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viernes, 20 de junio de 2025

Verdades a la cara. Recuerdos de los años salvajes. Pablo Iglesias. Navona Editorial. 2022. Reseña

 




    Apenas nueve meses después de dejar la primera línea de la política Pablo Iglesias publicó en forma de libro una compilación de una serie de entrevistas realizadas por Aitor Rivero (eldiario.es), periodista que siguió a Podemos desde sus inicios y, por tanto, uno de los que más sabe sobre la formación morada. Rivero solo tuvo que tirar de la lengua de Iglesias para conseguir revivir los recuerdos del ex vicepresidente segundo y ministro del gobierno de España. Lo último que me apetecía era escribir un libro de memorias, reconoce en el mismo prólogo. Sin embargo, Ernest Folch, periodista y presidente de la Asociación de Editores en Lengua Catalana, y Jaume Roures, productor de cine y antiguo accionista de LaSexta y coeditor del diario Público, lo convencieron de que el acoso que había vivido desde que entré al gobierno había que contarlo. Tras hablar con los también periodistas Andrés Gil (eldiario.es) y Pedro Vallín (La Vanguardia), decidieron que Aitor Rivero era el encargado idóneo para realizar y editar lo más destacado de las entrevistas. 

    Los tres primeros de los seis capítulos que conforman el libro están dedicados a la persecución mediática-jurídica-policial sufrida tanto por él como por los demás miembros del partido político que creo en 2014. Bajo los títulos El acoso, La cacería y Dina, hacen referencia a muchos de los bulos, falsas noticias y falsos casos judiciales que se fueron abriendo y vertiendo sobre Podemos a lo largo de los años. Casos todos ellos archivados que, aunque quedaron en nada judicialmente, cumplieron con su objetivo real: debilitar a un partido que llegó a encabezar las encuestas de intención de voto de cara a las elecciones generales. Una manera vil y rastrera de subvertir el orden democrático de un país que todavía está bastante lejos de ser democrático. A no ser que uno entienda por democracia el simple y sencillo hecho de ir a votar cada cuatro años. Está claro que para una parte muy importante de los ciudadanos mundiales la democracia consiste en muchísimo más que eso.

    No cabe duda de que la persecución hacia Podemos se intensificó sobremanera desde que se conformó el primer gobierno español de coalición desde la Segunda República, en enero de 2020. Afirma Iglesias que la romería a Galapagar, originariamente promovida por Carlos Herrera y secundada por hordas de la extrema derecha, es una hecho insólito que jamás habría ocurrido a miembros del gobierno del PSOE o del PP. Sin duda, algo tan grave no se habría permitido en ningún país democrático. Afirma que en más de una ocasión tanto él como su mujer, Irene Montero, pensaron en dimitir de todos sus cargos y dejar la política. Algo que habría sido ceder ante las presiones y las malas artes. A veces, detrás de las grandes decisiones, no hay cálculos complejos ni análisis brillantes. A veces, simplemente, hay un nudo en la garganta, asegura. Este libro va de eso: mi vulnerabilidad, mis amores y mis odios, mis enfados y mis bromas.

    A nivel personal y familiar, los tres primeros capítulos, junto al cuarto, La decisión, son los más interesantes. A nivel político, por contra, los que más relevancia alcanzan son los dos últimos: La pandemia y El legado. La decisión es el capítulo que mejor combina ambos aspectos, la política y la familia. La decisión a la que hace referencia es a la de abandonar la primera línea política. Algo que, asegura, ya había estado a punto de hacer en varias ocasiones: tras las europeas de 2014 -no le dejaron hacerlo sus propios compañeros-, antes del Congreso de Vistalegre 2 -finalmente se echó atrás debido a la postura tomada por Errejón-, en el verano de 2019 -cuando Sánchez dijo que el principal problema para llegar a un acuerdo para un gobierno de coalición era un Iglesias que dio un paso al lado para que lo sustituyera Irene Montero, aunque al final Sánchez prefirió tratar de formar gobierno con Ciudadanos (Albert Rivera)-, en enero de 2020 -estaba de nuevo preparado para dejarlo pero los propios militantes del PSOE gritaron aquello de Con Iglesias sí- y con el adelanto electoral en Madrid en mayo de 2021.

