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jueves, 28 de mayo de 2015

Sultana (Trilogía de). Jean Sasson. Plaza & Janés. 2002. Reseña





     La escritora estadounidense Jean Sasson ha centrado su obra literaria en denunciar la situación de injusticia que viven las mujeres en Oriente Medio. La sociedad patriarcal, represiva y agobiante de los estados islámicos sigue estando de triste actualidad. No obstante, ya hace 25 años, Sasson puso en conocimiento de la sociedad occidental la delicada situación de las mujeres en aquellas sociedades machistas y destructivas de la identidad femenina.

     ¿Qué lleva a una estadounidense de clase media, sin aparentes complicaciones económicas e ideológicas, a interesarse por la situación de las mujeres de un lugar tan apartado? La respuesta la encontramos en el año 1978. Con 31 años de edad, Sasson viajó a Arabia Saudí para trabajar en el hospital King Faysal de Riyadh como coordinadora administrativa de Asuntos Médicos. Allí conoció a Peter Sasson, quien con el tiempo se convirtió en su marido. Se quedó con él en Riyadh hasta 1990. 

     Durante los doce años que duró su estancia en Arabia Saudí hizo muchas amistades, entre ellas, una princesa de la familia real Al-Saud, que la visitó en el hospital a menudo y que fue contándole su vida a medida que su relación se fue fortaleciendo. De estas conversaciones, y de otras posteriores, nació Sultana (1992), la obra que nos ocupa. Su éxito conllevó otras dos novelas más, Las hijas de Sultana (1994) y Las cadenas de Sultana (2000).

     La historia de Sultana es verídica. Aunque las palabras son de Sasson, la historia es la de la princesa saudí. Las sorprendentes tragedias humanas narradas son ciertas. Sasson, que narra en primera persona, como si fuera la propia Sultana quien estuviera contando su historia, cambia algunos nombres y distorsiona algunos hechos ligeramente para proteger la seguridad de algunas personas que, lógicamente, desean permanecer en el anonimato. 

     Contrariamente a lo que se pueda pensar, el objeto del libro, según las palabras de su autora, es humanizar a los árabes, un pueblo incomprendido por Occidente; despejar algunos de los clichés negativos que en todo el mundo se achacan al pueblo musulmán; hacer entender que, como en todo, mezcladas con las malas hay también cosas buenas; y mostrar que hay muchos árabes que merecen nuestro respeto y admiración por su lucha contra siglos de opresión

     Y es que, antes de adentrarse en la lectura de este libro, conviene recordar que hay muchas culturas en el mundo y que ninguna de ellas es superior a las demás, simplemente diferente. El respeto a las creencias de los demás es la clave de la convivencia. Ese es el punto de partida de la novela que relata la vida de Sultana. Y, una vez situado el punto de inicio de la historia, Sasson narra con crudeza, fidelidad y cierta angustia una serie de relatos que acaban formando la trilogía de Sultana.

     Las tres novelas componen el cuadro de una existencia que incluye abusos y atropellos inimaginables en nuestra sociedad actual: matrimonios a la fuerza, esclavitud sexual, ejecuciones crueles y sumarias y prisiones doradas en que los carceleros son padres, hermanos e hijos. Porque Sultana posee cuatro mansiones en tres continentes, viaja por todo el mundo con su jet privado y tiene una fortuna incalculable. Y, sin embargo, no tiene libertad ni control sobre sus propios actos. Con ello, no podemos ni imaginar la situación de las mujeres pertenecientes a familias de extracción social más modesta.

     Las hijas de Sultana (1994) es la segunda parte de la historia y se centra en las vidas de Maha - que mantiene una escandalosa relación lésbica - y Amani - que abraza el fundamentalismo islámico -. Ambas, como el resto de adolescentes saudíes, siguen padeciendo los mismos males que su madre, para angustia de la misma. Las cadenas de Sultana (2000) cierra la trilogía. En ella, Sultana se enfrenta al vacío dejado por unos hijos que, ya crecidos, hacen su vida. La protagonista se refugia en el alcohol, algo prohibido en los países islámicos. El relato estremece y no deja a ningún lector impasible ante tanta barbarie e inhumanidad.

     En definitiva, estamos ante una trilogía que todo el mundo debería leer. En estos tres libros se llega a odiar y a amar a la vez a una sociedad muy diferente a la nuestra, aunque ni mejor ni peor - mal que nos pese a veces -. Son libros de sufrimiento extremo, con capítulos que llevan de la sonrisa al llanto en cuestión de unas pocas líneas. Una historia real escrita con una locuacidad y una maestría dignas de una escritora muy a tener en cuenta por las masas lectoras.