LIBROS

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viernes, 11 de diciembre de 2020

Rey blanco. Juan Gómez-Jurado. Ediciones B. 2020. Reseña

 





    Los que seguimos a Juan Gómez-Jurado desde hace ya años sabemos que, si bien Reina Roja es una trilogía --de momento--, la trama que se refiere al señor White viene de lejos. Ya desde sus obras anteriores, El paciente y Cicatriz. El psicópata asesino que pone en jaque a Antonia Scott, a Jon Gutiérrez, a Mentor y al resto de protagonistas de las últimas cinco novelas --pentalogía, por tanto-- de Gómez-Jurado es ya un clásico del género del thriller. A nivel español y también europeo e internacional. Como siempre sucede con este tipo de novelas, es muy difícil escribir reseñas sin caer en algún involuntario e inoportuno spoiler. Trataré de no cometer ningún pecado capital durante las próximas líneas, pues. Y si es así, de entrada pido perdón tanto al autor como a los lectores. Sed benévolos conmigo, porque nadie está libre de pecado. Ni puede tirar, por tanto, la primera piedra. La voluntad, desde luego, siempre es la misma: dar a conocer, más si cabe, la obra de este gran escritor. 


    En Rey Blanco el señor White da un paso más en su permanente hostigamiento a Antonia Scott y a Jon Gutiérrez. Y, de paso, a todo el proyecto Reina Roja a nivel europeo. Antonia está tocada: acaba de dejar morir a su marido tras tomar la decisión de desconectarlo de las máquinas de soporte vital a las que llevaba atado varios años, y a su abuela, muy anciana, no le queda mucho ya. Además, le llega la noticia de que Jon Gutiérrez ha sido secuestrado. El señor White, sin duda, está detrás de la desaparición de su fiel escudero. Otro problema más para una Antonia para la que el suicidio --en el que sigue pensando tres minutos cada día-- es la última solución para poner fin a su existencia. Una existencia a años luz de lo que comúnmente conocemos como felicidad. El infierno en que se ha convertido su vida es la verdad vista demasiado tarde. Un error del pasado. Pese a su extremada inteligencia, a Antonia se le ha pasado por alto una verdad que finalmente comprenderá muy evidente. 


    También es evidente que la soledad hace del alma una esponja reseca, que acepta con gratitud cualquier líquido que le caiga encima. Y su compañero Jon ya hace tiempo que le cayó encima con todo su peso --aunque no es que esté gordo--. Así lo explica el narrador de la historia: la progresión extraño, compañero, amigo, familia culminó en una palabra con tres letras. Una jota, una o y una ene. Jon. Para Antonia, no se puede ser más que eso. Así que no tiene más remedio que aceptar el nuevo juego propuesto por el señor White. Sobre todo, para poder salvar a un Jon al que no le gustan los secuestros. Porque un secuestro es una ausencia, en su mayor parte. Una ausencia que se convierte en un agujero negro de angustia y desesperación, que devora todo. Para Antonia, da igual lo que hagamos, lo que consigamos. Al final, por las noches, de los que te acuerdas es de los que no podemos salvar. Y no quiere tener que hacer eso con Jon a partir de ahora. 


    ¿Qué sería Antonia Scott sin Jon Gutiérrez? El señor White sabe que la Reina Roja hará lo que sea por salvar a su escudero. También que nadie está libre de hacer nada, ni siquiera lo más horrible, por amor. El amor es lo más poderoso que existe. Aunque tiene claro que Antonia no va a sucumbir ante ningún tipo de amenaza, aprovecha que la gente normal no es tan dura psicológicamente para ir acabando con los proyectos de otras Reinas Rojas europeas. Han muerto las Reinas Rojas de Inglaterra, Holanda y Alemania y sus escuderos inglés y alemán. Y han desaparecido las Reinas Rojas de Francia e Italia, además de sus escuderos. Nos están cazando, reconoce angustiada Antonia ante las informaciones de Mentor. A White le resulta muy fácil conseguir sus objetivos. Le basta con amenazar de muerte a maridos, mujeres, madres, padres, hijos o hijas de los componentes de los proyectos europeos para que todo el sistema salte por los aires. Pero Antonia es diferente. Y White lo sabe.


    ¿Qué juego le propone a Antonia esta vez? Muy sencillo. Quiero que haga lo que mejor sabe hacer. Quiero que resuelva tres crímenes y que haga justicia. Y, para ello, deja en libertad a Jon para que la ayude. No obstante, también White cuenta con una ayudante de lujo. Porque Sandra Fajardo ha vuelto. Y Antonia sabe que ahora que ha regresado nadie está a salvo. Así que Mentor y ella deciden que Carla Ortiz --el trofeo que se le escapara en el pasado a la asesina--, su hijo, el hijo de Antonia, la madre de Jon y la abuela Scott han de desaparecer. A un lugar que hasta ellos mismos desconozcan. Tomarán varios aviones de forma sucesiva y aleatoria para salir lo más rápidamente posible del país hacia un destino que nadie --ni siquiera ellos mismos-- saben en realidad. Y Antonia y Jon se ponen manos a la obra para jugar a un juego peligroso que saben que no pueden ganar. Pero del que tampoco pueden ni deben huir. 


    Pero lo que desconoce White, aunque poco a poco va conociéndolo de primera mano, es que a Antonia no le gusta perder. Y después de todo este tiempo huyendo --no sé cuánto te dejaste por el camino, lo que perdiste entonces, lo que ganas ahora, porque recomponerte es como juntar un puñetero puzle, sin tener la foto de la caja, a oscuras, con las manos atadas, piensa Jon sobre ella en un momento de la trama--, la realidad ha acabado alcanzándola. Es cinturón negro en mentirse a sí misma, pero ahora tiene claro que si pierde esta batalla, las habrá perdido todas. También sabe que caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos. Una frase de esas con las que excusamos actos de los que no nos sentimos especialmente orgullosos. Nuestras mentiras, nuestros engaños, nuestros atajos. Su escudero, Jon, también sabe de culpas, pero comparado con su compañera, es poco menos que un novato.   


    Antonia desea, no por primera vez, tener una familia --su madre hace años ya que murió, tras una rápida y repentina enfermedad que la devoró desde dentro, y las relaciones con su padre, embajador de Inglaterra en Madrid, también hace años que dejaron de ser las más aconsejables, hasta el punto de que éste llegó a  arrebatarle a Antonia la custodia de su hijo--, en la que refugiarse, un lugar en el que esconderse. Pero no hay nada, más que el feroz chillido de los monos en las profundidades de su mente. Jon y Mentor son todo lo que tiene, y no piensa darse por vencida, por nada del mundo. Sin embargo, la alianza entre Sonia Fajardo y el señor White --cuando estudiaba en la universidad un profesor nos explicó que las emociones son cambios que preparan al individuo para la acción, y yo pensé que si generamos en el sujeto las emociones adecuadas, podemos orientar sus actos de forma externa, le dice en un cara a cara a Antonia-- la ponen más a prueba que nunca.


    El señor White, convertido finalmente en el Rey Blanco, termina por afirmar que la reina es la figura más poderosa del tablero. Pero por poderosa que sea una pieza de ajedrez, nunca debe olvidar que hay una mano que la mueve. Evidentemente, él pretende ser esa mano. Y, por desgracia para Antonia y Jon, lleva siéndolo ya demasiado tiempo. ¿Será esta la última historia protagonizada por la pareja de investigadores? ¿Podrá el señor White con ellos? ¿Podrán ellos con él? ¿Acabará la partida en tablas y continuará la historia en otra u otras novelas? A saber. Con Juan Gómez-Jurado pasa como con Antonia Scott: nunca sabes por dónde te va a salir en el próximo movimiento. Así que, por el momento, disfrutemos de Rey Blanco. Y lo que tenga que venir, ya vendrá...   


 

jueves, 10 de diciembre de 2020

Siempre preparado. Víctor Rubio Estarlich. NPQ Editores. 2020. Reseña






    Escribir una reseña resulta a veces muy complicado. Uno, cuando lee, toma notas y citas del libro en cuestión para, una vez finalizada su lectura, ordenar, clasificar y organizar todos aquellos aspectos que cree que debe abordar su reflexión sobre el libro. Sin embargo, sucede en algunas pocas ocasiones que se encuentra uno ante tantas notas y citas que resulta prácticamente imposible construir un relato fehaciente sobre todo aquello que ha leído. Y cuando, además, atribuir un género al libro también es algo complejo, la tarea adquiere un cariz todavía más difícil. Es el caso del libro que nos ocupa en estas líneas. ¿Cómo se puede calificar un libro del que el propio autor afirma que nunca pretendí hacer un libro de liderazgo de grupos, ni una guía vital, ni un compendio de lecciones y soluciones, ni un libro de autoayuda, ni siquiera una recopilación de vivencias autobiográficas... este libro no es nada de eso, pero lo es todo a la vez? Al final, uno puede llegar a renunciar a todas esas notas y decidirse a escribir desde el corazón. Que es otra buena manera de afrontar la situación.


    En efecto, Siempre preparado. Gestiona, afronta y lidera tu vida, de Víctor Rubio Estarlich, abarca tal cantidad de temas, provoca tal cantidad de sentimientos y reacciones y hace reflexionar tanto al lector sobre tantísimos aspectos de la vida cotidiana, personal y profesional que es imposible atribuirle un género --aunque, quizás, el que más se le acerque sea el de psicología y autoayuda--. No obstante, de calificarlo así, sería una autoayuda diferente de la habitual. No tan teórica --porque llega un momento en el que todos nos sabemos muy bien la bonita teoría de lo maravillosa que puede ser la vida y cómo debemos (supuestamente) vivirla a tope, pero echamos en falta casos prácticos, cercanos e ilustrativos de esa teoría--. Y ese es el gran valor diferencial del libro del entrenador de baloncesto, docente y coaching: se desnuda ante el lector para transmitir su filosofía de vida, con sus virtudes y sus defectos, con sus aciertos y sus errores. ¡Qué raro resulta que alguien, en los tiempos que corren, reconozca sus errores en público! ¡Más todavía que los deje escritos para la posteridad!


    Acostumbrado a liderar grupos, a nivel educativo, deportivo y empresarial --Víctor también ofrece charlas sobre motivación, dirección de grupos, emociones y comunicación de diversos colectivos no propiamente deportivos--, reconoce seguir cometiendo errores en alguna de sus tomas de decisiones. Lo cual le otorga mayor credibilidad si cabe. Personalmente, me ha llamado la atención leer que, según él, se equivocó en su manera de enfocar la temporada baloncestística 2011-12, en la que el equipo acabó descendiendo como colista de la competición, y que fue el comportamiento de la afición en el último partido de la temporada --que despidió en pie a un equipo que acabó dando la vuelta a la cancha en perfecta comunión con unos aficionados que, pese a todo, supieron reconocer el esfuerzo de cada uno de los jugadores durante todos los partidos-- el que le hizo ver sus errores en cuanto a liderazgo y gestión del equipo aquel año. Y es cierto, como él afirma, que no solo somos los resultados, sino la forma en que los conseguimos (aunque estos sean negativos).


