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domingo, 24 de marzo de 2024

Vita brevis. Jostein Gaarder. Siruela. 2022. Reseña

 




    En 1996, seis años después del notable éxito de su obra El mundo de Sofía, ya reseñada en este mismo blog hace unos años, el profesor de filosofía y escritor noruego Jostein Gaarder trazó una especie de crítica de las célebres Confesiones de San Agustín de Hipona, considerado el padre de la Iglesia y uno de los grandes filósofos cristianos, desde los puntos de vista humano y femenino. No en vano, dicha crítica se fundamenta en una supuesta carta dirigida al doctor de la Iglesia por parte de Floria Emilia, la madre de Adeodato, hijo en común fruto de una relación pasional adolescente entre ambos. La carta, a la que el autor, en un recurso literario de verosimilitud, denomina Codex Floriae, encontrado por el autor en una librería de viejo de Buenos Aires, no existe en realidad. Sin embargo, sí está absolutamente comprobada la relación entre el santo y una mujer, la cual, en efecto, le dio un hijo que falleció durante su adolescencia. Un hijo que le fue arrebatado a su madre, de quien nada más se supo.

    Así pues, mezclando realidad --la relación de San Agustín con una mujer desconocida, de la cual nació Adeodato-- y ficción --la carta de dicha mujer, a la que Gaarder da el nombre de Floria--, el autor noruego novela, de forma epistolar, una severa crítica tanto de la figura del santo como de sus teorías ascético-cristianas. Una manera original y necesaria de dar voz a una mujer anónima que debió sufrir sobremanera durante toda su vida. Apartada para siempre de su amor y del hijo nacido de él, y habiendo de conocer las renuncias del después santo hacia su vida pasada, que considera pecaminosa, concupiscente y apartada del recto camino que debe seguir un cristiano que ansía salvar su alma para la inmortalidad. Además, el recurso literario utilizado por Gaarder se completa con el hecho de que el propio santo trata de convencer a su amante de juventud para que se convierta al cristianismo, por lo cual le envía una copia de sus Confesiones. Confesiones que ella critica con dureza en su carta de vuelta al obispo.

    La novela, titulada en lengua latina --la que debieron utilizar los protagonistas de la historia-- Vita brevis --la vida es breve--, es, por tanto, una ficción literario-filosófica que revela los desacuerdos y el descontento de la mujer por el hecho de haber sido abandonada, arrebatado su hijo además, debido al ascetismo del filósofo y sus nuevas creencias cristianas, de las que critica su visión centrada más en la vida después de la muerte que en la vida presente. Una vida que, como el título indica, es breve. A pesar de que la carta es falsa, muchos la dieron por real sin ningún tipo de fundamento, por lo que la obra sembró polémica entre los fieles de la Iglesia. Dicha polémica hizo famoso al libro. Y de forma injusta. Porque para ello debería haber bastado con el original estilo narrativo del autor, sus análisis espirituales y humanos y la magistral forma en que nos muestra el enfrentamiento entre las filosofías del denominado carpe diem --vive el presente, aprovecha el tiempo--, ejemplarizadas por Floria Emilia, y las neoplatónicas y las ascéticas, representadas por San Agustín.

    Gaarder no solo nos muestra en la novela los enfrentamientos filosóficos carpe diem versus ascetismo y las disputas de género hombre versus mujer --sí, la obra puede considerarse también feminista--, sino que aparece, además, la rivalidad suegra versus nuera. Y es que Santa Mónica, madre de San Agustín y abuela de Adeodato, tampoco sale muy bien parada en este texto. Y es que Floria Emilia habla constantemente de los intentos de su suegra por interponerse en la relación que mantuvo durante doce años con el futuro santo. Hasta el punto de robarle el hijo nacido de esa relación y conseguir finalmente que su hijo la abandonase para comprometerse con una mujer de mayores recursos y mejor familia. Compromiso que tampoco llegó a plasmarse en matrimonio debido al abandono de las pasiones mundanas por parte de su hijo, convertido a un cristianismo asceta que deja de disfrutar los placeres de la vida para centrarse en tratar de salvar el alma de cara a la otra vida, la eterna.

