LIBROS

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lunes, 29 de septiembre de 2014

El librero de Kabul. Asne Seierstad. Maeva. 2003. Reseña





     Licenciada en filología rusa y española, la escritora noruega Asne Seierstad colabora desde hace años en diversos medios escandinavos desde distintos lugares del mundo. Ha cubierto muchos de los conflictos bélicos contemporáneos. Asi, de sus estancias en Irak y Serbia nacieron las novelas Ciento y un días y De espaldas al mundo, donde cuenta sus experiencias en sendos países.

     Cuando en 2001 la Alianza del Norte invadió Afganistán en busca de Bin Laden y sus secuaces de Al Qaeda, responsables de los atentados del 11S en Nueva York y Washington, la corresponsal Seierstad acompañó a las tropas para cubrir la información. Tras la caída del régimen talibán se alojó en la casa de un conocido librero de Kabul, Sultán Khan. Alli escribió El librero de Kabul.

     La amistad nacida entre la escritora, Sultán y el resto de la familia fueron el caldo de cultivo de una novela que me ha sorprendido e informado por igual desde sus primeras páginas. Es una novela que entretiene, cultiva y nos hace reflexionar sobre la situación de un país tan poco conocido como apasionante. A través de sus 270 páginas uno  puede llegar a sentir la irresistible necesidad de viajar hasta aquellas tierras. En otros pasajes, sin embargo, se alegra de estar tan lejos de allí.

     El libro constituye un documento interesante para conocer de primera mano los modos de vida de los afganos a lo largo de los últimos cincuenta años: el gobierno de Zahir Shah, la intervención soviética, el régimen talibán y la ocupación internacional tras la guerra de 2001-2. La novela describe los acontecimientos acaecidos en el Kabul inmediatamente posterior a la caída del sistema talibán, así como la vida cotidiana de una familia afgana acomodada.

     Durante su estancia en Kabul Seierstad pudo vivir, documentarse y escribir la historia con  total libertad dada su condición de mujer occidental, lo cual le permitió alternar en ambientes femeninos y masculinos a la vez, algo impensable para las mujeres afganas. El personaje central, Sultán Khan, es un librero amante de las Humanidades, las artes y la poesía de su país. No obstante, su carácter progresista en cuanto a la cultura contrasta de forma radical con su conservadurismo en relación a los negocios y los asuntos familiares.
 
     Un hombre afable fuera de casa se puede convertir, por lo visto en este libro, en un auténtico dictador dentro de su propio hogar. La religión, las costumbres y la necesidad del mantenimiento de las formas encorsetan tanto a la sociedad afgana como a la familia Khan. Hasta el punto de que todos sus miembros respetan al líder de la familia, llevando una vida oprimida y vacía únicamente por no contrariarlo y buscarse problemas mayores.

     Los hijos de Sultán deben obedecer a su padre a rajatabla pese a gozar de una cierta libertad. Algo que no ocurre con las hijas, quienes viven para atender la casa y a sus familiares masculinos. Aún con todo, no conviene tampoco ver al cabeza de familia como un ser despreciable. La autora deja claro que su conducta proviene de una sociedad misógina y opresora y de una serie de vicisitudes ajenas al proprio Sultán. De hecho, hasta en dos ocasiones diferentes sus libros o gran parte de ellos habían sido destruidos o confiscados por los distintos regímenes asentados en el poder. Teniendo en cuenta el marcado carácter patriarcal de la sociedad afagna y el hecho de que las librerías eran el sustento principal y casi único de la familia es de entender que actuara de tal manera.
 
     Otro hecho significativo que llama la atención en el libro es la multitud de grupos y facciones diferentes existentes dentro de la sociedad afgana. Todos ellos luchan por el poder, total o simplemente regional, a través del mando de sus correspondientes señores de la guerra. Asímismo, la visión que tiene la población respecto a los aliados es muy variada. Algunos los consideran los salvadores temporales del pueblo, mientras otros apuestan por  un régimen más radical, al más puro estilo talibán. No en vano, de la multitud de frases que me han conmocionado durante la lectura de la novela me quedo con una que creo define a la perfección cuál es la forma de pensar mayoritaria en el país: cuando los afganos elegimos a nuestros gobernantes de forma más o menos democrática solemos equivocarnos siempre . ¿Verdad que es una frase muy ilustrativa?

lunes, 22 de septiembre de 2014

El viejo y el mar. Ernest Hemingway. Planeta. 1975. Reseña





     En 1935 alguien le contó a Hemingway la historia de un viejo pescador cubano que había capturado un enorme pez en alta mar y luchado denodadamente por llevarlo de regreso a la costa de La Habana. La historia fue recogida por él en un breve escrito titulado Sobre el agua azul, relato publicado en Squire en abril de 1936. No fue hasta 1951 cuando el gran escritor norteamericano se decidió a convertir aquella pequeña-gran historia en una novela corta.

