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lunes, 22 de noviembre de 2021

Los niños de Irena. Tilar J. Mazzeo. Aguilar. 2016. Reseña

 




    Desde que la increíble historia de Irena Sendler, su tenaz círculo de confianza y los dos mil quinientos niños judíos salvados de la muerte en el gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial comenzó a ser conocida han ido proliferando estudios, ensayos y novelas sobre los hechos acontecidos dentro y alrededor del barrio judío amurallado. ¡Qué os voy a contar que no sepáis ya, queridos lectores de El Círculo de las Bondades! Por cierto, os adelanto que en estos momentos me encuentro en plena escritura de la segunda parte de esta extraordinaria historia, que llevará por título El Grito de los Inocentes. De hecho, la lectura de esta nueva obra --la mejor que he leído hasta ahora sobre Irena y su estrecha red de colaboradores, al menos en lengua castellana--, me ha venido de perlas para terminar de afianzar algunos conocimientos sobre los distintos personajes que forman parte de ella y sobre la resolución de algunos hechos que todavía no tenía definitivamente claros a pesar de haber leído casi una veintena de libros y de haber visto documentales, películas, etc.


    La historiadora cultural, biógrafa y escritora norteamericana Tilar J. Mazzeo (1971), autora de varios best sellers, nos da luz sobre el peligroso e ingenioso plan tramado por Irena Sendler para salvar a la mayor cantidad de niños posible. Como ya sabéis, se trata de una historia de valor, coraje y resistencia. Pero, además, y he aquí la gran novedad, también de un amor imposible. El ángel del gueto de Varsovia se nos muestra en este relato con sus grandezas y fortalezas, pero también con todas sus dudas y debilidades. Porque, aunque la Historia se centre muy a menudo en los aspectos más heroicos de sus grandes personajes, estos --también Irena, por supuesto-- también hubieron de sufrir penalidades, teniendo que hacer frente a mil y una dudas y debiendo tomar decisiones no siempre acertadas. Por ello, leer el libro Los niños de Irena, de Tilar J. Mazzeo, donde la protagonista ya no es la típica mujer perfecta que todo lo puede --he de confesar que esto siempre me había chirriado, y fue durante años la principal causa de no atreverme a escribir la segunda parte de su historia--, sino una mujer corriente que sufre con cada decisión tomada me ha desatascado por completo.


    Ahora entiendo el motivo por el cual nuestra protagonista llegó a afirmar en una entrevista, poco antes de morir, que había sido mala hija, mala esposa y mala madre. Y es que sucede, muy a menudo, que tras las grandes acciones históricas se esconden otras no tan perfectas. Y eso es lo que también le ocurrió a Irena: volcada siempre hacia su trabajo y su forma de ser y de vivir la vida -- absolutamente heredadas de su padre--, consiguió enormes triunfos, llegando a ser uno de los miembros de la resistencia polaca más buscados por la Gestapo durante los años finales de la contienda, mientras que en su faceta más íntima acumuló algunos fracasos personales. Mazzeo, pues, cierra el círculo sobre el personaje central de la historia. Lo que, personalmente, repito, me ha permitido encajar algunas piezas del puzzle de mi novela que no acababan de encajar en aquello que yo quería que fuera en realidad. Por tanto, Los niños de Irena ha actuado como desatascador y como movilizador de mi propia obra, que ahora sí navega viento en popa y a toda vela.


    Centrándonos en la obra de Mazzeo, y dejando de lado los aprendizajes que servidor ha obtenido de la misma, me gustaría resaltar la parte de la historia que tiene que ver con ese amor imposible de Irena con Adam Celnikier. Porque, sin duda, podría ser objeto de algún culebrón venezolano o mexicano. Sin embargo, como se suele decir, la realidad siempre supera a la ficción. Y la historia entre Irena y Adam viene de lejos. Muy de lejos. De cuando todavía vivía su padre, el doctor Stanislaw Krzyzanowski, e Irena apenas tenía seis años. Por aquel entonces, la familia de Irena tenía mucha relación con la comunidad judía de Otwock, donde su padre ejercía como médico. Adam y ella jugaban juntos en las calles de la ciudad balneario. Y siguieron haciéndolo hasta que Janina e Irena se mudaron a Varsovia, tiempo después de la muerte de su padre. Años después, se reencontraron en la capital polaca. Sintieron atracción de inmediato. Pero su historia era imposible ya que Adam estaba prometido a una joven judía. Además, la madre de él se oponía a cualquier tipo de relación entre los jóvenes.


