LIBROS

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martes, 31 de diciembre de 2013

La ridícula idea de no volver a verte. Rosa Montero. Seix Barral. 2013. Reseña





     ¿Cómo calificar este libro desde el punto de vista de los géneros literarios? Desde luego, no es una novela. Tampoco una biografía al uso. Más bien, en mi modesta opinión, debería calificarse como ensayo; ensayo sobre la biografía de Marie Curie, la dos veces ganadora del Premio Nobel (una vez junto a su esposo Pierre y otra en solitario). Más allá del género literario en que lo encuadremos, sin duda, estamos ante un gran libro. Una maravilla de las letras y del razonamiento humano.

     Original, vibrante, emotivo, instructivo, reflexivo, íntimo, vital. Muchos calificativos podrían aplicarse a esta nueva obra de la periodista y psicóloga Rosa Montero. Y destaco sus estudios en psicología ya que, sin estas enseñanzas, esta maravilla no existiría. Porque en "La ridícula idea de no volver a verte" hay mucha psicología. Si a ello le añadimos la contrastada elocuencia de Montero y una historia real y altamente atractiva por lo emocional y lo ilustrativo (fotografías, entradas del diario personal de Marie Curie y referencias bibliográficas sobre la figura de aquella magnífica mujer) tendremos el caldo de cultivo perfecto para cocinar uno de los libros del año.

     Es original al incluir hashtags, al más puro estilo twittero, como nexo de diversas ideas a desarrollar a lo largo de la narración; y al incluir las referidas fotos, escritos personales y demás referencias bibliográficas. Es vibrante porque está escrito con un ritmo y una personalidad arrebatadora que hace que el lector devore sus páginas a gran velocidad. Es emotivo porque une la vida de la gran luchadora que fue Madame Curie con algunos pasajes de la vida de la propia Rosa Montero. Y las conexiones que se establecen entre ambas resultan escalofriantes en ocasiones.

     Es instructivo porque a través de sus páginas se aprende mucho más. Tanto de la ciencia, la cultura y la sociedad de la época tratada (último tercio del siglo XIX y primero del XX) como de Curie, su marido y la propia escritora madrileña. Es reflexivo porque está escrito desde el corazón pero también con mucha cabeza, analizando todo con la máxima objetividad posible (teniendo en cuenta la imposibilidad de alcanzar el cien por cien de la misma al hablar la autora incluso de sí misma). Es íntimo por todo lo explicado con anterioridad: se desnuda a los "protagonistas" del ensayo.

     Y es vital porque, pese a arrancar desde el diario que Curie escribió tras la muerte de Pierre y de la propia experiencia de Montero tras la muerte de su marido Pablo, no es un libro triste sino todo lo contrario. Es más, personalmente pienso que estamos ante un texto de enorme valor precisamente por el optimismo que desprende de principio a fin. Porque cuando algo surge de un torbellino (y para Rosa Montero eso es lo que supuso leer el diario de Manya Sklodowska tras perder a Pablo) el resultado ha de ser, por fuerza, algo de una fortaleza a prueba de bombas.

     Como se dice en la pestaña interior del libro, "son páginas que hablan de la superación del dolor, de las relaciones entre hombres y mujeres, del esplendor del sexo, de la buena muerte y de la bella vida, de la ciencia y de la ignorancia, de la fuerza salvadora de la literatura y de la sabiduría de quienes aprenden a disfrutar de la existencia con plenitud y con ligereza". Y estoy plenamente de acuerdo. De todo ello trata "La ridícula idea de no volver a verte".

     Como se suele decir, pero en este caso sí se cumple totalmente, te atrapa desde la primera página. Y no te deja hasta la última. E incluir como apéndice esas 18 páginas que componen el diario personal de Curie escrito durante el primer año después del fallecimiento de Pierre ha sido otro gran acierto por parte de la autora. La guinda a un pastel perfectamente cocinado. Quizás un postre perfecto para la cena de Nochevieja para todos aquellos que quieran cumplir aquello de "año nuevo, vida nueva". A lo mejor, así, "las trivialidades en que malgastamos las horas" caigan "sobre el suelo como polvo de purpurina".

     Volvamos al inicio: ¿cómo calificar este libro? Quizás sea mucho más fácil si nos atenemos a las famosas palabras de José Manuel Lara referentes al tema. Vino a decir que simplemente "los hay buenos y malos". Y yo os digo que este es de los primeros. Y de los buenos, de los mejores.  
         

martes, 24 de diciembre de 2013

Campo de amapolas blancas. Gonzalo Hidalgo Bayal. Tusquets. 2008. Reseña





     Lo mejor es cuando sucede por casualidad. Cuando lees una reseña sobre una novela de la cual jamás habías tenido noticias y cuyo autor es para ti un auténtico desconocido. Y así es como hace unos días conocí la existencia de esta novela. Se publicó en 2008 en la "colección andanzas" de Tusquets Editores. Es muy corta (no alcanza las cien páginas) pero llega directa al corazón. Cuando una catedrática de Lengua y Literatura castellana afirma que hacía tiempo que una novela contemporánea no me llegaba tan dentro es por algo. Así que, como ella, me hice con un ejemplar de la misma (creo que incluso el mismo) y me dispuse a leerla.
 
     Gonzalo Hidalgo Bayal nos cuenta, como si estuviera junto a nosotros, tomando un café, la historia de una amistad de juventud. Sin artificios, tirando de memoria pura y dura y sin demasiada elaboración previa nos desgrana los catorce capítulos que componen la evolución de dicha amistad, desde un principio casi borroso hasta un final todavía presente veinticinco años después.
 
     Por su escasa longitud y su enorme calidad se lee en menos de dos horas, de una sola sentada, y le deja a uno el corazón encogido. Es la vida lo que ocurre ante nuestros ojos. Con todo lo bueno y con todo lo malo. Y ello viene propiciado, sobre todo, por un final que no puede dejar indiferente a nadie. Por supuesto, no estamos ante una novela de suspense, pero el final nos hará ver cómo encajan en la historia diversas escenas que en un primer momento nos parecían "descartables", sobre todo en una novela corta, donde podemos pensar que "se debe ir directo al grano".
 
     Un viejo brigada de la Guardia Civil con el que se cruza el narrador y protagonista de la historia, un cuadro de Kandinsky recortado de una revista y otros pocos datos en principio inconexos llegarán a unirse en un final que nos dejará melancólicos, pesarosos y hasta tristes. Y, sin embargo, con ganas de releer ciertos pasajes de la novela. Y de volver a vernos reflejados en ellos.
 
     Porque todos hemos compartido alguna etapa de nuestra vida con alguien que fue un amigo especial y que, con el tiempo, se fue distanciando de nosotros (o nosotros de él) hasta dejar de verlo y acabar por no saber si está bien o mal o incluso si vive o no. Y es que "Campo de amapolas blancas" trata de los cambios que da la vida, de lo volubles que somos, de los caminos que se bifurcan o se cortan de repente. En definitiva, de sueños incumplidos, de un viaje hacia quién sabe dónde y por qué, de rebeldía, de cultura en el sentido más amplio de la palabra (porque se aprende sobre literatura, pintura, filosofía y música a través de constantes citas y referencias a grandes artistas nacionales y mundiales).
 
     A lo largo de esas cien páginas nos sumergimos en las profundidades de la psicología humana, con todas sus rarezas y contradicciones, pero también en las enseñanzas que H., el otro gran protagonista de la novela, nos irá dejando dispersas por esos campos imposibles de encontrar. A través de un soneto de catorce capítulos a modo de prosa (homenaje al inicio verdadero de la amistad entre el narrador y H.) Gonzalo Hidalgo Bayal nos mete de lleno en un mundo tan real como la vida misma: repleta de gran belleza, la cual nos hace más humanos, pero también de "elementos" que pueden apartarnos de ella (de la humanidad y hasta de la vida misma) para siempre.
 
     Podría citar muchas frases de la novela, pero me voy a detener en un par de ellas. Una es de Leopardi y dice así: "la felicidad es lo que tenemos antes de empezar a buscarla". La otra es obra de Camus: "los hombres mueren y no son felices". Y en el epílogo de Luis Landero se citan también unas palabras sobre el autor por parte de Rafael Sánchez Ferlosio: "jardinero de la lengua castellana que al cultivar un campo de amapolas blancas hizo extinguirse las rojas amapolas para que pudieran florecer las amapolas rojas". El referido epílogo finaliza así: "el corazón tiene sus secretos (...), y ese trémulo conocimiento es el que indaga este inolvidable y magistral relato: la humilde realidad de los campos de amapolas, y el desesperado sueño de su blancura".  
 
     El narrador finaliza su historia de esta manera: "A mí me quedan los eslabones del tiempo en la memoria; la espinela, los tribunos de la plebe, la náusea, ay, infelice, Butch Cassidy and the Sundance Kid, das Ewigweibliche, la mansarda de Les Halles, Charlie Parker, Lucy in the Sky with Diamonds, el sueño de la script, una sonrisa triste y bondadosa y la persistencia plural de la lluvia, la lluvia que se esconde en las palabras y los libros, la lluvia que azota la ciudad y las ventanas, la lluvia que cae sobre el olvido y la ceniza. Por mi parte, he contemplado campos de fresas, de trigo, de algodón, oigo a veces el sonido compacto de Strawberry Fields Forever, he sabido de campos de batalla, magnéticos y santos, pero, por más que miro a los lados de la carretera cuando viajo en coche por tierras de murgaños, aún no he encontrado campos de amapolas blancas".
 
