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miércoles, 27 de febrero de 2013

El día que U2 dijo NO a la guerra



     El 28 de febrero de 1983, hace treinta años, los cuatro componentes del grupo de rock irlandés U2 "explotaron" contra la guerra con su tercer álbum de estudio, grabado entre mayo y agosto de 1982 en los Windmill Lane Studios de su Dublín natal de la mano de Island Records, su discográfica, y Steve Lillywhite, su productor. Mucho ha llovido en estas tres últimas décadas.
 
     El título de este nuevo trabajo estuvo acorde a la época en que fue concebido. En plena Guerra Fría y con conflictos como los de Oriente Medio, las Malvinas y, cómo no, el irlandés. De hecho, "Sunday Bloody Sunday", el mítico tema que abre el disco, hace referencia a los terribles sucesos acaecidos en la ciudad de Derry el domingo 30 de enero de 1972. Murieron trece personas y fueron heridos una treintena de manifestantes pacíficos que protestaban contra el "internment", medida por la cual se podía encarcelar, sin juicio, a cualquier sospechoso de pertenecer al IRA (Ejército Republicano Irlandés).
 
     En la portada del disco aparece nuevamente Peter Rowan, el mismo niño que ya fuera portada de su primer trabajo, "Boy". Sin embargo, el menor ya ha crecido y presenta una mirada mucho menos inocente y más endurecida. Una brecha en su labio inferior hace referencia al estado de las cosas en 1983. Como fondo, un cielo ennegrecido de guerra evidencia, más si cabe, la situación bélica vivida.
 
     El trabajo alcanzó el número 1 en UK y el 12 en EE. UU.. Los especialistas coincidieron en que "War" era un gran disco de rock en el que la voz de Bono y las letras de las canciones, más políticas y comprometidas, colocaron al grupo en un nivel superior. Fue la confirmación mundial de U2, más a nivel de crítica que de ventas, es cierto, pero colocó a los irlandeses en una posición muy privilegiada, hecho acentuado con la edición de "Under a blood red sky", cd y vídeo de su legendario concierto en Denver, en el verano de 1983, en un escenario y en un ambiente que hicieron de ese un momento mítico en la historia del grupo y del rock en general: U2 en estado puro y luchando contra los elementos.
 
     Las 10 canciones de "War" le dieron una duración total de 43 minutos. Los temas son éstos. Cara A:
 
1- Sunday Bloody Sunday: probablemente, la canción más conocida y aclamada de la banda. Pese a la demoledora batería, que parece una declaración de guerra, se trata de una respuesta emocional a todo lo que estaba sucediendo en Irlanda del Norte en esos momentos. Bono, pese a ser republicano y querer una Irlanda unida, no estaba de acuerdo en imponer las ideas por la fuerza de las armas. La bandera blanca que comenzó a sacar en cada concierto al tocar esta canción se convirtió en una de las imágenes más conocidas de la banda en aquella época. Fue el primer single de "War".
2- Seconds: la guitarra de The Edge marca el comienzo del tema, aunque pronto es Adam, al bajo, el que cobra mayor protagonismo. The Edge canta por primera vez un tema, algo que haría en un par de ocasiones más a lo largo de la historia del grupo ("Numb" (Zooropa, 1993) y "Van Diemen´s Land" (Rattle & Hum, 1988)). La canción habla de la inminencia de una catástrofe nuclear, tema muy de moda en 1983. En la parte central hay como un intermedio, en el que se escucha de fondo una pequeña parte del documental "Soldier Girls", en el que unas chicas realizan una rutina de entrenamiento que resulta realmente perturbadora.
3- New Year´s Day: otro de los clásicos más celebrados en la historia del grupo. Segundo single de "War". Poca gente sabe que la canción nació de la situación política vivida en esos momentos en un país tan lejano de Irlanda como Polonia. Es una canción de amor, que habla de separación y nostalgia, directamente relacionada con la situación de Lech Walesa (líder del Movimiento Solidaridad), encerrado y sin poder recibir la visita de su mujer. El "Día de Año Nuevo" se declaró en Polonia la ley marcial. Sorprendente, ¿verdad?
4- Like A Song...: canción protesta contra los discos pop aparecidos en su época y contra los que no les consideraban una verdadera banda de rock and roll. Su fuerza y su profundidad sirven para que U2 se identifique con el egoísmo que se muestra en la actitud del rock and roll.
5- Drowing Man: uno de los temas más sofisticados de U2 hasta la fecha. Adam y Larry lo bordan rítmicamente y consiguen unas actuaciones formidables. The Edge está perfecto, como siempre, y Bono canta como pocas veces antes (y después), abrazando un amor superior, sexual y espiritual. Dios, sin duda, es un ser bondadoso.      
   