    Cómo gestionar y afrontar las sucesivas adversidades que van surgiendo durante nuestras vidas es uno de los pilares del libro. Es ahí donde el entrenador del Units pel Bàsquet Gandia se moja especialmente y se muestra más cercano y humano. Donde toma el gran riesgo --¡qué gran valentía la suya!-- de abrir su mente y su corazón al lector. Como cuando habla de que el tren no solo pasa una vez y narra su divorcio y su posterior nuevo matrimonio. Y más especialmente en el capítulo dedicado a la trágica muerte de su hermano Héctor, a tan solo cinco días de comenzar una temporada --la 2008-2009-- que se presentaba plena de retos por afrontar y disfrutar en la LEB Oro más competida de la historia; su dimisión como entrenador del club, tan solo dos meses y medio después; y su dedicación a una familia que había quedado seriamente tocada --como es lógico y normal--. Evidentemente, hay aspectos de nuestras vidas que escapan por completo a nuestro control. Pero, como bien afirma el autor, la manera en que los afrontamos sí depende únicamente de nosotros. Qué somos y quiénes queremos ser sí son cuestiones sobre las que hemos de decidir. 


    Huelga decir que de una situación así solo se sale apoyándose en los restantes seres queridos --en este punto agradece el autor la magnífica educación recibida de parte de sus padres (fundamentada en valores como la autoestima, la autonomía, la independencia y la autocrítica)--. Y ese es, sin duda, otro de los puntales del texto: la pedagogía. Palabra que, como tal, no aparece en el libro (salvo que se me haya escapado), pero cuyo valor, como buen educador, Víctor conoce y defiende. La cultura del esfuerzo, no limitarse uno mismo --pero conocer nuestros límites--, saber ponerse metas altas pero a la vez realizables, la motivación, la perseverancia, saber relativizar los problemas, tomar decisiones --arrepentirse de lo hecho, jamás de lo no hecho--, y, en el caso de grupos, aceptar y convivir con la crítica, saber comprometerse y respetar la diversidad son los bastiones sobre los que se asienta la filosofía de vida de Rubio. No os perdáis, además, el código ético del liderazgo de grupos con el que se cierra el libro.


    Pese a que el libro está repleto de reflexiones y citas muy destacables --¡recomiendo leerlo con subrayador o con un boli y una libreta al lado!--, como aficionado al baloncesto y antiguo socio del club de baloncesto de mi ciudad --ya no lo soy por razones que no vienen al caso, pero sí sigo su actualidad y evolución, casi a diario-- las partes del libro que más me han emocionado son las que hacen referencia al desempeño profesional de Víctor Rubio como entrenador. Es lógico para alguien que ha vivido el baloncesto desde pequeñito. Que el entrenador de tu equipo cuente las interioridades de lo que tú has vivido desde afuera --y lo haga, además, con semejante lucidez y pasión-- es algo que forzosamente ha de tocarle a uno la fibra. Rubio narra algunos de los mejores momentos de la historia del club. También otros no tan buenos, pero igualmente inolvidables (pese a que los resultados no siempre acompañaran). Pequeños y grandes milagros deportivos cuyo recuerdo lo hacen a uno esbozar una sonrisa. Y digo bien, y sin exagerar un ápice, lo de milagros


    Porque eso es lo que ocurrió, por ejemplo, en el famoso play-out en Gijón (2007) --en el que se consiguió la permanencia en la LEB Oro en un épico partido que terminó, contra todo pronóstico (con medio equipo lesionado y tras un eterno viaje de ida y vuelta en autocar desde Gandía hasta Asturias), con una aplastante victoria visitante en una cancha tan mítica como repleta de unos aficionados que se quedaron atónitos ante lo que se le vino encima a su equipo--. También en las temporadas 2009-10 y 2010-11 --las que serán recordadas por buena parte de la afición como los años de los espartanos, y que finalizaron de forma diferente pero igualmente emotiva (¡en un claro ejemplo de que en determinadas circunstancias las derrotas pueden llegar a ser más épicas que las victorias!)--. Ambos milagros merecen capítulos aparte en este libro. Como el del ascenso a la LEB Plata en 2016, tras una exitosa final a cuatro, esta vez como locales. Y es que, como escribí en cierta ocasión, las grandes gestas deportivas no tienen por qué estar protagonizadas por las grandes estrellas. 


    Sucede en numerosas ocasiones que cuando uno deposita grandes ilusiones en un libro éste acaba defraudándolo. Dejándolo frío. Poner el listón demasiado alto puede conllevar un buen batacazo. Pues bien, las altas expectativas suscitadas en mí por este libro no solo no me han defraudado sino que, muy al contrario, me han hecho comprobar que el listón ha sido superado con creces, dejándome muy gratamente sorprendido. Sabía de buena tinta que Víctor tenía cosas muy interesantes que contarnos. Pero cómo las ha contado en Siempre preparado, combinando con gran fluidez teoría, práctica y experiencias personales y vitales, incluso dejando en evidencia al lector en ocasiones --¡es muy difícil no verse retratado en sus páginas, a veces para bien; otras no tanto!--, que debo recomendar su lectura a absolutamente todo el mundo. Porque estas ciento sesenta páginas ponen las pilas a todo el mundo. Lo motiva a trazarse planes y a llevarlos a cabo. Y eso es mucho. Muchísimo.    

                          

       

martes, 1 de diciembre de 2020

Un lugar llamado Antaño. Olga Tokarczuk. Anagrama. 2020. Reseña





    Publicada por vez primera en Polonia en 1996 y editada en España por Lumen en 2001, Anagrama reedita para nuestro país una de las obras de la Premio Nobel de Literatura de 2018 Olga Tokarczuk. Graduada en psicología por la Universidad de Varsovia y miembro del partido político Los Verdes --tanto la psicología como lo medioambiental juegan un papel importante en esta obra (la primera suya que he leído)--, la novelista, ensayista, poetisa y psicóloga polaca nos propone en Un lugar llamado Antaño un viaje por el siglo XX polaco. Por su historia, la de sus pobladores, la de sus pueblos y la de sus bosques y montañas. Porque el mundo rural es uno de los grandes protagonistas de esta novela, la cual podríamos calificar tanto como costumbrista como histórica-social. Una novela que nos adentra en un mundo de ficción lejano y desconocido pero que a la vez nos resulta inquietantemente familiar y cercano. Imaginar es en suma crear, es el puente que reconcilia a la materia con el espíritu. La imagen se transforma en una gota de materia y se incorpora a la corriente de la vida. Por eso, todos los deseos humanos se cumplen si son lo suficientemente fuertes. Aunque no siempre del todo, ni tal y como uno esperaba.  

    Antaño es un pueblo ficticio, imaginado por Tokarczuk, situado en pleno centro de Polonia. Un lugar situado en el centro del universo. Al menos, para sus moradores. Un microcosmos que parece tener delimitadas unas claras fronteras con un mundo exterior tan alejado como irreal y prácticamente inexistente. En Antaño conviven el mismísimo Dios --Polonia es uno de los países más católicos del mundo--, ángeles guardianes y almas en pena --estamos también ante una novela con un fuerte componente de realismo mágico--, ríos, peces, caballos, vacas, perros y todo tipo de árboles, plantas y vegetación --el medio ambiente, en suma--, invasores y combatientes de todo tipo de moral y formas de vivir --Polonia fue probablemente el país de Europa más devastado por las dos grandes guerras mundiales del siglo XX, y no me refiero únicamente a la destrucción física sino también a la moral y psicológica-- y una serie de variopintos ciudadanos de los que nos ocupamos a continuación.

    La autora no pierde el tiempo en describirnos a los personajes con sus propias palabras. Lo hace a través de las obras de estos. Es decir, los personajes se describen a sí mismos por sus hechos, sus gestos y sus acciones. Obviamente, también por sus palabras. A lo largo de las doscientas cincuenta páginas de la novela desfilan ante nosotros multitud de hombres y mujeres y niños y niñas. Algunos solo aparecen en una escena. Otros nos llevan de la mano a ese Antaño que unos odian y algunos veneran. Porque el pueblo donde nacimos despierta en nosotros sentimientos contradictorios según los hechos que nos tocan vivir en él. Así, el mismo Antaño que es una prisión para muchos --por ejemplo, Ruta e Izydor, quienes anhelan conocer lugares más alejados-- se convierte en un paraíso terrenal para otros tantos. Como suele suceder en la vida misma. 

    La barbarie y la miseria protagonizan la historia de Polonia en el siglo XX. La Gran Guerra, la dura etapa de entreguerras, la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración, el exterminio judío, la terrible posguerra y la posterior dominación soviética son episodios demasiado dramáticos de asimilar, y se sucedieron en apenas medio siglo. No es difícil imaginar que entre la mayoría de los personajes la locura --en todas sus múltiples formas-- campe a sus anchas. Así, Florentynka se entiende mejor con los perros que con las personas; Espiga abandona la prostitución para vivir sola en una cabaña en medio del bosque; el Hombre Malo se aparta también del mundanal ruido y se convierte en un animal más del bosque; el viejo Boski vive solo para arreglar el tejado del palacio del señor Popielski, del que apenas se baja nunca; y el señor Popielski pierde la cabeza y se dedica a jugar a un misterioso juego educativo para un jugador, ajeno a la colectivización soviética, que le va retirando todas sus posesiones.

    El bloque central de los personajes de la novela lo componen Genowefa y Michal y sus hijos Misia e Izydor. Michal sirve en el ejército soviético durante la Gran Guerra. Genowefa, que ha quedado encinta de Misia, deja de tener noticias de su marido y lo cree muerto. Se enamora de un joven judío. Pero Michal vuelve finalmente del frente, sano, salvo y convertido en padre. Luego llega Izydor, su segundo hijo, un chico retrasado que padece hidrocefalia y que se enamora perdidamente de Ruta, hija de Espiga. A Ruta, en plena Segunda Guerra Mundial, la violan sucesivamente soldados alemanes y soviéticos. Decide huir de Antaño para siempre. Claro que he cambiado. ¿Te extraña? El mundo es malo. Tú mismo lo has visto. ¿Qué Dios puede haber creado un mundo así? O Él mismo es malo o simplemente permite el mal. O bien todo se Le ha hecho un lío. E Izydor se queda solo y perdido. Su pasión por los sellos y las cartas lo introducen en un mundo en el que será feliz por un tiempo, aunque también lo pondrá en peligro al ser acusado de espionaje por los soviéticos. Su sueño de ir a Brasil y encontrar a Ruta se desvanece y pierde las ganas de vivir.    

