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miércoles, 3 de diciembre de 2014

25 años sin Fernando Martín: del hombre al mito





     Recuerdo perfectamente aquella tarde. Yo tenía 14 años, estaba loco por el deporte en general y el baloncesto en particular. Me disponía a ver el partido de la ACB entre el Real Madrid y el CAI de Zaragoza. Cuando TVE conectó con el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid para el previo del encuentro dieron la noticia: un jugador del Real Madrid acababa de fallecer en accidente de tráfico camino del partido. Las primeras informaciones eran confusas. No se sabía a ciencia cierta la identidad del fallecido. Se especuló con que fueran Fernando Romay o Quique Villalobos.

     A los pocos minutos se hizo oficial: Fernando Martín, el primer español en jugar en la NBA - y el segundo europeo - había muerto al estrellarse con su Lancia Thema en la M-30. Iba a recoger a Villalobos para ir juntos al Palacio. Sus dolores de espalda le impedían jugar aquel partido, aunque iba a estar en el banquillo para animar a sus compañeros. Pero no llegó.

     Aquella tarde fue larga, muy larga. Nadie podía creer lo ocurrido. El partido fue suspendido y en una silla del banquillo madridista apareció la camiseta con el número 10, el de Martín, y una rosa. La gente que había acudido al pabellón lloraba desconsolada al conocer la noticia. En aquella época, sin internet ni teléfonos móviles, era más difícil enterarse de las noticias. Casi todos supieron lo ocurrido allí mismo. Las escenas vividas, con TVE en directo, fueron realmente emocionantes. Pronto hubo conexiones con el lugar del accidente. El ocupante del vehículo contra el que chocó Martín estaba grave. Al final sobrevivió y pudo volver a su vida normal, aunque pasó una temporada en el hospital a causa de las heridas.

     En la televisión se sucedieron, durante la tarde y la noche, imágenes de partidos y jugadas de Fernando Martín. Con el Estudiantes, con el Real Madrid, con los Portland Trail Blazers y con la selección española. El baloncesto en aquella época había alcanzado casi al fútbol en índices de popularidad y seguimiento. Estaban muy frescos los éxitos del equipo nacional - como Antonio Díaz-Miguel siempre decía - en los últimos tiempos: la plata olímpica en Los Angeles 84 y la plata europea en Nantes 83. Además, el propio Martín había estado en la NBA hasta hacía apenas dos años y medio. Era el jugador europeo más conocido del momento - junto a Sabonis y Petrovic, que también moriría en accidente pocos años después tras jugar en el Real Madrid y en los Portland Trail Blazers entre otros - y el país quedó en estado de shock.

     A su entierro acudieron representantes de todos los clubs e instituciones deportivas del país, entre ellos jugadores del FC Barcelona como Epi y Audie Norris, su gran rival en la pista, con quien había dirimido duelos épicos. El norteamericano apenas pudo disimular las lágrimas. Sus compañeros de selección y del Real Madrid estaban si cabe más impactados por su repentino y trágico fallecimiento. Sobre todo su hermano, Antonio, quien se convirtió en el gran protagonista de las ceremonias.

     Fernando Martín nació 27 años antes en Madrid. Deportista nato, despuntó en el colegio en balonmano y en natación (llegando a proclamarse campeón de Castilla en su categoría hasta en cinco ocasiones), aunque su vida fue el baloncesto. En 1977 llegó a las categorías inferiores del Estudiantes. Debutó en la ACB en 1979 de la mano del conjunto estudiantil, con el que llegó a la titularidad siendo todavía junior y se proclamó subcampeón de la competición en la temporada 1980-81. Ese mismo año debutó también con la selección absoluta de la mano de Díaz-Miguel. Y, como en tantos otros casos a lo largo de la historia, el Real Madrid se hizo con los servicios de la joven perla estudiantil.

     En el Real Madrid consiguió los títulos ligueros de 1982, 84, 85 y 86, las Copas de 1985, 86 y 89, la Recopa europea de 1989 y el Mundial de Clubes de 1982. Ese mismo año se proclamó subcampeón de la Copa de Europa. Se convirtió en el mejor pívot español de la época - y en uno de los mejores de Europa - pese a sus escasos 2,05 de estatura. Poco en comparación a los Romay, Sabonis, Tachenko y compañía. Su manera de jugar, su garra y su lucha hizo que se fijaran en él varios ojeadores de la NBA. 

     En 1986 se convirtió en el primer español en jugar en la NBA. Las lesiones y la poca confianza que por aquel entonces tenían en los foráneos los entrenadores estadounidenses hicieron que su estancia en Portland fuera bastante poco exitosa. Jugó 24 partidos, distribuidos en 146 minutos, en los que anotó 22 puntos y capturó 28 rebotes. En 1987 retornó al Real Madrid, con el que consiguió la Copa del Rey y la Recopa de Europa de 1989. El Barcelona de Epi, Solozabal y Norris reinaba en la España baloncestística del momento.

