Jean Stein trabajó durante más de dos décadas para convertir en realidad este libro sobre los orígenes de Hollywood. Lo consiguió, por fin, en 2016. Un año después, a sus ochenta y tres años de edad, se lanzó al vacío desde su apartamento en un rascacielos de Manhattan. Muy lejos, en el tiempo y en el espacio, de ese lugar de los Estados Unidos que inspiró su gran obra. Una obra por la que desfilan muchos de los grandes personajes del Hollywood de los años centrales del siglo XX, es decir, desde 1920 hasta 1970. Lujo, glamour, poder, mansiones, palacetes y castillos, excesos, drogas, sexo, luchas y enfrentamientos intestinos, asesinatos, suicidios y toda clase de intrigas se detallan en las trescientas ochenta páginas que componen un texto que, escrito a base de testimonios directos recogidos durante esos veinte años de labor de investigación, resulta finalmente tan atractivo como desgarrador.
El dinero y el poder no dan la felicidad. Esa es una de las conclusiones que puede extraer cualquier lector de este conjunto de textos. La mayoría de sus protagonistas fueron famosos, ricos, ostentaron gran poder e influencia, incluso a nivel político, pero basta con leer entre líneas para observar que una de las características que compartieron casi todos ellos fue la infelicidad. Lo cual hace bueno aquello de que cuanto más se tiene, más se desea poseer. Y es que, aunque nos pueda parecer mentira, la fábrica de sueños más potente del mundo destruyó los de muchos de sus propios integrantes y protagonistas. Secretos de alcoba, extravagancias, tensiones que explotan, todo tiene cabida en las páginas de Al oeste del Edén. En un lugar de Estados Unidos. Por muy emblemática que resulte una familia, nadie escapa a los pecados de la humanidad. Buena prueba de ello es este libro.
La primera de las cinco sagas familiares tratadas en estas páginas es la de los Doheny, cuyo patriarca, Edward L. Doheny, inspiró la novela Petróleo!, de Upton Sinclair (1927), y la película Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson (2007). Doheny creó la industria petrolífera de Los Ángeles, que producía, en los años veinte, el veinte por cien del petróleo mundial. Antes había hecho negocios en México. Su amistad con Porfirio Díaz y los sobornos a funcionarios le habían hecho rico ya. Utilizó todo tipo de artimañas para salirse siempre con la suya e incrementar sus riquezas. Unos extraños asesinatos de los que salió indemne, un par de suicidios en el seno de la familia y las tensiones manifiestas entre varios de los miembros del clan demuestran que no es oro todo lo que reluce. Aunque dentro de una mansión encontremos una casa de muñecas más grande que la mayoría de hogares medios. Los Doheny siguen presentes en Los Ángeles. Lo más asombroso es que, para conservar su poder y su posición, Doheny acabó sacrificando a su propia familia, afirma un testigo de la época. El escritor Raymond Chandler afirmó, en relación a él, que la ley vale lo que pagas por ella y está en el lugar donde la compras. Para el famoso escritor, los Doheny son el paradigma del corazón podrido del paraíso.
Los famosos hermanos Warner --Sam, Harry y Jack--, que crearon la mayor manifestación cultural del mundo en palabras de Arthur Miller, acabaron enfrentándose entre sí por ver quién controlaba los famosos estudios tras la prematura muerte de Sam. Vanidosos y vulgares, intrigaron contra su propia sangre mientras se reían de las producciones de la competencia, a los que llegaron a acusar de comunistas, y tiranizaban al gremio del cine, luchando contra unas huelgas justas y necesarias para el sector. Se codearon con los presidentes Roosevelt y Nixon, se enfrentaron a Walt Disney, no tenían amigos sino subordinados y aduladores, las tensiones le provocaron un derrame cerebral y la muerte a Harry y Jack se quedó al fin como año y señor de los estudios. Pero Jack, que tenía relaciones sexuales extra matrimoniales donde y cuando se le antojaba --temía perder la mitad de las acciones de sus estudios si se divorciaba, por lo que su esposa y él eran matrimonio solo sobre el papel, declara una de sus amantes--, tampoco tenía buena relación con su hijo, Jack Warner Jr.. Así, la historia de los conocidos Warner Bros ejemplifica perfectamente en qué consisten un fracaso (familiar y emocional) y un éxito (económico y empresarial) colectivo.