    Un lugar llamado Antaño nos narra la historia de varias generaciones de lugareños. Todos ellos se mueven por las pasiones, las dudas, los anhelos --todas necesitamos niñas. Si nos pusiéramos de acuerdo en tener solo niñas, habría paz en el mundo, le dice la señora Szenbert a Genowefa-- y los miedos. Encontramos nacimientos, amores, desamores, amistad, traiciones, violencia, enfermedades, envejecimientos y muertes. El paso del tiempo, la fugacidad de la vida y la imposibilidad de evitar esa muerte marcan también muchas de las páginas de la novela. Mientras es joven el ser humano se halla ocupado en su propio desarrollo, se esfuerza por progresar y ampliar sus horizontes. Después, cuando ya es un hombre hecho y derecho, le llega el momento de soñar o de algo todavía más grande. Alrededor de los cuarenta se produce una crisis. La juventud, con toda su intensidad, se cansa de su propia fuerza. Una noche o una mañana, el hombre cruza la frontera, alcanza la cima y da el primer paso hacia abajo, hacia la muerte. Entonces, surge la pregunta: ¿bajar orgulloso de cara a la oscuridad o volver la vista a lo que hubo, mantener las apariencias, fingir que no hay oscuridad alguna y que la luz de la habitación se ha apagado? 

    Las historias de cada uno de los personajes se entrelazan poco a poco hasta convertir el texto en una novela coral que describe una rica y variada temática impregnada de historia, psicología, medio ambiente, lecciones de vida (y muerte) y violencia. Además, Tokarczuk maneja a las mil maravillas el mundo de los contrastes: lo viejo y lo nuevo, lo femenino y lo masculino, lo bonito y lo feo, lo verosímil y lo mágico, la cordura y la locura, la vida y la muerte. Algo muy difícil de plasmar tan solo a través de hechos y pocas palabras. Pero Tokarczuk lo consigue en boca de Genowefa, cuando le dice a su amante Eli: Todo nos separa. Tu eres joven, yo soy vieja. Tú eres judío, yo soy polaca. Tú eres de Jeszkotle y yo de Antaño. Tú eres libre y yo estoy casada. Tú eres puro movimiento y yo ya estoy parada en este lugar. También en el pensamiento del joven Boski, quien estaba seguro de algo: del poder de la educación. La cultura y la educación estaban al alcance de todos. Claro que a otros les resultaba más fácil. Y no era justo. Pero, por otra parte, él también podía estudiar, aunque con mayor esfuerzo. Él debía ganarse la vida y, además, ayudar a sus padres.    

    Afirma Tokarczuk que sus influencias más firmes provienen de Carl Gustav Jung, padre de la psicología analítica; Edgar Alan Poe, cuyas historias fantásticas son mundialmente conocidas; y los escritores Thomas Mann --recordado por su profundo espíritu crítico del alma europea y alemana de la primera parte del siglo XX--, Antón Chéjov --miembro de la corriente más psicológica del realismo y el naturalismo-- y Nikolai Gógol --considerado el primer novelista ruso moderno--. Conociendo este hecho, no resulta extraño que el estilo narrativo de esta obra se desarrolle a modo de capítulos o relatos cortos que, a través de la cruda realidad o del realismo mágico o del mundo de los sueños, nos plantee dilemas morales y psicológicos que nos muevan internamente. Y es que una de las características de Un lugar llamado Antaño es precisamente que las historias, pese a parecernos lejanas en espacio y tiempo, nos atrapan por completo debido a su proximidad temática y humana.                                


lunes, 16 de noviembre de 2020

Lerna. El legado del minotauro. Javier Pellicer. Edhasa. 2020. Reseña

 





    Relacionar en una misma novela el mundo cretense con los orígenes de Irlanda era una apuesta muy arriesgada. Las posibilidades de sucumbir en el intento o de que este resultara calamitoso eran muy altas. El texto resultante podía carecer del necesario rigor histórico. A no ser que se unieran en el proceso de creación literaria tres aspectos fundamentales. En primer lugar, una conveniente justificación en base a estudios históricos rigurosos y a hallazgos arqueológicos. En segundo lugar, para rellenar los muchos huecos dejados por lo anteriormente reseñado, acudir a antiguos mitos y leyendas --la Historia se parece a menudo al mito debido a que ambos, en última instancia, están hechos de la misma materia, afirmó en su día J. R. R. Tolkien--. Y, en tercer lugar, utilizar, cuando todo lo anterior resulta imposible, pero sin abusar demasiado, el recurso de las licencias literarias, es decir, acabar de unir todo de manera que la historia final tenga una cierta base histórica y una serie de adornos ficticios que resulten, todos juntos, llamativos para el lector. 


    Como bien apunta Javier Pellicer en el epílogo de Lerna. El legado del minotauro, el resultado de todo ello no debe ser calificado como novela histórica al uso, sino como novela mitológica con base histórica. Si toda obra literaria conlleva cierta dosis de ingeniería para que todo encaje de forma conveniente, en casos como el que nos ocupa significa rizar el rizo. Y ello suele terminar, como apunté al principio, en un auténtico desastre. Sin embargo, no ha sido así en la nueva obra del escritor de Benigánim (Valencia) --El espíritu del lince (Ediciones Pàmies, 2012), Legados (Ediciones Holocubierta, 2013), Leones de Aníbal (Edhasa, 2018)--. ¿Por qué no? Pues precisamente porque el autor ha sabido ser riguroso cuando era necesario (personajes mitológicos, lugares reales y contextos históricos, temporales y espaciales), fantástico cuando tocaba serlo (personajes ficticios, lugares inventados y posibilidades históricas no comprobadas pero sí factibles) y licencioso (en el único sentido positivo del término: atrevido) cuando no había más remedio (no en vano, una de las labores del escritor es jugar con el lector y animarlo a seguir con complicidad sus fantasías).


    Todos estos aspectos son explicados más extensamente por Pellicer tanto en el ya referido epílogo como en su propia página web. También en el librito especial que la editorial regala a los cincuenta primeros compradores de la novela que compartan en alguna de las redes sociales una foto con el libro --deben quedar ya muy pocos ejemplares, pero quizás todavía estés a tiempo de conseguirlo si eres rápido--. Yo soy uno de los afortunados y puedo asegurar que es un gran regalo. Resulta apasionante leer cómo el autor fue capaz de dar consistencia a un texto en el que encontramos hechos tan alejados en el tiempo y en el espacio. Siempre, como ha quedado claro, en base a esos tres aspectos referidos en las primeras líneas de este escrito: Historia y arqueología, mitología y licencias narrativas y argumentales. El resultado es la mejor novela de Pellicer hasta la fecha. Y lo dice alguien que confiesa estar enamorado hasta las trancas de su primera novela, El espíritu del lince.


    La novela consta de tres partes bien diferenciadas. La primera, que lleva por título La Casa del Hacha, nos describe, muy fehacientemente además, cómo era la vida en la Creta de aquella época (1635 a. C.). Con el resplandeciente y sublime palacio de Cnosos como telón de fondo, Pellicer sitúa la acción en las intrigas palaciegas que desembocaron en unos dramáticos hechos que conllevarán la ruptura entre los tres hijos de los reyes: el primogénito, Partolón; el mediano, Tríome; y el pequeño, Starn. La vida fácil de los jóvenes --algo ingenua e inocente incluso en el caso del menor, Starn-- dará tal vuelco que Partolón y Starn decidirán irse de La Casa del Hacha y emprender un largo viaje a través del cual tratarán de encontrar una tierra dormida que han visionado en sueños el consejero y sabio Bacor, Partolón, Starn y Lerna, la bella y valiente esposa del hijo menor de los reyes. 


    Partolón se convierte así en rey en el exilio, mientras que Tríome se corona como el nuevo Minos de Creta. El rey en el exilio es precisamente el título de la segunda parte de la novela. Nos narra el tortuoso, peligroso y larguísimo viaje de los protagonistas hacia esa anhelada Tierra Durmiente. La vida del joven Starn se convierte en una sucesión de desgracias que acabarán progresivamente con esa inocencia e ingenuidad que habían caracterizado tanto su vida como su carácter hasta la fecha. De idealista pasará a convertirse en un luchador empedernido --con sus hondos y lógicos momentos depresivos ante todas las situaciones que se le van presentando a través de los días, semanas y meses de un trayecto que por momentos parece no tener fin--. No obstante, no todo es negativo en ese viaje. Un viaje épico en el que Partolón y los suyos conocerán nuevos pueblos. Como Thapsos, Argar, Cilen o la Gran Isla Alba. En todos ellos dejarán huella. Y de todos ellos extraerán también enseñanzas que les vendrán muy bien --eso sí, no a todos los personajes-- en su nueva morada: la Tierra Durmiente.


    El final del trayecto nos sitúa, en efecto, en la actual Irlanda. El despertar de Lerna es el título de la tercera parte de la novela. En ella, los partolonianos construyen una especie de pequeña Creta en las costas sureñas de la Tierra Durmiente. Una tierra en la que no estarán solos. Como era de esperar, también en un lugar tan apartado de la geografía conocida hasta la fecha existen moradores indígenas anteriores a la llegada de los protagonistas de la novela. Y de la relación que sean capaces de mantener con ellos dependerá en buena parte el futuro de los recién llegados. Las discrepancias, sin embargo, no tardarán en llegar. Mientras el sabio consejero Bacor y Starn apuestan por dejar atrás el pasado y vivir de manera diferente a como lo habían hecho en Creta, el rey Partolón trata de construir una nueva especie de Casa del Hacha, a imagen y semejanza de la original. Tal y como he reseñado en el párrafo anterior, queda patente que no todos han extraído las mismas enseñanzas a través de los contactos con los pueblos por los que ha ido transcurriendo su periplo por el Mediterráneo y el Atlántico. 


    Lerna es, sin duda, la gran protagonista de la novela. Todo cuanto acontece gira en torno a ella. Por eso, Starn se empeña --y en eso sí cede su hermano Partolón-- en que la Tierra Durmiente lleve el nombre de su esposa. Por tanto, Partolón será coronado rey de Lerna poco después de su llegada a la actual Irlanda. Starn es también un gran amante de la música. Siempre toca la lira. Y sus letras sirven para comprender lo que sucede, tanto en su interior como en el mundo que lo rodea. Para él, tocar era algo así como soñar despierto. Entonces, y sólo entonces, podía expresar de verdad todo cuanto sentía en las profundidades de su ser. La melodía que surgía de aquellos cordeles hechos con cáñamo era su auténtica voz, con la que era capaz de hablar libremente de la alegría, la rabia, la añoranza o el amor. Partolón, por contra, era un hombre precipitado y cabezota, de temperamento volátil. Le resultaba imposible esconder las alegrías, los temores... y los odios. Odios que irán in crescendo a lo largo del tiempo. Especialmente, llegados ya a Lerna. 


