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miércoles, 8 de noviembre de 2017

Tierra de campos. David Trueba. Anagrama. 2017. Reseña





     Tierra de campos es una comarca natural de Castilla-León que comprende las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León que tiene como característica principal la inmensa llanura que noquea al visitante. Además, es el escenario que sirve al madrileño David Trueba, escritor, guionista y director de cine, para narrarnos una de esas historias conmovedoras y realistas que siempre apetece leer. Una novela que transcurre entre esas tierras de campos que vieran nacer al padre del protagonista, Madrid y hasta Japón. Una historia repleta de amor, desamor, amistad, pérdida y unas hambrientas ganas de comerse la vida hasta no dejar ni sus migajas. 

     Dani Mosca es un músico que reflexiona sobre su vida a lo largo de un libro que, si contara hechos reales, podría calificarse perfectamente como una autobiografía. A modo de disco de vinilo, encontramos una cara A y una cara B. En la cara A el protagonista nos cuenta su infancia y sus recuerdos de juventud. Su difícil relación con su progenitor, sus visitas a ese pueblo paterno al que regresará años después para enterrar a su padre, su educación en un colegio religioso de la capital, la formación del grupo Las Moscas junto a sus inseparables Gus (Agustín, bajista y vocalista) y Animal (batería que debe su apodo al famoso Teleñeco) y su relación con su primer gran amor: Oliva. La acción principal se desarrolla camino del pueblo, acompañado del féretro de su padre y de un conductor de coches fúnebres tan hablador como soporífero. 

     En la cara B Dani nos narra sus vicisitudes en el pueblo, donde se reencuentra con su amigo de infancia, ahora convertido en alcalde, y del resto de familiares lejanos. El relato está protagonizado por la trágica pérdida de su amigo y compañero Gus, el desarrollo de su carrera musical tras un hecho tan dramático, la larga y tortuosa enfermedad de su madre, la muerte de su padre, su relación con Kei (su segundo gran amor) y el nacimiento de sus dos hijos. Una vida parecida, pero diferente a la anterior, que nos muestra cómo la pérdida (de familiares, amigos y amores) y la paternidad modifican la mentalidad de las personas. Algo que se suele nombrar con una palabra, madurez, que más a menudo de lo deseado se esculpe más a golpes que a base de la introspección personal.

     Reconoce Dani Mosca que sus canciones han cambiado y que se siente un tanto impostor. La mayoría de sus canciones hablan del amor. Un tanto idealizado en sus primeros años, mucho más realista con el paso del tiempo. Sin embargo, tras sus dos fracasos amorosos con Oliva y Kei siente que el desamor se ha impuesto en su vida y no se siente capaz de seguir escribiendo ese tipo de canciones. Es evidente que para escribir buenas canciones de amor se ha de estar enamorado. Y luchar contra una evidencia tal se le hace imposible. Dani se muestra desorientado ante una situación nueva para él. Y la desaparición de su mejor amigo, Gus, no ayuda en absoluto a  remediar su mal. Así, la soledad se va imponiendo en sus días. Algo que solo puede reparar mediante la presencia constante de sus hijos.

     Trueba hace gala de su buen hacer narrativo: diálogos corrosivos, humor ácido, un manejo de la lengua literaria envidiable por parte de quienes tratamos de hacer algo al menos parecido, una extraordinaria capacidad para provocar en el lector melancolía, deseo y sonrisas, y una facilidad pasmosa para pasar de las lágrimas a las carcajadas. Todo ello, muy a menudo ¡en la misma página e incluso en el mismo párrafo! Cuestión esta, que nos habla de un escritor con un talento peculiar para despertar los sentimientos del lector. Yo, sin ir más allá, he preferido no subrayar ninguna secuencia por no estropear el libro. Porque frases para enmarcar y no olvidar hay muchísimas a lo largo de la novela.

     Absolutamente todos los personajes de la trama tienen unos aspectos psicológicos trazados al milímetro. Resulta imposible no sentir simpatía o desprecio por ellos. Animal hace gala a su apodo, Gus se come la vida a bocados hasta que la muerte se lo acaba comiendo a él, Jandrón provoca sensaciones tan diferentes entre sí que nos puede dejar pasmados, los dos amores de Dani solo pueden ser queridas por quien lee las páginas del libro, su padre llega a ser odioso y también entrañable, el conductor del coche fúnebre es pesado pero cómico, Bocanegra y Vicente nos muestran los entresijos del mundo de la música, y los ciudadanos del pueblo paterno de Dani son dignos del mejor Delibes en Los santos inocentes

     La pasión por aprender, los vaivenes de la vida, las ganas (pese a todo lo anterior) de vivir, las frustraciones profesionales y emocionales, la familia, la soledad, los conflictos del amor y el deseo y cómo se componen las canciones y cómo es la vida de un músico tras bajarse del escenario componen una novela en continuo zigzag que atrapa al lector de principio a fin. Tanto que cuesta despedirse de los personajes, de los ambientes, de las canciones. Al terminar la lectura de Tierra de campos resulta irresistible la tentación de leer más a Trueba. Algo que servidor hará de nuevo tarde o temprano.