Cara B:
 
6- The Refugee: tema producido por Bill Whelan que consigue que U2 no suene como U2. Surge del interés de Bono por acercarse a minorías étnicas en EE. UU.: afro-americanos, italianos, cubanos, etc. Larry Mullen aportó una base tribal a modo de tambores y sus tres compañeros pusieron el resto mediante cantos primitivos.
7- Two hearts Beat As One: tercer single de "War", es un tema nacido del reciente matrimonio de Bono con su novia desde la época del instituto, Ali Stewart. Fusión punk-rock para una canción de amor y, a la vez, disculpa ante su mujer por no prestarle la atención debida durante su luna de miel. U2 se la jugaba en su tercer disco y no había tiempo que perder.
8- Red Light: corte originado por la turbación que sintió Bono al visitar Ámsterdam y ver a las prostitutas vendiéndose en los escaparates, iluminadas por una luz roja. Cabe recordar la sociedad extremadamente conservadora en la Irlanda de aquel momento, elemento que provocó en el cantante sensaciones encontradas. Canción ambigua que hace referencia a las chicas del Distrito Rojo, a la salvación del alma de Adam (el más juerguista de los componentes del grupo) y a la visión de una de las prostitutas, que observa cómo los "clientes" van y vienen por la calle. 
9- Surrender: tema que narra la situación de Sadie, una chica que vive en New York y debe hacer cualquier cosa por sobrevivir allí. Canción espiritual que cuenta cómo, en un momento dado, la chica sube a la planta 48 de su edificio con la idea de saltar. Sin duda, a veces, hay que morir para seguir con tu vida de otra manera... 
10- 40: cuarto y último single de "War", es un himno que pone fin al disco y a muchos de los conciertos de la banda, incluso en épocas más actuales. La canción se grabó a las seis de la mañana de un día en el que los estudios debían ser ocupados por otra banda que los tenía reservados. Era la canción que ponía punto y final al trabajo y se grabó muy rápidamente. Pero la voz de Bono sonó diferente y se consiguió un ambiente óptimo para el tema de cierre del álbum. Se convirtió en un corte simple, pero muy adecuado como canción de cuna y cierre de los conciertos de su posterior gira. Larry se quedaba solo en el escenario marcando el ritmo con su batería mientras los fans cantaban el estribillo hasta cansarse. La mayor parte de la letra viene del salmo 40 de David, añadiendo nuevamente el "how long to sing this song" de Sunday Bloody Sunday a modo de plegaria. No hay fan de U2 que no ame esta canción.
 
     Treinta años dan para mucho. Por supuesto, U2 los ha aprovechado para auparse como los grandes monstruos del rock and roll que son. Por ello, repasar sus primeros discos con la perspectiva actual es un ejercicio maravilloso. A mí me ha encantado. Y me encanta "War", el primero de los grandes discos de esta mítica banda que arrasó en los 80 y los 90. Os dejo con el vídeo-clip de New Year´s Day con la esperanza de que las cosas cambien, aunque no sea el día de año nuevo... 
 