    Lerna. El legado del minotauro no solo supone un viaje espacial y temporal entre la Creta minoica y la formación de los mitos sobre los orígenes de Irlanda recogidos en el Libro de las Invasiones. Además, nos transporta a lo más recóndito de cada uno de los seres humanos que conocemos al ir pasando las páginas. Porque el ser humano es muy diverso. Y cada uno de ellos es muy diferente al resto. Y saber caracterizar a cada uno de ellos como hace Pellicer en sus novelas es algo muy complicado que requiere grandes dosis de paciencia y de conocimiento de la psicología humana. Más allá de los vastos conocimientos del autor acerca de la Historia, la arqueología, los mitos y los demás aspectos temáticos, uno de los fuertes del valenciano es precisamente ese descuartizamiento psicológico de sus protagonistas. Porque, como dijo una vez Oscar Wilde, los grandes acontecimientos del mundo suceden en el cerebro. Es también en él, y sólo en él, donde se cometen los grandes pecados. Por eso, tras los grandes hechos históricos, siempre hay (salvo accidentes) grandes pensadores o maquinadores.


    Y la conjunción de muchos pecados quizás fuera la causante del surgimiento de la profecía que anunciaba el fin de la dinastía del minotauro. Una profecía que persigue a los Hijos de Partolón allá adonde quiera que vayan. Hasta la mismísima Tierra Durmiente o Lerna. Porque el destino es siempre inexorable y al final todo se precipita ante nosotros. Si a todo ello unimos el peligro de los piratas aqueos, las intrigas palaciegas, el paso de la placidez a la desconfianza y la llegada de la violencia a una tierra hasta entonces pacífica, tenemos el caldo de cultivo de una tragedia irremediable. Y, sin embargo, de una tragedia de tales magnitudes puede llegar a surgir un relato innovador, original, diferente, épico pero también psicológico y sobre todo ameno. Y este es el caso de Lerna. El legado del minotauro. Una novela, recordemos, mitológica con base histórica que debo recomendar a todo aquel que lea esta reseña.                          



lunes, 9 de noviembre de 2020

Doña Perfecta. Benito Pérez Galdós. Cátedra. 1984. Reseña

 




    A empujones, a trozos, como iba saliendo, pero sin dificultad. Así confesó haber escrito Galdós esta novela a su gran amigo Leopoldo Alas Clarín. Publicada originariamente en cinco entregas, entre marzo y mayo de 1876, en La Revista de España, Doña Perfecta levantó tan gran expectación que acabó siendo publicada como libro ese mismo mes de mayo, agotando su primera edición en apenas unas semanas. Junto al resto de sus obras de la década de 1870 --por ejemplo, Marianela, ya reseñada en este blog--, esta crónica de la tragedia de España, que finalmente llegaría con la Guerra Civil, forma parte de las denominadas novelas de tesis de Galdós. Orbajosa, ciudad imaginaria inventada por el genio canario, es el escenario de las luchas entre el tradicionalismo radical, representado por Doña Perfecta y el resto de personajes, y la modernidad, encarnada por su sobrino, Pepe Rey. Una lucha sin cuartel desde la misma llegada al pueblo del sobrino de la mujer que da título al libro.


    Si hay una palabra que define a la perfección la temática de la obra es, sin duda, la intolerancia. En torno a Doña Perfecta, la rica del pueblo, se reúnen el alcalde, el canónigo, el juez y el resto de personajes influyentes del lugar, todos ellos representantes de esa España atrasada --en todos los ámbitos posibles-- que se agarra al pasado para no progresar ni dejar progresar a quienes sí lo desean. La llegada al pueblo de Pepe Rey unirá definitivamente a la Orbajosa tradicionalista con el único objetivo de derrotar, mediante la hipocresía, el fanatismo y la violencia, al recién llegado y a sus ideas de apertura a una Europa que parecía vivir a varios años luz de nuestro país. Ni la gran inteligencia ni la amplitud de miras de Rey le servirán para hacer frente a ese grupo de personas rancias, católicas y falsas. Su amor por su prima Rosario, hija de Doña Perfecta, con quien desea casarse lo más pronto posible, es el único motivo por el cual no abandona el pueblo y sigue luchando con todas sus fuerzas.


    En Orbajosa se apuesta por atacar los avances europeos que algunos tratan de introducir en nuestro país vía Madrid. Por eso, Doña Perfecta es una historia de lucha, la primera novela social de un Galdós que por aquella época ya daba muestras de que iba a ser uno de los grandes escritores españoles de finales del siglo XIX y principios del XX. Las guerras carlistas, que anticiparon la Guerra Civil del siglo siguiente, constituyen buena parte del fresco que pinta el autor sobre una España resquebrajada, en la que la idea de las dos Españas estaba ya plenamente vigente. En la parte final de la novela todo se radicaliza. Y esas guerras carlistas, con las partidas que se formaban en muchos pueblos en contra del gobierno central, cambiarán el panorama en un pueblo en el que ya nada podrá ser lo mismo. Porque, cuando se cruzan las líneas rojas, ya no es posible dar marcha atrás. Y echar hacia adelante llega a antojarse todo un milagro.


    Juan Rey, padre de Pepe, ha acordado con su hermana, Doña Perfecta, el matrimonio entre sus hijos, Pepe y Rosario. No obstante, cuando el joven llega al pueblo se encuentra con un ambiente muy hostil. Las disputas del canónigo don Inocencio, su sobrino Jacinto y Doña Perfecta con Pepe Rey van in crescendo a lo largo de la acción de la historia. Así describe Pepe sus primeras impresiones sobre lo que ve: desde la entrada del pueblo hasta la puerta de esta casa he visto más de cien mendigos. La mayor parte son hombres sanos y aun robustos. Es un ejército lastimoso, cuya vista oprime el corazón. No le vendrían mal a Orbajosa media docena de grandes capitales dispuestos a emplearse aquí, un par de cabezas inteligentes que dirigieran la renovación de este país, y algunos miles de manos activas. A lo que el canónigo don Jacinto le responde: váyanse con mil demonios, que aquí estamos muy bien sin que los señores de la Corte nos visiten, mucho mejor sin oír ese continuo clamoreo de nuestra pobreza y de las grandezas y maravillas de otras partes: arados ingleses, trilladoras mecánicas y más majaderías. 


    Los planes de don Inocencio son casar a su sobrino Jacinto, gran estudiante de derecho, con Rosario, la hija de Doña Perfecta. La llegada de Pepe Rey pone en peligro la consecución de dicho plan. De ahí que el canónigo se las arregle siempre para afear la conducta y los pensamientos de Pepe para contrarrestarlos con los de un Jacinto que busca la oportunidad de su vida para ser rico y vivir a placer. Aunque Doña Perfecta ha acordado el matrimonio entre Rosario y Pepe para salvaguardar las riquezas familiares, se siente atacada por todo aquello que significa su sobrino: símbolo del progreso tecnológico como ingeniero que es, amenaza con desmontar el sistema de vida de los orbajenses, orgullosos fieles de su pasado, sus grandes héroes y sus ajos, los más famosos del mundo según ellos mismos. Y la pobre Rosario se debate entre el amor filial hacia su madre y el amor pasional hacia su prometido. Unas dudas que, acrecentadas por el cariz de los acontecimientos, alteran su sistema nervioso y su estado mental.


    ¿Por qué antes no sabía mentir, y ahora sé? ¿Por qué antes no sabía disimular y ahora disimulo? ¿Soy una mujer infame? Esto que siento y que a mí me pasa es la caída de las que no vuelven a levantarse... ¿He dejado de ser buena y honrada? Yo no me conozco. ¿Soy yo misma o es otra la que está en mi sitio? ¡Qué de terribles cosas en tan pocos días! ¡Cuántas sensaciones diversas! ¡Mi corazón está consumido de tanto sentir! Y, todo este sufrimiento, por culpa de su madre, todo un símbolo de la intolerancia, religiosa y civil, y arquetipo de la inflexibilidad y el absolutismo, a la que Galdós define así: su carácter duro y sin bondad, en vez de nutrirse de la conciencia y de la verdad revelada en principios tan sencillos como hermosos, busca su savia en fórmulas estrechas que sólo obedecen a intereses eclesiásticos. Para que la mojigatería sea inofensiva, es preciso que exista en corazones muy puros. Pero no es el caso de esta mujer. Una mujer con dos caras bien diferenciadas.


    Orbajosa, como el también ficticio Socartes de Marianela, representa a las mil maravillas a esa España profunda, anclada en su pasado, en donde nunca pasa nada y no existen las vidas intelectual y económica. Un lugar en el que alguien como Pepe Rey se aburriría y del que, por tanto, saldría corriendo. La figura del falso historiador, don Cayetano, que introduce Galdós en la novela, representa no lo mejor --las nuevas virtudes-- sino lo peor --los eternos defectos-- de la España del momento. Aún asi, Pepe no huye. Y no lo hace por un gran motivo: porque está enamorado. Y así se lo hace saber a Rosario: sé todo lo que tenía que saber: sé que te quiero; que eres la mujer que desde hace tiempo me está anunciando el corazón, diciéndome noche y día... ya viene; ya está cerca; que te quemas... Y Rosario comparte sus sentimientos, afirmando que te quiero desde antes de conocerte. Lo cual la lleva, aunque sea interiormente, a enfrentarse a los duros preceptos de su madre. 


    En una de las escenas más dramáticas de Doña Perfecta la susodicha trata a Pepe Rey de bárbaro, salvaje y hombre que vive de la violencia por el hecho de estar atropellando un hogar, una familia y a las autoridades humana y divina, a lo que su sobrino le responde que soy manso, recto, honrado y enemigo de violencias; pero entre usted, que es la ley, y yo, que soy el destinado a acatarla, está una pobre criatura atormentada --Rosario--, un ángel de Dios sujeto a inicuos martirios. Este espectáculo, esta injusticia, esta violencia inaudita es la que convierte mi rectitud en barbarie, mi razón en fuerza, mi honradez en violencia; este espectáculo, señora mía, es lo que me impulsa a no respetar la ley de usted; lo que me impulsa a pasar sobre ella, a atropellar todo. Una escena descarnada, sin vuelta atrás, violenta --en lo verbal-- que, en cierto modo, nos llega a recordar a Romeo y a Julieta. Porque, a veces, el amor no basta para que venzan los buenos. Y esta novela es un claro ejemplo de ello.    