    Irena, todavía enamorada de Adam, hubo de continuar con su vida, y terminó casándose con el profesor polaco --y católico-- Mieczyslaw Sendler. La relación entre ellos nunca terminó de fructificar del todo --Mieczyslaw siempre se quejó de la excesiva implicación laboral de su esposa, así como de su falta de tiempo y motivación para crear una verdadera familia-- y él acabó aceptando una propuesta laboral en una universidad cercana a la frontera con la Alemania de Hitler. Mala decisión, porque pocas horas después de su llegada los alemanes cruzaron la frontera y lo hicieron prisionero. Y he aquí la gran novedad. Servidor pensaba que Mieczyslaw fue asesinado por los nazis --ya que su nombre apareció incluso en la lista de fusilamientos diarios--. No obstante, sobrevivió en un campo de trabajo en Alemania y, meses después de finalizar la guerra, volvió a aparecer en Varsovia. Para entonces, Irena y Adam estaban por fin juntos --él se había divorciado de su esposa judía-- ¡e Irena estaba embarazada de cinco meses! Mieczyslaw e Irena se divorciaron amistosamente. Tan amistosamente que, años después, Irena se divorció de Adam --también de manera amistosa-- y ¡se casó nuevamente con Mieczyslaw! ¿Es o no todo un gran culebrón?


    No, lo que acabo de contar no es un spoiler. Nunca un hecho histórico ocurrido hace ochenta años puede considerarse un spoiler. Además, estos hechos contribuyen a humanizar, más si cabe, a sus protagonistas. Todos acaban divorciados, pero tan amigos entre sí. Algo solo posible tratándose de personas bondadosas. Puede que se hagan daño, pero nunca a conciencia. Y todos sufren por igual. ¿Hay algo más humano que sufrir y hacer sufrir sin maldad alguna? En mi caso, al menos, esta desconocida parte de la historia me ha fascinado. Y me ha hecho entender muchísima cosas. Irena jamás se consideró una heroína --solo una pequeña parte de una gran red de colaboradores y resistentes frente al nazismo y el Holocausto judío--, sino que aseguró haber tenido pesadillas durante el resto de su vida a causa de sus errores y malas decisiones. De ahí que, sin duda injustamente, se considerase a sí misma mala hija, mala esposa y mala madre. Y eso, lejos de hablar negativamente de ella, la catapulta todavía más hacia la categoría de personaje único. Más veraz, auténtico y resiliente.


    El resto del ensayo de Mazzeo incide en la extensa red de resistentes polacos --católicos y judíos-- y en sus acciones contra las aberraciones cometidas por los nazis en territorio varsoviano. Aparecen, algo ampliados respecto a La madre de los niños del Holocausto, de Anna Mieszkowska, los personajes ya conocidos del viejo doctor Janusz Korczak, el enlace con el gobierno en el exilio londinense Jan Karski, las amigas de Irena Ala Golab-Grynberg, Ewa Rechtman, Rachela Rosenthal, Stanislawa Bussold, Jadwiga Grabowska, Jaga Deneka, Jaga Piotrowska e Irena Schultz, los amigos Jozef Zysman, Adolf Berman o Henryk Palester y los jóvenes judíos miembros de la ZOB (Organización Judía de Combate) que protagonizaron el alzamiento del gueto en la Pascua de 1943, haciendo especial hincapié en Marek Edelman, lugarteniente del líder del movimiento, Mordejai Anilevich. Asimismo, describe los movimientos de la resistencia antes, durante y después del alzamiento judío, especialmente en el levantamiento general de Varsovia, en el verano de 1944.