     En definitiva, creo que no resulta exagerado afirmar que estamos ante una de las novelas españolas del año. Una historia que perfectamente se podría adaptar a la gran pantalla. Y con una portada que rinde un fiel homenaje a esa tierra de campos que marca el origen de un Dani Mosca que pasará a la historia de la literatura española por méritos propios. Como amante de la música que soy, me ha encantado la recreación que aquí realiza Trueba sobre la movida madrileña. Y la división de la novela en cara A y cara B es ciertamente original pero también necesaria. Trueba es auténtico y genuino. Tierra de campos es su primera novela que leo, pero no será la última.    


lunes, 3 de noviembre de 2014

Yonqui. Paco Gómez Escribano. Erein. 2014. Reseña





     Paco Gómez Escribano ha cambiado completamente de editorial y de registro para presentarnos su tercera novela, Yonqui, en la que nos cuenta cuatro años de la vida de su protagonista, el Botas, un adolescente que lucha contra la sociedad de fines de la década de los setenta y comienzos de los ochenta; una sociedad que había robado la juventud y las esperanzas de futuro de toda una generación abocada a la miseria y al paro. Un tema de triste actualidad también en nuestros días, por cierto.

     Tras publicar El círculo alquímico y Al otro lado de la mano de la editorial Ledoria, el polifacético escritor, músico y profesor de Formación Profesional madrileño, del barrio de Canillejas para más señas, nos propone un viaje a su barrio de hace tres décadas y media para narrarnos, con un estilo claro y directo y con el lenguaje de la calle de aquella época, la vida de varios chavales que debieron crecer demasiado rápido. Muchos de ellos, incluso, morirían antes incluso de comenzar a vivir.

     Yonqui, publicada por la editorial donostiarra Erein, es una novela negra que destila realidad por los cuatro costados. Una realidad que quizás nadie desea recordar pero que existió. Una realidad que, mal que nos pese, consistió en drogas, prostitución, delincuencia y, ante todo, desesperanza. Pero que, en contrapartida, fue el germen, entre otras cosas, de la denominada movida madrileña.

     El Botas, huérfano de padre e hijo de una madre alcohólica que termina por fugarse con un vecino del barrio, arrastra, además, la muerte de su hermano mayor y la huida de su hermana a una comuna hippie de Ibiza. Ese sentimiento de soledad debe suplirlo de alguna manera. Y, claro, las malas compañías y las drogas se encargarán de ponerle las cosas todavía más difíciles. Víctima de los monos, se verá obligado a delinquir, junto a sus colegas - el Conejo, el Mecánico, el Chino, el Pumby, el Porras y el Nani, este último de tan solo trece años de edad -, para conseguir la droga con que alimentar su castigado espíritu.

     Los jóvenes no dudan en robar coches o motos, atracar joyerías y bancos y hasta rajar a quien se ponga en su camino con tal de llevarse el dinero suficiente como para ir tirando una temporadita - unos pocos días tan solo - y poder meterse en el cuerpo lo que sea. Y es que, como dice el propio Botas, el dinero, cuando se trata de caballo, nunca dura demasiado.

     Sin embargo, el autor nos muestra al protagonista como un tipo honrado. Yonqui, sí; delincuente, también; pero honrado. En más de una ocasión se mete en algún que otro lío por defender a alguien en problemas o menospreciado por otros que se creen superiores a él. Porque la dignidad, si es que todavía le queda algo de ella al chico, debe ir siempre por delante. Impotente ante el círculo vicioso en que se ve metido, no duda en mandarse encerrar por sus amigos durante tres días para pasar el mono y tratar de desengancharse del caballo

     Y serán el amor por Lola - una preciosidad a la que conoce en un tugurio de poca monta de otro de los barrios periféricos de la capital - y su encuentro con la música - nada más y nada menos que de la mano de los Burning y de un par de nuevos amigos a los que conoce en una breve pero decisiva huida a Santiago de Compostela - los motores de su lucha por alcanzar una vida diferente. La música será su válvula de escape y Lola su apoyo, su sustento, su motivo para vivir.

     Lola admite desde pronto su amor por el Botas, pero solo accede a ser su pareja en caso de que él se desenganche del caballo. Y la guitarra y su entrada en un grupo musical le ayudarán a buscar esa redención que le permita un cambio de rumbo en su maltrecha existencia y, de paso, entrar en contacto con personajes tan importantes en el mundo de la música como Pepe Risi, Antonio Vega o Jaime Urrutia, que se convierten en personajes más o menos secundarios de la novela.

     En resumen, lo que nos propone Gómez Escribano en Yonqui es un viaje al pasado de su barrio. Con todo lo bueno y lo malo que este implica. Y con la historia personal de un colgao que pierde a diario a familiares, amigos y conocidos pero que jamás se rinde a la hora de salirse con la suya. Si consigue alcanzar una vida mejor o no debe descubrirlo cada uno de los lectores. Dudo mucho, muchísimo, que ninguno de ellos se arrepienta de hacerse con la mejor novela (hasta la fecha) del bueno de Paco. Como e´l siempre dice: no somos na...