LIBROS

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lunes, 22 de febrero de 2021

Conversaciones con un verdugo. Kazimierz Moczarski. Alba Editorial. 2008. Reseña

 




        Existen libros que, desde el principio, se convierten en auténticos testimonios históricos de gran valor documental, tanto para estudiosos del tema en cuestión como para simples curiosos. El presente volumen, editado por Alba en 2008, es uno de ellos. Tanto por el objeto de estudio, Jurgen Stroop --teniente general de las SS encargado de la liquidación del gueto de Varsovia tras vencer la heroica resistencia judía en 1943--, como por su autor, Kazimierz Moczarski --antiguo miembro de la resistencia polaca que en el pasado planeó un frustrado atentado para asesinar al temible SS--. ¿Cómo y cuándo se encontraron ambos? En la cárcel de Mokotow, en Varsovia, después de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en 1949. ¿Por qué? Porque el SS estuvo recluido allí durante el juicio y hasta su muerte, ahorcado en un cadalso fabricado en el antiguo gueto judío, en 1952; y porque el resistente polaco fue condenado a diez años de prisión por los comunistas. ¿Coincidieron por casualidad? ¿Se hizo así a propósito? ¿Quizás para hacer de la existencia en la cárcel una experiencia mucho más desagradable para ambos?


    Sea como sea, el largo encierro en común permitió a Moczarski escuchar de primera mano muchas confesiones por parte del nazi. Algunas, verdades inconfesables; otras, mentiras y fanfarronadas. Con todo el material que consiguió una vez fue liberado y los recuerdos de muchas de esas conversaciones, compartidas con un tercer acompañante en el celda, el teniente Gustav Schielke, policía y archivero, Moczarski construyó un relato que ilustra a la perfección la maldad del régimen nacionalsocialista y la creencia y la fe ciega que en él tuvo muchísima gente. Demasiada. Entre ella, el propio Stroop. Conversaciones con un verdugo fue apareciendo en forma de serie en la revista Odra entre 1972 y 1974. Sin embargo, no apareció como libro hasta 1977, dos años después del fallecimiento de su autor (1975). Hubo que esperar hasta 1992 para poder leer una publicación del mismo sin ningún tipo de censura. Como el libro que Alba nos presentó en el referido 2008.      


    El texto está formado por 26 capítulos de diferente extensión --entre 5 y 30 páginas-- dedicados a momentos de la vida de Stroop. Desde su niñez en Detmold (Renania, 1895) hasta su ahorcamiento en Varsovia (1952). Desde su voluntariado en un batallón de infantería en el Ejército Alemán durante la Primera Guerra Mundial, en el que alcanzó el grado de sargento y fue condecorado con la Cruz de Hierro de Segunda Clase y con la Medalla de Herido (de tercera clase), hasta su crucial papel en la Segunda Guerra Mundial, cuando alcanzó el grado de teniente general de la SS y aplastó la resistencia judía del gueto de Varsovia --recibiendo por ello la Cruz de Hierro de Primera Clase-- antes de ser trasladado a Grecia y de regresar a Wiesbaden, donde permaneció hasta la derrota alemana en la contienda. En el período de entreguerras fue escalando en las infraestructuras nazis y subiendo de grado en el escalafón militar, llamando siempre la atención de Hitler, Himmler y Goering.


    Obviamente, tres cuartas partes del libro están dedicadas a las acciones de Stroop durante la Segunda Guerra Mundial. No en vano, fueron estas las que motivaron su doble condena a muerte -- primero en el juicio de Dachau, conducido por los estadounidenses, y después en el de Varsovia-- por ejecuciones ilegales de tropas aerotransportadas estadounidenses en Alemania, donde fue detenido en 1945 por el ejército de los EE. UU., y por asesinato, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad en Polonia. Tras todos estos crímenes subyace su lealtad inquebrantable al Tercer Reich y a sus líderes. Un ejemplo más sobre cómo la ideología nacionalsocialista caló de manera tan honda en gran parte de la ciudadanía germana en el período de entreguerras y durante la Segunda Guerra Mundial. A través de las conversaciones con Moczarski, Stroop deja clara su creencia y su fe ciega en una victoria que no negó ni en los últimos días de la contienda, cuando la derrota estaba tan cercana que parecía ya imposible no verla.