    A lo largo del libro se contraponen los temas familiares -la incredulidad, la angustia, el temor, el sentimiento de soledad, desamparo e indefensión ante el acoso recibido a las puertas de su propia casa, la desesperación al comprobar la injusticia y la total impunidad por parte de los agresores y las dudas acerca de si vivir todo aquello realmente les valía la pena- y los políticos -la responsabilidad que tenían ante sus compañeros, sus militantes y sus votantes, las complejas negociaciones internas y externas de cara a conseguir un acuerdo de gobierno de coalición con el PSOE, los errores cometidos, los cálculos políticos fallidos, los éxitos electorales, los logros políticos alcanzados durante ese gobierno de coalición y la elección de un sucesor o una sucesora para Podemos-. En este sentido, Verdades a la cara. Recuerdos de los años salvajes es una auténtica y apasionada montaña rusa de sentimientos, pensamientos, dudas, certezas, satisfacciones, decepciones, alegrías, tristezas y miedos. 

    El capítulo titulado La pandemia es bastante esclarecedor. El relato de Iglesias muestra cómo Podemos pareció estar siempre más preparado y/o interesado que el PSOE respecto al Covid-19. Así, cuando el PSOE no mostraba mayor interés por lo que estaba sucediendo, Podemos pidió en el Consejo de Ministros la formación de un equipo situacional que buscara anticipar respuestas ante las distintas situaciones que se podían presentar. Algo que fue denegado por el ala socialista del gobierno (que era mayoritaria). Podemos pidió la declaración del Estado de Alarma varios días antes de que Sánchez lo decretara finalmente. En definitiva, Podemos se mostró proactivo. Y el PSOE, reactivo. Los ataques hacia el gobierno por parte de la oposición forman parte importante del capítulo, así como las falsas y burdas acusaciones vertidas por Ayuso hacia Iglesias en referencia a las competencias de las residencias madrileñas. Tema que, me temo, quedará en el olvido. Y por el que la verdadera culpable de todo lo sucedido se irá de rositas

    El legado es el título del capítulo final del libro. Hace referencia a los éxitos políticos conseguidos por Podemos. A saber: el Ingreso Mínimo Vital (que no fue más amplio debido a las reticencias del PSOE), la subida del salario mínimo, la Ley de Eutanasia o La Ley Trans. Asimismo, Iglesias se enorgullece de haber formado parte del grupo de políticos que echó del gobierno a M. Rajoy, de conseguir formar ese gobierno de coalición y de haber podido conformar un nuevo bloque histórico, conformado por PSOE, Unidas Podemos, ERC, EH Bildu y BNG. Además, pone en valor la independencia de su partido respecto a los bancos, a los que no debe un solo euro, ya que Podemos se financia a base de donaciones legales y microcréditos. Y afirma sentirse especialmente satisfecho de haber ayudado a conseguir que una buena parte de los ciudadanos españoles pongan en duda aquello que aparece en los medios. Unos medios que no sirven a los ciudadanos sino a sus dueños.

    Verdades a la cara. Relatos de los años salvajes nos muestra a un Iglesias más humano y familiar. Alguien que durante unos años se preguntó: ¿Por qué me he metido en esto? Si yo antes era súper feliz. Yo ganaba más pasta antes de meterme en Podemos que después. Ganaba dinero, iba en moto, salía por la noche, me tomaba unas cervezas cuando quería y era un tío súper feliz. Alguien que aunque no lo parezca, soy una persona súper tímida y que la gente me tocara por la calle o las señoras me pararan para darme besos no me gustaba. Era una enorme putada. Alguien que, después de haber vivido esos años salvajes, el día después de las elecciones de Madrid y de su dimisión final, estuve leyendo por la mañana. Sentía una enorme felicidad porque, aunque le he puesto toda mi pasión a mi trabajo como secretario general de Podemos, no era lo que yo quería. No es lo que a mí me motiva en la vida. Ahora sí hago lo que me gusta. Ponerme a escribir sobre una cosa que me estimule, preparar cada programa de La Base. Que haya gente que te lea y te escuche. Y que, encima, me paguen por eso. ¡Ahora sí que soy un privilegiado! Alguien que, por fin, afirma que ahora sí puedo decir que me encanta mi vida. A mí lo que me encanta es escribir, comunicar, hacer un poco el gamberro, estudiar y dar mis clases. Ahora hago lo que me gusta hacer, con un nivel de reconocimiento mucho más manejable en lo humano que la locura de ser un líder político. Ahora estoy feliz. Y, simplemente, he vuelto a hacer lo mismo que hacía antes.                         

