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jueves, 13 de diciembre de 2018

4 3 2 1. Paul Auster. Seix Barral. 2017. Reseña





     Siete años tardó Paul Auster en publicar una nueva novela tras Sunset park (Anagrama, 2010). Demasiado tiempo para sus numerosos seguidores en todo el mundo. No obstante, la espera valió la pena, pues en realidad el autor norteamericano escribió hasta cuatro novelas en esos siete años. Porque la novela 4 3 2 1 podríamos definirla como cuatro historias diferentes protagonizadas por un mismo personaje en un mismo intervalo de tiempo según los azares de la vida, que a todos nos lleva por donde ella y sus vicisitudes quieren. Porque leer estas cuatro historias nos demuestra que no somos dueños de nuestro destino más que en unos pocos aspectos que sí podemos controlar conscientemente. Las casualidades son las que finalmente hacen que un camino trazado siga recto o se desvíe (mucho o poco).

     Los cuatro Archie Ferguson de la novela son iguales pero a la vez diferentes. En una historia el padre de Ferguson fallece; en otra sigue casado con su mujer durante toda la vida; en otras dos se divorcia de ella. En las dos historias en las que sus padres se divorcian, su madre se casa con hombres diferentes. El resultado es que la vida de Ferguson tomará cuatro caminos totalmente diferentes. Variarán su status económico, los lugares en los que deberá vivir, los institutos y las universidades en las que podrá (o no) estudiar, el círculo de amistades, las chicas (o chicos) de quienes se enamorará o simplemente tendrá relaciones sexuales, etc. Por tanto, el carácter y el genio del chico también serán distintos según los vericuetos por los que transcurran sus vidas.

     Estamos, sin duda, ante una historia (o conjunto de historias) espectacularmente imaginativa y, desde luego, muy original en la que las casualidades cobran una importancia extrema. Los límites del azar y las consecuencias de nuestros actos (o de quienes nos rodean) abren unas posibilidades nuevas y cierran otras. Y, desde ese instante, nuestras vidas dejan de ser como eran para pasar a ser de otra manera. Ni mejores ni peores. Simplemente distintas. Y lo más cautivador de todo ello es que esos cambios tan radicales no vienen a menudo dados por grandes hechos (accidentes, muertes, etc) sino por pequeñas decisiones o situaciones que muy a menudo parecen poco o nada significativas.

     Cualquiera de las cuatro historias (o, por qué no llamarlas así: novelas) que conforman 4 3 2 1 son creíbles al ciento por ciento. Están narradas con la habitual maestría de Paul Auster (muchos críticos hablan de ella como su mejor novela hasta la fecha; algunos incluso afirman de ella que corona su carrera literaria) y, pese a su longitud --casi mil páginas-- y su tamaño de letra --no demasiado grande en esta primera edición--, atan al lector a sus hojas. Y es que no se trata únicamente de una novela de ficción probable sino, además, del retrato de una generación y de la crónica de una época --los años sesenta y setenta-- que han marcado nuestro presente.

     Resulta obvio que un libro de casi mil páginas escrito por uno de los grandes escritores de nuestra época pueden dar mucho de sí. Temas como el crecimiento personal, la familia, las amistades, el amor, la política, el arte o la muerte se tratan en esta novela de forma magistral. Con una profundidad de análisis, reflexión y narración dignas de un genio de las letras. Y permite conocer mejor a Paul Auster, dados los elementos autobiográficos que probablemente integran los capítulos. Porque no parece una casualidad que el personaje central de las historias, Archie Ferguson, naciera, como el escritor, en 1947 en Newark (NJ, EE. UU.). Tampoco las aptitudes e inquietudes innatas de la personalidad del mismo.

     Porque, al margen de los diferentes caminos que toman las cuatro vidas del protagonista, hay un factor central que hace de nexo de unión de todas ellas: en las cuatro Ferguson cursa estudios universitarios, ama al cine y todo lo que lo rodea y se nos muestra como un lector compulsivo y un escritor (periodístico, de relatos, de novelas y de traducciones de poemas franceses de principios y mediados de siglo) autodidacta, voraz, trabajador, imaginativo y original. Y en las cuatro consigue, con mayor o menor éxito, que sus obras sean premiadas y/o publicadas. Por tanto, encontramos tantas similitudes entre las vidas de Ferguson y Auster que incluso podríamos hablar de una especie de retrospectiva. ¿Narra, quizás, el Auster septagenario la vida del Auster (reconvertido en Ferguson) quinceañero o veinteañero?

     La novela recrea --al más puro estilo Forrest Gump-- la Norteamérica de los años centrales del siglo XX. Contiene una guía muy detallada del Manhattan, de la Nueva York y de la Nueva Jersey de la época --parques, jardines, bares y restaurantes, cines, teatros, museos, etc--, que cobran de nuevo vida ante nuestros ojos (incluidos no solo sus ambientes sino también sus olores y sabores), y desgrana los grandes acontecimientos que marcaron a toda una generación: el movimiento hippie, las protestas estudiantiles, las revueltas raciales, los asesinatos de los hermanos Kennedy, la muerte de Marilyn, las guerras de Corea y Vietnam, las elecciones y dimisiones presidenciales, las competiciones deportivas, etc.