    Capítulos destacados son también los que hacen referencia a la detención de Irena en su casa del distrito de Wola, los interrogatorios y torturas sufridas por ella en la prisión de Pawiak y en la sede de la Gestapo en la avenida Szucha, su posterior condena a muerte y finalmente su milagroso y agónico rescate por parte de Zegota --Consejo de Ayuda a los Judíos--. Además, es igualmente llamativo y, por tanto, reseñable el ostracismo al que cayeron su historia y la de sus compañeros bajo el posterior régimen comunista soviético, si cabe mucho más feroz con los polacos que el nazi. Por fortuna, Irena vivió sus últimos años rodeada de algunos de los niños a los que había salvado la vida sesenta y tantos años atrás. Justicia divina, quizás. Y justicia es la que intento hacer yo reseñando este ensayo de Mazzeo y escribiendo la historia novelada de Irena y sus colaboradores. Porque estas historias jamás deberían caer en el olvido...               

           

lunes, 8 de noviembre de 2021

28 días. David Safier. Seix Barral. 2014. Reseña

 





    El escritor y periodista alemán David Safier, conocido mundialmente por sus divertidas obras Maldito karma (2009), Más maldito karma (2015), Yo, mi, me... contigo (2011) o ¡Muuu! (2013), sorprendió a sus lectores y al público en general con un drama titulado 28 días en el que recoge esas cuatro semanas en las que, entre el 19 de abril y el 16 de mayo de 1943, los sublevados judíos del gueto de Varsovia hicieron frente a unas SS empeñadas en exterminar por completo a las 450.000 personas que llegaron a poblar el territorio cercado. Para ello, creó tres personajes ficticios, Mira --chica de dieciséis años que se dedica al estraperlo para mantener con vida a su madre y a su hermana Hanna--, su novio Daniel --uno de los más mayores chicos del orfanato de Janusz Korczak-- y Amos --miembro de la conocida ZOB, la famosa resistencia judía--, a partir de los cuales nos presenta los hechos documentados y a algunos de los personajes históricos reales que vivieron en el gueto en plena Segunda Guerra Mundial.   


    Mira narra la historia en primera persona. Y describe así lo que ve en su día a día en la zona aria: esos cuerpecillos andrajosos que, hiciera frío o calor o lloviese, se escurrían por resquicios de la pared, gateaban por tuberías o trepaban temerariamente el muro, rajándose las manos con los cristales, eran los tristes héroes del gueto. Todos esos estraperlistas estaban señalados por la muerte. Más tarde o más temprano los pillaría alguien como Frankenstein, como llamábamos a un centinela alemán especialmente feroz. En efecto, el mercado negro constituyó en muchos casos el único y último recurso de muchos jóvenes para tratar de salvar a sus familiares más directos, especialmente los mayores, niños pequeños y enfermos. Sin embargo, la sucesión de desgracias en la vida de Mira pondrá fin a su etapa como estraperlista y la obligará a unirse a la Resistencia y a matar para poder vivir. Todo, en contra de los pensamientos de su novio, Daniel, ferviente antibelicista.


    Daniel cuida junto a Janusz Korczak y sus trabajadores a los dos cientos huérfanos del hospicio de la calle Krochmalna. El famoso pedagogo y escritor de obras infantiles y juveniles ha preparado a sus chicos para su reasentamiento en el este --en realidad, el exterminio en Treblinka a través de las Aktions-- y, pese a recibir varias propuestas de liberación, ha decidido acompañar a la muerte a sus niños. Daniel, fiel seguidor de quien considera su padre, se dispone a trasladarse hasta los trenes junto a él y sus hermanos. Morirá si es preciso, pero jamás dejará de estar al lado de Korczak y esos dos cientos niños y niñas que son la única vida que conoce. Mira, impotente tras intentar hacerle cambiar de opinión hasta el último instante, salva su vida contra su propia voluntad. Lo cual enfada a Daniel, que decide dejar de verla. Sus caminos se separan, en principio para siempre, finalmente durante solo un tiempo.


    Entretanto, Mira ha conocido a Amos, un miembro de la ZOB --Organización Judía de Combate-- que le ha salvado la vida en la Plaza del Mercado de la capital polaca, donde unos szmalcowniks --hienas o cazadores de judíos-- pretendían denunciarla a las SS por unas pocas monedas. El joven le propone integrarse en la Resistencia, pero Mira rechaza su ofrecimiento por insensato, temerario e irreal --como Daniel y mucha otra gente, cree que es imposible que los nazis maten absolutamente a todos los judíos del gueto, y opina que a los alemanes es mejor no plantarles cara para no enfadarlos y poder así seguir con vida--. Pero, como ha quedado dicho más arriba, una serie de desgracias hace cambiar de opinión a la joven, que finalmente acepta una realidad que no quería ver: debe hacer frente a los nazis si quiere sobrevivir a su barbarie. Aunque para ello deba matar. Porque, a esas alturas de la situación, ya solo se trata de matar o morir. Quizás, de ambas cosas.


