LIBROS

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miércoles, 25 de enero de 2017

84 Charing Cross Road. Helene Hanff. Anagrama. 2006. Reseña





     En una ocasión alguien --no recuerdo quien-- dijo o tal vez escribió --tampoco este dato lo tengo nada claro-- algo así como que un buen lector no puede ser una mala persona. En sí, la frase parece fuera de lugar. ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra? Sin embargo, si lo pensamos más fríamente, se convierte en una certeza. Sinceramente, opino que quien fuera la persona que dijo o escribió semejante frase dio en el clavo. Y un ejemplo de ello lo tenemos en este libro de Helene Hanff. Una novela epistolar que emociona a todo lector que realmente ame los libros y la literatura. A mí al menos me ha conmovido profundamente. Tanto que al terminarlo me he quedado sin saber exactamente cómo reaccionar. Maravillado y triste a la vez.

     Una historia de lo más sencilla, si está escrita con el corazón en la mano, puede tocar lo más profundo de nuestro ser. Y si está escrita con dos corazones --o incluso alguno más--, tal y como sucede en el caso de 84 Charing Cross Road, más todavía. Y es que, como también se suele decir, la realidad siempre supera a la ficción. Porque esta novela sucedió. Y es el fruto de veinte años de correspondencia entre dos personas que jamás se conocieron en persona pero que se amaron de una manera muy especial. No, no estoy hablando del amor conyugal o sexual, sino de otro amor que también puede conmover: el amor a los libros, a la literatura, a los buenos modales y a la buena educación.

     Helene Hanff fue una escritora estadounidense que trató de que sus obras teatrales fueran llevadas a la escena por algún productor. Algo que no consiguió hasta muy tardíamente. Mientras tanto, hubo de buscarse la vida escribiendo guiones para series televisivas de las distintas televisiones norteamericanas. También ensayos, cuentos y reseñas literarias para revistas. Finalmente, publicó la obra que nos ocupa, la que acabaría dándole gloria, no solo en el mundo literario sino también en el del cine, como veremos más tarde. Siempre autodidacta, trató de conseguir en el Nueva York de los años cincuenta y sesenta las obras más importantes de la literatura inglesa de todas las épocas. Harta de no encontrarlas en ninguna galería ni librería, acabó encontrando solución a su problema en el 84 de Charing Croos Road, en Londres.

     Allí estaba ubicada la librería Marks & Co., donde pudo satisfacer sus deseos en forma de magníficas encuadernaciones en piel y tela de sus obras preferidas. Frank Doel, el encargado de la librería londinense, irá atendiendo de la mejor manera posible sus demandas. Y entre libros, autores y temáticas, surgirá una relación muy especial entre ambos. Pero no solo entre ellos, sino también entre la escritora y el resto de trabajadores de la librería e incluso entre sus familiares. Los pedidos de Hanff son libros casi inencontrables. No obstante, Frank Doel consigue ir consiguiendo la mayoría de los ejemplares. Aunque la tarea le lleve hasta dos años.

     Catulo, Angler, Chaucer, Walton, Milton, Lamb, Hunt, Austen. Por las páginas de las cartas que componen la novela aparecen los grandes nombres de la literatura inglesa. Pero no solo eso. A lo largo de los veinte años de correspondencia, ambos interlocutores van contándose los aspectos más importantes de sus respectivas sociedades, por lo que la obra sirve también para radiografiar a ambas. La situación económica británica tras la II Guerra Mundial, con las consabidas restricciones alimentarias, provocará que Hanff, desde el otro lado del Atlántico, se compadezca de los empleados de la librería y comience a enviarles productos muy poco vistos allí en aquella época. Su solidaridad y su bondad provocará el estrechamiento en los lazos entre ella y todas las familias que algo tienen que ver con la librería.

     Con un sentido del humor sano y algo excéntrico en ocasiones y esos envíos de alimentos en plena época de carestía y racionamientos, Hanff irá ampliando la lista de sus amigos londinenses. Sin embargo, no encuentra la manera de visitarlos. Su mala situación económica se lo impide, Intenta ahorrar a lo largo de los años, pero cuando parece que va a poder cumplir el sueño compartido de reunirse con ellos siempre ocurre algo que la hace tirar mano de los ahorros e ir aplazando el caro viaje. Nos quedan, eso sí, las cartas que se fueron enviando a lo largo de esas dos décadas. Unas cartas llenas de amor, ternura, admiración mutua y pasión literaria y humana que conforman un tesoro para cualquier amante de la literatura.

