Tierra de campos es una comarca natural de Castilla-León que comprende las provincias de Palencia, Valladolid, Zamora y León que tiene como característica principal la inmensa llanura que noquea al visitante. Además, es el escenario que sirve al madrileño David Trueba, escritor, guionista y director de cine, para narrarnos una de esas historias conmovedoras y realistas que siempre apetece leer. Una novela que transcurre entre esas tierras de campos que vieran nacer al padre del protagonista, Madrid y hasta Japón. Una historia repleta de amor, desamor, amistad, pérdida y unas hambrientas ganas de comerse la vida hasta no dejar ni sus migajas.
Dani Mosca es un músico que reflexiona sobre su vida a lo largo de un libro que, si contara hechos reales, podría calificarse perfectamente como una autobiografía. A modo de disco de vinilo, encontramos una cara A y una cara B. En la cara A el protagonista nos cuenta su infancia y sus recuerdos de juventud. Su difícil relación con su progenitor, sus visitas a ese pueblo paterno al que regresará años después para enterrar a su padre, su educación en un colegio religioso de la capital, la formación del grupo Las Moscas junto a sus inseparables Gus (Agustín, bajista y vocalista) y Animal (batería que debe su apodo al famoso Teleñeco) y su relación con su primer gran amor: Oliva. La acción principal se desarrolla camino del pueblo, acompañado del féretro de su padre y de un conductor de coches fúnebres tan hablador como soporífero.
En la cara B Dani nos narra sus vicisitudes en el pueblo, donde se reencuentra con su amigo de infancia, ahora convertido en alcalde, y del resto de familiares lejanos. El relato está protagonizado por la trágica pérdida de su amigo y compañero Gus, el desarrollo de su carrera musical tras un hecho tan dramático, la larga y tortuosa enfermedad de su madre, la muerte de su padre, su relación con Kei (su segundo gran amor) y el nacimiento de sus dos hijos. Una vida parecida, pero diferente a la anterior, que nos muestra cómo la pérdida (de familiares, amigos y amores) y la paternidad modifican la mentalidad de las personas. Algo que se suele nombrar con una palabra, madurez, que más a menudo de lo deseado se esculpe más a golpes que a base de la introspección personal.
Reconoce Dani Mosca que sus canciones han cambiado y que se siente un tanto impostor. La mayoría de sus canciones hablan del amor. Un tanto idealizado en sus primeros años, mucho más realista con el paso del tiempo. Sin embargo, tras sus dos fracasos amorosos con Oliva y Kei siente que el desamor se ha impuesto en su vida y no se siente capaz de seguir escribiendo ese tipo de canciones. Es evidente que para escribir buenas canciones de amor se ha de estar enamorado. Y luchar contra una evidencia tal se le hace imposible. Dani se muestra desorientado ante una situación nueva para él. Y la desaparición de su mejor amigo, Gus, no ayuda en absoluto a remediar su mal. Así, la soledad se va imponiendo en sus días. Algo que solo puede reparar mediante la presencia constante de sus hijos.
Trueba hace gala de su buen hacer narrativo: diálogos corrosivos, humor ácido, un manejo de la lengua literaria envidiable por parte de quienes tratamos de hacer algo al menos parecido, una extraordinaria capacidad para provocar en el lector melancolía, deseo y sonrisas, y una facilidad pasmosa para pasar de las lágrimas a las carcajadas. Todo ello, muy a menudo ¡en la misma página e incluso en el mismo párrafo! Cuestión esta, que nos habla de un escritor con un talento peculiar para despertar los sentimientos del lector. Yo, sin ir más allá, he preferido no subrayar ninguna secuencia por no estropear el libro. Porque frases para enmarcar y no olvidar hay muchísimas a lo largo de la novela.
Absolutamente todos los personajes de la trama tienen unos aspectos psicológicos trazados al milímetro. Resulta imposible no sentir simpatía o desprecio por ellos. Animal hace gala a su apodo, Gus se come la vida a bocados hasta que la muerte se lo acaba comiendo a él, Jandrón provoca sensaciones tan diferentes entre sí que nos puede dejar pasmados, los dos amores de Dani solo pueden ser queridas por quien lee las páginas del libro, su padre llega a ser odioso y también entrañable, el conductor del coche fúnebre es pesado pero cómico, Bocanegra y Vicente nos muestran los entresijos del mundo de la música, y los ciudadanos del pueblo paterno de Dani son dignos del mejor Delibes en Los santos inocentes.
La pasión por aprender, los vaivenes de la vida, las ganas (pese a todo lo anterior) de vivir, las frustraciones profesionales y emocionales, la familia, la soledad, los conflictos del amor y el deseo y cómo se componen las canciones y cómo es la vida de un músico tras bajarse del escenario componen una novela en continuo zigzag que atrapa al lector de principio a fin. Tanto que cuesta despedirse de los personajes, de los ambientes, de las canciones. Al terminar la lectura de Tierra de campos resulta irresistible la tentación de leer más a Trueba. Algo que servidor hará de nuevo tarde o temprano.
En definitiva, creo que no resulta exagerado afirmar que estamos ante una de las novelas españolas del año. Una historia que perfectamente se podría adaptar a la gran pantalla. Y con una portada que rinde un fiel homenaje a esa tierra de campos que marca el origen de un Dani Mosca que pasará a la historia de la literatura española por méritos propios. Como amante de la música que soy, me ha encantado la recreación que aquí realiza Trueba sobre la movida madrileña. Y la división de la novela en cara A y cara B es ciertamente original pero también necesaria. Trueba es auténtico y genuino. Tierra de campos es su primera novela que leo, pero no será la última.