     La obra narra la lucha entre el viejo Santiago, únicamente acompañado por su larga y notable experiencia como pescador y sus recuerdos de mejores tiempos ya pasados, y las fuerzas de la naturaleza en un mar infinito y salvaje. Una lucha de tú a tú entre el protagonista y el gran pez y otra desigual ante los tiburones que se disponen a devorar a la presa pese a los esfuerzos de Santiago. 

     Lo más notable de esta historia, a mi entender, es la minuciosa descripción de la psicología del viejo y, sobre todo, esa mezcla de temor y respeto de la que hace gala durante toda la acción descrita por el genial escritor de las afueras de Chicago. De entre todas las frases aparecidas en la novela me quedo con aquella que dice así: un hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Y es que, para el bueno de Santiago, el hecho de esforzarse y no darse por vencido ni siquiera en circunstancias tan desfavorables como las que está viviendo ya constituyen una gran victoria. Sin duda, toda una lección que todos deberíamos tener en cuenta en determinados momentos de nuestras vidas.

     El protagonista echa de menos los periódicos, la radio, el béisbol y al gran Di Maggio, el mejor jugador de béisbol del momento. La soledad vivida en los días en alta mar luchando contra los elementos le lleva también a añorar la presencia de Manolín, joven adolescente que a buen seguro le habría ayudado y disfrutado a la vez en una situación límite y emocionante a la vez. En este sentido, la historia es también un ejemplo de gratitud, lealtad y amistad en el pleno sentido de la palabra. La relación Santiago-Manolín constituye uno de los puntos más emotivos de la obra por el afecto que se tienen el uno al otro.

     La novela es también una defensa de la naturaleza salvaje y sus actores principales. Tiburones, leones marinos y el mar en sí mismo no son vistos por Santiago como algo malo sino como algo natural cuyas leyes deben ser entendidas. El respeto y hasta veneración que siente por ellos el protagonista es otro de los puntos fuertes de la historia creada por Hemingway. Tanto él como los peces buscan lo mismo: luchar por la supervivencia en una naturaleza que, como siempre, se muestra bestial, cruel y selectiva.

     Además, podemos enlazar los sentimientos de protagonista y autor en cuanto al deseo de soledad. El individualismo de Santiago en la acción narrada se puede relacionar con el del propio Hemingway. De hecho, en la época en que escribió esta novela uno de sus deseos era estar solo para poder escribir. Así, cuando fue premiado con el Nobel en 1954 - solo un año después de ganar el Pulitzer con El viejo y el mar, publicado en 1952 - no asistió al acto de entrega ni dio entrevistas aduciendo que por supuesto que estoy orgulloso por el premio, pero no quiero ganar un premio si eso significa que no me van a dejar escribir un libro.

     Volvamos al tema de la lucha continua y el no rendirse jamás. La más clara demostración de que ello constituye en sí una victoria es el hecho de que el viejo no piensa en ningún momento en soltar a su presa. Solo ello explica que llegue a La Habana con una enorme espina desnuda amarrada a su barca. Lo cual le permite exhibir con orgullo la magnitud de la pieza capturada. Aspecto que nos lleva, además, a la necesidad que las personas tenemos de que se nos reconozcan los esfuerzos realizados, sea cual sea el resultado obtenido. En efecto, Santiago es casi destruido, pero no derrotado por el enorme pez y los tiburones.

     El gran éxito de la novela conllevó casi de inmediato la firma de un contrato para llevarla a la gran pantalla. En 1958 John Sturges dirigió un film protagonizado por Spencer Tracy, gran amigo personal de Hemingway. Y en 1990 se realizó otra versión de la mano del director Jud Taylor y del también genial actor Anthony Quinn. Ambas películas son fieles a la historia escrita por Hemingway. Las tres  - la novela y los films - son auténticas joyas para disfrutar de una historia cotidiana y a la vez increíble.   
         