     Sin duda, 84 Charing Cross Road es una de esas joyas que nos hablan de lo que para muchos de nosotros suponen los libros, las librerías y las bibliotecas. Aunque su publicación pasó casi inadvertida en un primer momento, a lo largo de las décadas siguientes se ha ido confirmando como uno de esos pocos libros denominados de culto a ambos lados del Atlántico. Lo mejor de todo es saber que se trata de una historia real. Sus protagonistas, sin duda, merecen pasar a la historia de la literatura. Lo peor, sin duda, que se hace muy corto y que algunas de las cartas no se conservaron, provocando algunos vacíos informativos que, a pesar de todo, no restan un ápice de encanto a la historia.

     En 1970 Hanff publicó, previo permiso de todos y cada uno de sus interlocutores londinenses, las cartas en forma de novela epistolar. Poco más tarde, se llevó también al teatro. Por fin, ¡el teatro! Y en 1987 la historia llegó también a la gran pantalla. Dirigida por David Hugh Jones, producida por Mel Brooks y protagonizada por Anne Bancroft (como Helene Hanff) y Anthony Hopkins (como Frank Doer), es fiel a la realidad y constituye otra obra maestra que todos los amantes de los libros deberían ver. Su título: La carta final (84 Charing Cross Road). Seguramente, si la obra fuera de ficción, el final habría sido muy diferente. La vida, sin embargo, nos lleva a veces por caminos que no podemos conocer. Por suerte, siempre nos quedarán los libros para mitigar nuestros males...                 


miércoles, 11 de enero de 2017

Cicatriz. Sara Mesa. Anagrama. 2015. Reseña





     Cuando una novela se le hace a uno corta es que tiene algo bueno, como mínimo. Y Cicatriz, de Sara Mesa (escritora madrileña afincada desde pequeña en Sevilla, autora, entre otras obras, de Cuatro por cuatro (2012) y Mala letra (2016)), tiene mucho de bueno. La novela obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2015 por ser un libro sensible, oportuno y narrativamente inteligente. Capaz de dar la vuelta al concepto estereotipado de la seducción presentándolo en sus facetas más agrias: la posesión, la vanidad, la necesidad de sentirse fetichizado por el otro o la putrefacción de los amores platónicos. En menos de doscientas páginas introduce tantas temáticas, tantas historias secundarias, tantos matices diferentes que complementan la trama central de la novela que se hace complicado hablar de todo ello en una simple reseña. Lo intentaré, de todas formas. 

     Cicatriz es, ante todo, una radiografía cruda, muy cruda de la sociedad de consumo y espectáculo actual. De la incomunicación, del aislamiento, de la soledad, del aburrimiento, de la vanidad e incluso de la perversidad. Una sociedad obsesiva, fetichista, perturbadora. Un lugar del que no se puede escapar, que oprime, agobia, asquea. En el que las relaciones cada vez más se van abocadas a la superficialidad de internet, los chats y las redes sociales. En el que la dejadez y la indolencia se convierten en aspectos comunes que contrastan cada vez más con la exhaustividad y el orden. Y, con una narrativa frenética, constante, pero que se permite en ocasiones descripciones meticulosas de objetos, ambientes y personajes, Sara Mesa utiliza dos únicos personajes --¡vaya reto!-- como contraposición, como opuestos pero a la vez compatibles por dependientes el uno del otro.

     En efecto, la narración es fluida, intensa, rápida, repetitiva. Pero no redundante. Porque en ocasiones es necesario incidir en ciertos aspectos para retratar la sociedad, los personajes, las situaciones que se nos presentan en las novelas. Sobre todo, en una historia tan psicológica como la presente. Y es que tanto los personajes como la sociedad en la que malviven se nos muestran con una minuciosidad extrema. Tanto que nos parece estar presentes no solo en las escenas de la misma, sino también en los cerebros de Sonia y Knut. Y ello nos provoca asco, excitación, pena, confusión, morbo... y unas enormes ganas de escapar de un ambiente tan opresivo. Y, sin embargo, queremos seguir leyendo para saber más acerca de la trama de la novela. Casi como si se tratase de un thriller. Pero de gran calidad literaria.

