. Pero, ¿es eso cierto...o es que se está volviendo loco de remate?

     Las alucinaciones, de todo tipo, que sufre le provocan sensaciones de irrealidad realmente angustiosas. Tanto que, después de probar toda clase de remedios para inducir el sueño y ver cómo todos ellos fracasan, llega a la conclusión de que su problema de insomnio no tiene cura, por lo que incluso piensa en quitarse la vida para acabar de una vez con una situación tan horrible.

     Una serie de asesinatos ocurridos a su alrededor por esas fechas, sobre todo el de su vecina Edurne, le hace pensar que tal vez él mismo tenga relación con ellos. Pero no recuerda haberlos cometido y jamás se había visto a sí mismo como un asesino. Está hecho un lío y no sabe qué hacer. Además, un comisario de policía que parece haberla tomado con él ya desde años atrás (en un par de antiguos casos de fraude Pablo ya había tenido la sensación de que Hilario se le había escapado por los pelos) está decidido a demostrar que sí es el asesino en serie responsable de todos los crímenes. 

     Con el lenguaje accesible, reflexivo y directo de siempre, Cerdá define y caracteriza a los personajes de una manera sublime, presentándonoslos como reales en todos los sentidos, con sus contradicciones y sus dudas, humanizándolos de manera que nos sumergimos en sus vidas haciéndolas nuestras. Incluso vivimos sus problemas como si fueran nuestros. Deseamos que todo se solucione de la mejor manera posible. Y eso es todo un logro por parte del autor.

     Las historias de cada personaje se entremezclan entre sí, tejiendo un puzzle que parece imposible de ordenar. Sin embargo, Ramón consigue hacerlo de forma admirable. El lector - por lo menos a mí me ha ocurrido así - no puede dejar de leer porque está ansioso por saber qué ocurre. Es uno de esos libros que engancha, quizás no desde la primera página (el único pero que se le observa a la novela es un arranque un poco lento, recreándose demasiado en la enfermedad que sufre Hilario) pero sí desde que la acción comienza a desarrollarse unas pocas páginas más adelante.

     Otro aspecto de la obra a destacar es la crítica social que subyace de ella: recortes de todo tipo, incluso en los bancos (Hilario es un pre-jubilado con 55 años de una entidad bancaria donde predominan más los cajeros automáticos que los humanos, para variar) y un sistema policial falto de los recursos económicos y humanos necesarios para asegurar las vidas de los ciudadanos a los cuales debe proteger. Esta contextualización nos aproxima todavía más a la acción descrita en la novela. Incluso, nos adentra en temas como el couchsurfing y la hipnosis policial.

     De las cinco o seis obras del autor que he leído hasta la fecha El síndrome del delfín me parece la mejor escrita y cuidada. Sin duda, ha sido todo un placer (y también una angustia, aunque esto último únicamente por la temática y desarrollo propios de la historia) leerla. Por ello, debo felicitar a Ramón Cerdá y recomendar su lectura a cualquier lector de esta reseña. Nadie se arrepentirá.


         

      

martes, 12 de febrero de 2013

La Justicia de los Errantes. Jorge Díaz. Plaza & Janés. 2012. Reseña



     Me había quedado sin un clavo cuando llegué a la caseta en la que Jorge Díaz firmaba ejemplares de esta novela en la Feria del Libro de Madrid el verano pasado. Pero sabía que estaba allí y quise pasar a saludarle por lo menos. Acabé juntando los restos míos y de mi acompañante para poder llegar a comprar "La Justicia de los Errantes". Me lo llevé con una dedicatoria que me llamó la atención mucho. Muchísimo. Hablaba de "una historia de hombres íntegros". Jamás me arrepentiré de volver a Valencia con el dinero exacto para comerme un bocata en el viaje de vuelta. Es lo que tiene ser un escritor novel que no vende ejemplares ni para cubrir gastos.
 
     Lo primero que me ha impactado de este libro es que está narrado en presente, algo que también yo hice en mi primera novela. Algo muy poco habitual pero creo que necesario en determinadas ocasiones. Lo siguiente que debo destacar - y confesar que me atrapó desde la primera página (sí, ya sé que es un tópico, pero en este caso concreto os aseguro que ha sido así) - es la forma de narrar de Jorge: clara, directa, sin artificios, con las descripciones justas y necesarias para situar a los personajes en el escenario. Simplemente os diré que hay un par de escenas claves para la historia en la que se suceden, en apenas página y media, una serie de acontecimientos a modo de flashes y fogonazos que te dejan sin pestañear para no perderte nada de lo que ocurre ante tus ojos.
 