    Los capítulos centrales tratan de la aniquilación del gueto judío de Varsovia, acaecido entre abril y mayo de 1943. En apenas un mes fueron aniquilados más de setenta mil judíos polacos y el barrio varsoviano que albergaba el gueto quedó convertido en un desierto plagado de escombros. El propio Stroop, que cumplió a la perfección las órdenes de Himmler, cuenta que quedó sorprendido ante las heroicas acciones judías durante aquellos veintiocho días de sublevación: eran personas muy decididas, temerarias, fuertes e ingeniosas. Sus refugios eran estupendos, con sus túneles, sus galerías, sus respiraderos, sus despensas, sus arsenales, sus letrinas y sus escondrijos, e incluso con laberintos para confundir al enemigo. ¡Y qué sistemas de ventilación y calefacción tan ingeniosos! En efecto, lo que hizo que la aniquilación del gueto tardara tanto en consumarse fue, al margen del hecho de que para los judíos era cuestión de vida o muerte, la construcción de una especie de ciudad subterránea bajo las calles del barrio. 


    Los que quedaban en el gueto eran los judíos más astutos y, además, se habían dotado de una organización militar y política, cuenta Stroop. Y es cierto. En 1942 se había creado la ZOB --Organización Militar Judía--, al mando de la cual estaba Mordejai Anilevich, que mantenía contactos tanto con los partisanos de los alrededores de la capital polaca como con el Armia Krajowa, el Ejército de Resistencia Polaco --también llamado Ejército del Interior--. Así, los resistentes contaban con algunas granadas, pistolas, fusiles ametralladores y cócteles molotov caseros. Las Aktions de Semana Santa de 1943 --del 19 al 25 de abril-- y de Pascua --del 26 de abril al 2 de mayo-- son narradas por el SS con todo lujo de detalles. Tanto que al lector le parece estar en medio de los lanzallamas y los tiroteos. Y es que estas largas conversaciones entre Moczarski y Stroop permiten entrar en la oscuridad de la mente nazi de una manera que muy pocos libros han conseguido jamás.


    A lo largo del libro, que rememora muchas de las conversaciones mantenidas por los reclusos durante los 255 días en que compartieron celda, resaltan numerosas confesiones. Sin duda, una de las más llamativas de las 467 páginas que lo componen es la que hace referencia al esclarecimiento de la muerte del Mariscal de Campo Günter von Kluge en agosto de 1944. Mientras toda la documentación conocida hasta el momento de la publicación del libro parece demostrar que el suicidio fue la causa de su muerte, Stroop asegura a Moczarski --y le da todos los detalles-- que fue él mismo quien acabó con la vida del Mariscal de un balazo en la cabeza. Cabe recordar que, aunque Kluge juró lealtad a Hitler hasta el último momento, Himmler se había encargado de levantar sospechas ante el Führer sobre la participación del Mariscal en el intento de asesinato del líder del Tercer Reich por parte de Stauffenberg y sus secuaces. 


    En las últimas líneas de Conversaciones con un verdugo, Moczarski justifica la obra de esta genial manera: muchos amigos y lectores me han preguntado a menudo si me arrepiento, cuando echo la vista atrás, del tiempo "perdido" en prisión. A quien le interese le puedo decir que "no". Porque no habría sido capaz de conocer la esencia de aspectos generales acerca de la naturaleza humana o del destino de mi pueblo. Además, la prisión, aunque muchas personas lo ignoran, te concede el privilegio de ver las cosas clara, sencilla y nítidamente. Este tipo de vida te enseña a seguir siendo fiel a tus "principios" y a no sucumbir a las "circunstancias" y a las argucias que pueden derivar en bellaquerías. Y, ante todo, no me arrepiento de los doscientos cincuenta y cinco días que pasé en la cárcel conversando con Jurgen Stroop y con Gustav Schielke. Toda una declaración de intereses acerca de una obra que los amantes del tema del nazismo y la Segunda Guerra Mundial disfrutarán, pues los introducirá en la mente del SS Stroop, para quien, al igual que para millones de alemanes de ese período, el puño, las armas y el fuego eran el único instrumento de persuasión posible.

