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miércoles, 28 de diciembre de 2011

De mayor quiero ser soldado. Christian Molina. 2011. Reseña



     En ocasiones puede suceder que una película que no es ni mucho menos perfecta (por previsible, por dar muchas cosas por sentadas sin una explicación plausible, por introducir cambios radicales de una escena a otra o incluso por resultar excesivamente moralizante) pueda, y deba, ser un material muy necesario para educar a los espectadores. Ese es el caso de esta coproducción italo-española dirigida por Christian Molina.

     Con la colaboración de dos actores de renombre internacional como Danny Glover (como director de escuela) y Robert Englund (como psicólogo), el film nos advierte de uno de los males endémicos de nuestra sociedad: la incapacidad de los padres de educar en valores a sus hijos. A través de aspectos tan cotidianos como los celos ante la llegada de hermanos pequeños, la mala influencia de la televisión y de los videojuegos, los problemas de comunicación, la excesiva permisividad y la atención de los caprichos de los más pequeños, el sentimiento de culpabilidad, el chantaje psicológico y otros que son el pan nuestro de cada día en la mayoría de los hogares, la película nos hace reflexionar sobre qué estamos haciendo y cómo la sociedad se pervierte con nuestra más absoluta colaboración.

     Álex, un niño de ocho años que parece sentir una fascinación morbosa por las imágenes de carácter violento, tiene serios problemas de comunicación no sólo con sus padres, sino también con sus compañeros de escuela. Su vía de escape es la invención de dos amigos imaginarios: un astronauta y un soldado. El primero le apoya y trata de darle una serie de valores que le permitan crecer y madurar de la mejor manera posible; el segundo le lleva por el camino de la perdición, inculcándole ideas y sentimientos perniciosos y violentos de todo tipo.

     Álex culpa de todos sus males a sus hermanos menores, dos pequeños ángeles gemelos que nada tienen que ver con la perversión de la sociedad a la que acaban de llegar sin ni siquiera pedirlo; dos víctimas más (como él mismo) de un mundo que se desmorona ante la ausencia de valores. La evidente falta de criterio de su padre y de su madre en relación al tipo de educación que deben dar a sus hijos, la carencia de comunicación (entre sí y con sus propios vástagos, que deambulan por la casa sin control ni límites), la falta de atención hacia él y su sustitución como foco de interés por los gemelos, las contínuas discusiones entre sus padres en presencia suya, etc, provocarán en el protagonista una sensación de abandono que le llevarán a aislarse tanto en el hogar como en el colegio, conduciendo su vida hacia una oleada de actos y pensamientos violentos sin fin ni limitación.

     De nada sirve ser bueno, piensa Álex ante un intento de reconducir la situación por su parte. Las malas influencias en la escuela, la dejadez de sus padres y una maestra cuyos métodos pedagógicos dejan mucho que desear y cuya forma de vestir es más típica de un club de alterne que de un colegio, harán el resto. Así, el protagonista se verá abocado a una espiral en la que la violencia se irá retroalimentando hasta desbocarse e írsele de las manos (a él mismo, a sus padres, al director de la escuela e incluso al psicólogo).

     Sin duda, este film constituye un guión sobre cómo no debemos educar a nuestros hijos. Una película que todos los padres y educadores del mundo deberían ver, sí o sí, no por su calidad sino por sus múltiples enseñanzas. Dos de los momentos más ilustrativos de la misma son los siguientes:

- reflexión del psicólogo (interpretado por Robert Englund) a los padres de Álex: "Estamos educando a una generación de tiranos en potencia. Están tan acostumbrados a conseguir todos sus caprichos que son incapaces de asimilar lo contrario, por lo que reaccionan de forma violenta. Hay que corregirles y educarles, lo cual conlleva su frustración y la consiguiente toma de conciencia de que no son el centro del universo y de que el mundo no gira en torno a ellos. Deben cumplir unas reglas y, en caso contrario, sufrir las consecuencias".

- reflexión del propio Álex respecto a las quejas de los adultos: "los mayores estropeáis el mundo, os peleáis sin cesar, no mantenéis limpio el planeta, hacéis lo mismo por lo que a mí me castigáis, tiráis comida y matáis contínuamente. Por vuestra culpa, el mundo se ha convertido en un sitio repugnante. No se de qué os quejáis: todo lo que sé lo ha aprendido de vosotros".

     En definitiva, "De mayor quiero ser soldado" no recibirá grandes premios por parte de la industria del cine por carecer de la calidad necesaria. Sin embargo, debería pasar a formar parte del, por desgracia, poco o exiguo material didáctico de padres y educadores sobre cómo educar a nuestros hijos y alumnos. Una película para ver, debatir y reflexionar sobre dicha temática por parte de una sociedad en la que cada vez se echan más en falta estas acciones; en la que la falta de comunicación, los celos, la competitividad, la falta de educación (en todos los sentidos) y la escasa libertad y el excesivo libertinaje convierten paulatinamente a nuestro mundo en un "sitio repugnante".