     Sinceramente, no sé que podría albergar más belleza: si un campo de amapolas blancas o un relato como este. Un gran regalo de Navidad.
 
 

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Canadá. Richard Ford. Anagrama. 2013. Reseña





     Me encantan las novelas con gran carga psicológica, aquellas en las que los sucesos narrados tienen menor importancia que el modo en que sus protagnistas los viven. Por eso he disfrutado tanto la lectura de la última novela del estadounidense Richard Ford. "Canadá" gira alrededor de varias ideas, conectadas entre sí, que componen una historia atractiva, emocionante y que en ocasiones libera y por momentos agobia.
 
     Dell Parsons, un adolescente de quince años que se ve obligado a madurar de forma inesperadamente abrupta tras ver cómo sus padres pierden la libertad después de atracar un banco, nos narra la historia de su vida (inmediatamente anterior y posterior al momento del golpe) desde los recuerdos que siguen poblando su mente cincuenta años después de los hechos. El joven pasa de esperar con ansias su ingreso en el instituto de Great Falls, donde vive junto a su familia, a verse al otro lado de la frontera con Canadá, solo, huyendo de los servicios sociales de Montana, que se empeñan en hacerse cargo de él y de su hermana Berner (quien había huido, también en solitario, al día siguiente de la detención de sus padres).
 
     La frontera entre USA y Canadá simbolizará mucho más que el simple paso de un país a otro. A saber: una huida hacia adelante sin posibilidad ninguna de poder regresar; la pérdida de la juventud y la inocencia del protagonista, que debe madurar rápidamente para sobrevivir en solitario y tratar de olvidar un pasado tormentoso; y la lucha entre el presente (Fort Royal, Saskatchewan, Canadá) y el pasado (Great Falls, Montana, USA).
 
     La idea de que "la vida se nos entrega vacía" y que somos nosotros quienes debemos ir llenando cada uno de sus huecos (con mayor o menor fortuna) es clave en esta historia. No se explica de otra manera cómo de diferente pueden reaccionar ante los hechos referidos los hermanos Dell y Berner. La segunda, mucho más madura en 1960 (año en que sus padres se convierten en criminales), decidirá huir en solitario, vagando sin rumbo fijo y sin orden el resto de sus días. El primero, que en un principio pensaba únicamente en las abejas y en el ajedrez, acabará venciendo todas las dificultades para cumplir su sueño de poder estudiar y labrarse un mejor futuro.
 
     Y ello nos conduce de forma inevitable a otro de los elementos clave de la novela: la dificultad de la toma de decisiones y su influencia sobre las vidas de quienes nos rodean (al margen, como es obvio, de las nuestras). Y es que las desgracias nunca suelen venir solas. Y la estancia de Dell en Fort Royal es una buena muestra de ello. Sin duda, como él mismo nos narra, su vida habría sido muy diferente si su madre se hubiera divorciado de su padre en lugar de dejarse arrastrar por él. Y tambien si Arthur Remlinger, el norteamericano que "cuidará" de él al otro lado de la frontera, no hubiera hecho que lloviera sobre mojado en el asombrado intelecto del joven.
 
     Sin embargo, "Canadá" es también una novela sobre las segundas oportunidades (y hasta terceras en ocasiones). Y, además, sobre las diferentes maneras de afrontarlas. Así, si en la primera parte de la historia asistimos a las contrapuestas reacciones de Dell y su hermana Berner ante el encarcelamiento de sus padres, en la segunda el punto de ebullición de la trama se trasladará hacia la relación entre el protagonista y Arthur Remlinger, cuyos pasados tienen también encuentros. Unos encuentros que, no obstante, guiarán un presente divergente que los llevará a un futuro diametralmente opuesto.
 
     Volviendo al inicio de la reseña, "Canadá" nos sumerge (y desmenuza) en la psicología del joven Dell. Y, por supuesto, en la del resto de personajes que comparten su vida. Desde sus padres (totalmente antagónicos) hasta la señora Mildred; desde el asqueroso Charley Quarters (empleado de Remlinger) hasta la bondadosa Florence (su amante); desde Great Falls hasta Fort Royal (ambos, también "personajes" de la novela). 
 
     En definitiva, nos encontramos ante una gran obra, sobre todo en la intimidad de los personajes y el realismo de los ambientes, cuyas descripciones, muchas veces magníficas y veraces, en ocasiones ralentizan en demasía el ritmo de la acción (único pero que soy capaz de verle), el cual es el único aspecto que me impide catalogarla como obra maestra. Aún así, plenamente recomendable.
 
             

lunes, 9 de diciembre de 2013

Butcher´s Crossing. John Williams. Lumen. 2013. Reseña





     En 1960 John Williams debutó en el mundo literario con un western. Sí, un western, pero de los de verdad. Una historia de sueños incumplidos, tenacidad, ceguera vital, supervivencia (ante todo, espiritual), cazadores de bisontes y alma, mucha alma. Una de esas historias que nos invitan a reflexionar sobre lo que somos y lo que queremos ser. Y es que, como demostraría más tarde Williams con su obra más conocida, "Stoner", la condición humana es harto compleja.
 
     En 1870 Will Andrews, estudiante de último curso en Harvard, decide abandonar su carrera, su familia y su Boston natal para emprender una huida hacia el oeste americano, una tierra repleta de bisontes, pueblos aburridos (de alcohol y prostitución) y grandes líneas de ferrocarril que buscan descubrir lugares donde establecer pueblos y ciudades de nueva creación. Una tierra donde oportunistas de todo tipo tratan de cumplir unos sueños que suelen acabar en pesadillas.
 
     El joven llega a Butcher´s Crossing, un pequeño pueblo de una única calle en el que comenzará a vivir una experiencia que roza la épica pero también la demencia. Su huida hacia la naturaleza más salvaje le hará conocer a Miller, un experimentado cazador de bisontes que afirma conocer un lugar donde conseguir pieles suficientes como para enriquecerse; Charley Hoge, su fiel acompañante, lector voraz de la Biblia y bebedor empedernido de whisky; y Fred Schneider, un desollador rápido y audaz a la par que amante de la buena comida y de las mujeres.
 
     Juntos, los cuatro hombres emprenden un viaje en el que John Williams nos descubre los más interesantes métodos de supervivencia en las más duras condiciones, el mundo de la caza de bisontes y cómo cocinar con poco más que alubias y harina. No me cabe la menor duda de que el genial escritor debió documentarse a conciencia a la hora de abordar un tema tan complicado de explicar únicamente con palabras.
 
     Los cuatro expedicionarios vivirán varias situaciones límite a lo largo de una historia magistralmente abordada por una de las prosas más realistas, bonitas y a la vez austeras pero ricas en vocabulario que quien escribe ha podido leer en su vida. En distintos momentos parece que todos ellos van a perecer, pero siempre aparece la experiencia de Miller para salir airosos de unas situaciones en las que su propia codicia les había metido.
 
     Descripciones de ambientes, personajes y animales al margen - todas ellas soberbias -, me ha encandilado la relación entre Miller y Schneider, quienes chocan prácticamente en cada una de las tomas de decisiones según se adentran en el corazón del todavía inexplorado oeste americano del siglo XIX. La codicia, la seguridad y la temeridad del primero contrastan con la coherencia y el sentido común del segundo. Esa pugna entre el "querer siempre más" y el "más vale pájaro en mano que ciento volando" me ha parecido de lo mejor de la novela. Sin desdeñar al viejo Hoge, cristiano convencido y gran cocinero y ordenanza de expediciones, y al joven Andrews, verdadera alma de la trama, con sus inseguridades y sus certezas (más o menos erróneas).
 
     ¡Y qué decir de la naturaleza! Aquellos lectores amantes de las descripciones de montes, ríos, praderas y llanuras disfrutarán de la lectura. Porque la naturaleza se llega a convertir en el quinto miembro de la expedición. Desde los cauces de los ríos hasta las altas cumbres de las montañas; desde el crudo sofoco de verano hasta las nevadas de pleno invierno; desde los bisontes hasta los lobos. Y cómo vive y siente todo ello Will Andrews constituye la otra parte importante de la historia creada por Williams.
 
     No obstante, más allá de todo lo anterior, de la obra subyace un cierto trasfondo filosófico sobre la condición humana, la iniciación a la vida y el egoísmo o la bondad de las almas de sus protagonistas. No sería de extrañar que Jon Krakauer, autor de "Hacia rutas salvajes", se hubiera inspirado en "Butcher´s Crossing" como punto de partida de su historia. Personalmente, en diversos momentos Will Andrews me ha recordado a Chistopher McCandless (salvando las distancias). La soledad de los corazones de ambos en plena inmensidad salvaje me ha permitido establecer esta especie de paralelismo entre ambos.
 
     En conclusión, nos encontramos ante otra obra maestra de este desconocido autor norteamericano que, sin duda, merece que su obra (por desgracia, muy corta) sea digna de análisis por parte de todos los jóvenes universitarios de lengua y literatura anglosajona. Como "Stoner", "Butcher´s Crossing" es altamente recomendable. Y os sugiero su lectura encarecidamente.
 