 
       
 
                 

martes, 19 de febrero de 2013

El Espíritu del Lince. Javier Pellicer. Pàmies. 2012. Reseña




     Ganador y finalista de varios premios literarios, escritor, reseñador, entrevistador y colaborador en múltiples antologías de relatos históricos y fantásticos, el valenciano de Benigánim Javier Pellicer rinde, en su primera novela publicada (que no escrita), un sentido homenaje a los primigenios habitantes de su querida tierra valenciana: los íberos. Y, ya de entrada, he de rendirme a la evidencia: sin duda, ha escrito una magnífica novela basada en hechos reales (perfectamente documentados a través de diversos estudios, lecturas y visitas a distintos museos y a los escenarios de su historia) y en personajes reales y también ficticios.
 
     La acción de "El Espíritu del Lince" nos sitúa en uno de esos momentos grandes de la Historia: la llegada de los ejércitos cartagineses de Amílcar y Aníbal Barca a tierras levantinas para hacerse con unas riquezas que les permitan continuar su lucha sin cuartel contra la todopoderosa Roma. Icorbeles, el Elegido, cuyo nacimiento fue tomado como una señal de los Antepasados, se propone unificar las diferentes tribus íberas para hacer frente a un enemigo común que amenaza su presente y futuro. 
 
     Sin embargo, la realidad es diferente a los deseos de Icorbeles, su familia y sus acompañantes. Y la guerra y su alto sentido de la responsabilidad hacia los designios que le han marcado como "El hijo de Iberia" pondrán en peligro todo aquello que ama desde lo más profundo de su corazón. Por supuesto, es muy complicado entender los designios de los dioses y ello hace que la vida del protagonista de la historia sea angustiosa en muchos momentos ya que debe priorizar la razón ante el corazón.
 
     La novela nos ilustra a la perfección cómo vivían los íberos y cómo se enfrentaron al hecho de que la guerra entre Cartago y Roma se trasladara a sus tierras. También la independencia entre cada uno de los distintos reinos, que conformaban un mural de colores bien variados. A través de sus páginas conoceremos sus formas de vida y sus creencias. Y podremos contraponerlas a las de los cartagineses. Alorco y Nistan, hijos de un comerciante cartaginés que refugia a su familia en Etemiltir, en la casa de Icorbeles, provocarán en éste sentimientos encontrados a lo largo de la historia. Sin embargo, la crianza conjunta provocará un hermanamiento y un amor jamás conocidos por ninguno de ellos en sus vidas.
 
     Por desgracia, la llegada de la guerra a territorio íbero hará que Icorbeles haya de hacer frente a su propio corazón, llegando a luchar contra el ejército en el que su "hermano" Alorco presta sus servicios a la familia Barca, benefactora de la suya. Incluso llegarán a coincidir cara a cara en alguna de las batallas tan magistralmente narradas por Javier. Es por ello que "El Espíritu del Lince" proporciona momentos de máxima tensión y emotividad que no dejarán a nadie indiferente, le introducirán de lleno en las escenas y situaciones y le harán tomar partido por uno u otro bando y hasta no estar de acuerdo con las decisiones tomadas por sus protagonistas. En definitiva: el lector se verá obligado a devorar las páginas para conocer el desenlace de la historia.
 
     En ella hay lugar para aprender sobre geografía (pues aparecen asentamientos tan conocidos en la actualidad como las ciudades de Arse (Sagunto), Saití (Xátiva) y Edeta (Llíria) o pequeños caseríos fortificados como Etemiltir (Castellet de Bernabé)), sobre las características personalidades de los generales cartagineses (Amílcar y Aníbal Barca o Asdrúbal Janto), sobre el amor, la lealtad, el honor y la amistad sin condiciones (la cual protagonizan personajes como los referidos anteriormente e incluso, entre otros,  Azarbaal o Sifag, respectivamente servidores de las familias de Icorbeles y de Alorco y Nistan) e incluso sobre el íntimo respeto y hasta admiración recíproca que pueden llegar a sentir dos enemigos tan acérrimos como Aníbal e Icorbeles. 
 
     Uno de los puntos fuertes de una novela a la que no le he encontrado débiles es el hecho de colocar a multitud de sus protagonistas ante dilemas morales y éticos que hacen estremecer y emocionarse al lector, llevándole de la alegría a la tristeza, de la esperanza a la desesperanza, de la ternura más exquisita a las ansias por que un personaje llegue a matar a otro de la manera más cruel posible, del amor al odio. Es decir, que estamos ante una historia que hace sentir al lector parte de la trama: sufrirá, reirá, llorará, disfrutará y hasta se entristecerá al acabar su lectura. Por cierto, con un desenlace final realmente sorprendente.
 