                

lunes, 14 de abril de 2025

A través de los ojos. Andrés Suárez. Aguilar. 2021. Reseña

 




    El cantautor de Pantín Andrés Suárez (1983) escribió A través de tus ojos durante los peores meses de la pandemia. Pero no, no se trata de un diario de pandemia. La casualidad quiso que el covid-19 irrumpiera en nuestras vidas justo cuando el bueno de Andrés había comenzado a escribir este libro de recuerdos, estampas y pequeñas historias. Reconoce en sus primeras páginas que no entraba en mis planes, pero nos asoló un tsunami y alguna referencia habela haila. La cuestión es que pasó lo que pasó y admite que no se me ocurre mejor motivo que publicarlos (los textos) a modo de lacónico homenaje de vida. Y es cierto. Porque, aunque el desamor ocupa buena parte de las letras de sus canciones y también de estos escritos, la pasión que le pone a todo lo que hace -componer, cantar, interpretar y escribir- convierte a su obra en un canto a la vida. En toda su expresión: amistad, solidaridad, infancia, inocencia, naturaleza, animales domésticos, plantas y flores. Andrés ama. Y amar es vida. Pura y dura.

    Tras el enorme éxito de sus más recientes discos, sus conciertos multitudinarios -llenando varias veces recintos como el Wizink Center madrileño- y la publicación de su anterior libro, Más allá de mis canciones (2017), también reseñado en este mismo blog, A través de los ojos (2021) supuso un paso más en ese abrirse en canal ante sus fans y ante él mismo. A lo largo de sus páginas reconoce algunos de sus errores del pasado. Por ejemplo, no haberse cuidado mucho durante su etapa universitaria en Santiago, haberse comportado como un cabrón con una de sus ex de aquella época o haberse enamorado de quien no debía. Andrés se sincera. Y la sinceridad se aprecia cada vez más en un mundo cada vez más falso e hipócrita. Algo de lo que él mismo se queja constantemente a través de estos escritos. Unos escritos en los que critica, con mayor o menor dureza pero siempre desde la empatía y a veces desde la mirada de otros, determinados aspectos de una sociedad que parece no entender. 

    Sus orígenes rurales, campestres y costeros -y a mucha honra- salpican las letras de sus canciones y también estos textos. Pese a que confiesa amar Madrid y estar cada vez más a gusto en Torrelodones, son constantes las referencias a Pantín y su playa -de allí son las fotos de las portadas de Más allá de mis canciones y de Todavía más allá de mis canciones, su nuevo libro, recién salido del horno editorial-, Cedeira, Baleo, Santiago y Ferrol. Ya sabemos que los gallegos que no viven en Galicia padecen una enfermedad crónica llamada morriña. Andrés es uno de ellos, por supuesto. Y lo demuestra en todo lo que hace. Nunca dejes de cantarle a los rosales ni a las mujeres que te lo pidan, recuerda que le dijo su abuelo. Así lo hice, abuelo. Vaya si lo hice, pues no me fío de un alma que no atiende a sus rosales antes que a cualquier otra cosa. Algo que ya cantó, entre emocionados susurros, en su magnífico tema Rosa y Manuel

    Como lector, me gustan los libros de escritores valientes -Vilas, Landero, Aramburu- que se desnudan en las páginas de sus libros. Puedes conocer aspectos de sus vidas. Y, algo más interesante todavía, los orígenes de sus obras. En el caso de Suárez, de sus canciones. Ocurre con sus tres libros. También en este. Y es que al lector no le cuesta mucho reconocer en algunos escritos referencias -a veces más veladas, otras menos- a sus canciones. Sin embargo, en A través de los ojos, va un paso más allá. Nos cuenta lo que supone hacerse mayor. Cada vez se muere más gente y ya no sé si es que me hago mayor o si es que hice algo mal. Como cuando habla de la que fue la persona más importante de mi infancia y a la que tanto, tanto quise, un neno que conocí donde y cuando se conoce a los amigos: en verano, en la playa. Un niño que ya debe ser adulto, como él, y del que no ha vuelto a saber nada en treinta años. Eso es hacerse mayor: perder, de unas maneras u otras, a las personas queridas.    

    En las páginas de A través de los ojos encontramos la nostalgia de una infancia y una juventud ya dejadas atrás ante la adultez; la melancolía hacia esa Galicia tan querida a la que no puede retornar a causa del covid -mi patria es un folio en blanco con el nombre de mis padres, mis abuelos, mis hermanos, mis amigos-; la constante pérdida de seres queridos -su abuelo y algunos amigos de juventud y un Aute del que ya no habrá una nueva canción-; la incertidumbre vivida en un monótono mes de abril ante una pandemia que no se sabía cómo iba a acabar -pido perdón a quien corresponda si en algún momento de lo que conocimos como antigua realidad le herí. Puede que este sea el final, quién sabe. Debo irme en paz-; la extrema soledad -la del artista tras bajarse del escenario después de cada concierto y la de la persona que debe pasar una pandemia en solitario-, y el agradecimiento -me ha tocado pasarlo solo y resulta que las tres Marías (a saber, la educación física, la música y la religión) de la educación me están salvando el cuerpo y la mente-. Pero no solo eso.