  

lunes, 2 de noviembre de 2020

Loba negra. Juan Gómez-Jurado. Ediciones B. 2019. Reseña



megustaleer - Loba negra - Juan Gómez-Jurado


     A punto de publicarse, el próximo cinco de noviembre, Rey blanco, tercera parte de la serie iniciada con Reina roja (2018), creo que es un buen momento para reseñar la segunda entrega de la misma, Loba negra (2019). La reina roja, Antonia Scott, y el agente Jon Gutiérrez viven una nueva experiencia vital que vuelve a poner a prueba sus límites físicos, intelectuales y emocionales. Ambientado tan solo siete meses después de Reina roja, el nuevo thriller del madrileño Juan Gómez-Jurado, considerado el gran autor del género a nivel europeo y uno de los más importantes también a nivel mundial, nos presenta a una Antonia Scott más nerviosa que nunca, incapaz de reponerse al estado vegetativo de su esposo Marcos, a la desaparición de Sandra Fajardo y a la sempiterna presencia-ausencia del señor White, sin duda, el principal fantasma del pasado y del presente de la Reina roja

     La autocompasión de Scott respecto a los errores del pasado, básicamente el prolongado estado comatoso de su esposo y la pérdida de la custodia de su hijo Jorge --que vive en la actualidad con su abuelo--, con quien reina la incomunicación más absoluta, sitúan a nuestra protagonista en la situación más delicada de su vida. En lo personal y en lo profesional. Tanto que hasta su propia madre se lo recrimina. También Jon Gutiérrez, su escudero y protector, está preocupado por ella mientras asimila que conocerla es armar las piezas de un puzle con pequeños detalles. La cabeza se Scott está hecha un lío. Por eso, cuando Mentor les propone un nuevo caso, se muestra reticente a comenzar un juego nuevo sin acabar la partida anterior. Sin embargo, las instrucciones de Mentor son claras: pese a la aparición de seis cadáveres sin identificar en la capital de España, Jon y ella deben acudir urgentemente a Marbella.  

     Trabajar en equipo es, sin duda, la mejor manera de afrontar las dificultades. Cuando se infringen las reglas que han de regir dicho trabajo no basta con pedir perdón. Pedir perdón no es una varita mágica que se agita y borra de golpe nuestros errores, le recrimina Jon a Antonia en un momento de la trama en el que Scott actúa por libre. Peor le va a Yuri Voronin actuar por su cuenta sin contar con su esposa, Lola Moreno. Yuri acaba de ser asesinado tras dar un paso en falso que resulta fatal para él, pero también para su esposa, que escapa de milagro a un intento de asesinato. La nueva misión de Scott y Gutiérrez es encontrar a Lola antes de que lo hagan sus perseguidores, miembros del clan Orlov, para el cual trabajaba su esposo como tesorero. La importación del Funduk, la Nutella rusa, desde Marbella parece ser la actividad principal de los Orlov. No obstante, nada es lo que parece en las novelas de Gómez-Jurado.

     Lola ha llevado una vida extraña. Hija de un contable y una peluquera, pertenece, pues, a la clase obrera. Ve su vida como si de un cuento se tratara. Y en todo cuento aparece, antes o después, el príncipe azul de la desgraciada protagonista. Yuri, un simple matón del clan Orlov, salva a Lola de un intento de violación múltiple. Desde entonces han pasado seis años. Ambos viven a todo lujo, forman un matrimonio que espera su primer hijo, tienen un gran y maravilloso perro de nombre Kot y han pasado de la nada al todo rápidamente. Muy rápidamente. Demasiado rápidamente. Hasta que el feliz cuento llega a su fin de modo tan abrupto como violento. Ahora, Lola ha huido y llora por su esposo muerto, por un futuro incierto y por un hijo que viene de camino a un mundo trágico. Está herida y necesita medicarse de inmediato puesto que es diabética y comienza a sentirse indispuesta ante la falta de insulina.  

     Al llegar a Marbella Jon tiene un encontronazo con la comisaria Romero. A ustedes les piden detener a un asesino en serie. Lo detienen. Yo no puedo aspirar a acabar con la mafia rusa. Aquí el trabajo consiste en ir recabando pruebas contra ellos. Encontrar testigos. Conseguir que declaren. Mantenerlos vivos hasta que lo hagan. Es una guerra que dura años y años. Hasta el momento, cuatro ya. En efecto, la policía  marbellí debe proteger el turismo de sol y playa. Y debe hacerlo con un presupuesto muy limitado: pocos efectivos policiales, armas rudimentarias, escasez de chalecos antibalas y casi nula presencia de negociadores. Una lucha muy desigual ante la sofisticación rusa. Parece que el matrimonio Yuri-Lola ha sido mandado asesinar por Asan Orlov por un ajuste de cuentas. Orlov, criado en Leningrado entre el hambre y las ratas, en la brutalidad del comunismo de la URSS, también ha sabido buscarse muy bien la vida.

     Elegante y de finos modales y formas, Orlov ha visto cómo su estatus se ha debilitado por la traición de Yuri y Lola. Más todavía si cabe por la desaparición de Lola --quien no quiere que el cuento de su vida finalice a pesar de haber perdido a su príncipe azul--, cuyo paradero es desconocido desde el momento de su huida. Por eso, La Fiera, como se le conoce al jefe mafioso, decide recurrir a alguien que sabe no le fallará: la Loba negra. Una peligrosísima asesina rusa. Probablemente, la única capaz de hacer frente y vencer a Scott. Una Scott que vive horas bajas y que, al conocer el cariz que toman los acontecimientos, se siente débil e impotente y se va poniendo cada vez más y más nerviosa. Mientras Mentor y Jon se preocupan por ella y su indiscutible estado de desequilibrio emocional y profesional, ella debe sobreponerse y vencer a sus propios fantasmas internos para tratar de hacer frente a las crecientes complicaciones.

     Pese a tratarse de un thriller, Gómez-Jurado nos ha ido acostumbrando, en todos sus libros, a una larga sucesión de reflexiones, descripciones y análisis de la psicología de los distintos personajes y situaciones. De las aparecidas en Loba negra, me quedo con las siguientes: 

     Sobre la relación Scott-Marcos: ...se ha vuelto cada vez más difícil ver a su marido, tomar su mano para quedarse dormida a su lado. La figura, cada vez más cansada y encogida, la piel, cada vez más áspera y fría, le resulta una acusación insoportable. La compasión que antes sentía por Marcos, la culpabilidad, la pena, se ha ido transformando en resentimiento. La empatía por la desgracia ajena tiene un límite. Pasado el cual comienzas a sentir que su infortunio es un acto de maldad cuya víctima eres tú. 

     Sobre la falta de tiempo para buscar la verdad: Las perreras comparten algo con los tanatorios, las residencias de ancianos y los cementerios. Los colocamos en el sitio donde menos probabilidades tengamos de verlos. Porque nadie quiere saber qué ocurre realmente tras esas vallas altas, aunque intuyamos que ocultan una realidad a la que no queremos enfrentarnos. El tiempo, medido en dinero, es la droga más efectiva y peligrosa que existe. La dosificamos de forma cicatera y egoísta para dar la espalda a cualquier mínimo atisbo de sinceridad. El tiempo es nuestra justificación para el egoísmo que nos aísla de la verdad, de esa destrucción que causamos, la que carcome a otros, la que en última instancia nos carcome a nosotros mismos. No tenemos tiempo, nos decimos. Y así continúan los perros abarrotando las jaulas y los los ancianos alzando el cuello arrugado y lleno de colgajos hacia la puerta cada vez que se abre. No hay tiempo para la verdad. 

     Reseñar las novelas de Juan Gómez-Jurado resulta cada vez más complicado. He intentado no cometer ningún error en forma de spoiler. Para ello, me he propuesto no escribir sobre nada que no aparezca en la primera de las cuatro partes de que se compone la novela. Unas ciento cincuenta páginas de un total de quinientas cincuenta. Si he conseguido el objetivo de hacer justicia a esta gran novela sin desvelar nada importante sobre su trama me doy por satisfecho. Si no es así, lo siento, y pido perdón tanto al lector de la reseña como al autor de esta maravilla titulada Loba negra. Esperando ya al Rey blanco... 


  

viernes, 23 de octubre de 2020

Letter To You. Bruce Springsteen. 2020. Crítica

 




    En noviembre de 2019, poco antes de desatarse la pandemia, Bruce Springsteen y la E Street Band se reunieron en la granja del Boss en Colts Necks, Nueva Jersey, para grabar un nuevo disco. Quedaron en hacerlo en tan solo cinco días, pero les sobró uno, pues el disco estaba grabado ya al terminar el cuarto día. Siguiendo los consejos de Stevie Van Zandt y Roy Bittan, Springsteen dejó de lado las demos y dejó que cada miembro de la banda tocara hasta acoplarse a los demás. Después de tocar juntos durante casi una vida entera, no fue demasiado complicado. El resultado, un disco orgánico en el que la E Street Band suena como hace décadas no lo hacía en un estudio --que sí en los conciertos--. No en vano, el sonido de Letter to you es compacto, épico, excitante. Como en la época del Born to run o The river. Finalmente, la producción de Ron Aniello y las mezclas de Bob Clearmountain y Bob Ludwig hicieron el resto.

 

    Me encanta el disco. Estoy feliz por cómo ha quedado la parte emocional impresa en él. Lo grabamos en solo cinco días y resultó ser una de las mejores experiencias de grabación que he tenido en mi carrera. El sonido de la E Street Band tocando en mi estudio completamente en vivo y sin regrabaciones ha sido espectacular. Algo que nunca antes habíamos hecho, afirmó Bruce hace un mes en una entrevista para la revista Rolling Stone. Es como una vuelta atrás, como una manera de recuperar un viejo hábito que acabó por hacer de la E Street la banda de bares más grande del mundo. Además, la temática del trabajo le va al pelo a la manera de grabar. Hacerlo como antaño. Como cuando todavía estaban el saxofonista Clarence Clemmons, el teclista Danny Federici, el mánager del Boss, Terry Magovern, y su recientemente fallecido amigo George Theiss, antiguo componente de The Castiles, una de las primeras formaciones del por aquel entonces adolescente Springsteen.


    En efecto, el tema del disco es el paso del tiempo, la muerte, la constante pérdida, la necesidad de seguir adelante a pesar de todo. Bruce también perdió a su padre, y su ya anciana madre está gravemente enferma de alzheimer. Pero, como él mismo reconoce, una parte bonita de la vida es lo que nos dejan los muertos. Su espíritu, su energía y su eco continúan resonando en el mundo físico mucho después de su partida. Por eso, Letter to you es también un compendio, un conjunto coral en forma de ofrenda-homenaje a aquellos que ya no están con nosotros. Afirmó Springsteen tras la muerte de Clemmons y Federici que la E Street Band no quedaría finiquitada hasta que el último de sus miembros abandonara este mundo. En efecto, mientras quede en pie uno solo de ellos, todavía será posible cumplir los sueños y reparar las promesas incumplidas. Y los fantasmas de los desaparecidos seguirán apoyando, inspirando y dando caña.


    Letter to you está formado por doce temas, de los cuales nueve fueron compuestos por Springsteen durante los años 2018 y 2019. Los otros tres --Janey needs a shooter, If i was the priest y Song for orphans-- son revisiones de viejos temas de los setenta descartados de los discos de la época. Las rescaté porque quería cantar con voz adulta las ideas de la juventud. Algo un poco loco. Bendita locura, pues. Porque, de esta manera, los fans recuperamos tres joyas de las que solo se conservan viejas maquetas y directos de bastante baja calidad. Nos ocuparemos de estas tres canciones más abajo, cuando abordemos el análisis de las doce canciones en su conjunto. De momento, cabe recordar que la primera fue compuesta, con otra letra, en 1971, en tiempos de la Bruce Springsteen Band. La tercera, también de 1971, fue la que hizo que Mike Apel se convirtiera en su mánager. Y la segunda, de 1972, fue una de las canciones que le cambió la vida aquel 5 de mayo de 1972, cuando Bruce la tocó en acústico ante John Hammond, quien le abrió de par en par las puertas de Columbia Records. 

