LIBROS

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viernes, 24 de febrero de 2017

La tristeza del samurái. Víctor del Árbol. Editorial Alrevés. 2011. Reseña





     Cada novela que leo de Víctor del Árbol me sorprende de una u otra manera. Pese a que todas --con esta he completado sus hasta ahora cinco publicaciones en castellano-- tienen más o menos las mismas estructuras, en las que encontramos varias épocas y escenarios diferentes cuyas respectivas tramas llegan a converger a partir de un nexo común que al principio obviamente se nos escapa --ahí está precisamente la gracia del asunto--, son los personajes quienes nos mantienen en vilo. Me explico: son ellos quienes labran sus propios destinos, para bien en unos casos o para mal en otros.

     En efecto, una de las características que mejor define la literatura del escritor extremeño-barcelonés es su alucinante facilidad para diseccionar no solo la psicología de cada uno de sus personajes sino también sus gestos, sus vicios y sus pensamientos. Y también sus sufrimientos. Porque todos, absolutamente todos son seres que padecen y arrastran alguna pesada carga provinente del pasado individual o familiar. Mochilas de rencores, traumas e incluso enfermedades mentales --según los casos-- que antes o después van a pasarles factura, de un modo u otro; que van a impedirles llevar una vida medianamente sana y feliz.

     Las cinco obras de del Árbol son thillers (con gran componente histórico --la memoria histórica es un tema que interesa mucho a este escritor--) en absoluto carentes de calidad literaria. Y es que siempre podemos encontrar la palabra o la frase exactamente necesaria para la situación que se está narrando en sus páginas. Algo poco usual en un mundo, el literario, en el cual la mayoría de autores buscan que sus escritos lleguen a convertirse en best sellers, siguiendo los cánones marcados por la moda. Cuestión que resta innovación y calidad a las obras. No es el caso de Víctor del Árbol. Aunque con el paso de los años haya conseguido ser también un autor best seller.

     La tristeza del samurái, su segunda novela publicada, nos sumerge en dos etapas apasionantes de la historia reciente de nuestro país. Por un lado, los primeros años de la posguerra civil. Por otro, los meses inmediatamente anteriores al golpe de Estado de Tejero, del que se acaban de cumplir 36 años --la casualidad, de existir, ha querido que servidor terminara la lectura de esta obra precisamente la noche del 23F--. Dos momentos (la Guerra Civil y el golpe de Estado) que, de haber concluido de otra manera, nos habrían dejado un panorama muy diferente del actual. Mejor o peor, pero sin duda diferente.

     En la novela las culpas, las traiciones y los dolores de los personajes de la Extremadura de 1941 han sido heredadas por sus hijos, los protagonistas de la acción que transcurre en la Barcelona de 1981. Algunos de ellos --los más jóvenes-- han nacido culpables y  marcados por un pasado en el que todavía no existían. Otros, los más mayores, tratan de sobrevivir a pesar de sus pasados. La venganza, el ansia de la destrucción, la lucha por el poder y el amor como única vía de salvación son algunos de sus modos de vida. Pero, para poder seguir con ella, han de cerrar el círculo. Y cada uno lo hará a su manera. Como quiera o como pueda. En mi modesta opinión, la diferente forma de afrontar la situación de cada personaje es lo realmente atractivo de esta historia. Porque el pasado no se puede cambiar, pero el futuro está en nuestras manos.

     Además, como afirma del Árbol, de todas las historias la mejor es la que nos explica a nosotros. Y es cierto: porque en todas sus obras, en algún personaje o en alguna situación concreta, nos podemos ver reflejados de una forma tal que puede llegar a erizarnos el vello. Algo de nuestro interior se despierta en sus novelas. Cobardía, valentía, resolución, duda, clarividencia, capacidad de sufrimiento... Todos sentimos algo de todo ello mientras leemos alguna de las historias que nos presenta este autor. Y La tristeza del samurái es un buen ejemplo de ello.

