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jueves, 29 de octubre de 2015

Rumbo hacia la perdición. Ramón Cerdá. El fantasma de los sueños. 2014. Reseña





     Que el escritor de Ontinyent Ramón Cerdá es muy prolífico es algo que quienes le conocemos tenemos muy claro. Que a menudo sorprende a sus lectores con novelas de temas algo diferentes a lo que viene siendo habitual en su ya dilatada carrera literaria -es decir, thrillers-, también. Y buena prueba de ello es este relato erótico -el segundo que escribe en su vida, tras Recuerdos (2000)- en el que el sexo, sus perversiones y las consecuencias de las mismas juegan un papel principal en la trama. 

     A través de su propia editorial independiente, El fantasma de los sueños, lanzó el año pasado esta novela corta -de 132 páginas- en la que el narrador y principal protagonista, Carlos, un cuarentón que lleva veinte años casado con Cristina, cuenta su particular camino hacia la perdición. Su amigo íntimo desde la adolescencia, Raúl, le conduce por la senda equivocada después de proponerle un intercambio de parejas con sus respectivas esposas. Algo a lo que en un principio se opone el protagonista, a sabiendas de que Cristina jamás aceptaría tal propuesta.

     Para acabar de instalar a Carlos en un círculo vicioso del que le será imposible escapar, Pablo, otro amigo que regenta un restaurante venido a menos en el cual se reúnen los amigos para cenar casi todas las semanas, les mete de lleno en el mundo de las drogas y la prostitución. Las tediosas vidas de casado de Carlos y Raúl -Pablo, apodado Noquiero por sus reticencias a compartir su vida con ninguna mujer, pues prefiere estar con la que guste en cuanto lo estime oportuno, es un hombre libre-, mezcladas con el alcohol y las drogas y el acceso fácil a Carmela, una prostituta que acostumbra a quedar con sus clientes en el local, harán el resto.

     Los tres amigos participan en orgías con Carmela en el propio restaurante. Además, desestimada Cristina para los intercambios de pareja, Clara, la esposa de Raúl, convencerá a su marido y al propio Carlos para hacer tríos en su propia casa. Así, Carlos, atraído tanto por Carmela como por Clara, se verá metido en una vorágine de sexo y perversión que ni siquiera su alto sentimiento de culpa podrá detener pese a sus intentos. Unos intentos, por otra parte, escasos y carentes realmente de voluntad. 

     La actitud de Cristina, que castiga a su marido con largos períodos sin sexo cuando tienen alguna discusión o disputa, no contribuye precisamente a otorgar a Carlos el valor necesario como para tratar de salir de esa senda que le llevará directo a la perdición. Un último y desesperado intento, que aparentemente tiene un cierto éxito y que puede permitir al protagonista recuperar las distancias perdidas con su esposa, acabará convirtiéndose en la antesala del mayor de los desastres. Porque Cerdá no lo puede negar: le encantan los finales imprevisibles. Y, para muestra, este botón.

     El estudio psicológico de Carlos está muy bien trabajado a lo largo de toda la historia. Ama a su esposa, aunque el paso de los años, el aburrimiento y la falta de comunicación entre ellos -como ocurre en tantas y tantas parejas- serán el resquicio por el que se colarán una serie de acontecimientos -a perro flaco, todo son pulgas- que le llevarán a perder el control sobre su vida y sus actos. A partir de ahí comienza a ser difícil que todo tenga un final feliz. Y más en una historia en la que no todo es lo que parece y en la que los comportamientos de los distintos personajes en ocasiones responden a hechos que el lector desconoce por completo.

     La novela está estructurada en dos partes divididas en cinco y seis capítulos respectivamente. Está narrada en un lenguaje sencillo y coloquial, de la calle, por el propio Carlos, quien nos oculta deliberadamente parte de la información mientras, como contrapartida, nos adelanta hechos que están por venir, lo cual nos mantiene en vilo durante la lectura de la obra, que se puede hacer del tirón en unas tres horas. Tres horas entretenidas, amenas y reflexivas.

     En definitiva, en Rumbo hacia la perdición encontramos un poco de todo: altas dosis de sexo y erotismo; imprescindibles toques de intriga y misterio; algo de psicología; drogas y alcohol; y hasta acciones que dibujarán una sonrisa en los labios de los lectores -sobre todo en la primera parte, durante la introducción de la historia, justo antes de que todo se complique y nos pongamos serios-. Una novela de desconexión que se lee de una sola sentada.