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lunes, 27 de enero de 2020

Querido Kobe: gracias por tanto





     Eran las 20:52 de la tarde de un domingo cualquiera. Estaba contento porque mi Estudiantes acababa de ganar el Unicaja de Málaga y dejaba de ser el colista de la ACB, situándose un poco más cerca de la salvación. Sentado en el sofá, observo que mi móvil emite un sonido característico. Un whatsapp. Lo abro tranquilo. Mi sobrino Kike. Supongo que querrá burlarse de mí porque mi Atleti no le gana ni al colista de la liga, que ha jugado los últimos minutos del partido sin portero. El mensaje me remueve: Accidente del helicóptero de Kobe Bryant. Ha muerto al 99%, porque no se sabe nada de él. Me levanto del sofá como un resorte. Mientras camino hacia al ordenador me aferro a ese 1% restante. No puede ser, me digo. Tecleo su nombre en el buscador y abro la primera noticia que aparece. Es cierto. Y está confirmado. Kobe ha muerto. Me paralizo.

     Paso varias horas leyendo detalles del accidente, intercambiando mensajes con familiares, amigos y conocidos y buscando reacciones en las redes sociales. Todo el mundo tiene algo que decir sobre lo ocurrido. No acabo de asimilarlo. Me niego a pensar que sea real. Quiero creer que al final alguien dará la noticia de que él no iba en su helicóptero. O de que no era el suyo. Pero lo es. La incredulidad va dejando paso a la rabia y la impotencia. Busco vídeos con sus mejores jugadas. Veo el cortometraje dedicado al baloncesto con el que ganó el Óscar hace tan solo un par de años, apenas retirado del baloncesto profesional. Me entero, además, de que su segunda hija, de solo trece años, ha fallecido junto a él. Iban a un partido de base de la pequeña cuando el helicóptero se estrelló. Otra hija, de solo siete meses, jamás conocerá a su padre. La vida no es justa, me repito una y otra vez.

     Me acuesto tarde, pasada la una de la mañana. Casi no duermo. Apenas cierro los ojos recuerdo su rostro, siempre sonriente. Veo en mi mente imágenes suyas, jugadas suyas, canastas suyas. Él, que tantas noches mágicas me ha regalado en los últimos años, me ha dado hoy una horrible. Me levanto peor que si me hubiera atropellado un camión de gran tonelaje. Por fin comienzo a asimilar que se ha ido. Tengo que escribir sobre él. Han pasado varias horas. Debería haberlo hecho anoche mismo. Pero no se puede escribir sobre algo que uno no asimila. Porque es como si no existiera. No sé los demás, pero yo soy incapaz de escribir sobre algo que no existe. O que creo que no existe. Comienzo a pensar qué puedo decir sobre él. Es el momento. Me siento ante el ordenador, abro Blogger y me pongo a ello.

     El baloncesto fue desde siempre pieza clave en la vida de Kobe y su familia. Era hijo de Joe Bryant, jugador de la NBA --76ers, Clippers y Rockets-- entre los años 1975 y 1982. En 1984, finalizado su periplo por la liga estadounidense, dio el salto a Europa. Se llevó a su familia a Italia, donde jugó en varios equipos entre 1984 y 1991, momento en que se retiró del baloncesto profesional. Kobe pasó en Italia, pues, siete años de su infancia. Tenía trece años cuando regresó a unos EE.UU. que apenas reconocía ya. El baloncesto no le venía solo por parte paterna. Su madre, Pam Cox, es hermana del también ex jugador de la NBA Chubby Cox --Bulls y Bullets--. Su hija Gianna María, fallecida ayer junto a Kobe, también jugaba al baloncesto. Tres generaciones de baloncestistas, ni más ni menos. Toda una saga familiar.