     Por si todo lo anterior fuera poco, en todas las novelas de este escritor encontramos frases antológicas que conviene recordar. Como esta: Algún día tendría que explicarle por qué las cosas habían sucedido de aquel modo, y cómo funcionan las complejas relaciones de los adultos. Trataría de hacerle entender la absurda realidad en la que los sentimientos no valen nada frente a las razones de otra índole. Que el poder, la venganza y el odio son más fuertes que cualquier otra cosa, y que los hombres son capaces de matar a quien aman y de besar a quien odian si ello es necesario para cumplir sus ambiciones.

     O como esta: Todo el empeño y toda la sangre vertida en aquella contienda no habían servido de nada. Apenas hacía cinco años de la muerte de Franco, y volvían a florecer los malos vicios, como las malas hierbas. España era de nuevo un secarral con vocación de desierto, habitado por pobres bestias nihilistas. Solo los animales amansados durante décadas eran capaces de dejarse llevar de manera tan dócil al matadero, capaces de creer, deseosos incluso de engullir, cualquier cosa que les viniera dicha por los ungidos en el poder. Cualquier cosa, con tal de darle un poco de fe a su lánguida existencia, pero incapaces de coger el toro por los cuernos.

     Poesía al margen --del Árbol escribe poesía pero muy equivocadamente no se atreve a publicarla porque piensa que no tiene la suficiente calidad--, los párrafos expuestos justo arriba nos muestran crudamente que el pasado y el mal nunca desaparecen, y que los vicios y las malas actitudes hacia la vida en general y hacia la política en particular cuestan mucho de cambiar.                               

   

jueves, 23 de febrero de 2017

La buena letra. Rafael Chirbes. Anagrama. 2000. Reseña





     El peor sufrimiento es aquel que no sirve para nada. La sentencia no aparece como tal en la novela que nos ocupa. Simplemente, es algo que se me ha ocurrido nada más acabar de leerla. Porque resulta imposible no compadecer a Ana, la protagonista de la historia que tan bien nos narra Rafael Chirbes. La buena letra es una novela corta --apenas 130 páginas-- pero intensa. Muy intensa. Una de esas obras que nos tocan el corazón y nos obligan a reflexionar hondamente sobre aquello que acabamos de leer. El genial escritor valenciano nos vuelve a conmover con su característico estilo narrativo: claro, directo y sin artificios.

     Ana, protagonista y narradora en primera persona, escribe a su hijo menor, Manuel, sobre la historia de su familia. Una historia que recoge los difíciles años de la II República, la Guerra Civil y la posguerra. Que nos habla no de los grandes acontecimientos históricos de la época sino de una serie de hechos íntimos, cotidianos, familiares que ilustran cómo fue la dura realidad de la mayoría de nuestros ancestros en un momento crucial de nuestra historia. Y Chirbes lo logra contándonos el progresivo distanciamiento de los miembros de una familia que antes era una piña

     Porque La buena letra nos habla de miseria --no solo de la económica--, de soledad --Gloria no tenía maldad sino soledad, le escribe Ana a su hijo--, de culpa --la de quienes la sienten por el simple hecho de no estar encarcelados, como otros familiares o conocidos--, de egoísmo, sueños rotos y heridas que jamás cicatrizan. También de amor --no del amor convencional sino del amor como salvación--, de solidaridad --la existente entre un grupo de gente que debe asumir la situación y luchar juntos para resistir a toca costa--, de la capacidad para vivir con poco y disfrutar de las pequeñas cosas. Y de melancolía.

     Qué tiempos más bonitos, cuando estábamos todos juntos y nos reíamos y no nos faltaba lo indispensable, recuerda a menudo el tío Antonio. Afirmación que va en la línea de aquel conocido mantra que dice que cualquier tiempo pasado fue mejor. Y no le falta razón al tío Antonio. Porque su historia es también la de la mezquindad, la de los problemas acrecentados a causa del silencio y del licor, la del machismo --las mujeres sois todas unas egoístas, le dice su hermano a Ana--, la de la traición y la de la deslealtad. La de los domingos de fútbol --para los hombres--, cine --para las mujeres-- y casino --para los ricos--. La del estraperlo, la cárcel y el Cara al sol

