LIBROS

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martes, 31 de diciembre de 2024

The noticer. Andy Andrews. Ediciones Luciérnaga. 2010. Reseña

 




    Andy Andrews, reputado escritor y conferenciante estadounidense, publicó en nuestro país una de sus obras más conocidas, The noticer, en el año 2010. Basada en hechos reales y ambientada en Orange Beach, Alabama, ciudad de origen del autor, narra las enseñanzas recibidas por sus habitantes más necesitados de consejos de parte de un extraño pero cercano y sabio personaje al que todos conocen como simplemente Jones, sin nombre y sin el prefijo señor. En la localidad todos tienen, como en cualquier otro lugar, sus propios problemas: hay parejas cerca de la ruptura, jóvenes que se dan por vencidos, empresarios al borde de la ruina, personas mayores que creen haber dado lo que tenían que dar y ya solo esperan la llegada de la muerte, suicidas que planean su marcha de este mundo, etc. Ciudadanos que comparten un rasgo en común, más allá del meramente geográfico. Y es que, en el peor momento, cuando su situación parece abocada al desastre, todos ellos reciben la ayuda de Jones. 

    Andy, el narrador de la historia -y escritor del libro-, nos describe a Jones como un hombre no muy alto, no llegaba al metro ochenta, pero tampoco bajo. Llevaba el pelo blanco recogido detrás de la cabeza. Los ojos parecía que brillaban. Eran de un azul claro, cristalino, y estaban enmarcados por una cara llena de arrugas. Aunque llevaba tejanos, una camiseta blanca sin mangas y chancletas de cuero, tenía una apariencia majestuosa. Nunca llegué a saber si era blanco o negro. Nunca pude aclarar si su piel de color de café con leche era fruto de la genética o de haber vivido casi siempre a la intemperie. Era de color marrón. Más o menos. Más tarde conocemos que algunos lo llaman García y otros Chen. Y poco más se sabe de él. Solo que es un anciano renqueante que siempre camina, casi vaga, por la ciudad con una vieja maleta marrón como única compañera. Una maleta que abre muy pocas veces, con el mayor de los recelos, para sacar básicamente papeles y libros.

    Papeles y libros que entrega a las personas a las que quiere ayudar. De entre todos ellos, destacan las biografías. Por ejemplo, las de Winston Churchill, Abraham Lincoln, Juana de Arco, Viktor Frankl, Anna Frank o George Washington. ¿Por qué es tan importante leer biografías para Jones? Porque la experiencia no es nuestro mayor maestro. Lo que de verdad nos enseña es la experiencia de los demás. Leyendo las vidas de personajes ilustres puedes descifrar los secretos que los hicieron tan grandes. Pero Jones no ayuda a los demás solo con libros. Además, aporta sus propias experiencias. Y, sobre todo, otorga a sus nuevos amigos -casi todos los ciudadanos del lugar son sus amigos al final de la historia- una nueva perspectiva de las cosas. Soy un experto en percepción. Es mi don. Hay personas que saben cantar o correr muy rápido, y yo sé captar cosas que a la gente en general se le pasa por alto. Me doy cuenta de cosas respecto de situaciones y personas que necesitan perspectiva. Eso es lo que le falta a la mayoría, perspectiva, una mirada más amplia. 

    Esa nueva perspectiva facilitada por Jones permite a sus amigos recuperar fuerzas, coger aire y recomenzar la vida. Y eso es lo que ocurre también en el caso de Andy, a quien Jones anima con estas palabras: ¿qué pensarías si te dijera que tus elecciones y decisiones equivocadas han influido en el hecho de acabar bajo este muelle -Andy ha acabado allí, a sus veintitrés años, después de perder a sus padres por un cáncer y un accidente y verse sin recursos económicos tras una serie de dudas y malas decisiones-, pero que, a partir de ellas, bajo este muelle es precisamente el lugar en el que has de estar para que se desarrolle un futuro que en este momento no eres capaz ni de imaginar? En efecto, dos décadas después, cuando ambos personajes se reencuentran en la ciudad, la vida de Andy ha dado un giro de ciento ochenta grados y escribe libros que ayudan a la gente a buscar un camino mejor en su vida. Se ha convertido en el noticer que antes fue Jones para él.