     El 3 de diciembre de 1989, hace hoy 25 años, murieron la persona y el jugador. Pero nació un mito: el del mejor jugador de la historia del baloncesto español - hasta la llegada de Pau Gasol -, el del eterno 10 blanco. Nadie más ha lucido el número 10 en la camiseta del Real Madrid. Más allá de sus éxitos y logros, Fernando Martín formó parte de una generación, de la que fue su líder, que tendió el puente que ha servido al baloncesto español actual para lograr medallas y títulos hasta hace poco impensables. El baloncesto de este país no sería el que es de no ser por figuras como la de Fernando Martín. ¡Que viva el ba-lon-ces-to!     

         

miércoles, 20 de abril de 2011

La final de Copa, a 120 decibelios de vergüenza

     Hoy es el gran día. La gran final de la Copa del Rey de fútbol se juega esta noche en Mestalla. Barcelona y Real Madrid protagonizan la gran fiesta del fútbol español. ¿Protagonizan?¿Gran fiesta? Eso es lo que debería de ser hoy, ¿verdad? ¡Pues va a ser que no! La politización del deporte en general y del fútbol en particular empieza a repugnarnos a quienes de verdad amamos el deporte. Y, además, lleva camino de provocar algún día una desgracia. Y no quiero ser agorero.

     Hoy se debería hablar de fútbol, de deporte, pero no es así. Parte de los aficionados del Barça espera con ansias los prolegómenos del partido para pitar al himno español, algo que supone una grave falta de respeto hacia Su Majestad el Rey, hacia el rival, y hacia el resto del país. Por desgracia esto viene ocurriendo desde hace muchos años ya sin que nadie haga nada para remediarlo. Incluso, se llega a justificar como un acto democrático de libertad de expresión.

     La respuesta de los madridistas no se ha hecho esperar. Se ha incitado a sus seguidores a enarbolar las banderas de España (no las del equipo al que se supone deben animar) y a cantar "a muerte" el himno español. Esto, sin duda, supone una grave provocación hacia el rival y otra falta de respeto hacia el resto del país. Los madridistas se apropian de una bandera que es de todos los españoles y no solamente suya.

     Por si todo esto fuera poco, faltaban por aparecer los valencianistas. Resulta que el sábado juegan en Mestalla el Valencia y el Real Madrid. Como el Real Madrid gane esta noche la Copa el Valencia deberá hacerle el pasillo de honor al conjunto merengue el sábado como acto de cortesía y de reconocimiento. ¡Y una mierda! Los valencianistas no quieren que haya pasillo de honor. Así que, ¡todos con el Barça!

     Y para completar el pastel, la guinda. La Federación Española de fútbol, para curarse en salud, decide que el himno español ha de sonar a 120 decibelios para que no se escuchen los pitidos de esa parte de la afición culé. Quienes hemos asistido alguna vez a alguna mascletà fallera, seamos o no valencianos (pues a las Fallas viene gente de toda España y de todo el mundo), sabemos que 120 decibelios es lo que nuestros oídos deben soportar en la parte final de la misma, denominada terratrèmol (terremoto en castellano).

     Sabemos, por añadido, otras tres cosas más: que nuestros cuerpos retumban a cada petardazo como si nos dieran un puñetazo en el estómago, que en los segundos posteriores nos cuesta escuchar con claridad y que el terratrèmol dura escasos segundos. Por tanto, tenemos bien claro que escuchar entero el himno español a 120 decibelios durante un par de minutos se puede convertir en un auténtico suplicio para las más de cincuenta mil personas que van a asistir a tan magno evento. De esta manera, los españoles viviremos esta noche dos acontecimientos que nada tienen que ver con el deporte. TVE y Federación Española de fútbol censurarán el sonido ambiente y provocarán que más de uno haya de visitar con prontitud a un especialista para tratar de restaurar su dañado oído.

     Y digo yo, si de verdad los aficionados madridistas van a cantar el himno español y solo van a pitar algunos culés, ¿no quedarán ahogados estos pitidos entre los cánticos de todo el resto del estadio? ¿Para qué demonios hace falta dejar medio sordas a más de cincuenta mil personas? ¿Lo importante no es que haya un gran espectáculo en el césped y que gane el mejor? ¿Por qué no dejamos de una puñetera vez de politizar el deporte de esta manera? ¿Por qué hace falta un dispositivo de seguridad sin precedentes, compuesto por más de 2500 policías, para un partido de fútbol? ¿Por qué la prensa deportiva no se limita a hablar de fútbol? ¿Tendrá que morir o resultar herido alguien para que todos reflexionemos sobre todos estos temas?

     Lo que va a ocurrir esta noche en Mestalla va a tener repercusión mundial. Un Madrid - Barça es seguido en todo el planeta. Es el partido de los partidos. Más todavía tratándose de una final. Hay medios de todo el planeta cubriendo algo que debería ser un espectáculo deportivo. Y el mundo va a poder ver, una vez más, que "Spain is different". Y lo va a poder escuchar a 120 decibelios. ¡Para vergüenza de todos los españoles!