     Como viene siendo habitual en todas las obras de Chirbes encontramos frases para enmarcar, subrayar y recordar. Algunos ejemplos son estos: No sé a quién le escuché decir en cierta ocasión que hay palabras que son de un vidrio tan delicado que si uno las usa una sola vez, se rompen y vierten su contenido y manchan, escribe Ana en relación a las acciones de Gloria que provocaban suciedad y tristeza en el tío Antonio; Cada vez que se iba, llevándose nuestro dinero, nos hacía sufrir, pero era como si se dejara arrastrar por la corriente de un río en el que quería hundirse. Y tu padre se convertía en culpable porque lo rescataba y lo obligaba a vivir. Sí, la culpa caía siempre sobre nosotros, porque no lo dejábamos perderse de una vez para siempre, añade sobre su esposo y el tío Antonio en su época de más depresiones. 

     La buena letra muestra con toda crudeza cómo el funcionamiento normal de una familia puede cambiar de la noche a la mañana merced a la entrada en la misma de una adevenediza que altera sus bases hasta el punto de incluso acabar con ella. Reproches, rencores, más egoísmos si cabe que llegan a provocar el desahucio de una parte de la familia. La cual puede arrastrar consigo al resto de sus componentes. Hasta un punto en el cual el sufrimiento se antoja estéril, inútil. Isabel, la cuñada de Ana, será esa nuevo miembro familiar que dinamitará los cimientos de todo aquello que tanto había costado levantar en los peores años de la guerra y la posguerra.

     Ana escribe desde la madurez de una situación en que la soledad, la melancolía y las ausencias marcan su día a día. Motivo por el cual decide escribir unas páginas a su hijo. Un hijo que se nos antoja el pilar fundamental de nuestra protagonista en los últimos años. En efecto, Ana parece estar presa de una especie de síndrome del nido vacío, algo por desgracia muy común en mujeres cuyas vidas dejan de tener sentido una vez han abandonado sus hijos el hogar familiar para seguir con sus propias vidas, con sus nuevas familias tan recientemente criadas. 

     La buena letra es el disfraz de las mentiras, afirma Ana en boca de Isabel. Unas palabras dulces que encubren una gran amargura. Ciertamente, la novela no es bella sino muy dura. En ella es casi más importante lo que se deja entrever, lo que se intuye que lo realmente narrado. Un fiel reflejo de una sociedad y una época a través de una pluma seria, original y fuerte que se echa mucho de menos en nuestra literatura actual. Y es que la intención de Chirbes nunca fue escribír bonito sino escribir bien. Y ello se nota en cada una de sus obras. Las de uno de los grandes escritores españoles contemporáneos.     

      

miércoles, 1 de febrero de 2017

Jungleland 2: Las 50 mejores entradas (2014-2016)





     Ya está disponible, tanto para formato papel como para el Kindle, el segundo volumen de la recopilación de los artículos del presente blog, Jungleland. Tal y como hice hace tres años con el primer volumen, vuelvo a unir, en un solo libro, las cincuenta entradas más significativas del mismo. Deporte, política, cine, música y, ante todo, literatura componen un mosaico que ejemplifica los temas que más me apasionan. Lógico, pues, que sean sobre los que escribo a menudo en este portal de internet.

     Si en el trienio 2011-2013 publiqué ciento cincuenta entradas blogueras, en el que comprendió los años 2014-2016 fueron ciento treinta. Un ligero descenso en el número de publicaciones que se debe al hecho de un aumento de las ocupaciones cotidianas y a una mayor necesidad de sacar tiempo para escribir mi tercera novela, Primera mujer, primer amor y continuar con el proceso de finalización de documentación y posterior escritura de la segunda parte de El Círculo de las Bondades, que posiblemente llevará por título El Grito de los Inocentes. Precisamente un viaje a Varsovia, para documentarme y presentar mis respetos a mi querida protagonista, Irena Sendler, aparece reseñado en el presente volumen.

     De los cincuenta artículos que aparecen en este segundo volumen de Jungleland podéis encontrar un sentido homenaje al que fuera primer Presidente del Gobierno Democrático, Adolfo Suárez González, con motivo de su fallecimiento --siendo esta la única entrada política que aparece en este volumen, aunque se publicaron algunas más durante el pasado trienio, como es lógico-- y otro par de recordatorios, deportivos en este caso, hacia las figuras de Luis Aragonés --también fallecido durante estos últimos tres años-- y Fernando Martín, en el 25º aniversario de su muerte.