    Además, aparecen también la nobleza animal de sus perros, Bala y Boss; constantes referencias a sus antiguos amores -como Nina y Rúa Xelmírez (¡hay que tener valor para citarlas por su nombre y hasta su apellido!)-; y críticas a quienes causan las guerras, a la hipocresía de quienes están en contra de la llegada de pateras y al acogimiento de los MENAS, a la frágil memoria y a la desmemoria, a la maldad y la cobardía en las redes sociales, a la envidia de quien deja de hablarle a uno porque ha alcanzado el éxito -haciéndole pagar el IRE: impuesto revolucionario de la envidia-, a la pérdida o ruptura de las viejas amistades a causa de discusiones políticas -esa maldita puerta que no debería abrirse jamás-, a ese asqueroso patriotismo basado únicamente en banderas de España por doquier, y a una sociedad que aplaude a los sanitarios pero que se muestra egoísta y antisocial pensando solo en una libertad basada en SUS vacaciones, SU puente, SU dinero, SUS planes frustrados y SU vida. 

    Con una mirada siempre lúcida, Andrés nos escribe, en relación a lo anterior, que tengo una horrible sensación: la de que no hayamos aprendido nada con esto. No es que me rinda, nunca lo he hecho, pero no estoy seguro de si realmente vamos a ser mejores personas después de esto. Escucho a pocos hablar de cómo podemos ayudar entre todos, del agotamiento de los sanitarios, de en qué hemos fallado. Ni en esto estamos juntos, así que tal vez salgamos distanciados, divididos. Es horrible. No obstante, cuando acaba uno de leer A través de los ojos no puede evitar sentirse mínimamente optimista. Quizá sean precisamente esa tres Marías de la educación las que, con ayuda de ciertos personajes públicos valientes, más si cabe si son gentes de cultura, como el propio Andrés -desde luego, no creo que sean nuestros nada desinteresados políticos-, puedan volver a unirnos como sociedad. Por eso son necesarios los libros como este. Libros en los que el autor no solo se desnuda a sí mismo, sino que también desnuda al lector. Un lector que no tiene más remedio que reaccionar ante lo que le muestra el espejo que aparece reflejado a través de sus ojos. Por eso: mil gracias, Andrés.                       

  

lunes, 11 de abril de 2022

Los besos. Manuel Vilas. Planeta. 2021. Reseña

 




    Después de los merecidos éxitos conseguidos con Ordesa y Alegría, Manuel Vilas retorna a la novela de ficción --más o menos, porque la realidad también aparece en la mayoría de las páginas de la obra-- con una novela de amor romántico y quizás algo idealizado cuyo título es corto, directo y significativo: Los besos. Una historia de amor, sí, pero también de erotismo, sexo, carne, piel, células y almas. En la que Salvador y Montserrat acaban dando las gracias a la Naturaleza por haber creado una pandemia que les permite conocerse y amarse. Que les permite volver a sentirse vivos de nuevo, más que nunca incluso, en un momento en el que la muerte y un maldito virus amenazan con arrasar con todo. Y es que el amor, y la necesidad de amar y ser amados, está presente en la vida de las personas. Puede aparecer hasta en las circunstancias más inimaginables. Y eso es lo que les sucede a estas dos almas nobles que, solitarias, ya casi no pueden esperar nada más en sus vidas.

    Marzo de 2020. España va a ser confinada. Salvador sale de su casa de Madrid en dirección a una casa de madera que tiene alquilada en el bosque de Sotopeña. Lo hace con lo justo. Y entre lo justo destacan la Biblia y el Qujiote --porque siempre se cuela la idea del fin del mundo cuando pasa un acontecimiento planetario, y también porque son dos libros con capacidad de resumir otros libros--. Y, claro, al llevar con él lo justo, al llegar a Sotopeña debe ir a comprar lo más indispensable: comida y bebida y otros artículos de primera necesidad. Y en la pequeña tienda del pueblo que lo acoge lo atiende Montserrat. Y Salvador se enamora al instante: ¿es enamoramiento a primera vista lo que me ha pasado?, se pregunta. Mi alma la estaba esperando. Es la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Y acude a diario a la tienda de Montserrat para comprar lo que sea. Lo que sea con tal de volver a verla y estar con ella. Y poco a poco ella también se enamora de él. Y comparten buena parte del confinamiento.