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Songs Of Innocence. U2 han vuelto a lo grande y por sorpresa





     Que U2, Apple y iTunes son los grandes reyes de la mercadotecnia actual - cada uno en su parcela, por supuesto - ha quedado de manifiesto en las últimas horas merced al acuerdo a tres bandas para presentar el nuevo iPhone6, el Apple Watch y el esperado regreso de U2 a la escena musical. Aunque el disco físico, Songs Of Innocence, no saldrá hasta el 13 de octubre los irlandeses sorprendieron ayer a todo el mundo regalándolo a través de la plataforma iTunes, la cual habrá pagado a la banda una suculenta cantidad de millones de euros (o de dólares) a cambio de semejante primicia. Sorpresa que, en palabras del propio Bono, tendrá pronta continuidad en forma de otro disco titulado Songs Of Experience.

     Se trata del cuarto disco de estudio de U2 en lo que llevamos de siglo y milenio, tras All that you can´t leave behind (2000), How to dismantle an atomic bomb (2004) y No line on the horizon (2009). Escribo estas líneas tras solo tres escuchas y dispongo de la poca información que hasta el momento se puede encontrar en la red - mucha, sí, pero básicamente repetida -, por lo que si lees este artículo varios días después de su publicación observarás informaciones no del todo correctas. Pido disculpas por ello. Pero hay cosas que se deben escribir en caliente. Y ahora mismo lo estoy, y mucho.

     Fui un fanáticio udosero en los 80 y los 90. Incluso disfruté del Vertigo Tour en directo, ya mediada la primera década del actual siglo. Tengo, desde hace años ya, el firme convencimiento de que lo mejor de U2 ya pasó, que nada volverá a ser igual, que la voz de Bono nunca volverá a emitir aquellos maravillosos sonidos de hace décadas. Sin embargo, tres escuchas - en realidad solamente una - me han bastado para decirme a mí mismo que estamos ante un disco enorme. Suena como si se hubiera grabado del tirón en un garaje oscuro y grasiento. Y me encanta que se haga de esta manera.

     The miracle (of Joey Ramone), originalmente llamada Siren, abre el nuevo trabajo de la misma manera que hicieran años atrás en sus respectivos discos temas como No line on the horizon, Vertigo, Beautiful day o Discotheque. Es decir, rompiendo en mil pedazos los nervios de quien escucha. Es un comienzo abrumador, emocionante, sensacional, adrenalítico. Se trata de un homenaje a los Ramones y a su I believe in miracles. Los gritos guerreros al más puro estilo The refugee en War dan paso a una explosión guitarrera de The Edge y a un estribillo fácil pero muy pegadizo. La voz rasposa de Bono le otorga todavía un carácter más tribal y épico. Todo lo que he perdido ahora ha regresado / el sonido más hermoso que he oído / éramos peregrinos en el camino, dice la letra.

     Every breaking wave, que en un principio iba a titularse simplemente Wave, es la típica canción udosera que acaba convirtiéndose en himno generacional. Ha sido remodelada sobre las primeras maquetas - aparecidas en Songs Of Ascent, disco que finalmente fue abandonado por el grupo - y se le han añadido unos coros que le dan una vitalidad nueva. Es uno de los mejores temas del disco, sin duda. La guitarra de The Edge, menos aguda de lo habitual en los últimos tiempos, conduce magistralmente la canción. La letra dice así: ¿Estamos dispuestos a ser barridos de nuestros pies? / y dejar de perseguir / cada ola que rompe.

     California suena muy alegre y fresca. Tanto que parece un homenaje a los Beach Boys. En realidad, rememora el primer viaje de la banda al estado del oeste de los EE. UU. en la década de 1980 - California, sangre naranja de atardecer trae a tus rodillas / lo he visto yo mismo / no hay fin a la pena -. De nuevo, un estribillo ágil y unos coros digeribles con facilidad.

     Song for someone es la Sometimes you can´t make it on your own o la Stuck in a moment you can´t get out of de este disco. Es decir, la gran balada que servirá para que móviles y mecheros iluminen los oscuros estadios durante la próxima gira de la banda. Según parece, la letra recuerda ese primer amor adolescente nacido entre Bono y su mujer, Alí, con doce o trece años de edad: Si hay un beso que le robé a tu boca / y si hay una luz, no dejes que se apague.

     Iris (hold me close) trata, como en su día I will follow (Boy, 1980) o Tomorrow (October, 1981), de la pérdida de una madre a edad temprana. Iris Hewson falleció cuando Bono tenía tan solo 14 años. Sin embargo, esta canción trata el tema desde el punto de vista de un hombre maduro que canta abrázame cerrado / tengo tu vida dentro de mí, en clara referencia a cómo la pérdida de su madre ha dado forma a su propia vida.