    Jones, que aparece y desaparece de los lugares como si se teletransportara, al más puro estilo Michael Landon en la legendaria serie televisiva de los ochenta Autopista hacia el cielo, parece conocer cada detalle de la vida de las personas a las que ayuda. Toma buena nota de todos ellos -eso es lo que significa literalmente la palabra noticer: persona que observa y toma nota- y da aviso e insinúa -en una acepción más antigua de la palabra- las posibles opciones de cara a mejorar su vida presente y futura. Algo que pasa necesariamente por reconocer los milagros que nos toca vivir y hacer germinar las semillas de la grandeza escondidas entre nuestras luchas diarias. Andy Andrews narra el conjunto de historias de The noticer de una manera tan amena, uniendo realidad y ficción, que al lector le resulta imposible no verse atrapado entre las páginas de un libro que lo hace reflexionar sobre su propia vida. Algo digno de alabar. Y de admirar.

    Varios enigmas encierran las páginas de The noticer: ¿quién es Jones? ¿De dónde viene? ¿Dónde vive y duerme? ¿Cómo puede saber tanto de todo el mundo? ¿De dónde extrae toda la información sobre tantos personajes influyentes de la Historia? ¿Cómo puede saber lo que piensa cada personaje si ese pensamiento no ha sido verbalizado en ningún momento? ¿Qué lleva en la maleta, además de papeles y libros? ¿Cómo puede estar exactamente igual después de veinte años? ¿Por qué no envejece como los demás? Enigmas que no se desentrañan, por cierto. Precisamente, más allá de las enseñanzas de todo tipo que el libro encierra en sí, buena parte del éxito de The noticer se fundamenta en el origen enigmático del principal protagonista. Un personaje que, de no existir, debería inventarse. Porque, aunque casi todos conocemos a alguien como Jones, ese tipo de personas son más que necesarias en nuestra sociedad. Personas que nos iluminan en mitad de la tormenta, como los faros de las costas más peligrosas.         

    Porque solo ese tipo de personas es capaz de afirmar cosas como estas: en épocas de desesperación, más que ninguna otra cosa, la gente necesita perspectiva. Porque la perspectiva nos trae calma. La calma nos permite pensar con claridad. Pensar con claridad nos proporciona ideas nuevas. Y las ideas nuevas nos procuran el florecimiento... de una respuesta. Mantened la cabeza clara y el corazón también. La perspectiva se puede perder con la misma facilidad con la que se puede encontrar. Lo mejor todavía está por llegar. Jones planta una serie de semillas en los corazones y las mentes de las personas a las que conmueve con su sabiduría y altruismo. Y esas semillas germinaron. Por lo menos en Andy Andrews. De ahí sus libros, entre los que se encuentra este, y sus conferencias motivacionales. Por eso, The noticer, además de como una novela, también pude verse como un libro de autoayuda. Porque panta semillas.

    En definitiva, The noticer es uno de esos libros que todo el mundo debería leer. El lector queda absorbido y conmovido por sus diálogos sobre el amor, las relaciones personales, la amistad, el verdadero valor de las cosas y de las personas y la ética y los valores por los que todos deberíamos velar para disponer de las armas necesarias para crear un mundo mejor. Para nosotros individualmente y para todos como sociedad. Porque la transformación vital puede conllevar también una transformación social en la que los más pequeños detalles pueden marcar la diferencia. Porque, como reza la portada del libro, todos necesitamos alguna vez un poco de perspectiva.      


viernes, 20 de diciembre de 2024

Mis días en la librería Morisaki. Satoshi Yagisawa. Letras de Plata. 2023. Reseña

