LIBROS

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lunes, 16 de noviembre de 2020

Lerna. El legado del minotauro. Javier Pellicer. Edhasa. 2020. Reseña

 





    Relacionar en una misma novela el mundo cretense con los orígenes de Irlanda era una apuesta muy arriesgada. Las posibilidades de sucumbir en el intento o de que este resultara calamitoso eran muy altas. El texto resultante podía carecer del necesario rigor histórico. A no ser que se unieran en el proceso de creación literaria tres aspectos fundamentales. En primer lugar, una conveniente justificación en base a estudios históricos rigurosos y a hallazgos arqueológicos. En segundo lugar, para rellenar los muchos huecos dejados por lo anteriormente reseñado, acudir a antiguos mitos y leyendas --la Historia se parece a menudo al mito debido a que ambos, en última instancia, están hechos de la misma materia, afirmó en su día J. R. R. Tolkien--. Y, en tercer lugar, utilizar, cuando todo lo anterior resulta imposible, pero sin abusar demasiado, el recurso de las licencias literarias, es decir, acabar de unir todo de manera que la historia final tenga una cierta base histórica y una serie de adornos ficticios que resulten, todos juntos, llamativos para el lector. 


    Como bien apunta Javier Pellicer en el epílogo de Lerna. El legado del minotauro, el resultado de todo ello no debe ser calificado como novela histórica al uso, sino como novela mitológica con base histórica. Si toda obra literaria conlleva cierta dosis de ingeniería para que todo encaje de forma conveniente, en casos como el que nos ocupa significa rizar el rizo. Y ello suele terminar, como apunté al principio, en un auténtico desastre. Sin embargo, no ha sido así en la nueva obra del escritor de Benigánim (Valencia) --El espíritu del lince (Ediciones Pàmies, 2012), Legados (Ediciones Holocubierta, 2013), Leones de Aníbal (Edhasa, 2018)--. ¿Por qué no? Pues precisamente porque el autor ha sabido ser riguroso cuando era necesario (personajes mitológicos, lugares reales y contextos históricos, temporales y espaciales), fantástico cuando tocaba serlo (personajes ficticios, lugares inventados y posibilidades históricas no comprobadas pero sí factibles) y licencioso (en el único sentido positivo del término: atrevido) cuando no había más remedio (no en vano, una de las labores del escritor es jugar con el lector y animarlo a seguir con complicidad sus fantasías).


    Todos estos aspectos son explicados más extensamente por Pellicer tanto en el ya referido epílogo como en su propia página web. También en el librito especial que la editorial regala a los cincuenta primeros compradores de la novela que compartan en alguna de las redes sociales una foto con el libro --deben quedar ya muy pocos ejemplares, pero quizás todavía estés a tiempo de conseguirlo si eres rápido--. Yo soy uno de los afortunados y puedo asegurar que es un gran regalo. Resulta apasionante leer cómo el autor fue capaz de dar consistencia a un texto en el que encontramos hechos tan alejados en el tiempo y en el espacio. Siempre, como ha quedado claro, en base a esos tres aspectos referidos en las primeras líneas de este escrito: Historia y arqueología, mitología y licencias narrativas y argumentales. El resultado es la mejor novela de Pellicer hasta la fecha. Y lo dice alguien que confiesa estar enamorado hasta las trancas de su primera novela, El espíritu del lince.


    La novela consta de tres partes bien diferenciadas. La primera, que lleva por título La Casa del Hacha, nos describe, muy fehacientemente además, cómo era la vida en la Creta de aquella época (1635 a. C.). Con el resplandeciente y sublime palacio de Cnosos como telón de fondo, Pellicer sitúa la acción en las intrigas palaciegas que desembocaron en unos dramáticos hechos que conllevarán la ruptura entre los tres hijos de los reyes: el primogénito, Partolón; el mediano, Tríome; y el pequeño, Starn. La vida fácil de los jóvenes --algo ingenua e inocente incluso en el caso del menor, Starn-- dará tal vuelco que Partolón y Starn decidirán irse de La Casa del Hacha y emprender un largo viaje a través del cual tratarán de encontrar una tierra dormida que han visionado en sueños el consejero y sabio Bacor, Partolón, Starn y Lerna, la bella y valiente esposa del hijo menor de los reyes. 