              

martes, 3 de diciembre de 2013

La elegancia del erizo. Muriel Barbery. Seix Barral. 2007. Reseña





     Hace unos días, tras informar a una persona muy cercana a mí sobre qué novela me disponía a leer, me preguntó por qué iba a hacerlo si ya había visto su adaptación cinematográfica (Mona Achache, 2009). Perdida la sensación de sorpresa del final ya conocido, consideré interesante comprobar hasta qué punto la formidable película había sido fiel a la novela original. Y, ante todo, me pareció una historia tan bien contada, diferente y original que pensé que sería una buena idea acercarme de nuevo a ella pero desde una perspectiva diferente. Por suerte, acerté. Y menudo acierto.
 
     "La elegancia del erizo" es una de esas novelas que nos hacen reflexionar sobre cuestiones que nos afectan mucho más de lo que nosotros mismos creemos a priori. De las que nos sumergen en el descubrimiento de la belleza de las pequeñas cosas y en la magia de los placeres efímeros. De las que nos hacen sentir bien y creer que un mundo mejor es posible. Por desgracia, no todo el mundo lee este tipo de historias.
 
     La segunda novela escrita por la francesa Muriel Barbery, nacida en Casablanca y afincada en Japón, profesora de filosofía y mujer culta e inteligente donde las haya (a las pruebas me remito), escribió una obra extraordinariamente rica en descripciones de todo tipo (ambientes, acciones, sentimientos y hasta pensamientos), consiguiendo emocionar a sus lectores a través de unas historias que podrían estar ocurriendo ahora mismo en cualquier finca, incluida la tuya misma.
 
     La acción se desarrolla en el número 7 de la calle Grenelle, en París (escenario también de su primera novela, "Una golosina", la cual espero leer nada más tenga ocasión), y tiene como protagonistas principales a Renée Michel, la portera del edificio, de 54 años de edad, viuda desde hace quince, y empeñada en ocultar ante los demás su gran secreto y a la vez gran debilidad: disfrutar de la belleza del Arte en todas sus disciplinas (luego volveremos sobre esta cuestión ya que es la clave de la historia); Paloma Josse, una adolescente de doce años amante de la cultura japonesa y superdotada que, ante el convencimiento de que la vida es una farsa, tiene decidido suicidarse e incendiar el piso (de la cuarta planta) en el que vive con su familia (a la que no aguanta) el día en que cumpla los trece; y Kakuro Ozu, un amable sexagenario japonés, rico y jubilado, que compra el piso de la quinta planta tras fallecer el cabeza de familia de sus anteriores habitantes.  
 
     La novela trata, entre otras cosas, de la curiosidad por los demás. Del desconocimiento que tenemos de nuestros vecinos y de la facilidad con la que los etiquetamos sin saber nada de ellos en realidad. De hasta qué punto algunos de ellos pueden volverse casi invisibles ante nuestros ojos mientras que otros están siempre bien presentes. Y también de los motivos y criterios, inconscientes o no, que hacemos valer para hacernos esa imagen, casi siempre irreal, de ellos.
 
     El catalizador de la obra es, como ya he avanzado, el gusto por las diversas manifestaciones del Arte. A través de sus páginas el libro nos presenta el mejor cine japonés (con Yasujiro Ozu, director de "Las hermanas Manukata" entre otras, a la cabeza), la pintura italiana (Miguel Ángel) y holandesa (Vermeer), la música clásica (Mozart y Purcell), la literatura rusa (Tolstoi y su "Anna Karenina") y la filosofía (Guillermo de Ockham, por ejemplo). 
 
     Alrededor del referido hilo conductor se apoya Barbery en otros elementos aglutinadores de la acción: la constante presencia de gatos y perros, la viudedad de Renée y Ozu (en ambos casos a causa del maldito cáncer), la soledad de cada uno de los personajes, la existencia de las almas gemelas (como queda demostrado en los tres protagonistas centrales de la trama), la conveniencia de rodearse de personas adecuadas (de nuevo me remito al trío protagonista), el implacable destino que nadie conoce pero que se acerca de manera inexorable, y el tema de la muerte (muy presente de principio a fin).
 
     Cierro esta reseña con unas frases que pueden (y deben) indicar al lector por dónde vas los tiros en una novela inteligente, culta y reflexiva:
 
- "quizá sea eso la vida: mucha desesperación pero también algunos momentos de belleza donde el tiempo ya no es igual. Es como si las notas musicales hicieran una suerte de paréntesis en el tiempo, una suspensión, otro lugar aquí mismo, un siempre en el jamás".
- "la señora Michel tiene la elegancia del erizo: por fuera está cubierta de púas, una verdadera fortaleza, pero intuyo que, por dentro, tiene el mismo refinamiento sencillo de los erizos: que son animalillos falsamente indolentes, tremendamente solitarios y terriblemente elegantes".  
 
           

lunes, 25 de noviembre de 2013

Dime Quién Soy. Julia Navarro. Plaza & Janés. 2010. Reseña





     Cuando devoras un libro de más de mil páginas cuyo desenlace parece vislumbrarse antes de la página cien y llegas al final y compruebas que lo que habías pronosticado se cumple te quedas con un sabor agridulce. Eso es lo que me ha sucedido con la cuarta novela de Julia Navarro. Sin embargo, escribo esta reseña porque la obra merece (y mucho) la pena ser leída. Sobre todo porque, sin ser una novela de misterio, te ata a sus páginas desde el principio hasta el final.
 
     "Dime quién soy" es un viaje por la historia y la memoria europeas del siglo XX, desde los tiempos de la II República española hasta la caída del muro de Berlín, pasando por la Guerra Civil española, la posguerra, el ascenso de los comunismos y los fascismos, la II Guerra Mundial y la Guerra Fría. Sirve perfectamente para explicar con claridad el tablero de ajedrez en que se convirtió el viejo continente durante el siglo pasado: alianzas contra-natura, traiciones, espionajes y falta de escrúpulos en un momento de nuestra historia en el que se vivió más de cara a la galería que hacia adentro.
 
     Todo ello ilustrado a través de unos personajes que gracias a una caracterización mayúscula se nos presentan con la fuerza suficiente como para hacernos entender sus diferentes puntos de vista sobre la política europea de la época. Porque en la novela encontramos comunistas convencidos y decepcionados; fascistas y nazis radicales y otros que simplemente sirven a su país por encima de los nauseabundos gobernantes del momento; republicanos y nacionales; militares de carrera y jóvenes pertenecientes a movimientos clandestinos; apolíticos y entendidos en ciencias políticas. Personas, en definitiva. Diferentes entre sí pero, a la vez, humanos en la mayoría de los casos.
 
     La acción transcurre en las principales capitales europeas de la época, mostrándonos el Madrid y la Barcelona de los años treinta y cuarenta, el Moscú de época staliniana, el París de los refugiados republicanos tras la contienda española, el Londres apaciguador ante Hitler, el Berlín de épocas nazi y de la Guerra Fría (perfectamente contrapuestas y magníficamente descritas), la Varsovia ocupada (con descripciones de cómo vivieron los judíos encerrados en el gueto) y hasta el Buenos Aires acogedor de españoles huidos tras la Guerra Civil española.
 
     Todos estos lugares serán visitados por Guillermo, el protagonista masculino de la novela, un inquieto periodista madrileño de principios de nuestro siglo que no encaja en el mundo periodístico de su época, en el que priman más los intereses partidistas de los medios que la supuesta misión informativa de los mismos. El joven recorrerá toda Europa y hasta Buenos Aires buscando información sobre su bisabuela, Amelia Garayoa, la verdadera protagonista de la historia. Una mujer capaz de abandonar a su marido y a su hijo recién nacido en busca de una vida mejor que acabará haciéndola vivir mil y una aventura no exenta de peligros y situaciones dramáticas. 
 
     La vida de Amelia estará repleta de amor y desamor, de aventuras y desventuras, de fidelidades y traiciones. Y Guillermo irá descubriendo, poco a poco, que su bisabuela fue una mujer capaz de lo mejor y de lo peor, siempre incapaz de quedarse indiferente ante las atrocidades e injusticias cometidas por los regímenes totalitarios que camparon a sus anchas durante casi todo el siglo que la vió vivir. Comprometida con cualquier causa que pudiera librar al continente europeo de los tiranos.
 
     Que una novela de más de mil páginas no se le haga a uno larga sino todo lo contrario es algo muy difícil de encontrar. Y también de conseguir como escritora. Y Julia Navarro lo ha hecho posible haciendo gala de una gran maestría. Los personajes se convierten en familiares del lector. La novela, dada su longitud, necesita de muchas sesiones de lectura, algo que favorece una mayor relación entre los protagonistas y el lector. Creo que me será muy difícil olvidar a Amelia y a Guillermo. Pero también a Santiago, su primer amor y también su marido, quien de tan bueno como es acaba perdiendo aquello que más quiere; Pierre, ese comunista francés que aparta para siempre a Amelia de su marido y de su hijo; Albert, el periodista británico afincado en Nueva York que intenta mantenerse neutral en un mundo en donde no se puede actuar así, algo que comprobará en sus propias carnes con el tiempo; y Albert, un militar alemán, que no nazi, que llevará su amor por Amelia hasta límites casi imposibles.
 