     Volcano redunda en el tema anterior, apareciendo un Bono joven y enojado ante la pérdida de su madre - Algo en ti quiere volar / estás en un pedazo de tierra por encima de un volcán -. El bajo de Adam Clayton suena como hace tiempo no lo hacía. Toda una delicia recuperarlo para la causa. La canción rescata los riffs de guitarra de otro tema abandonado por la banda, Glastonbury, que sonó en varias ocasiones durante su última gira, 360º. 

     Raise by wolves me ha transportado directamente a los tiempos del Boy, tanto en música como en temática. La letra habla de un coche-bomba que estalló en Dublín, cerca de la casa de Bono, y que podría haberle costado la vida. Cualquier otro viernes habría estado en esa tienda de discos, pero ese día fui a la escuela en bici, ha afirmado el propio Bono en referencia al hecho.

     Cedarwood road homenajea la infancia de Bono, quien creció en el número 10 de dicha calle de Dublín junto a algunos de sus todavía amigos (Gavin Friday o Guggi Rowan). Es un tema de amistad y recuerdos agridulces. Los versos Tú no puedes volver a donde nunca te fuiste / Fue una zona de guerra y todavía permanezco en aquella calle reflejan a la perfección los sentimientos del cantante respecto a aquel lugar. De nuevo aparece el mejor bajo de Adam.

     Sleep like a baby tonight recuerda al conocido falsete de Bono en la época de Lemon (Zooropa, 1993) o de If you wear that velvet dress (Pop, 1997). La letra hace referencia a un hombre infeliz - ¿quizás el padre de Bono? - que desayuna criticando a los políticos pero que se ve incapaz de cambiar las cosas. Como vemos, tema muy de moda en la España actual.

     This is where you can reach me es un homenaje a The Clash, contemporáneos de los Ramones. Los jóvenes miembros de U2 los vieron tocar en un concierto en 1977. La letra dice así: firmamos nuestras vidas / completa rendición / la única arma que sabemos. Toda una declaración de intenciones de lo que los U2 pensaron en aquellos momentos de subidón rockero.

     The troubles cierra el disco de la misma manera que en sus antecesores hicieron Grace, Love is blindness o Cedars of Lebanon. Un tema melancólico, tranquilo y acompasado en el que la voz de la cantante Lykke Li repite que alguien entró en su alma mientras Bono reflexiona sobre su propia redención y aprende a pasar de los problemas políticos de la Irlanda del Norte actual: Tengo voluntad de supervivencia / así que puedo lastimarme y dañarme más / puedo vivir con la negación / pero tú no eres mis mayores problemas. 

     En definitiva, pese a que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor - y en la música actual esta máxima queda constatada con total firmeza - el nuevo trabajo de los irlandeses más famosos del mundo me ha gustado mucho. No son lo que fueron, sin duda, pero siguen siendo el mejor grupo de rock del momento - junto a Coldplay - y parece que vuelven con energías renovadas. Habrá que esperar a ese Songs of Experience para ver si es así o si este Songs of Innocent ha sido tan solo un espejismo. Eso sí, un maravilloso espejismo...


    

lunes, 8 de septiembre de 2014

Leonora. Elena Poniatowska. Seix Barral. 2011. Reseña





     La periodista y escritora parisino-mexicana Elena Poniatowska, recientemente galardonada con el Premio Cervantes al conjunto de su obra, escribió en 2011 esta excelente biografía de la pintora y también escritora Leonora Carrington, una mujer tan adelantada a su tiempo y tan progresista en sus comportamientos y pensamientos que pasó por rara, extraña y excéntrica entre sus contemporáneos. Un genio que, como casi todos, acaba sintiéndose incomprendido por una población incapaz de llegar a entender un universo intelectual y personal tan diferente al suyo.

     Hija de Harold Carrington, propietario de Imperial Chemical Industries, fue educada - o eso intentó su familia - para crecer como una rica heredera. Sin embargo, desde bien pequeña, el carácter rebelde de la menor de cuatro hermanos - tuvo tres hermanos mayores, todos ellos varones - hizo ver que su destino sería diferente al preestablecido. Desafió esa vida fácil pero a la vez encorsetada de la Inglaterra de principios de siglo XX para luchar por la libertad personal y artística. Ante todo, y quizás debido a la educación recibida, diferente a la observada por ella respecto a sus tres hermanos mayores, Leonora fue una gran defensora de la causa feminista. Entendida esta en el buen sentido de la palabra.