     La música también ha estado presente en el blog. Como bien sabéis, el Boss es mi ídolo. Y no solo en lo musical. También en muchos otros aspectos. A uno de sus temas debo el título de este blog. En esta nueva recopilación aparecen las críticas de tres de los discos más carismáticos de Bruce Springsteen --Born to run, Born in the USA y High hopes--, otro homenaje, en esta ocasión al mítico David Bowie --que nos dejó hace apenas un año-- y  la crítica del último trabajo discográfico de U2, Songs of Innocence

     El séptimo arte aparece de la mano de la adaptación a la gran pantalla de la más famosa obra de Noah Gordon, El médico; la necesaria y merecidamente oscarizada Spotlight; la última película de Spielberg, El puente de los espías, con un Tom Hanks magnífico; la recientemente estrenada (excelente y soberbia) El Principito --¡necesitamos más films como este!--; una intimista Tren de noche a Lisboa (con un gran Jeremy Irons); y las maravillosas (y españolas) Truman (con un duelo estelar: Javier Cámara y Roberto Darín) y Altamira (con Banderas descubriendo, enseñando y convenciendo).

     He dejado para el final lo más importante: la literatura. Es el motivo por el que existe este blog. Las reseñas son la razón de ser del mismo. La de Primera mujer, primer amor, obviamente, está incluida aquí. Pero he leído mucho estos tres años. Y, de entre todas, elegir 33 reseñas para Jungleland 2 no ha sido tarea nada fácil. He tenido que dejar fuera grandes obras. Al final, me he decidido por las siguientes. 

     De las 33, 11 son obras extranjeras: Chesil beach y La ley del menor, de Ian McEwan, mi gran descubrimiento de los tres últimos años; El hijo de César, del genial e inigualable John Williams; El último judío, de Noah Gordon; El tambor de hojalata, del Premio Nobel alemán Günter Grass; Matar a un ruiseñor, la inmortal obra de la recientemente fallecida Harper Lee; La ladrona de libros, de Markus Zusak; El mundo de Sofía, sublime obra filosófica del noruego Jostein Gaarder; El psicoanalista, de John Katzenbach; la soberbia El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger; y Born to run, las memorias de Bruce Springsteen, escritas de su puño y letra. Casi nada. 

     Y 22 son españolas e iberoamericanas: El héroe discreto y El sueño del celta, del Premio Nobel peruano Mario Vargas Llosa; El hereje, del genio universal vallisoletano Miguel Delibes; Intemperie, de Jesús Carrasco (¿posible digno sucesor del anterior?); Días de Nevada, del académico vasco Bernardo Atxaga; Patria, (¡probablemente mi mejor lectura del trienio!),de Fernando Aramburu; las dos últimas obras del mejor escritor valenciano contemporáneo, Rafael Chirbes: En la orilla y París-Austerlitz; La colmena, del Premio Nobel gallego Camilo José Cela; Los girasoles ciegos, del madrileño Alberto Méndez; Cartas a palacio y Tengo en mí todos los sueños del mundo, del guionista hispano-portugués Jorge Díaz; Cicatriz y El paciente, del periodista madrileño (y rey actual el thriller español) Juan Gómez-Jurado; Y de repente, Teresa y Treinta doblones de oro, del indiscutible líder de la novela histórica española, Jesús Sánchez Adalid; Hombres buenos, excepcional novela de Arturo Pérez-Reverte; El abogado de pobres, del escritor y abogado jerezano Juan Pedro Cosano; Un verano en la casa azul, del joven pero magnífico escritor catalán David Casado Aguilera; y Respirar por la herida, La víspera de casi todo y Un millón de gotas, del también catalán Víctor del Árbol, el gran descubrimiento español del trienio para servidor.

     En definitiva, Jungleland 2: las 50 mejores entradas (2014-2016) agrupa lo más significativo de un blog que busca ser simplemente un canal de comunicación entre este humilde escritor y sus pocos pero muy fieles seguidores. Espero que os guste... Y, como siempre, ¡muchas gracias!