   Salvador tiene 58 años y acaba de ser jubilado por anticipado. En sus clases se quedaba en silencio y no sabía qué decir. Le falla la memoria. Pequeños olvidos no demasiado importantes pero que sí le impiden seguir dando clases. Pero a él le preocupan sus silencios. Creo que la Oscuridad viene a por mí, se dice a sí mismo. Pero Montserrat, a la que rebautiza como Altisidora, personaje del Quijote, lo anima a seguir adelante con sus besos. Porque los besos son esas luces intensas en el camino de la vida, esas luces cegadoras tras de las cuales está otro ser humano esperándote en un acto de eternidad consentida por la muerte. Así, los besos de Montserrat/Altisidora pueden vencer a la Oscuridad. Y Salvador se aferra a ellos. Y también a los libros, guaridas contra los lobos del abatimiento y la depresión. Propuestas de futuro. Perversas razones para seguir vivo. Lo mismo ocurre con las historias de amor: si comienzan con un beso, hay que saber cómo terminan. Las historias de amor son como los libros, comienzan y terminan.

    En efecto, la narración de Salvador deja entrever que su historia de amor con Montserrat/Altisidora no va a ser muy larga. Que no va a durar para siempre. Que en el momento de su escritura es ya Historia. De hecho, la mayoría de las veces habla de ella en pasado. Y recuerda las historias del Quijote con Dulcinea, de Romeo con Julieta. Sin embargo, a diferencia de Cervantes y Shakespeare, Manuel Vilas no mata a sus personajes, a los protagonistas de su historia de amor, sino que los deja disfrutar en plenitud de su belleza. Para siempre. No hace ningún drama. Como el que creó Pedro Guerra en su magnífica canción El marido de la peluquera, tema en el que el amor es tan grande, tan sincero y sentido --mejor buenos recuerdos que un pasado perdido-- que un buen día de lluvia Matilde acabó por tirarse en el río. No seré yo quien critique una de mis canciones preferidas --¡qué incongruencia tan grande sería, verdad!--, pero Vilas nos ofrece una manera diferente de vivir y de seguir viviendo. Pese a todo.

    Vilas busca la belleza y el erotismo. Y lo encuentra en cada página de su nueva novela. Huye de la Oscuridad. Sabe que a todos nos alcanzará, pero nos pide que, cuando eso ocurra, sea sin queja. Tal y como le pide a Salvador Rafael Puig, amigo de la Academia al que conoció en la primavera de 1981. El propio Salvador no sabe el motivo, pero casi cuarenta años después, se acuerda muy a menudo de su amigo, al que no ha vuelto a ver desde entonces. Rafael Puig se hace presente en la casa del bosque de Sotopeña y Salvador recuerda cada una de las conversaciones que tuvieron en la Academia. En esas conversaciones hablaban de la Oscuridad, del erotismo, de la belleza. Y ahora Salvador ve belleza hasta en el hecho de hurtar en los súper mercados. Imagino que la cleptomanía podría sumarse a mi enmudecimiento, mi ansiedad y mi amnesia. No estoy tomando la medicación que me prescribieron. Estoy por llamar a mi neurólogo, que, por otra parte, seguro que no me recuerda. Sí, el sentido del humor también es belleza.

    En un lugar de la China, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un virus de los de pandemia en hospital, letalidad antigua, corona flaca y neumonía corredora, escribe Salvador. Y añade: el virus sigue dominando el fracaso de todos los Gobiernos de la Tierra, salvo el de China. Hay países de excelente gestión como Holanda, Portugal, Alemania, Nueva Zelanda o Corea del Sur. El virus mezclado con un Mundial de fútbol. Hay un Mundial de fútbol ahí afuera, en donde los equipos en vez de meter goles, meten muertos. Y España es la Campeona. Y, finalmente, sentencia que: las televisiones no quieren mostrar los ataúdes. Si ves uno, automáticamente dejas de creer en cualquier forma de nación, o estado, porque te das cuenta de que la verdad está allí, en el ataúd. Por eso no los enseñan. Y es que, además de la ficción novelesca entre Salvador y Montserrat/Altisidora, Vilas nos habla de la realidad de hace un par de años. Y lo hace con gran lucidez. Y también con crudeza en algunos casos.

    A los presidentes de los gobiernos Salvador los llama Narcisos. Al de España le place el ejercicio del poder. Está gozando. Lo que siente es orgullo de estar allí, en el sitio de los elegidos. Ha llegado allí donde quería. Se acerca a la psicopatía, al cinismo y al sadismo. A nuestro Narciso le da igual el virus porque también está enamorado, pero de sí mismo. Los enamorados no vemos el virus. Lo primero que debe hacer un ser humano es huir de los Narcisos que salen en la televisión. Narciso y el rey de España puede que sean los dos gobernantes más altos del mundo, pero a mí me parece que son niños. El rey de España no se salva de las críticas, como tampoco lo hace su padre, el rey emérito: otra vez vuelve España a la escena internacional. Juan Carlos I se vio a sí mismo como un rey de un país más bien de segunda división. No tenía una gran fortuna, no era ni la cuarta parte de rico que la reina de Inglaterra, algo insoportable, me imagino. Ahora su hijo debe elegir o el dinero o el protagonismo de la Historia.