     En definitiva, una obra digna de entrar, por mérito propio, en esa lista de libros inolvidables de la literatura contemporánea española. Una de esas historias que dentro de muchos años serán consideradas clásicas de nuestras letras. Un libro que, historias personales al margen, ilustra los acontecimientos más importantes del siglo XX europeo. Una lectura que bien podría ser interesante incluir como obligatoria para los estudiantes de historia contemporánea.
 
      

lunes, 18 de noviembre de 2013

La Hojarasca. Gabriel García Márquez. 1955. Reseña





     Justo antes de abandonar su país (Colombia) para instalarse en París (luego residiría también en Caracas, Méjico y Barcelona) García Màrquez publicó su primera novela: "La Hojarasca". Se trata de una novela corta, de esas que se leen en una tarde y del tirón, en la que el futuro ganador del Premio Nobel de Literatura (1982) dio vida a un pueblo imaginario a escasos kilómetros de la costa atlántica colombiana que lleva por nombre Macondo.  
 
     La historia transcurre en el mediodía de un día de septiembre de 1928, concretamente entre las 14:30 y las 15:00 horas. Sin embargo, los tres personajes vivos principales de la obra (un viejo coronel, su hija Isabel y su nieto) narran la historia del pueblo desde fines del siglo anterior hasta ese preciso instante, en el cual el abuelo se enfrenta al resto del pueblo y hasta al alcalde con el firme propósito de dar cristiana sepultura a un viejo médico que se acaba de ahorcar.
 
     El odio acumulado en Macondo durante los últimos veinticinco años es la clave para entender cómo prácticamente todo un pueblo entero se propone dejar insepulto a uno de sus vecinos. A su vez, para comprender este extraño e incivilizado comportamiento es básico avanzar en la lectura de la obra. ¿Cómo pueden llegar a darse comportamientos de tal calibre? Uno de los puntos fuertes del por entonces autor novel García Márquez en la narración de esta novela es ir introduciendo los datos con cuentagotas, manteniendo en vilo al lector en todo momento.
 
     El retrato de la miseria de un pueblo que había conocido tiempos de mayor prosperidad en un tiempo no demasiado lejano todavía es otra de las características de la obra. Las crisis, las guerras, la aparición de una empresa ferroviaria (la compañía bananera, como se refiere a ella el colombiano a lo largo de la acción) y "la hojarasca" son los grandes responsables de que Macondo esté llegando a extremos de inhumanidad realmente relevantes.
 
     El uso de múltiples perspectivas otorga a la acción diferentes formas de apreciar las escenas. Así, se consigue crear enfoques y lecturas variadas en cada uno de los personajes que presencian la escena, que se desarrolla en la habitación del doctor recién fallecido. Es la unión de todas ellas, al final de la novela, lo que permite al lector desentrañar los misterios familiares y del resto del pueblo y entender las antagónicas posturas sobre la muerte y entierro (o no) del cuerpo del doctor suicida.
 
     Los toques de realismo mágico salpican la trama de la novela. La difícil explicación de algunos fenómenos, las supersticiones y la introducción de elementos fantásticos percibidos por los personajes como reales y, por tanto, normales contribuyen a ahondar, más si cabe, en el aura de misterio que envuelve tanto al ambiente como a algunos de los protagonistas (principalmente al fallecido).
 
     La "hojarasca" simboliza los nuevos vientos que corren por la costa atlántica colombiana tras las guerras civiles y la llegada de nuevos pobladores a la recóndita región en la que se desarrolla la acción de la novela. Resulta magnífica la contraposición entre los fundadores de Macondo (ejemplificados en el viejo coronel) y los recién llegados (tanto los desplazados a causa de las guerras como los advenedizos que buscan empleo en la compañía extranjera allí asentada).
 
     La prosa, tan sencilla como magistral, nos sumerge en una historia de decadencia, ante todo moral, en la que la inmovilidad social, el calor, el polvo, los malos augurios y el afán de venganza (de la práctica totalidad de la población) o de redención (en el caso del coronel) llegan a provocar sensación de agobio en el lector en multitud de escenas.
 
     Resulta obvio que todo el mundo debería conocer la obra de uno de los grandes genios de la historia de la literatura en lengua castellana. Sin embargo, es más que conveniente remontarse a los orígenes de tal grandeza. Más todavía en el caso que nos ocupa, pues en "La Hojarasca" encontramos muchas de las características que más tarde explotaría el talentoso escritor colombiano en obras como "Cien años de soledad" o "Crónica de una muerte anunciada".  
 
    

viernes, 8 de noviembre de 2013

Gravity. Alfonso Cuarón. 2013. Reseña





     El director y productor mexicano Alfonso Cuarón ("Y tu mamá también", "El laberinto del fauno" y "Harry Potter y el prisionero de Azkabán", entre otras) ha dado un paso más en su carrera en el mundo del celuloide con "Gravity", una película de ciencia ficción y suspense cuyo guión también ha sido escrito por el propio Alfonso junto a su hermano Jonás.

     La doctora Ryan Scott (Sandra Bullock) se encuentra reparando el telescopio Hubble en su primera misión espacial. La acompaña, entre otros, el veterano comandante Matt Kowalsky (George Clooney). Una lluvia de basura espacial provocada por un accidente en uno de los satélites rusos (caemos nuevamente en el tópico de que siempre son los rusos los culpables de todos los males del mundo, como si todavía no hubiera terminado la guerra fría) provoca la destrucción de su nave, la muerte del resto de su tripulación y el aislamiento, tanto personal como a nivel de comunicación, de los dos protagonistas.

     Ambos quedan solos, flotando a seiscientos kilómetros de altura respecto a la Tierra y con la urgencia de regresar de inmediato a casa ya que su oxígeno se va a agotar en un espacio de tiempo bastante corto y la tormenta espacial se repetirá cada hora y media aproximadamente. Kowalsky, gracias a su contrastada experiencia y su sangre fría, ayudará a Scott a tranquilizarse y buscar una solución al problema surgido.

     El proyecto, abandonado por Universal Pictures tras varios años de infructuosos intentos, fue comprado por Warner Bros en diciembre de 2010. En mayo de 2011 comenzó a rodarse en los estudios Shepperton de Londres. El rodaje fue largo y estuvo repleto de problemas. La post-producción resultó muy costosa ya que hubo que pasar el material grabado del formato digital al 3D. El director James Cameron aconsejó a Cuarón sobre la utilización de nuevas tecnologías digitales para crear el film. Al visionar la cinta ya finalizada afirmó que "es la mejor película del espacio que jamás se ha hecho". En su presentación, en el festival de Venecia, Cuarón aseguró que su objetivo era "que tú sientas que eres ese astronauta perdido en el espacio".

     Sin duda, el resultado final nos asegura que ha cumplido con creces sus pretensiones iniciales. "Gravity" es un todo festín para los sentidos. Personalmente, jamás he alucinado en un cine como visionando el film de Cuarón. Nunca antes se había descrito tan fielmente una nave Soyuz o la ISS (estación espacial internacional). Ni tampoco el interior de las mismas. Las sucesivas explosiones y accidentes en los diferentes satélites son de lo más espectacular que servidor ha visto hasta ahora. Y los planos y secuencias, en ocasiones de varios minutos de duración, me parecen sublimes. Y muy difíciles de conseguir del tirón.

     Pero, como siempre sucede, hay varios gazapos o errores en la película. Los podéis leer en mayor extensión (y precisión) en estos artículos de Daniel Marin  (astrofisico español) y de Neil de Grasse Tysson (famoso astrofísico y divulgador científico estadounidense). Pero os avanzo los más fácilmente identificables. A saber: el pelo de Sandra Bullock no flota libremente sobre su cabeza; los satélites orbitan la Tierra de oeste a este pero la basura espacial de la película lo hace de este a oeste; el telescopio lo debería arreglar un técnico y no un médico (Ryan Scott, es decir, Sandra Bullock); el Hubble, la ISS y la estación espacial china se ven en el mismo plano visual cuando, en realidad, hay doscientos kilómetros de altura de diferencia entre ellas; la ISS está desierta cuando llega a ella la doctora (¿dónde están en realidad los astronautas que faltan?); y el propulsor que utiliza Matt Kowalsky (George Clooney) para moverse por el espacio no se usa desde hace más de veinte años.

     No obstante, los firmantes de los artículos referidos no dudan en afirmar que estamos ante una gran película, bastante cercana a la realidad de cómo se trabaja allá arriba, tan lejos de la Tierra, con elementos tan convincentes como el silencio, las dinámicas y realistas vistas de la Tierra (con auroras boreales, puestas y salidas de sol, luces de las ciudades y reflejos del sol en los océanos) y multitud de escenas que despiertan nuestros sentidos y hasta nuestras conciencias.

     En definitiva, pienso que todo el mundo debería ver este film. Tanto los amantes del género espacial como los no tan seguidores del mismo (entre los cuales me encuentro yo mismo). Desde luego, la recomiendo a todo el mundo. "Gravity" me ha impresionado y emocionado, haciéndome sentir como si estuviera realmente a seiscientos kilómetros de altura respecto a la Tierra. Me ha sorprendido y sobrecogido, incluso hipnotizado, gracias a una forma de hacer cine que creo que marcará el camino a seguir en lo que será el cine del futuro.




