Cuando en diciembre de 2012 la psicóloga clínica francesa Agnès Martin-Lugand autopublicó en la plataforma digital Amazon su primera novela, La gente feliz lee y toma café, nadie podía pensar el fenómeno en que se iba a convertir aquella historia de pérdida, duelo y reconstrucción personal. En pocas semanas la novela alcanzó los primeros puestos en las listas de venta de la conocida página y pronto una editorial tradicional apostó por editarla en papel en todo el país. Su éxito en Francia conllevó la traducción a varios idiomas más, entre ellos el castellano, y pronto podremos ver una adaptación a la gran pantalla gracias a una coproducción internacional.
La novela comienza con la conmoción desatada por la muerte de Colin y Clara, esposo e hija de la protagonista del libro, Diane, copropietaria del café literario La gente feliz lee y toma café. Afincada en uno de los conocidos barrios de París, solo la mantiene a flote la ayuda de su mejor amigo, un homosexual de nombre Félix que se convierte en su ángel de la guardia. Su familia y la de su marido no entienden cómo Diane se sume en el pozo en que se mantiene ya un año después del fatal accidente que la dejó sola en la vida. Ante tal situación, sintiéndose incomprendida y agobiada por su círculo familiar, decide huir de París. El pequeño pueblo de Mulranny, en la costa oeste de la República de Irlanda, lugar al que siempre había querido ir de vacaciones su fallecido esposo, es su destino.
Entre su equipaje, fotos familiares, la colonia de su hija y algunas prendas de su marido, además de su propia ropa y algunos libros tomados prestados de su café literario. Félix se queda al cargo del mismo, algo que ya había comenzado a hacer tras el accidente y el hundimiento de su amiga. La acomodada situación económica de Diane y la entrega de su amigo y socio le permiten esa huida de la realidad y la inhibición laboral respecto a su ocupación anterior.
En Mulranny Diane comenzará a sentirse extraña. Es consciente de que no está en su casa, aunque tampoco en ella se había notado cómoda tras el trágico suceso que había puesto patas arriba su existencia. Sin embargo, poco a poco irá conociendo los alrededores de su cottage y a sus pocos vecinos. El más cercano, sobrino de sus caseros, la sacará muy pronto de sus casillas debido a su agrio carácter y a sus violentos gestos hacia ella. No obstante, se sentirá atraída hacia él, hasta el punto de decidir hacerle la vida imposible. Edward se convierte, así, en alguien en quien descargar su ira, su odio, sus frustraciones.
Con el tiempo, sabremos que también Edward tiene en su haber una serie de condicionantes que le han convertido en alguien huraño, salvaje y antipático. Lo cual nos descubrirá, de forma progresiva, a un personaje nuevo que se nos hará entrañable y que querremos ir conociendo con mayor profundidad. La relación entre los vecinos cambiará desde un suceso inesperado y la novela nos conmoverá, emocionará y hará que no nos separemos de ella hasta su finalización. Las almas humanas de sus protagonistas serán diseccionadas hasta hacer encajar todas las piezas que componen el puzzle de cada uno de ellos.
Al cerrar el libro cuesta despedirse de sus personajes. Su mensaje, directo al corazón del lector, nos hace ver la vida de manera diferente. La vida misma se nos muestra como un regalo que debemos aprovechar durante cada minuto. El viaje interior y exterior que emprende Diane para superar el peor momento de su vida nos arrastra con ella. Su historia es una lección que queremos (y debemos) aprender. Y además es un libro que se lee de forma rápida debido a su lenguaje directo, sus escasas descripciones y sus ágiles diálogos, convirtiéndolo en una montaña rusa de sensaciones y emociones de la cual no queremos bajar.
El único "pero" que le pongo a La gente feliz lee y toma café es que en determinados momentos es un poco predecible. Lo cual se vuelve a su favor a la hora del desenlace. No, no estamos ante la típica novela romántica que acaba con la manida frase de ...y fueron felices y comieron perdices. Más bien, ante una introspección, una reflexión profunda sobre la facilidad con la que a veces buscamos un clavo que quite otro clavo. Sobre la extrema dificultad - pese a ser algo totalmente necesario - que conlleva coger el toro por los cuernos y tomar nuestras propias decisiones, analizando los pros y las contras de las situaciones.
En definitiva, La gente feliz lee y toma café es una novela adictiva, original y ágil, de las que se leen en una sentada (o dos, dependiendo del tiempo disponible), que nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas. Resulta difícil abordar su lectura sin un cigarrillo y una taza de café como compañeros - quien la haya leído ya sabe a qué me refiero - y nos deja un buen sabor de boca. Aunque también, quizás, con el mono de saber más sobre ciertos aspectos que, como en la vida misma, en ocasiones quedan sin cerrar de forma definitiva...