    Los besos, de Manuel Vilas, es una novela que bebe de varias ideas que el autor parece tener muy interiorizadas: la incesante búsqueda de la belleza, en todas partes, en cualquier momento, lugar y objeto; que sin erotismo la vida es un error; que el erotismo dura tres meses y el amor treinta años; que los besos son corrientes eléctricas, que nos dicen que la red eléctrica funciona, un certificado; que la vida debe vivirse hasta que la Oscuridad nos atrape, sin quejas; y que las historias de amor, sean a la edad que sean, deben vivirse no al estilo de El marido de la peluquera de Pedro Guerra sino al de La estación de los amores de Franco Battiato. Porque lo pasado, pasado está. Y, como nos cantó el gran cantante italiano, siempre le puede quedar un nuevo entusiasmo por latir al corazón. Y otra posibilidad de conocerse. Y, por tanto, nuevas oportunidades de enamorarse. También de los libros. De libros que nos conmueven. Como, por ejemplo, este que no puedo dejar de recomendar a todos muy encarecidamente.   


viernes, 23 de octubre de 2020

Letter To You. Bruce Springsteen. 2020. Crítica

 




    En noviembre de 2019, poco antes de desatarse la pandemia, Bruce Springsteen y la E Street Band se reunieron en la granja del Boss en Colts Necks, Nueva Jersey, para grabar un nuevo disco. Quedaron en hacerlo en tan solo cinco días, pero les sobró uno, pues el disco estaba grabado ya al terminar el cuarto día. Siguiendo los consejos de Stevie Van Zandt y Roy Bittan, Springsteen dejó de lado las demos y dejó que cada miembro de la banda tocara hasta acoplarse a los demás. Después de tocar juntos durante casi una vida entera, no fue demasiado complicado. El resultado, un disco orgánico en el que la E Street Band suena como hace décadas no lo hacía en un estudio --que sí en los conciertos--. No en vano, el sonido de Letter to you es compacto, épico, excitante. Como en la época del Born to run o The river. Finalmente, la producción de Ron Aniello y las mezclas de Bob Clearmountain y Bob Ludwig hicieron el resto.

 

    Me encanta el disco. Estoy feliz por cómo ha quedado la parte emocional impresa en él. Lo grabamos en solo cinco días y resultó ser una de las mejores experiencias de grabación que he tenido en mi carrera. El sonido de la E Street Band tocando en mi estudio completamente en vivo y sin regrabaciones ha sido espectacular. Algo que nunca antes habíamos hecho, afirmó Bruce hace un mes en una entrevista para la revista Rolling Stone. Es como una vuelta atrás, como una manera de recuperar un viejo hábito que acabó por hacer de la E Street la banda de bares más grande del mundo. Además, la temática del trabajo le va al pelo a la manera de grabar. Hacerlo como antaño. Como cuando todavía estaban el saxofonista Clarence Clemmons, el teclista Danny Federici, el mánager del Boss, Terry Magovern, y su recientemente fallecido amigo George Theiss, antiguo componente de The Castiles, una de las primeras formaciones del por aquel entonces adolescente Springsteen.


    En efecto, el tema del disco es el paso del tiempo, la muerte, la constante pérdida, la necesidad de seguir adelante a pesar de todo. Bruce también perdió a su padre, y su ya anciana madre está gravemente enferma de alzheimer. Pero, como él mismo reconoce, una parte bonita de la vida es lo que nos dejan los muertos. Su espíritu, su energía y su eco continúan resonando en el mundo físico mucho después de su partida. Por eso, Letter to you es también un compendio, un conjunto coral en forma de ofrenda-homenaje a aquellos que ya no están con nosotros. Afirmó Springsteen tras la muerte de Clemmons y Federici que la E Street Band no quedaría finiquitada hasta que el último de sus miembros abandonara este mundo. En efecto, mientras quede en pie uno solo de ellos, todavía será posible cumplir los sueños y reparar las promesas incumplidas. Y los fantasmas de los desaparecidos seguirán apoyando, inspirando y dando caña.