          

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Sobre el cierre de Canal 9: una responsabilidad colectiva





     Recuerdo como si fuera ayer mismo aquel 9 de octubre de 1989. El día en que nació la televisión pública valenciana. Poco después llegó su hermana, la radio. Todos los valencianos, grandes y pequeños, castellano y valenciano parlantes, anhelábamos una televisión nuestra, sólo nuestra. Prácticamente todo el mundo pasó aquella tarde frente a su tele para ver nacer a una criatura a la que se le auguraba una vida feliz y larga. Qué ignorantes éramos. ¿He escrito éramos? No, somos.
 
     Han pasado 24 años que se nos han antojado apenas 24 horas. Y no porque no hayan pasado cosas sino por la velocidad a la que han sucedido. El cierre de Nou no es algo que haya sucedido ayer. Se veía venir desde hace tiempo. Era un enfermo terminal que hacía ya tiempo que vegetaba. Es muy fácil culpar de lo sucedido al PP o al President Fabra. Estamos indignados y buscamos alguien en quien descargar nuestra ira. Pero, como ciudadanos que somos, debemos ser también mínimamente objetivos y reflexionar. Y, sin duda, la responsabilidad de lo sucedido es colectiva.
 
     Nou enfermó cuando los sucesivos gobernantes de nuestra Comunitat (Zaplana, Camps, Fabra) comenzaron a enchufar a sus amigos en el ente público, como si de una agencia de colocación se tratase. Algo que, huelga decir, no sólo ha ocurrido en Nou sino en multitud de empresas. Empeoró cuando comenzó la manipulación de los informativos de la cadena, cuando pasó a ser, en definitiva, la tele del PP valenciano. Los periodistas, que desde ayer critican cada gesto de Fabra o de sus consellers al más mínimo detalle, callaron durante demasiados años lo que ahora están destapando sin tanto pudor ni miramiento: el caciquismo y la verguenza del gobierno valenciano. No les culpo ni les juzgo: cuando lo que está en juego es el plato de sopa de nuestros hijos todos actuamos de igual manera. Lo cual no nos exime de nuestra parte de responsabilidad.
 
     Nou fue desconectado de la máquina que lo mantenía con vida ayer, cuando el TSJ ordenó la readmisión de los mil trabajadores afectados por el ERE. La totalidad de los trabajadores del ente público, tanto los afectados como los no afectados, hicieron piña en defensa de sus derechos colectivos. Y Nou cierra como venganza. Venganza del gobierno ante quienes durante tantos años habían cedido a sus presiones, ante quienes ya comenzaban a no callar ante tanta injusticia. No, Fabra no cierra Nou por temas económicos.
 
     Esta misma mañana el President ha afirmado que "es mejor cerrar Nou que un hospital o un colegio". Hipocresía pura y dura. Por la misma regla de tres, habría sido mejor no traer a Valencia la Copa América o la Formula 1 e invertir ese dinero en cosas de mayor interés público. Y, ya puestos, también sería mejor dejar morir a otro enfermo terminal, el Valencia Club de Fútbol, un saco con un enorme agujero en su fondo. Pero el fútbol no se toca. Entonces se armaría una revolución, claro. Y no conviene exaltar a las masas. 
 
     Antes he hecho referencia a la responsabilidad colectiva. Y ahora es el momento de volver a ello. Cada valenciano es responsable, no sólo del cierre de Nou, sino de permitir que nuestros gobernantes nos roben. Porque nos roban a todos, sin distinción. Y no me refiero únicamente a nuestras carteras. Como ciudadanos y telespectadores, hemos dejado que camparan a sus anchas aquellos a los que estamos gobernando (que no ellos a nosotros), aquellos quienes han terminado con lo que tanto costó de levantar hace 24 años. Lo que nació como un nexo de unión de todos los valencianos (lengua, cultura, identidad) acabó siendo un elemento de discordia entre nosotros. Y todos somos corresponsables de ello. Nuestro "meninfotisme" (pasotismo), una vez más, vuelve a condenarnos al ostracismo cultural, lingüistico e identificativo.
 
     Cierto es que del Canal 9 de hace 24 años al Nou de hoy hay mucha diferencia, demasiada diferencia. De "El show de Joan Monleón" y "Babalà" se fue pasando a "Tómbola" o "Tela marinera". En la actualidad, pocos programas se salvaban de la quema (¿"L´Alqueria blanca"?). Y los informativos, como ya he comentado, se habían convertido en "Nodos peperianos". Evidentemente, no se podía seguir así. No se debía seguir así.
 
     Una vez más, en lugar de actuar, de luchar, los valencianos hemos dejado que otros decidan por nosotros. Entre agotar las oportunidades de curación y desconectar la máquina hemos optado por la segunda opción. "Muerto el perro se acabó la rabia", pensarán muchos. Pero no. La muerte de este perro simboliza un nuevo fracaso de la sociedad valenciana en su conjunto. Y es responsabilidad también tuya y mía.
 
  

martes, 5 de noviembre de 2013

The Wild, The Innocent And The E Street Shuffle cumple 40 años





     El 5 de noviembre de 1973, hace justamente cuarenta años, se publicó el segundo disco de Bruce Springsteen. Llevó por título "The wild, the innocent and the E street shuffle" y se grabó entre los meses de mayo y septiembre en los 914 Blauvelt Sound Studios de Nueva York. Compuesto por sólo siete piezas se catalogó como LP al tener una duración total de casi 47 minutos.
 
     Escuché por primera vez este disco en 1988. Por aquel entonces tenía trece años y acababa de conocer al Boss por "Tunnel of love" y sus directos recogidos en aquella maravillosa caja titulada "1975-1985", en la que se había recopilado lo mejor de lo mejor de su primera década de conciertos. He de reconocer que la escucha de este segundo LP me dejó frío, muy frío. Durante años, fue uno de sus discos que menos escuché. No me decía nada. Por suerte, las personas solemos madurar con el paso de los años. Hasta que, tras sucesivas escuchas y el transcurrir de la vida, fue escalando posiciones dentro de la discografía del Boss y, a día de hoy, se ha convertido en mi disco preferido (junto a "Darkness on the edge of town").
 
     De la mano de Columbia, Jim Cretecos y Mike Appel, Springsteen nos dejó la máxima expresión de la música hecha arte, poesía y sentimientos a flor de piel. En mi opinión, el trabajo más cercano a la perfección que puede realizar un artista. Y todo ello a sus escasos 24 años de edad. Todo un prodigio de la naturaleza.
 
     "The E Street Shuffle" abre el disco con el sonido de varios instrumentos de viento embriagados a los cuales releva una endemoniada guitarra acompañada del bajo, la mandolina, el saxo y el acordeón. Bruce canta sobre los acontecimientos de la calle E, donde vivía el componente de su banda David Sancious, en Nueva Jersey. Curiosamente, de ahí tomó su nombre la famosa banda de acompañamiento del Boss, la E Street Band, aunque Sancious abandonó el grupo no demasiado tiempo después. El tema narra los bailes y los ligues de los adolescentes en los calurosos veranos.
 
     "4th Of July, Asbury Park (Sandy)" supone un paso en la maduración de los adolescentes, el momento en el que del deseo de diversión y desenfreno (de perseguir "a todo ese montón de vírgenes tontas de New York") se llega a un estado de mayor quietud en el que se siente la necesidad de decir que "esta vida del paseo marítimo se ha acabado y tú también deberías dejarla", para acabar con un "ámame esta noche y prometeré amarte siempre". En la canción se cita por primera vez a Madame Marie, una conocida pitonisa que trabajaba en pleno paseo marítimo de Asbury Park. Y lo hizo hasta no hace demasiados años.
 
     "Kitty´s Back", de más de siete minutos de duración, es una obra épica (musicalmente hablando) en el pleno sentido de la palabra. Una auténtica sinfonía llevada al rythm and blues de mayores quilates de la historia de la música. Sus numerosos giros y el estremecedor sonido de sus pianos, órganos y sus múltiples instrumentos de viento la han convertido en mi pieza favorita de toda la carrera del Boss (con el permiso de "Jungleland"). Su guitarra hiriente al inicio del tema nos anticipa lo que viene a continuación. Sus coros, más bien alaridos en ocasiones, le otorgan un toque dramático que pone los pelos de punta. La letra supone una continuación de la parábola del "hijo prodigo" que retorna destrozado y con "el rabo entre las piernas". No queda claro si se hace referencia a una gata o a una mujer. Cualquier tipo de interpretación en este sentido puede ser perfectamente válida.     
 
     "Wild Billy´s Circus Story" cierra la cara A en sus versiones LP y cassette. Cuenta las pequeñas historias que componen el día a día de los miembros del circo. Y no se deja a ningún personaje en el tintero. Es una balada cuyo ritmo, también dramático, viene marcado por la guitarra, el órgano y los instrumentos de viento. Bruce casi recita la letra.             




     "Incident On 57th Street", de casi ocho minutos de duración, abre la cara B. El piano y la punzante guitarra otorgan a la pieza un toque de solemnidad que poco a poco se irá diluyendo ante el órgano y el acordeón, quienes conducen la canción en la mayor parte del tema. Los coros y la batería de Vini "Mad Dog" López, el otro componente que abandonaría poco después la formación, marcan el ritmo. Al final se vuelve a la guitarra y al piano, a la solemnidad del comienzo. La letra narra la complicada relación entre un español (Johnny) y una puertorriqueña (Jane) en el mundo de navajas automáticas, prostitutas y dinero fácil al que se han visto abocados.
 
