En septiembre de 2012, hace justamente una década, Mondadori publicó una de las mejores novelas del escritor Javier Cercas. Inspirada originalmente en la figura de Juan José Moreno Cuenca, más conocido como El Vaquilla, el delincuente más famoso de España durante la década de 1980, Las leyes de la frontera sirvió también como excusa --o quizá no tanto-- para que el autor describiera, con todo lujo de detalles, la época inmediatamente posterior al franquismo en la ciudad de Gerona, lugar que acogió al niño y adolescente Cercas, quien había llegado a la ciudad junto a su familia de clase media desde Extremadura por motivos laborales y económicos. Así, el protagonista, el Zarco --Antonio Gamallo--, personaje de ficción, como todos los que forman parte de la novela, es un delincuente local muy conocido en la Gerona de la época. Más concretamente, la acción de la historia se desarrolla en el verano de 1978, cuando el Zarco y Tere, su chica, conocen a un joven --Ignacio Cañas-- al que pronto apodarán Gafitas.
La novela se divide en dos partes bien diferenciadas. La primera, Más allá, se centra en la descripción de los hechos acaecidos en el verano de 1978. Trata de cómo un joven Ignacio Cañas es captado por la bellísima Tere y el Zarco para formar parte de su banda de delincuentes, así como de los golpes que dieron y las fiestas que se sufragaron con los respectivos botines. La segunda, Más acá, ocupa los intentos del Gafitas, convertido en uno de los mejores abogados de la ciudad veinte años después de los hechos anteriores, de conseguir que su antiguo amigo pueda salir por fin de la cárcel. También de las pesquisas de un escritor que pretende contar toda la verdad sobre el Zarco y su banda. Así, toda la novela es en realidad una especie de transcripción de un conjunto de entrevistas mantenidas por el escritor con tres personajes que hacen de narradores: el Gafitas --Ignacio Cañas--, el inspector Cuenca , quien capturó al Zarco y acabó disolviendo su banda, y Eduardo Requena , antiguo director de la cárcel de Gerona.
La novela bebe directamente de un proceso de documentación muy costoso pero altamente efectivo a la hora de servir como telón de fondo al decorado de la historia contada: de la inmundicia y la pobreza del barrio ubicado al otro lado del río Ter a su paso por Gerona, donde se ubicaban los denominados albergues provisionales para pobres; de delincuencia juvenil, robos y persecuciones policiales; de drogas, prostitución, fiestas surrealistas y eclosión de una nueva enfermedad, el SIDA, que no deja de cobrarse vidas; de antros de mala muerte frecuentados por una juventud muy desubicada con un presente, el de finales de los años 70, que no ofrecía demasiadas oportunidades de reinserción para quienes se habían desviado del camino (o jamás estuvieron en él); de bullying y todo tipo de acosos; de la lastimosa situación de las cárceles post franquistas; de las innumerables dificultades de la adolescencia; de charnegos, españolistas e independentistas; de amor (como siempre, presente en todos los lugares y situaciones); de sombras y ambigüedades; de dudas (demasiadas) y certezas (muy pocas).
Gracias a esa ingente documentación que maneja Cercas la ciudad de Gerona y sus alrededores se convierten en uno de los personajes principales de la novela. Una Gerona que, con todo lo agradable y lo aborrecible de aquellos años, se nos muestra viva en todo momento. Especialmente en la segunda parte de la obra, en la que luce mucho más radiante y madura que en la primera. Así, encontramos en la ciudad una doble gran frontera espacio-temporal: la de ambas orillas del río Ter (por un lado, el temible barrio chino; por otro, la parte más amable de la ciudad) y la que hace referencia respectivamente a los años 70 y 80 --primera parte de la novela-- y a los años 2000 y 2010 --segunda parte de la novela--. De esta manera, Gerona se constituye como el sexto gran protagonista de la acción junto a Tere y el Zarco y los ya enumerados narradores de la historia: el Gafitas, el inspector Cuenca y el antiguo director de la cárcel de Gerona, Eduardo Requena. Entre todos ellos componen una novela coral que, finalmente, se cuenta casi sola.