  

    Estas son las doce piezas que componen el vigésimo disco de estudio de Bruce Springsteen y la E Street Band:    

       

1. One minute you´re here: un minuto estás aquí y al siguiente te has ido, canta Bruce acompañado solo de su guitarra. El primero de los homenajes a quienes estuvieron, ya no están, pero se les echa tanto de menos que en todo momento se siente su presencia. Un medio tiempo acústico que recuerda al disco Devils and dust y a Moonlight motel, tema que cierra su trabajo anterior, Western stars. Como si no hubiera pasado un año y medio y todavía estuviera en el granero de su granja. De hecho, como ya ha quedado dicho, allí precisamente ha grabado también este nuevo disco. 


2. Letter to you: una carta directa al corazón de sus seguidores que fue presentada como single de lanzamiento de su disco homónimo. El Boss, como viene haciendo últimamente, se despoja de sus miedos y miserias y, al dictado de su corazón, nos muestra lo que descubrió en los buenos y en los malos momentos, lo fácil y lo difícil que le fue llegar hasta adonde llegó y la felicidad y el dolor que hubo de soportar. Y lo escribe y canta para mí, para ti y para quien lo quiera escuchar. Y, por supuesto, muchos somos todo oídos.  


3. Burnin´ train: si durante décadas el Boss utilizó los automóviles como medio para huir de algún lugar o para llegar a otro sitio, en los últimos años el vehículo preferido por él para seguir tales fines ha pasado a ser el tren (como en Land of hope and dreams o Tucson train). Pero, a diferencia de los anteriores, el ritmo de este tren ardiente quema las vías y se muestra imparable. Sabe que va a llegar a su destino. Y su destino no es otro que el corazón ardiente y apasionado de sus fans. En directo, promete ser un momento épico.


4. Janey needs a shooter: la primera de las piezas de los setenta que el Boss ha querido presentar por fin en formato disco. Temazo que bien podría haber formado parte del Darkness on the edge of town. Su comienzo, al estilo del Like a rolling stone dylaniano, deja paso a una épica y oscura historia que, con una letra modificada, nos habla de una mujer que no conoce la paz ni a través de su médico, ni de un predicador ni de un policía. Y el narrador canta que así que la abracé mucho. Ella era más una santa que un fantasma. Y le dije cuánto tiempo había estado preparándome para ella.    


5. Last man standing: de nuevo aparece el tema de la pérdida. Y es que, tras la muerte de su amigo George Theiss, Springsteen es ya el único superviviente de una de sus primeras formaciones, The Castiles. Fue la primera canción que compuso para este disco. Y, tras los primeros acordes de guitarra del Boss, la batería de Max Weinberg introduce a la banda, incluyendo el magnífico saxo de Jake Clemmons desde la mitad de la canción. Todo ello, para hablarnos sobre la celeridad de la muerte, pero también sobre la riqueza de la vida. 


6. The power of prayer: canción al más puro estilo de sus discos Magic (I´ll work for yor love, por ejemploo Working on a dream, nos habla de la plegaria, del amor y de sus recompensas. Como buen católico que es, Springsteen confiesa refugiarse a menudo en las plegarias. Gran intro de Roy Bittan al piano. Muy buenas guitarras de Nils y Stevie. Resulta prácticamente imposible diferenciar el saxo de Jake Clemmons del de su tío Clarence. Como sucede con Charles Giordano, sustituto de Federici, también Clarence ha tenido un gran recambio en la figura de su sobrino Jake. Todo queda en familia. 


7. House of a thousand guitars: si para el escritor Jorge Luis Borges el paraíso sería un tipo de biblioteca, para Springsteen sería una casa de mil guitarras --¿quizá su propio establo-estudio de grabación de Colts Neck?--. El piano de Roy Bittan y la voz y la vocalización del Boss imprimen al tema un gran misticismo. El tenue saxo de Jake Clemmons acentúa este sentimiento en la parte central-final. El mundo espiritual toma cancha en una canción que también será muy bien recibida en los directos post pandemia. 


8. Rainmaker: tema protesta que llega a recordar a Death to my hometown --del celebrado Wrecking ball--, cuenta la historia de un impostor que dice ser capaz de traer la lluvia al oeste americano. A veces los amigos necesitan creer en algo tan malo que acabarán contratando a un hacedor de lluvias, nos canta Bruce. La canción, que también nos puede llegar a recordar a The ghost of Tom Joad y al Reason to believe acústico de la gira Devils and dust, muestra un tono fiero, desolador, atacante de farsantes. Conociendo sus firmes convicciones demócratas, ¿será una crítica directa a Donald Trump? Seguro.


9. If i was the priest: el segundo de los temas de los setenta que aparece en el disco es una especie de rememoración de la relación entre Jesús y su madre, María. Suena irreverente, sobre todo en el caso de alguien tan religioso como el Boss, pero en esta canción Jesús es el sheriff de un pueblo del lejano oeste, y la virgen María regenta el Holy Gray Saloon, desde donde da misa los domingos y otros servicios los lunes. La armónica y la guitarra de la parte final nos recuerdan de nuevo a la E Street Band de antaño.  


10. Ghosts: es, sin duda, el temazo del disco. Sonido E Street Band en estado puro. Perfecto homenaje al saxofonista Big Man Clarence Clemmons y al teclista Danny Federici, fallecidos durante la última década. Pero sus recuerdos, energía y espíritu dan fuerzas al resto de la banda para seguir, al grito de ¡estoy vivo! Cuando la pandemia pase --que pasará-- y los chicos puedan volver a la carretera Ghosts será, seguro, uno de los puntos álgidos de los conciertos. Unos conciertos a los que tanto ellos como nosotros acudiremos con nuevas energías y ganas de prender el fuego del rock and roll más apasionado. Como ese saxo final y los coros con los que terminan la canción tras contar Bruce hasta cuatro. Brazos arriba, palmas, sudor y subidón entre los subidones.


11. Song of orphans: el tercer y último de los temas de los setenta del disco, nos presenta a un Bruce que soñaba con las estrellas y una guitarra. Una canción sobre la esperanza, basada en la forma de cantar y tocar del Dylan de aquella época. Los hijos buscan padres, pero los padres se han ido. Las almas perdidas buscan salvadores, pero los salvadores no duran mucho. Esos mocosos renegados sin rumbo que viven sus vidas en canciones, corren a lo largo de una vela, en un susurro de buenas noches y se van. Sin embargo, nunca pierden la esperanza.   


12. I´ll see you in my dreams: el disco se cierra con un nuevo recuerdo a los que no están, a esos fantasmas que siguen inspirando a la banda todavía, a pesar del paso de los años. Y es que hay conexiones que ni la muerte logra cortar. Sobre todo cuando los que aquí siguen buscan de forma continuada esos inspiradores espíritus con los que algún día compartieron absolutamente todo. Te veré en mis sueños suena a un hasta luego, amigos. Porque la muerte, en efecto, no es el fin de todo. Una gran manera de despedir un disco hecho, más que nunca, con el corazón. 


    El piano de Roy Bittan, el ritmo marcial de Max Weinberg y Gary Tallent, las destellantes guitarras de Nils, Stevie y el propio Springsteen, el oportuno saxo de Jake Clemmons, el gran teclado de Charles Giordano y los intermitentes coros de Patty Scialfa potencian las armónicas y la voz de un Bruce cuya garganta parece haber rejuvenecido varias décadas en este disco. Una garganta que nos canta una carta directamente a cada uno de nosotros. Con las fuerzas, el talento y la visión ya conocidas para hacernos vibrar con un sonido no perdido pero, sin embargo, sí recobrado. Como si de la primera vez se tratara. Y con la E Street Band en pleno funcionamiento. No en vano, el propio Springsteen lamenta no poder salir a la carretera. Sin embargo, comenta que todo lo que puedo decir es que cuando termine esta experiencia voy a dar la fiesta más disparatada que te puedas imaginar. Yo no sé vosotros, pero esa fiesta no me la pienso perder. Por nada del mundo. Sobrevivir a la pandemia habrá valido la pena si, por añadidura, nos sirve para poder volver a ver en directo al Boss y a una E Street Band a punto, engrasada y, además, enrabietada.  


martes, 13 de octubre de 2020

Al oeste del Edén. Jean Stein. Anagrama. 2020. Reseña





    Jean Stein trabajó durante más de dos décadas para convertir en realidad este libro sobre los orígenes de Hollywood. Lo consiguió, por fin, en 2016. Un año después, a sus ochenta y tres años de edad, se lanzó al vacío desde su apartamento en un rascacielos de Manhattan. Muy lejos, en el tiempo y en el espacio, de ese lugar de los Estados Unidos que inspiró su gran obra. Una obra por la que desfilan muchos de los grandes personajes del Hollywood de los años centrales del siglo XX, es decir, desde 1920 hasta 1970. Lujo, glamour, poder, mansiones, palacetes y castillos, excesos, drogas, sexo, luchas y enfrentamientos intestinos, asesinatos, suicidios y toda clase de intrigas se detallan en las trescientas ochenta páginas que componen un texto que, escrito a base de testimonios directos recogidos durante esos veinte años de labor de investigación, resulta finalmente tan atractivo como desgarrador.


    El dinero y el poder no dan la felicidad. Esa es una de las conclusiones que puede extraer cualquier lector de este conjunto de textos. La mayoría de sus protagonistas fueron famosos, ricos, ostentaron gran poder e influencia, incluso a nivel político, pero basta con leer entre líneas para observar que una de las características que compartieron casi todos ellos fue la infelicidad. Lo cual hace bueno aquello de que cuanto más se tiene, más se desea poseer. Y es que, aunque nos pueda parecer mentira, la fábrica de sueños más potente del mundo destruyó los de muchos de sus propios integrantes y protagonistas. Secretos de alcoba, extravagancias, tensiones que explotan, todo tiene cabida en las páginas de Al oeste del Edén. En un lugar de Estados Unidos. Por muy emblemática que resulte una familia, nadie escapa a los pecados de la humanidad. Buena prueba de ello es este libro.