     "Rosalita (Come Out Tonight)" es uno de los temas estrella de la carrera discográfica del Boss. Toda una declaración de intenciones ante la protagonista femenina de la historia, cuya madre odia a su pretendiente "porque toco en una banda de rock and roll" y cuyo padre "sabe que yo no tengo dinero". El cantante se muestra como el libertador de su chica, a la cual pretende "requisar" de las garras de sus padres para hacerla suya y llevarla al sur de California, donde existe un café "donde tocan las guitarras toda la noche y todo el día". Los coros acompañan la voz de Springsteen, que se desgarra por momentos en su intento de convencer a Rosalita para que salga con él por la noche.
 
     "New York City Serenade" es la pieza que pone fin a un disco pletórico. Una balada de esas que apetece escuchar con las luces apagadas para no tener la tentación de perderse ningún detalle de la misma. Sus dos primeros minutos se desarrollan como si de música clásica se tratara. Los ocho minutos restantes componen otra sinfonía en la que los instrumentos y los coros entran y salen de la escena cuando así lo requiere la letra, que cuenta la relación imposible entre Billy y Jackie, una mujer cuyos temores e inseguridades echan por tierra la posibilidad de estar con el protagonista del tema (¿quizás el propio Bruce?).
 
     Como su predecesor, "Greetings from Asbury Park, NJ", "The wild, the innocent and the E street shuffle" recibió muy buenas críticas desde el principio, aunque vendió bastantes menos ejemplares que aquel. Algo que hace bueno aquello de que no siempre lo más vendido es mejor. Estamos, sin duda, ante un disco excepcionalmente elaborado, melódico, agitado, con solos de guitarra épicos y unos coros que lo mismo son guerreros como románticos. Un cóctel musical que, como el mejor vino, gana con el paso de los años. La combinación de temas rockeros y hasta bailables con otros mucho más realistas y personales (historias que construyen música desde la anécdota más simple) acabarían consagrando a Bruce Springsteen como el genio al que hoy todo el mundo idolatra.  
 
                        

lunes, 28 de octubre de 2013

Nowhere Boy. Sam Taylor-Wood. 2010. Reseña





     La figura de John Lennon no necesita presentación. O quizás sí si retrocedemos hasta 1955. Rodada en 2009, estrenada en Reino Unido y en EE.UU. en 2010 y en España en 2011, "Nowhere Boy" narra la traumática adolescencia del genio de Liverpool, el germen responsable de la formación de la desanfadada personalidad de uno de los músicos más grandes de la historia del rock and roll.
 
     El film nos presenta a un joven Lennon de tan sólo quince años de edad tan inteligente como rebelde, tan introvertido como sediento de vida y de acción. Ciertamente, un adolescente más preocupado por la bebida y el sexo que por los libros. Y no es para menos dada la situación en que se hallaba su vida por aquel entonces.
 
     John vivía en una familia conflictiva, sin padre, y entre dos mujeres diametralmente opuestas tanto en estilo de vida como en forma de educar al joven Lennon: su rígida tía Mimi, con quien se había educado hasta entonces; y Julia, su madre, una mujer que, como su hijo, busca vivir la vida de la mejor manera posible pese a los fantasmas que la atormentan. Fantasmas del pasado que irán interfiriendo en la vida cotidiana de los protagonistas de la historia.
 
     La historia que nos cuenta la película está basada en una biografía (Imagine This: Growing Up With My Brother John Lennon) escrita por Julia Baird, medio hermana de Lennon por parte de madre. Sobre ella, Matt Greenhalgh elaboró el guión definitivo que sería llevado a la gran pantalla. Un guión en el que el rock y las ganas de vivir salvarán a nuestro protagonista de caer no sólo en el olvido sino quizás también en la misma muerte en vida.
 
     Tras una decena de años alejado de su madre la relación entre ambos se irá estrechando a lo largo de la acción del film. Hasta el punto de ser ella quien enseñe al joven Lennon a admirar a la figura de Elvis Pressley y a tocar el banjo primero y la guitarra después. Poco a poco el adolescente irá comenzando una nueva vida en la que el rock será pieza central. Primero, con la formación de The Quarrymen, en la que irá poniendo a punto la maquinaria que luego explotaría con The Beatles.
 
     Aaron Johnson interpreta el papel del joven Lennon. Pese a su lejanía desde el punto de vista físico cabe destacar que sí llega a alcanzar esa mezcla de travesura y dolor que se le presupone a aquel. Y lo hace de forma admirable. Por contra, Thomas Brodie-Sangster, quien interpreta a Paul McCartney, sí guarda un gran parecido con el otro Beatle. Resulta muy curiosa la contraposición entre los jovenes John y Paul. Ambos, genios, se comportan de manera bien diferente en muchas de las situaciones, compartiendo, eso sí, su amor por la música. 
 
     Kristin Scott Thomas (tía Mimi) y Anne-Marie Duff (Julia, la madre) también contraponen sus actuaciones y sus puntos de vista en múltiples situaciones del metraje, lo que les valió a ambas sendas nominaciones a los Premios BAFTA por sus papeles secundarios. La rigidez y el milimetraje frente al desenfado y la improvisación. La represión frente a la libertad, quizás llevada al extremo. En mi opinión, sin duda, la frase de la película es la que pronuncia tía Mimi en referencia a su hermana Julia: "es de esa clase de mujeres que no pueden estar solas". Lo cual explica buena parte de los secretos que encierra la cinta.
 
     Seguramente no estemos ante una película formidable, pero sí ante un buen debut, el de la directora británica Sam Taylor-Wood. Y, sobre todo, ante una historia que hará las delicias de los fans, seguidores y curiosos que quieran conocer los orígenes de una de las mejores formaciones de la historia de la música. Porque la leyenda es de sobra conocida, pero no así el joven Lennon anterior a la formación de The Beatles. Y siempre merece la pena conocer el origen de los mitos... 
 
 
 
 
             

lunes, 21 de octubre de 2013

El príncipe destronado. Miguel Delibes. Destino. 1973. Reseña





     De vez en cuando es conveniente y necesario recuperar viejas obras de los grandes clásicos de la literatura española. Miguel Delibes estuvo cincuenta años publicando un sinfín de obras. La que me dispongo a reseñar fue escrita en 1973, justo hace cuarenta años. El genio de Valladolid escribió su undécima novela poco después de ingresar en la Real Academia Española de la Lengua, en el momento de su mayor apogeo literario.
 
     En ella cabe destacar, entre otros, dos aspectos que caracterizan también la mayoría de sus narraciones: el estricto realismo de cada una de sus páginas y el estudio milimétrico de la psicología de los personajes. Las 186 páginas que la componen narran un día en la vida de Quico y su familia, concretamente, el tres de diciembre de 1963. Salvo en un par de escenas (una en una tienda de la misma calle y otra en el médico) el escenario donde se desarrolla la acción se circunscribe a la casa familiar.
 
     La ambientación es formidable, destacando el mobiliario de la cocina, con el calentador de agua como gran estrella; diversos objetos, como el tocadiscos alrededor del cual los hermanos mayores de Quico bailan el twist; el lenguaje de los personajes; la manera en que los mayores guardan las apariencias; y la religiosidad imperante en la casa.
 
     Delibes nos cuenta los hechos acaecidos durante la jornada mediante un narrador externo en tercera persona. Este se centra en la figura de Quico, el gran protagonista de la acción. La familia es una de las acomodadas de la ciudad, llegando a contar hasta con tres asistentas (la Vítora, la Domi y la Seve). Quico tiene cuatro hermanos mayores y una menor (Cristina), la cual centra las atenciones de los mayores. De ahí el título, sin duda. Quizás la única crítica que le haría a Delibes respecto a esta novela es la excesiva madurez de su protagonista. Se nos dice que tiene tres años de edad, algo bastante difícil de entender por los diálogos, los pensamientos y las acciones del mismo.
 
     Básicamente, dividiría la obra en dos partes bien diferenciadas: mañana y tarde. La hora de comer marca el paso de una a otra. La pelea entre Papá y Mamá, en la parte central de la acción, nos explica algunos aspectos que hasta entonces no se habían aclarado, a la vez que nos presenta otros que serán desarrollados a continuación. El matrimonio, con seis hijos, algo nada extraño en aquella época, hace aguas desde hace tiempo. Pero, como se ha dicho más arriba, las formas y las apariencias debían ser guardadas de puertas hacia afuera.
 
     La llegada de los hermanos mayores de Quico, que ya han acabado las clases, otorga mayor variedad de temas a la trama. Incluso acelera la lectura de la obra (si bien estamos ante un libro de esos que se leen en dos o tres sentadas). La inocencia del pequeño marca muchas de sus acciones a lo largo de la novela. Si embargo, sus ansias de ser mayor le acercan a Juan, el más próximo a él en cuanto a edad. E incluso le llevan a querer formar parte de la educación de Cristina, que apenas cuenta con un año de edad. Eso sí, una de las partes más importantes de la trama es la que hace referencia al hecho de querer llamar la atención para reclamar el trono perdido con la llegada al mundo de la pequeña.
 