El amor, como ha quedado dicho más arriba, es uno de los motores de la acción de la novela. De hecho, no incurro en ningún spoiler si afirmo que el Gafitas entra en la banda del Zarco tras caer rendido ante los encantos de Tere nada más conocerla en los recreativos Vilaró del señor Tomàs. En un momento de la primera parte de la obra, cuando la policía estrecha el cerco sobre la banda, el Zarco le dice al Gafitas: más pronto que tarde nos pillarán. Si no tienes suerte acabarás muerto como el Guille o en una silla de ruedas como el Tío; y si tienes suerte acabarás en el trullo, como el Colilla o como el Drácula. Aunque para un tío como tú no sé qué es peor. Yo pasé por el trullo unos meses, pero el trullo pasará por ti, te pasará por encima. Ya puedes ser todo lo duro y lo hijo de puta que quieras. También por eso tú no eres como nosotros. Además, nosotros no tenemos donde elegir, solo tenemos esta vida, pero tú tienes otra. No seas gilipollas, Gafitas: déjalo. Pero ya sabemos que el amor mueve montañas. Y que también hace cometer grandes errores. Y solemnes estupideces.
El triángulo amoroso entre Tere, el Gafitas y el Zarco constituye el eje central de la historia. Los delincuentes aparecen y desaparecen de la vida del abogado como si de guadianas se tratasen. Sus idas y venidas, apariciones y desapariciones, siempre de la mano, marcan las divagaciones de Ignacio Cañas a lo largo de sus conversaciones con el escritor que pretende contar la verdad sobre el Zarco. Y lo paradójico es que ni el propio Gafitas parece tener nada clara cuál es esa verdad. Como mínimo, en algunos aspectos. Así, acaba por reconocer que no sabía nada. Nada salvo que no era verdad que todo encajase en aquella historia y que había en ella una ironía infinitamente seria o una malicia absolutamente irónica o un enorme malentendido. Y pensé que después de todo aquello quizá no era el final de la historia, que quizá no me había pasado ya todo lo que me tenía que pasar y que, si Tere volvía alguna vez, yo la estaría esperando. ¡Qué bonito y a la vez aborreciblemente jodido es el amor!, ¿verdad?
El éxito de la novela se prolongó tanto en el tiempo que finalmente, en 2021, fue llevada a la gran pantalla por el director Daniel Monzón (Celda 211, El Niño), el guionista Jorge Guerricaechevarría (Los crímenes de Oxford, Cien años de perdón) y los actores Marcos Ruiz (como el Gafitas), Begoña Vargas (interpreta a Tere) y Chechu Salgado (da vida al Zarco) entre otros. La película, que se basa prácticamente en su totalidad en la primera parte de la novela --la presencia de las acciones de la segunda es más bien testimonial-- y es muy fiel a la novela original, fue también un gran éxito, logrando hasta cinco premios Goya en 2022 (mejor guión adaptado, mejor dirección artística, mejor diseño de vestuario, mejor maquillaje y peluquería y mejor actor revelación (Chechu Salgado)). Me consta que somos muchos, yo el primero, los que hemos decidido leer la novela tras disfrutar de la película. Y añado: alegra mucho comprobar que el cine a veces sí hace justicia a las grandes obras literarias. Sirva este caso como ejemplo de ello.
Tanto la novela como la película son altamente adictivas. Bien sea sobre el papel, bien sobre la pantalla, la historia de Las leyes de la frontera engancha de principio a fin. La amplia variedad temática, la magnífica ambientación, la riqueza psicológica de cada uno de sus protagonistas --principales y secundarios-- y los diferentes puntos de vista y opiniones que los narradores de la acción nos ofrecen, algunas veces concordantes pero muy a menudo contrapuestos y/o radicalmente contradictorios, hacen de esta historia una especie de puzzle que poco a poco se va completando --si es que realmente eso es posible en una historia con tantos puntos muertos y ambigüedades como esta-- para construir un cuadro del que resulta imposible apartar los ojos. Lean la novela, vean la película. ¡Y disfruten de esta magnífica historia!