La última obra de Rosa Montero es una novela corta (155 páginas) escrita a cuatro manos con el escritor francés Olivier Truc -que, además, es periodista, productor de documentales y ganador del Premio Quais du Polar 2013 por El último lapón-. El proyecto surgió a instancias del festival internacional francés Quais du Polar (Lyon) en colaboración con las editoriales Points y Alfaguara. Y cuenta, además, con el apoyo del Institut Français / Ville et Métropole de Lyon. Las condiciones eran escribir ocho capítulos de forma alternativa, siguiendo cada uno la acción tal y como la dejaba el otro. Rosa Montero escribió los capítulos impares (es decir, el comienzo de la novela) y Olivier Truc los pares (incluyendo el final). Para ambos supuso un reto tremendo porque, además, solo dispusieron de tres meses para elaborar la obra completa. Rosa Montero ha añadido recientemente que fue una aventura fascinante y trepidante.
La mayor parte del texto elaborado por Rosa Montero nos sitúa en Barcelona. Los capítulos escritos por Olivier Truc discurren en Lyon, salvo el último, que también se desarrolla en la capital catalana. El puerto, la zona franca y el Raval de Barcelona son los escenarios principales de la trama de la novela. Una novela en la que no sobra ni falta nada. Que se lee en uno o dos ratitos al ser corta y que entretiene y divierte, demostrando que no hacen falta quinientas o mil páginas para elaborar una buena obra. El libro, que supone la vuelta de Montero al género negro, no parece estar escrito por dos escritores, lo que habla del talento del hasta ahora (para mí) desconocido escritor francés. La presentación, y el referido Premio Quais du Polar, el más prestigioso galardón francés del género policíaco, hablan por sí solas. Así, La desconocida es un libro ágil, de acciones continuadas, con las descripciones justas y necesarias y carente por completo de paja y heno.
Aunque de entrada he de confesar que a mí la Rosa Montero que más me gusta es la ensayista -¡qué grandes trabajos La ridícula idea de no volver a verte y El peligro de estar cuerda!-, también es justo reconocer la gran valía de la madrileña a la hora de abordar temas de ficción con ciertos aspectos realistas. La desconocida trata, por ejemplo, de la gran cantidad de policías corruptos que hay en los distintos cuerpos de todos los países, incluidos los de asuntos internos, así como de la gran lacra social que supone la existencia de las abominables redes de trata de blancas -en este caso concreto, el que tiene que ver con las mujeres que son obligadas a prostituirse para poder seguir con vida-. Pero también se ocupa, por contrapartida, de los profesionales honrados, por ejemplo, los abnegados policías que se dejan la vida en la lucha contra el proxenetismo. Como los personajes de Anna Ripoll, inspectora experta en trata de mujeres, y Erik Zapori, inspector de Lyon que colabora en la investigación.
La acción de la novela comienza en el puerto de Barcelona. Allí, un guarda que hace la ronda nocturna con una pastora alemana a la que todos conocen como Julia, debe detener su marcha cuando la perra se frena en seco, olfatea un contenedor y ladra repetidamente. Cuando los mossos llegan, abren el contenedor y descubren a una mujer inconsciente y deshidratada. Presenta una brecha en la sien, quemaduras en la cara y el resto del cuerpo y no recuerda quién es, cuál es su lengua materna ni cómo ni cuándo llegó a ese contenedor. Es llevada al Hospital Clínic, donde un extraño hombre trata de asesinarla. La desconocida, sin embargo, sabe defenderse y vuelve a salvar la vida. Le cuesta recuperar la memoria. Tanto que la investigación parece abocada al fracaso. Sobre todo cuando Anna Ripoll parece haber dado con su identidad y dirección y la subsiguiente investigación demuestra que dicha información no es correcta.
Dado que en Lyon parece existir alguna respuesta a todo lo ocurrido, la policía española reclama ayuda a la francesa. Y llega a Barcelona Erik Zapori, un policía investigado por asuntos internos por delitos de corrupción y proxenetismo, violación del secreto profesional, ayuda a residente ilegal y asociación de malhechores que ve en este caso una excusa perfecta para poner tierra de por medio con los de asuntos internos. Lo que desconoce este policía, que a menudo utiliza técnicas un tanto burdas, alejadas de todo manual policial, es que el caso en el que se está metiendo puede llegar a convertirse en el más complicado de toda su carrera. Y, además, no tardará en chocar frontalmente con Anna Ripoll, con quien debe colaborar en la investigación. ¿Por qué chocan tanto Ripoll y Zapori? Pues por varias causas: porque ella es demasiado seria y él demasiado bromista; porque ella es más de manual y él más de ir por libre; porque ella es más delicada y él más bruto; y porque ella es mujer y él es hombre.
A medida que transcurre la narración de la historia -o del conjunto de historias que la componen- la desconocida va recuperando partes de su maltrecha memoria, reconstruyendo pasajes más o menos inconexos de su vida, extrayendo sus propias conclusiones acerca de lo ocurrido y ayudando a Ripoll y a Zapori en sus investigaciones. Los inspectores, por su parte, van confiando cada vez más el uno en el otro, compartiendo teorías y avances y tratando de recomponer un rompecabezas en el que parecen faltar piezas. Y, desde Lyon, Zapori encuentra la ayuda de su compañero Gignac -un buen hombre, una de esas personas de orden que aprietan los tubos de dentífrico desde abajo hacia arriba y que ponen un periódico meticulosamente doblado en el fondo del cubo de la basura para que no se manche- y las constantes zancadillas de Fachelle -uno de esos policías que ansían escalar demasiado rápido en el escalafón del cuerpo y que no dudan en ayudar a caer en desgracia a los compañeros que haga falta-.
La desconocida presenta una trama muy bien trabajada mediante un estilo directo, enérgico y vigoroso con un lenguaje también directo que rehúye grandes pretensiones y que está, por tanto, desprovisto del más mínimo artificio superfluo. Es una novela escrita por y para todo tipo de lectores. Al alcance de todo el mundo. Un proyecto de escritura colaborativa en el que una española y un francés -casualmente (o no) como los protagonistas de la novela- se enfrentan a las diferencias culturales entre sus dos países con la intención de contribuir a un mejor entendimiento mutuo. El resultado es una novela negra que pone el acento, como ha quedado expuesto más arriba, en la corrupción policial y en el problema de la trata de mujeres en el mundo. Problemas que, desafortunadamente, no forman parte de la ficción sino de nuestro día a día. Problemas que, por tanto, a todos nosotros nos atañe tratar de erradicar en la medida de nuestras posibilidades. Bienvenidos sean, pues, todo este tipo de proyectos.