      Como buen descriptor de la realidad que fue el vallisoletano, aquí deja claros reflejos de la misma: el autoritarismo del cabeza de familia, la sumisión y el quemazón de una madre agobiada ante el hecho de tener que criar prácticamente sola (pese a disponer de la ayuda de sus tres sirvientas) a sus seis hijos, el despertar a la vida de los más mayores, las relaciones extra-matrimoniales como vía de escape a la triste realidad, la guerra en el norte de África, etc.
 
     En 1977 Antonio Mercero adaptó la novela al cine bajo el título "La guerra de papá", que fue interpretada por Lolo García, Teresa Gimpera y Vicente Parra, entre otros. Quizás muchos recuerden aquellas escenas en las que el pequeño y revoltoso Quico gritaba aquello de "mierda, cagao, culo". Pese a tener un gran éxito comercial en su día, basta una nueva revisión para pensar que está sacada del baúl de los recuerdos... 
 
 

lunes, 14 de octubre de 2013

La voz dormida. Dulce Chacón. Alfaguara. 2002. Reseña





     Un año antes de fallecer, a la temprana edad de 49 años, la extremeña Dulce Chacón escribió su novela más reconocida, por la cual recibió el premio Libro del Año, concedido por el Gremio de Libreros de Madrid en 2003. "La voz dormida" fue el resultado de cuatro años de reunir documentación, entrevistarse con personajes reales de todo el país y escribir una historia sobre la dura represión a la que fueron sometidas multitud de mujeres españolas durante los infames tiempos de la posguerra española.
 
     Estamos ante una novela histórica documentada con una precisión milimétrica, lo cual, narrativa y estilo aparte, la convierte en un documento de gran interés desde el punto de vista histórico. La prisión de Ventas y una pequeña pensión de la calle Atocha, junto a diversos escenarios extremeños, constituyen el ambiente en el que toman forma las diferentes historias individuales que componen la novela.
 
     La narración abarca, cronológicamente hablando, el período comprendido entre 1939 y 1963. Un narrador omnisciente palpitante y pasional, en ocasiones hasta desesperado, narra el innecesario sufrimiento de las mujeres republicanas en las cárceles franquistas. Un grupo de mujeres, con Hortensia, Reme, Tomasa y Elvira a la cabeza, enarbola la bandera de la libertad como única arma ante la humillación, la tortura y la muerte. Su dignidad y su coraje emocionarán en ocasiones - y exasperarán, en otras - a los lectores, quienes buscarán en el texto más información sobre las protagonistas: cómo llegaron a la prisión, por qué, cómo viven el día a día en su estado de privación de libertad y, sobre todo, cómo acabarán.
    
     Chacón divide la historia en tres partes. En la primera, que consta de treinta y cinco capítulos, se recrea en los personajes, a los cuales caracteriza con gran detallismo, sobre todo psicológico, y en los espacios o ambientes. El tiempo transcurrido en estas primeras páginas es muy breve, a diferencia de lo que ocurrirá en las siguientes. En mi opinión, es la parte más complicada de leer. En ocasiones cuesta reconocer a cada mujer en la narración, lo cual puede llegar a agobiar o cansar al lector.
 
     La segunda parte es la más breve, pues tan sólo se compone de dieciocho capítulos. La figura de Hortensia cobra el mayor protagonismo. Conocemos su sentencia, y también que vivirá sólo hasta que su hija nazca. Su fusilamiento marca el final de esta parte y el punto de inflexión en el resto de personajes, cuya suerte será bien dispar.
 
     La tercera parte - y definitiva - consta de treinta y dos capítulos. Son las páginas de mayor interés de la novela ya que el tiempo se acelera más si cabe (ya en la parte central ha tomado una mayor velocidad) y viviremos hasta dieciocho años de la vida de Pepita y Jaime, recluido en Burgos durante un período de dieciseis años.
 
     Personalmente, el personaje con el que más he conectado ha sido Pepita. Emigrante cordobesa, se instala en la pensión de la calle Atocha para estar cerca de su hermana Hortensia, presa en Ventas. Su historia de amor con "El chaqueta negra" y su relación con su sobrina-hija constituyen el punto central de la trama, sin desdeñar la relación entre la propia Hortensia y Felipe.
 
     En 2011 la historia fue llevada al cine por Benito Zambrano como director y María León, Marc Clotet e Inma Cuesta como principales intérpretes. Como la novela, trata una historia en la que se mezclan elementos tan importantes e interesantes como el amor, la libertad, la dignidad y la represión franquista. Una historia que la propia Dulce Chacón no dudó en dedicar "a quienes se vieron obligados a guardar silencio".
 
 

lunes, 7 de octubre de 2013

La predicción del astrólogo. Teo Palacios. Ediciones B. 2013





     Como su propio autor reconoce en los agradecimientos de esta obra, escribir una novela histórica es complicado. Y más todavía si se desea que el resultado final sea lo más aproximado posible a la que fue la realidad de la época tratada. La Sevilla del siglo XI, las taifas, los reinos cristianos y el imperio almorávide son temas de gran dificultad, pues no se conocen demasiadas obras documentales que permitan profundizar demasiado.
 
     Todo ello conlleva tomar una serie de decisiones nada fáciles. En el caso concreto de "La predicción del astrólogo" Teo Palacios decidió, dado que su proyecto era escribir una novela y no ejercer de historiador, acompañar a los personajes reales de otros ficticios que sirvieran para explicar de forma práctica la teoría extraída de sus estudios sobre la época en cuestión. Sin duda, todo un acierto. 
 
     La novela narra uno de los siglos más apasionantes de la historia de nuestro país. Los reinos de taifas, los reinos cristianos del norte y las amenazas del norte de África fueron el caldo de cultivo de alianzas inverosímiles, traiciones desgarradoras, asesinatos viles, guerras sinsentido e intrigas palaciegas diarias. Pero, si hay unas palabras que definen mejor todo lo que Teo Palacios nos cuenta en su obra son, sin duda, venganza y violencia.
 
     Debido a que en la novela se describe de forma minuciosa la historia del reino de Sevilla durante más de medio siglo (1040-1092) es de lógica que algunos de los personajes vayan desapareciendo de la acción, siendo ocupado su lugar por otros más jóvenes. Por ello, creo acertada la decisión de contar la historia a través de cuatro partes bien diferenciadas. En la primera (1040-58) se centra la acción en Ibn Ammar, uno de los poetas más conocidos del siglo XI sevillano; Al-Mutammid, segundo hijo del rey Al-Mutadid, que introduce al poeta en la corte sevillana; e Ibn Zaydun, poeta y consejero del rey y principal enemigo de Ibn Ammar.
 
     En la segunda parte de la historia (1059-70) cobran protagonismo, además de los anteriormente citados, Itimad, esposa de Al-Mutammid; Al-Zarqali, matemático y astrólogo toledano; y Husaam, apodado Halcón Gris. En la tercera (1072-88), entra en escena Abu Becr, hijo de Ibn Zaydun, que seguirá la última voluntad de su padre, siendo el peor peligro para Ibn Ammar. 
 
     No obstante, sin duda, la gran sorpresa la encontramos en la cuarta parte, que se desarrolla en el imperio almorávide entre 1057 y 1086. A diferencia de las partes anteriores, contadas en tercera persona, aparece narrada en primera persona. Desarrolla las peripecias en el norte de África de Ibn Abdún, ceramista de Silves y sobrino de Ibn Ammar, secundario hasta entonces en la narración pero nexo de unión de muchas de las historias contadas con anterioridad.
 
     La poesía, el ajedrez y los rompecabezas que forman parte del tablero de las alianzas y las intrigas de la época están perfectamente pintadas en las páginas de "La predicción del astrólogo". Los personajes se nos muestran reales (lo sean o no) merced a una magnífica caracterización, lo mismo que ocurre con los ambientes en los que se desarrollan las distintas escenas. Ello hace posible que la novela de Palacios sea recomendable para todo tipo de público.
 
     Como único pero a este gran libro haría referencia a algunas faltas de ortografía y discordancias entre femenino-masculino y singular-plural. Ediciones B haría bien en cuidar estos aspectos en sucesivas ediciones (que, sin duda, las habrá, pues bien las merece su autor).
 
       

jueves, 3 de octubre de 2013

Tierra de libélulas. El desentierro. Ramón Cerdá y Nacho Ruipérez. Pre-edición limitada. 2013. Reseña





     Escribir un guión cinematográfico a partir de una novela es la manera habitual de hacer las cosas. O, al menos, la conocida. Pero a Ramón Cerdá le gusta innovar. Tanto que, junto al director Nacho Ruipérez, ha puesto en funcionamiento un novedoso proyecto consistente en novelar un guión cinematográfico de un film todavía no rodado. En efecto, Cerdá adapta a novela, bajo el título de "Tierra de libélulas", el guión original de "El desentierro", de Ruipérez, director de "La victoria de Úrsula" y "La ropavejera".
 
     La adaptación incluye el cambio en el título, que, eso sí, conserva como subtítulo el original de Ruipérez. Sin embargo, no todo queda ahí. En la pre-edición que acaba de presentar (la edición definitiva saldrá en octubre de 2014, justamente en un año), incluye la reproducción de las primeras páginas del guión original, fotografías de algunas de las localizaciones del film proyectado y hasta tres finales diferentes de la historia. Como es de esperar, la edición del año próximo contendrá un único final.
 