                              

       

lunes, 8 de febrero de 2021

Jungleland cumple 10 años: los 10 mejores libros nacionales de la década



    Este blog está de aniversario. Una década de vida. Ni más ni menos. Más de cuatrocientas entradas en total. Casi nada. La mayoría de ellas, como es lógico, reseñas de muchos de los libros que voy leyendo. No todos, puesto que jamás reseño un libro que no me haya gustado (algunos pocos son abandonados a mitad de lectura; otros, pese a ser finalizados, no acaban de llamar especialmente mi interés). La cuestión es que nunca publico una reseña crítica con ningún libro, pues no me considero quién para escribir mal sobre el trabajo de ningún escritor. Pienso que hasta el peor de los libros conlleva muchas horas de trabajo y la ilusión y la pasión de quien lo escribe. También opino que hasta del peor de ellos se puede aprender --¡aunque sea cómo no hay que escribir uno!--. De manera que solo reseño en este blog los libros que me dicen algo. Que me aportan algo. Aunque sea un poquito solamente. 


    El otro día se me ocurrió una idea: ¿qué mejor manera de celebrar la década de existencia del blog que recuperando los mejores libros de estos últimos diez años? Y decidí, además, acotar la lista únicamente a aquellos publicados durante esta última década. Porque la celebración de Jungleland coincide con el fin de la década 2011-2020. Buena coincidencia, por cierto. Así que, allá van, mis diez libros preferidos de todos los que he leído durante estos diez años y que han sido publicados también durante este lapso de tiempo. 



10. Lerna. El legado del minotauro. Javier Pellicer. Edhasa. 2020. La última obra del escritor valenciano ha desbancado de la presente lista a El espíritu del lince, la que fue su primera novela histórica publicada (y que sería la número once de la lista si ésta no tuviera más que los referidos diez puestos). En cualquier caso, y por méritos propios, el bueno de Javier no podía faltar en estas líneas. En Lerna supo aunar muy convincentemente la Historia, la arqueología, los mitos, las leyendas y las distintas culturas --la minoica-cretense y la celta-irlandesa-- para construir una novela en la que se entremezclan magistralmente la épica, las aventuras, las intrigas palaciegas y uno de los puntos fuertes de este autor: el descuartizamiento psicológico de cada uno de los personajes, incluidos muchos de los secundarios. Quien no conozca todavía a Javier que esté muy atento a él, porque la década que ahora comienza amenaza con ser la de su consagración en el mundo de las letras. Méritos acumula ya para ello.    

9. Un verano en la casa azul. David Casado Aguilera. Editorial Círculo Rojo. 2014. David ha sido una de las grandes sorpresas y alegrías de la década. Tanto que me parece increíble que recurra a la autoedición a la hora de dar a conocer sus obras. Estoy seguro de que varias editoriales convencionales estarían más que dispuestas a publicarlas. O deberían, sin duda, si no quieren cometer un grave error. Ya con su anterior novela, El grito del silencio, me cautivó. Pero me terminó de atrapar con Un verano en la casa azul. Sabe perfectamente cómo presentar sus personajes al lector. También mantener su interés en todo momento por unas historias que siempre emocionan y tocan la fibra sensible. La novela que nos ocupa, como la anterior, nos deja con un nudo en el estómago. Nos marca de una manera tal que demuestra aquello de que la verdadera muerte es el olvido. Imposible olvidar a personajes como Leonardo, su abuelo (y gran sustento moral) y sus amigos, Santos, Enrique y Beatriz. Un verano en la casa azul rebosa ternura, libertad, dignidad, vida. Como en el caso anterior, espero que esta nueva década traiga a David todo aquello con lo que sueña, todo aquello que también merece.  

8. Tierra de campos. David Trueba. Anagrama. 2017. Aparte de un gran director de cine, Trueba ha demostrado en varias ocasiones ser también un magnífico escritor. Puede que Tierra de campos sea su mejor obra. O puede que no. Cuestión de gustos, claro. El caso es que es una novela que también deja al lector noqueado. Y es que es muy complicado encontrar obras que cuenten y entrelacen de esta manera historias de amor, desamor, amistad, pérdida y unas hambrientas ganas de comerse la vida hasta no dejar ni sus migajas. El protagonista, Dani Mosca, es un conocido músico (¡gran homenaje el de Trueba a este género cultural!) cuyas letras han ido variando con el tiempo a la par que sus experiencias vitales. Ya no puede escribir canciones de amor, las que de verdad lo han hecho famoso, porque sus relaciones con Oliva y Kei han fracasado y el desamor se ha impuesto en la batalla. La desaparición de su amigo y compañero Gus termina por sumirlo en un mundo de soledad insoportable que solo la presencia constante de sus hijos puede mitigar. La movida madrileña cobra vida en forma de novela. Y Trueba demuestra que es un autor auténtico y genuino.  