     Si a todo ello le unimos el hecho de que la historia que nos cuenta su autor, siendo ficción, está basada en hechos y personajes reales tenemos los ingredientes necesarios para crear una trama que pienso ha de gustar a cualquier tipo de lector. Un libro en el que a cada giro de página sucede algo importante o interesante ha de ser leído por todo el mundo.
 
     "La Justicia de los Errantes" cuenta la historia de algunos de los más famosos anarquistas españoles de los años veinte y treinta: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Joan García Oliver. La novela comienza en España. Sin embargo, pronto se traslada la acción a Sudamérica y París, donde huyen de la cada vez más radical persecución a la que fueron sometidos los cenetistas. Oliver se queda en París. Ascaso y Durruti buscan al otro lado del charco conseguir dinero para su organización.
 
     En efecto, tras asesinar al cardenal arzobispo de Zaragoza y atracar el banco de Gijón, entre otros golpes, la pareja de amigos y militantes ha de huir del inspector Valenzuela (personaje ficticio), un policía de poca moral y mucha desvergüenza que se empeña en querer acabar con ellos sea como sea y caiga quien caiga (aunque éste sea un pobre inocente). Entre todos, cenetistas e inspector, van dejando un rastro de sangre allá por donde pasan: Cuba, México, Argentina o Uruguay.
 
     En Sudamérica, Durruti y Ascaso conocerán a otros anarquistas, algunos de ellos italianos que han huido del fascismo de Mussolini, con los que aprenderán cosas nuevas (y harán que éstos aprendan mucho también de ellos). Y he aquí el sentido de la palabra "integridad" a la que hace referencia su autor en su dedicatoria: viven como pordioseros pese a tener sacos de dinero bajo su cama. No obstante, ese dinero no es para ellos sino para su organización. En cada lugar nuevo al que llegan buscan trabajo para vivir y comer pues el dinero obtenido con los atracos y demás golpes es para enviarlo a España o a París para que sus compañeros financien otras acciones contra los capitalistas burgueses que no dejan de aprovecharse de sus "compañeros" obreros. Es más, ellos mismos se consideran obreros. Y como tales viven. 
 
     Durruti y Ascaso van impartiendo su particular visión de la justicia en toda Sudamérica, pasando de denominarse "Los Solidarios" a adoptar en su peregrinaje el pseudónimo de "Los Errantes". Es por ello que la novela se puede catalogar, a la vez, como novela histórica (por basarse en hechos reales) y novela negra (por todo lo que conlleva el periplo iberoamericano de los militantes anarquistas: tiros, persecuciones, asesinatos, etc). Incluso, puestos a divagar, podría parecerse a un western tipo "Bonnie & Clyde".
 
     En definitiva: una novela que considero necesaria para entender mejor los años anteriores a la Guerra Civil Española y conocer a unos personajes que el autor nos presenta de manera que hasta nos hace compartir por momentos su forma de vida y su ideología. Quién sabe: a lo mejor su lectura sirve para ver que noventa años después este país sigue a merced de un capitalismo burgués que explota a los obreros...
 

jueves, 3 de mayo de 2012

Confieso. Ramón Cerdá. 2000. Reseña



     Una de las cosas más interesantes de intentar introducirse en el intrincado mundo editorial es conocer en persona a otros escritores. El último al que he tenido el gusto de encontrar es Ramón Cerdá, un ontinyentí amante de las letras, atento y muy agradable que ha publicado ya diez novelas de todo tipo aunque, como él mismo me comentó, se dedica sobre todo a la novela negra o de intriga. Confieso fue una de sus primeras publicaciones en ver la luz, allá por el año 2000.

     Se trata además de una de sus novelas más leídas, puesto que la revista TIEMPO distribuyó y vendió 67 mil ejemplares hace unos años. En la actualidad se presenta en Italia tras la traducción a uno de los idiomas hermanos del castellano. Sin duda, estamos ante una novela fresca, fácil de leer, con lenguaje muy directo y que cautiva al lector al estar perfectamente estructurada y montada.

     Héctor Ramos, un ex-abogado y afamado aunque tardío escritor, decide escribir una polémica auto-biografía en la que enlazará partes reales e inventadas para despertar el interés de los lectores. Sin embargo, deberá obviar determinados acontecimientos pasados por el bien suyo y de quienes le rodean, entre ellos su propia esposa, Eloísa, su amante, Inés, y su más íntimo amigo, Tasio, un detective colaborador suyo que le pasa diversos informes sobre sus investigaciones que servirán a Héctor a la hora de crear las tramas de sus novelas.

     El matrimonio entre Héctor y Eloísa es muy liberal. Hasta el punto de llegar a decidir que ambas partes pueden tener relaciones extramatrimoniales, algo que, lejos de debilitar a la pareja, la hace más fuerte. Veinticinco años de matrimonio dan buena fe de ello. Pese a dichas relaciones Héctor y Eloísa se aman. Él escribe y ella le ayuda con las correcciones, las tramas y los giros de sus novelas. El escritor sabe que sin su esposa no habría tenido éxito jamás.