     Y eso es, para mí, lo más grande de "El Espíritu del Lince": que hará sentir pena al lector al llegar a su finalización. Es por esto que uno agradece, y mucho, la iniciativa de Javier Pellicer de poner a disposición de cualquier persona contenidos extra en la web del libro. La antología de relatos "Las crónicas perdidas"  debe ser leída tras la novela, jamás antes, pues nos acerca a aspectos no profundizados en la novela, los cuales nos ayudan a completar un maravilloso puzzle. Sin duda, una buena guinda para este magnífico pastel que es la lectura de "El Espíritu del Lince".


Booktrailer de la novela
 
           

lunes, 18 de febrero de 2013

El 23 de los Bulls cumple 50 años



     "He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. 26 veces han confiado en mí para lanzar el tiro que ganaba el encuentro y lo he fallado. He fallado una y otra, y otra vez en mi vida. Pero nunca me he dado por vencido. Y es por eso que he tenido éxito en la vida". Éstas palabras de Michael Jordan (MJ) resumen perfectamente el carácter de luchador y ganador de "Air", "su majestad de los aires".
 
     Michael Jeffrey Jordan nació en Brooklyn el 17 de febrero de 1963, hace exactamente 50 años. No es mi intención dar cifras y más cifras que aburran a quien lea estas líneas. Sin embargo, son necesarias algunas para comprender lo que significó MJ en su época como jugador de baloncesto: lideró a los Chicago Bulls en sus seis anillos promediando más de 30 puntos por encuentro durante toda su carrera, consiguió 10 títulos de máximo anotador de la NBA, fue designado MVP de la temporada (jugador más valioso de la liga) en cinco ocasiones y MVP de las Finales en seis (las mismas en que se hizo con el anillo), fue nombrado en el mejor quinteto de la NBA 10 veces y en el mejor defensivo otras 9 (mejor defensor del año en 1988) y robó más balones que nadie durante tres temporadas. Además, fue 14 veces All-Star y ganó el oro olímpico en Los Ángeles 84 y Barcelona 92.
 
     En 1982, con 19 años, anotó la canasta decisiva que dió a North Carolina el título en la NCAA (Liga Universitaria de los EE.UU.). En 1984, tras conseguir el oro olímpico en Los Ángeles ante la España de Díaz-Miguel, llegó a la NBA con el número 3 del draft (Chicago Bulls) por detrás de Hakeem Olajuwon y Sam Bowie. En Houston y, sobre todo, en Portland todavía no se han recuperado de la decepción de ver cómo dejaron escapar al mejor jugador de todos los tiempos, decisión que cambió el futuro de la NBA y de las tres franquicias implicadas.
 
     En la temporada 1985-6 se rompió el pie y sólo disputó 18 partidos de la temporada regular. Durante la rehabilitación terminó sus estudios de Geografía. Volvió justo a tiempo para jugar los play-offs. En el Boston Garden, ante los Celtics de Larry Bird, anotó 63 puntos. Fue el famoso día en que Bird afirmó, todavía alucinado, aquello de que "Dios se ha disfrazado esta noche de jugador de baloncesto". Aún así, tras dos prórrogas, Chicago perdió por 135-131.
 
     En 1989 consiguió una de sus más conocidas canastas (The Shot), la que permitió a su equipo eliminar a Cleveland de los play-offs justo sobre la bocina tras un lanzamiento acrobático ante la gran defensa de Craig Ehlo. En 1990 los Cavaliers volvieron a padecerle. MJ anotó 69 puntos, su mejor marca histórica. Además, otras tres veces superó los 60 puntos y pasó de 50 hasta en 31 ocasiones.
 
