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jueves, 21 de mayo de 2015

Pedro Páramo. Juan Rulfo. Anagrama. 2001. Reseña





     Cuando en 1955 Juan Rulfo escribió y publicó en su Méjico natal Pedro Páramo nadie, ni él mismo, podía pensar la importancia que la obra tendría en el conjunto de la literatura iberoamericana. Autores posteriores tan importantes como Carlos Fuentes o Jorge Luis Borges hablarían maravillas sobre la novela. Y Gabriel García Márquez diría que no había leído nada igual de impactante desde La metamorfosis de Kafka. Y es que la obra que nos ocupa se convirtió con el tiempo en fuente de inspiración para los representantes del realismo mágico. Veamos por qué.

     Tras publicar El llano en llamas, una recopilación de cuentos que también fue bien acogida por el pueblo mejicano de la época, Rulfo decidió dar un paso más en el realismo mágico. Y vaya si lo consiguió. Porque Pedro Páramo es una obra maestra digna de ser objeto de debate en cualquier club de lectura que se precie de ser realmente bueno. El lector debe implicarse por completo en la lectura, observación e interpretación de los hechos narrados. Y ello es totalmente necesario porque encontramos varias historias entrelazadas y fragmentadas que no deben pasarse por alto, pues ello supondría perderse partes importantes que explican el desarrollo de las distintas tramas.  

     En efecto, encontramos dos historias o cuentos centrales - los protagonizados por Pedro Páramo y Juan Preciado - y otros secundarios que nos ayudan a interpretar la realidad de los hechos. Mientras que la historia de Juan Preciado aparece narrada de forma lineal, la de Pedro Páramo y las demás se desarrollan de forma fragmentaria, insertadas a modo de puzzle, hasta completar los detalles más pequeños. Es por este hecho que, dependiendo del nivel de implicación de cada lector, cada cual puede interpretar la obra de maneras diferentes. 

     El ejemplo más claro de lo anterior lo encontramos en las diferentes maneras de describir el pueblo de Comala, donde acontecen las historias. Según Pedro Páramo se trata de una ciudad con vida, productiva y próspera. Para Juan Preciado, en cambio, es un pueblo muerto, fantasmal y poblado de susurros, ecos y sombras de almas en pena. Pero, obviamente, todo tiene su explicación. Y al lector le corresponde ir averiguando qué ha pasado para que un lugar como el descrito por Páramo se convierta en lo que ve Preciado. 

     La novela, que combina las narraciones en primera y tercera persona, el presente y el pasado y los vivos y los muertos, realiza una simbiosis perfecta entre Pedro Páramo y el pueblo de Comala. Así, la muerte de uno conllevará la del otro. Páramo es descrito como un cruel y abusador tirano que gracias a su astucia consigue hacerse con el poder en el pueblo. Capaz de idealizar de forma perpetua su amor hacia Susana y de adorar a uno de sus varios hijos ilegítimos, Miguel - asesino y violador -, no duda en casarse con Dolores Preciado con tal de aligerar las deudas familiares o en unirse a la revolución mejicana - aunque sea solo en materia económica - para poner a salvo sus tierras y su pueblo. 

     La novela trata, además, otros aspectos muy interesantes. Por ejemplo, el tema religioso. El padre Rentería es un personaje secundario pero importante en la trama. Así, pese a que evidencia el poder de la iglesia en el Méjico de la época tratada, pone también de manifiesto su supeditación a ciertos poderes caciquiles. En este sentido, me parece magnífica la escena en que, tras exculpar a Miguel Páramo - asesino de su hermano y violador de su sobrina - a cambio de unas pocas monedas recibidas de Pedro, es amonestado por su confesor, el párroco de la vecina Cotla, por no haber cumplido con su deber al negarse a darle al muerto la absolución de sus pecados. Además, el de Cotla le acusa de que Comala sea un pueblo devoto más por superstición que por verdadera adoración.

     El caciquismo también aparece muy bien retratado en Pedro Páramo. Fulgor Sedano, mano derecha y administrador del dueño del pueblo, no duda en conspirar con su jefe a la hora de concertar matrimonios y de preparar las muertes de quienes se interponen en su camino. El poder del cacique llega a tal extremo que incluso decide dejar morir de hambre al pueblo cuando, tras la muerte de su amada Susana, este sigue adelante con sus fiestas, sin respetar su duelo. 

     La revolución mejicana forma parte también de algunos de los pasajes de la novela. Páramo no duda en unirse a ella para poner a salvo sus propiedades. Y hasta logra colocar como líder local al Tilcuate, uno de sus matones particulares. Hecho que pone de manifiesto tanto la falta de escrúpulos del protagonista como la propia debilidad del movimiento revolucionario. 

     En definitiva, estamos ante una novela que, pese a sus apenas cien páginas, se convirtió, por méritos propios, en una de las joyas de la literatura iberoamericana y universal. Su éxito le sirvió, además, para ser llevada al cine hasta en cuatro ocasiones diferentes. Una lectura que nadie debería pasar por alto. Eso sí, no es apta para lectores no dispuestos a interpretar y reflexionar con hondura sobre aquello que están leyendo...