Cinco años. Entre 1967 y 1972. Cinco largos años tardó John Williams en escribir las apenas trescientas páginas de esta historia novelada sobre la figura del Emperador Octavio Augusto. Puede parecer mucho tiempo. Sin embargo, tras leer con atención el libro, uno se da cuenta de lo complicado que debió resultarle dar vida al protagonista y al resto de personajes de la historia. Y, a pesar de las dificultades, lo bordó. Escribió una novela que ya forma parte de la historia de la literatura.
Tras editar dos libros de poesía y tres novelas (Nothing but the night - por desgracia, todavía no traducida a la lengua castellana -, Butcher´s Crossing y Stoner), Augustus (o El hijo de César, en su traducción castellana) recibió en 1973 el National Book Award de ficción. Supuso, además, su despedida como escritor, ya que su obra The sleep of reason quedó tristemente inacabada al sorprenderle la muerte en Arkansas en 1994.
No fue un autor muy prolífico, pero cada uno de sus trabajos son auténticas obras maestras que deben ser leídas y conocidas por todo lector que se precie de ser entendido en materia literaria. En este mismo blog reseñé en su día Stoner y Butcher´s Crossing. En El hijo de César me ha vuelto a maravillar. Y no era fácil. A todo el mundo le ha pasado que tras tener tantas ganas de leer un libro este ha terminado por defraudarlo. No es el caso que nos ocupa.
La novela se divide en tres libros. El primero trata de la muerte de Julio César, tío de Octavio, y de las luchas intestinas que se produjeron en la Roma de la quinta década antes de Cristo por sucederle en el poder. Acompañado de sus tres inseparables amigos de la infancia, Mecenas, Agripa y Salvidieno, el joven, de apenas dieciocho años por aquel entonces, consigue con gran maestría y altas dosis de paciencia auparse al poder a través del triunvirato del que también formaron parte Marco Antonio y Lépido.
La relación entre los triunviros nunca fue excesivamente buena, especialmente entre Octavio y Marco Antonio. Además, los actos de piratería de Sexto Pompeyo ponían en peligro a diario la llegada de los necesarios suministros a la ciudad romana. Merced a complicadas estratagemas y a alianzas a priori contra natura, Octavio fue deshaciéndose de sus enemigos uno a uno. Hasta acabar con los asesinos de su tío y padre adoptivo y llevar a Roma a un estado de paz y tranquilidad ya casi olvidadas por sus ciudadanos. De especial interés me ha parecido cómo nos presenta Williams los continuos vaivenes en las relaciones entre los triunviros, que oscilan entre la armonía y la hostilidad manifiesta según las distintas situaciones planteadas.
El libro segundo, que, como el primero, consta de seis capítulos, se adentra en aspectos más personales de la figura del Emperador. También de su familia - su esposa Livia y su hija Julia - y de sus amigos y conocidos - entre ellos, los poetas más prestigiosos del momento: Virgilio, Horacio, Ovidio o Catulo -. El ambiente palatino se contrapone a la casa personal del Emperador, bastante más modesta que algunas de la capital imperial de la época. La parte final de este segundo libro se centra en la incesante búsqueda por parte de Octavio de un sucesor. Algo que le resultó mucho más complicado de lo que él hubiera deseado. Por accidentes del destino y por las sucesivas conjuras contra su persona a las que hubo de hacer frente a lo largo de los años. Aún así, mi parte favorita de este segundo libro ha sido la historia personal de su única hija, Julia, con la que se cebaría la desgracia.
El libro tercero es el más breve de la historia, apenas veinte páginas. Narra los pensamientos y los sinsabores de un Octavio al borde la muerte, camino de Nápoles, donde fue a morir a la pequeña y modesta casa en la que 72 años atrás muriera también su padre. Pese a su brevedad cabe destacar el indudable valor de unas páginas que deben hacer reflexionar a todo el mundo sobre aspectos tan ansiados pero controvertidos como el poder y los sacrificios que este conlleva. Un testimonio desgarrador de un hombre que, siendo el dueño del mundo, se sintió solo durante la mayor parte del tiempo. Una soledad necesaria para el bien de su amada Roma.
La novela, o historia novelada, de John Williams nos muestra a un Emperador muy humano, capaz de sacrificar lo bueno que podría extraer de la vida por una buena causa, la paz y la libertad de su pueblo. Una historia que tiene como gran originalidad el hecho de no estar contada por un narrador omnisciente normal, sino por todos y cada uno de los personajes que forman parte de ella. Y es que la estructura de la novela se basa en los escritos personales de muchos de los protagonistas, diarios, memorias, etc, y en las cartas que se van enviando unos a los otros a través de los años. Como digo, una forma realmente original de contar una historia que todo el mundo debería conocer.
Si en Butcher´s Crossing Williams nos sorprendió con un magnífico western de raíz clásico y en Stoner con una historia costumbrista que retrata a la perfección a un hombre a la vez normal y distinto a los demás, en El hijo de César vuelve a deleitarnos con la figura de uno de los Emperadores más famosos de la antigua Roma. Y, además, contando su historia de una manera que nos atrapa desde la primera página. Por ello, no puedo despedir esta reseña sin decir esto: ¡Qué gran escritor fue este tipo! ¡Que traduzcan al castellano ya Nothing but the night, por favor!