     Bryant jugó en la NBA durante veinte años (1996-2016), todos ellos en Los Ángeles Lakers, con los que ganó cinco anillos de campeón (2000, 2001 y 2002 con Shaquille O´Neal como acompañante, y 2009 y 2010 junto a nuestro gran Pau Gasol). La franquicia de oro y púrpura le vio jugar con las camisetas número 8 y 24, ambas retiradas en 2017, un año después de su adiós a las canchas. Algo que nadie más puede decir. Ni siquiera Jordan (jugó con el 23 y el 45), en cuyo espejo siempre se miró Kobe. Además, la Mamba Negra, como se le conocía en el mundo baloncestístico, fue MVP en las finales de 2009 y 2010, MVP de la temporada regular en 2008 y máximo anotador de la liga en 2007 y 2008. Es el cuarto mejor anotador de la historia de la NBA y fue designado en el quinteto ideal de la liga en 11 ocasiones. Jugó 18 veces el All Star Game, siendo 4 veces el MVP del partido.

     En el plano internacional, el baloncesto FIBA le vio proclamarse campeón olímpico con la selección estadounidense en los Juegos de 2008 y 2012, en ambas ocasiones venciendo a España en la final. La relación de Kobe con España le viene de esos siete años pasados en Italia junto a su familia. No solo se aclimató a la perfección a la vida cotidiana europea, sino que aprendió el italiano y el español. En aquella época jugaba al fútbol y, según declaró en varias ocasiones, de no haber regresado a EE. UU. se habría dedicado al balompié. Sus equipos preferidos desde siempre fueron el Milán y el Barcelona. También declaró que en caso de abandonar la NBA el equipo al que le habría gustado ir era precisamente el Barcelona. Su gran amistad con Pau Gasol no hizo más que acentuar sus sentimientos anteriores.

     Recién retirado de las canchas escribió, protagonizó y narró el cortometraje de animación Dear basketball. Un corto que, dirigido por Glen Keane y musicado por John Williams, le reportó un Óscar como mejor corto de animación en 2018. La pieza narra la carta de despedida que le dedicó a su amado baloncesto en noviembre de 2015, cuando anunció su decisión de poner fin a su exitosa carrera deportiva. Se proyectó en el Staples Center, cancha de juego de los Lakers, el día 6 de abril de 2017, cuando fueron retiradas y colgadas sus camisetas de juego en el techo del pabellón angelino. Ese mismo día se anunció que había sido preseleccionado para los Óscar. Sin duda, y más allá de los premios recibidos, Dear basketball supuso un broche de oro perfecto para despedir a una leyenda de tales dimensiones. Huelga decir que visionarlo y escucharlo hoy emociona mucho más si cabe.

     Querido baloncesto,

Desde el momento en que comencé a enrollar los calcetines de tubo de mi padre y a lanzar tiros ganadores imaginarios en el Gran Western Forum supe que una cosa era cierta:

Me enamoré de ti.

Un amor tan profundo que me di por entero: desde mi mente y mi cuerpo hasta mi espíritu y mi alma. Como un niño de seis años profundamente enamorado de ti, nunca vi el final del túnel. Solo me vi a mí mismo fuera de mí.

Y entonces corrí. Corrí arriba y abajo en cada cancha detrás de cada pelota perdida. Me pediste mi empeño y te di mi corazón porque vendría mucho más.

Jugué con sudor y dolor no porque el desafío me llamara sino porque tú me llamaste. Hice todo por ti porque eso es lo que haces cuando alguien te hace sentir tan vivo como tú me has hecho sentir.

Le diste a un niño de seis años su sueño Laker y siempre te amaré por ello. Pero no puedo amarte obsesivamente por mucho más tiempo. Esta temporada es todo lo que me queda por dar. Mi corazón puede soportar los golpes. Mi mente puede manejar la rutina. Pero mi cuerpo sabe que es hora de decir adiós.

Y eso está bien. Estoy listo para dejarte ir. Quiero que sepas ahora que podemos saborear cada momento que pasemos juntos. Lo bueno y lo malo. Ambos nos hemos dado todo lo que tenemos.

Y ambos sabemos que no importa lo que haga después, que siempre seré ese niño con los calcetines enrollados, la basura en la esquina, 5 segundos en el reloj. Balón en mis manos. 5 ... 4 ... 3 ... 2 ... 1.

Te amo siempre.

Kobe.     


         

     Descansa en paz, Kobe. Los vídeos de tus partidos y tus mejores jugadas nos acompañarán siempre. Que sepas que estoy enfadado contigo por irte tan pronto y de esa manera. Pero te lo perdono. Querido Kobe: gracias por tanto...