     La protagonista femenina es Sonia. Trabaja como becaria en un archivo en el que, al contrario de lo que suele suceder en lugares tan atractivos, apenas hay trabajo. Vive con su madre, su abuela enferma y su hermano pequeño. Se muestra indolente, dejada, alejada de una realidad cada vez más difícil de aceptar. Todo ello le hace refugiarse en internet. Le gusta leer y visita varios foros literarios. En uno de ellos conoce, virtualmente hablando, a Knut. Inteligente, provocador, riguroso, exhaustivo, ordenado, controlador, filósofo, neurótico obsesivo y cleptómano, Knut atrapará de inmediato a Sonia en una red de la que no podrá escapar.

     El joven roba --adquiere, como él suele decir-- libros en las grandes superficies comerciales. Y comienza a mandárselos por decenas. Te mando libros simplemente como pago por tu existencia, la adula. Y, ella, quizás por vanidad, se deja engatusar, tratando de llenar así una vida vacía de emociones. A lo largo de las páginas de la novela se citan frases y novelas de Proust, de Kafka, de Faulkner, de Auster, de Joyce, de Dostoievski. Y se agradece. Porque es uno de esos libros en los que se le despiertan a uno los deseos de conocer tal obra o tal autor. Sin embargo, con el tiempo, Knut y Sonia comienzan a hablar de otros temas. Y, aparte de libros, comenzarán a llegar a las manos de Sonia perfumes, ropa y lencería. 

     Y el fetichismo literario dejará paso al fetichismo sexual. Una fantasía que atrapará a Sonia. Hasta el punto de no ser capaz de discernir qué siente por Knut --pseudónimo del escritor noruego Knut Hamsun, Premio Nobel de Literatura en 1920, autor también inteligente, provocador y exhaustivo, caído en desgracia tras la Segunda Guerra Mundial por su apoyo al régimen nazi de Hitler--: ¿amor?, ¿obsesión?, ¿dependencia? En cualquier caso, Knut la idealiza y trata de moldearla a su gusto y de llevarla a su terreno. Especialmente, cuando ella intenta dejar de escribirle (cuando se casa y tiene un hijo). Sin embargo, su extraño amigo siempre se muestra capaz de dar una vuelta de tuerca a la situación para volver a atraparla. La propia Sonia llega a reconocer que cuando todo parece desgastarse por la costumbre, llega una novedad

     Knut es una especie de antisistema que solo roba a los grandes almacenes; atrae y fascina; inquieta y repugna. También una clase de maltratador psicológico que no duda en atacar a Sonia para hacerla sentir culpable cuando intenta abandonarlo. Y, paradójicamente, cuando esta parece haberlo conseguido y su vida se centra durante un par de años en torno a su marido y su hijo, es ella la que, víctima de sí misma, de su rutinaria vida y de una sociedad de nuevo agobiante, vuelve a escribirle, comenzando de nuevo esa espiral que amenaza con no tener fin. Y es que echar de menos un instante es echar de menos a aquel que éramos entonces.  

     La novela, totalmente recomendable, nos deja frases realmente magníficas. Como esta: No me considero inocente. ¿Cómo iba a poder serlo? La senda del conocimiento es la senda de la corrupción espiritual desde el día en que se mordió la manzana. La simple práctica de pensar ya conlleva una caída en esa corrupción. ¿Se es más puro solo por no hacer lo que sí se ha pensado? Cualquiera que piense con cierta profundidad está expuesto a desazonarse. Así es Cicatriz, una novela desazonadora, repleta de psicología, en la que la voz de la narradora se disuelve y pasa totalmente desapercibida.  

     

miércoles, 4 de enero de 2017

Mis diez libros preferidos de 2016





     Como cada año por estas fechas comparto con vosotros la lista de mis diez libros preferidos del año. Aún estáis a tiempo de regalarlos a vuestros seres queridos con motivo de la inminente llegada de los Reyes Magos de Oriente. Tal y como podréis observar, no solo de novedades vive el hombre, por lo que la lista incluye obras ya conocidas desde hace años. Es la siguiente:


10. Lo que el hielo atrapa. Bruno Nievas. Ediciones B. 2015.  La tercera novela del escritor y pediatra almeriense supone su incursión en el género épico y de aventuras de la mano de la expedición al Polo Sur de Ernest Shackleton a bordo del Endurance. Tras los dos exitosos thrillers --Realidad aumentada y Holocausto Manhattan-- que lo dieron a conocer en el mundo editorial demuestra que es un autor que se atreve con cualquier temática a la hora de abordar sus historias.