7. Tierra. Eloy Moreno. Ediciones B. 2020. La mejor novela española de 2020 según este mismo blog es un golpe directo a nuestra conciencia. Un llamamiento general, casi desesperado, para combatir de una vez por todas el ya ineludible problema del cambio climático. Tierra es una novela necesaria que apareció en las librerías justo antes de la pandemia. Curiosamente, uno de los protagonistas de la trama dice que el planeta está enfermo y los humanos son su virus. El autor de, entre otras, El bolígrafo de gel verde construye una novela cruda y mordaz en la que los protagonistas, los humanos, no salimos precisamente bien parados. Así, somos colocados ante el espejo, y nos obliga a ver nuestras culpas y nuestros pecados. Nos presenta una gran verdad. Y muy incómoda. ¿Qué hacer, pues, con ella una vez descubierta? La realidad está ahí afuera, en la calle, en las montañas, en los pueblos y ciudades de todo el mundo. No en nuestros dispositivos móviles. Y, dado que solo tenemos un planeta, debemos cuidarlo. Porque es un hecho demostrado que, en él, cada vez hay más agua y menos hielo. Y salvar el mundo no es ningún juego. 

6. La justicia de los errantes. Jorge Díaz. Plaza & Janés. 2012. El conocido guionista y escritor alicantino afincado en Madrid ha escrito varias muy buenas novelas durante esta década. Antes de Cartas a Palacio y de Tengo en mí todos los sueños del mundo me ganó con La Justicia de los Errantes, una inolvidable obra que recoge las aventuras y desventuras de los famosos anarquistas españoles de los años veinte y treinta Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Joan García Oliver. Estamos ante una mezcla de novela histórica --por tratar hechos verídicos y personajes reales-- y novela negra y de suspense --por la descripción que hace del periplo iberoamericano de los protagonistas, que está salpicado de tiros, persecuciones, asesinatos, etc-- que puede servirnos para entender mucho mejor los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil Española y para conocer a unos personajes que el autor nos presenta de manera tan cercana que hasta podemos compartir con ellos algunos momentos de su vida y el origen e inquietudes de su ideología. A lo mejor su lectura nos sirve para comprobar que noventa años después este país sigue estando a merced de un capitalismo burgués que explota a los obreros.

5. Antes de los años terribles. Víctor del Árbol. Destino. 2019. Dignísimo homenaje a la obra El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, y probablemente la mejor novela del autor barcelonés, uno de los grandes protagonistas literarios de la pasada década. Prácticamente cualquiera de sus anteriores novelas --especialmente La tristeza del samurái, Un millón de gotas o La víspera de casi todo-- podría estar en esta lista. Asegura Víctor que el noventa por ciento de lo que cuenta en esta obra es cierto. La soledad, el desarraigo, la necesidad de un abrazo, la inseguridad de todos esos niños africanos que son como el ficticio personaje de Isaías Yoweri, llevan al lector a empatizar con ellos (con él). Las novelas de Del Árbol se caracterizan por el desarraigo psicológico de los personajes, que se hacen entendibles, amados u odiados, por quienes las leen. Se sufren por sus temáticas, que atacan a todo tipo de corazones, pero se disfrutan porque están escritas de manera fascinante. Por explicarlo con una sola frase, se podría decir que Víctor es un escritor de historias de satanases narradas por ángeles. Historias duras narradas desde la dignidad de sus personajes y desde la honestidad de un escritor que se supera con cada nueva novela. 

4. Lluvia fina. Luis Landero. Tusquets Editores. 2019. Apartado de los focos mediáticos y de los grandes medios, el escritor de Alburquerque está construyendo, poco a poco, obra a obra, una carrera literaria fascinante. En sus novelas nos habla a través de los corazones y los cerebros de cada uno de sus personajes. Razón y pasión pugnan entre sí en todos ellos para dilucidar cuál es el vencedor a la hora de que sus poseedores actúen en el gran teatro que Landero ha ido solidificando bajo la más firme de sus bases: la honestidad hacia sus propios personajes y hacia los lectores. Algo que los segundos agradecemos y sabemos poner en valor a la hora de leer y recomendar sus obras. Pues bien, pese al valor alcanzado por el autor de Badajoz --El balcón en invierno y La vida negociable, por ejemplo--, Lluvia fina es hasta ahora su mejor obra. Porque remueve conciencias. Cualquiera de nosotros puede apreciar en el texto aspectos que reflejan nuestra propia personalidad y la de nuestros familiares, amigos y conocidos. La lluvia fina que va mojándonos a cada uno de nosotros se puede convertir en un chaparrón de época al entrar en conjunción con las lluvias finas que soportan también quienes nos rodean. Y eso es precisamente lo que ocurre en esta espectacular novela. 