    Letter to you está formado por doce temas, de los cuales nueve fueron compuestos por Springsteen durante los años 2018 y 2019. Los otros tres --Janey needs a shooter, If i was the priest y Song for orphans-- son revisiones de viejos temas de los setenta descartados de los discos de la época. Las rescaté porque quería cantar con voz adulta las ideas de la juventud. Algo un poco loco. Bendita locura, pues. Porque, de esta manera, los fans recuperamos tres joyas de las que solo se conservan viejas maquetas y directos de bastante baja calidad. Nos ocuparemos de estas tres canciones más abajo, cuando abordemos el análisis de las doce canciones en su conjunto. De momento, cabe recordar que la primera fue compuesta, con otra letra, en 1971, en tiempos de la Bruce Springsteen Band. La tercera, también de 1971, fue la que hizo que Mike Apel se convirtiera en su mánager. Y la segunda, de 1972, fue una de las canciones que le cambió la vida aquel 5 de mayo de 1972, cuando Bruce la tocó en acústico ante John Hammond, quien le abrió de par en par las puertas de Columbia Records. 

  

    Estas son las doce piezas que componen el vigésimo disco de estudio de Bruce Springsteen y la E Street Band:    

       

1. One minute you´re here: un minuto estás aquí y al siguiente te has ido, canta Bruce acompañado solo de su guitarra. El primero de los homenajes a quienes estuvieron, ya no están, pero se les echa tanto de menos que en todo momento se siente su presencia. Un medio tiempo acústico que recuerda al disco Devils and dust y a Moonlight motel, tema que cierra su trabajo anterior, Western stars. Como si no hubiera pasado un año y medio y todavía estuviera en el granero de su granja. De hecho, como ya ha quedado dicho, allí precisamente ha grabado también este nuevo disco. 


2. Letter to you: una carta directa al corazón de sus seguidores que fue presentada como single de lanzamiento de su disco homónimo. El Boss, como viene haciendo últimamente, se despoja de sus miedos y miserias y, al dictado de su corazón, nos muestra lo que descubrió en los buenos y en los malos momentos, lo fácil y lo difícil que le fue llegar hasta adonde llegó y la felicidad y el dolor que hubo de soportar. Y lo escribe y canta para mí, para ti y para quien lo quiera escuchar. Y, por supuesto, muchos somos todo oídos.  


3. Burnin´ train: si durante décadas el Boss utilizó los automóviles como medio para huir de algún lugar o para llegar a otro sitio, en los últimos años el vehículo preferido por él para seguir tales fines ha pasado a ser el tren (como en Land of hope and dreams o Tucson train). Pero, a diferencia de los anteriores, el ritmo de este tren ardiente quema las vías y se muestra imparable. Sabe que va a llegar a su destino. Y su destino no es otro que el corazón ardiente y apasionado de sus fans. En directo, promete ser un momento épico.


4. Janey needs a shooter: la primera de las piezas de los setenta que el Boss ha querido presentar por fin en formato disco. Temazo que bien podría haber formado parte del Darkness on the edge of town. Su comienzo, al estilo del Like a rolling stone dylaniano, deja paso a una épica y oscura historia que, con una letra modificada, nos habla de una mujer que no conoce la paz ni a través de su médico, ni de un predicador ni de un policía. Y el narrador canta que así que la abracé mucho. Ella era más una santa que un fantasma. Y le dije cuánto tiempo había estado preparándome para ella.    


5. Last man standing: de nuevo aparece el tema de la pérdida. Y es que, tras la muerte de su amigo George Theiss, Springsteen es ya el único superviviente de una de sus primeras formaciones, The Castiles. Fue la primera canción que compuso para este disco. Y, tras los primeros acordes de guitarra del Boss, la batería de Max Weinberg introduce a la banda, incluyendo el magnífico saxo de Jake Clemmons desde la mitad de la canción. Todo ello, para hablarnos sobre la celeridad de la muerte, pero también sobre la riqueza de la vida. 


6. The power of prayer: canción al más puro estilo de sus discos Magic (I´ll work for yor love, por ejemploo Working on a dream, nos habla de la plegaria, del amor y de sus recompensas. Como buen católico que es, Springsteen confiesa refugiarse a menudo en las plegarias. Gran intro de Roy Bittan al piano. Muy buenas guitarras de Nils y Stevie. Resulta prácticamente imposible diferenciar el saxo de Jake Clemmons del de su tío Clarence. Como sucede con Charles Giordano, sustituto de Federici, también Clarence ha tenido un gran recambio en la figura de su sobrino Jake. Todo queda en familia. 