     No obstante, su vida no fue nada fácil. Desde jovencita su familia trató de domar su carácter, por lo que fue internada en diversos correccionales religiosos. De nada sirvió. De todos ellos acabó siendo expulsada por su rebeldía. Sin duda, tenía bien claro el camino que debía seguir su vida y no iba a dejar que nada ni nadie, incluidos sus padres, la desviaran de él. A los 19 años, ingresó en una academia de arte de Londres. Al año siguiente conoció a Max Ernst, quien la volvió loca de amor y la introdujo en el círculo surrealista de París. 

     En la capital francesa se relacionó con maestros de la talla de Miró, Dalí, Picasso, Éluard o Bretón. Fue el comienzo de la carrera de la que, con el tiempo, se convertiría en la mejor pintora surrealista. Por desgracia, el destino quiso que el nazismo y el comienzo de la II Guerra Mundial la sorprendiera en Francia, en Saint Martin d´Ardèche, de donde tuvo que huir a toda prisa. El internamiento de su amante y mentor, Max Ernst, en varios campos de concentración marcó sus siguientes años - y, con toda probabilidad, el resto de su vida - ya que su locura provocó que fuera internada en un sanatorio de Santander durante más de un año. Las abominables sesiones de Cardiazol a las que fue sometida para atemperar sus desquiciados ánimos también tendrían claras consecuencias en su carrera artística.   

     Logró escapar de Santander y se refugió en la embajada mexicana de Lisboa, donde conoció a Renato Leduc, quien la ayudó a llegar a Estados Unidos y a México. Leduc fue el segundo amor de su vida. Y su primer marido. En México se relacionó con personajes de la talla de Octavio Paz, Alejandro Jodorowski, Diego Rivera, Frida Kahlo o Remedios Varo. 

     No obstante, en la vida y en la cama de Leonora hubo más hombres. Los cuales nunca le hicieron olvidar a Ernst, el amor de su vida. El siguiente fue el fotógrafo húngaro exiliado Imre Emerico Weisz, apodado Chiki, con quien tendría dos hijos, Gabriel y Pablo. La historia del fotógrafo resulta también estremecedora. Sobre todo al narrar su amistad con Robert Capa, su colega más famoso, sin duda, y las vicisitudes vividas por ambos en las distintas contiendas europeas y mundiales de la época.

     También a Chiki dejó Leonora. Y, como suele pasar en la vida de tantas personas que tienen tantos amores a lo largo de su vida, también la Carrington acabaría sus días en soledad. Una soledad que, sin embargo, la había acompañado durante toda su vida. Como ella misma decía siempre, es esa soledad la clave de sus obras, tanto literarias como artísticas. Sin ella, nada habría sido igual.

     He de ser sincero. La obra de Poniatowska es en algunos momentos algo dura de digerir. Es uno de esos libros en los que se encuentran algunos parajes en los que es fácil confundirse y perder el hilo narrativo. Se avanza en la lectura con lentitud. Y a veces hasta se hace largo. No es esa clase de libros que da pena terminar de leer. No obstante, su interés es altísimo. Y su lectura, recomendable para los amantes del arte en general y del surrealismo en particular. Y, por supuesto, para aquellas personas interesadas en conocer la psicología de esta auténtica luchadora de la vida y de la libertad en el más amplio sentido de la palabra. Por encima de todo, Leonora amó la vida y todo lo que ella conlleva. Y su arte ahí está y estará... 


lunes, 1 de septiembre de 2014

El hijo de César. John Williams. Ediciones Pàmies. 2008. Reseña





     Cinco años. Entre 1967 y 1972. Cinco largos años tardó John Williams en escribir las apenas trescientas páginas de esta historia novelada sobre la figura del Emperador Octavio Augusto. Puede parecer mucho tiempo. Sin embargo, tras leer con atención el libro, uno se da cuenta de lo complicado que debió resultarle dar vida al protagonista y al resto de personajes de la historia. Y, a pesar de las dificultades, lo bordó. Escribió una novela que ya forma parte de la historia de la literatura.

     Tras editar dos libros de poesía y tres novelas (Nothing but the night - por desgracia, todavía no traducida a la lengua castellana -, Butcher´s Crossing y Stoner), Augustus (o El hijo de César, en su traducción castellana) recibió en 1973 el National Book Award de ficción. Supuso, además, su despedida como escritor, ya que su obra The sleep of reason quedó tristemente inacabada al sorprenderle la muerte en Arkansas en 1994.