 




    Desde hace ya muchos años los libros cuyos títulos incluyen las palabras librería y biblioteca me llaman la atención de manera inmediata. Suelo hacerme de vez en cuando con algunos de ellos -los que me atraen desde su sinopsis, por supuesto- y los leo con devoción. Es el caso de esta novela. Escrita por el japonés Satoshi Yagisawa -graduado en Humanidades en la universidad de Nihon-, Mis días en la librería Morisaki está ambientada en el conocido barrio de Jinbocho de Tokio. El barrio de las librerías (sobre todo de segunda mano) y de las editoriales más grande del mundo. Un paraíso para todo tipo de lectores. Un lugar tranquilo pero concurrido que, a escasas paradas de metro del centro de la ciudad más extensa del mundo, luce atestada de estanterías y libros a ambos lados de sus calles. Una de esas librerías, la Morisaki, está regentada por familiares de Takako desde hace tres generaciones. Es el reino de Satoru, tío de la protagonista, un hombre un tanto excéntrico y entusiasta de los libros y de su librería.

    Takako y su tío Satoru son dos almas heridas a causa del amor no correspondido. Él perdió a su esposa, Momoko, tras muchos años de un aparente feliz matrimonio. Un buen día ella desapareció dejando un escueto mensaje en el que se leía un simple por favor, no me busques. Mensaje que, muy a su pesar, Satoru cumplió a rajatabla. Desde entonces, cinco años atrás, vive, más si cabe todavía, por y para su librería. Por su parte, su sobrina Takako ha sido traicionada por su supuesto novio, Hideaki, quien tras dos años y medio de noviazgo se acaba de comprometer con una chica, compañera de trabajo de ambos, con la que también sale desde hace un tiempo. A consecuencia de ello, la joven, humillada y deprimida, ha decidido abandonar su trabajo debido a que el ambiente allí se le ha vuelto irrespirable. Decide tomarse unas vacaciones de la vida y, siguiendo el consejo de su madre, abandonar momentáneamente el barrio de Kunitachi para poner rumbo al de Jinbocho.

    No es que a Takako le haga una gran ilusión vivir rodeada de libros en el piso de arriba de la librería de un tío al que hace años que no ve y en un barrio en el que no conoce a nadie. Sin embargo, la alternativa, volver a Kyushu junto a sus padres, la deprime más todavía. Así, sus días discurren cumpliendo el trato ofrecido por Satoru: puede vivir en la librería a cambio de ayudarle en las tareas propias del negocio. Es decir, por las mañanas atiende al público y por las tardes duerme y deja pasar el tiempo sin más, víctima de la depresión, la desidia y la vaguería. Le cuesta acostumbrarse a vivir entre libros. Unos libros que huelen mal, a humedad y a viejo, y que le hacen sentir agobiada y arrinconada. Hasta que una noche, aburrida, decide abrir uno de ellos, al azar, y se pone a leerlo para esquivar al insomnio y al tedio. A partir de entonces, su vida cambia, descubre otros mundos y otras historias, ve las cosas de forma diferente y descubre una nueva pasión. ¡Y hasta discute de literatura con los clientes!

    Los libros viejos contenían muchas historias en las que yo nunca había pensado. No solo las que tenían que ver con el contenido de los libros en sí: en cada volumen encontraba vestigios que había ido dejando el paso del tiempo: frases subrayadas, páginas marcadas, flores secas... Estos encuentros a través del tiempo solo se podían disfrutar gracias a los libros de viejo. Eso hizo que, poco a poco, me enamorara de la librería Morisaki, nos cuenta Takako en primera persona. A través de los aproximadamente nueve meses que la joven pasa en la librería de su tío, la joven se va abriendo no solo a la literatura sino a los clientes y al resto de pobladores de un barrio que llega a amar como si fuera de allí desde siempre. Takako va recuperando, pues, sus ganas de relacionarse con los demás. Deja de esconderse en su habitación, pasea por todo Jinbocho y toma cafés en el café Suboru, donde entabla amistad con Tomo, una joven universitaria que trabaja allí de camarera para pagarse sus estudios, y Takano, un joven tímido que se ocupa de la cocina.