7. House of a thousand guitars: si para el escritor Jorge Luis Borges el paraíso sería un tipo de biblioteca, para Springsteen sería una casa de mil guitarras --¿quizá su propio establo-estudio de grabación de Colts Neck?--. El piano de Roy Bittan y la voz y la vocalización del Boss imprimen al tema un gran misticismo. El tenue saxo de Jake Clemmons acentúa este sentimiento en la parte central-final. El mundo espiritual toma cancha en una canción que también será muy bien recibida en los directos post pandemia. 


8. Rainmaker: tema protesta que llega a recordar a Death to my hometown --del celebrado Wrecking ball--, cuenta la historia de un impostor que dice ser capaz de traer la lluvia al oeste americano. A veces los amigos necesitan creer en algo tan malo que acabarán contratando a un hacedor de lluvias, nos canta Bruce. La canción, que también nos puede llegar a recordar a The ghost of Tom Joad y al Reason to believe acústico de la gira Devils and dust, muestra un tono fiero, desolador, atacante de farsantes. Conociendo sus firmes convicciones demócratas, ¿será una crítica directa a Donald Trump? Seguro.


9. If i was the priest: el segundo de los temas de los setenta que aparece en el disco es una especie de rememoración de la relación entre Jesús y su madre, María. Suena irreverente, sobre todo en el caso de alguien tan religioso como el Boss, pero en esta canción Jesús es el sheriff de un pueblo del lejano oeste, y la virgen María regenta el Holy Gray Saloon, desde donde da misa los domingos y otros servicios los lunes. La armónica y la guitarra de la parte final nos recuerdan de nuevo a la E Street Band de antaño.  


10. Ghosts: es, sin duda, el temazo del disco. Sonido E Street Band en estado puro. Perfecto homenaje al saxofonista Big Man Clarence Clemmons y al teclista Danny Federici, fallecidos durante la última década. Pero sus recuerdos, energía y espíritu dan fuerzas al resto de la banda para seguir, al grito de ¡estoy vivo! Cuando la pandemia pase --que pasará-- y los chicos puedan volver a la carretera Ghosts será, seguro, uno de los puntos álgidos de los conciertos. Unos conciertos a los que tanto ellos como nosotros acudiremos con nuevas energías y ganas de prender el fuego del rock and roll más apasionado. Como ese saxo final y los coros con los que terminan la canción tras contar Bruce hasta cuatro. Brazos arriba, palmas, sudor y subidón entre los subidones.


11. Song of orphans: el tercer y último de los temas de los setenta del disco, nos presenta a un Bruce que soñaba con las estrellas y una guitarra. Una canción sobre la esperanza, basada en la forma de cantar y tocar del Dylan de aquella época. Los hijos buscan padres, pero los padres se han ido. Las almas perdidas buscan salvadores, pero los salvadores no duran mucho. Esos mocosos renegados sin rumbo que viven sus vidas en canciones, corren a lo largo de una vela, en un susurro de buenas noches y se van. Sin embargo, nunca pierden la esperanza.   


12. I´ll see you in my dreams: el disco se cierra con un nuevo recuerdo a los que no están, a esos fantasmas que siguen inspirando a la banda todavía, a pesar del paso de los años. Y es que hay conexiones que ni la muerte logra cortar. Sobre todo cuando los que aquí siguen buscan de forma continuada esos inspiradores espíritus con los que algún día compartieron absolutamente todo. Te veré en mis sueños suena a un hasta luego, amigos. Porque la muerte, en efecto, no es el fin de todo. Una gran manera de despedir un disco hecho, más que nunca, con el corazón. 


    El piano de Roy Bittan, el ritmo marcial de Max Weinberg y Gary Tallent, las destellantes guitarras de Nils, Stevie y el propio Springsteen, el oportuno saxo de Jake Clemmons, el gran teclado de Charles Giordano y los intermitentes coros de Patty Scialfa potencian las armónicas y la voz de un Bruce cuya garganta parece haber rejuvenecido varias décadas en este disco. Una garganta que nos canta una carta directamente a cada uno de nosotros. Con las fuerzas, el talento y la visión ya conocidas para hacernos vibrar con un sonido no perdido pero, sin embargo, sí recobrado. Como si de la primera vez se tratara. Y con la E Street Band en pleno funcionamiento. No en vano, el propio Springsteen lamenta no poder salir a la carretera. Sin embargo, comenta que todo lo que puedo decir es que cuando termine esta experiencia voy a dar la fiesta más disparatada que te puedas imaginar. Yo no sé vosotros, pero esa fiesta no me la pienso perder. Por nada del mundo. Sobrevivir a la pandemia habrá valido la pena si, por añadidura, nos sirve para poder volver a ver en directo al Boss y a una E Street Band a punto, engrasada y, además, enrabietada.