     4 3 2 1 es un drama social --no puedo desvelar aquí el motivo de dicha calificación, pues al lector le pertenece el honor y deber de averiguarlo por sí solo-- que cautiva, emociona y divierte. Una obra completa (en el pleno sentido de esta palabra) que nos presenta una serie de Fergusones de los que cuesta despedirse según avanzan los capítulos y las páginas. Una de esas novelas que desde su misma publicación se convierten en clásicos de la historia de la literatura universal. Y, como el Meursault de Camus en El extranjero, el Edmundo Dantés de Dumas en El conde de Montecristo, el Holden Caulfield de Salinger en El guardíán entre el centeno o la Emma Bovary de Flaubert en Madame Bovary, el Archie Ferguson de Auster en 4 3 2 1, entra por derecho propio en ese pequeño gran museo vivo de los personajes legendarios de la historia literaria.                                                     


miércoles, 27 de mayo de 2015

El cuaderno rojo. Paul Auster. 1994. Anagrama. Reseña





     El escritor de Nueva Jersey Paul Auster escribió una novela corta de título El cuaderno rojo en 1993. En ella recogió vivencias personales, familiares, de amigos y de conocidos que tienen que ver con la casualidad y sus consecuencias en nuestras vidas. Se podrá creer (o no) en una de las máximas del psicoanálisis que afirma que las casualidades no existen, pero el caso es que ocurrir, ocurren, y suelen tener mucho que ver en nuestras decisiones y actos en la vida cotidiana.

     La novela se compone de trece capítulos o relatos cortos que describen diversos hechos acaecidos en determinados momentos de la vida del propio autor. Un autor que se convierte en cazador de coincidencias, en traductor de las extrañas revelaciones del azar. En suma, en un escritor que, según Justo Navarro, escritor y prologuista de la edición reseñada, utiliza el idioma de los encuentros fortuitos que se convierten en destino.

     Auster recorre en esta novela los grandes momentos de su existencia: su niñez, su adolescencia, sus estancias en Canadá y en Francia, su frustrado matrimonio, su paternidad o su divorcio. Y nos lo cuenta con un lenguaje cercano, sencillo y sin ningún artificio. Como si nos estuviera narrando su vida ante un café en cualquier cafetería de nuestra ciudad. Es por esto que también se puede contemplar esta obra como una pequeña recopilación de memorias personales de uno de los autores más conocidos de nuestra época.

     A través de los capítulos o relatos vamos asimilando algo que no por conocido tenemos siempre presente: la tremenda fragilidad del ser humano. Algo que nos llega a asustar. Porque las coincidencias nos pueden hacer reír, incluso nos pueden divertir, pero también pueden llegar a desgraciarnos la vida (e incluso a acabar con ella). Y en el tema que nos ocupa, el literario, puede inspirar a un autor a escribir un libro. Algo que le pasó al propio Auster. Y, por qué negarlo, a mí mismo. De hecho, mi primera novela, El Círculo de las Bondades, nació de una casualidad. Nada sería como es si mi amiga Pilar no me hubiera enviado aquel mail con aquel power point sobre los milagros de Irena Sendler en el gueto de Varsovia. 

     La lectura de este conjunto de relatos me ha recordado una película que me impresionó mucho cuando la vi en su día. Me refiero a Morir (o no), del director, guionista y productor catalán Ventura Pons. En ella, siete historias se encadenan de forma que lo que ocurre en cada una de ellas interfiere en las demás, aunque no haya entre sí relación aparente. Y es que las casualidades sí influyen en nuestro día a día, por mucho miedo que nos dé reconocer el hecho de que somos dueños de nuestras decisiones pero no de nuestro destino. 

     La novela (incluyendo el prólogo de Justo Navarro de esta edición) se lee en menos de una hora y media, del tirón, y deja una sensación de extrañeza en el lector. En efecto, nos podemos llegar a sentir extraños en un mundo en que escapar de las coincidencias es imposible. Todos tenemos alguna historia que contar: un objeto perdido que aparece cuando menos se espera y donde menos se espera; ese tren o ese avión que no tomamos y que nos salvó la vida (o al revés); ese accidente mortal del que salimos indemnes; ese encuentro fortuito que nos cambió la vida.

     Estamos ante un libro, pues, muy indicado para quienes gustan de los relatos, de las anécdotas de la vida de los escritores y de historias reales contadas sin tapujos - recordemos aquello de que la realidad siempre supera la ficción -. Además, como decía Borges: mientras menos te alargues y más digas, tanto mejor. Y este es un ejemplo claro de algo que también defendieron autores como Poe, Cortázar o Kafka. Quizás no conocieras la existencia de este libro. Quizás sí, pero no te habías decidido a leerlo. Quizás hayas llegado a esta reseña por casualidad. Quizás acabes leyéndolo.

     Como he escrito más arriba, la novela viene precedida, en esta edición de Anagrama Quinteto, de un prólogo de Justo Navarro en que justifica la escritura de los relatos y nos presenta a un Auster desconocido hasta ahora. Pocas veces un prólogo es tan recomendable como la novela en sí. En definitiva, un librito interesante para pasar un rato agradable y distendido de la mano de un Auster volcado más que nunca hacia el extraño idioma del azar...