    El barrio y sus librerías, sus calles y sus pobladores son parte muy importante de la novela. Jinbocho cobra vida propia ante nuestros ojos. Especialmente durante la semana de la Feria del Libro, durante la cual se engalana como nunca. Y, de entre sus pobladores y clientes habituales de la librería Morisaki, destacan Sabu, un intelectual que vive bajo las amenazas de su esposa, harta de que su marido no deje de llevar libros y más libros a la casa familiar, y Wada, un joven lector que también acaba de sufrir los estragos de un amor que ve reflejado en su libro preferido. Un libro que ha leído hasta cinco veces seguidas. Un libro que lee también Takako, quien empatiza con su nuevo amigo y su sufrimiento. Y es que los personajes de Mis días en la librería Morisaki son auténticos sufridores de la vida. Sus diferentes historias nos conmueven y nos hacen reflexionar sobre los sinsabores de la vida. Y también sobre cómo afrontarlos, superarlos y dejarlos atrás a pesar de los pesares.

    La relación entre Takako y Satoru es uno de los ejes centrales de la historia. Mientras que el dueño de la librería Morisaki trata desde el principio de acercarse a su sobrina, esta no quiere ni oír hablar de abrirse ante su tío. Él, más paciente y respetuoso de su intimidad, le deja tiempo para aclimatarse a su alojamiento temporal y a sus nuevas circunstancias. Para animarla a hablar, le cuenta su historia con Momoko: cómo se conocieron; se casaron; se hicieron cargo de la Morisaki cuando su padre se puso enfermo y la librería se debatía entre desaparecer o seguir con vida; y cómo se tomó su repentina huida cinco años atrás. También espera, en silencio, a que su sobrina se ponga a leer cualquiera de los muchos libros que tiene a su alrededor. Y se alegra cuando sucede. Hablan de ello, le recomienda lecturas nuevas y discuten sobre los libros que va leyendo. Fortalece su relación a base de lecturas, sabedor de que la creciente confianza la hará abrirle también su corazón.

    Porque, a su edad -ya conocemos el famoso dicho aquel de que más sabe el diablo por viejo que por diablo-, Satoru es consciente de que lo que su sobrina necesita es hablar de sus problemas. Sus vacaciones de la vida comienzan a alargarse más de lo conveniente. Y trata de introducirla en el barrio. Es él quien la lleva por vez primera al Suboru, donde sirven el mejor café del barrio. Y también donde puede encontrar a gente de todas las edades. Por supuesto, también de la suya. En definitiva, lo que hace es lanzarle un salvavidas en mitad de la tempestad de depresión, crisis, desgana y holgazanería en la que Takako está inmersa y de la que parece no poder -ni querer- salir. No obstante, también sabe que la paciencia y el tiempo son claves en todos los procesos -que se lo digan a él- y que antes o después su sobrina irá cambiando su perspectiva de la vida y aceptará ese salvavidas que le permitirá salir a flote de su tormento.

    Mis días en la librería Morisaki -escrita en 2008 y publicada en Japón en 2009- fue llevada a la gran pantalla en 2010 de la mano del director japonés Asako Hyuga. Pocos meses después de ser publicada en España por Letras de Plata (2023) vio la luz su secuela, Una velada en la librería Morisaki, novela que también trataré de leer en cuanto pueda. Me encantará saber cómo discurren las vidas de Takako, Satoru, Momoko, Wada, Tomo, Takano y compañía. Y también seguir conociendo nuevos autores japoneses. Porque las páginas de esta novela están repletas de autores y obras cuya existencia desconocía. Una razón más para leerla.