     El 6 de octubre de 1993 MJ anunció su retirada tras el asesinato de su padre. Había ganado tres anillos (91-92-93). Se dedicó a jugar al béisbol. Pero el 18 de marzo de 1995 volvió a la NBA, de nuevo con los Bulls, y ganó otros tres anillos (96-97-98). A los diez días de su retorno, en el Madison Square Garden, logró 55 puntos para apabullar a los New York Knicks.
 
     En las Finales de 1997, ante los Utah Jazz de Stockton y Malone, con 2-2 en la serie, MJ jugó con 39 de fiebre. Anotó 38 puntos para vencer 87-90 en Utah. Exhausto, dejó la cancha sujetado por su escudero y amigo Scottie Pippen. Los Bulls ganaron el sexto en casa y lograron el anillo. "Es lo más difícil que he hecho jamás", dijo tras el partido, que pasó a la historia como el Flu Game (Partido de la Fiebre).
 
     En 1998 jugó su último partido con los Bulls. De nuevo en Utah, MJ se convirtió en el gran protagonista al anotar los últimos 6 puntos de su equipo, robar el balón decisivo a Malone, hacer caer a su defensor y anotar la canasta de su sexto anillo mientras dibujaba una pose que supuso multitud de pósters para la historia. Se retiró por segunda vez.
 
     En 2001, con 38 años de edad, decidió volver a la NBA. El elegido: Washington Wizards. Tras 866 partidos anotando más de 10 puntos, se quedó en 6 ante Indiana en diciembre de 2001. En el siguiente encuentro se fue hasta los 51 ante Charlotte, convirtiéndose en el jugador de más edad en llegar a 50 puntos. Tenía 39 años menos unos pocos días. Cuatro días antes de cumplir 40 años, anotó 43 puntos ante los Nets. En 2003, en Philadelphia, jugó su último encuentro. Anotó 15 puntos y el público le aplaudió durante tres minutos al ser sustituido a un minuto de la finalización del partido.
 
     Desde 1994 una de las puertas de acceso al United Center, pabellón donde juegan los Chicago Bulls, luce una enorme estatua del mítico 23 cuya placa reza así: "El mejor que hubo. El mejor que habrá".  Más allá de todas las cifras MJ fue un jugador de equipo. Pese a conseguir anotaciones de escándalo, siempre tenía listo un pase para que un compañero mejor situado y desmarcado lograra la canasta decisiva, tal y como ocurrió con las victoriosas cestas de John Paxon ante Seattle y Steve Kerr ante Utah. Siempre tenía unas palabras y unos gestos de apoyo para sus compañeros. Si Jordan es el mejor de todos los tiempos es porque siempre creyó que el baloncesto, más allá de las actuaciones personales, es un deporte de equipo. Para muestra, sus mejores 10 asistencias.
 
 
 

martes, 12 de febrero de 2013

La Justicia de los Errantes. Jorge Díaz. Plaza & Janés. 2012. Reseña



     Me había quedado sin un clavo cuando llegué a la caseta en la que Jorge Díaz firmaba ejemplares de esta novela en la Feria del Libro de Madrid el verano pasado. Pero sabía que estaba allí y quise pasar a saludarle por lo menos. Acabé juntando los restos míos y de mi acompañante para poder llegar a comprar "La Justicia de los Errantes". Me lo llevé con una dedicatoria que me llamó la atención mucho. Muchísimo. Hablaba de "una historia de hombres íntegros". Jamás me arrepentiré de volver a Valencia con el dinero exacto para comerme un bocata en el viaje de vuelta. Es lo que tiene ser un escritor novel que no vende ejemplares ni para cubrir gastos.
 
     Lo primero que me ha impactado de este libro es que está narrado en presente, algo que también yo hice en mi primera novela. Algo muy poco habitual pero creo que necesario en determinadas ocasiones. Lo siguiente que debo destacar - y confesar que me atrapó desde la primera página (sí, ya sé que es un tópico, pero en este caso concreto os aseguro que ha sido así) - es la forma de narrar de Jorge: clara, directa, sin artificios, con las descripciones justas y necesarias para situar a los personajes en el escenario. Simplemente os diré que hay un par de escenas claves para la historia en la que se suceden, en apenas página y media, una serie de acontecimientos a modo de flashes y fogonazos que te dejan sin pestañear para no perderte nada de lo que ocurre ante tus ojos.
 