    También la historia de amor entre Floria y Aurelio --primer nombre del santo, con el cual se dirige a él su amante de juventud-- ocupa buena aparte del relato de la novela epistolar. Un amor adolescente, de esos que creemos eternos, para siempre, para toda la vida. Esos que a uno lo deprimen hondamente cuando la persona amada está a más de cinco metros, fuera del alcance de nuestras caricias, de nuestros besos, de nuestros deseos y placeres sexuales. Esos cuyas promesas muy a menudo se acaba llevando el viento. O el ascetismo cristiano, en este caso. Un amor que llega a imponerse durante muchos momentos a las constantes intromisiones de Santa Mónica, quien nunca estuvo a favor de una relación que la privaba de la exclusividad del cariño de su hijo. En efecto, de las palabras de Floria se desprende que la relación materno filial era muy estrecha. Por momentos, incluso demasiado estrecha. Tanto que se llega a hablar de complejo de Edipo y de complejo de Agripina. Una relación, en suma, insana.

    Floria se muestra durante sus escritos todavía enamorada de Aurelio. Pero también despechada, herida y furiosa. Es una mujer ya instruida, leída, sabia que conoce a los escritores y filósofos del pasado y de la actualidad del siglo V. Rechaza la huida hacia la vida eterna de su amado pero, sobre todo, el hecho de que este hable de la época de su relación como un período pecaminoso, concupiscente y negativo. No entiende que piense que el amor que sentía por ella fuera un obstáculo para poder amar también a Dios. Quiere convencerlo de que el tiempo pasado juntos no fue algo malo o negativo. De que ambos amores son completamente compatibles. De hecho, el punto crucial de la novela, que tan bien refleja su autor, es si el amor que una persona siente por otra es un límite o impedimento para amar a Dios o si, por contra --ya que se afirma que Dios es amor--, uno alimenta más si cabe al otro. Floria está convencida de que su amado se contradice y trata de convencerlo de ello. Lo analiza, lo rebate y lo zarandea por los hombros para hacerlo reaccionar.

    Como ya hiciera con El mundo de Sofía cinco años antes, Jostein Gaarder nos acerca con Vita brevis una gran cantidad de aspectos de la filosofía. Y lo hace de una manera amena y mucho más fácil de entender que los manuales al uso. Como ya escribí en su momento en la reseña de su obra magna, si la filosofía fuera explicada en las aulas de esta manera viviríamos en una sociedad mucho mejor. Un mundo en el que la filosofía dejaría de ser un suplicio para los alumnos y algo prescindible para los ciudadanos y pasaría a ser algo apasionante que los convertiría en seres mucho más analíticos, reflexivos, morales, cívicos, éticos, etc. En definitiva, en mejores personas. Sin duda, vale la pena leer a Gaarder. Prácticamente en cada página nos deja reflexiones para calentarnos la cabeza, analizar las cosas y no dar nada por hecho ni sentado. Vita brevis es un claro ejemplo de ello. Una obra de la cual, para finalizar esta reseña, me gustaría resaltar estas palabras que le dirige Floria a San Agustín:

    La vida es corta, y sabemos demasiado poco. Pero si fue voluntad tuya que tus confesiones me fueran dadas en Cartago, para que las leyera, la respuesta es no. No me dejo bautizar, señor obispo. No es a Dios a quien temo. Tengo la sensación de que ya vivo en él, y ¿no es él, también, quien me creó? No es tampoco el nazareno quien me retiene, probablemente era en verdad un hombre de Dios. ¿Y no era justo con las mujeres? Son los teólogos a quienes temo. Que el Dios de los nazarenos os perdone per toda la ternura y todo el amor que habéis condenado

    Pues eso, que las dos cosas --amar a Dios y procurarse la vida eterna y disfrutar de nuestro breve presente en este mundo-- son perfectamente compatibles. Y quien no lo quiera ver, que no lo vea.