     No fue un autor muy prolífico, pero cada uno de sus trabajos son auténticas obras maestras que deben ser leídas y conocidas por todo lector que se precie de ser entendido en materia literaria. En este mismo blog reseñé en su día Stoner y Butcher´s Crossing. En El hijo de César me ha vuelto a maravillar. Y no era fácil. A todo el mundo le ha pasado que tras tener tantas ganas de leer un libro este ha terminado por defraudarlo. No es el caso que nos ocupa.

     La novela se divide en tres libros. El primero trata de la muerte de Julio César, tío de Octavio, y de las luchas intestinas que se produjeron en la Roma de la quinta década antes de Cristo por sucederle en el poder. Acompañado de sus tres inseparables amigos de la infancia, Mecenas, Agripa y Salvidieno, el joven, de apenas dieciocho años por aquel entonces, consigue con gran maestría y altas dosis de paciencia auparse al poder a través del triunvirato del que también formaron parte Marco Antonio y Lépido.

     La relación entre los triunviros nunca fue excesivamente buena, especialmente entre Octavio y Marco Antonio. Además, los actos de piratería de Sexto Pompeyo ponían en peligro a diario la llegada de los necesarios suministros a la ciudad romana. Merced a complicadas estratagemas y a alianzas a priori contra natura, Octavio fue deshaciéndose de sus enemigos uno a uno. Hasta acabar con los asesinos de su tío y padre adoptivo y llevar a Roma a un estado de paz y tranquilidad ya casi olvidadas por sus ciudadanos. De especial interés me ha parecido cómo nos presenta Williams los continuos vaivenes en las relaciones entre los triunviros, que oscilan entre la armonía y la hostilidad manifiesta según las distintas situaciones planteadas.

     El libro segundo, que, como el primero, consta de seis capítulos, se adentra en aspectos más personales de la figura del Emperador. También de su familia - su esposa Livia y su hija Julia - y de sus amigos y conocidos - entre ellos, los poetas más prestigiosos del momento: Virgilio, Horacio, Ovidio o Catulo -. El ambiente palatino se contrapone a la casa personal del Emperador, bastante más modesta que algunas de la capital imperial de la época. La parte final de este segundo libro se centra en la incesante búsqueda por parte de Octavio de un sucesor. Algo que le resultó mucho más complicado de lo que él hubiera deseado. Por accidentes del destino y por las sucesivas conjuras contra su persona a las que hubo de hacer frente a lo largo de los años. Aún así, mi parte favorita de este segundo libro ha sido la historia personal de su única hija, Julia, con la que se cebaría la desgracia.

     El libro tercero es el más breve de la historia, apenas veinte páginas. Narra los pensamientos y los sinsabores de un Octavio al borde la muerte, camino de Nápoles, donde fue a morir a la pequeña y modesta casa en la que 72 años atrás muriera también su padre. Pese a su brevedad cabe destacar el indudable valor de unas páginas que deben hacer reflexionar a todo el mundo sobre aspectos tan ansiados pero controvertidos como el poder y los sacrificios que este conlleva. Un testimonio desgarrador de un hombre que, siendo el dueño del mundo, se sintió solo durante la mayor parte del tiempo. Una soledad necesaria para el bien de su amada Roma.

     La novela, o historia novelada, de John Williams nos muestra a un Emperador muy humano, capaz de sacrificar lo bueno que podría extraer de la vida por una buena causa, la paz y la libertad de su pueblo. Una historia que tiene como gran originalidad el hecho de no estar contada por un narrador omnisciente normal, sino por todos y cada uno de los personajes que forman parte de ella. Y es que la estructura de la novela se basa en los escritos personales de muchos de los protagonistas, diarios, memorias, etc, y en las cartas que se van enviando unos a los otros a través de los años. Como digo, una forma realmente original de contar una historia que todo el mundo debería conocer.

     Si en Butcher´s Crossing Williams nos sorprendió con un magnífico western de raíz clásico y en Stoner con una historia costumbrista que retrata a la perfección a un hombre a la vez normal y distinto a los demás, en El hijo de César  vuelve a deleitarnos con la figura de uno de los Emperadores más famosos de la antigua Roma. Y, además, contando su historia de una manera que nos atrapa desde la primera página. Por ello, no puedo despedir esta reseña sin decir esto: ¡Qué gran escritor fue este tipo! ¡Que traduzcan al castellano ya Nothing but the night, por favor!