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lunes, 9 de febrero de 2015

The Imitation Game (Descifrando Enigma). Morten Tyldum. 2014





     Alan Turing fue un matemático, lógico, criptógrafo y científico de la computación inglés. Considerado uno de los padres de la ciencia de la computación y el precursor de la informática moderna fue, además, homosexual. Esta información, que a día de hoy carecería de importancia para la mayoría de gente - aunque siempre hay algún retrógrado - colocó al científico en un callejón sin salida a mediados de los años cincuenta en la Inglaterra de la posguerra. Hecho que convirtió a uno de los máximos responsables de la victoria aliada en la II Guerra Mundial en un ser socialmente visto como depravado, vicioso e indecoroso.

     Turing consiguió descifrar los códigos nazis contenidos en la máquina Enigma, con lo que contribuyó de manera casi decisiva al triunfo sobre el nazismo. Nada de ello le sirvió para ser reconocido públicamente en la Inglaterra de su tiempo. Es más, acabó cayendo en desgracia cuando, siete años después de terminar la guerra, fue acusado y condenado a castración química para atajar sus inclinaciones sexuales. Ser homosexual fue su pecado mortal. Y por ello, pagó bien caro. Su trabajo en Bletchley Park, la formalización del concepto de algoritmo, la creación de la máquina de Turing, dar el pistoletazo de salida a la inteligencia artificial y diseñar y crear una de las primeras computadoras electrónicas promagrables digitales pesaron mucho menos que el hecho de ser gay en aquella Inglaterra conservadora e intransigente.

     Hasta aquí lo que es de dominio casi público. A partir de ahora paso a analizar aquellos aspectos de la película que me parecen más llamativos. En primer lugar, debo destacar la extraordinaria interpretación de Benedict Cumberbatch en el papel de Alan Turing. Conocido por sus apariciones en la serie televisiva Sherlock y en films como El Hobbit, Star Trek, 12 años de esclavitud o War horse, entre otros, está ante el papel de su vida (hasta el momento). Un trabajo que le ha situado como uno de los grandes candidatos al Oscar. Es un personaje complicado, emocional, explosivo y solo al alcance de un actor de enorme talento. Su gran trabajo ante las cámaras permite conseguir un retrato creíble de cómo debió vivir aquellos años Turing. Nos transmite de manera realista y fiel el dolor, el sufrimiento y la obstinación del genio que fue. Cumberbatch es, sin duda, el pilar en el que sostiene la película. Como en su día el propio Turing lo fue en el proceso de descifrado de Enigma.

     La mayoría de genios de la historia de la humanidad han sufrido una tremenda soledad en sus vidas. Solo unos pocos se han salvado de este hecho. Turing no pudo. La película muestra cómo, ya de niño, hubo de hacer frente a la pérdida de su único amigo, su compañero Christopher, con quien tuvo una amistad mucho más cercana de lo habitual. Veinte años después, bautizará a su máquina descifradora de Enigma con ese mismo nombre, mostrando el anhelo y la melancolía del genio inglés. Algo que le acompañó hasta el final, según el film. 

     Su único sostén durante el complicado proceso de descifrado de Enigma fue Joan Clarke, interpretada por Keira Knightley (Anna Karenina, Piratas del Caribe, Orgullo y prejuicio o El Rey Arturo). Nominada al Oscar como mejor actriz de reparto por su papel, cumple con lo que se espera de ella en cada momento, en cada situación. Clarke se enamorará de Turing pese a vislumbrar sus inclinaciones y estará a su lado en todo momento. Su mente prodigiosa, casi a la altura de la del propio protagonista, será clave en la perseverancia de aquel.

     Matthew Goode (Belle, Watchmen, Match Point o Al sur de Granada) interpreta a Hugh Alexander, campeón de Inglaterra de ajedrez. Inteligente y guapo, es el típico gentleman inglés, seductor y conquistador. El giro que se da en la relación entre los dos principales protagonistas masculinos es otro de los fuertes de la cinta. El reflejo más patente de que la unión siempre hace la fuerza, de que remar todos en la misma dirección es la mejor opción. De que el trabajo en equipo es el más productivo. Porque en el mundo, además de ciencia, debe haber también humanidad. 

     Y, como en todas las películas debe haber un malo, en este caso aparece Charles Dance (Underworld, Scoop, Gosford Park), el superior de Turing, el comandante Alastair Denniston, quien espera el más mínimo error del jefe de los descifradores para despedirlo y despellejarlo vivo. Ante él, más que ante nadie, deberá Turing cifrar sus pensamientos, sus inclinaciones sexuales y su personalidad para defenderse ante ese poder material, perverso e inmoral dominante en su Inglaterra natal. Y también este punto queda resuelto en el film por el buen hacer de Cumberbatch.

     El director noruego Morten Tyldum (Headhunters) y el guionista novel Graham Moore, ambos también nominados a los Oscars en sus distintas parcelas, contribuyen a dar vida a Turing con sus grandes trabajos. Sobre todo a la hora de adaptar a la pantalla la biografía escrita por Andrew Hodges, pionero y líder del movimiento de liberación gay inglés en los años setenta. Hodges escribió Alan Turin: the Enigma para recuperar la figura del denostado científico. Un homenaje justo y merecido que el propio gobierno británico tardaría todavía treinta años más en realizar. Sea como sea, el film hace justicia con un personaje sin el cual el mundo en que vivimos podría ser muy diferente de lo que es. No en vano, como queda demostrado en The Imitation Game (Descifrando Enigma), el amor puede hacer perder guerras...