    La primera de las cinco sagas familiares tratadas en estas páginas es la de los Doheny, cuyo patriarca, Edward L. Doheny, inspiró la novela Petróleo!, de Upton Sinclair (1927), y la película Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson (2007). Doheny creó la industria petrolífera de Los Ángeles, que producía, en los años veinte, el veinte por cien del petróleo mundial. Antes había hecho negocios en México. Su amistad con Porfirio Díaz y los sobornos a funcionarios le habían hecho rico ya. Utilizó todo tipo de artimañas para salirse siempre con la suya e incrementar sus riquezas. Unos extraños asesinatos de los que salió indemne, un par de suicidios en el seno de la familia y las tensiones manifiestas entre varios de los miembros del clan demuestran que no es oro todo lo que reluce. Aunque dentro de una mansión encontremos una casa de muñecas más grande que la mayoría de hogares medios. Los Doheny siguen presentes en Los Ángeles. Lo más asombroso es que, para conservar su poder y su posición, Doheny acabó sacrificando a su propia familia, afirma un testigo de la época. El escritor Raymond Chandler afirmó, en relación a él, que la ley vale lo que pagas por ella y está en el lugar donde la compras. Para el famoso escritor, los Doheny son el paradigma del corazón podrido del paraíso.


    Los famosos hermanos Warner --Sam, Harry y Jack--, que crearon la mayor manifestación cultural del mundo en palabras de Arthur Miller, acabaron enfrentándose entre sí por ver quién controlaba los famosos estudios tras la prematura muerte de Sam. Vanidosos y vulgares, intrigaron contra su propia sangre mientras se reían de las producciones de la competencia, a los que llegaron a acusar de comunistas, y tiranizaban al gremio del cine, luchando contra unas huelgas justas y necesarias para el sector. Se codearon con los presidentes Roosevelt y Nixon, se enfrentaron a Walt Disney, no tenían amigos sino subordinados y aduladores, las tensiones le provocaron un derrame cerebral y la muerte a Harry y Jack se quedó al fin como año y señor de los estudios. Pero Jack, que tenía relaciones sexuales extra matrimoniales donde y cuando se le antojaba --temía perder la mitad de las acciones de sus estudios si se divorciaba, por lo que su esposa y él eran matrimonio solo sobre el papel, declara una de sus amantes--, tampoco tenía buena relación con su hijo, Jack Warner Jr.. Así, la historia de los conocidos Warner Bros ejemplifica perfectamente en qué consisten un fracaso (familiar y emocional) y un éxito (económico y empresarial) colectivo. 


    Los Garland ocupan el espacio central del libro de Jean Stein. William Garland era un rico industrial ferroviario metido de lleno en el mundo del cine y dueño de muchas propiedades en Los Ángeles. Se casó con un bombón llamado Grace Garland, que quería ser actriz y había sido Miss Cleveland, y tuvieron una hija: Jane. Viuda ya Grace, se centró en la salud de su hija, que padecía una extraña clase de esquizofrenia. Contrató a cuidadores para ella, evitando así una indeseada hospitalización. Llevaba una vida aparentemente normal, aunque siempre acompañada de un cuidador. La pérdida de la figura paterna, los acosos de una niñera, las drogas y su coqueteo con una secta pusieron a la joven al borde del precipicio. Poco a poco, la familia fue gastando el dinero de la herencia del industrial. Hasta que solo quedó el de su hija. Y Grace, acostumbrada a un tren de vida demasiado relajado, sucumbió al hecho de que tenía toda aquella pasta al alcance de la mano y no podía echarle las zarpas. Otro ejemplo más de infelicidad manifiesta.                      


    La oscarizada Jennifer Jones (La canción de Bernardette, 1944) se divorció de su marido, David Walker, para casarse con el productor David Selznick. Terminó por arrepentirse años después. Como declara uno de sus hijos, Selznick tenía las llaves del reino cuando papá ni siquiera sabía dónde estaban. Madre era joven, fresca, recién llegada, buscaba nuevas aventuras, y, desde su punto de vista, papá probablemente fuera un hombre limitado. Ni mamá ni papá eran personas de mundo. Selznick, en cambio, vivía y respiraba el glamour de Hollywood y los reyes y las reinas de Hollywood le besaban los pies. Después de Lo que el viento se llevó, no había nadie con más poder en la industria del cine. Su ex esposo se convirtió en alcohólico y murió a los treinta y dos años. Pocos años después, su hija Mary Jennifer, con la que tenía muy mala relación, se suicidó, mientras que su hijo Michael también se echó en brazos del alcohol. Otra familia rota. Tras la muerte de Selznick, Jennifer se casó con el multi millonario Norton Simon, un magnate desaprensivo al más puro estilo de los mismísimos Rockefeller o Carnegie que poseía una gran colección de arte. De nuevo, los lujos no fueron capaces de mitigar las consecuencias de una existencia vacía y depresiva.


    El último de los capítulos del libro lo dedica Stein a su propia familia. Su abuelo, Jules Stein, reconocido médico oftalmólogo que acabó dejando su vocación para representar a grupos y bandas musicales y finalmente fundar la MCA (Music Corporation of America), construyó todo un emporio desde la nada. Su asesor y futuro presidente de la MCA, Lew Wasserman, recuerda que Stein fue el creador de las giras, que en aquellos tiempos no existían. Fue un visionario en lo relativo a los bolos de bandas de música, las llevó por pueblos y ciudades. El propio Stein, en una autobiografía, recuerda que quise diversificar el negocio y empecé con la representación de cantantes, grupos y otros talentos del gusto del público. La radio se estaba convirtiendo en un elemento importante dentro del sector del espectáculo, así que empezamos a representar a los artistas también en ese medio. Se codeó con Al Capone en el Chicago de los años 40 y trabó una gran amistad con el presidente Truman y con el por entonces actor y también futuro presidente Ronald Reagan. Jean Stein, por su parte, fue capaz de lograr una estrecha amistad con el escritor Gore Vidal. Se hizo editora y escritora y vivió hasta los ochenta y tres años.             

    La obra, escrita a través de los testimonios orales de muchos protagonistas y testigos de la colocación de los pilares sobre los que se asentó la fundación del Hollywood actual, nos presenta la ciudad con todas sus luces y también con todas sus sombras. Nos muestra cómo se vivieron el Gran Sueño Americano, la Gran Depresión, la preponderancia de la Mafia, el Comité de Actividades Antiamericanas --o Caza de Brujas--, etc. En definitiva, Al oeste del Edén, es un fresco de la historia de buena parte del siglo XX norteamericano, más concretamente, de Los Ángeles y Hollywood. Una obra para los amantes del cine, pero también para quienes pretenden ser emprendedores en plena época de pandemia. Nada mejor que inspirarse en los creadores de Hollywood para buscar la supervivencia en una época de crisis económica y de valores como la que vivimos en la actualidad.  



jueves, 1 de octubre de 2020

Tierra. Eloy Moreno. Ediciones B. 2020. Reseña


 



    Qué difícil resulta a veces reseñar una novela. Eloy Moreno ha escrito una historia necesaria, oportuna e imprescindible. El azar quiso, además, que viera la luz en febrero, justo antes de la pandemia. Sin duda, el planeta está enfermo. Y, como dice uno de los protagonistas de Tierra, William Miller, el hombre más rico y poderoso del mundo, los humanos son su virus. Precisamente nosotros, los humanos, somos los grandes protagonistas de la novela. Y no salimos en absoluto bien parados de las reflexiones que Moreno, en boca de los personajes de su historia, nos presenta de manera cruda, mordaz y necesaria. Porque el autor de, entre otras, El bolígrafo de gel verde y Lo que encontré bajo el sofá --ambas reseñadas en este blog--, nos coloca ante el espejo para mostrarnos todos y cada uno de nuestros pecados. Todas y cada una de nuestras culpas. Y enfrentarse a todo eso, al lector, no le resulta nada cómodo. Tierra, pues, nos presenta una gran verdad. Una gran verdad incómoda. ¿Qué hacer, pues, con ella una vez descubierta?


    Nuestro planeta ha sobrevivido a todo. Y nos sobrevivirá también a nosotros --y a nuestro turismo depredador--. Sin duda. Negar el cambio climático no lo destruirá, pero sí destruirá las condiciones necesarias para que pueda ser habitado por nosotros, los humanos. Y esa es, pienso yo, una de las pretensiones de Eloy Moreno a la hora de abordar esta novela: denunciar un capitalismo salvaje que induce al consumismo a través del márketing, la publicidad, las redes sociales, la manipulación de la realidad, las mentiras, la destrucción de la ética y los valores y, en suma, la deshumanización del ser humano. Todo ello, en aras de crear una sociedad idiotizada, con una educación progresivamente degradada, que genera una serie de adicciones que crean unas necesidades absolutamente superfluas pero que favorecen negocios que hacen cada vez más y más ricos a los poderosos. El plan que se nos presenta en Tierra es este: una educación mediocre, un empleo de mierda que te hace llegar cansado a casa y una televisión que manipula y favorece el consumo. Una rueda perfecta.


    William Miller se ha hecho rico a costa de jugar con las personas. Es un hombre sin escrúpulos. Sabe que la información es poder. Y que ese poder puede crecer y crecer a través del consumismo. Por eso, no ceja en su empeño a la hora de crear empresas que se apoyan en otras --todas suyas, obviamente-- para construir finalmente un imperio que convierte a los gobernantes en sus títeres. Es el amo del mundo. Y no está dispuesto a perder semejante botín. ¿En qué se apoya para ello? En el enorme poder de la televisión, en las ilimitadas mentiras, en la manipulación y en la gran capacidad que descubre un día para generar audiencia. Una audiencia que atrae también a los publicistas, cuyas empresas invierten ingentes cantidades de dinero para que sus productos aparezcan en pantalla en el momento más oportuno para sus intereses. Las redes sociales, fácilmente manipulables también a partir de perfiles falsos y una serie de logaritmos no tan difíciles de descubrir si uno tiene dinero, acaban de sumarse a los instrumentos que generan poder.


    Tierra es una crítica despiadada --porque así debe ser en este caso-- al conjunto de la sociedad y a la forma de vida de los humanos que la componen. A la crueldad, el ensañamiento, el anonimato y la desfachatez de muchos de los usuarios de las redes sociales. A los influencers, a los selfies y a la necesidad de cada vez más personas de contar su vida a través de las redes sociales. A la creación, con todo lo anterior, de una realidad paralela cada vez más alejada de la verdadera realidad. De la única realidad. Porque cada vez vivimos más de cara a la galería, fingiendo ser lo que no somos. La verdad queda soterrada bajo las mentiras. Y se pierden los valores humanos. La soledad se nos hace más y más irresistible. Y ello nos provoca unas irreprimibles ansias de encontrar a quien nos haga caso y compañía, aunque sea a través del mundo digital. Virtual. No real. Y de ello se aprovechan personas como William Miller. ¿Quién en su sano juicio va a pasarse el tiempo viendo la vida de otras personas cuando podría estar viviendo la suya?, le pregunta a su amigo Dmitri. La respuesta es demoledora: todos los que no tienen vida.