9. París-Austerlitz. Rafael Chirbes. Anagrama. 2016. La novela póstuma del genial maestro valenciano. Tras veinte años de idas y venidas, correcciones y modificaciones, la dio por terminada pocas semanas antes de fallecer en agosto de 2015. Una historia cruda, provocativa, realista sobre una relación homosexual venida a menos por las diferentes procedencias sociales y formativas de sus protagonistas. Una despedida digna de uno de los grandes autores españoles de los siglos XX y XXI.


8. El tambor de hojalata. Günter Grass. Alfaguara. 1999. La novela más conocida de otro de los genios literarios universales que nos dejó en 2015. Crítica social, ironía, sentido del humor y una narrativa ligera que llega al corazón del lector. Un drama tierno y a la vez crudo sobre la Alemania en tiempos de guerra y posguerra. Una novela que todo el mundo --tanto los interesados en la historia como los que simplemente buscan entretenimiento-- debería leer.


7. El guardián entre el centeno. J. D. Salinger. Edhasa. 2007. Una prueba fehaciente de que en ocasiones basta una sola obra para pasar a la posteridad del mundo literario. Holden Caulfield narra sus peripecias en la Nueva York de posguerra. Una novela emotiva que nos habla de temas como el fracaso escolar, la rigidez de una familia tradicional de la época y de la sexualidad adolescente. Un personaje entrañable que nos atrapa desde el principio pese a contarnos una historia realmente dura.


6. La víspera de casi todo. Víctor del Árbol. Ediciones Destino. 2016. El Premio Nadal 2016 narra la huida de su protagonista hacia un anonimato en el que se siente mucho mejor que como héroe. Sin embargo, la aparición de una extraña mujer que también huye de sus propios fantasmas volverá a sumirlo en una situación difícil de superar. Dos historias que confluyen en un mismo lugar y tiempo, lo que amenaza con provocar la deriva de ambos.


5. La colmena. Camilo José Cela. Clásicos Castalia. 1987. Una de las grandes novelas españolas del siglo XX. La pluma del futuro Premio Nobel plasmó una novela coral en la que Madrid, sus cafés y sus gentes son los grandes protagonistas. Escenas simultáneas, historias de todo signo, vidas que confluyen formando una red o mosaico que nos atrapa hasta sus últimas consecuencias. Un toque de genialidad final que nos deja conmocionados. Una maravilla de novela.


4. El psicoanalista. John Katzenbach. Ediciones B. 2016. Un magnífico thriller. De los que cuesta soltar aunque sea a altas horas de la madrugada. Una carta anónima que busca el suicidio de su receptor. Una sucesión de acontecimientos que, en efecto, parecen abocarlo a un final dramático. Un giro genial que cambia las cosas de la noche a la mañana. Un psicópata sediento de venganza por algo ocurrido veinte años atrás. Unos personajes soberbiamente caracterizados. Tanto que la historia incluso llega a parecer real.


3. Tengo en mí todos los sueños del mundo. Jorge Díaz. Plaza Janés. 2016. La cuarta novela de Jorge Díaz. Basada en la historia real del navío Príncipe de Asturias, conocido como el Titanic español por hundirse, hace exactamente un siglo, en costas brasileñas. Una novela coral en la que los protagonistas se van relacionando entre sí de muy diferentes maneras hasta llegar a un desenlace que no por conocido deja de inquietarnos y sorprendernos.


2. Born to run. Memorias. Bruce Springsteen. Random House Mondadori. 2016. Escritas de puño y letra por el propio Springsteen, estas memorias dejarán a más de uno realmente sorprendido. Conocer mejor al Boss, con todas sus luces --ya conocidas de antemano-- y sus sombras --parte fundamental de esta autobiografía-- agranda más si cabe la leyenda de este genio del rock and roll contemporáneo. Bruce se muestra tan cercano que casi podemos tocarlo.


1. Patria. Fernando Aramburu. Tusquets Editores. 2016. Pocas veces he tenido tan claro a qué novela otorgar el número uno en mi lista. Sin duda, la novela del año. Y puede que hasta de la década. Una novela necesaria que todo el mundo debe leer. Las dos caras de un dramático conflicto, el vasco, narrado de forma maravillosa, directa, sin florituras, y, lo más importante de todo, sin tomar partido por nadie. El narrador desaparece ante unos personajes que nos conmueven por igual. Una prueba definitiva de que el dolor humano no conoce límites. Y de que el concepto víctima debería ser ampliamente revisado. ¡Una joya!