Los Garland ocupan el espacio central del libro de Jean Stein. William Garland era un rico industrial ferroviario metido de lleno en el mundo del cine y dueño de muchas propiedades en Los Ángeles. Se casó con un bombón llamado Grace Garland, que quería ser actriz y había sido Miss Cleveland, y tuvieron una hija: Jane. Viuda ya Grace, se centró en la salud de su hija, que padecía una extraña clase de esquizofrenia. Contrató a cuidadores para ella, evitando así una indeseada hospitalización. Llevaba una vida aparentemente normal, aunque siempre acompañada de un cuidador. La pérdida de la figura paterna, los acosos de una niñera, las drogas y su coqueteo con una secta pusieron a la joven al borde del precipicio. Poco a poco, la familia fue gastando el dinero de la herencia del industrial. Hasta que solo quedó el de su hija. Y Grace, acostumbrada a un tren de vida demasiado relajado, sucumbió al hecho de que tenía toda aquella pasta al alcance de la mano y no podía echarle las zarpas. Otro ejemplo más de infelicidad manifiesta.
La oscarizada Jennifer Jones (La canción de Bernardette, 1944) se divorció de su marido, David Walker, para casarse con el productor David Selznick. Terminó por arrepentirse años después. Como declara uno de sus hijos, Selznick tenía las llaves del reino cuando papá ni siquiera sabía dónde estaban. Madre era joven, fresca, recién llegada, buscaba nuevas aventuras, y, desde su punto de vista, papá probablemente fuera un hombre limitado. Ni mamá ni papá eran personas de mundo. Selznick, en cambio, vivía y respiraba el glamour de Hollywood y los reyes y las reinas de Hollywood le besaban los pies. Después de Lo que el viento se llevó, no había nadie con más poder en la industria del cine. Su ex esposo se convirtió en alcohólico y murió a los treinta y dos años. Pocos años después, su hija Mary Jennifer, con la que tenía muy mala relación, se suicidó, mientras que su hijo Michael también se echó en brazos del alcohol. Otra familia rota. Tras la muerte de Selznick, Jennifer se casó con el multi millonario Norton Simon, un magnate desaprensivo al más puro estilo de los mismísimos Rockefeller o Carnegie que poseía una gran colección de arte. De nuevo, los lujos no fueron capaces de mitigar las consecuencias de una existencia vacía y depresiva.
El último de los capítulos del libro lo dedica Stein a su propia familia. Su abuelo, Jules Stein, reconocido médico oftalmólogo que acabó dejando su vocación para representar a grupos y bandas musicales y finalmente fundar la MCA (Music Corporation of America), construyó todo un emporio desde la nada. Su asesor y futuro presidente de la MCA, Lew Wasserman, recuerda que Stein fue el creador de las giras, que en aquellos tiempos no existían. Fue un visionario en lo relativo a los bolos de bandas de música, las llevó por pueblos y ciudades. El propio Stein, en una autobiografía, recuerda que quise diversificar el negocio y empecé con la representación de cantantes, grupos y otros talentos del gusto del público. La radio se estaba convirtiendo en un elemento importante dentro del sector del espectáculo, así que empezamos a representar a los artistas también en ese medio. Se codeó con Al Capone en el Chicago de los años 40 y trabó una gran amistad con el presidente Truman y con el por entonces actor y también futuro presidente Ronald Reagan. Jean Stein, por su parte, fue capaz de lograr una estrecha amistad con el escritor Gore Vidal. Se hizo editora y escritora y vivió hasta los ochenta y tres años.
La obra, escrita a través de los testimonios orales de muchos protagonistas y testigos de la colocación de los pilares sobre los que se asentó la fundación del Hollywood actual, nos presenta la ciudad con todas sus luces y también con todas sus sombras. Nos muestra cómo se vivieron el Gran Sueño Americano, la Gran Depresión, la preponderancia de la Mafia, el Comité de Actividades Antiamericanas --o Caza de Brujas--, etc. En definitiva, Al oeste del Edén, es un fresco de la historia de buena parte del siglo XX norteamericano, más concretamente, de Los Ángeles y Hollywood. Una obra para los amantes del cine, pero también para quienes pretenden ser emprendedores en plena época de pandemia. Nada mejor que inspirarse en los creadores de Hollywood para buscar la supervivencia en una época de crisis económica y de valores como la que vivimos en la actualidad.