    Miller lanza el programa más visto de la historia de la televisión mundial. Un reality total y absolutamente dirigido en el que ocho personas --cuatro mujeres y cuatro hombres-- se van a vivir a Marte para crear allí una colonia. Quizás un nuevo lugar al que acudir cuando este planeta sea definitivamente inhabitable para la especia humana. Todo está preparado para generar audiencia, publicidad e ingresos. Pero el pasado, que siempre nos persigue, va condicionando las acciones de los concursantes en su nuevo y último aposento (porque saben que de allí jamás podrán volver). Los ocho tienen los perfiles sociales con más seguidores del planeta. Y tratan de superar la soledad que sienten allí arriba a través de las redes sociales. Todo se retransmite en directo, incluso los encuentros sexuales entre ellos. A más morbo, más audiencia. Y a más audiencia, más beneficios. Pero, como explica más tarde su propio creador, todo lo que ocurre allí es mentira. Absolutamente todo está manipulado. Ante tal afirmación, el mundo se tambalea durante unos instantes. Solamente. Es lo que tienen las adicciones.


      Nel, la hija pequeña del multimillonario, se distancia de su padre. Nuestra relación hacía aguas por todos lados, su carácter autoritario comenzó a sustituir al cariño. Solo nos necesitaba para sus experimentos, para hacer pruebas de cámara; ya casi no nos abrazaba, ya casi nunca jugábamos a salvar el mundo juntos. Su hermano mayor, Alan, le recuerda que a veces pienso en todo lo que te molestaba de papá: su poco respeto por los seres humanos y por su intimidad, cómo jugaba con los sentimientos de los demás para hacer dinero, jugando con las personas, mostrando imágenes que no deberían aparecer. Pero los periodistas, de alguna forma, hacéis lo mismo, sois capaces de mostrar cualquier imagen por dura que sea, por violenta que sea, y también por dinero. A lo que Nel responde: hay una pequeña diferencia. Nosotros nos ganamos la vida mostrando la verdad y él lo hacía mostrando la mentira. En otra escena, el tema queda zanjado. Alan le dice a su hermana que solo hay que tener dinero, mucho dinero, más dinero del que nunca tendrá ningún periódico, por eso siempre es más fácil ocultar la información que encontrarla. 


    Tierra es también una historia sobre la familia y sus interioridades. Todos conocemos historias familiares desgarradoras. Litigios en un principio inconcebibles. Padres e hijos que no se hablan. Hermanos que pierden el contacto, como si no llevaran la misma sangre corriendo por sus venas. Es el caso de Nel y Alan. Treinta años después de la escena de inicio de la novela, sus destinos vuelven a mezclarse de la mano de su padre, ya muerto. Una vez más, la última, William Miller ha manipulado las cosas. Pero, en esta ocasión, su finalidad sí es positiva. Una especie de redención desde el más allá para conseguir que sus hijos vuelvan a quererse como en su infancia. Como cuando, juntos, jugaban a salvar el mundo. Algo que luego quedó en el olvido. El acto final de Miller es una forma de darse cuenta de que la muerte no solo se lleva a la persona; con ella desaparece también la posibilidad de nuevos recuerdos. A veces, pues, no queda otra que preservar los ya existentes con anterioridad. Aferrarse a ellos. Aunque tengan hasta treinta años de antigüedad.


    En definitiva, la nueva novela de Eloy Moreno supone un soplo de aire fresco, un nuevo punto de vista, una nueva manera de afrontar una realidad que debemos enfrentar desde ya. Porque la realidad está ahí afuera, en la calle, en las montañas, en los pueblos y ciudades de todo el mundo. No en nuestros dispositivos móviles. Y, dado que solo tenemos un planeta, hemos de cuidar de él, olvidando el turismo depredador y abordando, de una vez, el problema del cambio climático. Un problema que, por incómodo que resulte, debemos comenzar a solucionar. Hoy, mejor que mañana. Porque es un hecho demostrado que, en nuestro planeta, cada vez hay más agua y menos hielo. Y salvar el mundo no es ningún juego.  


    

lunes, 21 de septiembre de 2020

Marianela. Benito Pérez Galdós. Cátedra. 1984. Reseña

 




     En 1878 Benito Pérez Galdós publicó Marianela, una de sus Novelas de la Primera Época, como el propio autor canario (1843-1920) llamó al conjunto de sus primeras obras. El futuro miembro de la Real Academia Española y diputado de las Cortes españolas demostró desde muy temprano que iba a ser uno de los grandes protagonistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En política manifestó siempre sus profundos anticlericalismo y republicanismo, lo que provocó su continuo asedio y boicoteo por parte de los sectores más conservadores, católicos y tradicionalistas, quienes jamás reconocieron su gran valor literario e intelectual. Debido a ello, en parte, su candidatura al Premio Nobel de Literatura no llegó a cuajar. Todo ello, a pesar de estar considerado uno de los grandes representantes de la novela realista, apartándose del romanticismo anterior y acercándose al naturalismo, la expresividad y el estudio psicológico de cada uno de los protagonistas.


    Marianela parte de un caso real extraído de un manual de psicología: la recuperación de la visión por parte de un ciego congénito. La relación entre Pablo, joven proveniente de una casa de postín, y Nela, una muchacha fea y deforme por fuera pero bellísima por dentro debido a sus hondos valores, es el hilo conductor de una novela que entrelaza sus tres temas principales: la ceguera y su posible cura, la relación sentimental y la situación socioeconómica. El genio galdosiano es capaz de poner frente a frente la belleza física y la belleza moral, la industria y la agricultura, el hoy y el ayer, el pueblo y la ciudad, la cultura y la naturaleza, la riqueza y la pobreza. Cronista de la España del siglo XIX, como demostró con sus maravillosos Episodios Nacionales, supo como nadie dar cabida en sus obras a todo aquello --lo bueno y lo malo, lo mejor y lo peor-- de aquel país y sus ciudadanos. Leer a Galdós no es solo disfrutar de la literatura. También se aprende Historia. Y sociología. Y psicología.


    Pablo, que no puede ver a Marianela, se enamora de su belleza interior --su bondad y sus valores--. Al más puro estilo de Saint-Exupèry en El principito, reconoce que lo más importante de las personas y de la vida en general es lo que no se ve pero sí se siente. Año y medio como lazarillo del ciego le valen a la Nela para hacerse un hueco en el corazón del joven Penáguilas. Con la autoestima por los suelos desde siempre --yo no valgo para nada, repite una y otra vez-- a causa de aquellos que la juzgan solo por su apariencia física, vive su época más feliz al amparo del amor que le profesa Pablo. Un futuro matrimonio entre ambos brilla en un horizonte tan lejano --la Nela nunca se lo acaba de creer en realidad pese a la pasión con que le habla del tema su amado-- y a la vez tan próximo --la joven, sin embargo, se agarra a él con todas sus fuerzas--. Pero, como se suele decir, la alegría en la casa del pobre dura bien poco. Y así se manifiesta también en Marianela.


    La llegada a Socartes --uno de tantos pueblos ficticios de la historia de la literatura universal-- de Teodoro Golfín cambiará la vida de los amados para siempre. Oftalmólogo de profesión --y muy reconocido no solo en España sino también allende de nuestras fronteras--, tratará de curar la vista al joven Penáguilas. Todo el mundo en el pueblo minero ansía el milagro. También la Nela, aunque en su caso puede mucho más el miedo que la alegría. Marianela cree que cuando Pablo sea capaz de ver perderá el amor hacia ella. Da por seguro que huirá de ella, de su apariencia monstruosa. El amor al que se agarraba durante los últimos meses está amenazado, y Marianela piensa insistentemente en quitarse la vida en la misma sima en la que años atrás se la quitara también su madre. Incluso lo intenta, siendo salvada en el último momento por Golfín, quien se muestra dispuesto a hacerse cargo de ella a partir de entonces. No obstante, morir de amor --y de desamor-- es posible. 


    Por si esto fuera poco, llegan también al pueblo el tío Manuel y Florentina Penáguilas, la prima de Pablo. Manuel y Francisco, los padres de Florentina y Pablo acuerdan el matrimonio de sus hijos si el joven acaba recuperando la vista. Y esto, pese a que el joven sigue pensando en mantener su promesa inicial con la Nela, hunde definitivamente a la protagonista. Y eso que la prima de Pablo decide acogerla como si de una hermana se tratara. Finalmente, se desencadenan dos luchas entre los protagonistas de la novela: una, interna, en la mente de la Nela; otra, externa, la que libran Pablo, Florentina y Golfín --quienes quieren y cuidan a la joven-- contra el resto de pobladores del lugar --que siguen despreciándola y humillándola, dando muestras de una gran inhumanidad--. Como curiosidad, que no casualidad, las tres personas que la ayudan son cultivadas y muestran cultura y sabiduría. Por contra, quienes la vilipendian son víctimas de su propia ignorancia e incultura.


    Todos los personajes de la novela cumplen una función en la misma. También los secundarios. Qué diferentes comportamientos muestran los hermanos Penáguilas y los hermanos Golfín, por ejemplo. Francisco Penáguilas y Teodoro Golfín son buenas personas, además de inteligentes, rectos y bondadosos. En cambio, Carlos Golfín y Manuel Penáguilas se muestran completamente diferentes. Tanto que resulta increíble que sean hermanos de los anteriores. Lo mismo podemos indicar respecto a Celipín Centeno, hijo menor de los Centeno, familia que da cobijo --abusa, más bien-- a la Nela. Celipín quiere a Marianela, a la que considera casi una hermana más. Sin embargo, su madre, la Señana --señora Ana-- y Sofía, la esposa de Carlos Golfín, no hacen más que ningunearla y burlarse de ella. El diferente trato dispensado a la Nela por cada uno de los distintos personajes constituye una parte fundamental de la novela.


    La crítica social, económica y política de la época y el gran despliegue literario para recrear perfectamente los ambientes, la naturaleza, la belleza y la psicología de los personajes la encontramos también en Charles Dickens. Galdós conocía muy bien la obra dickensiana. No en vano, diez años antes de publicar Marianela, el autor de Las Palmas de Gran Canaria había traducido al castellano la obra del británico Aventuras de Pickwick. Un genio traduciendo a otro genio. Casi nada, ¿verdad? Sorprende la facilidad con la que el canario --y también el británico, por supuesto-- refleja en sus obras la complicada --pero a la vez sencilla-- idea de cómo influye en las personas cómo las ven los demás. Y cómo la aparición en la escena de sus vidas de un nuevo personaje puede ponerlo todo patas arriba. A veces, para bien; otras, para su desgracia. Un muy buen ejemplo de todo ello lo encontramos en Marianela. Una novela de esas que todo el mundo debería leer al menos una vez en su vida.


    El pasado mes de enero se cumplió el primer centenario de la muerte del autor. Antes de terminar de celebrar el Año Galdós estamos a tiempo de leer algunas de sus obras. Por mi parte, Doña Perfecta (1876), otra de las denominadas Novelas de la Primera Época, será la próxima. Nunca es tarde, pues, para iniciarse en las lecturas de uno de los autores españoles más reconocidos a nivel universal. Especialmente si se trata de una llamada a la tolerancia y la solidaridad en unos tiempos como los actuales, en los que priman el egoísmo y la intolerancia respecto al que es u opina diferente a nosotros.