     Según el novelista y el director, ambos han disfrutado al máximo de esta experiencia única y hasta ahora desconocida. El escritor ha recibido del director total libertad de creación, con lo que los personajes y la historia han crecido y madurado, hasta el punto de evolucionar hasta un final diferente al inicialmente previsto por Ruipérez.
 
     El título, "Tierra de libélulas", encierra una de las diferencias principales entre el guión y la novela, y viene de la afición de Cerdá por titular sus obras con nombres de animales (mariposas, moscas, abejas, hormigas, etc). No obstante, las libélulas adquieren gran importancia en la obra reseñada.
 
     El argumento sí es común en ambos proyectos: Jordi regresa a su pueblo de nacimiento veinte años después de su partida tras recibir la angustiada llamada de su primo Diego. Su padre acaba de fallecer y su madre se encuentra en un coma irreversible a causa de un fatal accidente de tráfico. La tragedia actual recuerda en cierta medida a otra acaecida dos décadas antes. No obstante, ambas podrían estar relacionadas.
 
     Cuando ya se disponía a volver a Barcelona Jordi decide quedarse en el pueblo e investigar la muerte de su propio padre. Unas extrañas libélulas, un club de carretera abandonado y un mendigo que lo habita en la actualidad le hacen retornar junto a su primo y tratar de averiguar la verdad sobre su padre. "Tierra de libélulas. El desentierro" es una historia de negocios fraudulentos, manipulaciones, corrupción, pasiones desenfrenadas y personajes enigmáticos. Como en todos los thrillers, la verdad es diferente a lo que tenemos ante nuestras narices y el paso de las páginas nos traerá diversas sorpresas, no todas agradables precisamente.
 
     Jordi y Diego desenterrarán algo más que sus propios recuerdos, descubriendo aspectos de sus vidas y las de sus padres que quizás habrían preferido no llegar a conocer jamás. Sin embargo, una vez han comenzado a andar por ese camino ya no hay marcha atrás, por lo que deberán vencer a sus propios fantasmas y a otros rivales mucho más peligrosos, los cuales pondrán en serio riesgo sus vidas.
 
       La inclusión de los tres finales a partir de un común momento divisorio (al más puro estilo Stephen King) me parece una idea que, no siendo novedosa, podría comenzar a utilizarse de manera más continuada. ¿A quién no le gustaría poder elegir el final que crea más conveniente para cada historia? A mí sí. Si el autor te hace disfrutar con la lectura de su obra y, además, te prepara varios finales diferentes, dándote la opción de elegir, te puedes sentir incluso más cercano al escritor y a los personajes de la historia en cuestión. Esta cuestión sería objeto de un interesante debate, sin duda, pero será en otra entrada bloguera. De momento, leed esta pre-edición de "Tierra de libélulas". No os defraudará.
 
 

lunes, 23 de septiembre de 2013

Un bronce decepcionante pero meritorio





     Cuando un equipo viaja a en campeonato que ha ganado las dos últimas veces y regresa a casa con una medalla de bronce la decepción suele ser la nota más característica. Pero en muchas ocasiones ni lo bueno es tan bueno ni lo malo es tan malo. Estos chicos nos han acostumbrado tan mal (o tan bien) durante los últimos años que el hecho de no triunfar puede hacer parecer un fracaso algo que realmente no lo es.
 
     Cierto es que la selección española de baloncesto se ha mostrado demasiado irregular en el Eurobasket 2013. Ha jugado once partidos y ha perdido cuatro (contra Eslovenia, Grecia, Italia y Francia), algo impensable a priori. Sin embargo, más que demérito de los jugadores españoles, creo que perfectamente se puede achacar este hecho a la nefasta actitud de la FIBA a la hora de organizar este tipo de campeonatos.
 
     Demasiados equipos y demasiados partidos, más de la mitad de ellos total y absolutamente intranscendentes, han convertido la mitad del campeonato en un soberano aburrimiento más allá de los pocos estudiosos del tema baloncestístico. Todos sabemos, los equipos y los jugadores también, que cuando de verdad se juegan el ser o no ser es en el cruce de cuartos. ¿Para qué tantos equipos y tantos partidos si a la hora de la verdad son los mismos los que van a jugarse las medallas? Para muestra, tres botones: Francia, la selección campeona, se va con el oro tras haber perdido tres partidos (Alemania, Lituania y Serbia); Lituania, la subcampeona, cayó ante Serbia, Bosnia y Francia; y Serbia, séptima clasificada y eliminada en cuartos, ha ganado a los dos finalistas del torneo.
 
     Personalmente, me atraían muchísimo más los torneos de hace un par de décadas (quizás, no tanto). En aquella época todos los partidos eran interesantes. Participaban las dieciseis mejores selecciones, había menos partidos y los finalistas eran los que más partidos habían ganado durante el campeonato. En aquellos campeonatos una derrota condicionaba a ese equipo durante todo el torneo. Creo que era todo mucho más lógico. Y también emocionante. Pero la FIBA busca el negocio. Reunir a personas de muchas nacionalidades diferentes durante tres semanas (una barbaridad, desde luego) para llenar la saca es su objetivo principal. Y hasta eso hace mal. ¡Qué pena ver los pabellones vacíos durante todo el campeonato! Excepto cuando jugaba Eslovenia, claro. En fin, ellos mandan. Pero con su actitud y su sistema de competición sólo están consiguiendo aburrir hasta a las ovejas. Ellos mismos. Pero centrémonos en nuestra selección.
 
     Bronce, sí. Decepcionante, también. Pero si echamos un vistazo a las estadísticas podremos ver que España ha tenido el mejor ataque (78,3 puntos por partido, por encima de los 78,1 de Francia, los 78 de Grecia o los 74,6 de Italia) y la mejor defensa del campeonato (62,8 puntos por partido, por delante de los 68 de Lituania, los 71,5 de Eslovenia y los 71,6 de Francia). Es decir, que la actitud de los jugadores está fuera de toda duda, tanto en defensa como en ataque. Algo que queda demostrado con otros tres datos demoledores. España ha sido la tercera máxima reboteadora (38,7 por partido, sólo superada por Croacia, con 40,6, y Eslovenia, con 40,3), la que más balones ha robado (¡7 por partido!) y la cuarta en perder menos balones (11,8 por partido, por 11,6 de Francia, 10,8 de Italia y 10,7 de Eslovenia). 
 
     ¿Qué ha fallado entonces para no regresar a España con el ansiado oro? Pienso, desde mi modesto punto de vista, que básicamente han fallado estos aspectos:
1- el equipo no ha sabido jugar los minutos decisivos de los partidos igualados. Los cuatro partidos perdidos han sido los únicos que han llegado a los minutos finales muy igualados (Eslovenia, Grecia, Italia y Francia). Los dos últimos se resolvieron en las prórrogas.
2- los jugadores no han sabido matar, deportivamente hablando, esos cuatro partidos. En los cuatro se llegó al último cuarto con ventajas más o menos amplias en el marcador. Ventajas que se diluyeron como el azúcar en el agua a partir de malas decisiones y pérdidas de balón que se deberían haber evitado. Sobre todo cuando es el rival el que debe arriesgar para recuperar el terreno perdido.
3- la excesiva dependencia de Marc Gasol, probablemente el mejor pívot del mundo. Las diferencias de puntos encajados y convertidos cuando no estaba en pista han sido alarmantes, demostrando que no había las suficientes alternativas defensivas y atacantes. Siempre he pensado que por muy bueno que sea un jugador el juego no puede pasar por él siempre. 
4- la falta de un cuatro tirador (tipo Garbajosa). Aspecto básico en los éxitos del pasado que, por desgracia, ha perdido este equipo. Ni Claver ni Aguilar ni Gabriel son ese jugador clave en los esquemas de una selección que quiere ganar el oro. Y eso que los tres, cada uno en sus facetas, han estado a un gran nivel en este campeonato. Lástima que Mirotic no quisiera apuntarse a esta selección.
5- falta de fluidez en los ataques decisivos de los partidos. Y repetición hasta la saciedad de movimientos como el pick and roll. Las defensas pueden adelantarse a un equipo que casi siempre ataca igual, señor Orenga.
 
     En definitiva, que no conviene dramatizar nunca. Y menos cuando el equipo ha dado casi todo lo que tiene. Las ausencias de Pau Gasol, Navarro, Ibaka y Reyes se han notado. Con ellos todo habría sido diferente. Por eso mismo, debemos valorar lo que ha conseguido un equipo con cuatro caras nuevas (un tercio del equipo) y con varios jugadores ejerciendo un rol hasta ahora distinto (véase el ejemplo de Claver, que ha pasado de calentar banquillo a salir de titular). Lo más esperanzador de todo: que sin Gasol, Navarro e Ibaka se ha ganado una medalla en un campeonato, algo muy meritorio. Y, de entrada, el reto era enorme. Sólo la antigua URSS y la antigua Yugoslavia han sido capaces de ganar tres oros continentales seguidos. Y ni la URSS ni Yugoslavia existen ya.
 
     Además, más vale un bronce en el cuello que una coz en la cara...