3. La leyenda del ladrón. Juan Gómez-Jurado. Planeta. 2012. El autor madrileño es básicamente conocido, ya en todo el mundo, por sus hipnóticos thrillers. Cualquiera de ellos podría formar parte de este all star de novelas españolas de la década. Sobre todo las que forman la trilogía Reina Roja o la pentalogía del malvado señor White. Sin embargo, me quedo con La leyenda del ladrón como la mejor de sus obras. Es su única novela histórica, pero es la elegida por mí por sus personajes --Sancho de Écija debería hacerse tan famoso, literariamente hablando, como Alatriste, el Lazarillo, la Celestina o el mismísimo Quijote--, sus ambientes, sus aventuras, sus intrigas y el enorme proceso de documentación al que hubo de hacer frente su autor para documentar la Sevilla del siglo XVI. Una Sevilla que cobra vida ante nuestros ojos gracias a la veracidad resultante de esa vastísima documentación manejada por Gómez-Jurado. Cada barriada, cada calle, cada casa de la ciudad más importante del mundo hace cinco siglos aparecen ante nosotros como si de un milagro se tratara. Llegamos a oler, tocar y ver todo lo que en ella ocurrió hace tantos y tantos años. ¿No es eso digno de ocupar un puesto en el pódium de esta lista? 

2. Ordesa. Manuel Vilas. Alfaguara. 2018. Muchas de las grandes novelas de todos los tiempos nacen de los momentos más complicados de sus autores. Ejemplos de ello podemos encontrar un sinfín a poco que naveguemos por los libros o por internet. Claramente, estamos ante un nuevo caso. Por lo de mal momento y por lo de gran novela. Porque Manuel Vilas escribió Ordesa en un momento crucial de su vida: recién divorciado y tras fallecer su madre, hechos que cerraban el círculo iniciado unos años atrás con la pérdida de su padre. El autor hace un magnífico ejercicio de introspección, individual, familiar y hasta nacional, para transportarnos, sin ningún tipo de orden cronológico, a los años 60, 70 y 80 de esta España nuestra. Y lo hace a pecho descubierto, desnudándose por completo ante todos nosotros. Escribir con valentía y originalidad y ser capaz de asumir el riesgo de contar su verdad --con sus luces y, sobre todo, con sus sombras-- está al alcance de muy pocas personas. Pero hacerlo, además, con las palabras justas y las frases adecuadas a un estilo que a menudo se convierte en poético eleva a la obra a los altares de la literatura española contemporánea. Si no la has leído, hazlo. Si lo has hecho, lee también Alegría. En ella cuenta lo que le faltó por contar en Ordesa

1. Patria. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 2016. La historia del País Vasco durante los últimos cuarenta y tantos años se ha escrito no con tinta sino con sangre. Gran cantidad de sangre. La violencia desatada no dio lugar a demasiada literatura. Hasta que ETA anunció que abandonaba las armas. Desde entonces, los escritores se atrevieron a abordar la situación sin miedo a las posibles consecuencias. Lógico. Por eso, una obra como Patria resulta tan interesante para quienes sentimos lo ocurrido en una de las tierras más bonitas de nuestro país. A los que siempre creímos que la verdadera Euskal Herria nada tenía que ver con las armas, las bombas, los tiros en la nuca, las extorsiones, los impuestos revolucionarios o los autobuses ardiendo. Aramburu no trata de juzgar individualmente a nadie en esta novela. Sin embargo, lo hace de forma colectiva, como sociedades. Aborda temas como la lucha armada, el encarcelamiento de sus héroes, la mentalidad de pueblo perseguido, el escalofriante papel jugado por la Iglesia católica, la dispersión de los presos y la perpetua división entre buenos y malos. Unas sociedades --la vasca y la española--, a la postre tan similares que ponen los pelos de punta. Existen historias que nos emocionan por lo que se nos cuenta. Otras lo consiguen a través de un lenguaje exquisito. Y solo unas pocas aúnan ambos aspectos. Son lo que solemos llamar obras maestras. Muy raras veces estas se convierten en bestsellers. Pues bien, Patria es todo ello a la vez. El fenómeno literario de toda una década. Como para no ser el número uno en cualquier lista literaria.