    Amos, por su parte, es un miembro activo de la ZOB, a cuyo mando está un Mordejai Anilevich para quien resistir hasta el final es la única opción de que su pueblo recupere la dignidad arrancada. Cuando se pierde el miedo --o, más bien, se aprende a convivir con él-- y ya no es posible creer más en las mentiras --el miedo y las mentiras son siempre el modus operandi de los tiranos para vencer la resistencia de los desfavorecidos--, la lucha es el único camino. Como hicieron sus antepasados con los romanos en Masada --donde unos pocos judíos aguantaron durante meses el asedio de más de cuatro mil legionarios romanos, los cuales, al entrar por fin en la fortaleza, encontraron solo silencio y cadáveres, ya que todos sus moradores se habían quitado la vida--. Actos de sabotaje, impresión y reparto de octavillas por las calles, contactar con la Resistencia polaca, introducción de armas en el gueto, construcción de búnkeres y preparación defensiva ante la inminente acción nazi contra el gueto se convierten en los nuevos hábitos de vida de Mira.


    Aunque Mira aún quiere a Daniel y se siente mal consigo misma, se siente cada vez más atraída por Amos. Daniel la ha abandonado tras lo acaecido en Krochmalna, no sabe ni siquiera si sigue con vida y finalmente sucumbe a los encantos de un Amos que desde el principio, quizás sin pretenderlo, ha tenido encandilada a la joven. Así que, a la historia bélica y de supervivencia, se suma una trama en la que el amor cobra una gran importancia. A los sombras de la guerra y los oscuros búnkeres se suma la luminosidad que proporciona, incluso en los peores lugares y en las peores circunstancias, el amor. Un amor que debe ser vivido con prisas, sobre todo porque, en esas circunstancias, uno no sabe si vivirá mañana. Efectivamente, como escribió años más tarde Marek Edelman, otro de los miembros de la ZOB --y uno de los pocos supervivientes--, también hubo amor en el gueto. Porque el amor, como la vida, siempre se abre paso. Y juntos, son capaces de conseguir auténticos milagros.


    David Safier utiliza algunas licencias poéticas y argumentales para construir la novela, pero los hechos que narra fueron reales. Y el propio autor destaca, en su epílogo, que lo más impresionante de aquella funesta realidad fue que antes en el gueto existían muchos partidos distintos; más adelante, las diferencias políticas quedaron obsoletas. Solo había un objetivo: no dejarse llevar al matadero sin defenderse. Al final los nazis fueron los responsables de lograr la unidad política e incluso, con sus Leyes de Nuremberg sobre la raza, convirtieron en judíos a personas que antes no se consideraban judíos. Y es cierto: para los nazis era judío el que, aún siendo católico, tuviera un abuelo o bisabuelo --al que seguramente ni habría conocido-- de origen judío. Otra de tantas aberraciones cometidas por una ideología indefendible, se mire por donde se mire. De todo ello resultó una resistencia que se alargó en el tiempo hasta los veintiocho días, ¡más que la presentada por toda Francia al inicio de la guerra!  


    En definitiva, 28 días es una novela conmovedora que relata con épica y emoción uno de los episodios humanos más sobrecogedores de la Historia del siglo XX y universal. Para los amantes de la Historia resultará una inmersión más en el tema del Holocausto. Para los que no lo son, sin embargo, será una manera amena de zambullirse en una serie de hechos que deben ser conocidos por todo el mundo. Porque aquello no debe volver a ocurrir, nunca más. Y la mejor forma de evitarlo es precisamente conociendo los sucesos del pasado. Por ello, estamos ante una novela muy necesaria. Como muchas otras que tratan la misma temática. Una temática que hizo que hasta Safier, autor de títulos divertidos que provocan las risas de sus lectores, se tuviera que poner serio. Porque, con la vida de las personas, no se juega...