     Si a todo ello le unimos el hecho de que la historia que nos cuenta su autor, siendo ficción, está basada en hechos y personajes reales tenemos los ingredientes necesarios para crear una trama que pienso ha de gustar a cualquier tipo de lector. Un libro en el que a cada giro de página sucede algo importante o interesante ha de ser leído por todo el mundo.
 
     "La Justicia de los Errantes" cuenta la historia de algunos de los más famosos anarquistas españoles de los años veinte y treinta: Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso y Joan García Oliver. La novela comienza en España. Sin embargo, pronto se traslada la acción a Sudamérica y París, donde huyen de la cada vez más radical persecución a la que fueron sometidos los cenetistas. Oliver se queda en París. Ascaso y Durruti buscan al otro lado del charco conseguir dinero para su organización.
 
     En efecto, tras asesinar al cardenal arzobispo de Zaragoza y atracar el banco de Gijón, entre otros golpes, la pareja de amigos y militantes ha de huir del inspector Valenzuela (personaje ficticio), un policía de poca moral y mucha desvergüenza que se empeña en querer acabar con ellos sea como sea y caiga quien caiga (aunque éste sea un pobre inocente). Entre todos, cenetistas e inspector, van dejando un rastro de sangre allá por donde pasan: Cuba, México, Argentina o Uruguay.
 
     En Sudamérica, Durruti y Ascaso conocerán a otros anarquistas, algunos de ellos italianos que han huido del fascismo de Mussolini, con los que aprenderán cosas nuevas (y harán que éstos aprendan mucho también de ellos). Y he aquí el sentido de la palabra "integridad" a la que hace referencia su autor en su dedicatoria: viven como pordioseros pese a tener sacos de dinero bajo su cama. No obstante, ese dinero no es para ellos sino para su organización. En cada lugar nuevo al que llegan buscan trabajo para vivir y comer pues el dinero obtenido con los atracos y demás golpes es para enviarlo a España o a París para que sus compañeros financien otras acciones contra los capitalistas burgueses que no dejan de aprovecharse de sus "compañeros" obreros. Es más, ellos mismos se consideran obreros. Y como tales viven. 
 
     Durruti y Ascaso van impartiendo su particular visión de la justicia en toda Sudamérica, pasando de denominarse "Los Solidarios" a adoptar en su peregrinaje el pseudónimo de "Los Errantes". Es por ello que la novela se puede catalogar, a la vez, como novela histórica (por basarse en hechos reales) y novela negra (por todo lo que conlleva el periplo iberoamericano de los militantes anarquistas: tiros, persecuciones, asesinatos, etc). Incluso, puestos a divagar, podría parecerse a un western tipo "Bonnie & Clyde".
 
     En definitiva: una novela que considero necesaria para entender mejor los años anteriores a la Guerra Civil Española y conocer a unos personajes que el autor nos presenta de manera que hasta nos hace compartir por momentos su forma de vida y su ideología. Quién sabe: a lo mejor su lectura sirve para ver que noventa años después este país sigue a merced de un capitalismo burgués que explota a los obreros...
 

viernes, 1 de febrero de 2013

La conspiración de Yuste. Víctor Fernández Correas. 2008. Reseña




     Un relato de tan sólo ocho folios ("Epílogo imperial", premiado en el Primer Certámen de Relato Corto Princesa Jaraiz en 2001) acabó convertido, siete años después, en una novela de 765 páginas publicada por La esfera de los libros. Víctor Fernández Correas, periodista y escritor, debutó con una obra extensa y rica en abundantes descripciones. Cuatro años más tarde publicó su segundo trabajo, "La tribu maldita", la cual también reseñé en este humilde blog.
 
