LIBROS

LIBROS

jueves, 27 de octubre de 2016

Farándula. Marta Sanz. Anagrama. 2015. Reseña





     El diccionario de la RAE define la palabra faralá (plural, faralaes) como volante ancho puesto como adorno en un vestido, cortina, etc. El término se aplica principalmente al adorno de la parte baja de la falda del típico traje regional andaluz. En una segunda acepción, la RAE simplemente dice que es un adorno excesivo y de mal gusto. El mismo diccionario nos dice, sobre la palabra tarántula --dejando de lado la conocida especie de arácnidos de picadura letal--, que deriva del término italiano tarántola, al igual que taranta, vocablo que define con epítetos como desmayo, mareo, arrebato, humor pasajero, inquieto o desazonado por alguna causa física o moral. Finalmente, la palabra farándula viene definida así: profesión o ambiente de las personas que que se dedican al espectáculo, especialmente el teatro. Charla embrollada con la que se pretende desorientar o engañar. 

     ¿A qué viene todo esto? El presente escrito, ¿no es una reseña literaria? Por supuesto que sí. ¿Qué manera es esta, entonces, de comenzar la reseña de una novela?  Pues solo una como cualquiera otra. Simplemente, es que, para entender el punto de arranque de la novela que nos ocupa, Farándula, de Marta Sanz, he creído conveniente definir el título y las dos partes en que esta se divide: Faralaes y Tarántula. ¿Por qué? Pues porque estamos ante una novela no al alcance de cualquier lector. Entre otras cosas porque su autora, doctora en Filología, hace gala de su saber sobre el mundo de las letras y, a lo largo de su texto, introduce multitud de vocablos cuyo significado ha de ser consultado en el diccionario de la RAE para una perfecta comprensión del mismo. 

     ¿Es esto bueno o malo? Pues, depende del nivel lector de quien esté ocupado en la lectura del libro. Me ocurrió lo mismo con Intemperie, la obra de debut de Jesús Carrasco. Particularmente, pienso que aquellos lectores que gusten de visitar el diccionario y aprender nuevas palabras, disfrutarán de la lectura de este tipo de novelas. Quienes no, casi mejor que tomen cualquier otro libro. Pero esta es mi modesta opinión. Lo que está fuera de toda duda es que un libro así requiere paciencia y tiempo. Lógicamente, la consulta del diccionario ralentiza el ritmo de lectura. Y conjugar esto con un ritmo narrativo que pretende ser alto, como creo que es el caso, resulta muy complicado para el escritor. Su solo intento ya merece un aplauso.

     Farándula es una historia de decadencia. Decadencia social de un mundo huérfano de sentido crítico. Y decadencia moral y política, por supuesto. Porque, ahora más que nunca, no corren buenos tiempos para la lírica --en cualquiera de sus campos--. En lugar de subvenciones, impuestos; en lugar de difusión, descrédito. Farándula es una denuncia urgente, una llamada, a quien corresponda, para salvar el arte escénico. Su ironía y su sarcasmo son las herramientas más fiables para diagnosticar una sociedad superficial y en quiebra. Su lenguaje, directo, a veces triste, en ocasiones divertido, se convierte a menudo en borde, incluso obsceno, para no dejar indiferente a ningún lector. ¡Y lo consigue!

     El Premio Herralde de Novela 2015 narra la historia de tres actrices --no creo que por casualidad, Farándula fue también el nombre de una de las principales compañías ambulantes de cómicos del siglo XVII, constituida precisamente por tres actrices y bastantes más actores-- de diferentes edades y situaciones en un mundo que se desmorona a su alrededor. Ana Urrutia es una vieja gloria de la escena teatral, ahora decadente, que vive los últimos y también peores momentos de su vida. Una mujer irreverente, antipática, antisocial que no tiene donde caerse muerta y vive sola en un mugriento piso --su única pertenencia en este mundo-- del centro de la capital. Solo la visita, una vez por semana, Valeria Falcón, actriz de cierta notoriedad que sobrevive como puede en tiempos de desprestigio de la cultura en general y de la escénica en particular. Y Natalia de Miguel, la tercera actriz en discordia, está a punto de explotar en la escena. Más por su participación en un famoso reality show que por sus méritos como actriz. 

     En efecto, serán el morbo y la atracción que suscita la joven televisiva los que llenarán el teatro de gente que no va a entender nada en absoluto de la obra representada. Solo hay aplausos para las intervenciones de la protagonista famosa. Decadencia. Arrebato. Ruina. Inquietud. Desazón. Tarántula. Público desentendido. De mal gusto. Superfluo. Superficial. Adornado. Exagerado. Faralaes. Tarántula y faralaes confluyendo en Farándula. Y, así, retrocedemos al principio de esta reseña y todo cobra sentido --o eso espero--. Charla embrollada con la que se pretende desorientar o engañar. En mi opinión, esa es la intención de Marta Sanz al presentarnos esta historia. Y lo hace con un lenguaje y un ritmo narrativo elevado, rápido, directo al corazón.

     Porque, como ya he escrito con anterioridad, el mensaje que la autora pretende transmitirnos con esta novela es urgente, decisivo, definitivo: el teatro se muere ante nuestros ojos. La cultura está desprestigiada por nuestros gobernantes. Y trabajar en ella y para ella sale cada vez más caro. Sobre todo si se pretende combinar el glamour y el éxito con el compromiso social y político, tal y como le ocurre a Daniel Valls, el protagonista masculino de la novela. Y es que ser reaccionario, en estos días, es complicado. Y el miedo a perder el sitio que tanto cuesta llegar a ocupar lo dificulta todavía más. Devaluación artística. Precariedad. ¿Renovarse o morir? Envejecimiento. Relevo generacional. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?    

     Farándula nos presenta la posibilidad o no de que el teatro cambie el mundo, nos muestra cómo es el día a día del conjunto de personas que forman parte del pequeño-gran mundo del espectáculo, nos enseña que bajo una superficie de glamour, éxito y dinero existe un fondo de oscuridad, sombras y miseria, nos entretiene, nos divierte, nos emociona, nos hace reír, nos hace llorar, nos hace pensar y reflexionar, nos enfada, nos cabrea, nos irrita. Y nos lanza un órdago que deberíamos ser capaces de asumir: de nosotros depende que continúe vigente aquello del that´s entertainment...