LIBROS

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jueves, 1 de diciembre de 2022

Los extraños. Jon Bilbao. Impedimenta. 2021. Reseña

 




    De vez en cuando a uno le apetece leer algo de un autor hasta entonces desconocido. Alguien que escriba sobre temas diferentes a los que suele leer normalmente. Buscar aire fresco, vaya. Entonces, se deja llevar por recomendaciones de familiares, amigos y conocidos. O de otros lectores o escritores. O simplemente por pálpitos. Por algo que ve en un libro que le llama la atención, sin saber muy bien el motivo. Y casi siempre suele descubrir cosas que valen la pena. Así llegué yo a Jon Bilbao y su libro Los extraños. Aunque Basilisco, su obra anterior, tenía más fama a priori --recibió el Premio de las Librerías de Navarra en 2021--, por alguna razón decidí leer este. Y no solo no me ha defraudado, sino que escribo estas líneas a modo de recomendación. Por supuesto, leeré también en un futuro Basilisco, ya que, finalizada la lectura de Los extraños, me entero de que algunos de sus personajes ya aparecieron en su anterior obra. En fin, que, como se suele decir, mataré dos pájaros de un tiro. 

    Jon Bilbao nació en Ribadesella (Asturias) en 1972, es ingeniero de minas y licenciado en filología inglesa. Actualmente vive en Bilbao y trabaja como traductor. Ha sido galardonado con varios premios por algunas de sus obras anteriores y justo antes de la pandemia escribió esta novela corta --o nouvelle--, que apareció finalmente en septiembre de 2021 de la mano de la editorial Impedimenta --Premio Nacional a la Mejor Labor Editorial Cultural en 2008--, que, dicho sea de paso, presenta siempre unos libros cuidados, preciosos y coloridos. De esos que te llaman desde las estanterías de las librerías y bibliotecas y te piden que los lleves contigo. Ya me entendéis. Pues bien, que me hice con él y me lo he leído en apenas una tarde. Y no porque no sea un libro extenso --133 páginas--, sino porque me ha atrapado desde el principio por varias razones. Las cuales paso a explicar con detalle en los siguientes párrafos.

    El estilo de escritura de Bilbao, de entrada, me ha llamado mucho la atención. Y para bien. El lenguaje, sobrio y directo, es meticuloso y detallista. Las descripciones de los ambientes, lugares, objetos, personas y personalidades te hacen ver con gran nitidez aquello que la prosa del autor pretende. Las frases, cortas y sugerentes, dan un ritmo vivo a la acción --todo ello, sin dejar de atender al más mínimo detalle, como he dicho ya--. Los diálogos, a los que no les falta ni sobra una sola coma, aportan lo justo y necesario para entender --y dar a entender-- lo que está pasando en cada situación. Y la doble temática de la nouvelle --esas inquietantes luces de colores que irrumpen en la quietud de la noche invernal cántabra y la llegada a la casa en la que viven Jon y Katharina de esa extraña pareja que forman Markel y Virginia-- dejan al lector con ganas de seguir leyendo para tratar de discernir si ambos sucesos guardan o no relación entre sí.

    Jon y Katharina viven juntos en la casa de los padres de Jon. Una casa demasiado grande para solo dos personas en la que les cuesta encontrarse. Él escribe por encargo sobre temas de geología; ella traduce al alemán un aburridísimo manual de odontología. Se sienten solos. Y, aunque ella está embarazada, no deja de preguntarse si fue buena idea dejar su Múnich natal para vivir en Ribadesella. Ojo: aspecto importante. Sí, la acción de la historia transcurre en la Ribadesella del propio Jon Bilbao, lo cual ayuda a ambientar la novela. Me ayuda sobremanera conocer los escenarios de mis novelas, declaró de hecho en una ocasión. Sigamos. La cuestión es que la vida rutinaria de la pareja se ve alterada de la noche a la mañana por los dos sucesos ya reseñados: las luces de colores nocturnas y la llegada de la extraña pareja. Máxime cuando el recién llegado afirma ser primo de Jon. Un primo desconocido que poco a poco, junto a su acompañante, va tomando las riendas de la casa. 

    Lo que en un principio iba a ser una estancia rápida --a los visitantes los esperan en Madrid en unos pocos días-- se va convirtiendo en una cada vez más controvertida vida en común. Jon recela desde el principio. Algo no le cuadra. A Katharina, en cambio, le encanta compartir la casa con los desconocidos porque su sola presencia le da vidilla. Sin embargo, de forma paulatina comenzará a sentirse incómoda al ver que los inquilinos comienzan a comportarse como si la casa fuera en realidad de ellos. Así, en un principio la acción pasa de la rutina al divertimento. Y luego al temor ante lo desconocido y a la preocupación. Y es que no solo son los extraños que viven en su casa. Afuera, frente a la casa, hay otros extraños: decenas primero y centenares luego de ufólogos que, atraídos por los extraños sucesos nocturnos, ansían ver con sus propios ojos lo que a todos ojos parece un intento de contacto de corte alienígena.     

    La acción de la novela se torna claustrofóbica por momentos. Solo pequeños paseos por los alrededores de la casa y por el pueblo permiten un mínimo de oxigenación. El suspense es tal que llega a cortar la respiración ante la inquietud de cuanto ocurre. Algo de mucho mérito en una obra de ese tamaño. Y es que, como el propio Bilbao afirmó, no hacen falta 400 páginas para contar historias. Algo totalmente cierto y muy de agradecer, ya que uno empieza a cansarse de leer libros que contienen más paja de la que cabe en los establos. En este caso, encontrar en 133 páginas una historia dominada por la austeridad narrativa y unas temáticas a priori tan alejadas como la crisis de pareja y los ovnis y todo lo que ello conlleva, y que el autor sea capaz de salir de semejante embrollo de forma tan magistral, sin dejar de progresar y sin altibajos resulta todo un placer para el lector. Eso sí: la ambigüedad y falta de concreción en la que a menudo se mueve el relato puede provocar cierto desencanto final en según qué lectores. No es mi caso.

    El pulso literario de Jon Bilbao me recuerda, por su sobriedad, su perfección léxica y sintáctica y su dominio de la media distancia, así a bote pronto y salvando las distancias, a autores como Heinrich Böll, Knut Hamsun o Stefan Zweig. O, a nivel nacional y más actual, al extremeño Jesús Carrasco o al chileno Roberto Bolaño. Escribe, por decirlo de alguna manera, a la antigua usanza. Directo al grano. Con las palabras justas. Sin milongas ni escaparates engañosos. Con honestidad. Con el gusto por contar por contar --pero teniendo muy claro qué y cómo contar--. Pero, a la vez, haciéndolo de forma original, arriesgada. Rezumando actualidad y contemporaneidad. No sé si me explico: lees una página, cierras los ojos y te parece haber leído, a la vez, algo escrito el siglo pasado y algo absolutamente actual. Escribe Bilbao de una manera que parece asequible para casi cualquiera pero que, realmente, está al alcance de muy pero que muy pocos. Y, probablemente, sea ese su gran mérito.

    En definitiva: estoy seguro de haber encontrado a uno de esos autores a los que un lector descubre casi por casualidad pero del que acaba leyendo (prácticamente) todo con el paso del tiempo. Basilisco será lo próximo. Sin duda. Mientras tanto, sirvan estas líneas como modesta y sincera reseña y como una encarecida recomendación para quienquiera que la lea. No se arrepentirá.