    Partolón se convierte así en rey en el exilio, mientras que Tríome se corona como el nuevo Minos de Creta. El rey en el exilio es precisamente el título de la segunda parte de la novela. Nos narra el tortuoso, peligroso y larguísimo viaje de los protagonistas hacia esa anhelada Tierra Durmiente. La vida del joven Starn se convierte en una sucesión de desgracias que acabarán progresivamente con esa inocencia e ingenuidad que habían caracterizado tanto su vida como su carácter hasta la fecha. De idealista pasará a convertirse en un luchador empedernido --con sus hondos y lógicos momentos depresivos ante todas las situaciones que se le van presentando a través de los días, semanas y meses de un trayecto que por momentos parece no tener fin--. No obstante, no todo es negativo en ese viaje. Un viaje épico en el que Partolón y los suyos conocerán nuevos pueblos. Como Thapsos, Argar, Cilen o la Gran Isla Alba. En todos ellos dejarán huella. Y de todos ellos extraerán también enseñanzas que les vendrán muy bien --eso sí, no a todos los personajes-- en su nueva morada: la Tierra Durmiente.


    El final del trayecto nos sitúa, en efecto, en la actual Irlanda. El despertar de Lerna es el título de la tercera parte de la novela. En ella, los partolonianos construyen una especie de pequeña Creta en las costas sureñas de la Tierra Durmiente. Una tierra en la que no estarán solos. Como era de esperar, también en un lugar tan apartado de la geografía conocida hasta la fecha existen moradores indígenas anteriores a la llegada de los protagonistas de la novela. Y de la relación que sean capaces de mantener con ellos dependerá en buena parte el futuro de los recién llegados. Las discrepancias, sin embargo, no tardarán en llegar. Mientras el sabio consejero Bacor y Starn apuestan por dejar atrás el pasado y vivir de manera diferente a como lo habían hecho en Creta, el rey Partolón trata de construir una nueva especie de Casa del Hacha, a imagen y semejanza de la original. Tal y como he reseñado en el párrafo anterior, queda patente que no todos han extraído las mismas enseñanzas a través de los contactos con los pueblos por los que ha ido transcurriendo su periplo por el Mediterráneo y el Atlántico. 


    Lerna es, sin duda, la gran protagonista de la novela. Todo cuanto acontece gira en torno a ella. Por eso, Starn se empeña --y en eso sí cede su hermano Partolón-- en que la Tierra Durmiente lleve el nombre de su esposa. Por tanto, Partolón será coronado rey de Lerna poco después de su llegada a la actual Irlanda. Starn es también un gran amante de la música. Siempre toca la lira. Y sus letras sirven para comprender lo que sucede, tanto en su interior como en el mundo que lo rodea. Para él, tocar era algo así como soñar despierto. Entonces, y sólo entonces, podía expresar de verdad todo cuanto sentía en las profundidades de su ser. La melodía que surgía de aquellos cordeles hechos con cáñamo era su auténtica voz, con la que era capaz de hablar libremente de la alegría, la rabia, la añoranza o el amor. Partolón, por contra, era un hombre precipitado y cabezota, de temperamento volátil. Le resultaba imposible esconder las alegrías, los temores... y los odios. Odios que irán in crescendo a lo largo del tiempo. Especialmente, llegados ya a Lerna. 


    Lerna. El legado del minotauro no solo supone un viaje espacial y temporal entre la Creta minoica y la formación de los mitos sobre los orígenes de Irlanda recogidos en el Libro de las Invasiones. Además, nos transporta a lo más recóndito de cada uno de los seres humanos que conocemos al ir pasando las páginas. Porque el ser humano es muy diverso. Y cada uno de ellos es muy diferente al resto. Y saber caracterizar a cada uno de ellos como hace Pellicer en sus novelas es algo muy complicado que requiere grandes dosis de paciencia y de conocimiento de la psicología humana. Más allá de los vastos conocimientos del autor acerca de la Historia, la arqueología, los mitos y los demás aspectos temáticos, uno de los fuertes del valenciano es precisamente ese descuartizamiento psicológico de sus protagonistas. Porque, como dijo una vez Oscar Wilde, los grandes acontecimientos del mundo suceden en el cerebro. Es también en él, y sólo en él, donde se cometen los grandes pecados. Por eso, tras los grandes hechos históricos, siempre hay (salvo accidentes) grandes pensadores o maquinadores.


    Y la conjunción de muchos pecados quizás fuera la causante del surgimiento de la profecía que anunciaba el fin de la dinastía del minotauro. Una profecía que persigue a los Hijos de Partolón allá adonde quiera que vayan. Hasta la mismísima Tierra Durmiente o Lerna. Porque el destino es siempre inexorable y al final todo se precipita ante nosotros. Si a todo ello unimos el peligro de los piratas aqueos, las intrigas palaciegas, el paso de la placidez a la desconfianza y la llegada de la violencia a una tierra hasta entonces pacífica, tenemos el caldo de cultivo de una tragedia irremediable. Y, sin embargo, de una tragedia de tales magnitudes puede llegar a surgir un relato innovador, original, diferente, épico pero también psicológico y sobre todo ameno. Y este es el caso de Lerna. El legado del minotauro. Una novela, recordemos, mitológica con base histórica que debo recomendar a todo aquel que lea esta reseña.