     Aunque la idea inicial de poder tener experiencias ajenas al matrimonio partió de él es ella quien más las disfruta ya que no se enamora nunca de sus partenaires. No obstante, como es de esperar, el triángulo amoroso Eloísa-Héctor-Inés no puede acabar nada bien. Héctor sí está enamorado de ambas mujeres, las cuales llegan a luchar por defender sus respectivos territorios.

     Por si esto fuera poco, la dominación del escritor por parte de su esposa irá acrecentándose con el paso del tiempo, haciendo de él lo que le place. Algo que, por otra parte, cuenta con el total beneplácito de él. Pero Héctor teme que las disputas entre "sus" mujeres pueda acabar mal, por lo que encarga a Tasio seguir a su esposa y tenerle informado mientras él, como ya es habitual, se recluye en Segovia para terminar de escribir su última novela.

     En los días en que el escritor está ausente de Valencia los acontecimientos se precipitan y derivan hacia una situación de no retorno. Celos, intrigas, amores y relaciones sexuales formarán parte de la trama de una novela aconsejable a todas luces y que sorprenderá al lector según vaya pasando páginas. Al final algunas cosas resultan no ser como parecían, causando sensaciones encontradas en quien está leyendo.

     Los giros finales de Confieso son dignos de un muy buen escritor al que he tenido la suerte de encontrar hace apenas unos días. En fin, eso es lo que tiene moverse por estos mundos literarios de Dios...

jueves, 26 de abril de 2012

La Senda del Odio. José Luis Victoria. Ediciones Hades. Reseña



     Tras publicar "Los ojos del mar" con Ediciones Atlantis en enero de 2010 José Luis Victoria, natural de Cuenca pero residente en Castellón, decidió embarcarse en el mundo editorial creando Ediciones Hades. Bajo este sello sale a la luz ahora "La Senda del Odio", un thriller que, según sus propias palabras, va más allá del género negro.

     Arión, un treintañero al que no le gusta cómo está funcionando el mundo, abraza el nihilismo y decide abandonar su crítica pasividad y pasar a la acción, tratando de realizar acciones contra los poderes establecidos. Mediante fragmentos de su libro favorito, "Las Argonáuticas" del poeta épico latino Valerio Flaco, irá justificando sus actos y tomará decisiones hasta entonces insospechadas por él mismo.

     El hallazgo de una daga y un manuscrito misterioso le hará pensar que es el Elegido para acabar con el mundo hasta entonces conocido. A través del texto hallado entrará en contacto con una sociedad secreta denominada "Padres del Entendimiento" que se propone el mismo objetivo. Arión se sentirá importante en una Hermandad cuyos miembros tienen nombre de argonautas y obedecerá cada una de las órdenes de sus dirigentes. Lo que desconoce, sin embargo, es que no todo es tal y como aparece ante sus ojos.

     La realidad y unos horribles sueños que sufre de un tiempo a esta parte se mezclan de tal manera que a Arión le cuesta distinguir tales sucesos, máxime cuando comienza a sufrir alucinaciones en determinadas situaciones. Así, realidad, sueños y alucinaciones harán que nuestro protagonista se vea metido en una espiral que desembocará en un reguero de sangre allá por donde él pasa.

     Todo empezó a cambiar en Arión años atrás después de un accidente de coche en el que murieron su madre, una pobre desgraciada pasiva ante un marido cruel, y su padre, un maltratador de su mujer y de los animales, a los cuales cazaba sin miramiento alguno. Arión iba en el coche también. Quedó atrapado medio inconsciente, pero aún pudo observar cómo unos lobos se comían a sus padres. Todavía recuerda el sufrimiento de su padre en esa situación, algo que a él le gustó pues se lo tenía merecido: un cazador acababa devorado por lobos.

     Un psiquiatra, el doctor Renau, una paciente suya y amiga de Arión, Selene, y los Padres del Entendimiento son los personajes principales de una trama que, como es normal en los thrillers, encierra un misterio cuyo conocimiento nos dejará helados. Para Arión se tratará de un viaje sin retorno en donde los pecados no prescriben y en donde el amor anda de puntillas. Su única salida será acabar con el Mal.

     No obstante, puede que el Mal no sea exactamente lo que él cree y lo que los demás le puedan decir que es, lo que hará que el protagonista tenga que enfrentarse a demasiados peligros y luchar contra su propia locura y hasta resolver traiciones desconocidas por él hasta ese momento. En definitiva, estamos ante una novela bien construida, instructiva, al intercalar pasajes de la obra de Valerio Flaco, divertida y de lectura rápida y amena.