     "La conspiración de Yuste. Hay que matar a Carlos V" es una novela histórica perfectamente documentada en cuanto a escenarios (monasterio de Yuste, Valladolid, Garganta la Olla, Quacos, Medina del Campo o Valverde de la Vera) y personajes (desde el propio Carlos V hasta Jeromín, su hijo bastardo, que se convertirá en Don Juan de Austria en el futuro, pasando por todos los que acompañaron al Emperador en sus últimos tres años en el monasterio, así como distintos personajes relacionados con la nobleza, la Inquisición y las altas esferas de Castilla).
 
     En su parte de ficción, que también la hay, por supuesto, sorprende el hecho de que los principales personajes de la trama, Bertrand de Brugge (Capitán de los Ejércitos Imperiales de Carlos V y encargado de su custodia en Yuste), Rodrigo Cifuentes (curtidor de Valladolid y luterano) y Martín Sanjuan (aprendiz y fiel seguidor del anterior) están igual o incluso mejor caracterizados que los reales, lo que demuestra un perfecto dominio de la realidad de la época, algo sin lo cual habría resultado imposible crear ficción a partir de ella.
 
     Merced al magnífico trabajo de investigación desarrollado por su autor, la acción nos transportará a cualquier rincón de la majestuosa Valladolid del siglo XVI, a las callejuelas de cualquier villa de los alrededores del monasterio de Yuste, a la zona cercana al puerto de Brujas o incluso a la mismísima cámara imperial de Carlos V. Y todo ello con amplias y detalladas descripciones (en ocasiones hasta demasiadas, siendo ésta la única crítica que se le puede hacer a la novela), las cuales aportan gran realismo a cada una de las escenas.
 
     En efecto, los últimos meses de la vida del Emperador fueron una lenta agonía a causa de la gota y otras enfermedades que fueron apagando su existencia. Pero, además, un hecho añadido convirtió dicho mal trago en algo mucho más trágico y dramático para Carlos V: las noticias que le llegaban desde Valladolid, donde fue descubierto un enorme foco luterano que inquietó sobremanera al ya de por sí debilitado monarca.
 
     La novela narra, milimétricamente, cómo es descubierto el núcleo luterano vallisoletano, las acciones inquisitoriales para hacerle frente, los esfuerzos por dominarlo a cualquier precio y cómo algunos de los protestantes consiguieron huir hacia otros lugares. Entre ellos, el curtidor y su aprendiz. La figura de El Agrandao (Rodrigo Cifuentes) hace honor a su apodo y se convertirá en alguien capaz de poner en jaque a la Inquisición y al propio Emperador. Siempre con la inestimable ayuda de Martín Sanjuan. Ambos decidirán dar muerte al hombre más poderoso del mundo tras la tragedia sufrida por la madre del curtidor a manos de un fraile de la Inquisición que los persigue con la firme convicción de regresar a Valladolid con ellos.
 
     Bertrand de Brugge es otro de los personajes que a todo el mundo caerá genial. Militar, sí, pero, a la vez, muy humano. Nada que ver con la típica imagen de capitanes y soldados bárbaros sedientos de sangre. Él y su sempiterno acompañante Ángel Dávila, soldado extremeño de los Ejércitos Imperiales, conocerán el valor de la amistad hasta la última escena de la novela, provocando en el lector altas dosis de emoción contenida en diversas escenas y situaciones. Lo mismo que ocurre con la relación existente entre Cifuentes y Sanjuan.
 
     He de confesar que durante el primer tercio de "La conspiración de Yuste" me costó avanzar en su lectura debido a las numerosas y profusas descripciones tanto de personajes como de lugares. Ello la hace hasta pesada en ocasiones (algo que me pasó a mí mismo con mi primera novela, "El Círculo de las Bondades", por lo que no seré yo quien tire la primera piedra contra un compañero literario). Sin embargo, desde ese momento, la he devorado hasta el final, terminándola con un sentimiento de pena por acabar un libro que ha sido merecido objeto de mi aprecio.
 
     En definitiva, un más que correcto debut literario de un escritor que, en "La tribu maldita", ha terminado de demostrar que debe ser tenido muy en cuenta a partir de ahora. Sin duda, la progresión alcanzada con su segunda novela le coloca como uno de los referentes a seguir. Al menos para mí.